Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Delmar, Meira, 1922-2009, autor
Antología poética [recurso electrónico] / Meira Delmar ; María Betty Osorio Garcés, compilador; [presentación, Betty Osorio]. – Bogotá : Ministerio de Cultura : Biblioteca Nacional de Colombia, 2016.
1 recurso en línea : archivo de texto ePUB (2,1 MB). – (Biblioteca Básica de Cultura Colombiana. Literatura / Biblioteca Nacional de Colombia)
ISBN 978-958-8959-87-0
1. Poesía colombiana - Siglo XX 2. Libro digital I. Osorio Garcés, María Betty, compilador y presentador II. Título III. Serie
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ISBN: 978-958-8959-87-0
Bogotá D. C., diciembre de 2016
© Ricardo Chams
© 2006, Ediciones Uninorte
© 2016, De esta edición: Ministerio de Cultura -
Biblioteca Nacional de Colombia
© Presentación: Betty Osorio
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+LA POESÍA DE MEIRA DELMAR[2] les ha enseñado a muchas generaciones de colombianas y colombianos que es posible usar la armonía y la generosidad como sentimientos que restauran los vínculos entre las personas. Igualmente, sus elaboradas imágenes sobre la naturaleza la proponen como origen y refugio de los seres humanos. Su proyecto literario está tocado profundamente por el amor en sentido amplio y trascendente. Su poesía está poblada por seres generosos capaces de compresión y de perdón que nos protegen del odio y el rencor. Sus versos construyen la memoria como un lugar donde se recupera el pasado para construir la paz interior. Por eso sus imágenes germinarán en las mentes jóvenes de este momento, y sus palabras serán buques para cruzar océanos y descubrir otros paisajes; palabras olas para arrullar el alma angustiada; palabras bálsamo para sosegar el dolor de las pérdidas; palabras orilla para descansar de la prisa y el afán de nuestra sociedad, y palabras, como los «cedros del Líbano» —una de sus más bellas imágenes, que aparece en el poema «Cedros» de la antología Alguien pasa—, para aspirar al infinito. Su poesía propone una poética de la esperanza. Los lectores actuales encontrarán en esta antología un canto a la belleza de la existencia y una confianza serena en la capacidad humana para el bien.
+En la lírica de la barranquillera existe un eco constante, tanto de la poesía española de los siglos XVI y XVII como de los miembros de la generación española de 1927, especialmente de Federico García Lorca y Pedro Salinas (Jaramillo y Osorio 45); este legado le permite labrar un proyecto que podría definirse como clásico. Sin embargo, con las latinoamericanas Alfonsina Storni, Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou, a quienes leyó con atención, compartió la búsqueda de una voz arraigada en la interioridad del sujeto. Ella misma lo expresa: «Desde muy niña leí apasionadamente a las grandes de América —Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Juana de Ibarbourou—» (Krakusin 98).
+Su poesía transcurre en dos ámbitos: el cosmos, que incluye la naturaleza, como expresión de lo sagrado, y la memoria personal y familiar como clave de la identidad.
+En la obra poética de Meira Delmar la perfección de lo sagrado se manifiesta en la belleza del universo, que de esa manera es accesible al intelecto y le permite al ser humano trascender lo cotidiano para participar de lo absoluto. La poesía mística islámica revela una delicada tensión entre lo espiritual y lo intelectual, entre lo sensual y lo suprasensual, sin perder su origen religioso (Annemarie Schimmel 4). Este mismo juego emocional e intelectual guía el proyecto literario de la poeta barranquillera, desde Alba de olvido (1942) hasta los poemas publicados en esta antología, escritos en los últimos años de su vida. La autora leyó a Kahlil Gibran (1883-1931) y escribió un ensayo biográfico sobre este famoso poeta libanés donde afirma que la poesía de Gibran se arraiga «[…] en los más profundos estratos del alma y la sangre libanesas» (525). Consecuente con esta tradición, la poesía de Meira contempla la perfección de la naturaleza y está atenta a la armonía de sus ritmos. Por ejemplo, en «Canción», poema de Reencuentro, se recrea cómo la flor es percibida; todo el poema es un intento por atrapar ese delicado proceso que permite apreciar la belleza frágil de una rosa. Los versos captan aquello que se encuentra en el límite del conocimiento: «No importa que una tarde / me deshoje en el viento / Te quedará un perfume / dentro del pecho»(ver). Las imágenes que recorren el poema reflejan una experiencia en la que la voz poética fluye hasta integrarse con la flor.
+«Anunciación», un poema de Alguien pasa (1998), evoca el milagroso encuentro entre lo humano y lo divino, ese momento inaugural del cristianismo. El tiempo histórico queda detenido y el lector entra en una dimensión mítica donde es posible el milagro de la encarnación.
+Sus manos lleva al pecho la doncella
+como lirios gemelos que apretaran
+el asustado corazón,
+y exclama:
+«Señor lo que tú ordenes
+haré, tu sierva soy
+Los brazos de la doncella, al convertirse en lirios, muestran la profunda confianza de María en los designios divinos; ella está por fuera del tiempo, pues intuye que hace parte de un proyecto imponderable; su cuerpo se ha convertido en territorio sagrado.
+La naturaleza es protagonista en numerosos poemas de la autora, el yo lírico la experimenta a plenitud. No es sólo escenario o paisaje, sino que forma parte de la dimensión interior del humano. Los fenómenos telúricos no son datos externos, ayudan a construir al sujeto y lo dotan de un sentimiento espiritual. El paso de los días, el sonido de la lluvia, la nieve, el esplendor de un árbol o de una espiga de trigo son sustancias que van conformando la vida emocional y espiritual de la hablante poética.
+En «Soledad», poema de Alba de olvido, la autora recrea la delicada y sutil vivencia de una tarde. El viento acoge en sus brazos al yo que se ha convertido en una espiga, se intercambian los atributos entre el ser de la escritora y la naturaleza para proyectar una armonía cósmica en la que el ser humano es una presencia leve que vibra con los ritmos del universo.
+Nada igual a esta dicha
+de sentirme tan sola
+en mitad de la tarde
+en mitad del trigal;
+bajo el cielo de estío
+y en los brazos del viento,
+Hay una reivindicación del lenguaje de los sentidos. Un gozo sensorial del cuerpo que se transmuta casi en éxtasis. En este poema, la poetisa ha descubierto en la naturaleza la paz que inspira el amor. Este sentimiento tiene un sentido mucho más amplio, no está ligado exclusivamente al erotismo, sino a una especie de caritas, el encuentro con el otro se da como una prolongación del goce estético de la naturaleza. Hay una correspondencia entre el goce que se siente al percibir la armonía de la naturaleza y el que se desprende de la toma de conciencia de la presencia de otro ser semejante.
+«Soledad» recoge un momento edénico, cuando el yo poético, inmerso en el silencio, se embelesa con la belleza del entorno y experimenta la plenitud existencial. Las imágenes, como el sol que purifica, el viento que mueve las espigas, el trigo que nutre, ocasionan la paz espiritual y sugieren una presencia sobrenatural. La metáfora de la espiga señala la fragilidad y lo incidental del ser que se contrapone al viento que pasa y al sol que se aleja; los versos dilatan la vivencia y la atesoran para el recuerdo. El color dorado del sol y del trigo y el calor implícito del estío refuerzan la presencia de Dios en las imágenes de luz y de energía. La luz y el color permiten que la experiencia de la naturaleza sea indivisible. Hay un juego cromático entre la luminosidad del sol y las espigas y el cielo que produce la placidez de los sentidos y que evoca una unidad primordial entre los seres animados e inanimados.
+En «Regresos», poema de Reencuentro (1981), la memoria se convierte en un espacio constituido por el paso del tiempo[3]; allí los acontecimientos no transcurren sino que danzan impulsados por la emoción de la hablante poética y los sentimientos del lector. Los días de la infancia son evocados con gran sensibilidad para capturar los ritmos de la vida familiar en la que se consolidan los afectos y las alianzas perdurables. Aromas, sonidos, colores y formas reviven un ambiente, un eco, un reflejo: «Quiero cruzar el patio tibio / de sol y rosas y cigarras. / Tocar los muros encalados, / el eco ausente de las jaulas»(ver). La mirada se desplaza para aprehender el rastro visual, la huella de la experiencia en la memoria: «Quiero volver a la que un día / llamamos todos nuestra casa». El oído también recuerda, y la memoria se convierte en instrumento musical: «Quiero quedarme un rato, un rato, / oyendo aquella misma lluvia / que nunca supe a ciencia cierta / si era de agua o si era música». En la memoria la experiencia se aleja de la anécdota, depura la vivencia y la traslada a un nivel abstracto donde se convierte en huella; tal desplazamiento produce la sensación de una belleza cargada de emociones nostálgicas y afectuosas: «Quiero volver a la que un día / llamamos todos nuestra casa. / Subir las viejas escaleras, / abrir las puertas, las ventanas». El poema es un flujo continuo en el que el antes y el después no están obligados a una trayectoria lineal: «Quiero saber si lo que busco / queda en el sueño o en la infancia. / Que voy perdida y he de hallarme / en otro sitio, rostro y alma»(ver). Se indaga en los vestigios del pasado, en las experiencias de la infancia para desplazarlos al presente y así construir un tejido en el que pasado, presente y futuro mutuamente se iluminen y transformen. Como Antonio Machado, Meira Delmar concibe el tiempo como una experiencia integral, es un tejido vital que ha sido experimentado por un individuo único. La experiencia perdura en el recuerdo, allí se desvanecen los límites de la historia individual y se entra en un mar ilimitado donde lo personal se diluye, cada vez más, hasta adentrase en la memoria colectiva.
+El olvido hace parte también de la memoria y equivale a la muerte. Reencuentro (1981) explora esta temática existencial. En «Huésped sin sombra», el yo lírico ha llegado al momento de la partida final y sólo se lleva «el rostro en paz y el corazón en guerra»(ver). Con este oxímoron se expresa el continuo trajinar de la existencia, la satisfacción de lo vivido y la frustración por lo que no se llevó a cabo; la paz de la existencia vivida a plenitud y la inconformidad con la muerte que borra todo. El verso con que se inicia el poema: «Nada deja mi paso por la tierra», tiene varias connotaciones que aluden a diferentes aspectos vitales que sintetizan la trayectoria existencial del yo lírico, tanto en su dimensión histórica como espiritual. María Mercedes Jaramillo ha escrito que el paso de yo poético por el mundo es como el de una «sombra» (ver) que no deja huella visible por lo leve de su presencia, por el amor profesado al entorno: «el mar, la rosa» y «los cielos encendidos».
+Para la poeta barranquillera, escribir poesía es una experiencia muy íntima ligada a la emoción: «Ninguna voz repetirá la mía / de nostálgico ardor y fiel asombro»(ver). En este poema, la muerte, destino final, anula la individualidad de cada ser: «En mí naufraga cuanto miro y creo»(ver); la soledad final asociada a la muerte es ineludible: «A nadie doy mi soledad. Conmigo / vuelve a la orilla del pavor, ignota. / Mido en silencio la final derrota. / Tiemblo del día. Pero no lo digo». El olvido es otra forma de morir y de desparecer sin rastro. Esta idea reaparece en la cuarta estrofa: «Esta sangre sedienta de hermosura / por otras venas no será cobrada. / No habrá manos que tomen, de pasada, / la viva antorcha que en mis manos dura»(ver). El ardiente deseo de proyectarse en el futuro y de continuar la existencia en otros muestra la necesidad imperiosa, pero igualmente imposible, por detener los efectos de la muerte y el olvido. El poema expresa la fragilidad del ser humano ante las fuerzas arrolladoras del tiempo. La poesía de Meira Delmar se convierte en una forma de trascender. Así va madurando la profunda y exquisita obra de la poeta barranquillera.
+Según Águeda Pizarro en el prólogo a Palabras, en algunos poemas la poetisa barranquillera se ve como un barco que navega en el mar. Y más adelante concluye que Meira Delmar humaniza el universo, lo concreto y lo abstracto para transmitir la idea de que todo está hecho de la misma materia —«Palabras meiramarinas»—. El mar es un tópico que identifica el universo lírico de Meira Delmar, y hace parte indisoluble de su identidad como poeta y como mujer barranquillera.
+Estas olas que llegan lentamente,
+una tras otra, como
+las notas de una escala,
+¿serán acaso aquellas que salían
+a encontrarme los pasos en la orilla
+distante de la infancia?
+En «El mar, la mar», de Viaje al ayer (2003), evoca la inefable presencia del mar, que ha sido parte de su paisaje interior y exterior; es el mar al que siempre le ha cantado enamorada, el que le trae la voz y la presencia de los otros, el que la rescata en los momentos de tristeza, el que le inspira la idea del absoluto, de la presencia divina, del eterno retorno. El vaivén de las olas y la música interior reflejan la eterna armonía y la inmensa unicidad del mar. Así la palabra poética lleva la huella de la historia personal que está marcada por lo transitorio, pero se vuelca hacia el infinito con una enorme confianza en un sentido absoluto que redime lo fugaz de la existencia individual.
+El mar es uno solo.
+Viene y va, huye, vuelve,
+se aleja en largas fugas
+enamoradas, breves despedidas,
+retornos,
+y es siempre el mar de ayer,
+el mismo de mañana,
+BETTY OSORIO
+Delmar, Meira. «Kahlil Gibran, el poeta del Líbano». Poesía y prosa, 2003. María Mercedes Jaramillo, Betty Osorio y Ariel Castillo (eds.). Ediciones Uninorte y Gobernación del Atlántico, 2006, pp. 524-526.
+Jaramillo, María Mercedes. «La poética amorosa de Meira Delmar». Literatura y diferencia. Escritoras colombianas del siglo XX. María Mercedes Jaramillo, Betty Osorio y Ángela Inés Robledo (eds.), Ediciones Uniandes y Editorial Universidad de Antioquia, 1995, pp. 131-149.
+— — —. «La influencia sufí en la obra de Meira Delmar». Revista de colombianistas, 22, 2001, pp. 41-46.
+Jaramillo, María Mercedes y Betty Osorio. Prólogo. «La poética de Meira Delmar: belleza y conocimiento». Meira Delmar. Poesía y prosa, 2003. María Mercedes Jaramillo, Betty Osorio y Ariel Castillo (eds.). Ediciones Uninorte y Gobernación del Atlántico, 2006, pp. 15-40.
+Krakusin, Margarita. «Entrevista con Meira Delmar». Poesía y prosa, 2003. María Mercedes Jaramillo, Betty Osorio y Ariel Castillo (eds.). Barranquilla: Ediciones Uninorte y Gobernación del Atlántico, 2006, pp. 94-107.
+Pizarro Rayo, Águeda. «Palabras meiramarinas», Palabras, Roldanillo: Ediciones Embalaje del Museo Rayo, 1997.
+Schimmel, Annemarie. As Through a Veil: Mystical Poetry in Islam. New York: Columbia University Press, 1982.
+Alba de olvido, prólogo de Ignacio Reyes Posada, Barranquilla: Editorial Mejoras, 1942.
+Alguien pasa, Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1998.
+Ediciones de la Revista Ximénez de Quesada, XXV. [Contiene poemas de Alba de olvido, pp. 19-45, de Sitio del amor, pp. 49-78, de Verdad del sueño, pp. 81-104, de Secreta isla, y otras poesías, pp. 107-154], 1971.
+Huésped sin sombra [Antología], prólogo de Javier Arango Ferrer, Bogotá: Editorial Kelly, 1971.
+Laúd memorioso, Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1995. [La carátula es un óleo de Enrique Lamas con diseño de Camila Cesarino Costa]. San Cristóbal, Venezuela: Virgen de la Consolación, volumen IV, 2000. [Esta edición tiene un prólogo de Pedro Pablo Paredes].
+Los más bellos poemas de Meira Delmar [Antología], compilación y prólogo de Cielo Cecilia Crespo Escorcia, Barranquilla: Fundación para el Desarrollo Tecnológico, Científico y Cultural de Colombia, 2001. [Hay una fotografía de Meira Delmar en la carátula, diseño de Franklyn Higuera Ospino. Contiene poemas de Laúd memorioso, pp. 31-44; de Secreta isla, pp. 47-58; de Alguien pasa, pp. 61-76; de Reencuentro, pp. 79-90; de Alba de olvido, pp. 91-100; de Verdad del sueño, pp. 103-107].
+Los mejores versos de Meira Delmar, Buenos Aires: Editorial Nuestra América, 1957. [Cuadernillos de Poesía n.º 26 dirigidos por Simón Latino —seudónimo de Carlos H. Pareja—. Contiene un apéndice de Simón Latino de cuatro páginas con reseñas sobre otros autores].
+Sus mejores versos. Bogotá: La Gran Colombia, 1950. [Cuadernillo de Poesía n.º 26 dirigido por Simón Latino].
+Meira Delmar. Antología, Colección Premio Nacional de Poesía, prólogo de Mario Escobar Velásquez, Medellín: Universidad de Antioquia, 1995. [Diseño de la carátula Saúl Álvarez Lara].
+Palabras, [Antología], prólogo de Águeda Pizarro, Roldanillo: Ediciones Embalaje del Museo Rayo, 1997. [Carátula de Omar Rayo].
+Pasa el viento: antología poética 1942-1998, Serie La Granada Entreabierta n.º 88, prólogo de Fernando Charry Lara, Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 2000. [Contiene un ensayo de Juan Gustavo Cobo Borda].
+Poesía, prólogo de Ignacio Reyes Posada, Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1981. [Carátula de Ángel Lochkartt —ilustración—, fotografía de Luis Barrera Navas. [Contiene poemas de Alba de olvido, pp. 15-56, de Sitio del amor, pp. 59-97, de Verdad del sueño, pp. 103-130, de Secreta isla, pp. 133-162].
+Poesía, traducción de Mario Vitale, introducción de Javier Arango Ferrer, Siena, Italia: Casa Editorial Maia, 1962. [Edición bilingüe en castellano e italiano].
+Reencuentro, Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1981. [Carátula de Alejandro Obregón —ilustración—, fotografía de Vicente Amor].
+Secreta isla, Barranquilla: Ediciones Arte, 1951. [Contiene dibujos musicales de Pedro Biava y la carátula de Edgardo Riaño]. Prólogo de Javier Arango Ferrer, Bogotá: Instituto de Cultura Hispánica, 1951.
+Verdad del sueño, Barranquilla: Ediciones Arte, 1946. [Se divide en dos partes: Sonetos de amor y alabanza (pp. 9-47) y La comarca delirante (pp. 51-95)].
+[1] Esta presentación es una versión condensada y revisada del extenso estudio hecho por María Mercedes Jaramillo y Betty Osorio para prologar la obra completa publicada en 2003.
+[2] Meira Delmar es el seudónimo de Olga Chams Eljach (1922-2009), hija de padres libaneses, pero nacida en Barranquilla, ciudad donde vive la mayor parte de su vida y donde lleva a cabo su labor poética. En 1931 viaja al Líbano con su familia y esta experiencia marca definitivamente su poesía. En 1937 empieza a publicar en revistas como Vanidades. En 1942 publica su primera antología con el título de Alba de olvido; en 1944 aparece Sitio del amor; en 1946 Verdad de sueño; en 1951 publica Secreta isla. De allí en adelante, tal vez debido a una intensa actividad cultural, la aparición de nuevas antologías se hace más esporádica. En 1971 aparece Huésped sin sombra, con prólogo de Javier Arango Ferrer; en 1981 Reeencuentro, compilación de sus cuatro libros ya agotados; en 1995 Laúd memorioso; en 1997 Palabras, de Ediciones Embalaje del Museo Rayo, y en 1998 aparece Alguien pasa. En 2003, Ediciones Uninorte y la Gobernación del Atlántico publican su obra completa que incluye la poesía y la prosa. De su poesía se han hecho numerosas antologías y publicaciones especiales. Su obra ha sido comentada ampliamente por críticos nacionales y extranjeros. En 1962 la editorial Maia, de Siena, Italia, publica una antología bilingüe español-italiano. Sus poemas han sido traducidos al francés y al inglés. Fue miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua; recibió numerosas distinciones como la Medalla Simón Bolívar del Ministerio de Educación y la Medalla de Honor al Mérito del Instituto Colombiano de Cultura —información basada en la «Cronología» publicada en la obra completa de 2003, XXII a XXX—.
+[3] Yolanda Rodríguez Cadena analiza este tema en «Ser y temporalidad en Laúd memorioso», en Huellas (1996): 90-92.
+Esta lluvia tan clara
+que ahora cae rumorosa
+alegrando el camino
+con su paso sonoro,
+me ha infiltrado en las venas
+su alegría piadosa,
+su alegría brillante
+cual pedazos de oro.
+Llegó hace un momento
+y su voz fresca y sana,
+con su ruido de gotas
+me llamó a la ventana
+y me dijo cantando:
+«te regalo alegría…».
+En las manos dejóme
+su ofrenda dulce y buena,
+y siguió su camino…
+ Se alejaron mis penas
+y sentí que en mi boca
+toda mi alma reía…
+Esta lluvia tan clara,
+esta lluvia tan bella,
+es mi amiga más íntima
+la más linda y más fiel:
+me regala sonrisas
+brillantes como estrellas
+y el pensar taciturno
+me salpica de miel…
+(Vanidades, 1937)
+Blancas gaviotas, hermanas
+gemelas del alma mía;
+si tuviese vuestras alas
+bien lejos que volaría.
+Con qué nostalgia infinita
+os miro cruzar los cielos
+y perderos sobre el mar…
+igual que locos anhelos.
+El alma tengo colmada
+de sueños de lejanías.
+Blancas gaviotas hermanas,
+yo con vosotras me iría.
+Si mi alma no fuese alma…
+¡una gaviota sería!…
+(Vanidades, 1937)
+Contra el azul del cielo —este cielo tan limpio
+que parece lavado por la mano de Dios—,
+¡qué bien luce aquel árbol, dulcemente inclinado,
+bajo el rosado peso de su ramaje en flor!
+Apoyada la frente en los cristales blancos
+del ventanal, lo miro; y me recuerda, así
+todo lleno de flores, mariposas y trinos,
+un pequeño poema que él solía decir…
+¡Quién sabe qué de cosas le contará la luna
+cuando en las noches viene a conversar con él!
+Muchas veces lo he visto extasiado, escucharla
+extrañamente quieto hasta el amanecer…
+¡Y ya no va la brisa desnuda por los campos!
+Él, todas las mañanas, cuando la ve pasar,
+una capa muy linda de pétalos de raso
+a los hombros le tira, con gentil ademán.
+¡Somos hace ya tiempo, los mejores amigos!
+Y yo, que a nadie digo mi secreto de amor,
+he dejado que el alma se me acerque a los labios,
+¡y se lo he dado todo al buen árbol en flor!…
+(Playas, «Página poética»)
+Hablábamos del mar con una lenta
+y atormentada voz:
+«Estar inmóvil y soñar distancias
+es dolor…».
+Quemaba nuestros ojos ese llanto
+que no llega a caer…
+Su mirada volaba con la mía
+por el atardecer…
+Rosada, suave, su palabra era
+como la carne de un caracol:
+«Pasa una barca y se estremece todo
+el corazón…».
+La brisa leve se llenó las manos
+de un eco musical.
+Alguien decía en la quietud del valle
+un cantar…
+Red de seda, nos iba aprisionando
+el alma la emoción…
+No hablábamos del mar cuando llegó la luna.
+¡Hablábamos de amor!
+(Manizales, marzo de 1944)
+Ha de pasar la vida. Ha de llegar la muerte.
+ He de quedar tendida bajo la tierra, inerte,
+insensible, callada, como estatua de cera
+que al romperse en pedazos abandonada fuera.
+Ya sin brillo los ojos que te siguen ahora
+con miradas que besan y que besos te imploran,
+y muy quieta la inquieta ambición de caminos
+que embriagada me tiene como mágico vino…
+Ha de pasar la vida. Ha de llegar el largo
+dolor de estar sin verte. Acaso el grito amargo
+de tu angustia la tierra estremezca un momento.
+Mas, después, poco a poco callará tu lamento.
+Y de nuevo otro paso, no mi paso ligero,
+a compás con el tuyo cruzará los senderos,
+y otro labio, —¡no el mío!— te dirá que la vida
+es hermosa: «… La rama que se da, florecida,
+el temblor del lucero, y la nube, y el canto,
+alegría te enseñan… Es inútil el llanto…!».
+¡Y una vez más el viento jugará con tu risa,
+y miel pura en tu boca otra boca sumisa
+dejará, bienamado, mientras rueda el estío…!
+Y tal vez cuando lleguen esos días sombríos,
+en que llora la lluvia su dolor lentamente,
+y en las sombras el paso del misterio se siente,
+surgiré en tu recuerdo con aquella encantada
+vaguedad de las cosas hace tiempo olvidadas,
+que retornan a veces en la luna de oro,
+en lo triste de un verso, en el eco sonoro
+de un arroyo que pasa… Y dirás: «¿Cómo era
+la mujer que yo quise una azul primavera
+en que estaban los campos aromados y llenos
+de rumores festivos bajo el cielo sereno…?
+¿Eran claros sus ojos? ¿Me embriagó su dulzura?
+¿Sus cabellos… tenían de las mieses maduras
+el color milagroso? ¿Era leve su mano?
+¿Sonreía? ¿Lloraba?…». ¡Y tu afán será vano!
+La mujer que quisiste una azul primavera
+y cruzó de tu brazo por caminos y eras,
+volverá a ti sin llanto, ni color, ni sonrisa
+—como un poco de bruma que deshace la brisa
+sobre el río cansado—, imprecisa, distante
+como estrella que rueda temblorosa un instante
+y se pierde en la noche… ¡Y ya nunca sabrás
+si me hallaste en la vida o en el sueño no más!
+Nada igual a esta dicha
+de sentirme tan sola
+en mitad de la tarde
+y en mitad del trigal;
+ bajo el cielo de estío
+y en los brazos del viento,
+soy una espiga más.
+Nada tengo en el alma,
+ni una pena pequeña,
+ni un recuerdo lejano
+que me hiciera soñar…
+Sólo tengo esta dicha
+de estar sola en la tarde
+¡con la tarde no más!
+Un silencio muy largo
+va cayendo en el trigo,
+porque ya el sol se aleja
+y ya el viento se va;
+¡quién me diera por siempre
+esta dicha indecible
+de ser, sola y serena,
+un milagro de paz!
+Ir por esos campos, vagando… vagando
+sin destino alguno, sin ningún afán…
+No pensar en nada. No sufrir por nada.
+¡Nada recordar!
+Eso quiero, amado. Darlo todo al viento:
+¡tu sonrisa buena, mis sueños, tu amor!
+Hay días… ¡Hay días en que la dulzura
+es como la angustia… ¡Rompe el corazón!
+Hoy así me siento. ¡Me hiere el milagro
+de esta dicha cierta frente al mar zafir!
+Despojada el alma de luces y sombras
+por campos desnudos quisiera partir…
+Y olvidarlo todo. Las palabras claras
+que tus labios dicen; mi inquieto soñar…
+Ser por los caminos «alguien que se aleja»…
+¡y no regresar!
+Esta lluvia que cae sobre la noche
+me ha llenado de voces el recuerdo…
+¡Y está mi corazón igual a un campo
+que el aire va, sonoro, estremeciendo!
+Allá… en la vieja casa, el patio era
+soleado y pequeño.
+Un granado que siempre daba flores,
+un rosal bien cuidado, hierbabuena y orégano.
+¡Apenas si cabían entre aquellos aromas
+mi infancia y la del viento!
+Y había un corredor donde los trinos
+a la hora del alba quebraban el silencio…
+Me cuentan que una vez mi mano niña
+abrió las jaulas… Y yo comprendo
+que este anhelar ilímite
+de horizontes sin término,
+nació cuando, surcando la mañana,
+vi desaparecer los azulejos…
+La lluvia, como un llanto sin gemidos,
+en la noche sin luz sigue cayendo…
+Y a la orilla de mi alma se despierta
+la emoción que hay en todos los regresos…
+¡Oh aquellas golondrinas alineadas
+en los alambres quietos!
+Las traía Diciembre con su júbilo
+de brisas y luceros…
+El día las dejaba llegar a mis balcones,
+y la noche a mi sueño…
+Después leyendo a Bécquer,
+las encontré de nuevo,
+con el Amor clavado, dulcemente,
+como un dardo de luna sobre el pecho…
+Cuando pasaba su temblor soñado,
+¡qué azul quedaba el verso!
+Azul como quedaban en Diciembre
+los caminos del cielo,
+¡después de que pasaba, oscuro y ágil,
+su temblor verdadero!
+Voy cruzando praderas y colinas
+que me son familiares… Y a lo lejos,
+alguien canta la ronda
+de mis años primeros…
+«Mari-sola» y el Rey que atravesaba
+un frágil puentecillo con todo su cortejo…
+Y la pobre cojita violetera…
+Y los Pajes dorados y altaneros…
+¡Rondeles en la tarde luminosa!
+Rondeles que prendieron
+en todas mis palabras iniciales
+la angustia de soñar… ¡Dolor tremendo!
+¡Y sigue en su vergel la «Mari-sola»
+abriendo rosas… y sonriendo!
+Por un leve sendero desvelado
+el país de mi infancia hallé de nuevo…
+¡Y está mi corazón igual a un campo
+que el aire va, sonoro, estremeciendo!
+La Vida es una barca que cruza mares hondos,
+azules unas veces, otras veces de horror…
+Iza sus velas blancas, tendidas en el viento,
+la mano del Amor…
+Un día rocas altas le quiebran el camino
+que sobre las espumas había de seguir…
+Hay un crujido sordo de cosas que se rompen,
+y en las velas, amargo, se oye el viento gemir.
+Pasan albas y ocasos. Ya la barca no lleva
+en las velas rasgadas la divina canción…
+Sólo queda el silencio… ¡Un tremendo silencio!
+¡Y la sombra de Dios!
+Por el camino —¡nuestro camino!—,
+con lento paso vamos andando…
+Y entre nosotros, hecha silencio,
+la gran dulzura de amarnos tanto.
+Muere la tarde. No muere… Parte.
+ —Ignore el labio voces amargas—.
+Y sobre el sueño de los trigales
+vuelan y vuelan palomas blancas…
+Un leve polvo dorado y fino
+baja del cielo sobre los campos;
+y las espigas y las palomas
+se ven de oro, como mis brazos.
+Allá muy lejos, graves y lentas,
+vibran campanas cerca del río…
+Y en el desnudo cristal del aire
+prende luceros un ángel niño…
+El viento pasa —mancebo rubio—,
+todo aromado de manzanilla…
+Y por mirarle la noche baja
+ligera y sola de las colinas…
+El manso vuelo de las palomas
+se desdibuja sobre los campos…
+¡Qué azul faena la de quererte
+mientras se apaga la voz del Ángelus!
+¡Ay que se detenga el Tiempo
+ahora que estás conmigo
+entre el oro nunca quieto
+de los trigos!
+¡Ay que se detenga el Tiempo
+ahora que está el sendero
+florecido, y canta el agua
+del riachuelo!
+¡Hable por siempre en las hojas
+de los árboles la brisa!
+¡De tus labios no se aleje
+la sonrisa!
+¡Que las horas ya no sigan
+su andar y andar incansable!
+¡Sea el cobalto de los cielos
+inmutable!
+¡Ay que se detenga el Tiempo
+ahora que somos dueños
+del tesoro milagroso
+de los sueños!
+¡Ay que se detenga el Tiempo
+ahora que está el Amor,
+con un repique de fiesta,
+cantando en mi corazón…!
+¡Ay, Cartagena de Indias,
+bien nacida y bien nombrada!
+¡He de tejer un romance
+para tu sien levantada!
+Morena y erguida y sola,
+—de piedra y sueño forjada—
+prendida de cuatro clavos
+te me has quedado en el alma.
+¡Cuatro clavos de recuerdo
+—fina punta, dura plata—,
+y el puñalito de oro
+que sabe hundir la nostalgia…!
+¡Cartagena, la de Indias,
+bien nacida y bien nombrada!
+Filo de la medianoche.
+Hora de la remembranza.
+Por tus callejas antiguas
+la Historia soñando pasa…
+Y un momento se detiene,
+y la vieja frente alza,
+y me parece que rueda
+de sus ojos una lágrima…
+Y van surgiendo los nombres
+que en el corazón levantan
+el dulce rumor añejo
+de leyendas encantadas…
+… Callejón de los Estribos,
+callecita de Las Damas,
+San Pedro Claver, su patio
+de coloniales arcadas;
+triste prisión de Las Bóvedas,
+almenas de las murallas,
+San Fernando, San José,
+—vigías de la bocana—
+y la silueta sin par:
+¡San Felipe de Barajas!
+¡Ay, Cartagena de Indias,
+bien nacida y bien nombrada!
+Cuántos ojos acerados
+—muchos fueron los piratas—,
+de codicia refulgieron
+al mirarte ya cercana…
+Ojos de Baal y de Cotes,
+de fiera y torva mirada,
+en los que izó la Aventura
+su bandera desplegada.
+Pupilas de Francis Drake,
+pirata entre los piratas,
+que se llevó alguna vez,
+a más de las esmeraldas
+y los ducados de oro,
+tus musicales campanas…
+Y enfrente de ellos, los hombres
+que defendieron tu plaza,
+enardecida la sangre
+y la ancha frente signada…
+Figura de Blas de Lezo,
+—¡ay, su mutilada estampa!—
+que, en lo más alto de un mástil
+enarbolando su audacia,
+hizo correr los navíos
+de Vernon, hasta Jamaica…
+Y el otro, de bravo nombre
+que al pronunciarse arrebata,
+el otro… ¡Sancho Jimeno!
+orgullo de las Españas,
+¡que ni rendido se rinde
+cuando traicionan sus armas!
+¡Qué bello pasado tienes
+de corsarios y batallas,
+y riquezas inauditas
+y galeras bien armadas!
+¡Qué de aventuras sin cuento!
+¡Qué de indecibles hazañas!
+¡Qué de negros corazones
+y corazones sin tacha!
+¡Qué bello pasado tienes
+de heroísmos y arrogancias
+para escribirlo con piedras
+preciosas en tus murallas!
+De la torre de una iglesia
+—quizás de La Candelaria—,
+como palomas de bronce
+descienden tres campanadas,
+que posándose en el hombro
+de la Historia desvelada,
+se van con ella despacio,
+camino a la madrugada…
+Y sobre la estrecha calle
+por donde las cuatro andan,
+la luna juega a la ronda
+con las estrellas doradas…
+¡Ay! Cartagena de Indias
+que te has quedado en mi alma,
+prendida de cuatro clavos
+y cinco vivas palabras…
+Cuatro clavos de recuerdo
+y una sola frase alta:
+Cartagena la de Indias,
+¡bien nacida y bien nombrada!
+¿Dónde…? ¿Dónde…?
+¡Allí! Detrás del viento… Donde pierde
+sus trémulos cristales
+el paso de la voz.
+Más allá de la espina y de la rosa.
+Más allá —¡mucho más!— de la emoción…
+Lejos ya del silencio y lo que rompe
+la forma del silencio…
+ Allí el amor.
+Más cerca del misterio que el Misterio…
+—Más cerca que la sangre al corazón—.
+No hay palabra que diga su estatura,
+la fuerza de sus alas,
+su lento, ardido sol…
+Tan sólo repetir: ¿Y dónde, dónde?
+Y luego, y nada más,
+la obstinación
+de decir sin decir, como en el sueño:
+¡Allí el amor!
+¡Amor! ¡Amor! ¡Qué has hecho de mi vida!
+Mi vida que era como un agua mansa,
+como un agua ceñida…
+Antes de ti, ¡qué fácil para el alma
+la espera de sus pasos, y qué fácil
+su ligera partida…!
+Antes de ti, ¡qué fácil la ventura
+frente a la lluvia clara y el silencio
+de las tardes dormidas…!
+Pero contigo, Amor, cómo se vuelven
+la espera y el partir angustia viva…
+¡Cómo tus manos claras, inasibles,
+rompen las horas mías!
+Contigo, Amor, la lluvia no es «la lluvia»
+ni me da su regalo de sonrisas,
+y es tortura el silencio cuando pasa
+por las tardes dormidas…
+Antes de ti, qué fácil el olvido
+del país todo rutas para el sueño
+que detrás de sus ojos existía….
+Antes de ti, ¡qué fácil el momento
+de la estrella primera, sobre el Ángelus
+brillando sorprendida!
+Pero contigo, Amor, cómo se vuelven
+la estrella y olvidar angustia viva…
+Cómo tus manos claras, inasibles,
+la dulzura me trizan…
+Contigo, Amor, este fingido gozo
+mientras el alma cuenta sus espinas,
+y esta quebrada voz para su nombre,
+y este afán inquietando la alegría…
+Contigo este decir atribulado…
+¡Amor! ¡Amor! ¡Qué has hecho de mi vida!
+Yo siempre veo un árbol florido entre la lluvia
+cuando alguien dice «¡Mayo!» con voz estremecida.
+Un árbol en la lluvia… Pero una lluvia clara,
+con sol y con jardines alzándose en la brisa.
+Porque en Mayo tus ojos me quisieron. Tus ojos…
+¡Era el tiempo llameante de la rosa encendida!
+Y era el tiempo sonoro de las altas campanas…
+En su música grave los luceros crecían.
+Las tardes caminaban como mujeres jóvenes,
+con un cántaro al hombro, lleno de agua sumisa.
+En los anchos balcones sonreídos del alba
+familiares palomas iniciaban el día…
+Yo cruzaba por Mayo con el paso dichoso.
+¡Como un niño que anda por un campo de espigas!
+Casi en vuelo las manos, la pena sin raíces,
+el corazón abierto, la frente pensativa.
+Y detrás de la frente los países del sueño
+con sus vagos caminos y su luna clarísima…
+En la frágil comarca del amor sin futuro
+recogimos cantando deleitosa vendimia…
+Era Mayo en la tierra. Y en tu voz. Y en el viento.
+Rojo vino con lumbre por las venas corría…
+Era Mayo en la tierra… Nada más. Era Mayo…
+¡Y a manera de un leño crepitaba mi vida!
+Tú ya no tienes rostro en mi recuerdo. Eres,
+nada más, la dorada tarde aquella
+en que la primavera se detuvo
+a leer con nosotros unos versos,
+y prendió entre las ramas del naranjo
+azahares nuevos.
+Y eres también esa tenaz y leve
+melancolía que sus pasos mueve
+sobre mi corazón,
+y casi no es
+melancolía.
+Alguna vez yo tuve
+tu rostro y tus palabras y tus gestos.
+ ¡Hoy no sé qué se hicieron!
+Hoy eres solamente
+esas pequeñas cosas que se llaman
+un día, un libro, el lento
+caminar de la mano de la estrella,
+y a veces —pocas veces—, el silencio
+fijándome los ojos desolados
+en un sitio del aire, como ciegos…
+Y este ir por la música temblando
+lo mismo que por un lugar incierto.
+Yo sé que estás lejano de mi límite,
+perdido en el espacio y en el tiempo…
+y por el cauce de mi sangre subes,
+llegas, barco fantasma, hasta mi sueño.
+Y te quiero mirar, y es esa tarde
+dorada, que ya dije,
+lo que encuentro…
+La tarde que tenía un campanario
+invisible y sonoro entre los dedos,
+y una humana dulzura en la manera
+de entendernos…
+Ya tú no tienes rostro. Ya no eres.
+Estás en mí como en la piedra el eco.
+Más allá de mi silencio
+te está llamando mi voz…
+Más allá de mi silencio.
+¡Por toda la tierra en flor!
+Tu nombre dice en el alba
+rosada y en el rumor
+de la brisa tempranera
+que despierta bajo el sol…
+¡Calla en la piedra que miras,
+llora en el suave candor
+de la lluvia, y en el bosque
+grita llena de pasión!
+Por todo el haz de la tierra
+te está buscando mi voz.
+¿Qué cielo ampara tu dulce
+manera de dar amor?
+¿Qué rutas están cruzando
+tu tristeza y tu canción?
+¿Qué manos besa tu boca?
+¿Quién tiene tu corazón
+que no escuchas el llamado
+multiforme de mi voz
+—seguidora de tus pasos—
+por toda la tierra en flor?
+Más allá de mi silencio
+—¿no lo has presentido, amor?—,
+¡fundida en noches y auroras
+te está buscando mi voz!
+Romance tuyo. Romance
+con ojos de soledad…
+Sonrisa de incertidumbre…
+Palabras de luna y sal…
+¡Romance de estar contigo
+cuando conmigo no estás!
+La tarde, con mar al fondo,
+soñando su inmensidad…
+Límite blanco de velas
+—barcas que vienen y van—.
+Y una canción por el viento
+donde la vida es fugaz,
+y está el olvido blandiendo
+sobre el amor un puñal…
+El jardinero celeste
+tira violetas al mar…
+Delfín alado, la brisa
+¿a dónde las llevará?
+En la canción, el olvido
+clavó, certero, el puñal…
+Romance tuyo. Romance
+de siempre a tu lado estar,
+con la distancia vencida
+como trizado cristal…
+Romance de ver la estrella
+que, lejos, tú mirarás…
+Ir por senderos dormidos
+tu corazón a buscar…
+Decir el verso que amabas…
+tus mismos sueños soñar…
+Romance de vana ausencia
+frente al silencio del mar!
+Sonrisa de incertidumbre…
+Palabras de luna y sal…
+Romance tuyo. Romance
+¡de no poderte olvidar!
+Porque nació frente al alba
+y en el sitio de la brisa,
+le dieron un nombre claro
+de flor o de lluvia fina.
+Un nombre para decirlo
+en medio de la sonrisa,
+enamorados los ojos
+y el corazón: ¡Barranquilla!
+Porque nació frente al alba
+¡y el alba es buena madrina!
+Con lino de sol y sombra
+tejieron años los días,
+y una mañana sin nubes
+despertó moza la niña.
+Con los cabellos al viento,
+la dulce piel encendida,
+y en el andar sin descanso
+tal aire de gallardía
+que el alma de las palmeras
+arrodillóse vencida…
+Porque nació frente al alba
+¡y el alba es buena madrina!
+Breves jazmines alados
+—casi de luz detenida—
+crecen con gracia delgada
+cuando sus pasos atisban…
+La tarde cuida su gozo,
+la noche su sueño cuida,
+y ella se viste con seda
+de flores amanecidas
+sobre la cumbre del árbol
+tan sólo para vestirla…
+Seda dorada del roble
+con hebras de melodía,
+seda de la acacia roja,
+seda de las campanillas
+que tienen fugaz el aire
+y como el aire palpitan…
+Rodea sus altas sienes
+un vuelo de golondrinas,
+y abre jacintos de oro
+su diestra mano clarísima.
+Porque nació frente al alba
+¡y el alba es buena madrina!
+El mar de gritos azules,
+el mar del habla encendida,
+le trae canciones remotas
+y barcas de otras orillas.
+El río, tenaz viajero,
+con largo asombro la mira,
+y le regala blancura
+de garzas estremecidas
+que suben a la comarca
+donde la estrella se inicia.
+Y el viento pirata, el viento
+de clara estirpe marina,
+le ciñe el talle redondo
+con brazos de lejanía,
+y se la lleva consigo
+donde la tierra limita
+¡con el batir de campanas
+de la triunfal alegría!
+Porque nació frente al alba,
+y porque el alba madrina,
+le dio aquel nombre que pide
+para decirlo, sonrisa…
+El nombre que puede ser
+de flor o de lluvia fina,
+y que también lleva el Ángel
+del júbilo: ¡Barranquilla!
+Este es mi corazón. Mi enamorado
+corazón, delirante todavía.
+Un ángel en azul de poesía
+le tiene para siempre traspasado.
+En él, como en un río sosegado,
+el cielo es de cristal y melodía.
+Y a su dulce comarca llega el día
+con un paso de niño iluminado.
+Este es mi corazón. La primavera
+que inaugura las rosas, vana fuera
+sin su espejo de gozo repetido.
+Y vano el tiempo del amor que mueve
+las alas de los sueños, y conmueve
+la sangre con su canto sostenido.
+A Javier Arango Ferrer
+Ceñidura de espinas. Mal olvido
+que me sangras la frente atribulada.
+Medida de la angustia. Desolada
+ciudad donde no muere lo perdido.
+Escorzo fiel de pulso sin latido
+tu nombre tiene; y en la luz helada
+de tus ojos que vuelven de la nada
+empieza tu naufragio presentido.
+No supo el corazón su desventura
+en tanto no quebró tu golpe aleve
+su frágil ciudadela de ternura.
+En tus manos de niebla yace, breve.
+Corta su última vena de dulzura
+con el filo indecible de tu nieve.
+Toca mi corazón tu mano pura,
+lejano amor, cercano todavía.
+Y se me vuelve más azul el día
+en la clara verdad de su hermosura.
+Memoria de tu beso, la dulzura
+recobra su perdida melodía.
+Y torna al cielo de la frente mía
+el ángel inicial de la ventura.
+El viento es otra vez un manso río
+de jazmines abiertos. El estío
+entreabre su vena rumorosa.
+Y el tiempo se detiene, desvelado,
+a orillas del recuerdo enamorado
+que enciende el corazón cuando le roza.
+Primavera del aire. Breve cielo
+de cristal a la tierra descendido.
+Acuarela lejana de un olvido
+soñado por arcángeles de hielo.
+No llegas. Aparece tu desvelo
+de claras soledades asistido,
+y pasa sobre el tiempo detenido
+la brisa de palomas de tu vuelo.
+La frente de silencio y hermosura
+apoyas en los trémulos vitrales
+del viento dulcemente iluminado.
+Y baja por tu cauce de blancura
+—revestida de nácares glaciales—
+tu presencia de lirio derramado.
+Llegabas a mi sueño. Cristalado,
+apenas en el aire se veía
+tu cuerpo, que en el aire parecía
+reciente surtidor iluminado.
+En móviles jazmines desplegado
+el vuelo de tus alas se mecía.
+El viento vagamente repetía
+la forma de tu vuelo sosegado.
+Alzándose en la noche, tu figura
+nevaba el ancho cielo. Lenta y pura
+subía entre la luz, de luz transida.
+Y en la dulce comarca de la frente
+quedaba tu presencia adolescente
+en frágiles espejos repetida.
+En las manos del alba vi la rosa.
+Huía de sí misma, perseguida
+por su propia hermosura repetida
+en pétalos y en rosa jubilosa.
+Con un alto vaivén de mariposa
+la rosa, ya en el aire, detenida
+quedaba entre la luz, estremecida
+de aromas y de fuga luminosa.
+Inmóvil sobre el viento desvelado
+en rosa de vitral se convertía
+la rosa del temblor atormentado.
+El día la tocaba. Y era el día
+en torno de la rosa, desalado
+arroyo de insistente melodía.
+Este es el cielo que buscaba
+para la frente de mis sueños.
+Un claro cielo donde canta
+azul el río de los besos.
+Un grupo de ángeles de niebla
+cruza despacio por el viento,
+y es de palomas y jazmines
+la mansedumbre de su vuelo.
+Va la mañana sobre el mundo
+como gacela o arroyuelo,
+y el aire tiembla con el oro
+de los jacintos entreabiertos.
+Hay una tarde pensativa
+donde comienzan los luceros,
+y una pradera de canciones,
+y un hondo valle de silencio.
+Mis ojos van en busca tuya.
+Vienen tus ojos a mi encuentro.
+Y en el vaivén enamorado
+crece la llama de mi pecho.
+El mar camina con las manos
+llenas de nubes y veleros,
+y abre su libro de paisajes
+en las orillas de los puertos.
+¡Tu corazón en torno mío!
+Mi corazón en tu desvelo.
+¡Este es el cielo que buscaba
+para la frente de mis sueños!
+Te contaré la tarde, amigo mío.
+La tarde de campanas y violetas
+que suben lentamente a su pequeño
+firmamento de aroma…
+La tarde en que no estás.
+El tiempo, detenido, se desborda
+como un dorado río,
+y deja ver en su lejano fondo
+no sé qué cosas olvidadas.
+El día vuelve aún en una ráfaga
+de sol,
+y fija mariposas de oro
+en el cristal del aire…
+Hay una flauta en el silencio, una
+melancólica boca enamorada,
+y en la torre teñida de crepúsculo
+repiten su blancura las palomas.
+La tarde en que no estás… La tarde
+en que te quiero.
+Alguien que no conozco,
+abre secretamente los jazmines
+y cierra una a una las palabras.
+Yo me iré una tarde
+de lluvia gris.
+Estarán, como ahora,
+silenciosos los árboles
+y apagados detrás de la niebla.
+El agua, cayendo,
+soñando apenas,
+dibujará fantasmas desvaídos,
+y un ángel triste cerrará las nubes
+con manos de marfil.
+Entonces yo me iré.
+Tan vagamente como se va un camino
+me iré. El viento, afuera,
+abrirá los jacintos,
+y será como si, por un instante,
+la tarde se pusiera
+dorada.
+Y tú estarás pensando por qué
+me he quedado tan quieta.
+En torno mío, siempre
+en torno mío,
+las palabras, el júbilo,
+la canción de los otros.
+Y yo en medio. Isla
+de silencio. Con los ojos
+negados, huidos,
+buscándote dentro.
+Y estás. No como eres.
+Como eras.
+Como el amor te puso
+en medio de mi alma
+una tarde con oro
+de jacintos y abejas.
+Estás así, conmigo. Solo
+conmigo,
+y entre todos.
+1— De tanto quererte, mar, el corazón se me ha vuelto marinero.
+Y se me pone a cantar
+en los mástiles de oro
+de la luna, sobre el viento.
+Aquí la voz, la canción.
+El corazón a lo lejos,
+donde tus pasos resuenan
+por las orillas del puerto.
+De tanto quererte, mar,
+ausente me estás doliendo
+casi hasta hacerme llorar…
+2— ¡Mar! Y es como si, de pronto, se hiciera la claridad.
+Ángeles desnudos. Ángeles
+de brisa con luz. Cantar
+del agua que danza una
+zarabanda de cristal.
+Islas, olas, caracolas.
+Grito blanco de la sal…
+Y el corazón, de latido
+en latido, dice ¡mar!
+Deja que pase entre los dos el tiempo
+sin que pueda mudarnos alma y alma.
+Hemos quedado fijos, uno y otro,
+con impasible soledad de estatuas,
+tu rostro al fondo de mis ojos quietos,
+mi rostro en tu mirada.
+En vano están los pájaros, las nubes,
+y el cielo siempre huyendo
+hacia el ocaso.
+El mar, el mar del corazón innúmero
+con sus velas tendidas y sus faros.
+Los árboles que llegan sonriendo
+a través de las hojas iniciales,
+la lluvia que modela finas torres
+de vidrio, las mañanas,
+el estío…
+Como ciegos estamos. Como ciegos
+de un viento luminoso que nos alza
+y nos lleva tenaz, ávidamente,
+nadie sabe hasta dónde.
+Y todo nos rodea sin tocarnos
+en este alucinante amor de amor
+y de silencio.
+Me mirabas.
+Eso tan sólo. Tú
+me mirabas.
+Y era otra vez el día modelando
+la estatua de la luz.
+El aire desataba sobre el mundo
+su arroyo de cristal,
+y las cosas volvían lentamente
+del olvido.
+Yo recuerdo una rosa que entre espinas
+llegaba hasta su nombre verdadero,
+y era rosa más pura,
+clara rosa, y recuerdo
+una nube pequeña en el azul.
+Y la hoguera tenaz
+de las acacias.
+Bajo el cielo
+me mirabas, amor.
+¡Y eso era todo bajo el cielo!
+Venías de tan lejos como de algún recuerdo.
+Nada dijiste. Nada. Me miraste los ojos.
+Y algo en mí, sin olvido, te fue reconociendo.
+Desde una azul distancia me caminó las venas
+una antigua memoria de palabras y besos,
+y del fondo de un vago país entre la niebla
+retornaron canciones oídas en el sueño.
+Mi corazón, temblando, te llamó por tu nombre.
+Tú dijiste mi nombre… Y se detuvo el tiempo.
+La tarde reclinaba su frente pensativa
+en las trémulas manos de los lirios abiertos,
+y a través de las nubes los pájaros errantes
+abrían sobre el campo la página del vuelo.
+Con los hombros cargados de frutas y palomas
+interminablemente pasaba el mismo viento,
+y en el instante claro de los bronces mi alma,
+llena de ángelus, era como un sitio del cielo.
+Una vez, antes, antes, yo te había perdido.
+En la noche de estrellas, o en el alba de un verso.
+Una vez. No sé dónde… Y el amor fue tan sólo
+encontrarte de nuevo.
+No bastan cielos, muros
+de claridad, canciones,
+a borrarme tu rostro.
+Estás en mí, en torno
+mío, vuelto
+brazo de mar, abrazo
+de olas que regresan
+después de cada muerte,
+y me ciñen la fuga
+de espejos donde tiembla
+la tarde, alguna rosa,
+un apagado signo…
+Huyen los días, llegan
+palabras como pájaros
+de júbilo, me buscan
+el corazón en vano.
+Cautiva en tus anillos
+de espuma impenetrable,
+mi soledad es tuya.
+Vengo de la tristeza de tu olvido futuro
+como de alguna extraña ciudad deshabitada.
+Crucé tu voz de ahora, tu corazón de ahora,
+el cielo que comienza detrás de tus palabras,
+y me encontré en un tiempo donde ya no volvían
+tus ojos y mis ojos de una misma distancia.
+Y vi crecer en torno sombras de ruinas, vagos
+espectros de jazmines, de tardes con ventanas
+abiertas al arroyo de lumbre del verano
+y a la lluvia que el aire revestía de arpas.
+Y vi también tu frente de soledad, de frío.
+El ángel de mi nombre en ella agonizaba.
+Y regresé temblando de la indecible noche.
+Con la sangre sin júbilo. Con el rostro sin lágrimas.
+Como quien vuelve un día de contemplar su muerte,
+como el que cruzando la primavera, pasa
+junto al dolor pequeño de una golondrina
+inmóvil para siempre sobre la tierra clara.
+… En mis manos, lo mismo que una gota de oro,
+está cayendo el alba.
+No es de ahora este amor.
+No es en nosotros
+donde empieza a sentirse enamorado
+este amor por amor, que nada espera.
+Este vago misterio que nos vuelve
+habitantes de niebla entre los otros.
+Este desposeído
+amor, sin tardes que nos miren juntos
+a través de los trigos derramados
+como un viento de oro por la tierra;
+este extraño
+amor,
+de frío y llama,
+de nieve y sol, que nos tomó la vida,
+aleve, sigiloso, a espaldas nuestras,
+en tanto que tú y yo, los distraídos,
+mirábamos pasar nubes y rosas
+en el torrente azul de la mañana.
+No es de ahora. No.
+De lejos viene
+—de un silencio de siglos,
+de un instante
+en que tuvimos otro nombre y otra
+sangre fugaz nos inundó las venas—
+este amor por amor,
+este sollozo
+donde estamos perdidos en querernos
+como en un laberinto iluminado.
+Nadie. Nada. Apenas si,
+a veces,
+tu corazón, mi corazón.
+Una tarde creemos
+alcanzarnos… ¡Nuestra
+la gloria del amor!
+Y te miras el alma.
+Y yo me miro el alma,
+melancólicamente…
+¿Dónde
+los cánticos y el sol?
+Y sonreímos —¡era
+más fácil el sollozo!—,
+y otra vez nos perdemos,
+niebla y niebla, tú y yo.
+Los días del verano, cuando vuelven,
+como ángeles son, como divinos
+ángeles que bajaran a buscarnos.
+La claridad esbelta de sus cuerpos
+resplandece en el aire, lo traspasa
+con su dorado signo,
+y el azul se desborda y cae, lento,
+de los antiguos, celestiales vasos.
+Coronada la frente traen ellos
+de oscuras golondrinas transitorias,
+y en los montes descubren otro verde
+con su ligero tacto.
+Resbalan por sus hombros, como gotas
+de ámbar repentino, las abejas,
+y el naranjo les tiende la blancura
+de su sed florecida entre las hojas.
+Las ventanas abiertas dan a un lírico
+paisaje de cigarras,
+y en las manos del viento las espigas
+tiemblan de sol.
+Lejos,
+el pino se hace cada vez más hondo
+de música distante.
+No soy la que te ama.
+Es otra,
+que vive con su alma
+dentro de mí.
+A veces, tú lo sabes,
+cierro los ojos para
+no caer en los tuyos,
+y te hablo del viento
+que escribe la mañana
+en su libro de viajes,
+y digo sonriendo,
+que algún día me iré.
+Ella, la enamorada,
+cruza entonces las venas y me toca
+de lumbre el corazón.
+Y te mira en silencio.
+A través de mis párpados,
+te mira olvidándose en ti.
+¡Y de pronto te besa con mi boca,
+y crees que soy yo
+la que te besa!
+Era en el sueño y tú
+habías muerto.
+Yo estaba entre la noche
+con los ojos perdidos de buscarte
+más allá de la sombra.
+Pero no vi tu rostro
+ni me llegó tu voz
+de la distancia.
+Habías muerto.
+Y fui cruzando bosques
+de soledad. El aire
+cortaba mariposas, y caían
+en lluvia de color
+las alas quietas.
+Y se ahogaron los ríos.
+Brillaban en la niebla
+sus detenidos cuerpos,
+sus cuerpos como rutas
+de claridad inmóvil,
+como espadas de vidrio.
+Y me perdí llamándote
+nombres de amor, de lágrimas,
+estremecidos nombres.
+Pero tú no volvías
+del silencio.
+Y yo quedé sobre la tierra,
+sola,
+con un ausente corazón.
+En torno mío tu invisible muerte,
+viva en el sueño.
+Te recuerdo de pronto
+casi contra mi propio corazón.
+Te recuerdo.
+Y es como partir hacia una tierra
+dulce y ya conocida recordarte.
+Una tierra lejana donde el amor existe
+con su callado río de besos y de lágrimas,
+y su isla de sueños entrevista en la niebla,
+siempre distante como
+si navegara.
+El viento, a veces, iba
+en un extraño viaje
+al sur, y se llevaba
+los días y las nubes.
+Y una mañana alzábamos el rostro sorprendido
+porque el cielo ya era solamente de cielo
+y los robles salían de la noche
+con brazadas de flores amarillas.
+¡Enero de jazmines!
+Enero claro, enero
+derramando su luz entre las cosas.
+Enero con su frágil
+ceñidura de trinos…
+Yo dejaba caer sobre tu pecho
+la frente enamorada.
+Ahora te recuerdo. De pronto
+te recuerdo, y me llevas,
+con los ojos cerrados,
+no sé adónde.
+Sombra de la golondrina
+sobre los vidrios del mar!
+Aérea canción divina
+pasaba la golondrina…
+Yo la miraba pasar
+toda negra y blanca…
+¡Fina
+saeta la golondrina
+por los espejos de sal!
+Y en el viento la gaviota
+toda blanca y gris…
+¡Qué alta
+la gaviota en el cristal
+de este viento que voltea
+mar a cielo, cielo a mar!
+Y en el verde-azul perdida
+la luna de la mañana,
+y la gaviota, cercana,
+huyendo la pleamar…
+¡Ya vienen los alcatraces
+desde la isla!
+Parece que no llegara
+su lejanía…
+¿Quién los prende en el aire,
+quién los desprende,
+cuando caen sobre el agua
+que resplandece?
+¡Los alcatraces!
+Vuelan como palabras
+lentas y graves…
+¡Sobre la mar,
+lleno de alas y olas
+va mi cantar!
+Esta es, amor, la rosa que me diste
+el día en que los dioses nos hablaron.
+Las palabras ardieron y callaron.
+La rosa a la ceniza se resiste.
+Todavía las horas me reviste
+de su fiel esplendor. Que no tocaron
+de su cuerpo las tormentas que asolaron
+mi mundo y todo cuanto en él existe.
+Si cruzas otra vez junto a mi vida,
+hallará tu mirada sorprendida
+una hoguera de extraño poderío.
+Será la rosa que morir no sabe,
+y que al paso del tiempo ya no cabe
+con su fulgor dentro del pecho mío.
+¡Qué claro el mundo
+de repente!
+Qué asombro
+poder borrar el tiempo,
+la soledad, los largos
+silencios que tan lejos
+nos llevaron
+uno del otro, uno
+sin el otro, opuestos
+los caminos,
+separados.
+Qué extraño ahora
+sentirte donde voy,
+al mar, al sueño,
+sentirte
+en las líneas que escribo,
+cuando miro
+partir el viento.
+A veces te me enredas
+en el libro que leo,
+y paso
+una, dos, veinte páginas
+atrás, donde los hilos
+de la trama rompiste
+con tus manos.
+Mejor,
+con la memoria
+de tus manos.
+Otras veces me truecas
+las palabras,
+y por decirte aquí, digo lejano,
+y tengo que volver a mí, al sitio
+donde empezó el error,
+a cancelarlo.
+Me preguntan de pronto
+la sonrisa. Y callo
+porque no imaginaba que estuviesen
+sonriendo mis labios,
+y vuelvo a sonreír
+por la sonrisa
+anterior, sin razones,
+que algo tuyo,
+algo
+de ti, habría
+motivado.
+Yo no sé cómo fue
+ni en qué momento
+cerró la ausencia
+los brazos.
+Yo no sé cómo fue.
+Sencillamente,
+porque sí nada más,
+nos encontramos.
+Nadie los vio.
+Tampoco
+los oyeron pasar cuando crujían
+bajo sus pies las hojas del otoño,
+ni recortó la luna en las paredes
+la forma de sus cuerpos,
+fugitiva.
+Pero todos notaron
+su presencia.
+Que eran ellos,
+supieron.
+Los antiguos
+amantes desterrados,
+ebrios de amor aún, como de vino,
+buscando ciegamente su memoria.
+Al otro día el viento
+borró las huellas.
+Un día, para siempre,
+dejaremos la isla.
+Irán quedando atrás,
+perdiéndose en la niebla
+del otoño, las tardes
+en que ardía el sol,
+las noches
+enjoyadas,
+la vida.
+Y aquel amor que nos cayó en las manos,
+nunca supimos desde dónde, como
+una paloma de cegado vuelo.
+No volveremos, al partir,
+los ojos.
+ Ni el corazón, herido,
+volveremos.
+El mar, al fin, recobrará lo suyo:
+tu camino y el mío
+separados.
+Y otra vez nuestras naves
+harán la misma ruta
+sin jamás encontrarse.
+No es la hora.
+Todavía
+como barcos de piedra, las ciudades
+hundirán en el polvo su estatura,
+y otra vez desde el polvo irán creciendo
+desnudas de su forma naufragada.
+Todavía estos nombres, estas manos,
+volverán a encontrarse, a repetirse
+en la niebla y el sol de los milenios
+lo que dura una rosa.
+Todavía este bosque y sus gacelas
+borradas en la fuga,
+sentirán en la savia y en la sangre
+la quietud del coral, y en torno suyo
+apagarse la voz del ancho viento
+en azules abismos.
+Y entonces ha de ser —no es esta la hora—
+el día verdadero.
+El día de llegar por dos caminos
+a la amorosa tierra,
+y entregarnos los ojos para siempre
+en la mirada que cruzó los siglos
+buscándose.
+Quiero volver a la que un día
+llamamos todos nuestra casa.
+Subir las viejas escaleras,
+abrir las puertas, las ventanas.
+Quiero quedarme un rato, un rato
+oyendo aquella misma lluvia
+que nunca supe a ciencia cierta
+si era de agua o si era música.
+Quiero salir a los balcones
+donde una niña se asomaba
+a ver llegar las golondrinas
+que con diciembre regresaban.
+Tal vez la encuentre todavía
+fijos los ojos en el tiempo,
+con una llama de distancias
+en la pequeña frente ardiendo.
+Quiero cruzar el patio tibio
+de sol y rosas y cigarras.
+Tocar los muros encalados,
+el eco ausente de las jaulas.
+Acaso aún estén volando
+en torno suyo las palomas,
+y me señalen el camino
+que va borrándose en la sombra.
+Quiero saber si lo que busco
+queda en el sueño o en la infancia.
+Que voy perdida y he de hallarme
+en otro sitio, rostro y alma.
+Llévame como una rosa
+sobre tu pecho.
+Por la tierra y el mar,
+el verano, el invierno,
+como una rosa, viva,
+sobre tu pecho.
+Armadura de seda,
+breve escudo de sueño,
+en el día del canto,
+en la noche del miedo.
+No importa que una tarde
+me deshoje en el viento.
+Te quedará un perfume
+dentro del pecho.
+Tanto y tan hondo sin cesar me hiere
+lejano amor, tu espada fulgurante,
+que latiendo y sangrando a cada instante
+no sabe el corazón si vive o muere.
+Muro de olvido levantar no quiere
+a tu paso que torna desafiante,
+y al cielo claro del amor amante
+el hosco cielo de tu mal prefiere.
+Por eso, amor, perdida la costumbre
+de la alegría, buscará tu lumbre
+para arder en su roja quemadura.
+Y ya en humo y ceniza convertido,
+regresar a mi pecho desvalido
+y caer en la noche que perdura.
+La prisa de tus manos en el día
+dobladas por la noche, deshaciendo
+las sombras y las luces, los colores,
+el plazo que, vencido,
+a otros brazos agrestes y extranjeros
+habría de arrojarte.
+Las hojas del acanto, los alciones,
+las olas blandamente repetidas,
+otra vez a iniciarse regresaban
+invirtiendo la ruta de la savia,
+del vuelo sobre el mar,
+del impreciso
+final sobre la arena.
+Y todo porque tú, la fiel, serena
+arquitectura, altivo
+corazón, debías
+guardarte para aquel, año tras año
+viajero por las islas tentadoras,
+errante amor al que esperar querías
+contra toda esperanza.
+Te rompieron la infancia, Leyla Kháled.
+Lo mismo que una espiga
+o el tallo de una flor,
+te rompieron
+los años del asombro y la ternura,
+y asolaron la puerta de tu casa
+para que entrara el viento del exilio.
+Y comenzaste a andar,
+la patria a cuestas,
+la patria convertida en el recuerdo
+de un sitio que borraron de los mapas,
+y dolía más hondo cada hora,
+y volvía más triste del silencio,
+y gritaba más fuerte en el castigo.
+Y un día, Leyla Kháled, noche pura,
+noche herida de estrellas, te encontraste
+los campos, las aldeas, los caminos,
+tatuados en la piel de la memoria,
+moviéndose en tu sangre roja y viva
+llenándote los ojos de sed suya,
+las manos y los hombros de fusiles,
+de fiera rebeldía los insomnios.
+Y comenzaron a llamarte nombres
+amargos de ignominia,
+y te lanzaron voces como espinas
+desde los cuatro puntos cardinales,
+y marcaron tu paso con el hierro
+del oprobio.
+Tú, sorda y ciega, en medio
+de las ávidas zarpas enemigas,
+ardías en tu fuego, caminante
+de frontera a frontera,
+escudando tu pecho contra el odio
+con la incierta certeza del regreso
+a la tierra luctuosa de que fueras
+por mil manos extrañas despojada.
+Te vieron los desiertos, las ciudades,
+la prisa de los trenes, afiebrada,
+absorta en tu destino guerrillero,
+negándote el amor y los sollozos,
+perdiéndote por fin entre la sombra.
+Nadie sabe, no sé, cuál fue tu rumbo,
+si yaces bajo el polvo, si deambulas
+por los valles del mar, profunda y sola,
+o te mueves aún con la pisada
+felina de la bestia que persiguen.
+Nadie sabe. No sé. Pero te alzas
+de repente en la niebla del desvelo,
+iracunda y terrible, Leyla Kháled,
+oveja en loba convertida, rosa
+de dulce tacto en muerte transformada.
+Y fue quedando atrás la primavera.
+Con su rostro asomado a la mañana,
+su lluvia de cristal en la ventana,
+y su fina destreza jardinera.
+Llegó el verano y su tenaz hoguera
+el trigo rubio salpicó de grana.
+Y al punto de la hora meridiana
+dio el amor su vendimia pasajera.
+Más tarde, bajo el cielo fugitivo,
+el otoño partía pensativo
+llevándose las hojas crepitantes.
+Luego vino el invierno. Ya la nieve
+cubrió las huellas de la vida breve
+y el eco de sus cantos delirantes.
+Nada deja mi paso por la tierra.
+En el momento del callado viaje,
+he de llevar lo que al nacer me traje:
+el rostro en paz y el corazón en guerra.
+Ninguna voz repetirá la mía
+de nostálgico ardor y fiel asombro.
+La voz estremecida con que nombro
+el mar, la rosa, la melancolía.
+No volverán mis ojos, renacidos
+de la noche a la vida siempre ilesa,
+a beber como un vino la belleza
+de los mágicos cielos encendidos.
+Esta sangre sedienta de hermosura
+por otras venas no será cobrada.
+No habrá manos que tomen, de pasada,
+la viva antorcha que en mis manos dura.
+Ni frente que mi sueño mutilado
+recoja y cumpla victoriosamente.
+Conjuga mi existir tiempo presente
+sin futuro después de su pasado.
+Término de mí misma, me rodeo
+con el anillo cegador del canto.
+Vana marea de pasión y llanto.
+En mí naufraga cuanto miro y creo.
+A nadie doy mi soledad. Conmigo
+vuelve a la orilla del pavor, ignota.
+Mido en silencio la final derrota.
+Tiemblo del día. Pero no lo digo.
+Detenida
+en el río translúcido
+del viento,
+por otro nombre, amor,
+la llamaría
+el corazón.
+Nada queda en el sitio
+de su perfume. Nadie
+puede creer, creería,
+que aquí estuvo la rosa
+en otro tiempo.
+Sólo yo sé que si la mano
+deslizo por el aire, todavía
+me hieren sus espinas.
+Ven a mirar conmigo
+el final de la lluvia.
+Caen las últimas gotas como
+diamantes desprendidos
+de la corona del invierno,
+y nuevamente queda
+desnudo el aire.
+Pronto un rayo de sol
+encenderá los verdes
+del patio,
+y saltarán al césped
+una vez más los pájaros.
+Ven conmigo y fijemos el instante
+—mariposa de vidrio—
+en esta página.
+Se me murió el olvido
+de repente.
+Inesperada-
+mente,
+se le borraron las palabras
+y fue desvaneciéndose
+en el viento.
+En busca suya el corazón tocaba
+todas las puertas.
+Nadie. Nada.
+Y allí donde estuviera se instaló
+de nuevo,
+el doloroso amor,
+el implacable,
+interminable-
+mente.
+Dejé tu nombre una tarde
+a la orilla de la mar.
+Que lo borraran las olas,
+que lo mordiera la sal,
+y una gaviota de olvido
+se lo llevara al pasar.
+Yo me iría, caminante,
+cuatro rumbos al azar,
+seguidora de los vientos
+que nunca vuelven atrás,
+y mientras más lejos llegan
+más lejos quieren volar.
+Y otro día de otro tiempo,
+a la orilla de otro mar,
+vestido de espuma y algas
+tu nombre volví a encontrar,
+igual a un barco perdido
+sin aguja de marear.
+Conmigo va desde entonces
+ya para siempre jamás,
+y es inútil que le huya
+por toda la inmensidad:
+donde me duela la ausencia
+allí me habrá de alcanzar.
+Te quiero de tal manera,
+de tal manera te quiero,
+que no hay en el mundo entero
+quien como yo quiero, quiera.
+Se me rompió la alegría
+cuando te fuiste de mí,
+y ya nunca más volví
+a reír como reía.
+El amor que yo te tengo
+se parece mucho al mar,
+siempre en el mismo lugar
+sin saber si voy o vengo.
+Te olvidé por fin un día
+y ese día me morí,
+porque me quedé sin ti,
+y tú eras el alma mía.
+Olvidar es ¡ay de mí!
+querer más al que se olvida.
+Yo me he pasado la vida
+olvidándome de ti.
+Que volvieras yo quería
+para empezar a vivir.
+Pero me voy a morir
+y estás lejos todavía.
+Me digo que no te quiero
+y que por fin te olvidé.
+Pero la verdad es que
+si tú me dejas me muero.
+Este amor que no me deja
+y al que no puedo dejar,
+es mi forma de llorar
+sin exhalar una queja.
+No pudo ser. Tú llegabas
+cuando yo me despedía.
+Y si a buscarte volvía
+tú, sin verme, te alejabas.
+Di al olvido el cometido
+de acabar con el amor.
+Pero el amor dio en la flor
+de poder más que el olvido.
+Los días
+idos,
+los fragantes
+días, con los brazos
+llenos de rosas, con la copa
+llena de vino,
+¿qué se hicieron?
+¿Hacia dónde
+se alejaron, envueltos
+en la hebra de oro
+de las flautas,
+alto el sol todavía,
+sin aguardar la sombra?
+¿Junto a quién, como antes
+en torno mío, tejen
+el armonioso friso
+de las antiguas ánforas,
+desnudos en el tiempo
+de su sola belleza,
+al aire la aromada
+guirnalda de su canto?
+Nada queda en mis manos
+de lo que ellos portaban,
+ni en la arena la forma
+de su danza.
+Me dejaron tan sólo,
+por olvido,
+la dorada memoria
+de sus cuerpos.
+Con paso de gacela vulnerada
+cantando vienes por el bosque umbrío
+coronada de juncos, ramos, lirios.
+Oculto entre los árboles
+un silencio de pájaros anuncia
+tu presencia,
+y te llama el arroyo con los lentos
+ademanes del sauce.
+Enajenada sigues recogiendo
+las últimas violetas. En tus manos
+la postrera corona es la más bella.
+Pronto la linfa sentirá tu peso
+de seda,
+y un breve instante flotará en su espejo
+tu memoria.
+Y entonces vi la casa.
+Posada como una
+paloma sobre el pecho
+de la Sierra.
+Tras los ojos, los pasos
+se fueron acercando
+a la quieta cascada
+de madera madura
+por el tiempo.
+Los anchos corredores retenían
+las sombras que se amaron,
+y en las estancias ruecas detenidas
+hilaban sólo un nombre y otro nombre.
+El son del agua navegaba esbelto
+esquivando las piedras,
+y enfrente el valle descendía verdes
+hasta llegar por fin al horizonte.
+1. Relampaguea, huyendo, la palabra.
+Oro del pez que en la espuma se desvanece, instantáneo.
+2. Cae del árbol la palabra hoja.
+El poeta la sigue. No la alcanza.
+Ahora yace en la tierra
+cuando pudo
+vivir ¡ay! en el verso.
+3. Llega la palabra. Quiere la voz asirla. Pero huye y se pierde por el envés del aire.
+4. Sola, en el azul de la mañana vuela una garza.
+Sabe Dios qué poeta distraído dejó que se le fuera una palabra.
+Una tierra con cedros, con olivos,
+una dulce región de frescas viñas,
+dejaron junto al mar, abandonaron
+por el fuego de América.
+Traían en los labios
+el sabor de la almáciga,
+y el humo perfumado del narguileh
+en los ojos,
+en tanto que la nave se perdía en las ondas
+dejando atrás las piedras de Beritos,
+el valle deleitoso al pie de los alcores,
+los convites del vino en torno de la mesa
+tendida en el estío
+bajo el cielo alhajado.
+El mar cambió de nombre
+una vez, y otra, y otra
+hasta llegar por fin a la candente orilla,
+donde veloces ráfagas
+de pájaros teñían
+de colores y música repentina
+el instante,
+y el fragor de los ríos remedaba el rugido
+del jaguar y del puma
+ocultos en la selva.
+En riberas y montes levantaron la casa
+como antes la tienda en los verdes oasis
+el abuelo remoto, y las viejas palabras
+fueron trocando entonces
+por las palabras nuevas
+para llamar las cosas,
+y el corazón supieron compartir con largueza
+tal el odre del agua en la sed del desierto.
+A veces cuando suena el laúd memorioso
+y la primera estrella
+brilla sobre la tarde,
+rememoran el día
+1. El parque, tamizado por la lluvia, es la imagen precoz de su recuerdo.
+2. En el rosal la rosa se deshojaba.
+Por vez primera supe cómo lloraba la primavera.
+3. El árbol vuela cada vez que algún pájaro deja sus ramas.
+4. Se oyen ya los dorados aleteos del alba.
+Huye la noche. El árbol despierto, canta.
+5. Raudales de plata invaden la noche. Arriba se desbordó la luna.
+6. La lluvia arrecia. Están hilando, arriba, todas las ruecas.
+7. Luna de invierno. Cuando callan las ranas se oye el silencio.
+8. Belleza pura: la rama del cerezo contra la luna.
+9. Lluvia cercana: se enciende el fuego de las cigarras.
+10. Noche sin luna. De lo que fuera el mar queda la música.
+11. Vuelo de abejas. Los violines del aire vibrando quedan.
+12. Suenan las horas. La clepsidra del día cae gota a gota.
+13. (Chaparrón) El aguacero por la calle vacía pasa corriendo.
+14. (Oriente) Hay luna nueva. Sólo falta el desierto y una palmera.
+Pienso en ti.
+La tarde
+no es una tarde más;
+es el recuerdo
+de aquella otra, azul,
+en que se hizo
+el amor en nosotros
+como un día
+la luz en las tinieblas.
+Y fue entonces más clara
+la estrella, el perfume
+del jazmín más cercano,
+menos
+punzantes las espinas.
+Ahora,
+al evocarla creo
+haber sido testigo
+de un milagro.
+Alguien pasa y pregunta
+por los jazmines, madre.
+Y yo guardo silencio.
+Las palabras no acuden
+en mi ayuda, se esconden
+en el fondo del pecho,
+por no subir vestidas
+de luto hasta mi boca,
+y derramarse luego
+en un río de lágrimas.
+No sé si tú recuerdas
+los días aún tempranos
+en que ibas como un ángel
+por el jardín, y dabas
+a los lirios y rosas
+su regalo de agua,
+y las hojas marchitas
+recogías con esa
+tu manera tan suave
+de tratar a las plantas
+y a los que se acercaban
+a tu amistad perfecta.
+Yo sí recuerdo, madre,
+tu oficio de ser tierna
+y fina como el aire.
+Una tarde un poeta
+recibió de tus manos
+un jazmín que cortaste
+para él. Con asombro
+te miró largamente
+y se llevó a los labios,
+reverente, la flor.
+Se me quedó en la frente
+aquel momento, digo
+la frente cuando debo
+decir el corazón.
+Y se me va llenando
+de nostalgia la vida,
+como un vaso colmado
+de un lento vino pálido,
+si alguien pasa y pregunta
+por los jazmines, madre.
+Murió el amor a la orilla
+del mar en medio de una
+palabra y una sonrisa.
+Donde tuve el corazón
+me está doliendo la vida.
+Era un amor marinero.
+Y yo sepulté en el mar
+la forma azul de su cuerpo.
+Sirenas y caracolas
+de luto le recibieron.
+Camino a la soledad
+se lo llevaron en andas
+dos ángeles de coral.
+Porque mis ojos olviden
+¡no quiero volver al mar!
+No quiero
+Volver al mar donde duerme
+aquel amor marinero.
+Donde tuve el corazón
+la vida me está doliendo.
+En los vitrales del agua
+rompió sus manos de oro
+la tarde desesperada.
+Por las escalas del aire
+bajaron las estrellas pálidas.
+¡Pero tengo que olvidar!
+Ay, si la tierra pudiera
+ser sólo tierra y no más…
+Era un amor marinero.
+¡No quiero volver al mar!
+1. Blancos pañuelos, cuatro gaviotas dicen adiós al cielo.
+2. A ver la aurora, por la escala del canto sube la alondra.
+3. A ras del suelo, las palomas aplauden y alzan el vuelo.
+4. La golondrina deja caer al agua su sombra fina.
+5. Quillas al viento, zarpan los alcatraces del viejo puerto.
+6. Desde su jaula, el sinsonte sin aire su pena canta.
+7. El colibrí de salto en salto irisa todo el jardín.
+8. De nieve y nácar, por el azul intacto huye una garza.
+9. Dentro del bosque afinan sus dulzainas los ruiseñores.
+10. La tortolita a mi ventana llega desde la Umbría.
+Puñados de palomas y neblíes
+lanza abril al azul de Galilea.
+Mariam —el Adra— María
+la Virgen, sola,
+tras los blancos muros de su casa
+oye
+cómo se paran uno a uno
+los pulsos de la brisa,
+la andadura del agua
+en el pozo del patio.
+De pronto un resplandor
+llama a la puerta,
+y un blando juego de alas
+cruza la estancia.
+Y de la altura caen a la tierra
+las palabras que anuncian el prodigio,
+palabras como música infinita,
+como brasas ardientes de misterio,
+como finos aceros de presagio.
+Sus manos lleva al pecho la doncella
+como lirios gemelos que apretaran
+el asustado corazón,
+y exclama:
+«Señor lo que tú ordenes
+haré, tu sierva soy
+y a ti me obligo».
+Y la obediencia de su amor
+sube a sus ojos
+y se trasmuta en lágrimas.
+Mis ojos niños vieron
+—ha mucho tiempo— alzarse
+hasta la nube un vuelo
+de sucesivos verdes
+que el aire en torno
+embalsamaban
+con tranquila insistencia.
+El silencio se oía como una
+música suspendida de repente,
+y en mi pecho crecía
+el asombro.
+La voz del padre, entonces,
+inclinóse a mi oído
+para decirme, quedo:
+«Son los cedros del Líbano
+hija mía.
+Mil años hace, acaso
+mil más, que medran
+a las plantas de Dios.
+Guarda su imagen
+en la frente y la sangre.
+Nunca olvides
+que miraste de cerca
+la Belleza».
+Y desde aquella hora
+tan lejana,
+algo en mí se renueva
+y estremece
+cuando topo en las hojas
+de algún libro
+su memoriosa estampa.
+A Raúl Gómez Jattin,
+In Memoriam
+Raúl,
+mi querido Raúl,
+¿por qué, si ya tu vida
+era una forma de morir,
+tuviste
+que buscar otra muerte más oscura,
+de pobres huesos rotos y metales,
+contraria en todo a ti
+que sólo fuiste
+la sombra frágil de tu propia
+sombra?
+Nadie sabe por qué
+—nunca se sabe—
+naciste bajo el signo del deseo,
+y atendiste el llamado
+sin fin de los caminos
+hasta llegar a veces
+al fondo de la angustia,
+al vértigo de oírte
+nombrar desde algún sueño
+que no era tuyo.
+Con las plantas heridas recorriste
+las regiones del pánico,
+y hubo quienes al verte desviaron
+los ojos y los pasos,
+mientras tú proseguías en tu
+rumbo
+con la frente distante.
+Recordarás tal vez,
+si donde te hallas
+existe la memoria,
+que un poeta lejano cuyo nombre
+sé muy bien mas no digo,
+te presintió en el tiempo
+y tu destino
+desdibujó en la imagen
+maltratada
+del albatros.
+¿Sonreías acaso al encontrarte
+en ese espejo reflejado?
+Raúl,
+mi buen Raúl abandonado
+por la alegría, deja
+que yo te diga ahora,
+desde mi corazón compadecido,
+que amé tu condición
+de lumbre viva,
+tu lucha casi siempre
+derrotada
+contra las rojas fauces
+del delirio.
+Sólo un día fugaz
+nos encontramos,
+dijimos nuestro nombre
+sólo un día.
+Pero te llevo de dolor transido
+en un lugar secreto
+de mi alma.
+Se me fueron los amigos.
+Se los llevó la vida,
+la implacable,
+casi juntos,
+como desprende el viento
+las hojas del otoño
+en una sola ráfaga.
+Se los llevó la vida deshaciendo
+en un instante aquella
+tejedura de horas, días, años,
+en los que nunca faltó el sol,
+en los que todo
+podía ser verdad,
+hasta los sueños.
+De cuanto fuera mío
+en ese entonces,
+nada queda.
+El encuentro de las manos,
+las palabras gozosas,
+la alegría
+de ser cómplices una y otra vez
+en el hallazgo
+de la belleza,
+no son ahora más que lampos
+fugaces en la noche.
+Se fueron los amigos.
+Y el corazón se me llenó
+de ausencia,
+como esos puertos de los que
+se alejan
+para siempre los barcos.
+Me dejaron sola los hermanos.
+Él y ella,
+mis compañeros en la eterna
+búsqueda
+de la infancia,
+en el país que día tras día
+se nos iba convirtiendo
+en una fábula.
+Desde esta casa, última
+que habitamos,
+emprendíamos la ruta
+del recuerdo,
+y entrábamos a aquellas
+que nos dieron
+albergue algún momento.
+Primero la ceñida de balcones
+que se abrían al norte y al oriente,
+para dejarnos ver cómo llegaban,
+puntuales a la cita,
+las golondrinas y el sol
+—cada mañana la luz, las alas
+a finales del año—.
+Ahí empezamos a conocer
+las letras y los juegos,
+mientras el padre,
+inmerso en sus libros
+—nielados con signos arábigos—
+y la madre en el ordenamiento
+de la vida y el cuidado
+del jardín y de las jaulas
+vivas de trinos,
+nos veían crecer como
+si fuéramos
+tres árboles sembrados con amor
+en el carmen feraz de la ternura.
+Seguían luego las otras,
+sobre todo una,
+sita en los altos de la ciudad
+y ornada
+con la amplia terraza
+que a los ojos
+permitía el hallazgo sorpresivo
+del río que avanzaba
+hacia la anchura
+del mar y parecía ser de plata
+cuando la luna llena.
+Un abril,
+siempre juntos,
+cruzamos el océano sin límites,
+días y días entre dos azules
+infinitos.
+Nosotros, en la borda,
+espiábamos los peces voladores,
+que en largos saltos semejaban
+argénteas jabalinas,
+y los delfines con su
+oscura gracia
+danzando entre las olas.
+Y arribamos por fin alborozados
+al suelo patriarcal
+de los ancestros,
+y pisamos la orilla legendaria
+del Mare Nostrum,
+y volando casi,
+subimos a aspirar el verde vaho
+de los cedros constantes,
+los mismos que perfuman
+entre líneas
+el más bello poema enamorado
+jamás escrito.
+Corrimos entre viñas y trigales,
+y al poniente,
+la cercana melodía de un rabel
+nos llevaba a buscar,
+rendidos de belleza,
+seguramente apenas advertida,
+el reposo del sueño.
+Al regreso retomamos
+la tarea de vivir y descubrir
+las cambiantes señales
+con que el tiempo
+nos anuncia su paso
+irreversible
+en las afueras de la piel
+y en el hondo
+fluir del sentimiento.
+Después,
+un después que topamos
+también juntos,
+comenzó el ejercicio
+dulce y triste
+de la nostalgia,
+signada de preguntas
+y respuestas.
+Lo que olvidaba uno,
+lo descifraba el otro.
+Cada cual aportaba
+algo propio,
+hasta dejar resuelto el enigma,
+como si se tratara de armar,
+pieza por pieza,
+el paisaje escondido
+en uno de esos
+rompecabezas de la edad temprana.
+Ahora,
+el corazón vacío,
+se me fija en el aire
+la mirada,
+como esperando verlos,
+a él, a ella,
+reaparecer de pronto
+para emprender de nuevo,
+otra vez juntos,
+el camino memorioso
+del retorno.
+(Septiembre, 1999)
+Estas olas que llegan lentamente,
+una tras otra, como
+las notas de una escala,
+¿serán acaso aquellas que salían
+a encontrarme los pasos en la orilla
+distante de la infancia?
+Pudiera ser.
+El mar es uno solo.
+Viene y va, huye, vuelve,
+se aleja en largas fugas
+enamoradas, breves despedidas,
+retornos,
+y es siempre el mar de ayer,
+el mismo de mañana,
+de nunca más, eterno.
+Cambia,
+no importa cuantas veces,
+de nombre y rostro,
+y si hoy se llama Caspio,
+y más tarde Tirreno,
+es porque antes fue Jónico,
+Mediterráneo, Antillas,
+Cantábrico, Caribe,
+Atlántico de pronto
+y de pronto Pacífico.
+Nómada sin oasis,
+detiene el paso apenas
+en anchurosos golfos,
+en plácidas bahías,
+para emprender de nuevo
+su andadura
+de siglos y milenios.
+Sus móviles espejos reflejaron
+galeras de castigo,
+ilusas carabelas,
+bajeles, naves, barcos,
+veleros sometidos
+al veleidoso viento.
+Resuenan en su habla
+las hablas de la tierra,
+cadenciosas, aladas,
+aceradas y acerbas.
+Se levantan altivas,
+se confunden, se apagan,
+remembranza de alguna
+Babel inadvertida
+bajo la piel del agua.
+Se las oye lejanas
+en la noche del miedo,
+o tan cerca que fingen
+el susurro ligero
+de una voz al oído.
+Sus mundos abisales
+recatan los tesoros
+de perennes naufragios.
+Lingotes alineados,
+doblones repetidos
+en historiados cofres,
+reposan centenarios,
+insondables, oscuros,
+a la espera del día
+avizor que descubra
+su profundo secreto.
+Quién va a contar y a quién
+—el mar, la mar—
+el ondulante
+desfile silencioso de los mansos
+ahogados transparentes
+que vagan entre peces
+y madréporas,
+algas, corales imprecisos,
+luces,
+formas informes, sombras,
+habitantes de un mundo
+boca abajo,
+guardianes de misterios
+temerosos
+que el sol ignora desde
+y para siempre,
+que la luz negaría
+si sus rayos
+lograran descubrirlos.
+El mar, señero y vario,
+es uno solo y todos
+los mares ambulantes.
+De norte a sur, de oriente
+a poniente recubre,
+como una gran manada
+de felinos azules
+la curva superficie
+de la girante esfera.
+Y sigue siendo el mar.
+La mar.
+Clave para la cifra
+fulgurante del sueño.
+(Octubre, 1999)
+Oigo vagar mis pasos
+por la casa vacía.
+Suenan como siguiendo
+a alguien o como si alguien
+los siguiera.
+¿Quién andará conmigo
+en esta lenta
+soledad que demora
+en estancias sin eco,
+en largos corredores
+que llevan y no llevan
+a parte alguna y fingen
+ser puentes que se lanzan
+en busca de una móvil
+orilla que no existe?
+¿Es el bóreas que arrastra
+las hojas en el patio,
+o es el ruido apagado
+de la lluvia en el muro?
+¿O será por acaso
+la otra que me habita
+y me sorprende a veces
+al fondo del espejo,
+la que llora doliente
+en tanto yo sonrío,
+y retuerce sus pobres
+manos desesperadas
+mientras contemplo ausente
+caer al mar la tarde
+revestida de oros?
+Huésped mía o yo huésped
+de su no ser, ahora
+tal vez andamos juntas,
+hombro con hombro en busca
+de lo que ya no existe,
+sombra en la sombra,
+tiempo
+borrándose en sí mismo.
+(Noviembre, 1999)
+A veces vuelan las palabras
+como palomas que huyen
+de la torre
+cuando el Ángelus bate
+sus campanas.
+Vuelan y se van
+convertidas en aves.
+La página, entonces,
+interrumpe su andadura
+y se queda en suspenso,
+en tanto que la mano,
+vacilante,
+no encuentra dónde o cuándo
+fijar en el papel la cifra
+de otro sueño,
+de una memoria acaso
+de pronto recobrada.
+Y la absorta criatura
+del empeño inicial
+queda sola,
+perdida entre la selva
+lujuriante
+de voces, mil y una
+que resuenan
+y al instante se apagan,
+se diluyen,
+sin que retorne al sitio
+abandonado,
+la extraviada,
+la del aire fugaz tan parecida
+a un vuelo tembloroso
+de palomas.
+(Abril, 2000)
+A veces
+—muchas veces—
+antes que él
+llegaban las rosas.
+A la muda pregunta de mis ojos,
+respondía, sonriendo:
+«Para que no te sientas sola».
+Era su manera de hacer
+menos triste mi tristeza.
+Sabía todas las respuestas.
+Nunca pude entender cómo
+en tan poca vida,
+había logrado descifrar
+cualquier interrogante
+por ardua que fuera la solución.
+No recuerdo haberle oído eludir
+pregunta alguna.
+Amaba la música como a un ser vivo:
+conocía su historia y sus secretos,
+igual que a los libros, la pintura de El Greco,
+uno que otro poema o alguna frase sin olvido.
+Sabía el nombre de los ángeles,
+de las estrellas y los árboles.
+Como si todo sobre la tierra y en el cielo
+fuese una sola familia.
+Una noche de enero sin nubes
+enseñó a sus amigos el juego de las constelaciones.
+Pero había algo más que lo hacía único
+entre todos.
+Los que alguna vez estrechamos sus manos
+sabemos que otro corazón como el que
+animaba su vida no lo hubo ni lo habrá
+en el mundo.
+Y seguirá siendo un misterio pensar que
+tanto amor, tanta nobleza, tanto perdón
+tuvieran cabida en una sola alma.
+Un día, inesperadamente,
+tal como había llegado
+a nuestro entorno,
+nos dejó, así, sencillamente,
+para siempre.
+Ahora en su sitio
+queda el recuerdo de las rosas.
+(Abril, 2003)