Mariana Garcés Córdoba
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Adán Farías
DISEÑO GRÁFICO Y EDITORIAL
ISBN:
978-958-8827-91-9 (e-book)
Bogotá D. C., diciembre de 2015
Primera edición: Ministerio de Cultura, Biblioteca Nacional de Colombia, 2015
Presentación y compilación: © Luis Fernando Macías
Licencia Creative Commons:
Atribución-NoComercial-Compartirigual,
2.5 Colombia. Se puede consultar en:
+Aves de rico plumaje
+que voláis por la llanura,
+¿queréis recuerdos del cisne?
+¡Id recogiendo sus plumas!
+EPIFANIO MEJÍA
+En este epígrafe, Epifanio Mejía alude a su admirado poeta Gregorio Gutiérrez González. Uno y otro realizaron su obra durante el siglo XIX. Aunque antes de ellos ya existía una tradición literaria en Antioquia, es a ellos a quienes se les considera sus fundadores, tanto por la calidad de sus versos como por el hecho de que expresan lo que Antioquia es como colectividad.
+Cuando una comunidad se identifica con uno de sus poetas, es porque este encarna los valores esenciales de su pueblo. El cantor resume y expresa la identidad moral del grupo. Si quisiéramos conocer a fondo el espíritu de una nación, lo hallaríamos manifiesto en la cadencia sentimental y significativa del cantor popular. Cuando el poeta es olvidado y, guardado en los anaqueles bajo el polvo, su canto se vuelve fósil, se sabe que el pueblo vive tiempos difíciles porque, ante la ausencia de valores e ideales, estos son sustituidos por el caos y el desorden moral, donde todo es posible y, como todo es posible, es el tiempo de las fuerzas aciagas.
+Durante la segunda mitad del siglo XIX Antioquia fue una nación cuyo cantor popular era Gregorio Gutiérrez González. Si nos atenemos a sus características como poeta, se puede decir que era un pueblo campesino cándido, dedicado al cultivo de la feraz montaña y a la explotación de grutas doradas. Su solaz era el murmullo de los arroyos y sus signos, la transparencia y el amor propio. Se trataba de un pueblo en expansión fecunda que debía domeñar los montes, cultivarlos y poblarlos, de tal modo que la existencia florecía y, en el seno del pueblo, nacía el cantor puro, así como en el bosque brotaban las aguas limpias del hontanar.
+Si uno lee los comentarios de su época sobre la poesía de Gregorio Gutiérrez González, se encuentra con que lo llamaban el «Virgilio colombiano», puesto que los críticos veían en su obra una suerte de geórgicas criollas. Al referirse a su poesía, Rafael Pombo escribió que se trataba de «… la poesía descriptiva más directa y pura, más despreocupada y mejor sentida…» y otros agregaban que era ideal, a la par que realista y matemática. Alguien incluso alcanzó a pedir su «… don de gracia para transformar en música del alma la cuotidiana prosa que nos rodea».
+La tradición antioqueña es como un bosque que extiende sus raíces hasta el cancionero y romancero españoles, y se ha consolidado en más de tres siglos de permanente sublimación entre la flor y el canto. Durante el siglo XIX florecieron los dos primeros árboles de robustas ramas, Gregorio Gutiérrez González y Epifanio Mejía. A su manera de cantar, se le llamó «nativismo», por aquello de que entre sus temas favoritos se destacan los paisajes y las costumbres sencillas de su suelo, abordados desde la vivencia natural, y expresados bajo el ideal de la transparencia, con la autenticidad del que sabe lo que es y lo es sin pretensiones.
+Junto a Gregorio Gutiérrez González, casi siempre, aparece el nombre de Epifanio Mejía, a quien se le mira como la expresión primigenia de un modo de ser que podríamos llamar la naturaleza antioqueña. Él es el primer arroyo que hace de la vida el canto que es su pueblo: lírico, agudo y sublime como el canario; cándido y triste como la tórtola; de expresión brillante, firme y duradera como «La ceiba de Junín», o épica, altiva y libertaria como el cóndor de cabeza calva.
+Hay en los versos de Epifanio la música y el olor a musgo intocado del manantial que nace entre la arboleda virgen. Tanto por sus temas épicos, que le dan himno a una nación, pues las estrofas del «Himno antioqueño» fueron tomadas de uno de sus poemas, como por sus características de modestia, transparencia y autenticidad, que lo identifican, es el fundador del espíritu antioqueño.
+La tarea del poeta en la soledad de su creación consiste en darle expresión verbal a la esencia espiritual del pueblo del que, sin saberlo, es hijo y fundador mítico, savia y manifestación. Precisamente lo mejor del pueblo antioqueño se puede resumir en uno de sus versos: «la flor de la batatilla, la flor sencilla, la modesta flor».
+Hoy Antioquia no es la nación de Gregorio y Epifanio, una herida sangra en las montañas agrestes; el nuestro, ya no es el canto del toche mañanero o del canario que trina, sino el lamento del sucio río, el oscuro relato de la ignominia. Bienvenida sea entonces esta edición popular de los poetas fundacionales de Antioquia, para que los colombianos recordemos lo que en esencia somos los antioqueños y, retornando a la fuente, rescatemos lo que realmente debemos rescatar en nosotros: la pureza, el amor propio, la gracia del amor fraterno.
+LUIS FERNANDO MACÍAS
+Dedicado a mi amigo J. M. Rodríguez
+Es una tarde apacible,
+tan fresca, limpia y serena
+cual la primera azucena
+que brotó en el bello Edén.
+El sol siguiendo su curso
+muestra sus rayos brillantes
+y en su centro de diamantes
+gotas de sangre se ven.
+Por los anchurosos cielos
+vagan las celestes nubes,
+como alas de querubes
+dispersas sobre la mar,
+la brisa en sus blancas alas
+va conduciendo el aroma
+que de la flor de la loma
+tomó festiva al pasar.
+Mil ojos llenos de gozo
+miran un valle florido,
+por los placeres mecido,
+mecido por el amor.
+Un Edén, un Paraíso,
+hermoso girón del cielo
+que Dios arrojó a este suelo
+para alivio del dolor.
+Eso eres tú, rica tierra
+de Colón, flor deliciosa,
+los perfumes de esa rosa
+eso eres tú, Medellín.
+Por ti entonaré mi canto;
+por ti pulsaré mi lira,
+porque mi alma no suspira
+mecida allá en tu jardín.
+Por ti que guardas los goces
+más puros y verdaderos;
+por ti que arrullas luceros
+bajo el ala del placer.
+Son tus hermosas mujeres
+de América las estrellas;
+vírgenes, puras y bellas
+como la primer mujer.
+Sus labios son las corolas
+de las más fragantes rosas
+y en sus mejillas hermosas
+sólo hay tintes de pudor.
+Cada cual lleva en su pecho
+de caridad la azucena;
+cada cual vive serena
+bajo el árbol del honor…
+De aquí de este inmenso cerro
+yo contemplo tus llanuras:
+miro tus frescas verduras
+como esmeraldas lucir.
+Y en cada flor que la tierra
+brota para darte grano
+mis ojos ven un arcano,
+¿sabes cuál? —Tu porvenir—.
+De aquí miro tus arroyos
+como lucientes diamantes,
+como las aguas brillantes
+que Dios le mandó al Jordán
+y ese río silencioso
+que sin detenerse rueda,
+cual blanco fajón de seda
+tendido en la inmensidad.
+Me arrepiento, me arrepiento
+de haber osado cantarte,
+de haber querido pintarte
+sin colores ni pincel.
+Bardos tienes que inspirados
+te regalarán cantares,
+y regarán de azahares
+tus campos, limpio vergel.
+Son las doce de la noche,
+reina un profundo silencio,
+y en las hojas de los árboles
+suspira el nocturno viento.
+A. LOZANO
+Tras el ramaje opulento
+de un árbol octogenario,
+preludia y gime un canario
+triste y llorosa canción;
+Sus ecos dulces y tiernos
+la brisa los adormece,
+y en su plumaje se mece
+el ronco y fiero aquilón.
+Imitan sus tristes cantos
+de un moribundo el gemido,
+o el acento dolorido
+de pasajera ilusión.
+Tristes ellos, me revelan
+sueños que mi amor doraron,
+imágenes que cruzaron
+por mi amante corazón.
+Escucha, canario, escucha
+de un huérfano los lamentos
+que navega en los tormentos
+de los mares del pesar;
+escucha, y cuando mis voces
+se deslicen por tu oído,
+junta tu canto querido
+con mi querido cantar.
+¡Pero antes dime si lloras
+algún objeto adorado,
+o si es solo entusiasmado
+por hallarte en libertad!
+Dime por qué en el desierto
+de estas remotas praderas
+das tus quejas lastimeras
+al Dios de la Soledad.
+¿Por qué en el oscuro centro
+de horrísonas tempestades
+derramas amenidades
+de tu canto angelical?
+¿Por qué al son de las borrascas
+que rugen enfurecidas
+sueltas las notas queridas
+de ese tu canto ideal?
+¿Tal vez será que has perdido
+tu amorosa compañera,
+y tu queja lastimera
+quieres al cielo mandar?
+Pero tus ecos se pierden
+con el gemir de los vientos,
+¡jamás tus limpios acentos
+podrán al cielo llegar!
+Tú serás mi tierno amigo,
+lindo y precioso canario;
+quizá un ángel solitario
+eres tú…, yo no lo sé.
+Unirme contigo quiero
+para llorar mis pesares,
+y dar mis tristes cantares
+al serafín que adoré.
+Tú quizás cuando la noche
+levante su cortinaje
+y extienda el sol su follaje
+alumbrando la creación,
+verás al través de rejas
+a tu amada compañera
+llorando su suerte fiera
+en medio de una prisión.
+Y esas varillas de hierro
+que dividen tu existencia
+podrá alguno con clemencia
+con fuerte brazo romper:
+y entonces tu fiel amiga,
+jugueteando entre las flores,
+mil caricias, mil amores
+te brindará con placer.
+Y tú mil besos ardientes
+darás a tu compañera,
+al volar por la pradera
+cantando tu libertad.
+Olvidarás los pesares
+que el corazón oprimieron
+y los velos que cubrieron
+tu vida en la soledad.
+Mas yo que sigo el hilo de la vida
+por un desierto oscuro y tenebroso
+sólo escucho el suspiro borrascoso
+que lanza el huracán al despertar
+Yo que perdí desde mi bella infancia,
+la flor que perfumaba mi existencia,
+tan sólo debo en su inmortal ausencia
+mi doloroso llanto derramar.
+Una madre perdí…, querida y tierna
+cual una virgen del hermoso cielo;
+la ruda muerte le tendió su velo
+y nos dijo a los dos…, ¡separación!
+¿Y qué puedo esperar sin una madre
+que recoja mi llanto entre su seno
+y aparte de mi pecho el cruel veneno
+que la vida le arroja al corazón?
+Sin ver jamás la flor en cuyo cáliz
+bebí el primer aroma de la vida;
+sin nunca ver la estrella bendecida
+que al través de la infancia me alumbró.
+Sin volver a mirar los tiernos ojos
+que derramaban sobre mí destellos;
+sin volver a mirar sus labios bellos
+que en mis labios mil veces estampó.
+Sólo debo llorar…, llorar tan solo
+mi desgraciada y azarosa suerte
+y aguardar el momento de la muerte
+para volar a la mansión de Dios.
+Y ver allí la que infundió amorosa
+el lampo de sus ojos en mis ojos;
+y ver también la que cubrió de abrojos
+mi vida errante con su eterno adiós.
+¡Por eso envidio Canario
+esa tu suerte horrorosa,
+tu existencia tormentosa,
+tu crudísimo dolor!
+Pues que en medio de tu llanto
+y en medio de tus pesares
+escuchas ¡ay!, los cantares
+del arcángel de tu amor.
+Pero yo, solo en el mundo
+sin un ángel de consuelo,
+solo clamo al justo cielo
+que escuche mi débil voz.
+Y en tanto que mis suspiros
+se desprenden con mi llanto
+escucha mi postrer canto
+hermoso canario…, ¡adiós!
+A la señorita M. B.
+Ya miro en la alta cumbre de los lejanos montes
+los limpios horizontes teñidos de arrebol;
+ya miro que aparece bellísimo y radiante
+el óvalo brillante del incansable sol.
+Ya escucho de las aves los cánticos divinos
+que arrullan con sus trinos la dulce soledad;
+ya miro en los jardines las flores empapadas
+con lágrimas bajadas de un cielo de piedad.
+Los glóbulos de nieve en copos divididos
+se vienen esparcidos al suelo a descansar;
+cual ruedan por el éter centellas inflamadas,
+que nubes reventadas supieron arrojar.
+La brisa de los aires limpió los horizontes
+llevando tras los montes las nubes en porción
+Natura coronada de perlas y diamantes
+sacude las vibrantes arpas de la extensión.
+La fuente diamantina que rueda mansamente
+sepulta en su corriente las hojas de la flor;
+como sepulta el tiempo en tumba del olvido
+el llanto revestido de penas y dolor.
+Las fúlgidas estrellas huyeron lentamente
+al ver la roja frente del sol al despuntar;
+tan solo en el ocaso, y en nubes de corniola,
+se mira de una sola, brillante fulgurar.
+Tal es, bella Mercedes, la aurora matutina
+que entreabre su cortina para alumbrarte a ti;
+tal es el sol que asoma bajado de la gloria
+para empezar la historia de tu vivir aquí.
+Porque el piadoso cielo, benigno y cariñoso
+te dio un feliz esposo para tu fiel vivir
+Un hombre do tus ojos divisan en su frente
+la dicha en el presente; la fe en el porvenir.
+Tu llanto es hoy gemelo, gemelos tus pesares
+tus vírgenes cantares gemelos también son;
+gemelos tus placeres, tus ratos de impaciencia,
+tu vida, tu existencia, tu amor, tu corazón.
+Tal vez la plateada estrella
+que en el cielo está prendida,
+fue la misma que a tu vida
+Dios le concedió al nacer;
+y quizá cuando te uniste
+al corazón de tu amante
+ella se unió a la brillante
+estrella del otro ser.
+Hoy las rosas de tu vida
+se miran frescas, lozanas,
+cual las primeras mañanas
+de este tu inocente amor.
+Hoy el edén de la dicha
+se abrió para ti, Mercedes;
+en él reinan los placeres
+sin átomos de dolor.
+Dulce será ver la vida
+que se desliza sin penas,
+y no sentir las cadenas
+del pesar y la aflicción;
+ni ver el ropaje oscuro
+de un porvenir espantoso,
+ni brotar llanto copioso
+vertido del corazón.
+¡Ay!, que la errante barquilla
+de mi vida tormentosa
+arribó a la orilla undosa
+del incansable sufrir;
+y el desgraciado piloto
+que es mi mísero destino,
+hoy recorre peregrino
+las playas del porvenir.
+Por eso, perdón, Mercedes,
+si en vez de armoniosos cantos
+sólo pinto los quebrantos
+de mis pesares…, perdón:
+que al ver feliz dos amigos
+cuando se creen verdaderos
+son momentos placenteros
+que causan inspiración.
+A mi madre
+¡Se fueron…, se ocultaron…, se perdieron
+las horas deliciosas de mi infancia!,
+volaron cual la efímera fragancia
+que arrebata de un soplo el huracán.
+Se fueron esas horas…, se perdieron
+cual se pierde la espuma en las ondinas;
+cual se pierden las brisas matutinas
+que se anuncian, que llegan ¡y se van!
+Rodaron como témpanos de nieve
+los unos tras los otros mis veinte años,
+trocaron mi placer en desengaños,
+mi dicha y mi contento por dolor.
+¡Todo lo cambia el tiempo! Así la virgen
+cambia en esposa y bondadosa madre.
+El débil niño en cariñoso padre,
+¡la linda joven en caduca flor!
+La mansa brisa en borrascoso viento,
+la virgen tierra en lodazal fangoso,
+la limpia fuente en arenal pedroso,
+la vida en muerte, la discordia en paz.
+Todo empujado por el fuerte brazo
+que rige el cielo y el oscuro abismo:
+por ese Ser tan grande cual él mismo,
+por ese Ser, de todo ser primaz.
+Ayer abrieron su corola hermosa
+las bellas flores del vergel florido;
+hoy en el mar del silencioso olvido
+duermen un sueño que será eternal.
+Ayer alzaron su orgullosa frente
+los mil palacios hasta el alto cielo;
+hoy dispersados en remoto suelo
+se hallan los restos de su alteza real.
+La férrea mano del caduco Tiempo
+abre sus puertas de cristal dorado,
+y hay un ángel allí: guardián sagrado
+que dice a todo ser: pasad…, pasad…
+Pasad la juventud, la edad madura,
+la niñez, la inocencia y la belleza;
+las glorias, el poder y la grandeza,
+todos en confusión: andad…, andad…
+Vosotros los que fama conseguisteis
+matando sin piedad vuestros hermanos,
+pasad con rapidez: ved los arcanos
+que guarda la terrible eternidad.
+Vosotros los que ansiosos recogisteis
+el llanto del mendigo abandonado,
+pasad con lentitud; perded cuidado
+que allí hallaréis la dicha y la verdad.
+En ese Ser que vino de los cielos,
+a redimir con sangre gota a gota,
+la triste humanidad que oscura, ignota,
+rondaba en los abismos del dolor;
+en ese Ser eterno y bondadoso
+que con solo mirar formó lo creado,
+que da el castigo al infernal pecado
+y a la virtud el premio de su amor.
+Veinte años solo han pasado
+de mi existencia penosa,
+por esa puerta grandiosa
+que acabo de describir.
+Quién sabe si un solo instante,
+diez lustros, un mes o un año,
+me guarda ese gran peldaño
+que llamamos porvenir.
+Ese ser oculto siempre
+bajo el palio azul del cielo
+y que otro ser, su ancho velo
+va alzando con lentitud,
+EL TIEMPO; engañoso bardo
+divulgador de las cosas,
+que ofrece a la vida rosas
+y después…, ¡un ataúd!
+Veinte años ha que mis ojos
+vieron las luces primeras,
+esas brillantes lumbreras
+que hallé contento al nacer,
+cuando mecido en los brazos
+de ti, mi madre querida,
+tus besos me daban vida
+como tu ser me dio el ser.
+Sin sentimiento ya entonces,
+tus caricias me eran hielo:
+hoy las miro como un cielo
+a quien debo venerar.
+Hoy cuando sé que tú fuiste
+la dueña de mi existencia,
+te amo con la vehemencia
+con que te debo adorar.
+Te adoro como a ese padre
+con quien partiste tu vida;
+más que a la luz escondida
+de benigna libertad;
+te adoro como adoramos
+al Dios que habita en el Cielo;
+más que el mendigo al consuelo
+de la excelsa caridad.
+Como ama la vida el hombre
+que en desierto mar, a solas,
+con el vaivén de las olas
+mira su góndola hundir;
+y después calman los vientos
+quedando la mar serena,
+y cambia la triste escena
+de la muerte en el vivir.
+Si en pago de los desvelos
+que te di, madre querida,
+pudiera darte la vida
+al terminar mi canción;
+yo vertiera gota a gota
+la sangre que siento helada,
+hasta dejar desecada
+la fuente del corazón:
+Pero los tiernos afanes,
+las caricias amorosas
+y las horas tormentosas
+que tú pasaste por mí,
+aunque en mis venas hubiera
+en vez de sangre mil vidas,
+nunca se vieran cumplidas
+dándolas todas por ti…
+Lleno de dicha y contento
+bajaré a la oscura tumba
+si oigo que tu voz retumba
+en mi muerto corazón;
+si siento en mi helada frente
+de un beso tuyo el rocío;
+¡si envuelto en el llanto mío
+se va tu llanto al panteón!
+… Oye los cánticos,
+¡pobres esdrújulos!,
+que dicta férvido
+mi corazón.
+Nacieron huérfanos
+sin una cítara,
+sin una lágrima
+de inspiración.
+Dile que rápidas
+volaron plácidas
+las horas cándidas
+de mi niñez,
+que cual relámpago
+de trueno horrísono
+llegué a la cúspide
+de la vejez.
+Pero que el fúnebre
+velo fantástico,
+de olvido gélido
+que a él cubrió
+no puede el ábrego,
+de ausencia lúgubre,
+romper con ímpetu
+mi afecto…, ¡no!
+De mayo una mañana
+fresca, serena, hermosa,
+yo vi un botón de rosa
+que comenzaba a abrir,
+Y perlas de rocío
+en su purpúreo seno
+de grato aroma lleno
+trémulas relucir.
+A la mitad del día
+era una linda rosa
+que brillaba orgullosa
+en todo su esplendor;
+Al terminar la tarde
+menos hermosa estaba,
+pero en cambio exhalaba
+más agradable olor.
+Veloz, veloz, cual ráfagas de nubes
+cruzas, ¡oh Tiempo! ¡De mi patria el cielo!
+¡Siempre llevando en nacarado velo
+del Dios la cifra que tu ser formó!
+Te he visto a veces silencioso, humilde,
+rodar envuelto en diamantina alfombra;
+otras cubierto con la negra sombra
+que algún fantasma sobre ti arrojó.
+¡Incomprensible, incomprensible Tiempo!
+¿Por qué te vistes con lunetas de oro,
+y luego arrojas tempestuoso lloro
+sobre los seres que te ven cruzar?
+¿Por qué me traes tenebrosas noches,
+llenas de luto, de terror y espanto?
+Noches que arrancan a mis ojos llanto,
+¡Llanto que rueda en abundante mar!
+Cuando los rayos por el éter cruzan
+rasgando el seno de la nube undosa,
+y que a torrentes el granizo empoza
+la tierra donde viene a descansar;
+cuando cruzas en carro de tinieblas
+rugiendo por los ámbitos del mundo,
+entonces, ¡oh Tiempo!, mi dolor profundo
+contigo mismo me hace delirar.
+Pienso que tú revuelves en los aires
+monstruos cargados de hórridas cadenas;
+y que las densas nubes son sus venas
+de donde brota lluvia y tempestad;
+y que ese mar que cubre medio mundo
+fue de tu cuerpo el primitivo lecho,
+donde un gigante te rasgara el pecho
+para nacer de allí a la inmensidad.
+Mas cuando cruzas por mi patria amada
+con brillantes faroles encendidos,
+¡pensamientos de gloria revestidos
+en mi mente se vuelven a posar!,
+yo miro entonces al nacer el alba
+jaspeadas nubes de color rosado;
+y luego al sol que rompe el enrejado
+de árboles mil por do se ve asomar.
+Después le miro que con raudo paso
+corta veloz la bóveda azulada;
+más tarde, al fin, al fin de su jornada
+mis ojos ven su frente sepultar;
+y aparecer cual óvalo de oro
+la refulgente y solitaria luna;
+como aparece un lampo de fortuna
+por momentos no más en nuestro hogar.
+Yo pienso entonces…, sí, mis pensamientos
+¡son manantiales de esperanza y gloria!
+ráfagas, ¡ay!, que alientan mi memoria
+con la ilusión de un nuevo porvenir…
+Extraña condición, ¿por qué yo quiero
+que pase el tiempo en carro de diamantes,
+y que jamás las nubes ondulantes
+apaguen su zafíreo relucir?
+¡Cuando la mano que formó los mundos
+es la que rige su sonante rueda!
+¡Cuando ella misma en átomos de seda
+universos pudiera transformar!
+Sigue tu marcha, ¡oh Tiempo!, ¡aunque tus nubes
+broten volcanes de quemante fuego!
+Que yo tan sólo el suplicante ruego
+al Dios que me formó, ¡sabré elevar!
+A mi respetado amigo el Sr. Cipriano Rodríguez
+Cual trueno que estremece las órbitas del mundo
+colérico anunciando desolación doquier;
+así la altiva España de su región, sentada,
+mil rayos fulminantes fanática y osada
+colgaba suspendidos de América en la sien.
+Mas una voz potente, terrible y majestuosa,
+salió como brotada del seno de un volcán,
+diciendo a los tiranos de América: en la frente
+pronto veréis un hombre que diga omnipotente
+«La esclavitud despótica se cambia en Libertad».
+Entonces se encontraron cual negras tempestades,
+cual choque de dos rayos sobre áspero peñol
+la esclava y la señora… Pero, ¡ay!, que en la batalla,
+la esclava dirigiéndole torrentes de metralla,
+frenética e iracunda, rompióle el corazón.
+Fue entonces cuando vimos desaparecer la noche
+al rayo prepotente del sol de libertad;
+fue entonces cuando vimos la América triunfante
+y al déspota colérico, errático, ambulante,
+cual huérfano le vimos cruzar el ancho mar.
+¿Qué fue? Que un alto genio con mano poderosa
+al ver su amada patria gemir en la opresión,
+cual león enfurecido que bate sus melenas
+se abalanzó a romperle las hórridas cadenas
+gritándole entusiasta: ¡Soy yo el Libertador!
+Bolívar fue su nombre: Bolívar el gigante,
+a cuyo noble impulso rodó la esclavitud,
+volcando en su caída aquellos que lidiaron
+y en nuestra propia sangre indignos se mancharon,
+por dar a nuestra patria cadenas y ataúd.
+Allá sobre las cumbres de América inocente
+se vio después un árbol su copa levantar
+y allí a su dulce sombra duerme el tranquilo sueño
+que un ángel le custodia, cantándole risueño
+los himnos inmortales de paz y libertad.
+Ese árbol bonancible que abriga con su sombra
+las selvas y los prados, los montes y la mar,
+aumenta sus perfumes si siente blandamente
+que el ángel del recuerdo se lanza en el ambiente
+cantando de Bolívar la excelsa majestad.
+Por eso yo levanto la losa del sepulcro
+para que se oiga en ella mi entusiasmada voz
+y ver que mil colosos guardianes de esa historia
+sus vidas ofrendaron para llenar de gloria
+la patria de Bolívar, la virgen de Colón.
+Gloria a tus nobles hijos, América, tus ninfas
+adornen con laureles su losa sepulcral,
+y tú Bolívar, genio, gemelo del portento
+si quieres que te canten después del firmamento
+empuja de los siglos la marcha general.
+La vida es un Edén…, fragantes flores
+aromatizan su brillante cielo,
+cuando al través de diamantino velo
+miramos la niñez.
+Entonces, ¡ay!, mimados en los brazos
+de un ángel bello que nos seca el llanto
+vemos pasar las horas sin espanto,
+sin luto y lobreguez.
+La vida es un volcán…, cráter ardiente
+cuando sólo se vive de ilusiones,
+cuando pulsa frenéticas pasiones
+la fiebre del dolor.
+Marchitas contemplamos una a una
+las flores que nos diera la esperanza,
+hallamos por doquiera gran mudanza,
+¡mudanza en el amor!
+Tú has visto deslizarse cinco lustros,
+fugaces como raudos torbellinos,
+has visto de la vida los caminos
+que conducen al mal.
+Y tienes dibujada allá en tu mente
+y en el centro feliz de tu memoria
+una historia fatal, fatal historia,
+¡una historia fatal!
+Es la triste, cruel y lamentable
+de unos seres queridos que te amaron,
+de unos seres que ansiosos derramaron
+la vida sobre ti.
+Después huyeron para siempre, huyeron
+del mundo del dolor al mundo santo,
+dejaron en tus ojos crudo llanto
+y en tu alma el frenesí.
+Huyamos, caro amigo, abandonemos
+recuerdos que atormentan nuestra vida,
+y escucha del placer la voz querida,
+la voz del corazón.
+Yo he querido cantar, cantar las horas
+que natura ha brindado a tu existencia;
+si un recuerdo evoqué con inclemencia,
+¡perdón, perdón, perdón!
+Yo sé que se refleja esplendorosa
+la estrella del honor sobre tu frente
+y que allí vivirá perennemente
+sin temor, sin afán.
+Sé que del mundo las revueltas olas
+nunca jamás empeñarán su lumbre,
+ni arribarán a la elevada cumbre
+do los honores van.
+Y en tanto que se pierden mis canciones
+al soplo de los vientos y la brisa,
+me dicta el corazón una sonrisa,
+sonrisa de amistad;
+si acaso la recibes con afecto
+si a la mar no la arrojas del olvido,
+por siempre quedaré reconocido
+de tu fina lealtad.
+Mi dulce hermana, mi querido arcángel,
+faro brillante de mi noche oscura;
+modesto rayo de inocencia pura,
+mi amor, mi corazón.
+Escucha el canto que por ti levantan
+mi alma, mi voz, mi desacorde lira,
+lánguido aun: si el corazón suspira,
+suspiros son de amor.
+Sí, yo te amo, como amarse pueden,
+glorias, grandeza, vida, padres, mundo;
+con ese amor frenético y profundo
+con un inmenso amor…
+Solos vagamos del destino al soplo
+por el desierto de la triste vida;
+tú la barquilla entre una mar perdida,
+seré tu fiel timón.
+Tú para mí la cándida azucena
+nacida en el jardín de mi esperanza
+la estrella que ilumina en lontananza
+mi senda de dolor.
+Lejos estamos de los tiernos padres
+que la existencia a ti y a mí nos dieron,
+que nuestra bella cuna remecieron
+de la quietud al son.
+Lejos también están nuestros hermanos,
+esos tiernos hermanos tan queridos,
+sus llantos, nuestros llantos y suspiros
+hermanos todos son.
+Y empero, a seres que nos son tan caros
+los cubre ausencia con su pardo velo;
+siquiera de los vientos en el vuelo
+démosles un adiós.
+Y si llegare de la muerte el golpe
+a dividir tu vida de mi vida,
+una tumba te doy…, ¡virgen querida!
+¡Te doy mi corazón!
+Si no eres tú…, si el grito del destino
+anúnciame la muerte a mí primero,
+un adiós me darás…, ¡adiós postrero!
+Y una santa oración…
+Sigamos, pues, del porvenir la noche,
+llevados por el rápido presente,
+¡sin ver jamás…! Jamás en nuestra frente
+la mancha de un borrón.
+Que así los lirios de la vida crecen
+sin que el tiempo les robe su fragancia,
+juventud y vejez son siempre infancia,
+para el que adora a Dios.
+ (Canción)
+En los jardines de mi triste vida,
+bajo el ramaje de un ciprés llorón,
+han crecido, señora, tres jazmines
+llamados Esperanza, Fe y Amor.
+Mis pobres flores necesitan riego,
+necesitan de un sol la claridad:
+sé tú la brisa que el rocío les traiga
+sé tú ese sol, mujer angelical.
+Yo te daré la flor de mi Esperanza,
+te daré de mi Fe la tierna flor;
+si quieres más, yo te daré, señora,
+todo mi ser, mi amor, mi corazón.
+Escucha pues mi súplica inocente,
+escucha de mi lira el tierno son;
+que yo daré para tu frente de ángel
+de mi jardín la más hermosa flor.
+ (Canción)
+¡Mujer! ¡Mujer!… ¡El rayo de tus ojos
+lanzaste sin piedad sobre mi pecho!
+Rompió mi corazón…, giró derecho,
+¡y el alma y la quietud me destrozó!
+Y un volcán…, ¡un volcán que aun apagado
+mi corazón solícito guardaba,
+lo encendiste mujer…! ¡Su ardiente lava
+mi corazón quemó!
+¿Y hoy quieres con desdén, ¡con desdén sólo!
+pagar mis horas de pesar y duelo?
+Te engañas, ¡oh mujer!, tu lindo cielo
+¡con el desprecio marchitar sé yo!
+Que aquí en mi pecho se rebulle un alma
+que siente del desdén el fiero agravio,
+¡y arroja polvo al orgulloso labio
+que polvo le ofreció!
+ (Canción)
+No hay una mano que recoja férvida
+el llanto que me quema el corazón;
+no hay unos ojos que me miren plácidos,
+no hay unos labios que me den su amor.
+Y en vano adoro con pasión volcánica
+una mujer hermosa como el sol…
+más bella que las Evas del Atlántico,
+graciosa como el ángel del amor.
+Yo diera en cambio de una sola lágrima
+vertida para mí…, siendo de amor,
+todos los bienes de una suerte próspera,
+mi porvenir, mi ser, mi corazón.
+Por el rocío de esa flor selvática
+que el aura en su corola derramó,
+cruzara yo los mares de la América
+si hubiera de aspirar su grato olor.
+A la señorita…
+¡Qué bellos son los cielos
+cuando a la luz brillante
+de luna centellante
+se mira la creación!
+Cuando se ven los astros
+cual vírgenes divinas,
+cual perlas diamantinas,
+cual lampos de arrebol.
+¡Qué hermosos son los cielos
+cuando la brisa errante
+se duerme sollozante
+sobre la virgen flor;
+cuando al compás sonoro
+de raudos aquilones
+vienen las ilusiones
+del corazón en pos!
+¡Entonces se convierten
+las flores del martirio
+en un silvestre lirio
+de nítido frescor!
+Entonces la esperanza
+cual un botón de rosa,
+se muestra cariñosa
+en cada corazón.
+Por eso, en este instante
+que llegan a mi mente
+cual rápido torrente
+los goces en porción;
+tener quisiera próximas
+las límpidas estrellas
+para alumbrar con ellas
+tu guirnaldilla en flor.
+Quisiera que del cielo
+bajaran los querubes
+mecidos en las nubes
+de célico crespón;
+para que alegres vieran
+tus hojas y tus flores,
+y luego sus loores
+alzaran en tu honor.
+Si tú formas coronas
+a finas pinceladas,
+quedando dibujadas
+con gracia natural;
+yo con mis pobres versos,
+y con respeto santo,
+doy coronas de acanto
+para tu sien ideal.
+Parecen ser nacidas
+esas tus flores bellas,
+a las primeras huellas
+de lluvia matinal.
+Mas no; que ellas son hijas
+de claro entendimiento,
+y al soplo del talento
+se vieron despuntar.
+Si en urna de diamantes
+pudiera colocarlas
+y siempre libertarlas
+del tiempo y su raudal:
+ansioso la guardara
+dentro del pecho mío,
+dándoles por rocío
+mi férvida amistad.
+Como tiende la tórtola el vuelo
+de su nido a distante región,
+tú a la tierra bajaste del cielo
+blanca niña, perfume de Dios.
+Como frágil, incauta barquilla
+que las aguas empieza a surcar
+yo te miro del mundo en la orilla…,
+ya tus pies en sus ondas están.
+Paso a paso te irás alejando
+blanco cisne, viajero del mar;
+de tu infancia las playas dejando
+a lo lejos sus selvas verás.
+Nunca temas del mar la inclemencia
+que tus padres tu amparo serán,
+lleva el bien por timón: la inocencia
+tu piloto en el mundo será.
+¡Qué preciosa te miro en tu cuna!
+¡Si supieras lo bella que estás!
+Como rayo de fúlgida luna
+en el cáliz de blanco azahar.
+Es tu llanto tan puro y tan tierno
+como el riego del aura sutil;
+el perfume del beso materno
+aún se aspira en tu labio infantil.
+Yo también como tú fui inocente,
+yo también en mi cuna dormí
+y también en mi pálida frente
+de una madre los besos sentí.
+Mas aquellos instantes volaron
+y con ellos mi infancia pasó;
+los recuerdos no más me quedaron
+como restos que el tiempo olvidó.
+Boga, boga, viajera inocente,
+de la mar al tranquilo vaivén:
+y al arrullo de plácido ambiente
+se deslice tu blanco bajel.
+Bello lorito que tu nido tienes
+allá en el hueco de mi vieja palma,
+antes que salga la rosada aurora
+rompe el espacio con tus verdes alas.
+¡Ay!, aunque dejes a tus dulces hijos
+y aunque abandones tu querida patria,
+vuela, lorito, a visitar la cuna
+de mi Natalia.
+Yo iré de tarde a tu silvestre nido
+y allí sentado entre las verdes ramas,
+a tus polluelos les daré alimento
+y blando musgo tenderé en su cama;
+mientras que tú como la rauda flecha
+que en el desierto el cazador dispara,
+vuelas, Lorito, a visitar la cuna
+de mi Natalia.
+Si acaso llegas cuando esté dormida,
+bate sobre ella tus brillantes alas,
+que la inocencia se despierta siempre
+con el susurro de las frescas auras.
+Cuando la mires, cuando ya sus ojos
+cual frescos lirios a la luz entreabra
+dile, lorito, que la adoro y quiero,
+con toda mi alma.
+Dile que la amo, como en noche oscura
+ama el marino la desierta playa;
+como ama el rico su tesoro oculto,
+como ama el pobre de su choza el agua;
+que de mi vida en el marchito tronco
+ella, cual yedra, vivirá enredada,
+y que por eso la idolatro y quiero
+con toda mi alma.
+Dile que tengo en mi preciosa selva
+lindas palomas que de noche cantan,
+flores que nacen entre el blando musgo,
+nidos que cuelgan de las verdes ramas;
+que aquí se aviva entre las altas rocas
+el fuego oculto de mi joven alma
+que de mi selva los perfumes todos
+son de Natalia.
+¡Mi Dios, buen Dios! a la graciosa niña
+que hoy de la vida en el océano se halla,
+¡oh, no permitas que feroz tormenta
+rompa la nave donde va embarcada!
+¡Oh, no permitas que esa flor del cielo
+sin yo admirarla la deshoje el aura!
+¡Llévame pronto a donde está esa virgen
+de mi esperanza!
+Yo quiero verla y abrazarla quiero,
+quiero estampar en su boquita amada
+un dulce beso que penetre ardiendo
+hasta el santuario de su virgen alma.
+Ella es la aurora de mis bellos días,
+ella es la tarde de mis horas gratas,
+ella es la antorcha que ilumina el cielo
+de mi esperanza.
+Yo quiero guiarla en la espantosa noche
+de este desierto de la vida amarga,
+porque ella es hija de una madre que amo
+y es retoño de un árbol de mi casa,
+es la tercera flor que mis amigos
+han agregado a su nupcial guirnalda
+y yo esas flores las adoro, y quiero
+como si fueran del jardín de mi alma.
+Como nace prendida de una piedra
+la hermosa flor de la silvestre yedra
+escondida en la mustia soledad;
+así yo dejo en tu álbum estampada
+como huérfana oculta y olvidada
+la tristísima flor de mi amistad.
+Hoy no le pidas a mi lira un canto,
+que ella empapada está en amargo llanto
+y cubierta de luto y lobreguez;
+si te dejo esta página escondida
+es porque el luto de mi triste vida
+vive siempre a la sombra de un ciprés.
+En el álbum de Dolores
+Como viven ocultas y olvidadas
+las violetas que siembra el jardinero,
+así voy a sembrar en estas hojas,
+las tristísimas flores de un recuerdo.
+Como nace la yedra solitaria
+entre el ramaje de un arbusto tierno;
+así voy a dejarte amiga mía,
+la flor de mi amistad en tu álbum bello.
+La dulce primavera ofrece flores,
+las flores dan su perfumado aliento;
+y yo que soy como el ciprés del campo
+sólo unas ramas de dolor te ofrezco.
+Tú sabes que mi lira está enlutada,
+que muda y triste la arrojé al silencio…,
+que si hoy la pulso para darte un canto,
+tristes serán sus destemplados ecos.
+Es que mi patria se lamenta y gime,
+como una niña en su prisión de hierro
+y sin llorar con mi querida Antioquia,
+¡ay!, yo no puedo levantar mi acento.
+Oye, Dolores…, de una negra historia
+yo voy temblando a descorrer el velo,
+que de la escena que pasó en mi patria,
+en la historia jamás se vio otro ejemplo.
+Era de tarde…, en la mitad de un claustro
+postradas de rodillas en el suelo,
+oraban unas monjas solitarias,
+ante la imagen del Autor Supremo.
+Rodaban por sus cándidas mejillas,
+gruesas lágrimas, frías como el hielo…,
+y pálidas…, convulsas…, y temblando,
+todas alzaban al Creador su ruego.
+De repente los golpes de un martillo,
+sonaron en las puertas del convento…
+¡Era que el vicio a destruir seguía
+de la virtud el sacrosanto templo!
+Las sardónicas risas del impío;
+el hierro que chocaba contra el hierro;
+la algazara…, el sarcasmo…, la blasfemia,
+semejaban los ecos del infierno.
+Al fin los goznes de las viejas puertas,
+al impulso del bárbaro cayeron,
+y las tablas al golpe del martillo
+rodaron en pedazos por el suelo.
+Cual aves de rapiña que se lanzan
+sobre un nido de alondras, indefenso,
+y que se gozan al coger la presa
+en el piiio que exhalan los polluelos,
+lánzase así la soldadesca impura
+sobre el sacro recinto del convento,
+y se gozó con el lamento triste
+que daban esas vírgenes del cielo.
+Como manadas de inocentes ciervas,
+que lleva el cazador entre sus perros,
+desfilaron temblando unas tras otras,
+las palomas del santo monasterio.
+¡Ay!, les robaron su quietud, su calma!
+¡Las arrancaron de su virgen lecho!
+¡Y no contentos con robar su dicha
+hasta su tumba les robaron luego!
+Cuando pasaba la inaudita escena
+bajo las altas bóvedas del templo,
+sobre el verde balcón de un edificio
+un hombre se mostraba satisfecho.
+Tal es, Dolores, la terrible historia
+que hoy registramos en mi patrio suelo,
+y ella es apenas el primer preludio
+de la tormenta que nos guarda el tiempo.
+Me cuentan que del Funza
+las temblorosas aguas
+se mueven entre lechos
+de temblorosas gramas;
+que sus ruidosas olas
+así calladas bajan…
+Y luego como furias
+revueltas y apiñadas
+se lanzan al abismo
+del hondo Tequendama;
+y suben los vapores
+y toldan la cascada;
+y se oyen entre el seno
+del monstruo de las aguas
+hirviendo y resonando
+las olas reventadas.
+***
+Y tiende el arco iris
+sus caprichosas fajas,
+orlando el níveo manto
+del viejo Tequendama.
+¡Oh Salto! Aquí en Antioquia
+entre ásperas montañas
+hay un rival oculto
+que desafía tus aguas;
+el blanco Guadalupe
+desde una cumbre salta,
+y rompe en el espacio
+sus espumosas mangas;
+y vuela hasta un abismo
+y desde allí se lanza
+y entre otro abismo cae
+y vuelve y se levanta;
+y en un bramido eterno
+por una eterna falda
+revienta los tropeles
+de sus chorreras blancas.
+***
+En apacibles tardes
+cuando la selva calla,
+y el caminante a solas
+a contemplarlo para:
+el viejo Guadalupe,
+señor de la montaña,
+derrama por los vientos
+su tronamenta de agua.
+ La historia de otra tarde.
+En otro álbum
+Vengo, señora, en tu precioso libro
+a derramar mi corazón entero,
+porque es la historia de mi amor primero
+la que pretendo referirte yo.
+Hoja nacida en mi primer ensueño,
+flor cultivada en mi primer ventura,
+pluma de cisne a quien la suerte dura
+de su ala blanca sin piedad quitó.
+Tú debieras vivir en mi memoria,
+como la niña entre su virgen cuna,
+y no al fiero vaivén de la fortuna
+salir al mundo a perecer, tal vez.
+Pero quiero arrancarte de mi pecho,
+preciosísima página escondida,
+y que vueles cual hoja desprendida
+que robaron los vientos al ciprés.
+Era una tarde de diciembre. Triste
+y en el Ocaso se ocultaba el día,
+la luna en el Oriente aparecía:
+ella estaba paseando en su jardín.
+La vi, me vio…, y desde aquel instante
+yo no he visto otros ojos como aquellos,
+ni otros labios de púrpura más bellos,
+yo no vi una mujer, vi un serafín.
+Yo iba marchando descarriado y solo
+pensativo y extraño peregrino
+y apareció esa luz en mi camino
+y esparció sobre mí su resplandor:
+«¡Es Ella! ¡Es Ella!», el corazón me dijo,
+y yo seguí sus solitarios pasos,
+y abrí mi corazón y abrí mis brazos,
+y empapé mi existencia en su fulgor.
+Más pura que el crepúsculo del día
+cuando las selvas y los campos dora,
+como la gota de ámbar que la aurora
+vierte en el cáliz de la virgen flor;
+más preciosa que el sol de la Esperanza,
+más bella que la antorcha de la noche,
+más que la yedra al entreabrir su broche,
+más que la rosa al despedir su olor.
+Que Ella tiene del niño la inocencia,
+y Ella tiene del ángel la hermosura,
+porque Ella es tierna, candorosa y pura
+como el niño y el ángel al dormir.
+Son sus ojos dos rayos de alegría
+y ellos no saben que los amo y quiero,
+y ellos no saben que por ellos muero,
+y no saben que son mi porvenir.
+Dos botones de rosa son sus labios,
+son sus mejillas de clavel y grana,
+su mirada el albor de la mañana,
+y su frente de virgen un jazmín.
+Tiene la timidez de la gacela,
+la pureza y candor de la paloma;
+cuando entreabre sus labios hay aroma
+porque brota el aliento de un jardín.
+Si el alba tiende entre las blancas nubes
+su virgen manto de coral y rosa
+es porque roba a su mejilla hermosa
+púrpura y nácar, virginal color;
+si tras la larga y silenciosa noche
+despierta el sol en el rosado oriente,
+es por beber de su mirada ardiente
+rayos y luz y lampos y fulgor.
+Cuando me han abrasado sus miradas,
+y he bebido en sus ojos mi consuelo,
+yo he creído mil veces que del cielo
+el ángel de la luz se desertó;
+que vino al mundo a iluminar la tierra,
+a regar en los campos la alegría;
+de un caos a animar la losa fría,
+la yerta losa do mi amor nació.
+Es un hermoso relicario su alma,
+es un foco de luz su pensamiento,
+es un canto del Génesis su acento,
+y el arpa de David, esa es su voz.
+Y yo adoro en silencio esa hermosura
+y tiemblo siempre cuando quiero hablarle,
+porque he creído que mi amor contarle
+es ofender un ángel de mi Dios.
+Pero si es cierto que a los ojos sale
+del alma triste la secreta historia,
+Ella debe saberse de memoria
+las hojas de mi amante corazón;
+Ella debe saber que la idolatro,
+que es de mi noche la brillante luna,
+que es mi amor, mi esperanza, mi fortuna,
+mi fe, mi porvenir, mi religión.
+Y nada importa que mi amor ignore,
+con haberla encontrado estoy contento,
+y soy feliz con escuchar su acento,
+y soy feliz con profesarle amor.
+Suspendida de mi alma está su imagen
+y brilla allí dentro del pecho mío
+como brilla la gota de rocío
+sobre la mustia y olvidada flor.
+Ella le da vigor a mi existencia,
+y amor al corazón y fuerza al alma,
+y hace que viva en apacible calma
+el tormentoso mar de mi pasión.
+¡Bendita flor de mi primer ventura!
+¡Rosa bendita de mi amor primero!
+Tú regaste de aromas mi sendero
+Yo te ofrezco un altar, ¡mi corazón!
+¡Una mujer…!, la estrella de los cielos;
+la virgen que embalsama los pesares,
+la perla más hermosa de los mares;
+la azucena más bella del vergel:
+la esperanza, la gloria, la grandeza,
+el porvenir, el todo, la fortuna…
+¡Una mujer…! la refulgente luna
+¡que alumbra de la noche la vejez!
+A veces es la tigre que rugiendo
+muerde feroz el pecho de su amante…
+le arranca el corazón y delirante
+lo lame divirtiéndose con él…
+La sierpe que lo envuelve en sus anillos
+haciéndolo penar… la fiera leona
+que el hogar de sus hijos abandona
+para seguir el rumbo del placer.
+Mas una virgen candorosa y bella,
+un ángel lleno de inmortal pureza,
+es para el hombre su única grandeza,
+su fortuna mayor, su mayor bien.
+Yo adoro a la mujer por sus virtudes;
+yo adoro a la mujer por su inocencia:
+la altivez, el orgullo, la opulencia,
+yo no busco jamás en la mujer.
+¡Fatalidad…! ¡Fatalidad impía…!
+Pasa la juventud, la vejez viene;
+y nuestro pie que nunca se detiene
+¡recto camina hacia la tumba fría!
+ESPRONCEDA
+¡Pasó la luz de mi querida infancia!
+¡Murió mi padre y la esperanza mía!
+¿Todo pasa en el mundo? ¡Todo!, ¡todo!
+¡Fatalidad…! ¡Fatalidad impía…!
+El beso de una madre en nuestra cuna
+los sueños infantiles entretiene…,
+mas, ¡ay!, que al fin nuestra niñez se acaba,
+pasa la juventud, la vejez viene…
+Cuando gozamos la suprema dicha
+que al corazón en la ilusión mantiene,
+quisiera el hombre suspender su marcha
+¡y nuestro pie que nunca se detiene!
+Es que el Destino con su voz de hielo
+«¡Pasad! nos dice, ¡a la vejez sombría!».
+Y empuja al mundo porque el mundo todo
+recto camina hacia la tumba fría…
+ÉL
+Amémonos los dos, amiga mía,
+unamos mi tristeza y tu alegría,
+juntemos tu placer con mi dolor.
+ELLA
+Amémonos los dos, soñado mío,
+como se aman las flores y el rocío,
+como se aman los ángeles de Dios.
+ÉL
+Dame, pues, una prueba de ternura,
+un algo parecido a la ventura,
+un algo que me llene el corazón.
+ELLA
+Daré para tu frente de poeta
+mil coronas de mirto y de violeta,
+y encerraré un suspiro en cada flor.
+ÉL
+Es que toda corona tiene espinas,
+y en las flores más frescas y divinas
+algún insecto el céfiro guardó.
+ELLA
+Te daré una sonrisa apasionada,
+te daré una dulcísima mirada
+donde brille el incendio de mi amor.
+ÉL
+Hay sonrisas que encierran la falsía;
+hay miradas, también, amada mía,
+que guardan un abismo de dolor.
+ELLA
+—¿Qué quieres, pues, para quedar saciado?
+Yo tengo aquí mi corazón guardado;
+¿quieres darle tu pecho por prisión?
+ÉL
+—Quiero algo más que el corazón, señora,
+quiero ver en tus ojos una aurora
+que brille con eterno resplandor.
+quiero de tu alma virginal rocío.
+—¿Una lágrima quieres? —Sí, bien mío,
+esa es la aurora que apetezco yo.
+ A |
nita, si me amas si la suerte |
|
+ N |
unca puede alejarnos a los dos… |
|
+¡A |
h!…, si nacimos para amarnos siempre, |
|
+ J |
untos sigamos al altar de Dios. |
+ O |
scuro puede ser nuestro camino… |
|
+ A |
tu lado yo siempre marcharé; |
|
+¿Q |
ué nos puede aterrar, ¡ángel querido! |
|
+ U |
niendo mi Esperanza con tu Fe? |
+ I |
mposible, Natai, que aquí la suerte |
|
+ N |
os señale la senda del dolor! |
|
+¡A |
h! Si nacimos para amarnos siempre |
|
+¡O |
tro rumbo merece nuestro amor! |
+ C |
olocada en la rosa de tus labios |
|
+ H |
oy la suerte se encuentra para mí… |
|
+ O |
h!…, si merezco tu preciosa mano |
|
+ A |
dorada Natai, pronuncia un sí. |
+En su día
+Remecieron, Natai, tu bella cuna
+las dulces brisas del florido abril:
+¡Bendito aquel instante en que a la vida
+tú apareciste para ser feliz!
+Niña inocente, mariposa de oro
+que volaste del mundo en el jardín,
+¿Por qué cuando naciste no buscaste
+la dulce cuna donde yo nací?
+¿Por qué no fuiste a mi paterna casa
+preciosísimo y tierno serafín?
+¿Por qué no fuiste a anticipar mi dicha
+y hacerme desde entonces más feliz?
+¡Cuántos besos mi madre hubiera dado
+en tu cándida frente de jazmín!
+¡Cuán dichosa mi infancia hubiera sido
+caminando en el mundo junto a ti!
+Diez y ocho primaveras que han bordado
+tu camino en la senda del vivir,
+diez y ocho siglos de constante dicha
+hubieran sido, mi Natai, así.
+Remecieron, Natai, mi dulce cuna
+también las auras del risueño abril.
+¡Dichoso aquel instante en que a la vida
+yo abrí los ojos para ser feliz!
+Niño inocente, ruiseñor sin alas,
+que del mundo salté sobre el pensil,
+¿por qué no vine a visitar tu cuna
+y a quererte y amarte desde allí?
+¿Por qué no vine a tu paterna casa
+preciosísimo y dulce serafín?
+¿Por qué no vine a anticipar mi dicha
+para ser desde entonces más feliz?
+¡Cuántos besos, también, tu dulce madre
+hubiera derramado en mi vivir!
+¡Qué dichosa mi infancia hubiera sido
+si me vienes amando desde allí!
+Cinco lustros y un año que he contado
+caminando en la senda del sufrir,
+convertidos en ratos de alegría
+los hubiera pasado junto a ti.
+Si tú no fuiste a mi paterna casa,
+si a tu casa tampoco vine yo,
+Dios que me crió para adorarte siempre,
+el camino, más tarde, me enseñó:
+Te vi, me viste, te adoré, me amaste…
+¡Bendita sea la hora en que te vi!,
+¡y bendito también aquel instante
+en que me amaste y te adoré yo a ti!
+ (Fragmento)
+Es un ancho cañón de hermosa tierra
+agradable, animado, pintoresco;
+es un valle espacioso, alegre y dulce
+y colgado, cual cuna, de dos cerros;
+Por su sólida base, murmurando
+pasa un río con ondas, dulce, lento.
+Y resbala entre rollos de verdura
+como sierpe arrugada sobre el suelo.
+Hay llanuras inmensas en el valle,
+y del río a los lados, aunque lejos,
+como un hombre con niños en un campo
+un rey-pueblo se ve con otros pueblos:
+Tiene grandes y hermosos edificios;
+tiene torres y cúpulas y templos;
+y es ciudad populosa…, y tiene quintas
+y enlutados y tristes cementerios.
+En su plaza empedrada hay una pila,
+y es de fino metal con cerco negro,
+y por muchas gargantas brota el agua
+que se agita saltando entre su seno
+y a su pie con las alas entreabiertas
+cuatro buitres marinos hay suspensos.
+Y en su plaza rodeada de balcones
+se levanta la cúpula de un templo;
+cuando el sol en oriente se despierta
+y sacude en la cumbre sus cabellos,
+de su torre elevada, cual fantasma,
+una pálida sombra cae lejos.
+Y hay ministros que tocan las campanas
+pero el pueblo no atiende a sus acentos…
+y las hojas del templo están cerradas,
+sus ministros están en los desiertos.
+Y hay deleite y hay pompa y hay orgullo
+y hay…, ¡todo lo que es malo!, en ese suelo.
+Y sus calles son rectas y empedradas;
+y es un plano inclinado su terreno;
+y entre oriente, y oeste, y sur, y norte,
+fijó altivo su círculo ese pueblo.
+Y de oriente a occidente se desliza
+una hermosa quebrada, por su centro;
+bellas quintas adornan sus costados,
+y hay dos calles también en sus extremos.
+Y hay mujeres lavando en sus orillas;
+y hay cipreses llorones junto a ceibas;
+y hay tres puentes que sirven como calles
+para andar libremente sobre el suelo;
+y es el puente de arriba de madera
+parado sobre piedras y con techo;
+y es de tablas, de cal y de ladrillo,
+y con negras barandas, el del medio;
+Pero el puente de abajo forma un arco
+empedrado, y es ancho en sus extremos,
+y es el triste camino por do siguen
+los que van de la plaza al cementerio…
+Hay dos anchos y largos camellones
+del lugar a los lados, pero opuestos;
+el del sur es un niño, alegre y dulce,
+y el del norte es un hombre triste y viejo;
+Por la calle que está junto a una quinta
+con vidrieras y flores se va al nuevo;
+por el arco do pasan los difuntos
+al seguir a la tumba, se va el viejo.
+Hay también hacia el sur, entre malezas,
+un antiguo y oscuro cementerio,
+a do van los humildes y los pobres
+a guardar en la tierra humildes huesos…
+A la parte del norte, entre obeliscos,
+entre tumbas de mármol, y entre hierro,
+entre aromas y lápidas y flores,
+hay un campo también para los muertos;
+pero allí a los humildes y a los pobres
+no les dejan llevar sus blancos huesos,
+que los huesos zunchados con metales
+sólo tienen cabida en ese suelo…
+Es materia nadando entre gusanos
+lo que encierra un humilde cementerio;
+y gusanos nadando entre materia
+lo que encierran los grandes mausoleos:
+El espíritu rompe las cadenas
+cuando llega la muerte y alza el velo,
+y su nido de carne, abandonado,
+es del rico o del pobre un esqueleto.
+Entra el pobre a los cielos como el rico;
+para el rico y el pobre hay un infierno;
+y la pompa de un rey y unos harapos
+se distinguen aquí, mas no en el cielo.
+[…]
+Es ya de noche; las espesas sombras
+cubren la tierra y el azul del cielo;
+duerme la brisa entre las tiernas flores;
+el ave duerme entre su nido tierno.
+Naturaleza destempló su lira;
+todo ha quedado entre mortal silencio;
+de rato en rato en el extenso valle
+solo se escucha pasajero acento.
+No hay una luz que en el espacio brille;
+no hay una estrella que ilumine el cielo.
+Ruedan las aguas por su viejo cauce,
+ruedan y van a donde marcha el tiempo.
+Así también las esperanzas dulces
+que se deslizan en amantes pechos
+ruedan y van a donde van las aguas
+¡ay…!, del olvido al inmortal silencio.
+En medio de tinieblas, fatigados
+de hambre, de sed y de cansancio llenos,
+por el frío arenal de Santa Rosa
+los soldados del norte van siguiendo:
+Muchos van a abrazar sus dulces hijos;
+muchos van a sentir amantes besos;
+pero nunca creáis que esas caricias
+les harán olvidar su patrio afecto:
+Llegarán a sus casas como siempre,
+con tristeza y placer verán sus lechos;
+pero irán desfilando unos tras otros,
+y…, adiós dirán a sus afectos tiernos.
+Es que la suerte de la pobre Antioquia
+va encerrada en el fondo de sus pechos;
+y ellos quieren mirarla esclava o libre
+al ruido de la pólvora y del hierro.
+Es un pueblo situado en una falda,
+como un bello paisaje sobre un lienzo,
+a su pie se desliza un manso río,
+su cabeza la ampara un alto cerro;
+en su plaza enyerbada hay una pila,
+pero el agua no brota por sus huecos…,
+y es de cal y ladrillo su cercado,
+y de cal y ladrillo tiene el centro,
+y arrimados a ella, sólo hay niños
+que retozan saltando sobre el suelo.
+Sobre un bello altozano está sentado
+como el rey de esa tierra un alto templo;
+cuando el sol en oriente abre sus puertas,
+y sacude en las cumbres sus cabellos,
+de su torre elevada, cual fantasma,
+una pálida sombra cae lejos.
+Son sus calles pendientes y empedradas,
+largas, anchas, con yerba en sus extremos;
+son sus casas pajizas a los lados
+y de teja sus casas en el centro:
+en sus patios aseados hay jardines
+y arbolitos sembrados con esmero.
+No hay cipreses allí junto a las tumbas;
+y ese suelo no es tierra que da ceibos;
+y rodeado de yerba, siempre verde,
+vive el círculo extenso de ese pueblo.
+Y hay también entre yerbas y malezas
+dos humildes y tristes cementerios,
+y del rico y del pobre se confunden,
+en su tierra glacial, los blancos huesos.
+Sus ministros funcionan en la selva
+y las oyen los hijos de ese pueblo…,
+y las puertas del templo están cerradas
+pero hay dios a la sombra de los cedros.
+Y en su iglesia también hay una Virgen
+a quien llaman: la virgen de los cielos.
+Sus mujeres son dulces, laboriosas;
+sus varones son fuertes y guerreros;
+son sus niños robustos y agraciados,
+y sus niñas son ángeles del cielo;
+sus mujeres socorren a los pobres;
+sus varones perdonan a los necios;
+y entre todos protegen al extraño
+que se acerca a sus puertas sin consuelo.
+Voy a decirte la verdad, Assunta
+porque odio y aborrezco la mentira;
+no te puedo cantar, no tengo lira;
+tengo un tiple…, con él te cantaré.
+No tengo lira pero tengo un alma
+que admira con furor a todo genio…,
+no vuelvas a cantar en el proscenio
+porque el tiple en las piedras romperé.
+Van saliendo las notas de tu pecho
+y nadando en tu pálida garganta
+como salen y nadan… ¡No!, me espanta
+mi modo de pensar…, así no es.
+Al salir de tu boca van subiendo
+y llenando el espacio de armonía
+como suben y llenan…, ¡qué manía!
+Iba, Assunta, a decirte otra sandez.
+¿No has oído la queja solitaria
+que levanta la tórtola en su nido?
+Pues así de tu voz… ¡Otro descuido!
+¡Oh!, ¡qué musa!, ¡qué tiple!, ¡qué animal!
+El turpial y la mirla y el canario
+cuando cantan del monte en la espesura:
+iba, Assunta, a decirte otra locura
+¡qué canario!, ¡qué mirla!, ¡qué turpial!
+Voy a decirte la verdad, Assunta,
+porque odio y aborrezco la mentira:
+ya te puedo cantar –ya tengo lira;
+mi tiple se rompió… Cantemos pues:
+van saliendo las notas de tu pecho.
+Y nadando en tu pálida garganta
+como esas mismas que tu voz levanta
+y que salen detrás y van después.
+Dejaste el suelo de tu dulce Italia
+y tierra de Colón pisaste un día;
+empezaste a cantar; y esa armonía
+de músicas pobló nuestro jardín.
+Muchos dicen aquí que ese tu canto
+es idéntico al canto de un arcángel,
+si cantaras, Assunta, como el ángel
+no estuvieras cantando en Medellín.
+Ese canto de luz que entre perfumes
+alzan todos los ángeles del cielo
+se levanta y se va de vuelo en vuelo
+y no baja al abismo terrenal.
+Pero si hay en el mundo otra armonía
+que remeda el cantar de los querubes,
+yo te juro que, abajo de las nubes
+es tu armónico acento el más ideal.
+En la tumba de mi querido amigo Luis María Gaviria
+Traigo una lira destemplada, triste
+y enlutada con ramas de ciprés,
+porque la lira que en el alma llevo
+velada está por el dolor también…
+¡Solitario recinto de los muertos!
+¡Depósito del llanto y del dolor!
+Sobre las hojas de tu seca yerba
+viene a llorar mi triste corazón.
+Que el manso lago de mis pobres lágrimas
+sereno estaba en mi existencia ayer:
+el viento de la muerte lo ha agitado
+y es preciso llorar…, lloremos pues.
+Lloremos pues…, y el obstruido cauce
+por do corrió mi llanto en la niñez
+vuélvase a abrir, que necesito espacio
+para dejar mis lágrimas correr.
+¡Qué pronto te perdí mi dulce amigo…!
+Te conocí para decirte adiós…
+Te conocí para enlutar mi vida…
+¡Te conocí para llorarte yo…!
+Como se enlazan dos amantes yedras
+al trepar por un áspero peñol,
+así tu vida se enlazó a la mía…
+Tu corazón se unió a mi corazón.
+Tú eras el compañero de mi viaje
+y hoy me abandonas para siempre ya;
+cuando una yedra se marchita y muere
+triste sigue la otra en soledad.
+¡Sí…! —De la vida en el desierto helado
+como el huérfano triste seguiré,
+regando siempre mi mortal camino
+con lágrimas y ramas de ciprés.
+¡Ay…! Tú no sabes cuánto sufre mi alma
+y padece mi triste corazón
+al estrechar tu mano entre la mía
+para decirte un eternal ¡adiós!
+¡Nadie puede sufrir como yo sufro;
+nadie puede llorar cual lloro yo,
+nadie puede sentir lo que yo siento
+en la noche glacial de mi dolor!
+Fue que el pesar cual nube tempestuosa
+derramó su tormenta entre mi ser
+y deshojó con su constante lluvia
+en mi pecho las flores del placer.
+Por eso mi alma vacilante brilla
+en el centro de tanta oscuridad,
+como brilla una luz pálida y triste
+que, entre las sombras, a apagarse va…
+Adiós, amigo… ¡En mi enlutada lira
+la triste nota del dolor sonó!
+Y en el lento vibrar de cada cuerda
+se oyó el acento de mi eterno adiós.
+Quédate en paz… Desde la oscura selva
+donde levanto mis lamentos yo,
+te daré mis humildes oraciones
+como te doy mi moribundo adiós.
+Tú habitas cerca del precioso trono
+de esa pastora que en Belén vivió.
+Ruega allá por tus deudos, por tu patria
+por tu amigo infeliz… ¡Adiós…! ¡Adiós…!
+¡Descansa en paz…, mientras que yo con lágrimas
+humedezco tu losa sepulcral…!
+Descansa en paz en tu mortuorio lecho…,
+y en el seno de Dios ¡descansa en paz!
+A mi amigo Jesús María Mejía T.
+He tenido horas tristes … … …
+y placenteras horas, … … …
+por eso son mis versos … … …
+«Crepúsculos y auroras»… … …
+Junto a la humilde tumba de mi padre
+triste plegaria levantaste un día;
+con alegres canciones arrullaste
+la blanca cuna de mi dulce Emilia.
+Triste estaba la luz, triste la sombra:
+desierto el panteón…, triste la tarde;
+mis lágrimas corrieron silenciosas
+junto a la humilde tumba de mi padre.
+Como arrullo de tórtola doliente;
+como el canto del cisne cuando expira,
+tú, Jesús, en el campo de la muerte
+triste plegaria levantaste un día.
+Dos años vi pasar…, ¡cuánta amargura!
+Dios calmó mi dolor dándome un ángel;
+otro ángel vino…, su oscilante cuna
+con alegres canciones arrullaste.
+Se alza el alba en las sombras de la noche,
+entre sombras y luz va nuestra vida;
+tras el sepulcro de mi padre alzóse
+la blanca cuna de mi dulce Emilia.
+Canta triste, turpial, el sol se oculta…
+Canta alegre, turpial, asoma el día…
+Cantor de los sepulcros y las cunas,
+¡Dios te pague las notas de tu lira!
+Las hojas de mi selva
+son amarillas
+y verdes y rosadas
+¡Qué hojas tan lindas!
+Querida esposa
+¿Quieres que te haga un lecho
+de aquellas hojas?
+De bejucos y musgos
+y batatillas
+formaremos la cuna
+de nuestra Emilia.
+Cunita humilde
+remecida a dos manos
+al aire libre.
+De palmera en palmera
+las mirlas cantan
+los arroyos murmuran
+entre las gramas
+¡Dulce hija mía!
+duerme siempre al concierto
+de aguas y mirlas.
+Gallinetas reales
+de canto dulce
+guardan en la hojarasca
+huevos azules,
+perlas del bosque
+que lleva a sus altares
+la gente pobre.
+Los altivos monarcas
+en sus palacios
+con diamantes adornan
+los mismos cuadros.
+Hija, ¡sé libre!
+busca siempre la choza
+del hombre humilde.
+En mi selva penetran
+del sol los rayos,
+mariposas azules
+pasan volando,
+sobre sus alas
+brilla el blanco rocío
+de la mañana.
+Siete-cueros, uvitos
+y amarrabollos
+de botones y flores
+visten sus copos;
+de ramo en ramo
+los cupidos al aire
+vuelan libando.
+Por angostos caminos
+de tierra y hojas
+pasan negras hormigas
+unas tras otras,
+Para sus casas
+llevan verdes hojitas
+en sus espaldas.
+Sobre campos de flores
+revolotean
+susurrando apacibles
+rubias abejas,
+miel exquisita
+en el hueco de un árbol
+todas fabrican.
+Entre dragos y dragos,
+chilcos y chilcos
+las arañas pasando
+tienden sus hilos;
+fábricas nuevas…
+Maquinistas de Europa,
+¡Venid a verlas!
+Entre cedros y robles
+de verdes copas
+el yarumo levanta
+sus blancas hojas:
+patriarca anciano
+que en trono de esmeraldas
+vive sentado.
+En los troncos añosos
+abren las yedras
+sus rosados capullos
+llenos de esencia.
+Junto al arroyo
+el Caunce se engalana
+con flores de oro.
+Adorno de los campos,
+flores humildes
+que nacéis en mi selva
+solas y libres:
+la noche os riega,
+el sol os ilumina,
+nutre y calienta.
+Oasis escondidos
+bajo las palmas,
+olorosos jardines
+de mis montañas,
+para mi esposa,
+para mi dulce Emilia,
+tejed coronas.
+En las frentes altivas
+de las Cleopatras
+resaltan sobre el oro
+las esmeraldas.
+Hija — ¡sé buena!
+busca siempre las flores
+que hay en mi selva…
+Parados en un alto, silenciosos,
+al perro en la llanura contemplaban.
+Ya el caserío de la alegre aldea
+con los rayos del sol se iluminaba.
+Iba el perro al galope por la vega,
+lampeando la oreja suelta y larga,
+meneando la cola a cada lado
+y el hocico besando la sabana.
+Estaba la venada entre la roza
+en un batatillal comiendo ramas;
+asustado, redondo y triste el ojo,
+fija y atenta la orejita parda.
+Al llegar a la roza latió el perro,
+latió después cuando saltó la chamba…
+De repente dio tristes alaridos
+y a los vuelos partió la ágil venada.
+Salieron de la roza. Van corriendo.
+Ya cruzaron el plan. Suben la falda.
+Ya la venada coronó la altura.
+El perro por el rastro late y salta.
+Se perdieron; ¡adiós! ya nada se oye…
+¡Oíd! El perro en el rastrojo ladra.
+Vamos, vamos al río en un momento
+y esperemos que bajen a la playa…
+A sombrero quitado y dando brincos
+iban los dos por la espaciosa manga;
+como lluvia de perlas el granizo
+caía, saltando entre las verdes gramas.
+Van corriendo las ondas, van corriendo;
+nadan las flores en las turbias aguas:
+así van por el cauce de la vida
+nadando en el dolor las esperanzas.
+Lento sigue su curso el manso río
+y de repente se descuelga y brama:
+sigue así el corazón hasta que llega
+donde el delito lo sacude y lanza.
+Preparad la escopeta. ¡Vedla! ¡Vedla!
+Con el rabo parado corre y salta.
+Ved al perro también desde la altura.
+Como rayos descienden por la falda.
+Entraron a la roza. Ya salieron.
+Ya dejaron el plan. Ya va cansada.
+Suben. Bajan. Voltean. ¡Qué demonios!
+Ya el pobre perro fatigado ladra.
+Se perdieron ¡adiós! Ya nada se oye…
+¡Oíd!, el toque de oración nos llama
+dijeron; y los dos armas al hombro,
+siguieron entre sombras a sus casas.
+Les refirió después un campesino
+que al seguir al trabajo, una mañana,
+en la vega del río, un blanco perro
+estaba devorando una venada.
+Carne hubieran comido si constantes
+Se quedan esa noche allá en la playa.
+¡Cuántas veces el fruto del trabajo
+Se sazona al calor de la constancia!
+A mi apreciado amigo, Dr. Gregorio Gutiérrez González
+Infancia, juventud, tiempos tranquilos,
+visiones de placer – sueños de amor…
+heredad de mis padres – hondo río,
+casita blanca y esperanza…, ¡adiós!
+G.G.G.
+El que sentado en el ajeno bosque
+ve blanquear de su niñez el nido,
+si todo lo perdió…, justo es que llore
+infancia, juventud, tiempos tranquilos.
+Si tiene su esperanza en una Julia,
+y tiene en unos hijos su ilusión,
+¿para qué lamentar con amargura
+visiones de placer, sueños de amor?
+Cuando la suerte le arrebata al bardo
+aguas y bosques del hogar nativo,
+bien hace el bardo en repetir llorando:
+Heredad de mis padres, hondo río…
+Tú perdiste tu hogar cantor del Aures,
+en Julia la esperanza te quedó…
+no digas, pues, al lamentar tus valles
+Casita blanca y esperanza…, ¡adiós!
+ (Canción, para Pedro)
+Ella está junto a mí, yo junto a ella,
+la hermosa playa a nuestros pies está;
+sobre su alfombra de sabana verde
+mi dulce Ilduara gateando va.
+Pasa un arroyo murmurando limpio,
+y turbio y bramador baja el Nechí;
+amarrabollos de rosadas copas
+dan sombra al río y al arroyo allí.
+En esas tardes en que el sol se pone
+despidiendo amarillo resplandor,
+yo con Rosinda y con mi tierna hija
+voy a la playa de mi dulce amor.
+Allí los tres en inocentes juegos
+vemos la noche que bajando va;
+y no envidiamos la ventura ajena
+porque la dicha en nuestra playa está.
+Es la mañana luz de ventura;
+el mediodía, fuego de amor;
+la tarde, ocaso de la ternura;
+la noche, luto del corazón.
+Fue tu sonrisa la aurora mía;
+fue tu mirada, mi ardiente sol;
+¡No tenga tarde nuestra alegría!
+¡No tenga noche nuestra pasión!
+Pasó la aurora con su frescura,
+el medio día con su esplendor;
+llega la tarde con su tristura,
+la fría noche con su crespón.
+¡No pases nunca, sonrisa mía!
+¡No pases nunca, fuego de amor!
+Tarde, ¡no llegues con tu agonía!
+Noche, no enlutes tanta ilusión.
+Cerca de un puente y a orillas
+de cristalina quebrada
+abriendo al viento los brazos
+su airosa copa levanta.
+La luna que en «Pandeazúcar»
+asoma redonda y clara,
+llena su verde ramaje
+de resplandores de plata.
+Los vientos de linda noche
+sollozan entre sus ramas,
+como los niños mimados
+que entran gimiendo a sus casas.
+Suelta la noche en sus hojas
+su llanto de gotas blancas…
+Que la noche también llora
+en este valle de lágrimas.
+¡Oh!, Ceiba, yo sé la historia
+de tu existencia temprana.
+Yo vi cuando te trajeron
+de los playones del Cauca.
+Te conocí cuando niña,
+creciendo a orillas del agua.
+No es esta la misma noche
+que daba sombra a tu infancia;
+ni estos los vientos alegres
+de tus alegres montañas;
+ni aquella luna que alumbra
+es ¡ay! tu luna caucana.
+Tal vez tú como el proscrito
+que gime en tierras extrañas,
+recuerdas las dulces brisas
+de tus colinas lejanas;
+por eso a veces sin jugo
+se van dorando tus ramas,
+y amarillas van cayendo
+tus hojas sobre la playa.
+Así de los tristes ojos
+del proscrito se derraman
+gotas de llanto que caen
+en clima extraño regadas.
+Bien haces en despojarte
+de tus adornos y galas,
+si como el pobre proscrito
+te acuerdas ¡ay! de la patria.
+Pero no, Ceiba: prosigue
+tu copa abriendo galana
+y desplegando en el aire
+tus banderas de esmeralda.
+Es cierto que te arrancaron
+de las riberas del Cauca;
+pero del Cauca que riega
+las antioqueñas sabanas;
+es cierto que allá dejaste
+cielo, vegas, aves, auras;
+pero aquí todo lo tienes…
+A Medellín, ¿qué le falta?
+Aquí hay céfiros que arrullan,
+aquí hay turpiales que cantan,
+cielo azul y vegas verdes
+entapizadas de grama,
+y aquella tierra y la tierra
+en que hoy airosa levantas,
+es tierra toda de Antioquia
+y Antioquia toda es tu Patria.
+Por eso, Ceiba, prosigue
+tu copa abriendo galana
+y desplegando en el aire
+tus banderas de esmeralda.
+Por las venas de tu tronco
+discurra constante savia
+que brote en rubios renuevos
+al desvestirse tus ramas.
+A todo el que pase andando
+sobre la arena tostada,
+tu manto de estrella verdes
+le de abrigo y sombra grata.
+La aurora a ti sus sonrisas,
+el sol sus rubias miradas
+y el arrebol de la tarde
+su lampo de oro y de grana.
+Pero, Ceiba…, ¡no te engrías!
+Que el tiempo que te levanta,
+de verte tan orgullosa
+se puede cansar mañana.
+Y, ¡ay!, de tu tronco redondo
+y, ¡ay!, de tu copa elevada,
+si el Tiempo llega a enojarse
+y de elevarte se cansa.
+Se irán secando tus hojas
+y cayendo desgajadas
+como en el pecho del hombre
+las últimas esperanzas.
+Como doblega la muerte
+los brazos de enferma anciana,
+así la mano del Tiempo
+irá encorvando tus ramas.
+A tierra vendrá tu tronco
+falto de apoyo y de savia,
+como el exánime cuerpo
+que cae al faltarle el alma.
+Entonces los raudos vientos
+que de «Santa Helena» bajan
+barrerán el leve polvo
+de tu existencia acabada.
+Tu ataúd será el vacío,
+la luz, tu blanca mortaja,
+y el campo de tu sepulcro
+las antioqueñas montañas.
+Nací sobre una montaña:
+mi dulce madre me cuenta
+que el sol alumbró mi cuna
+sobre una pelada sierra.
+Nací libre como el viento
+de las selvas antioqueñas;
+como el cóndor de los Andes,
+que de monte en monte vuela.
+Pichón de águila que nace
+sobre el pico de una peña
+siempre le gustan las cumbres
+donde los vientos refrescan.
+Amo al sol porque anda libre
+sobre la azulada esfera,
+al huracán porque silba
+con libertad en las selvas.
+El hacha que mis mayores
+me dejaron por herencia,
+la quiero porque a sus golpes
+libres acentos resuenan.
&nbnbsp;
+Forjen déspotas tiranos
+largas y rudas cadenas
+para el esclavo que humilde
+sus pies, de rodillas, besa.
+Yo que nací altivo y libre
+sobre una sierra antioqueña
+llevo el hierro entre las manos
+porque en el cuello me pesa.
+Cuando desciendo hasta el valle
+y oigo tocar la corneta,
+subo a las altas montañas
+a dar el grito de ¡alerta!
+Muchachos les digo a todos
+los vecinos de las selvas,
+la corneta está sonando…
+¡Tiranos hay en la tierra!
+Mis compañeros, alegres,
+el hacha en el monte dejan
+para empuñar en sus manos
+la lanza que al sol platea.
+Con el morral a la espalda
+cruzamos llanos y cuestas,
+y atravesamos montañas
+y anchos ríos y altas sierras,
+y cuando al fin divisamos,
+allá en la llanura extensa,
+las toldas del enemigo,
+que entre humo y gente blanquean,
+volamos como huracanes
+regados sobre la tierra,
+y, ¡ay del que espera el empuje
+de nuestras lanzas revueltas!
+Perdonamos al rendido
+porque también hay nobleza
+en los bravos corazones
+que nutren las viejas selvas.
+Cuando volvemos triunfantes,
+las niñas de las aldeas
+ciñen coronas de flores
+a nuestras frentes serenas.
+A la luz de alegre tarde
+pálida, bronceada, fresca,
+de la montaña en la cima
+nuestras cabañas blanquean.
+Bajamos cantando al valle
+porque el corazón se alegra,
+porque siempre arranca gritos
+la vista de nuestra tierra.
+Es la oración: las campanas
+con golpe pausado suenan;
+con el morral a la espalda
+vamos subiendo la cuesta.
+Las brisas de las colinas
+bajan cargadas de esencia.
+La luna brilla redonda
+y el camino amarillea.
+Ladran alegres los perros
+detrás de las arboledas;
+el corazón oprimido
+de gozo, palpita y tiembla…
+Caminamos…, caminamos…
+Y blanquean…, y blanquean…
+Y se abren con rüido
+de las cabañas las puertas.
+Lágrimas, gritos, suspiros.
+Besos y sonrisas tiernas,
+entre apretados abrazos
+y entre emociones revientan.
+¡Oh Libertad que perfumas
+las montañas de mi tierra,
+deja que aspiren mis hijos
+tus olorosas esencias!
+A mis amigos J. M. y A. M.
+Joven aún entre las verdes ramas,
+de secas pajas fabricó su nido;
+la vio la noche calentar sus huevos,
+la vio la aurora acariciar sus hijos.
+Batió sus alas y cruzó el espacio,
+buscó alimento en los lejanos riscos,
+trajo de frutas la garganta llena
+y con arrullos despertó a sus hijos.
+El cazador la contempló dichosa…,
+¡Y sin embargo disparó su tiro!
+Ella, la pobre, en su agonía de muerte
+abrió las alas y cubrió a sus hijos.
+Toda la noche la pasó gimiendo
+su compañero en el laurel vecino;
+cuando la aurora apareció en el cielo
+bañó de perlas el hogar ya frío.
+Ya prisionero y maniatado y triste
+sobre la tierra quejumbroso brama
+el más hermoso de la fértil vega
+blanco novillo de tendidas astas.
+Llega el verdugo de cuchillo armado,
+el bruto ve con timidez el arma,
+rompe el acero palpitantes nervios:
+chorros de sangre la maleza esmaltan.
+Retira el hombre el musculoso brazo;
+el arma brilla purpurina y blanca;
+se queja el bruto, y forcejeando tiembla.
+El ojo enturbia…, y la existencia exhala.
+Remolineando por el aire, vuelan
+los negros guales de cabeza calva,
+fijan el ojo en el extenso llano
+y al matadero, desbandados, bajan.
+Brama escarbando el arrogante toro
+que oye la queja en la vecina pampa,
+y densas nubes de revuelto polvo
+tira en la piel de sus lustrosas ancas.
+Poblando el valle de bramidos tristes
+corre el ganado por las verdes faldas,
+huele la sangre…, y el olor a muerte
+quejas y gritos de dolor le arranca.
+Los brutos tienen corazón sensible,
+por eso lloran la común desgracia
+en ese clamoroso De profundis
+que todos ellos a los vientos lanzan.
+A mi amigo Julio Ferrer en la noche de sus bodas
+¡Dulce noche de amor, noche serena,
+vuestros pálidos astros encended!
+Hay dos ojos que brillan con tristeza.
+¡Alumbrad!, ¡alumbrad!, los quiero ver.
+Apoyada en mi brazo, amada mía,
+al campo del amor vas a seguir.
+¡Flores!, ¡flores!, guardad vuestras espinas,
+y aromas en los vientos esparcid.
+¡Dulce noche de amor, noche serena,
+vuestros pálidos astros apagad!
+Hay dos ojos que brillan con terneza…,
+a la luz o a la sombra los sé amar.
+Apoyada en tu brazo, amado mío,
+al campo del amor voy a seguir.
+¡Oh rosales!, guardad vuestras espinas,
+y aromas en los vientos esparcid.
+En la Posada de Malabrigo
+Están oscuros los horizontes.
+Por el oriente fúnebre, azul
+va despuntando, va despuntando
+la luz del alba, la blanca luz.
+Desvanecidas nubes de perla,
+oro y topacio, rosa y carmín,
+se van regando, se van regando
+sobre otras nubes de azul turquí.
+Ríos de grana; mares de fuego,
+desde la abierta bóveda azul,
+van derramando, van derramando
+sus caprichosos lampos de luz.
+Abre los ojos, esposa mía,
+mira la aurora, ya viene el sol…
+Tanta belleza, tanta alegría,
+dime, ¿qué es esto…? Cosas de Dios.
+En el álbum de la Sta. C. Emilia B.
+Sobre las blancas hojas
+de tu álbum bello
+voy, Emilia, a dejarte
+triste recuerdo;
+oye la historia
+de unas dos desgraciadas
+niñas hermosas:
+Eran Rubelia y Julia
+dos niñas tiernas
+y una mañana al campo
+salieron ellas,
+iban solitas;
+cuando solas no deben
+andar las niñas.
+Dicen que el campo estaba
+lleno de flores
+y que las niñas iban
+coge que coge,
+y entretenidas
+siguieron avanzando
+por las campiñas.
+Mariposas azules
+lacres y blancas
+más allá de un torrente
+revoloteaban;
+por la llanura
+tras ellas se alejaron
+Rubelia y Julia.
+De un bosque por la orilla
+según me cuentan,
+iban las mariposas
+vuela que vuela,
+y junto al bosque
+iban también las niñas
+corre que corre.
+Refieren que ese día
+bajó el torrente
+mojando con sus olas
+los campos verdes,
+y que en la orilla
+vio un pescador, llorando
+las pobres niñas.
+La noche por los campos
+tendió su velo
+y cobijó a las niñas
+con su silencio;
+el triste llanto
+poco a poco en las sombras
+se fue apagando.
+La luna que esa tarde
+salió tranquila
+dicen que por los valles
+tendió su vista,
+y que abrazadas
+vio a las niñas…, ya muertas
+sobre una playa.
+Esta sencilla historia
+que te refiero
+me la contó una tarde
+llorando, un viejo;
+Rubelia y Julia
+eran, según su llanto…,
+dos hijas suyas.
+El anciano era amigo
+de dar consejos,
+como son casi todos
+los hombres buenos.
+Yo estaba niño,
+recuerdo que al dejarlo
+su voz me dijo:
+También las ilusiones
+son mariposas,
+tras ellas van alegres
+las almas todas,
+y sin cogerlas
+se van…, como se fueron
+Julia y Rubelia.
+Cuando crece el torrente
+de las pasiones
+muchas almas se quedan
+llorando al borde,
+como en la oscura
+noche triste, quedaron
+Rubelia y Julia.
+¡Muy dichoso es el niño
+que bajo el ala
+de una madre amorosa
+sus años pasa!
+¡Dichoso el joven
+que no cruza el torrente
+de las pasiones!
+Esto dijo la boca
+del pobre anciano,
+él se fue por el valle
+siempre llorando;
+yo a la carrera
+fui a buscar las queridas
+maternas alas.
+No persigas, Emilia,
+las mariposas.
+Deja que por los campos
+se alejen solas,
+vive en tu casa
+siempre bajo las dulces
+maternas alas.
+A Gregorio Gutiérrez González, Basiliso Tirado y Antonio José Pérez
+Vedme vestido de enlutadas hojas
+como el ciprés del antioqueño hogar;
+ramo bendito de la selva añosa
+mi copo empieza a marchitarse ya.
+Turpial de las cabañas antioqueñas,
+perdí tres plumas cuando fui a volar;
+en el concierto de las santas quejas
+faltan tres notas a mi canto ya.
+Jazmín del huerto, mis jazmines caen…
+Roca, mis gotas destilando van…
+Negro cocuyo, mi fanal aún arde,
+pero tres rayos se apagaron ya.
+ (Canción)
+Recostados ayer sobre mi lecho
+yo comprimí tu pecho con mi pecho
+porque acercaste tu garganta a mí;
+jura que me amarás; tú me dijiste,
+lo juro, respondí, y entonces triste
+tú me besaste y yo te besé a ti.
+¡Ay!, al contacto de ese beso tierno
+yo sentíme quemar en un infierno,
+yo sentí reventar mi corazón;
+y al flotar tus cabellos en mi frente
+yo sentí rebramar como un torrente
+la negra tempestad de la pasión.
+Quiero jurar también porque te adoro
+eso tú me dijiste; y con tu lloro
+se empapó el juramento de los dos.
+Veleidosa mujer, me has olvidado
+y el juramento de tu amor sagrado
+olvidaste también, ¡adiós! ¡Adiós!
+Mas antes de partir oye mi canto:
+Yo te abomino y te desprecio tanto
+que de desdén me duele el corazón.
+Escúchame otra vez: yo te aborrezco
+y si este canto a mi pesar te ofrezco
+es para darte en él mi maldición.
+ (Canción)
+Se acercaron tus labios a mi frente
+y el perfume de un beso sentí yo;
+así derrama el ángel del ambiente
+su dulce beso en la marchita flor.
+Fuego, delirio, inspiración, tristeza,
+entusiasmo y amor, eso sentí;
+derramaste un mundo en mi cabeza,
+me hiciste olvidar mi porvenir.
+Dime otra vez que me idolatras tanto
+y vuélveme a besar, mujer por Dios:
+que en cada beso de tu labio santo
+siento una tempestad de inspiración.
+¡Aparta…!, no me beses, yo no quiero
+que se vaya a quemar tu corazón:
+es un infierno devorante y fiero
+lo que siento en mi pecho, ¡adiós!, ¡adiós!
+Qué desdicha, Dios mío, amarla tanto
+y tanto amor hundir en el silencio;
+adorar y callar cuando en el alma
+arde incesante celestial incendio.
+¡Oh!, si pudiera humilde, de rodillas
+mostrarle el corazón rasgando el pecho
+y pedirle por Dios, enajenado
+compasión, a lo menos, si no afecto.
+Si pudiera elevarla de la mano
+de mi pasión al solitario templo,
+y enseñarle el ciprés de mi desdicha
+sembrado en el altar de mi secreto.
+Pero ella nunca fijará sus ojos
+en la azucena de mi amor eterno,
+ni sus labios de rosa entre mis labios
+derramarán su perfumado beso.
+ (Canción)
+Siento pesar cuando se alejan tristes
+las verdes hojas que en el viento van;
+porque así mis queridas esperanzas
+se fueron, ¡ay!, ¿para volver?… ¡Jamás!
+Siento pesar cuando cantar escucho
+un blanco cisne sin aliento ya;
+porque así de mi amor el eco triste
+¡nació por ti!, ¿para morir?… ¡Jamás!
+ (Canción)
+¡Adiós mujer!, cuando la pobre tórtola
+su triste arrullo en soledad me dé,
+recordaré las apacibles sílabas
+que tu garganta modulaba ayer.
+¡Adiós!, ¡adiós!, recoge algunas lágrimas
+cuando tú quieras de placer llorar,
+y mándame ese llanto puro, angélico
+en la copa de un lirio virginal.
+ (Canción)
+Si acaso vuelas, Mariposa humilde,
+al dorado aposento de mi amada;
+si la hallas dulcemente dormitada
+no la despiertes, insensata, no.
+Pero no vayas a beber ansiosa
+de sus vírgenes labios el rocío,
+que todo ese ámbar, Mariposa, es mío
+y soy celoso hasta del aire yo.
+De sus mejillas en las frescas rosas
+o en la azucena de su pura frente
+nunca poses tu vuelo de repente
+porque despiertas mi preciosa hurí.
+Y son sus ojos como dos hogueras,
+con el brillo no más de sus miradas
+se quemarán tus alas perfumadas
+cual se quemó mi corazón allí.
+ (Canción)
+Cuando quieras cantar la Mariposa
+ven a mi selva y cantarás aquí;
+las bandadas de pájaros errantes
+se detendrán para escucharte a ti.
+Aquí en el hueco de la vieja encina
+donde tiene su nido el ruiseñor,
+oirás que canta la pequeña mirla
+componiendo su nido entre una flor.
+Algo tiene tu acento de divino
+cuando entonas el canto de mi adiós;
+así el ave cantó en el paraíso,
+así cantan los ángeles de Dios.
+Pura como la luz de la alegría,
+como los rayos que despide el sol;
+abre sus ojos y aparece el día,
+sus miradas son lampos de arrebol.
+Graciosa y dulce, encantadora y bella,
+paloma del Calvario, Virgen pura,
+hermosa y rutilante linda estrella,
+Madre de la virtud y la hermosura.
+Eso eres tú, bellísima María,
+preciosísima Madre de Jesús;
+tu purísimo llanto de agonía
+fue derramado en la bendita Cruz.
+Tú eres Madre también del que afligido
+un consuelo te pide en su dolor:
+Óyeme, pues, y escucha mi gemido
+y alivia por piedad mi corazón.
+Es lunes por la mañana,
+apenas va amaneciendo,
+en el naranjo del patio
+ya chillan los azulejos.
+Sentado sobre una enjalma
+que está doblada en el suelo,
+aguarda con impaciencia
+su desayuno el arriero.
+Juana, su mujer, le trae
+chocolate en coco negro,
+con una arepa redonda
+y una tajada de queso.
+Muerde, masca, sorbe, traga
+y sopla y sigue sorbiendo,
+y con el último sorbo
+le dice a Juana: «Hasta luego».
+Enciende un grueso tabaco
+y, ya de la casa lejos,
+con dos dedos en la boca
+silba llamando a su perro.
+El blanco cachorro cruza
+por los sembrados del huerto,
+y, ágil salvando las cercas,
+corre del silbo al acento.
+Regando rayos de oro
+asoma el sol tras el cerro,
+como amarilla custodia
+que se alza en oscuro templo.
+Alegre, cantando monos,
+sigue su marcha el arriero,
+camino de la quebrada
+que queda abajo del pueblo.
+Rita, que canta aporreando
+su ropa en el lavadero,
+oye sonar las albarcas
+del otro lado del cerro;
+Deja de lavar y fija
+sus ojos en el mancebo,
+y présteme la candela,
+dice, del agua saliendo.
+Chupa el arriero el tabaco,
+ y al ver que no tiene fuego,
+de su carriel va sacando
+eslabón, piedra y yesquero.
+Suena el eslabón rozando
+de la piedra el filo terso,
+rápidas chispas encienden
+la negra yesca de lienzo;
+chupa y bocanadas de humo
+se lleva al pasar el viento;
+blanca ceniza corona
+la luz del oculto fuego.
+¡Caramba, Rita, qué ojitos!
+¡Caramba, qué zalamero!
+Saludes en la montaña
+a las muchachas de Pedro.
+Y al sol brillando sus trenzas,
+y al sol sus dos ojos negros,
+con su dengoso donaire
+vuelve Rita al lavadero.
+Y alegre, cantando monos,
+sigue su marcha el arriero,
+camino de la quebrada
+que queda abajo del pueblo.
+Vuelve paloma a tu silvestre nido
+vuelve cantando a tu país natal
+dichosa tú que llevas en el alma
+tantos ensueños realizados ya.
+Cuando pisares la mullida yerba,
+do entre perfumes tu niñez pasó;
+acuérdate de mí, que en esas selvas,
+muchos recuerdos he dejado yo.
+Cuando pisares la mullida yerba
+con que se adorna tu natal pensil
+si hallares a la tórtola en su nido
+y a la araña tejiendo su redil;
+Diles que estoy arrepentido y triste
+de tanto mal como les hice allí;
+que fabriquen sus nidos con cuidado
+que no soy niño como ayer lo fui.
+Que vi a un tirano que a mi pobre patria
+hollarla quiso con su infame pie
+que desde entonces odié la tiranía
+y amé esa libertad que les quité.
+¡Oh! Yo recuerdo cuando tú eras niña
+porque siempre me criaron junto a ti,
+tu dulce madre te arrulló en la cuna
+como mi madre me arrullaba a mí.
+La misma vida, el alimento mismo
+que tú bebieras yo también bebí,
+el mismo abrazo, los ardientes besos
+que tú sintieras yo también sentí.
+Nuestras madres durmieron en la cuna
+juntas también como nosotros dos,
+y unidas han seguido cual viajeras,
+esas blancas palomas de mi Dios.
+Diles allá cuando dichosa mires
+a esas palomas de mi dulce amor,
+que recojan mis lágrimas de joven
+entre el virgen pimpollo de una flor.
+Que las derramen en la humilde cuna
+do se han secado las del niño ya,
+que quiero allí depositar del alma
+la triste lluvia que el silencio da.
+Soy de mis caprichos dueño,
+y sin pensar en mañana,
+duermo cuando tengo sueño
+como cuando tengo gana.
+El tiempo vale dinero,
+lo sostienen los ingleses,
+mentira, que muchas veces,
+el tiempo no vale un cero.
+Valdrá para el usurero
+que lo cuenta con empeño,
+valdrá para el antioqueño
+hijo carnal del judío;
+mas yo del tiempo me río,
+soy de mis caprichos dueño.
+Nada debo y nada tengo,
+estoy como vine al mundo;
+y si soy un vagabundo
+con mi puño me sostengo.
+Yo mi persona mantengo
+como a mí me da la gana,
+uso frac, levita o ruana,
+como y gasto sin talento,
+en fin, yo vivo contento
+y sin pensar en mañana.
+Yo soy libre como el viento,
+como el ave en la espesura,
+como el ciervo en la llanura,
+como es libre el pensamiento.
+Jamás me abate el tormento
+porque el tormento desdeño:
+todo lo miro pequeño
+de tejas se entiende abajo;
+por eso si no trabajo
+duermo cuando tengo sueño.
+Otros buscan un tesoro,
+se humillan ante el dinero;
+yo no soy tan majadero,
+jamás me inclino ante el oro.
+Solamente a Dios imploro
+porque de Él el bien dimana;
+y mirando con desgana
+del hombre la vil merced,
+bebo cuando tengo sed,
+como cuando tengo gana.
+A mí amigo Antonio B. Pineda
+Era el año de 1862.
+El sol acababa de levantar su frente sobre la negra
+cordillera, cuando salí de mi pueblo.
+El sol derramaba en el espacio sus últimos resplandores, cuando llegué a El Peñol.
+El Peñol es una piedra enorme, parada sobre la cúspide de un morro, larga, negra, pelada y llena de hondas canales que sobre su vetusta frente han cubierto las lluvias de los pasados años.
+El viajero que pasa por debajo de aquella negra mole se para y la contempla…, Dios…, Dios es la primera imagen que brilla en su pensamiento.
+Nunca la planta del hombre se ha estampado en la cabeza de aquel gigante, mudo, imperturbable, que parece estar desafiando la estrepitosa corriente de los siglos.
+¡Asombroso prodigio de la naturaleza! ¡Negro coloso parado sobre la tierra de Antioquia! Nadie te canta; tú permaneces mundo como tu patria, firme y libre como ella.
+***
+La tarde estaba triste.
+Un arco iris, cuya cabeza resplandecía sobre las cristalinas aguas de un arroyo, levantaba su arqueado cuerpo verde-azulado-nácar y extendía sus listados colores por encima de la corona de la enorme piedra.
+Un águila de alas negras y pecho ceniciento estaba parada sobre el alto picacho.
+El arco bañaba la cabeza del águila.
+El águila parecía beber el fluido del arco.
+Dos tórtolas volaban, abajo, alrededor de la piedra.
+El águila ladeando y levantando su cabeza clavó una mirada perspicaz sobre las pobres aves que buscaban el nido en donde piaban sus hijos.
+Alargó perezosa una de sus plegadas alas y volvió a encogerla.
+Sacó hacia atrás una de sus amarillas patas como estirando sus entumidos nervios, y…
+Las tórtolas detuvieron su vuelo.
+El águila se lanzó en el espacio: sus afiladas garras iban entreabiertas como en actitud de apretar la presa.
+Las aves huyeron despavoridas.
+El águila se precipitó sobre una de ellas.
+Era un relámpago en persecución de otro relámpago…, era un rayo volando sobre otro rayo…
+Un momento después el águila remolineando alrededor de la piedra, iba ascendiendo poco a poco hasta que la vi pararse sobre la eterna cima.
+Sus negras uñas apretaban un cuerpo palpitante.
+Su pico ensangrentado rasgaba las entrañas de la pobre víctima.
+Pardas plumas rodaban sobre la negra piedra.
+El sacrificio quedó consumado.
+El tirano del monte levantó su cabeza con aire de satisfacción, de orgullo y despotismo, tal como levanta la suya el gran tirano que acaba de despedazar una república.
+La piedra quedó inmóvil.
+El arco iris disipó sus colores.
+El águila sacudió sus alas y se lanzó en los aires.
+La viuda tórtola se despidió del día con lastimeros arrullos.
+Llegó la noche y todo lo envolvió con sus sombras.
+Poesías del casto amor y
+De la inefable ternura…
+MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
+Juntos tú y yo vinimos a la vida,
+llena tú de hermosura y yo de amor;
+a ti vencido yo, tú a mí vencida,
+nos hallamos por fin juntos los dos.
+Y como ruedan mansas, adormidas,
+juntas las ondas en tranquila mar,
+nuestras dos existencias siempre unidas,
+por el sendero de la vida van.
+Tú asida de mi brazo, indiferente
+sigue tu planta mi resuelto pie;
+y de la senda en la áspera pendiente
+a mi lado jamás temes caer.
+Y tu mano en mi mano, paso a paso,
+marchamos con descuido al porvenir,
+sin temor de mirar el triste ocaso
+donde tendrá nuestra ventura fin.
+Con tu hechicero sonreír sonrío,
+reclinado en tu seno angelical,
+de ese inocente corazón, que es mío,
+arrullado al tranquilo palpitar.
+Y la ternura y el amor constantes
+en tu limpia mirada vense arder,
+al través de dos lágrimas brillantes
+que temblando en tus párpados se ven.
+Son nuestras almas místico rüido
+de dos flautas lejanas, cuyo son
+en dulcísimo acorde llega unido
+de la noche callada entre el rumor;
+cual dos suspiros que al nacer se unieron
+en un beso castísimo de amor;
+como el grato perfume que esparcieron
+flores distantes y la brisa unió.
+¡Cuánta ternura en tu semblante miro!
+¡Que te miren mis ojos siempre así!
+Nunca tu pecho exhale ni un suspiro,
+y eso me basta para ser feliz.
+¡Que en el sepulcro nuestros cuerpos moren
+bajo una misma lápida los dos!
+¡Mas mi muerte jamás tus ojos lloren!
+¡Ni en la muerte tus ojos cierre yo!
+Los valles va a buscar del Magdalena
+Con salto audaz el Bogotá espumoso.
+BELLO
+Mudo a tu vista de terror y espanto
+el oprimido corazón palpita,
+como el arcángel ante Dios agita
+sus blancas alas, su celeste canto.
+Te he visto ya. Tu imagen imponente
+la imagen es del Hacedor airado,
+cuando a su voz tremenda fue lanzado
+desde el rudo peñasco tu torrente.
+Es tu aspecto sublime como el nombre
+del que rige los mundos; tan terrible
+como lo fue la maldición horrible
+de Dios lanzada en el Edén al hombre.
+Yo he mirado de lo alto desprendidas
+tus ondas turbias entre hirviente espuma,
+rodar envueltas en la blanca bruma
+y en el abismo rebramar perdidas.
+Con lento paso recorriendo el monte
+las he visto asomar en la ancha boca,
+y veloces lanzarse de la roca
+como lampo fugaz del horizonte.
+Las he visto en confuso remolino
+una tras otra descender hinchadas,
+y en su rápido curso arrebatadas
+en vaporoso y leve torbellino.
+En agrupados borbotones corren,
+y en su curso parecen suspendidas
+un momento, y se avanzan desprendidas
+antes que el rastro de sus huellas borren.
+Y tu raudal en niebla se desata
+y en argentados remolinos sube,
+como de incienso la olorosa nube,
+que en vagos giros su extensión dilata.
+Del sol naciente el rayo matutino
+tornasolada tu niebla transparente,
+y aureola fantástica en la frente
+blanda te ciñe el iris purpurino.
+Un fantasma pareces circuido
+de manto aéreo y ondulante velo,
+y que un rayo ilumina desde el cielo
+su flotante y magnífico vestido.
+La niebla aljofarada que despides
+cubre las hojas del silvestre helecho,
+y las gotas que forma las recibes
+y las sepultas en tu inmenso lecho.
+De rama en rama se deslizan, huyen
+las leves gotas del sutil rocío,
+y se desprenden al rumor bravío
+de tus raudales, que incansables bullen.
+¡Imagen del despecho…! Yo he vertido
+una lágrima al verte, pura, ardiente,
+que fue a juntarse a tu veloz corriente,
+cual pensamiento en la extensión perdido.
+Sí: lágrimas me arranca tu aspecto majestuoso
+y mudo a tu presencia palpita el corazón,
+pues hay en el humano un pliegue misterioso
+que le une con las obras sublimes del Criador.
+Mezquino el pensamiento concéntrase en sí mismo.
+Contemplo absorto, extático tus aguas descender;
+estúpidos mis ojos recorren el abismo…
+Y un escondido impulso me está empujando a él…
+Quisiera con tus aguas lanzarme confundido,
+rodar envuelto en ellas, unirme más a ti;
+quisiera mis lamentos unir a tu estampido;
+quisiera mi existencia a tu existencia unir…
+Paréceme que miro vagar por el torrente
+de niebla rodeado tu genio bienhechor,
+espíritu infundiendo a tu veloz corriente
+y a tus hirvientes aguas prestando animación.
+¡Imagen atrevida por el Criador formada!
+¡Salud, yo te venero, oh parto colosal!
+¡Pues eres de la América el alma despechada
+que llora de sus hijos la antigua libertad!
+A Domingo Díaz Granados
+¿Por qué no canto? ¿Has visto a la paloma
+que cuando asoma en el oriente el sol,
+con tierno arrullo su canción levanta,
+y alegre canta
+la dulce aurora de su dulce amor?
+Y, ¿no la has visto cuando el sol se avanza
+y ardiente lanza rayos del cenit,
+que fatigada tiende silenciosa
+ala amorosa
+sobre su nido, y calla, y es feliz?
+Todos cantamos en la edad primera
+cuando hechicera inspíranos la edad,
+y publicamos, necios, indiscretos,
+muchos secretos
+que el corazón debiera sepultar.
+Cuando al encuentro del placer salimos,
+cuando sentimos el primer amor,
+entusiasmados de placer cantamos
+y evaporamos
+nuestra dicha al compás de una canción.
+Pero después…, nuestro placer guardamos,
+como ocultamos el mayor pesar;
+porque es mejor en soledad el llanto,
+¡Y crece tanto
+nuestra dicha en humilde oscuridad!
+Sólo en oscuro, retirado asilo
+puede tranquilo el corazón gozar;
+sólo en secreto sus favores presta
+siempre modesta
+la que el hombre llamó felicidad.
+¿Conoces tú la flor de batatilla,
+la flor sencilla, la modesta flor?
+Así es la dicha que mi labio nombra;
+crece en la sombra,
+mas se marchita con la luz del sol.
+Debe cantar el que en su pecho siente
+que brota ardiente su primer amor;
+debe cantar el corazón que, herido,
+llora, afligido,
+si ha de ser inmortal su inspiración.
+Porque la lira, en cuyo pie grabado
+un nombre amado por nosotros fue,
+debe a los cielos levantar sus notas,
+o hacer que rotas
+todas sus cuerdas para siempre estén.
+Pero ¡cantar cuando insegura y muerta
+la voz incierta triste sonará…!
+Pero cantar cuando jamás se eleva
+y el aire lleva
+perdida la canción, ¡triste es cantar!
+¡Triste es cantar, cuando se escucha al lado
+de enamorado trovador la voz!
+¡Triste es cantar, cuando impotentes vemos
+que no podemos
+nuestras voces unir a su canción!
+Mas tú debes cantar. Tú con tu acento
+al sentimiento más nobleza das;
+tus versos pueden fáciles y tiernos
+hacer eternos
+tu nombre y tu laúd… ¡Debes cantar!
+¡Canta, y arrulle tu canción sabrosa
+mi silenciosa, humilde oscuridad!
+¡Canta, que es sólo a los aplausos dado
+con eco prolongado
+tu voz interrumpir… Debes cantar.
+Pero no puedes, como yo he podido,
+en el olvido sepultarte tú;
+que sin cesar y por doquier resuena
+y el aire llena
+la dulce vibración de tu laúd.
+No hay sombras para ti. Como el cocuyo
+el genio tuyo ostenta su fanal;
+y huyendo de la luz, la luz llevando,
+sigue alumbrando
+las mismas sombras que buscando va.
+¡Oh!, si el volverse a ver fuera tan dulce
+como es triste y cruel decirse adiós!
+Mas Dios no quiere que el placer se mida
+en la misma medida del dolor.
+Adiós, pues. De tu amor guardo un recuerdo,
+mas si ese amor fue un sueño nada más,
+yo no recibo en cambio de ese sueño
+la más encantadora realidad.
+Brilla al través de tus hermosos ojos
+un universo de placer y amor;
+y aunque ese fuego no lo brote el alma,
+brille en tus ojos al decirme adiós.
+Mírame así, que tu mirar ardiente
+pudiera iluminar un porvenir;
+y si tus ojos deben dar la muerte
+será dulce morir. ¡Mírame así…!
+…se adivina la terrible sonrisa
+de su desesperación…
+Vednos aquí con el fusil al brazo
+esperando el ¡descansen o el alerta!
+¿Queréis la paz? Se tornará en azadas
+el hierro de las mismas bayonetas.
+Pero no vaciléis, y cualquier cosa
+escoged sin demora: o paz o guerra;
+que ya pesa la lanza en nuestras manos
+y en nuestros hombros el fusil nos pesa.
+No creáis que las puertas del Estado
+como otro tiempo encontraréis abiertas;
+iremos a escuchar cerca de Bosa
+si el eco del cañón como antes suena.
+Aquí el clarín de Carolina se halla,
+y la orgullosa, altiva Cartagena
+puede escuchar al pie de sus murallas
+la agreste diana de las bandas nuestras.
+El grito de ¡a la carga! de la Honda
+puede Pasto escuchar entre sus selvas.
+A doquiera que vamos, la victoria
+nos seguirá como vasalla nuestra.
+Pero venid, pero venid vosotros;
+poned un pie siquiera en la frontera,
+y encontraréis un pueblo de gigantes
+que sabrá altivo perecer por ella.
+¡Será horrible la lucha! Anchos arroyos
+de sangre hermana surcarán la tierra,
+y cenizas, cadáveres y escombros
+encontraréis si la victoria es vuestra.
+Pero no lo será: Dios sólo puede
+daros el triunfo, y su justicia es cierta…
+Y a más de Dios tenemos el derecho
+y nuestro honor y nuestra propia fuerza.
+¿Y qué importan las lágrimas? ¿Qué importan
+los torrentes de sangre que se viertan?
+¡Feliz lluvia de lágrimas y sangre
+si el iris de la paz refleja en ella!
+Pero si acaso Dios nos abandona,
+venid a contemplar ruinas inmensas;
+será el cielo de Antioquia nuestro palio,
+tumba gloriosa nuestra amada tierra.
+Venid a colocar el epitafio…
+La fosa es ancha, la veréis repleta;
+mas no hallaréis, lo juro, ni un amigo,
+que no se encuentre sepultado en ella.
+De peñón en peñón turbias saltando
+las aguas de Aures descender se ven;
+la roca de granito socavando
+con sus bombas haciendo estremecer.
+Los helechos y juncos de su orilla
+temblorosos, condensan el vapor;
+y en sus columpios trémulas vacilan
+las gotas de agua que abrillanta el sol.
+Se ve colgando en sus abismos hondos,
+entretejido, el verde carrizal;
+como de un cofre en el oscuro fondo
+los hilos enredados de un collar.
+Sus cintillos en arcos de esmeralda
+forman grutas do no penetra el sol,
+como el toldo de mimbres y de palmas
+que Lucina tejió para Endimión.
+Reclinado a su sombra, cuántas veces
+vi mi casa a lo lejos blanquear,
+paloma oculta entre el ramaje verde,
+¡Oveja solitaria en el gramal!
+Del techo bronceado se elevaba
+el humo tenue en espiral azul…
+La dicha que forjaba entonces el alma
+fresca la guarda la memoria aún.
+Allí a la sombra de esos verdes bosques
+correr los años de mi infancia vi;
+los poblé de ilusiones cuando joven,
+y cerca de ellos aspiré a morir.
+Soñé que allí mis hijos y mi Julia…
+¡Basta¡, las penas tienen su pudor,
+y nombres hay que nunca se pronuncian
+sin que tiemble con lágrimas la voz.
+Hoy también de ese techo se levanta
+blanco-azulado el humo del hogar;
+ya ese fuego lo enciende mano extraña,
+ya es ajena la casa paternal.
+La miro cual proscrito que se aleja
+ve de la tarde a la rosada luz,
+la amarilla vereda que serpea
+de su montaña en el lejano azul.
+Son un prisma las lágrimas que prestan
+al pasado su mágico color;
+al través de la lluvia son más bellas
+esas colinas que ilumina el sol.
+Infancia, juventud, tiempos tranquilos,
+visiones de placer, sueños de amor,
+heredad de mis padres, hondo río,
+casita blanca…, y esperanza, ¡adiós!
+Se vieron lentamente, y lentamente
+una mirada en otra se infiltró;
+él creyó ser amado; ella, inocente,
+sintió en el pecho su primer amor.
+Él a su amor no le pidió más armas
+que darle a su mirada su poder,
+y ella tan sólo contestó en miradas
+lo que en los ojos deletreó en él.
+En ambos hasta aquí fue el amor santo,
+mudo cambio de fuerza y sumisión,
+de una alma con otra alma puro pacto
+que santifica y atestigua Dios.
+Empero, se siguieron las promesas
+que un mundo de esperanza hacen brotar,
+y ella, inocente, adormecida en ellas,
+tuvo sueños de amor…, ¡sueños no más!
+Si al despertarse el que confiado duerme
+halla robado el bien con que soñó,
+¿En dónde está la pena que merece
+el corazón que engaña a un corazón?
+La sociedad con risa o con silencio
+va a coronar la frente del infiel,
+y en su oprobio sonríese muriendo
+la víctima que es mártir de su fe.
+Pasáronse los días y los meses,
+y ella recuerdos tiene y nada más…
+Si el amor que no avanza retrocede,
+ella del mudo amor es libre ya.
+Si otro hoy hay que la ama y se lo dice
+(amar en la mujer no es elegir)
+y ella afectuosa su propuesta admite,
+hace muy bien en proceder así.
+Y, ¿quién habrá que pueda motejarnos
+porque un engaño el corazón sufrió…?
+Aunque no es más ardiente, sí es más santo
+y dura más nuestro segundo amor.
+Allí está Medellín, la hermosa villa,
+muellemente tendida en la llanura,
+cual una amante, tímida hermosura
+reclinada en el tálamo nupcial.
+Allí está Medellín: su sol ardiente
+la hace ostentar su gala y sus primores,
+y la da los fantásticos colores
+del magnífico Edén del oriental.
+Ciñe su talle esbelto su ancho río
+cual cinturón de perlas y de plata,
+y en su onda limpia la beldad retrata
+y allí su imagen sonreída ve.
+Murmura el río enamoradas voces,
+para adormir a su coqueta reina,
+y ella en sus aguas sus cabellos peina
+y moja en ellas el desnudo pie.
+Cual reina joven del pomposo valle
+que de su trono en derredor se extiende,
+cuanto su vista en la extensión comprende
+domina con su vista en la extensión.
+Los ojos gozan y los labios callan
+al aspecto de tanta maravilla,
+y el caminante al contemplar la villa,
+le tributa su ardiente admiración.
+Mirad a Medellín, cuál reverbera
+con los rayos del sol en el cenit;
+cual mirada al través de una ancha hoguera,
+partículas de luz hierven allí.
+Es el hermoso, trémulo paisaje
+que tiembla al beso de su ardiente sol,
+levemente encubierto en el celaje
+que en la llanura levantó el vapor.
+Así se miran al través del sueño
+mundos de claridad, campos de luz,
+cuando de amor el porvenir risueño
+fascina la fogosa juventud.
+Quédate, adiós, ¡oh Medellín! Tus galas,
+tu cielo azul, tu mágico paisaje,
+el tiempo nunca, destructor, ultraje,
+ni el hombre insulte, ni entristezca el mal;
+y hállente siempre mis amigos ojos
+muellemente tendida en la llanura,
+cual una amante, tímida hermosura
+reclinada en el tálamo nupcial.
+Aquí no se descansa ni se duerme,
+que «morir no es dormir y no es soñar»,
+aquí sólo reposa el polvo inerte;
+pero el alma… buscadla más allá.
+Mas venid a rogar por el ausente;
+para toda plegaria hay un altar,
+y la fe, la oración, hallan fervientes
+consuelo siempre, decepción, jamás.
+No es preciso morir, no, para amarlo;
+no es preciso morir, no, para verlo;
+quererlo comprender es adorarlo;
+no poderlo alcanzar es comprenderlo.
+………………………………………
+Dios es grande doquier que se le busque,
+a la tierra bajad, subid al cielo;
+porque es grande mirándolo en lo grande,
+porque es grande mirándolo en lo pequeño.
+Una línea trazad, seguid por ella,
+¿A dónde vais? No lo sabéis, es cierto;
+mas sabed que si fin tiene esa línea
+encontraréis a Dios, Dios que es el centro.
+¿Veis esa gota? Es agua; es una gota;
+tiene mundos y mundos y misterios
+iguales o mayores que los mundos
+que pueblan eso que llamamos cielo.
+Es que ante Dios nada hay pequeño o grande,
+el fiel de su balanza es tan perfecto
+que un insecto y un mundo se equilibran
+e igualan ante Él, que los ha hecho.
+Confiad en el Señor y os dará alivio,
+que es grande, justo, poderoso, eterno;
+confiad en el Señor y os dará ayuda,
+que aun más que justo y poderoso, es bueno.
+Un canasto de flores primorosas
+sobre la puerta de Justina vi;
+si es que quiere tener flores hermosas,
+¿Por qué no pone su retrato allí?
+De esa mujer en los hermosos ojos
+un universo de placer chispea,
+palidecen del sol los rayos rojos
+y vacila la luz si pestañea.
+¿Por qué tu frente siempre tan serena
+sobre tu mano se reclina así?
+¡Oh!, cambiemos mi dicha por tu pena,
+alza la frente y mírame sufrir.
+Yo tengo una alma de placer sedienta
+que sólo del pasado vive ya:
+como ya la esperanza no alimenta
+mi dicha sólo en el recuerdo está.
+El penoso viaje hacemos juntos;
+me ofreces tu amistad, te doy la mía.
+Deja la popa, pues; ven a la proa,
+que allí son frescas las silbantes brisas.
+Tendidos en hamacas y fumando
+la pena que te agobia allí se olvida,
+en los aires meciéndonos la hamaca,
+y el Vapor en las ondas cristalinas.
+Ven conmigo a gozar. Verás cuál hiende
+corriente arriba la cortante quilla,
+y a los costados del Vapor las aguas
+suben, crecen, se esponjan y se rizan.
+Ven a ver el paisaje. Aquí cual toldo
+de verde enredadera entretejida
+arcos de triunfo y de esmeralda ostentan
+a derecha y a izquierda ambas orillas.
+De rosado y carmín tímidamente
+ruborosas se tiñen las colinas,
+del sol que se hunde al despedirse tristes
+allá a lo lejos al morir el día.
+Mas no vienes, y absorto y silencioso
+muestra tu dedo la lejana orilla
+donde queda tu patria. Entre las nieblas
+nada ya de sus playas se divisa.
+En dos puntos opuestos cada uno
+ve su patria, su amor, su hogar, su vida:
+tú la patria perdida que abandonas
+lloras; yo gozo porque veo la mía.
+De los seres que dejas, el recuerdo
+irá contigo por doquier que sigas,
+y yo en breve he de ver a los que amo.
+Ven conmigo… Mas callas y suspiras.
+Tú dejas una patria y yo la encuentro,
+al acercarme yo, tú te retiras,
+ven conmigo a gozar. Yo soy dichoso,
+amasemos tu pena con mi dicha.
+Recuerdos y esperanzas, popa y proa,
+lloroso adiós y alegre bienvenida,
+allí existe el dolor, aquí el anhelo,
+recuerdos y esperanza, noche y día.
+¡Decir adiós, dejar a los que amamos
+es tan triste!… Las almas martiriza;
+yo comprendo lo horrible de la muerte,
+porque la muerte es eso: despedida.
+Pero volver al seno de la patria…
+Calentarse al hogar de la familia,
+volver a ver a Julia…, es ser dichoso;
+conque, Manfredo…, ¡adiós! Vapor, camina.
+Más aprisa, Vapor, rápido vuela,
+que allá lejos, muy lejos se divisa
+al través de la bruma y del espacio,
+la cima azul de las montañas mías.
+Allá ruega mi Julia y allá ruegan
+prosternados mis hijos de rodillas,
+por mi próxima vuelta. ¡Adiós, Manfredo!
+¡Más aprisa, Vapor!… ¡No!…, ¡más aprisa!
+… doble símil bellamente enlazado…
+Con tu mano y tus labios hijo mío,
+has formado esa pompa de jabón
+que vuela henchida de tu aliento tibio,
+tornasolada con la luz del sol.
+Para ti simboliza la esperanza,
+simboliza el recuerdo para mí,
+con tu soplo pretendes elevarla,
+¡Ay!, y es tu aliento el que la hará morir.
+¡Quién pudiera pagar! Si es tan sagrada
+la deuda de un amigo, ¿cuánto es más
+la de tumbas amigas no olvidadas?
+¡Quién pudiera pagar!
+Tú sabes que ofreciera a tus hermanos,
+a Fernando y a Clara y a Miguel,
+un canto a la Patrona…, pero en vano.
+¡Si murieron tan pronto! Y…, ¡no pagué!
+Mas ¿no sabes por qué? Porque impotente
+se halló muy floja mi mundana voz
+para cantar a la incantable siempre,
+la madre de los huérfanos y Dios.
+Si pudiera entonar una plegaria
+a la que adoro desde niño yo,
+con humildad dijérala entre lágrimas:
+«conocí tu retrato en tu Asunción».
+«¡Oh! ¡Madre de mi madre y madre mía!
+Si cantarte no sé, dame perdón,
+corazón de mi alma que venías
+cuando en la cuna descansaba yo».
+«Tú en mi risueña juventud mostrabas
+con una mano el cielo, otra el hogar,
+los dos únicos nidos donde se halla
+¡La dicha pura aquí y eterna allá!».
+«Pero, perdón, Señora, si te ofendo
+al decir que te quiero más que a Dios.
+Madre mía, es que a Dios le tengo miedo
+y a ti te tengo ¡tanto, tanto amor».
+«Para ti guarda el corazón del hijo
+el tesoro de amor que encierra en él,
+y aunque Dios es mi padre y lo bendigo
+yo no lo puedo como a ti querer».
+«Eres madre, una tabla, y casi sola
+Que, ya náufrago, alcanzo a divisar…».
+A mi amigo el doctor Manuel Uribe Ángel
+… humor de amargo sarcasmo…
+Mas, prescindiendo de esto, no te adulo
+en decir que al ser médico haces mal.
+Yo debo ser muy malo cuando dudo
+si hacer bien es virtud o es necedad.
+Me duele mucho la dolencia ajena,
+tanto como si fuera… iba a mentir.
+Pero, en fin, compadezco a los que penan
+porque algo tienen semejante a mí.
+………………………………………
+Yo les tuviera lástima a los médicos
+si yo fuera capaz de compasión:
+sacerdotes llamados a los duelos,
+pero a las fiestas y a las risas, no.
+Y si no, ¿no es verdad que tú sí sabes
+cuántas penas encierra Medellín,
+y el diluvio de lágrimas que cae
+no es cierto, dime, que te moja a ti?
+Pero debes estar desheredado
+de los convites en que el goce esté,
+porque él solo y envuelto va pasando
+en su manto egoísta, y no te ve.
+No verás al fulgor de las bujías
+que iluminan espléndido salón,
+cavernosas miradas ni sonrisas:
+¡Médico para qué, si no hay dolor!
+Pero sí te hallarás en una alcoba,
+a la luz vacilante de un candil,
+pretendiendo amenguar esa congoja
+del que al verse morir llámate allí.
+Todo enfermo se muere: esa es la regla;
+en contra de ella ¿tienes objeción?
+No; mas no importa, responsable queda
+el médico que asiste al que murió.
+Y esa clientela, raza abominable
+que sin tregua te acecha y sin cesar,
+que a todas horas como sombra cae
+¿Te da lástima, risa, o qué te da?
+Quién te consulta para mal de nervios,
+que nunca tuvo ni podrá sufrir;
+quién va por distraer su propio tedio
+a hacerte bostezar y a estarse allí.
+¡Oh!, ¡que no se convenzan en el mundo
+que el que en su casa está quiere allí estar,
+y que saldría para ver a alguno
+si no fuera mejor su soledad!
+Y esa turba de necios que te asalta,
+ya curiosos, ya enfermos, ¿qué te dan?
+Si el que puede pagar tampoco paga,
+¿Esperas gratitud?… Lástima da.
+Hay otros, como yo, que a hablar de nervios
+por tu desgracia a tu despacho van,
+pero ya que con nervios me tropiezo
+déjame, pues, a mi sabor hablar.
+¿Por qué los hombres no sufrimos todos,
+como debiera ser, de un modo igual?
+¿No son hombres los hombres que son gordos?
+¿O son ranas los flacos, y no más?
+¿Está el mal en el alma? ¿Está en las fibras?
+Eso que llaman nervios, di, ¿qué es?
+¿Son cuerdas nada más que martirizan,
+o alguna nota guardan al placer?
+Esa red de dolores que ha encerrado
+al organismo en su menguado ser
+cual la túnica ardiente del Centauro,
+¿Qué es eso? —Sensación. —Y, eso, ¿qué es?
+¿Por qué, dime, palpita en cada dedo
+una vida, un dolor, un corazón?
+¿Por qué…? Muéstrame tú desnudo un cuerpo,
+que el alma voy a desnudarla yo.
+………………………………………
+………………………………………
+Dios al formar al hombre en los legados
+que con su santa mano le donó,
+le dijo: sólo, sólo en el trabajo
+hallarás un calmante a tu dolor.
+Pero nadie de dolo lo ha acusado,
+porque bien claro nos lo dijo Él:
+«Trabajo es trabajar; pero el trabajo
+es lo solo que cumple con mi ley».
+Y eso es verdad, Manuel, porque una gota
+que ruede en nuestras sienes, de sudor,
+condensa más tormentos en sí sola,
+que los que nadie en su crueldad forjó.
+Que en él, en el trabajo, está la dicha,
+y sólo trabajando se halla paz;
+pues bendigamos la bondad divina
+que a trueque de un dolor consuelos da.
+Se halla satisfacción, se halla un alivio,
+nada más que al cumplir con un deber;
+y el santo goce del deber cumplido
+yo sé que lo conoces tú muy bien.
+Empero, ¿a dónde voy? Las digresiones
+me arrastran sin cesar lejos de mí;
+divagar es soñar: buenas entonces,
+porque soñar, Manuel, es no vivir…
+………………………………………
+………………………………………
+Si dejan ver las carnes estrujadas,
+los harapos ¿no es cierto que hacen mal?
+Sólo debe mostrarse lo que es llaga:
+¿No puedes, dime, el esternón cortar?
+Hazlo en cualquier viviente como lo haces
+allá en tu maniquí; pero en cartón
+su huella no ha trazado la desgracia:
+hazlo en un corazón: ¡hazlo, por Dios!
+Y si no, vamos juntos, yo te muestro
+algo más doloroso que el dolor.
+Escucha con paciencia y yo te cuento
+una historia de un Carlos que murió.
+Mas, no imagines tú que yo soy Carlos.
+No me retrato como Jorge Isaacs,
+ni soy tan animal como Lord Byron
+cuando dijo: soy Hárold, soy don Juan.
+El arte, más audaz que Prometeo,
+a los cielos su luz arrebató,
+y aun no ha mandado en su castigo el cielo
+un buitre que le rasgue el corazón.
+Por el contrario, al perdonar su robo
+hace que un premio encuentre sólo en él;
+pues teniendo la luz lo tiene todo:
+no perece, no puede perecer.
+El arte al escribir «fotografía»
+una frase escribió que es inmortal:
+arte nacido para hacer conquistas
+y al que nadie después conquistará.
+Ella, al crecer, no en época remota
+la estatua volcará de Gutenberg:
+tardos los tipos de la imprenta copian
+y aquella copia el todo de una vez.
+Rafaeles no habrá, no habrá Murillos;
+la luz a los pintores destronó,
+pues ufana les dice: «Cuando pinto
+yo soy más hábil que el pincel mejor».
+Con su triunfo animada, en un segundo
+se lanza al cielo hasta pasar el sol.
+Y esa luz, que es de allá, la manda al punto
+que una presa le traiga, como halcón.
+Y va, y vuelve, y enseña los retratos
+de eso que el hombre con sorpresa ve;
+y la bóveda azul poblada de astros
+nos la muestra pintada en un papel.
+A esa luz prisionera, ordena el arte
+que hasta el fondo del mar ha de partir;
+parte al instante, y al instante trae
+el mundo ignoto que se encuentra allí.
+Que al arte el cielo trajo a la morada
+donde juzgan que sólo está el dolor:
+última confidencia que en voz baja
+al hombre hizo al inclinarse Dios.
+Tú, discípulo y ayo de tu arte,
+hijo mimado de la nueva luz,
+ya has conseguido engrandecer tu madre,
+y ella te mima, la abrillantas tú.
+Tú, Farrand, con tu genio has hecho mucho;
+no dejes comenzada tu labor:
+sigue y trabaja, que es salvar los mundos,
+ir más allá y asemejarse a Dios.
+Tú tienes ya la ubicuidad hallada
+mostrándole al inmoble espectador,
+por medio de tu lúcido optorama
+lo que hoy existe y lo que ya pasó.
+Altivo el hombre al escucharlo irguióse
+lleno de orgullo con su propio ser;
+¡Oh!, con cuánta razón se eleva entonces,
+porque el hombre no es hombre sino rey.
+Y los cielos, los soles, los planetas
+en una imposición dobles nos da,
+si de noche la bóveda refleja
+ese cielo al revés que llaman mar.
+En tu optorama entusiasmados vemos
+desfilar en graciosa procesión
+lo que tienen las artes de más bello,
+lo que tienen los campos de mejor.
+Vete, Camilo, y a tu patria lleva
+eso que has espigado en mi país,
+y diles a los hijos de tu magna tierra:
+«Aquí hay más orden; más belleza, allí».
+Preséntales las vistas admirables
+que has recogido infatigable, tú,
+y diles con orgullo: «Esto hace el arte,
+Mirad aquí la América del Sur».
+Las azules colinas que se pierden
+coronadas de nubes de algodón,
+y las cascadas, y las selvas verdes,
+y los nevados que ilumina el sol,
+Y los montes, los valles, las cascadas…
+Todo lo primitivo muestra, en fin;
+pero sólo lo agreste, amigo, Fárrand,
+nuestras luchas no vayas a exhibir.
+Vete y ufano y orgulloso muéstrate
+cargado de riquezas cual Colón;
+vete, sí; mas no olvides que dejaste
+la mano que tu mano aquí estrechó.
+A Demetrio Viana
+… húndese en el abismo de sus propias tinieblas…
+¡Oh!, ¡noche oscura!, oscura, ¡oscura noche!
+Voy a matar mi luz artificial,
+y me quedo conmigo en otra noche
+más oscura que tú, mi propio mal.
+Entre dos pabellones que se elevan
+si negro es el de arriba, el mío es más:
+de esas cortinas, ¿cuál me infunde miedo?
+Me infunde miedo la que tengo acá.
+Voy a mi lecho, estrujo mi ropaje,
+dando sin descansar vueltas en él;
+vuelve el alma sus ojos hacia dentro,
+y oscuridad en su contorno ve.
+Pero en su fondo no, pues donde quiera
+algo hay que punza y en relieve está.
+No se puede borrar de la conciencia.
+Lo que puede borrar la oscuridad.
+Los ojos hacia dentro, te aseguro,
+los infusorios de la vida ven,
+microscópicos seres que un cocuyo
+con su luz vacilante hace tremer.
+«Juntos tú y yo vinimos a la vida,
+llena tú de hermosura y yo de amor;
+a ti vencido yo, tú a mí vencida,
+nos hallamos por fin juntos los dos».
+Así te dije. ¡Oh Dios!… ¡Quién creería
+que no hiciera milagros el amor!
+¡Cuántos años pasaron, vida mía,
+y excepto nuestro amor, todo pasó!
+¡Con cuánto orgullo yo añadí: mi brazo
+te servirá en la vida de sostén!
+De nuestro amor el encantado lazo
+risueño, ufano, al mundo lo mostré.
+¡Mucho, mucho, mi Julia, hemos sufrido!
+Un abismo descubro entre hoy y ayer:
+mas el débil fui yo, yo fui el vencido;
+tú, fuerte de los dos, tuviste fe.
+Y tu fe te ha salvado y me ha salvado,
+pues unidos vinimos hasta el fin,
+cual dos olas gemelas que han rodado
+en busca de una playa en qué morir.
+Basta para una vida haberte amado:
+ya he llenado con esto mi misión.
+He dudado de todo…, he vacilado,
+mas sólo incontrastable hallé mi amor.
+Julia, perdón si al fin de la carrera
+fatigado y sin fuerzas me rendí…
+¡Si tu suerte enlazada no estuviera
+con mi suerte, tal vez fueras feliz!
+Tú fuiste para mí como la roca
+al solo y casi náufrago bajel,
+que, el ancla en ella al arrojar, provoca
+las tempestades que en contorno ve.
+Empero, la borrasca no te arredra,
+aunque se avanza hacia nosotros dos,
+y has querido morir como la hiedra
+que se abraza del olmo protector.
+Fue desigual la unión de nuestros lares:
+yo con mis faltas, tú con tu virtud;
+tú dándome tu amor, yo mis pesares…
+¡Oh!, ¡debiste salvarte, sola tú!
+Mas de la vida en la penosa lucha,
+ya en el fin, como yo debes hallar
+un consuelo supremo: Julia, escucha:
+si no como antes, nos amamos más.
+A mi madre
+¿Quién al recuerdo de la infancia tierna
+un ¡ay! profundo a su pesar no exhala?
+¿Quién hay que olvide las pueriles dichas
+de que entonces viviendo disfrutaba?
+¿Quién no ha sentido el amoroso beso
+que en sus mejillas una madre estampa,
+y entre los juegos de la edad primera
+de un tierno padre las caricias blandas?
+¿Quién ha olvidado las felices horas
+que en el bullicio del hogar pasaba,
+con sus hermanos entre gozo y risas
+en inocente, angélica ignorancia?
+¿Quién no ha visto, al correr por el sendero
+que mentida ilusión le dibujaba,
+desprenderse de su alma fugitivos
+una ilusión, un goce, una esperanza?
+¿Quién no detiene su carrera entonces
+y lo que hoy es a lo que fue compara,
+la triste realidad que siente ahora,
+con los ensueños de la edad pasada?
+Es ahora una planta que marchita
+inclina su cabeza deshojada
+al impulso de cierzo, que sañudo
+la troncha, la consume y despedaza.
+Era entonces pimpollo que naciente
+henchido de verdor la frente alzaba,
+envuelta en el aljófar cristalino
+que brillante le diera la mañana.
+Yo era niño; en mi frente ruborosa
+retozaban las risas y las gracias,
+la gala de natura ante mi vista
+un edén venturoso dibujaba.
+El pabellón azul del firmamento,
+el risco, la llanura, la montaña,
+y la tierra y el cielo eran mi gloria,
+y hecho todo ello para mí juzgaba.
+De mi madre en el seno adormecido
+¿Qué turbaba mi sueño? Atenta y cauta
+velaba ella por mí como el Eterno
+a su criaturas bondadoso guarda.
+¡Ah!, ¡cuántas veces rebosando en gozo
+mis brazos enlazaban su garganta!
+¡Cuántas mi propia vida la creía
+cuando el labio materno en mí posaba!
+Entonces su existencia y mi existencia
+una, una sola entre las dos formaban!
+¡Siempre, buen Dios, unidos hijo y madre
+un mismo cuerpo son, una misma alma!
+¡Son un soplo divino de tu esencia,
+son la obra mejor por ti formada!
+¡Son dos suspiros de inocentes pechos
+que nacen juntos y entre sí se enlazan…!
+En el regazo de su madre, un hijo
+es de una virgen pudorosa lágrima,
+un pensamiento que el querub anida,
+¡Piadosa ofrenda en el altar colgada…!
+Aún paréceme ver los viejos troncos,
+de cardos llenos y de añosas ramas,
+de árboles respetados por el tiempo
+que al hogar paternal vecinos se hallan;
+A los cuales trepaba dando voces
+de infantil regocijo y arrogancia,
+y a cuya sombra en la caliente siesta
+mis horas de solaz se deslizaban.
+¡Salve, oh ancianos hijos de la selva!
+¡Salve, oh amigos de mi edad temprana!
+¡Vuestro mustio follaje es hoy mi dicha,
+es cada hoja una ilusión colgada!
+Paréceme mirar el bosquecillo,
+el huerto, la colina, la cascada,
+objetos todos de mi dicha entonces,
+e imagen hoy que me atormenta el alma.
+Paréceme mirar en la llanura
+las ovejas balar, triscar las cabras,
+y perderse corriendo el cervatillo
+por entre helechos y pajizas cañas.
+Paréceme mirar… Aparta, ¡oh cielo!
+Mi pensamiento de mi patria cara
+y de mi tierna edad, que, a pesar mío,
+tales recuerdos lágrimas me arrancan.
+Si por ventura una vez
+en el porvenir pensaba,
+la vida toda juzgaba
+no interrumpida niñez.
+Pensaba yo, en la demencia
+de mi niñez, el placer
+ver con los años crecer,
+y ansiaba la adolescencia.
+Juzgaba, ¡necio!, a los años
+precursores de ventura;
+pero, ¡ah!, ¡que sólo amargura
+nos prestan, y desengaños!
+Viví en un mundo aparente
+fantástico, engañador,
+en un mundo seductor
+en donde el mal no se siente.
+Viví en un sueño profundo
+de mi infancia en la ribera:
+su perfumada pradera
+era mi gloria y mi mundo.
+Pero, niño juguetón,
+retozando por la arena,
+descubrí mansa y serena
+de los mares la extensión;
+Y en vez de darme terror
+su ondulación y porfía,
+lo juzgó mi fantasía
+un mundo nuevo y mejor.
+Me alucinó el arrebol
+de sus aguas cristalinas,
+que en ráfagas purpurinas
+dibuja rielando el sol.
+Creí que cual era inmenso
+el mar, así lo sería
+la dicha que en él había,
+y el placer así de extenso.
+Las velas de oro desplegando al viento
+de mi flotante y tímido bajel,
+partí en la mar, henchido de contento,
+¡Necio! entregando mi existencia en él.
+Al alejarme de la playa hermosa
+donde a la vida y al placer nací,
+cual sombra opaca en niebla vagarosa
+la dicha toda oscurecerse vi.
+Transcurrió mi existencia hasta esa hora
+envuelta en nieblas cual naciente sol
+que el velo purpurado de la aurora
+al sacudir, envuelve un arrebol.
+Empero sigue el astro esplendoroso
+la senda inmensa que ha de recorrer,
+y al partir en su carro vaporoso
+ve tras sí su aureola deshacer.
+¿Dónde están las poéticas visiones,
+del ansia de saber el noble afán?
+De gloria y de valor, ¿do los blasones
+de la anhelada adolescencia están?
+¿Dónde están el orgullo y tanta empresa
+de la edad juvenil…? ¿Dónde su ardor?
+Sólo indeleble en mi memoria pesa
+el sentimiento de filial amor.
+En vano arrastro una existencia oscura,
+en vano hace la suerte sobre mí
+sentir el peso de su mano dura,
+pues siempre, ¡oh madre!, te conservo aquí;
+Aquí grabada en mi amoroso pecho
+tu cara imagen para siempre está,
+aunque hoy, remoto del nativo techo,
+mi pie a la tumba presuroso va.
+Epístola a un amigo
+Deja, oh amigo, deja ya el lamento
+monótono, insufrible de tus penas;
+no más hagas sonar de llanto llenas
+las cuerdas del laúd.
+No finjas más ensueños pesarosos
+que tenaces redoblan tu martirio;
+abandónalos ya, que tal delirio
+contagiará la sana juventud.
+No es la vida una serie de pesares,
+de maldiciones y suplicios llena;
+no, que del hombre en el oído suena
+la voz de la amistad.
+No, que hay momentos llenos de ventura
+que de placer embriagan la existencia;
+no, que aplaca el amor la vehemencia
+de nuestra ardiente y juvenil edad.
+¿De qué sirve mirar el universo
+como un sepulcro de tormento y duelo,
+y comparar el astro de consuelo
+al fúnebre blandón?
+¿De qué sirve que cantes las torturas
+que el afligido corazón no encierra
+y que enlutada pintes a la tierra
+con moribundo y destemplado son?
+Deja los vuelos del febril cerebro
+del viejo mundo al fatigado ingenio,
+donde las alas del altivo genio
+rendidas están ya;
+Naturaleza, poco rica en galas,
+muéstrase allí sin brillo, sin encanto,
+y su agotada inspiración, en tanto,
+incierto giro al pensamiento da.
+Pero tú, que naciste en este suelo,
+en medio a un mundo virgen y sublime,
+al cual el sello primitivo imprime
+Dios de su creación.
+………………………………………
+Tú, a quien rodean sin cesar las galas
+que despliega magnífica natura:
+¿Necesitas, amigo por ventura,
+romántico cantar?
+¿Seguirás en sus pasos importunos
+a los que adoptan la moderna escuela,
+y cuyo ingenio a la mentira apela
+para sus cuadros tétricos pintar?
+¡Canta de Dios la mano omnipotente
+que al océano la altivez quebranta,
+y de los senos de la mar levanta
+el mundo de Colón!
+Canta ese genio cuya vasta mente
+se hallaba estrecha en el antiguo mundo,
+y vaticina con saber profundo
+allende el océano otra región.
+Canta el valor que al Genovés anima
+en frágil leño en la extensión perdido
+sin dirección, y el mar enfurecido
+mirando bajo el pie;
+surcando solo el ignorado océano
+que a nuestro globo por doquier rodea,
+contrariado, mas firme en una idea…
+Hasta que un mundo en lontananza ve.
+Canta este mundo que de polo a polo
+majestuoso sobre el mar se extiende,
+canta este cielo que sobre él suspende
+magnífico dosel.
+Cántalo, sí, que al bardo americano
+un nuevo numen inspirarle debe,
+porque en su suelo inspiraciones bebe,
+nuevas y grandes, como grande es él…
+Mira si no, los Andes orgullosos
+con frente altiva desafiando al cielo,
+y de la nubes el flotante velo
+impávidos romper;
+mira cuál brilla entre argentada niebla
+el albo copo de perpetua nieve,
+y entre su gasa transparente y leve
+el iris su arco espléndido poner.
+Oye la voz del mugidor torrente
+que de la enhiesta cumbre se despeña;
+escucha rebramando entre breña;
+furioso el huracán.
+Sigue atento al cóndor que remontando
+potente el vuelo la extensión pasea,
+y alzándose veloz revolotea
+entre el humo encendido del volcán.
+Y mira el Chimborazo que levanta
+cual cúpula entre nubes su cabeza,
+y oye rodando el torno con fiereza
+el trueno aterrador.
+O en Cotopaxi la tormenta mira
+que de nubes preñadas le rodea,
+y el encendido rayo que serpea
+con la lava y el fuego abrasador.
+Pinta risueño el moribundo día,
+el cuadro encantador del horizonte,
+en que aún colora al adormido monte
+la tibia luz del sol.
+Describe las figuras caprichosas
+de que el cielo en poniente se matiza,
+de blanda nube que el ambiente riza
+y colora fantástico arrebol.
+De la llanura la extensión pasea,
+recorre con las fieras el desierto,
+y ansioso busca s confín incierto
+en métrico cantar.
+Canta cómo la nieve se transforma
+entre la roca en bramador torrente,
+y luego la oceánica corriente
+que va a perderse en la anchurosa mar.
+Entra en la selva, y gozarás en ella
+el más puro placer que el alma alcanza;
+allí libre y sin límites se lanza
+al pie del Creador;
+que el silencio imponente de las selvas
+a meditar en el Señor convida
+en medio de natura adormecida,
+y arrullada con fúnebre clamor.
+El paso sigue al Bogotá espumoso
+y en Tequendama le verás perdido,
+súbito en densa niebla convertido
+en el salto aterrador.
+………………………………………
+Canta, en fin, de la América el conjunto,
+la obra de Dios más varia y peregrina.
+Pues cuanto el sol de trópico ilumina
+es bello y colosal;
+Y en su virgíneo y anchuroso seno
+todo respira vida y armonía,
+y en él se encierra tanta poesía
+como en el mundo habrá de lo ideal.
+O bien, canta la América presente
+y su aspecto político describe,
+cual otro mundo que al nacer recibe
+luz, gloria y libertad.
+Las Repúblicas canta… Pero, amigo,
+supla tu ingenio lo que calla el mío,
+volviendo de tu fiero desvarío
+a la sincera voz de mi amistad.
+ (Fragmento)
+… me atrevo a juzgarla digna de Safo…
+Una vez y otra vez te vi, ¡oh hermosa!
+y siempre hermosa, y siempre más amada,
+y la llama de amor emponzoñada
+ahonda en mi pecho su raíz.
+Pero amaba yo solo… Era preciso
+que, inflamada tu frente cual mi frente
+se reflejase mi mirada ardiente
+en tu mirada, para ser feliz…
+Ausente anhelo estar en tu presencia,
+pues en ti sola mi existencia veo;
+me acerco a ti, y en tus miradas leo
+de tu alma virgen la inmutable paz;
+se enardece mi pecho, y a mi rostro
+un lampo asoma de la hirviente hoguera;
+tiemblo de amor, y rápido quisiera
+de ti alejarme y nunca verte más.
+Pero si estoy lejos de ti, ¡oh amada!
+Es tormentoso el tiempo y es eterno;
+y si presente estoy, es un infierno
+que mis entrañas corroyendo está;
+y, en vez de sangre, por mis venas corre
+fuego unas veces, y otras veces hielo:
+mi respirar se ahoga, y denso velo
+a interponerse ante mis ojos va.
+¡Feliz quien tiene un corazón perverso!
+¡Feliz quien tiene un alma corrompida!
+Pues ese mira deslizar la vida
+sin que el amor le inflame el corazón;
+que nunca abriga amor el pecho impuro,
+ni cabe en él su probador tormento;
+y el penar de atroz remordimiento
+nunca iguala al penar de la pasión.
+ (En boca de un anciano)
+¡Ven otra vez, consoladora mía,
+lira por tanto tiempo abandonada!
+Tú, de mis penas compañera un día,
+presta consuelo a mi vejez cansada;
+ven, que quiero gozar con tu armonía
+los dulces sueños de mi edad pasada;
+ven otra vez a mi temblorosa mano,
+¡ven a enjugar el llanto de un anciano!
+Tú, cuyas cuerdas para mí templaron
+el placer y el amor en otros años,
+de esas horas felices que volaron
+dame otra vez siquiera lo engaños,
+y olvide los que el pecho destrozaron
+crudos tormentos de esa edad extraños;
+puede ser que en tus cuerdas destempladas
+mis ilusiones aún estén grabadas.
+¿Ya qué me queda de esa edad dichosa,
+florido empiezo de mi larga vida?
+Sólo una noche triste y horrorosa,
+y allá a lo lejos esa edad perdida…
+¡Ay!, mi niñez…, mi adolescencia hermosa,
+mi juventud…, mi juventud querida…
+¿En dónde estáis?… ¿Vuestro divino encanto
+no ha de volver para secar mi llanto?
+¿En dónde están los sueños deliciosos
+que mi cuitado corazón forjaba,
+y esos momentos dulces y gozosos
+que el porvenir en mi ilusión me daba?
+Sólo recuerdos tristes y azarosos
+ese anhelado porvenir guardaba…
+¿Sólo tormento deja en la memoria
+el sueño del amor y de la gloria…?
+¡El suelo del amor!… ¡Bella María!
+¡Ángel custodio de mi larga vida!
+¡Astro de luz cuyo fulgor de un día
+brilló en el cielo de esa edad perdida!
+Puede endulzar mis horas de agonía
+sólo el destello de esa luz querida,
+de esa luz que alumbraba mi camino,
+y que inflexible me apagó el destino.
+Flor entreabierta a la primer sonrisa
+de la inocente y cándida mañana.
+Que al retozar la perfumada brisa
+el rocío de aljófar engalana.
+El sol ardiente con celosa prisa
+trocó en ceniza tu beldad temprana;
+¡Pobre María! ¡Contra un pecho amante
+se marchitó tu angelical semblante!
+¡Oh si a mi lado fueras todavía
+el ángel seductor de mis amores…!
+¡Ah!…, pero no, que la vejez impía
+helado hubiera tus hermosas flores,
+y yo te hubiera visto, mi María,
+ser presa como yo de tus dolores…
+Y hubiera visto al tiempo presuroso
+trocar en blanco tu cabello hermoso.
+Quiero más bien en mi delirio insano
+mirar intactos tus hechizos bellos;
+quiero más bien con mi ilusión ufano
+las rubias trenzas ver de tus cabellos;
+quiero soñar que mi rugosa mano
+osa otra vez juguetear con ellos…
+Y al triste son de mi olvidada lira
+pensar que aún tu corazón suspira.
+El corazón del hombre es una lira
+dispuesta a producir cualquier sonido;
+tremulento de amor goza y delira,
+herido de dolor lanza un gemido;
+con la esperanza sonreír se mira,
+con la desgracia llora entristecido,
+pero sus cuerdas, hechas al quebranto,
+suenan mejor si las empapa el llanto.
+Jamás se encuentra inspiración alguna
+en medio del placer y de la orgía,
+y al blando arrullo de opulenta cuna
+no se mece jovial la poesía:
+brinda sólo cantares la fortuna
+al infeliz que llora en su agonía…
+Que el canto no es placer, sino un consuelo
+que, a falta de placer, nos presta el cielo.
+Al recinto de espléndidos salones
+sólo penetra la algazara inquieta;
+no da el laúd sus apacibles sones
+donde indolente su señor vegeta;
+y jamás entrelazan sus blasones
+una humilde corona de poeta…
+¡Es que la alfombra del feliz no baña
+el llanto que humedece una cabaña!
+Nunca el recuerdo del placer pasado
+alegra el corazón entristecido,
+y el dardo del dolor envenenado
+lo lleva siempre el corazón herido;
+que es triste recordar que hemos gozado,
+y es triste recordar que hemos sufrido,
+y el canto es el recuerdo, y nuestra lira
+por eso en vez de modular suspira.
+Comparad esos gritos de alegría
+con el suspiro de dolor profundo,
+en el tumulto de algazara impía,
+o del mendigo en el rincón inmundo:
+comparad el ¡bebamos! de la orgía
+con el ¡Jesús! gritado a un moribundo:
+¡Apurad el placer, sufrid el llanto,
+y alzad entonces vuestro alegre canto!
+Pero mi pecho cuitado
+no alienta esperanzas hoy
+es sólo el cauce vacío
+por donde rodó veloz
+el torrente de delirios,
+de ilusiones y de amor.
+Es una hoguera mortuoria
+que con su débil fulgor
+no ilumina los semblantes
+de fantasmas que creó…
+En otro tiempo su llama
+el porvenir me alumbró,
+y coloraba brillantes
+los sueños de mi ilusión.
+Hoy…, ¿qué luz ha de guiarme?
+Sólo el luctuoso blandón
+que arderá junto a mi féretro
+con siniestro resplandor…
+Y ¡ay!, esa luz vacilante
+no alumbra ilusiones, no,
+ni se forjan junto a ella
+los sueños de la ambición.
+Y cada surco que el tiempo
+en mi semblante estampó,
+la mano de la desgracia
+lo trazó en mi corazón.
+Mi trémula voz recuerda
+los deliquios de mi amor…
+Y cada cabello blanco
+una perdida ilusión…
+Y pensar que la nieve
+de mis cabellos heló
+entre mis párpados secos
+las lágrimas del dolor…
+Y el llanto que la mejilla
+del infeliz no bañó,
+es un filtro venenoso
+que le quema el corazón.
+Beso sus pies, mi señora.
+—Servir a usted, caballero.
+Siéntese usted. —Muchas gracias.
+—Parece que está molesto;
+tome el sofá. —No señora,
+estoy aquí bien, aprecio.
+—Es que suele el taburete
+ser muy incómodo asiento.
+—No, mi señora, estoy bien
+donde quiera que me encuentro.
+¿No tiene usted novedad?
+—No, señor, gracias. —Celebro:
+¿Y el señor don Luis? —Salió
+a la calle ha poco tiempo,
+Sin novedad. —¿Y el chiquito?
+—Gracias, señor, está bueno.
+¡Es tan gracioso!, ¡si viera…!
+¡Tan lindo, que es un portento!
+Josefa, trae a Lisandro
+a que le hable a don Anselmo.
+(Y no responde) ¡Josefa!
+¡Josefa! (¡si se habrá muerto!)
+¿Pues ve usted? Si las criadas
+sólo sirven de tormento…
+—Sí, señora, y es difícil
+encontrar una entre ciento.
+—Permítame usted, señor,
+que dentro de poco vuelvo.
+Quizá será que Lisandro
+todavía esté durmiendo.
+—No vaya usted, mi señora,
+a despertarle. —No; creo
+que está en el jardín jugando:
+le traigo en este momento.
+Dispense usted que le haya
+dejado solo. —Yo siento
+haber a usted molestado…
+—No es molestia, don Anselmo.
+Aquí le traigo a Lisandro,
+va usted a ver su despejo.
+¡Jesús!, ¡qué ropa tan sucia!
+Parece sepulturero.
+Venga, le ato la camisa,
+que tiene suelto ese cuello;
+no le paran los botones,
+pues los arranca al momento;
+nada le dura… Es preciso
+hacerle ropa de cuero.
+Arrímese, Lisandrito,
+¿No saluda a don Anselmo?
+No sea tonto… —Venga acá…
+¿No me saluda? —No quero.
+—¡Ja!, ¡ja!, ¡ja!, ¡ja!, ¡qué gracioso!
+Mírele usted… ¿no es muy bello?
+—Sí, señora, y no desmiente
+que usted lo llevó en su seno.
+Lisandro, ¿no responde?
+Venga acá. —¡Qué majadero!
+No le doy una cosita
+si no le habla a don Anselmo.
+Si usted le viera, señor,
+cuando está solo; ¡qué juegos!
+¡Qué gracias dice! No cesa
+de hablar y decir portentos.
+Le viera usted remedar
+a cuantos pasan; ¡al perro
+lo imita tan bien!… Lisandro,
+¿Cómo hace Turco? —No quero.
+—¿Así se dice a mamá?
+¡Qué dirá este caballero!
+Que es bobo; no, pero el niño
+sí me obedece, ¿no es cierto?
+Remede a Turco, mi hijito,
+y esta tarde va a paseo.
+¿Cómo hace?, ¿a ver? —Guá, guá, guá.
+—¡Qué bien lo hace! Déme un beso.
+La fábula diga ahora
+que aprendió en Samaniego.
+—¿Y sabe leer el chico?
+—No, señor, ya va aprendiendo
+con una facilidad…
+Casi todo el alfabeto
+lo sabe, y apenas hace
+unos seis meses y medio
+que empezó a aprender, pues tiene
+un admirable talento.
+—Sí, señora, y lo demuestra
+lo que ha aprendido tan presto
+—Sí, señor, para su edad
+son seis meses poco tiempo…
+—¿Y qué edad tiene? —Siete años
+ha de cumplir en febrero,
+y así tan niño se aprende
+cualquier cosa en un momento.
+Diga, pues, la fabulita:
+Deje el gato: estése quieto:
+¡A ver! Con formalidad;
+Lisandro, no sea travieso,
+la de la Zorra y el Busto
+que estudió con tanto empeño.
+—La Zorra le dijo al Busto
+Cuando lo olió… —¡Bueno!, ¡bueno!
+Siga…, a ver…, ¿ya no se acuerda?
+—Bonito, pero sin seso.
+—Muy bien, muy bien, Lisandrito.
+Déme un abrazo, mi cielo.
+¿No dijo con mucha gracia
+la fábula, don Anselmo?
+—Sí, mi señora, muy bien;
+habla con mucho despejo.
+—¡Y hasta oído de poeta
+va sacando el bribonzuelo!
+—Sí, señora, pues recita
+con mucha gracia los versos.
+—¡Si esto es una maravilla!…
+¿No es cierto, mi hijo? ¿no es cierto
+que en usted tengo un tesoro?
+¿No es cierto que vale un reino?
+Don Anselmo, le aseguro
+que saben en estos tiempos
+tantas cosas los muchachos,
+que se hace duro creerlo;
+por esta razón yo juzgo
+Que aprendidos nacen, —¡Cierto!
+Dice usted muy bien, y sabe
+más un muchacho que un viejo.
+—Mi señora, hasta otro rato.
+—¿Por qué tan pronto? Yo espero
+que no se vuela a perder
+otra vez por tanto tiempo.
+—Sí, señora, y más despacio
+volveré… Mucho celebro
+que se halle sin novedad.
+—Hasta después, don Anselmo.
+Y así salió renegando
+este pobre caballero,
+harto ya de necedades
+de la madre y del chicuelo.
+Al verse libre en la calle
+alzó las manos al cielo,
+Dándole gracias a Dios
+porque en libertad le ha puesto;
+pero lleno de basura
+y ajado vio su sombrero;
+se halló con bastón sin borlas,
+y con un guante de menos:
+manchados los pantalones,
+sucios casaca y chaleco:
+sólo entonces conoció
+De Lisandro el portento.
+Este mundo es un fandango, quien no baila es un zoquete.
+¡Qué majadero el poeta
+que delirando sandeces,
+mira sólo de la vida
+los males que en ella siente!
+Es a sus ojos el mundo
+Panteón de luto y muerte;
+es la existencia un martirio;
+sombra falaz los placeres…
+Y en tanto gozando el vulgo
+de la vida indiferente,
+sólo le sirven los males
+para pensar en los bienes…
+Aquel por mundos aéreos
+va atormentando su mente,
+y a este en el mundo real
+nada le va ni le viene.
+Aquel el crimen pintado
+del hombre mira en la frente;
+ve donde quiera enemigos,
+fantasmas doquier advierte;
+este mira de los hombres
+lo que son y lo que tienen,
+ni le halagan sus virtudes,
+y ni a sus crímenes teme:
+aquel mira en la mujer
+al más raro de los seres;
+ora la juzga demonio,
+ora por ángel la tiene;
+este en la farsa del mundo
+todo lo ve indiferente,
+juzgando a los hombres, hombres,
+y a las mujeres, mujeres…
+Pulsa el poeta su lira
+dando sus quejas dolientes,
+mezcladas con la amargura
+que dentro del pecho tiene,
+y las cuerdas de su lira
+al corazón obedecen,
+y en vez de cantar suspiran
+al resonar de esta suerte:
+«Vive el hombre un solo día,
+y entre la vida y la muerte
+luchado con la amargura
+sus breves horas se pierden.
+Las lágrimas del dolor
+riegan su cuna inocente…
+Las lágrimas de pesar
+su vida entera sostienen…
+Y a la tumba le acompañan
+las lágrimas que se vierten…
+Es infeliz cuando nace
+y es infeliz cuando muere;
+y en su triste desamparo
+lágrimas vierte a torrentes…
+Y si quiere hallar consuelo
+amargas lágrimas bebe…
+………………………………………
+Son altares las pasiones
+en el mundo, en donde aleves
+a sus ídolos los hombres
+sus holocaustos ofrecen.
+Y en sus aras sacrifican
+su inocencia a los placeres…
+Por eso con la ignominia
+llevan manchada la frente…
+Y son por eso traidores,
+engañadores, crueles…
+Por eso cuando uno cae
+los otros de él no se duelen…
+Si uno es hoy grande…, mañana
+será escarnio de las gentes…
+Y será más infeliz
+aquel que más grande fuere…
+Esta es la vida…, un acervo
+de crímenes diferentes,
+donde se ven los cadalsos
+al lado de los laureles…
+………………………………………
+Alegres, fascinadoras,
+y engañosas las mujeres,
+entre su labio el veneno
+esconden de las serpientes…
+Halagan con sus promesas,
+y pagan con sus desdenes…
+Siempre engañando…, y el hombre…
+También engañando siempre…
+………………………………………
+Tal es el mundo, un montón
+de viles e infames seres
+do aquel será más feliz
+que más engaños zurciere…
+Tal es el mundo, un conjunto
+de crimen y padeceres,
+en donde su asiento el hombre
+en medio del vicio tiene…
+Y ¿quién la vida amará?
+¿Quién amará sus placeres
+sabiendo que son ponzoña
+que sus entrañas disuelve?».
+El vulgo a tales razones
+moralizó indiferente:
+este mundo es un fandango,
+quien no baila es un zoquete.
+El vulgo, en vez de llorar
+y maldecir de su suerte,
+la vida juzga feliz
+porque el vivir le entretiene.
+Y con sonrisa burlona,
+con labio prorrumpe alegre,
+a todo siempre dispuesto
+aunque a todo indiferente:
+«Bien cortos los años son
+que el hombre en el mundo tiene,
+si no gozamos en ellos
+el tiempo que va no vuelve…
+¿Qué sirve que los perdamos
+cuando gozarlos se puede?
+¿Por qué han de prestar las horas
+dolor en vez de placeres…?
+¿Por qué lamentar nosotros
+de humanidad los reveses,
+si en ellos los hombres gozan,
+si con ellos se divierten…?
+¿Qué importa que caigan unos,
+qué importa que otros se eleven
+y que gobiernen tiranos,
+y pueblos cobardes tiemble;
+que haya cárceles y trono,
+que haya súbditos y reyes,
+que haya virtudes y vicios,
+a nosotros quién nos mete…?
+Los que hoy oprimiendo mandan
+mañana opresores tienen,
+y el que verdugo fue un día
+será víctima el viene…
+¿Por qué quejarnos del mundo,
+cuando es el mundo un juguete
+que representa a lo vivo
+los caprichos de la mente…?
+El con sus formas variadas
+a los hombres entretiene.
+Y gozan estos mirando
+tan diversos caracteres,
+tan distintas opiniones
+y tan variados papeles…
+¡Cómo se goza en la tierra
+con esas tan diferentes…!
+¡Feliz el que las reciba
+cual ellas se le presente!
+Sin afanarse por nada,
+siendo a todo indiferente,
+en vez de llorar por todo,
+con todo gozar se debe,
+y con la farsa del mundo
+se ha de luchar frente a frente,
+pues es el mundo un fandango
+y el que no baila un zoquete».
+A Temilda
+Su muerte le hará morir a usted antes de un año.
+R. CHEYNE. – Hoy 16 de diciembre de 1845
+Morir…, morir…, un eco misterioso
+parece repetir estas palabras
+en el fondo del alma… En otro tiempo
+nunca, Temilda, al corazón llegaban;
+entre mis labios al nacer morían,
+sin lastimar con su sentido el alma;
+jamás pensaba que el morir encierra
+la idea tremenda que mi pecho amarga…
+Ya de la vida los preciosos lazos
+casi deshechos mi existencia enlazan,
+que a un leve impulso destrozados ceden
+de la mano glacial de muerte airada.
+Ya de mi vida el último reflejo
+siento que débil en mi pecho vaga,
+cual la luz moribunda de la antorcha
+que con más brillo al expiar se inflama.
+¡Adiós, Temilda…! El caprichoso mundo
+ya de mi vista ocultará sus galas…
+Y el nuevo sol alumbrará un sepulcro
+y un hombre menos lo verá mañana…
+Hoy veo del sol los rayos matutinos
+que su áurea lumbre en la extensión derraman,
+dorar las crestas de los altos montes
+con el purpúreo resplandor del alba:
+Y veo los bosques y los anchos campos
+iluminados con su luz de plata;
+y al occidente en arrebol teñido
+su caprichoso pabellón de grana;
+y las fuentes, los árboles, las rocas,
+con muda voz pero elocuentes hablan
+y adiós me dicen…, un adiós eterno
+que incisivo desgarra mis entrañas…
+¡Y ya mañana no verán mis ojos
+esos objetos que mi vida encantan…
+Pues sus pupilas entre el polvo inmundo
+de los sepulcros, estarán cerradas!
+El suave soplo de la brisa errante,
+que juguetona en mis cabellos vaga,
+de un cadáver mañana los cabellos
+ha de rizar con voluptuosas alas…
+Y ese sol cuya lumbre diamantina
+como torrentes sobre mí arrojaba,
+sus mismos rayos y su misma lumbre
+sobre mi tumba verterá mañana…
+Más brillante tal vez…, un bello día
+tal vez alumbra su fecunda llama…
+Y corre el cielo majestuoso…, y luego
+una noche serena se levanta,
+y otro día le sigue, y otra noche
+e imperturbables en su curso marchan,
+y meses pasarán, pasarán años,
+indiferentes por mi tumba helada.
+¿Qué es la muerte de un hombre, si a lo grande
+de millares de mundos se compara?
+Una gota pequeña de los mares
+por el rayo del sol evaporada…
+Y después que en el mundo he recorrido
+una existencia entre el dolor amarga,
+sin un goce siquiera…, ¿mirar debo
+llegar la muerte, el no existir, la nada…?
+¡La nada, dije yo! Gran Dios, destierra
+esa duda tremenda que me espanta…
+Yo sé, Señor, que más allá se esconde
+de la tumba fatal la nueva patria…
+Y yo sé que el que pone del sepulcro
+en el estrecho límite la planta,
+al salvar los umbrales de la huesa
+de otra existencia los umbrales salva…
+¡Morir!, triste es morir cuando la vida
+sólo ha corrido la tranquila infancia,
+cuando sigue a las lágrimas del niño
+el ¡ay! postrer que moribundo exhala.
+Cuando apenas la cuna abandonado,
+en un mundo fantástico se lanza;
+y cuando mira un porvenir dichoso
+a donde mueve la ligera planta…
+Triste es morir cuando se ve a lo lejos,
+con embriaguez de amor una esperanza,
+que se divisa cual la estrella amiga
+que fácil rumbo al náufrago señala.
+¡Descender a la tumba…, ser cadáver…
+Morir…, dejar de ser…! Estas palabras
+tú no sabes, Temilda, lo encierran
+pronunciadas por mí… Tú la desgracia
+no has conocido…; y nunca la amargura
+sus oscas huellas te dejó estampadas,
+para que puedas comprender a dónde
+puede arrastrar el infortunio al alma.
+Mira… En las noches de mortal insomnio
+en que tu imagen en mente vaga
+de mil maneras, diferentes todas,
+he pensado en la muerte a mí cercana.
+Y sofocado en negros pensamientos
+la sien del lecho delirante alzaba,
+y en mi febril agitación veía
+tu desdén…, y mi tumba abandonada…
+Sí, porque tú con bárbaros desdenes
+has consumido del amor la llama,
+has desgarrado el corazón amante,
+y me has abierto la postrer morada…
+Por ti al sepulcro desdeñado bajo,
+buscando en él la apetecida calma;
+y nunca sentiré sobre mi losa
+de tus ojos divinos ni una lágrima.
+¡Pobre, inocente y desgraciado niño,
+de la vida arrojado a la ribera,
+que no has tenido el maternal cariño
+ni una sonrisa para ti siquiera!
+¡Pobre niño, arrojado en el profundo
+valle do impera el llanto y el dolor,
+te hallaste al despertar, solo en el mundo,
+fruto tal vez de criminal amor!
+No hallaste al lado, tierna y cariñosa
+la mano maternal que enjuga el llanto;
+que el mundo la vedaba que amorosa
+dulcificase tu infantil quebranto.
+Quizá en sus brazos te estrechó y amante
+te bañó con sus lágrimas de amor…
+Y luego te arrojó de sí distante
+para salvar su mancillado honor.
+¿Y qué harás en el mundo? Sin parientes,
+sin hermanos, sin padres, sin amigos…
+A los hombres verás indiferentes
+ser de tu pena y tu dolor testigos.
+En vez de llanto por tu triste suerte
+desdén y risa encontrarás doquier;
+mofaráse de ti sin conocerte
+tal vez el mismo que te diera el ser.
+Di, ¿qué esperas del mundo y la existencia?
+proscrito te verá la sociedad;
+sólo tendrás tu llanto, única herencia
+que el destino ha legado a la orfandad.
+¡Jamás consuelo te dará ni encanto
+de la fortuna el caprichoso giro;
+jamás tu llanto hará correr el llanto,
+ni tu suspiro arrancará un suspiro!
+¿Hallarás una mano generosa
+que se atreva a alumbrar tu porvenir?
+¿O tu desgracia ocultarás penosa
+bajo la humilde condición servil?
+Si buscas el saber de ti olvidado,
+si ilumina la ciencia tu razón;
+¿Será feliz con esto? ¡Desgraciado!
+¡La ciencia para ti será un baldón…!
+Si quieres igualarte con otro hombre
+por título mostrando tu saber,
+la sociedad te pedirá tu nombre,
+¿Y cuál darás, desventurado ser?
+¿Y si turba tu sueño fatigoso
+ese arcángel maldito, la ambición,
+y si te muestra un porvenir glorioso,
+y te miente de amor una ilusión?
+¿Y si ves por tu mal una hermosura
+que haga tu pobre corazón latir,
+qué puedes ofrecerla? ¡Desventura!
+¡Oh! Entonces, niño, ¿qué será de ti?
+Y si cobarde guardas tu quebranto
+con esa vida que salvado habrás,
+¿Quién, infeliz, enjugará tu llanto?
+¿A quién, de todos esquivado, irás?
+Pero tú no comprendes todavía
+lo que el mundo te guarda, ¡pobre niño!
+¡No sabes tú en las horas de agonía
+cuánto consuela el maternal cariño!
+Es ahora inocente tu sonrisa,
+es ahora tranquilo tu dormir,
+y es porque aun su emponzoñada brisa
+sobre ti no ha soplado el porvenir.
+¡Duerme, niño, que en vez de la presencia
+y arrullo maternal que no has sentido,
+aun te arrulla el arcángel de inocencia;
+duerme y reposa en momentáneo olvido!
+Y ojalá que al dormir, ¡oh pobre niño!
+Dejaras de existir…, ¡mejor te fuera!
+¡Pues no ha tenido el maternal cariño
+ni una sonrisa para ti siquiera!
+Tú sólo has visto el prólogo terrible
+que encontraste grabado en tu camino,
+de ese drama de luto que inflexible
+con sangre tuya escribirá el destino.
+Y la postrera página del drama
+es tan triste… ¡Morir abandonado!
+Mirarás junto a ti… ¡Nadie te ama!
+¡Ningún amigo encontrarás al lado!
+Y alrededor de la ignorada huesa
+do arrojarán tu cuerpo sin piedad,
+ni una flor, ni una cruz, ¡y zarza espesa
+tu memoria y tu cuerpo cubrirá!
+¡Pobre inocente y desgraciado niño,
+de la muerte arrojado a la ribera,
+que ni aun tendrás del maternal cariño
+al morir una lágrima siquiera!
+A***
+Cuando apenas la aurora de la vida
+en tu frente de niña reflejaba,
+tus gracias infantiles contemplaba
+con inocente y cándido placer.
+Ese tiempo tranquilo de la infancia
+era un tiempo feliz: en mi memoria
+aún se conserva la dorada historia
+que la fortuna nos brindó al nacer.
+Al mar de la existencia ambos partimos,
+mas tus velas el céfiro rizaba…
+Y en tanto mi bajel roto cruzaba
+de la existencia el tempestuoso mar.
+Pero quiso el destino que te hallara
+al fin de mi carrera procelosa,
+y si niña te vi pura y hermosa,
+ora mujer te elevaré un altar.
+Cada sonrisa de infantil cariño
+que en otro tiempo entre tus labios viera,
+cada mirada lánguida, hechicera,
+que de tus ojos tembladores vi,
+es una historia que en mi mente impresa
+las largas horas de pesar consuela;
+pero historia infeliz, porque revela
+el edén venturoso que perdí.
+Un ángel de pudor y de inocencia
+lleno de amor, brillante de hermosura,
+por ti dejando la celeste altura,
+tu bella frente a coronar bajó.
+Y con sus alas de carmín y rosa,
+volando en torno te cubrió de amores,
+y la luz de sus ojos brilladores
+en tus ojos divinos infundió.
+Tú no le debes envidiar al ángel
+la mirada de amor y la hermosura,
+ni de su acento envidie la dulzura
+el dulce acento de tu duce voz.
+A tus gracias de niña ha reemplazado
+de otras gracias espléndido tesoro,
+y si niña te amé, mujer te adoro,
+era mi ángel, ya serás mi Dios.
+En vez de aquella angelical sonrisa
+que en tus labios hermosos se veía,
+deja brillar, antigua amiga mía,
+una sonrisa de piedad y amor.
+Haz que yo sienta de tus negros ojos
+el fuego abrasador de la mirada;
+di que me amas, y la edad pasada
+no será sólo un sueño encantador.
+Nadie te canta, rey de los infiernos,
+no hay una lira que te dé su voz…
+Es que el influjo de tu ser maldito
+no puede al bardo dar inspiración,
+es que el poeta al ensayar sus trovas
+teme su canto profanado ver
+al pronunciar en sus endechas tristes
+el hombre aborrecido de Luzbel.
+El que la mano trémula de espanto
+no halla notas de luto en el laúd
+para cantar al maldecido arcángel
+que osó usurpar la omnipotente luz;
+pues sólo tú junto a tu Dios pudiste
+un crimen en el cielo concebir,
+y sólo tú con tu ambición inmensa
+quisiste ser el soberano allí.
+Ángel caído, por fundar tu imperio
+cogiste el cetro como rey del mal,
+y haciéndolo tu esclavo, le quitaste
+su vasta prole al infeliz Adán.
+Tú en el Edén, de la vedada fruta
+diste engañoso a la primer mujer…
+Por ti Caín con fratricida mano
+el pecho hirió del inocente Abel.
+Ciega por ti la humanidad un tiempo,
+un templo y un altar te levantó,
+y bajo formas de infinitos dioses
+te adoraron los hombres como a Dios.
+Pero cayó el aborrecido imperio
+que con tu influjo levantaste tú
+al alumbrar las lóbregas tinieblas
+la humilde insignia de la Santa Cruz.
+Y desde entonces tu poder oculto
+hace al cristiano corazón temblar,
+pues ve que incierto su destino eterno
+entre su Dios y tu poder está.
+Aún en la infancia al inocente niño
+amedrenta tu mágico poder;
+y en medio de la noche, desvelado,
+cree que tu forma en las tinieblas ve;
+en medio de sus castas oraciones
+tiembla la virgen al pensar en ti…
+Y medrosa tu forma se presenta
+al criminal en su angustioso fin.
+¡Pero, no!…, que mi mano temblorosa
+no halla notas de luto en el laúd
+para cantar al maldecido arcángel
+que osó usurpar la omnipotente luz…
+¡Sufre sin fin la maldición eterna
+que tu delito mereció, Luzbel!
+Mas no te miren mis marchitos ojos
+en mi lecho de muerte aparecer.
+Yo nunca he tenido aquí
+Constante amor ni deseo,
+Pues siempre por la que veo
+Me olvido de la que vi.
+ALARCÓN
+Parece el corazón mío
+Un inmenso coliseo,
+Donde todas las que veo
+Encuentran palco vacío.
+G. G. G.
+Con rudo golpe en el amante pecho
+late otra vez mi corazón, Elvira,
+por ti otra vez mi corazón suspira,
+por ti me abraso en incesante amor.
+De tu amor me olvidaba, mas te he visto
+y otra vez tus encantos me rindieron,
+y tus gracias divinas revivieron
+en las muertas cenizas nuevo ardor.
+Volví a mirar tu encantadora frente,
+divino altar de virginal pureza,
+y he mirado rodar de tu cabeza
+rizos dorados por casta sien.
+He vuelto a ver en tus azules ojos
+ese color en que refleja el cielo,
+donde se ven en trasparente velo
+dibujadas las gracias del Edén.
+También te he visto, encantadora Helena,
+lanzando rayos con tus negros ojos,
+abriendo heridas, infundiendo enojos,
+regando amores por doquier que vas.
+Tus negras trenzas descendiendo bellas
+por tu moreno, irritador semblante,
+y tu cuerpo flexible y elegante,
+perder me han hecho mi quietud, mi paz.
+Los hoyuelos que adornan tus mejillas
+me tienen muerto, angelical Dolores,
+pues en ellos anidan los amores
+y van las gracias a jugar también.
+Pero ¡ay, Virginia! que me vuelve loco
+lo voluptuoso de tus labios rojos…
+Pero, Camila, tus traviesos ojos
+nunca se olvidan si una vez se ven.
+Pero ¡ah!, cuál late mi amoroso pecho,
+bella Isabel, si tu virtud admiro
+¡Y cuál de amor frenético deliro
+al ver tu gracia, encantadora Inés!
+Julia, Rosaura, Margarita…, ¡oh, todas,
+todas son bellas y por todas muero!
+Es más hermosa la que vi primero,
+y es más amada la que vi después.
+Cualquiera de ellas mi razón trastorna,
+junto de todas con amor palpito;
+¡Mi amante corazón es infinito
+y un lugar para todas hay en él!
+¡Oh, ven, Elvira! ¡Oh, ven, Helena amante!
+¡Oh, ven, Julia…, Rosaura…, Margarita…!
+Venid, que amante el corazón palpita,
+divina Inés y célica Isabel.
+A la señorita A. T.
+Las flores y los perfumes son lo que
+Con mayor poder atrae los recuerdos.
+LA DUQUESA DE ABRANTES
+Hermosa, hay un recuerdo cuyo eco misterioso
+despierta al perezoso, dormido corazón;
+recuerdo que acompaña al triste que suspira
+y arranca de su lira desfallecido son.
+¿Quién no tendrá el recuerdo
+de alguna triste historia,
+de ya pasada gloria,
+de ya olvidado amor…?
+Yo tengo ese recuerdo,
+y tú lo has evocado
+con sólo el adorado
+lenguaje de una flor.
+En vano los pintores apuran sus paletas
+y en vano los poetas modulan su laúd,
+pues nunca a aquella historia podrán dar los colores,
+que sólo con las flores, señora, le das tú.
+Tu bello ramillete,
+historia es de la vida,
+la risa confundida
+se ve con el pesar…
+Pintaste la existencia
+variada, sin concierto:
+se ve la flor de muerto
+unida al azahar.
+De risas y de llanto emblema son las flores,
+pues brindan sus olores al fúnebre ataúd,
+y halagan con su aroma, en éxtasis gozosos,
+los sueños voluptuosos de alegre juventud.
+Pintar supiste con tus bellas flores
+las desventuras de un amor ideal;
+una bella esquivando los amores
+que le ofrecía su infeliz galán…
+Le diste encantos a la ingrata hermosa
+y la cercaste de atractivos mil;
+gracias le dio la purpurina rosa,
+y hermosura y modestia el alelí.
+La azucena su cándida inocencia
+velada por su altiva majestad,
+la flor de fresa con su pura esencia
+simbolizó su angelical bondad.
+De paraíso bella flor buscaste
+para adornar su encantadora sien;
+que es beldad que sin igual formaste
+daba un recuerdo del perdido Edén.
+Mas no supiste, entre su pecho helado,
+colocar un amante corazón,
+porque nos dice que jamás ha amado
+de rosa blanca el juvenil botón.
+Pero al amante…, al infeliz amante
+consuelo alguno ni una flor le dio;
+sólo le diste una alma delirante
+y un corazón que palpitó de amor.
+Has referido lo afectuoso y tierno
+de los delirios de su amor y fe,
+un clavel le inspiró su amor eterno,
+y amor desesperado otro clavel.
+La margarita le sirvió al cuitado
+para decirle a su beldad ¿me amáis?
+Y el clavel blanco y el clavel rosado,
+yo te prefiero, tú eres mi deidad.
+Alguna vez, en sus alegres sueños,
+en el romero el infeliz pensó,
+necio juzgando que los días risueños,
+que han de venir, alumbrarían su unión.
+Mas sólo vio que vegetaba al lado
+la flor de muerto emblema de aflicción,
+y le mostraba su sepulcro helado
+el sauce melancólico y llorón.
+Su lira entonces arrojó: el tesoro
+que al desgraciado la amargura da;
+pero empapadas en constante lloro
+sus cuerdas, flojas, no resuenan ya.
+Yo tengo ese recuerdo y tú lo has evocado
+con sólo el adorado lenguaje de una flor:
+tu bello ramillete me trajo a la memoria
+la ya olvidada historia del ya olvidado amor.
+Perdona si con quejas
+de mi contraria estrella
+osé turbar ¡oh bella!
+Tus horas de placer.
+Perdona, mas no puede
+mi destemplada lira
+del pecho que suspira
+borrar el padecer.
+Te vi, te amó mi corazón de niño
+con un deliro virginal y santo.
+¡Yo era tan joven y te amaba tanto…
+Que fue mi pecho para ti un altar!
+Con tu desdén o con tu amor soñando
+en mis horas de pena o de alegría,
+por mi mejilla juvenil sentía
+silenciosa una lágrima rodar.
+Fuiste la luz de mi primer mañana,
+fuiste el objeto de mi amor primero,
+el bendecido y mágico lucero
+que alumbró la ilusión de mi niñez.
+Y desde entonces sin cesar sentía
+al palpitar mi corazón amante,
+por mi marchito y pálido semblante,
+deslizarse esa lágrima otra vez.
+En el delirio de mi amor ardiente,
+en tu hermosura o tu candor veía
+del cristiano a la cándida María,
+del musulmán la voluptuosa Hurí.
+Y delirante y ciego quise entonces
+arrojarme a tus plantas y adorarte,
+mas sólo pude en mi ansiedad mostrarte
+que rodaba una lágrima por ti.
+Pero después tu corazón de ángel
+contra mi pecho palpitó inocente,
+y con su fuego se tiñó tu frente
+del suavísimo velo del pudor.
+Y al beber el amor en tu mirada
+y con el fuego de tus labios rojos,
+sentí brotar de mis ardientes ojos
+una quemante lágrima de amor.
+Todo pasó. Tu nombre solamente
+como un vago recuerdo me ha quedado
+y el fuego abrasador, casi apagado,
+de mi ardiente, extraviada juventud.
+Y hoy otra vez al ensayar mis cantos
+vertí al recuerdo de tan bella historia
+una lágrima ardiente a tu memoria
+que humedeció las cuerdas del laúd.
+ (De Anais de Segalas)
+Esqueleto, ¿qué has hecho de tu alma?
+Antorcha, di, ¿tu luz en dónde está?
+Lira rota, ¿tu son en dónde se halla,
+que ya muda no te oyen resonar?
+Yerto nido olvidado en una rama,
+¿Dónde está el ave que calor te dio?
+Volcán, ¿qué has hecho de tu ardiente lava?
+Esclavo, di, ¿do se halla tu señor?
+El alma, reina en medio de su corte,
+tu palacio magnífico habitó.
+Su cortejo de luz, de gloria y flores
+tu castillo imperial vistió el amor.
+Hoy eres un escombro. El vil lagarto
+en vez del alma se aposenta en él;
+y reina en tu castillo, aunque usurpado,
+y ostenta allí su púrpura de rey.
+¿Quién eras? ¿Eras una niña rubia,
+alegre, hermosa, tímida y feliz
+y que en la blonda cabellera suya
+más tímida una flor hizo lucir?
+¿Eras acaso un gran señor alzado
+por la fortuna, la suprema ley,
+que contempló con júbilo insensato
+la multitud que se prostró a sus pies?
+¿O era un joven lleno de delirio
+que en el ardor de la primera edad
+se enamoraba de unos ojos lindos,
+negros o azules, que lo hacían temblar?
+No se sabe. Los muertos son iguales.
+La vida nos ofrece variedad,
+y sus formas son siempre inagotables;
+la muerte tiene un molde, nada más.
+Despojo repugnante, sucia casa
+que por ruinosa abandonaron ya;
+roto espejo del alma, en donde nada
+sin su dueño se puede reflejar.
+El pasajero que lo ve sin nervios,
+sin arterias, sin ojo, sin hablar,
+sin labios y sin carne, tendrá miedo,
+y temblando por él preguntará:
+«¿Y el hombre en dónde está?». Mas nada vale
+lo que pueda decir: pues aguardad,
+que vendrá a preguntar algo más tarde:
+«¿Y el esqueleto ahora en dónde está?»
+¡Vanidad, vanidad, dolor, miseria…!
+Viendo viajeros permanece allí.
+Sí, permanece, y sus miserias muestra
+al poderoso, al rico y al feliz.
+El que así te ha exhibido pensó acaso
+que tus huesos hablaran; pero no…
+Ya comprendo que ha escrito con un cráneo,
+y son sus firmas: —«vanidad, dolor».
+Se fue tu alma a la mansión eterna,
+de puertas de oro y de camino azul,
+y allí en éxtasis santo te contempla
+desde el palacio de la eterna luz.
+Y te mira, y ve al sol en su carrera,
+al firmamento en todo su esplendor,
+y en su mansión magnífica y espléndida
+al mirar a su Dios comprende a Dios.
+Mas tú, nada, ceniza y polvo vano
+aguarda el resonar de última voz…
+Recibido el incienso, al incensario
+ya la volvió pedazos tu señor.
+En boca de una mujer
+ (De Schiller)
+Era el más bello de los hombres todos,
+hermoso como un ángel… Su mirada
+era un rayo de sol que fugitivo
+el mar refleja en sus azules aguas.
+Sus abrazos…, ¡transporte delicioso!
+Su corazón mi corazón buscaba
+y a impulsos del amor juntos latían
+y los labios y vida encadenaban.
+La noche a nuestros ojos se extendía,
+y dejando vagar nuestras miradas
+perdíanse en su sombra, y a los cielos
+fascinado el espíritu volaba.
+¡Oh!…, ¡y sus besos!…, ¡emoción divina!
+Cual dos rayos de luz que se entrelazan,
+cual dos voces de un arpa que se juntan
+en confusión armónica y lejana.
+Su espíritu y mi espíritu se unían;
+dentro del alma penetraba el alma;
+y las mejillas rojas de deleite
+y los ardientes labios nos temblaban.
+¡Él ya no existe!… En vano mis suspiros
+y mis calientes lágrimas le llaman…
+¡Ya no existe!…, y los goces de la vida
+en gemidos inútiles se exhalan.
+¡Yo te conozco, maga engañadora,
+porque tu imperio hasta mi vida alcanza,
+tú, que empiezas do acaba la esperanza,
+y mueres de la tumba en el dintel
+con anchos pliegues tu luctuoso velo
+al mundo cubre, ¡maga omnipotente!
+Tú tienes un altar en cada frente,
+y cada corazón es tu dosel.
+Tú eres, desgracia, el maldecido arcángel
+que con el roce de su negro manto
+hace temblar el corazón de espanto
+del que delira entre ilusión y amor;
+el que los sueños de ventura envía
+al infeliz cuyo dolor formaste,
+para decirle al despertar: ¡soñaste!
+Y dejarle sumido en su dolor.
+Tú eres el genio que invisible vaga
+en el salón de crápula y orgía,
+el que exalta la necia fantasía
+del tumulto, diciéndole: ¡gozad!
+Para mostrarle al que se embriaga, luego
+el indefenso pecho de su hermano,
+y con su seca y descarnada mano
+darle un puñal, diciéndole: ¡matad!
+Tú eres el genio que al infante vela
+desde que duerme en la inocente cuna,
+para matar solícito una a una
+las ilusiones que al soñar creó.
+Compañera del hombre, tú enloqueces
+su pobre corazón con la esperanza,
+y le muestras la dicha en lontananza
+para decirle al acercarse: ¡huyó!
+Tú haces correr por los marchitos ojos
+de los mortales el copioso llanto;
+no hay uno solo que el letal quebranto
+no haya sentido como yo sentí.
+¿Quién no ha tenido que exhalar quejoso
+algún suspiro del doliente pecho?
+¿Por qué rostro feliz correr no has hecho
+arrancada una lágrima por ti?
+¡Ay!, infeliz del que encuentra, ¡oh maga!
+en el delirio que forjó de amores;
+porque el aliento de las bellas flores
+unes tu aliento de ponzoña y hiel;
+pues te conozco, maga engañadora,
+porque tu imperio hasta mi vida alcanza
+tú naciste do ha muerto mi esperanza,
+y vendrás de mi tumba hasta el dintel.
+ En boca de una mujer
+No alumbra, no, la inspiración sublime
+del rayo ardiente la siniestra luz;
+de la tormenta al mugidor estruendo
+no vibran, no, las cuerdas del laúd.
+Inspira más de la violeta hermosa
+el suave aroma no esparcido aún,
+y el bando soplo de la brisa errante
+que el cierzo helado y bramador del sur.
+Si la mirada lánguida y doliente
+dejo vagar por el espacio azul,
+hiere mis ojos el torrente inmenso
+que arroja el sol de abrasadora luz.
+¡Cuánto es mejor en la aplacible noche
+mirar lucir la inmensa multitud
+de astros brillantes que callados ruedan
+por ese inmenso pabellón de tul!
+¡Cuánto es mejor el rayo de la luna
+postrada ver, con tímida virtud,
+a una virgen en éxtasis suida
+ante la imagen santa de Jesús!
+¡Cuánto es mejor en la callada noche
+sentir pulsar las cuerdas del laúd
+por mano diestra de galán mancebo
+rebosante de amor y de inquietud!
+Es más hermoso en la mansión de gloria
+de Dios al lado el virginal Querub,
+que el arcángel ministro de venganzas
+que tiene asiento en la mansión común.
+Yo más te adoro ¡oh Dios omnipotente!
+Por mí rogando en la afrentosa cruz,
+que lanzando a Babel el rayo airado
+que en tu justicia fulminaste tú.
+Doquier que vuelva la vista
+ansiosa en mi rededor,
+extáticos ven mis ojos
+objetos de inspiración.
+Si queman a medio día
+los rayos del rojo sol,
+de noche vierte la luna
+su suavísimo fulgor.
+Si se oye el trueno que asorda
+que en las selvas retumbó,
+también lleva el arroyuelo
+sonido murmurador.
+Doquiera se halla un contraste
+en la vasta creación;
+doquier se halla poesía
+en las páginas de Dios.
+Empero, a mí me deslumbran
+los rayos del rojo sol,
+y más amo de la luna
+el suavísimo fulgor.
+Me asusta el trueno que asorda
+que en las selvas retumbó
+y me place del arroyo
+el eco murmurador.
+Mas dondequiera la vista
+ansiosa vuelva en redor,
+extáticos ven mis ojos
+objetos de inspiración.
+Yo he sentido en la noche tempestuosa
+del trueno cóncavo la voz sonar,
+y en la tormenta bárbara horrorosa
+del rayo cárdeno la voz vibrar.
+Vi la tímida gota de rocío
+mecerse trémula con su estridor;
+y al rebramar del huracán bravío
+plegar sus pétalos la humilde flor.
+Yo he mirado rodar el torbellino
+en alas rápidas del huracán,
+y señalar su destructor camino
+con hondo estrépito por donde va.
+Mas he sentido el agradable aroma
+que arrastra el céfiro de algún jardín,
+cuando el ambiente perfumado toma
+del seno cándido del alelí.
+En Grecia
+Es tiempo ya que deje de palpitar mi pecho,
+pues que otros corazones no laten junto a mí…
+Empero, aunque no pueda volver a ser amado,
+no importa, me es forzoso amar hasta morir.
+Mi vida está en su otoño: marchitos por el tiempo
+las flores y los frutos cayeron del amor,
+tan sólo los pesares me quedan todavía…
+me queda ese gusano hambriento y roedor.
+El fuego de mi pecho parece en mi agonía
+la llama solitaria que sale de un volcán,
+junto a la luz que arroja, ninguna antorcha brilla,
+¡Es una moribunda hoguera funeral!
+¡Cuidados, esperanzas, exaltación de penas,
+afanes de los celos, trasportes del amor,
+no puedo ya sentiros, mas llevo las pesadas
+cadenas que enlazaban mi pobre corazón!
+Empero, hoy no debiera tener los pensamientos
+que son el patrimonio de ardiente juventud;
+no es hoy cuando a los héroes la gloria con sus lauros
+o ciñe la cabeza o adorna el ataúd?
+¡Despierta! (Más ¡oh Grecia! ya tú te has despertado)
+Despiértate, alma mía, y observa el manantial
+de do la sangre viene que corre por mis venas:
+¡No puedan ¡ay! mis hecho su origen profanar!
+Contempla aquí… la gloria… el campo de batalla…
+La espada… la bandera… la Grecia mira en fin;
+jamás el espartano que llevan en su escudo
+más libre se creyera, ya próximo a morir…
+Es tiempo ya que a estas pasiones miserables
+indignas de asaltarme las huelle con el pie:
+desde hoy deberán serme de amor y de belleza
+extrañas las sonrisas, lo mismo que el desdén.
+Si lloras, ¿por qué vives…? He aquí donde la muerte,
+te puede ser gloriosa… Estás en la región
+que lidia por ser libre…, ¡oh, Byron, al combate!
+¡Y dile a la existencia tu postrimer adiós!
+Y busca en el combate lo que jamás se busca,
+la tumba del guerrero, que es fácil encontrar.
+Para probar tu eterno reposo en el sepulcro
+en la oprimida Grecia escoge tu lugar.
+ (Traducción de Byron)
+Cuando el amor o la amistad debieran
+a la ternura despertar el alma,
+y esta debiera aparecer sincera
+en la mirada,
+podrían los labios engañar fingiendo
+una sonrisa seductora y falsa;
+pero la prueba de emoción se muestra
+en una lágrima.
+Una sonrisa puede ser a veces
+un artífico que el temor disfraza,
+con ella puede revestirse el odio
+que nos engaña;
+mas yo prefiero para mí un suspiro
+cuando los ojos, expresión del alma,
+por un momento miro oscurecerse
+con una lágrima.
+El hombre surca el ignorado océano
+con el soplo del viento que le arrastra
+en medio de la olas bramadoras
+que se levantan;
+se inclina…, y ve las ondas procelosas
+que amenazantes a su nave avanzan,
+mira el abismo…, y a sus aguas turbias
+mezcla una lágrima.
+En la carrera de la noble gloria
+el valeroso capitán se afana
+por ganar con su muerte una corona
+en las batallas;
+pero levanta al que postró en el suelo,
+y sus heridas compasivo baña
+una por una, en el sangriento campo,
+con una lágrima.
+Y cuando vuelve henchido de ese orgullo
+que hace latir el pecho que avasalla,
+cuando reñida en enemiga sangre
+cuelga su espada;
+se recompensan todas sus fatigas
+al abrazar a su consorte amada
+y al darle un beso en sus mejillas húmedas,
+con una lágrima.
+Dulce mansión de mi niñez perdida
+do la franqueza y la amistad gozaba,
+donde en medio de amor vi deslizarse
+las horas rápidas.
+Yo te dejé con hondo sentimiento,
+volví hacia ti mis últimas miradas
+y apenas pude percibir tus torres
+tras una lágrima.
+Aunque no pueda repetir como antes
+mi juramento a mi María cara,
+a la que fuera para mí otro tiempo
+fuego del alma;
+tengo presentes los felices días
+en que, niños aún, tanto me amaba,
+cuando ella contestaba mis promesas
+con una lágrima.
+¿En otros brazos puede ser dichosa?
+¿Tiene el recuerdo de su edad pasada…?
+Mi corazón respetará ese nombre
+que tanto amaba.
+Con un suspiro renuncié a la dicha.
+Que en ella sola para mí soñaba,
+y dije adiós a mi esperanza loca
+con una lágrima.
+Cuando al imperio de la eterna noche
+tome su vuelo para siempre mi alma.
+Cuando mi cuerpo exánime repose
+bajo una lápida,
+si por ventura os acercáis un día
+donde mi triste sepultura se halla,
+humedeced siquiera mis cenizas
+con una lágrima.
+Yo no apetezco mármol…, monumento
+que a la ambición la vanidad levanta;
+manto suntuoso con que el necio orgullo
+cubre su nada.
+No darán sus emblemas a mi nombre
+el falso orgullo ni la gloria vana,
+lo que yo quiero, lo que pido sólo,
+es una lágrima.
+Brille, cual brilla el resplandor del día
+dorando la mañana,
+tu sonrisa de amor y de alegría
+sobre tus labios carmín, Juliana,
+Juliana mía.
+Que es tu risa
+la precisa
+blanda brisa
+que disipa la nube de dolor
+que produce,
+ángel mío,
+el desvío
+de tu amor.
+Vi rodar por tu frente tus cabellos
+en rizos perfumados;
+vi los hoyuelos que marcan bellos
+en tus mejillas, por amor formados,
+y amor vi en ellos.
+Y he mirado
+que grabado
+te ha dejado
+el tacto de sus dedos el Señor.
+Tus hoyuelos
+son el nido
+do escondido
+vive amor.
+El sueño de la muerte aborrecida
+¡Cuán dulce me sería,
+si pudiera mi frente adolorida
+reclinar en su seno, vida mía!
+¡Luz de mi vida!
+Que eres bella
+cual estrella
+que destella
+del cielo en el azul vago confín.
+Y en ti miro
+pura rosa
+ruborosa
+entreabrir.
+ (Canción)
+… la última estrofa es de desesperante perfección…
+No más esos placeres
+de la agitada vida
+que alegre y fementida
+nos da la sociedad.
+Aquí vivir prefiero,
+do mi dolor mitiga
+la soledad amiga,
+mi dulce soledad.
+¿El mundo qué me ha dado?
+Dolor en son de amores,
+espina y no flores,
+cansancio y ansiedad.
+Consuelos y esperanzas
+el porvenir me veda,
+y sólo ya me queda
+mi dulce soledad.
+Mis bellas ilusiones
+los años marchitaron,
+volaron, ¡ay!, volaron
+mi amor y mi amistad.
+Pasaron como el humo
+mi paz y mi alegría,
+mas queda todavía
+mi dulce soledad.
+Y yo guardo un recuerdo
+de amor y de dulzura
+que hizo la ventura
+de mi primera edad;
+y es hoy memoria triste
+de aquel amor pasado,
+que tú no has agotado,
+mi dulce soledad.
+El canto de las aves,
+el curso de la fuente,
+el trueno del torrente,
+su pompa y majestad,
+son voces misteriosas
+que entre la selva crecen,
+que encantan y embellecen
+mi dulce soledad.
+Los gritos de tumulto,
+los brindis de la orgía,
+lamentos de agonía
+conmueven la ciudad.
+Aquí te rinden sólo
+magnífico concierto
+los ecos del desierto,
+mi dulce soledad.
+Bendita para siempre
+mi soledad tranquila,
+donde jamás se asila
+del hombre la maldad.
+Aquí morir prefiero,
+do mi dolor mitiga
+la soledad amiga,
+mi dulce soledad.
+Cuando una cruz humilde
+presida mi reposo,
+emblema misterioso
+de paz y de verdad,
+al borde de mi tumba
+será mi único amigo,
+y partirá conmigo
+mi dulce soledad.
+¿A qué viniste al mundo de la lágrimas
+ser inocente, inofensivo, ideal?
+¿Ignoras que el dolor empaña, ¡mísero!,
+las aguas de ese límpido cristal?
+¿Sabes qué es el mundo? Un negro piélago
+do al fin sucumbe quien navega en él,
+como sucumbe entre las ondas pérfidas
+juguete de las olas el bajel.
+Grato me fuera si te viera espléndido
+alzar tu vuelo a la mansión de Dios,
+antes que empieces a apurar el tósigo
+del desengaño, de la vida en pos.
+¿Has visto acaso a la violeta tímida
+mostrar sus galas al primer albor,
+luego en la tarde replegar sus pétalos
+herida por el astro brillador?
+Así del hombre los ensueños plácidos
+envueltos siempre en el dolor están;
+¡Ah!, ¡que los goces de la vida rápidos
+riendo vienen y muriendo van!
+Si acaso llega la fortuna pródiga
+alguna vez a coronar su sien,
+recuerda que este don es siempre efímero,
+y eterna la virtud, único bien.
+Su mano diestra en mi mano,
+mi siniestra en su cintura,
+su brazo izquierdo a mi cuello,
+triste yo, llorosa Julia,
+largo rato caminamos
+sobre la grama menuda
+siempre limpia y siempre verde
+que la población circunda.
+—Vamos allí, al cementerio,
+dijo mostrando en la altura
+paredes que blanqueaban
+entre la niebla confusas.
+—Está muy lejos. —No importa.
+—Te hará daño. —Con tu ayuda
+y apoyándome en tu brazo
+no hay senda larga ninguna.
+—Vamos; pero…, al cementerio…
+No puede ser. —¿Por qué dudas?
+Es que quiero dirigirme
+a donde se halla la tumba
+donde descansan los restos
+de nuestra hija. —Ninguna
+señal mandé que pusiesen
+en su humilde sepultura.
+Quiero olvidar los pesares
+si me olvida la ventura.
+¿Para qué tener presentes
+fechas, nombres, sepulturas
+que al amargor de la vida
+su amargor cáustico juntan?
+¿Para qué dejar señales
+que nuestras penas anuncian,
+si estas su sello de plomo
+grabando van una a una?
+El corazón y la frente
+son buenos testigos, Julia,
+pues llevan talladas siempre
+heridas él y ella arrugas.
+Cabellos en relicarios,
+ceniza guardada en urnas,
+cruces en los cementerios,
+son vanidades, locura.
+—No me digas esas cosas;
+vamos andando, y procura
+tener presente su imagen,
+y aquella suprema angustia
+de la niña que al ser ángel
+nos dejó; no olvides nunca
+sus bellos ojos, tan bellos,
+que alivio en su madre buscan,
+y que no encontrando alivio,
+en sus órbitas se ocultan;
+ni su quejido doliente,
+ni las manitas que cruza
+cayendo desfallecidas,
+sin hallar fuerza ninguna;
+ni su aliento que se apaga,
+ni su estertor. —Oye, Julia:
+yo he mentido al decir que no se puso
+una señal para fijar mejor
+los restos de la niña que al ser ángel
+sobre la tierra nos dejó a los dos.
+¿Ves un ciprés que empieza a levantarse
+allí, en ese recinto funeral?
+Ese marca el sepulcro en donde se halla
+esa hija que vienes a buscar.
+¿No temes tú manosear los filos
+que te ofrece, acerados, el dolor?
+gastarlos puedes o romper con ellos
+las manos, y después el corazón.
+Yo no quiero que a una ave casi implume
+corten alas si un velo ensayó:
+¿Por qué, ya que la arrojan a la vida,
+no la dejan gozar aire mejor?
+A esa tumba yo diera el ama mía
+y la sangre mejor del corazón
+si el polvo que ella guarda se animara,
+si reviviera la marchita flor.
+Quisiera que un escudo impenetrable
+se interpusiera entre el dolor y yo…
+Mas si quieres sufrir, sufre y…, te aguardo;
+aquel es el ciprés; yo allá voy.
+—¡Oh! Yo tampoco iré, mas no blasfemes
+es preciso tener resignación,
+que el dolor que sufrimos en la tierra
+en su bondad lo santifica Dios.
+Haz como yo, inclina la cabeza
+y dobla la rodilla como yo,
+y repite en el fondo de tu alma:
+bendito y alabado sea el Señor.
+ Fragmento de una leyenda inédita titulada
«El sombrerón»
+… me atrevo a creer que ni Espronceda ni Byron
+Han tratado la pasión con mayor energía…
+Desesperado entonces don Rodrigo
+viendo a Clara perdida para él,
+no puede hallar un corazón que abrigo
+al corazón en su tortura dé:
+mil proyectos siniestros de venganza
+revuelve sin cesar contra Monroy;
+teme, duda, vacila, y nada alcanza
+a calmar su mortal agitación.
+Vuelve en Clara a pensar, y en su despecho
+cree que la odia, y que olvida cree;
+quiere arrancar aquel amor del pecho,
+aunque se arranque el corazón con él.
+¡Siempre en ella pensando…!, y aunque herido
+se dirige hacia Clara el corazón.
+Luchar con el amor es ser vencido;
+Don Rodrigo en la lucha sucumbió.
+Y dejóse arrastrar por la pendiente
+vertiginosa que le llama a sí,
+marcha veloz que tiene solamente
+en el delito o la locura fin.
+Y entonces ciego, loco, delirante,
+volvió con ansia a su primer amor;
+mas extraviado cuanto más amante
+de las leyes sociales blasfemó.
+Y no pudiendo contener el vuelo
+de su pasión, se le rindió por fin,
+y a Clara, para él supremo anhelo,
+una carta escribió que dice así:
+«Eres, mujer, como el vedado fruto
+que en el Edén ambicionaba Adán;
+es mi amor para ti como el tributo
+que se coloca en el ajeno altar.
+¿Por qué si el cielo pródigo ha querido
+que a tantos puedas inspirar amor,
+el mundo avaro, imbécil, ha exigido
+que a uno solo des tu corazón?
+¿Por qué el mundo egoísta llama vicio
+sus cadenas injustas quebrantar?
+¿Por qué llama virtud al sacrifico
+que le rinde al deber la voluntad?
+¿Por qué los hombres, necios, inventaron
+lo que llama deber la sociedad?
+¿Por qué cadenas para sí forjaron
+que no podrán su corazón atar?
+Mas ¿qué importa que existan esos lazos,
+si tú me quieres consagrar tu amor?
+Romperé tal cadena en mil pedazos
+si no alcanza a apresar tu corazón.
+Me es preciso tu amor. Yo necesito
+que aunque sea un crimen, lo cometas tú.
+Quiero que me ames, que aunque sea un delito
+yo haré que el mundo diga que es virtud.
+Pero en secreto yo tu amor no quiero,
+quiero a todos mostrar que soy feliz:
+¿qué nos importa lo que el mundo entero
+de tu amor y mi amor pueda decir?
+Dime que me amas, y ¡ay!, del que pretenda
+que otros derechos sobre ti alcanzó.
+Teniendo yo tu corazón en prenda,
+¿habrá quién muestre título mejor?
+Al que en tus brazos tan feliz ha sido
+yo no le puedo perdonar tu amor.
+Yo no puedo olvidar que haya latido
+por otro corazón tu corazón.
+Pero te amo hasta en ajenos brazos,
+es para ti desde hoy mi porvenir…
+Mi corazón arrancaré a pedazos
+si alguna pulsación no es para ti…
+¡Oh!, ¡qué no hiciera yo por agradarte!
+¡Todo lo hiciera por amor a ti…
+Sí, todo, todo, menos olvidarte,
+ni un solo instante sin tu amor vivir…!
+Ordena lo que quieras. Me trasporta
+el ir a obedecerte. Haz la señal…
+¿Una virtud…? ¿Un crimen…? ¡Nada importa!
+De todo soy capaz. ¡Puedes mandar!
+Mas no les pidas a mis labios risas,
+señales cariñosas no darán:
+yo no comprendo, amando, las sonrisas
+porque yo amando sólo sé temblar.
+Tu sonrisa no quiero. Temblorosa
+quiero mirarte, pálida ante mí…
+Es bella tu sonrisa cariñosa,
+mas no quiero mirarte sonreír…
+Dime que me amas y verás que brota
+la ternura del alma para ti.
+Mis cantos te daré nota por nota
+y haciéndome inmortal seré feliz.
+Yo te alzaré donde jamás un hombre
+a ninguna mujer pudo elevar;
+Siento que puedo eternizar tu nombre;
+que el canto de mi amor te hará inmortal».
+De Victor Hugo
+¿De qué sirve que las aves
+entonen dulce canción,
+cuando las aves más tiernas
+sólo cantan con tu voz?
+¿Qué importa que entre los cielos
+oculte sus astros Dios,
+si la estrella más brillante
+brilla en tus ojos mejor?
+¿Qué importa que abril renueve
+su jardín de flor en flor,
+cuando la flor más hermosa
+germina en tu corazón?
+Y esa voz encantadora,
+esa estrella y esa flor,
+tus ojos, tu voz, tu alma,
+es lo que llaman Amor.
+… se asoma de vez en cuando el amor propio…
+En la apacible tarde mil veces he sentido
+rodando entre las flores, la fuente murmurar:
+la queja lastimera y el canto adolorido
+de tórtola que busca su ya deshecho nido,
+su amante compañera, que muerta juzga ya;
+He oído entre las sombras de noche silenciosa
+la voz incomprensible de incomprensible ser,
+que en medio de las selvas se eleva misteriosa;
+y el lúgubre susurro del aura vagarosa
+que juega entre las hojas llorosas del ciprés.
+Empero, de tu flauta dulcísima el sonido,
+no imita de las fuentes el lánguido rumor,
+ni el canto de las aves, ni el místico ruido
+que se oye entre los bosques fantástico y perdido,
+ni el eco de las brisas entre el ciprés llorón.
+A nada se parece su acento indefinible,
+no copia otro ruido, no imita ningún son,
+en todo lo que existe jamás fuera posible
+hallar la voz tan tierna, tan dulce, tan flexible
+que a tu instrumento enseña tan inefable voz.
+La red de una armonía desconocida y nueva
+que enlaza el infinito al hombre, enseñas tú,
+que el arte, en el deliro que audaz su genio lleva,
+moderno Prometeo, parece que se eleva
+y arranca de los cielos inspiración y luz.
+El arte vaticina. El genio del artista
+no imita lo creado, se siente creador;
+se lanza al infinito, donde lanzó su vista…
+Y vuelve hacia la tierra y anuncia una conquista,
+cargado con los dones del mundo que soñó.
+Por eso tu ágil flauta despierta el sentimiento
+que duerme entre las fibras de todo corazón;
+por eso no remeda su misterioso acento
+lo dulce de la dicha, lo amargo del tormento,
+la voz de la alegría, los ayes del dolor:
+oyéndote parece que oyéramos, lejano,
+de alguna pena vaga pronóstico infeliz;
+por eso cuando te oigo reprimo el llanto en vano
+que brota de mis ojos, y tímida mi mano
+enjuga mis mejillas y no puede aplaudir.
+Te he vuelto a ver, mas no como algún día
+el recinto llenando de un salón
+con los dulces acentos de armonía
+al resonar de tu divina voz.
+Era de noche… En frente al escenario
+entre bellezas mil brillabas tú,
+como luce el yarumo solitario
+de la colina en el lejano azul.
+Extasiados mis ojos te veían,
+atentos siempre a tu ademán menor…
+Y a mi memoria sin cesar venían
+los recuerdos de un tiempo que pasó…
+Mas los acentos hasta mí llegaron
+del sublime proscrito de Jersey,
+que al evocar los tiempos que pasaron
+nos hace a su recuerdo estremecer.
+Mi pobre corazón puso en tortura
+con su «Lucrecia» el inmortal cantor…
+Y llenando sus fibras de amargura,
+una por una con placer rompió.
+Y sin fuerza, cansado y abatido
+sentí en el pecho el corazón latir,
+y buscando un descanso, entristecido,
+se volvieron mis ojos hacia ti…
+Y fuiste para mí como la sombra
+al ave fatigada por el sol;
+como la dócil y mullida alfombra
+al débil pie que el arenal llagó.
+¡Yo te amo tanto, que eres el consuelo
+que solo he hallado en mi mortal quebranto!
+¡Yo te amo tanto, serafín del cielo,
+yo te amo tanto!
+Enjugue ya tu mano seductora
+mi triste llanto;
+¡Misericordia para mí, señora,
+que te amo tanto!
+¡Oh, si me amaras!…, ¡en mi pecho frío
+¡Cuántos tesoros de ternura hallaras!
+¡Oh, si me amaras, único ángel mío!
+¡Oh, si me amaras!
+Tú, reclinada en mis amantes brazos
+¡Cuánto gozaras!
+¡Cuán dulces fueran del amor los lazos
+Si al fin me amaras!
+Ámame, ingrata…, o de tus ojos quita
+ese mirar fascinador que mata;
+¡Ámame, ingrata, aparición bendita!
+¡Ámame, ingrata!
+Tu cruel desdén las flores de mi vida
+rompe y maltrata…
+Ven a mis brazos y el desdén olvida,
+¡No seas ingrata!
+He escuchado las notas de tu piano
+el dulce acento de tu voz he oído,
+y, lo juro, vecina, no es posible
+que te agrade el chillar de los pericos.
+En frente a mi prisión tus prisioneros
+al aire dan desapacibles gritos,
+displicentes, agudos, penetrantes,
+en tus oídos para herir los míos.
+Tiene la Villa más de cien solares,
+cada solar cien árboles crecidos,
+cada árbol cuenta más de veinte ramas
+y cada rama veinte mil pericos.
+Y estos todos, a un tiempo, hacen apuesta
+a ver cuál tiene su pulmón más fino,
+y con zambra discorde y guasábara
+puebla los aires su infernal chillido.
+Se escucha su chillar, que causa espasmos,
+como el chirrido de amolar cuchillos,
+cual se oyera la turba revoltosa
+de mil muchachos recortando vidrios.
+¡Y tú no estás contenta con los que oyes,
+pues que además enjaulas veinticinco!
+¿No temes al histérico, señora…?
+¡Suelta, por Dios, los pobres pajaritos!
+Respirando, encerrado, olas de fuego
+me atolondran, zumbando los oídos,
+me anonada el calor, pero me mata
+el maldito chillar de tus pericos.
+¿Por qué, vecina, tu inocencia fija,
+tan mal fijado, tu infantil cariño?
+Di ¿no tienes hermanos pequeñuelos?
+¿No hay gatos en tu casa? ¿No hay perrito?
+¿Por la acera del frente no hay ni un joven
+que pase casualmente…, y distraído?
+—¿No? ¡Pues que aspiren al honor de jaula
+las chicharras, los pitos y los grillos!
+¿No te dan compasión tus prisioneros?
+concédeles indulto indefinido.
+¿No te da pena mi tormento injusto?
+¡Vecina, compasión por tu vecino!
+¡Es ella! Sí, mi corazón no miente
+y no miente esa plancha de metal.
+Ese es tu talle, su mirar es ese,
+es ella misma, es ella y aquí está.
+Yo bendigo la luz, bendigo el arte
+que su imagen me dan entre los dos,
+que es igual esta imagen a la imagen
+que guarda sin cesar mi corazón.
+Aunque vida no tenga, nada importa
+si tiene su mirada fija en mí,
+si es constante su risa seductora,
+si a sus labios mis labios puedo unir.
+Nada importa la vida si en sus labios
+hay sonrisas divinas de placer,
+si sus ojos jamás se ven airados,
+si su boca jamás tiene desdén.
+Ven a mi pecho, ven, y do reside
+otra imagen igual vivan las dos:
+yo prefiero el retrato que sonríe
+a la que, esquiva, me negó su amor.
+Ha pocos días quejábame
+de que no hallaba qué hacer
+en Medellín por las noches
+desde las siete a las diez;
+ni un baile, ni una tertulia,
+ni nada en qué entretener
+cuando me dijo Javier;
+en estos días Sañudo
+ha establecido un Hotel
+en donde puedes pasar
+horas enteras muy bien.
+Allí juegan dominó,
+juegan tresillo, ajedrez;
+hay buena conversación;
+periódicos que leer;
+allí dan brandy, cerveza;
+hay vino, dulces, café…
+Es buen establecimiento,
+¿por qué no asistes a él?
+Pues, señor con tal noticia
+al fin me determiné,
+tomé mi capa al momento
+y entré en el club a las seis.
+Tres personas que salían
+en el zaguán me encontré:
+—¡Qué tal si no meto el basto!
+decía uno de los tres.
+—¡Y si no das el arrastre!
+—¡Qué solo el que me llevé…!
+Me dirigí al comedor;
+allí tomando beef-steak
+estaban varias personas,
+y hablando a más no poder.
+—Yo perdí este solo de oros,
+el más grande que se ve:
+seis de cuatro matadores,
+Rey de copas, cuatro y tres;
+por consiguiente, dos fallas…
+—¡Pero, hombre, no puede ser!
+¿Lo perdiste…? —Lo perdí.
+—¿Por mal jugado? —¡Tal vez!
+Me recomieron los triunfos
+que en las dos fallas jugué,
+me asentaron los chiquitos
+y me fallaron el rey.
+—¡Amigo! ¿Qué te parece
+la polla que me saqué?
+eché vuelta con la espada,
+me salió de espadas, seis;
+con tres de espada fui al robo,
+ni un solo triunfo robé;
+sin un rey, sin una falla,
+y sin embargo has de ver,
+me la he llevado por cuatro…
+¡Tan mala y no la chillé…!
+De allí pasé a los salones;
+había en un canapé
+sentadas varias personas
+que hablaban casi a una vez.
+—¡Perdí esta polla de espadas:
+espada, malilla y rey,
+caballo, sota, otro triunfo,
+Un rey y una falla! —¡A ver!
+¿Pero cómo? —De codillo.
+—¡Era muy grande…! ¡Ya ves!
+—No; pero nadie ha perdido
+la polla que perdí ayer:
+tres matadores en copas
+y la tercia…, robé tres…
+—¡Fuiste a robar siendo solo!
+—¡Sí, hombre!, ¡y lo que robé!
+Un orito, una copita
+y a pateperro. —Pero es
+que tan sólo renunciando
+esa se puede perder…
+—Pues así me sucedió,
+Robé mal y renuncié.
+Cansado ya de escuchar
+sin una jota entender,
+fuí a ver a los jugadores
+sentados de tres en tres.
+—Habla el mano. —Paso. —Juego.
+—Bien puede; diga de qué.
+—De las bravas. ¿Quiere espadas?
+—Dan espadas, robe usted.
+—La mano juega. El rey de oros.
+—Tengo oros, —Y yo también.
+—Bastos, tengo. No metí.
+¡Siempre está fallo ese rey!
+—Un arrastre nunca es malo.
+¿Sirvieron todos? A ver…
+¿Cuántos triunfos han salido?
+—Salieron…, tres y tres…, seis…
+A ver su baza. Aquí hay uno.
+—Seis y uno…, siete…, y tres, diez.
+—Uno de estos para el basto.
+—¡No se podía perder!
+—¿De qué entró? ¿Cuánto se debe?
+—Cinco reales. —Tome usted.
+—Un fuerte por cinco reales.
+—Cinco reales. —Muy bien.
+Me separé de esta mesa
+y a otra mesa me acerqué.
+Allí exclamaban: ¡Pero, hombre!
+¿Por qué no quiso volver
+esas espadas, sabiendo
+que estoy fallo? —Lo mismo es,
+si el señor juega su basto,
+mejor, se lo dejo hacer,
+los embazo, y en seguida
+con sota y rey me hago pie.
+—No hay remedio, tijereta
+Para el caballo de usted.
+En otra mesa decían:
+—Cinco, entrada; vuelta, seis;
+Tres matadores, son nueve;
+Primeras, diez; dan de a diez.
+Y en otra: ¡Si yo he podido
+agachármele a sus tres!
+—¡No, señor, con un triunfito
+de los míos que eche usted…!
+—¡O que usted vuelva sus bastos!
+—O que no vuelva oros él…
+—Es puesta… —Le voy codillo…
+—¡Si era más grande! —Da, Andrés.
+ Y mareado, aturdido,
+no pudiendo comprender
+ni el juego, ni las palabras,
+y maldiciendo a Javier,
+salí a la calle al momento,
+llegué a casa y me acosté:
+pero apenas me dormí
+soñé que estaba en Babel.
+Yo no puedo existir sino a tu lado,
+mi alma ya se rindió a tu corazón,
+porque un mismo destino nos ha atado
+con lazos encantados a los dos.
+Y entre tanto que el tiempo hora por hora
+veloz huyendo va,
+mi triste canto que en la sombra llora
+va tu frente a tocar.
+Yo soy el labio, tú eres la sonrisa;
+yo soy la lira, y tú la inspiración;
+el arbusto soy yo, tú eres la brisa;
+eres tú la belleza, y yo el amor.
&nnbsp;
+Y entre tanto que el tiempo hora por hora
+veloz huyendo va,
+mi triste canto que en la sombra llora
+va tu frente a tocar.
+Yo era un niño, tú niña; nos veíamos
+tú ruborosa y vergonzoso yo;
+que amábamos entonces no sabíamos,
+pero inocentes, tímidos, decíamos;
+¡Amémonos los dos!
+Jóvenes ambos, con amor profundo
+siempre amarnos juraste y juré yo;
+si es nuestro amor, dijimos, sin segundo,
+¿Qué nos importa lo que diga el mundo
+amándonos los dos?
+«Nos amamos», decimos todavía,
+tú sin rubor y sin vergüenza yo:
+mas huye nuestro amor la luz del día.
+Digamos la verdad, amiga mía:
+nos amamos ya los dos.
+En Babilonia, a orillas de su río,
+un día, en cautiverio, nos sentamos,
+y nuestra suerte mísera lloramos
+lamentando la ausencia de Sïón.
+Cada cual en los sauces de la orilla
+triste, colgaba el músico instrumento,
+cuyas cuerdas heridas por el viento
+recordaban los cantos del Señor.
+Los mismos que cautivos nos llevaron
+y cautivos por fuerza nos tenían,
+sin mirar nuestro llanto nos pedían
+de nuestra amada patria una canción.
+Pero ¿cómo cantar aprisionados
+los cantos del Señor en tierra ajena…?
+¿Cómo elevar con tan amarga pena
+los himnos de otro tiempo a nuestro Dios?
+¡Jerusalén, Jerusalén querida!
+Que se seque mi mano en el momento
+que pretenda pulsar un instrumento
+¡entre un pueblo enemigo de tu ley!
+¡Que apague para mí su luz el día,
+que se pegue la lengua a mi garganta,
+si en tierra extraña tus canciones canta
+olvidado de ti, Jerusalén!
+Acuérdate, Señor, del día horrible
+postrero de Sïón; oye ese acento:
+«¡Arrasadla, arrasadla hasta el cimiento!».
+Gritan los hijos bárbaros de Edom.
+¡Hija infeliz, ciudad de Babilonia!
+Tal ruina te espera y tal estrago
+¡Dichoso aquel que pueda darte el pago
+de lo que haces con nosotros hoy!
+¡Oh!, ¡bienaventurado aquel que pueda
+mirar tu destrucción, ciudad maldita,
+y en tus escombros con tu sangre escrita
+la historia de tus crímenes leer!
+¡Aquel que vea los llorosos niños
+del regazo materno arrebatados
+y en las piedras dispersas estrellados
+de la que un tiempo tu muralla fue!
+A Isabel
+Son las primeras líneas que reciben
+estas páginas blancas, Isabel,
+y aunque sean primeras que se escriben,
+ellas serán las últimas también.
+¿Sabes por qué? Lo sabes. La pobreza
+desde muy niña doblegó tu sien,
+y jamás se levanta una cabeza
+mientras el oro su esplendor no dé.
+Si el brillar de las galas y diamantes
+a tu gracia se uniera y juventud,
+tendrías, de seguro, cien amantes
+que, de seguro, despreciaras tú.
+Mas tu instrucción y tu virtud en suma
+desconocidas siempre quedarán,
+modesta flor del campo, que perfuma
+sólo el tronco en que nace y morirá.
+Pregonan por gemelas en la tierra
+dos famosas virtudes, a saber:
+resignación, modestia, mas me aterra
+que puedas igualarlas, Isabel.
+La modestia, la tinta nacarada
+que en el oriente va anunciando al sol;
+tibia luz vergonzosa y desmayada
+que al mirar su rey siente rubor.
+La modestia, plegada enredadera
+que se enrosca en la peana de la cruz,
+y no envidia su copa a la palmera
+pues tiene sombra y aire y vida y luz.
+La modestia, diamante solitario
+que a su madre, en una arca, entregó Dios,
+y si ella la selló ¿qué lapidario
+podrá el diamante abrillantar mejor?
+Resignación, sofisma que mintiendo
+la impotencia habilita de virtud;
+cobarde concesión que hace muriendo
+la voluntad del hombre, única luz.
+Cansado el hombre de luchar en vano
+por conseguir un fin que no alcanzó,
+hipócrita y rendido exclama ufano,
+fingiendo una virtud: resignación.
+Ante el deber jamás es santo el miedo,
+no poder no es virtud. ¡Valor!, ¡valor!
+Yo quisiera ser Dios, pero…, no puedo,
+¿Y es virtud resignarse a no ser Dios?
+Deja al mundo en su lógica risible
+que a los cobardes ovaciones dé,
+mas tú, joven y bella, tú sensible,
+sé modesta, sé pura, sé Isabel…
+¡Oh!, no insulteís a la mujer que cae,
+no sabemos qué peso la agobió;
+y no sabemos cuánto tiempo el hambre
+hiciera en vano vacilar su honor.
+¿Quién no ha visto mujeres extenuadas
+asirse largo tiempo a la virtud,
+y el viento resistir de la desgracia
+y moribundas combatir aún,
+cual la gota de agua que en la punta
+de una hoja hace el viento estremecer;
+y el árbol la sacude, y tiembla, y lucha,
+perla antes de caer, fango después?
+Empero puede su esplendor primero
+esa gota brillante recobrar;
+puede salir dejando polvo seco,
+que el agua pura en ese fango está.
+Dejad amar a la mujer caída,
+dejad al fango que le dé calor,
+porque todo en el mundo resucita.
+Con los rayos de amor o los del sol.
+DE LORD BYRON
+Si en el mundo distante de este mundo
+se goza del amor que sobrevive,
+si allá se encuentra el corazón querido
+que del nuestro en la tierra se despide;
+si allá vemos los ojos que aquí amamos,
+mas sin lágrimas ya, pues son felices,
+¡Benditas para siempre esas esferas
+que el pensamiento más allá concibe!
+Si eso es así, ¡cuán dulce nos sería
+morir al punto, Eternidad terrible,
+ya perdido el temor con los reflejos
+de los torrentes de tu luz sublime!
+Y debe ser así: no por nosotros
+temblamos a la orilla del abismo,
+y a la frágil cadena de los seres
+luchamos anhelantes por asirnos;
+Por los que quedan es por quien temblamos
+al surcar ese mar desconocido;
+por el temor que al venos separados
+nuestros afectos queden divididos.
+Mas en ese futuro se apodera
+el corazón del corazón querido,
+y el alma con el alma se hace eterna
+siendo amantes aquí y allá infinitos.
+«…cuatro solas de estas estrofas debieron colocar,
+en el acto, a su autor en primera línea entre los
+líricos castellanos». «El sagrado nombre de Julia
+lo obliga a fingir, sin espontaneidad ninguna, la
+ melodiosa galantería métrica de otros tiempos…».
+¿Conque también las extranjeras brisas
+prestan sus alas a mi humilde voz?
+¿Conque hay también en apartados climas
+liras galantes cuyas cuerdas vibran
+y dulces brindan a mi nombre un son?
+Y ese son inefable que se escucha
+es, Amelia, la voz de tu laúd,
+para pedir que inmortalice a Julia;
+y lo haces de una vez con tal dulzura,
+que yo no alcanzo donde alcanzas tú.
+ya no puede tener mi acento brío;
+gasté todo…, hasta el filo del dolor;
+ya ni al aspecto del pesar suspiro;
+odio y me cansa todo lo que es mío;
+¡Es más que desaliento, es postración!
+Pasó ya el tiempo de cantar a Julia;
+los cantos para ti pasaron ya;
+angustia sólo puede dar angustia;
+con el musgo arrancado de una tumba
+¿Quién puede una cabeza coronar?
+Antes siquiera en mi dolor soñaba
+con esperanzas, ilusiones, fe:
+de mariposa encantadoras alas,
+que desaparecen cuando al aire vagan,
+fuegos fatuos que mueren al nacer.
+Mas ya la realidad con su esqueleto
+no hace vibrar las cuerdas del laúd…
+pasado y porvenir están ya muertos…
+¡Tantas noches amargas sin un sueño!
+¡Tantas sombra en torno, y ni una luz!
+No hay roca de la cual la mano mía
+«El agua cristalina haga brotar»;
+¡Silencio, pues…! Las extranjeras brisas
+yo no debo turbar, pues allí envías
+las dulces notas que tus cantos dan.
+Si yo pudiera ser como la antorcha
+que da más luz al tiempo de morir,
+dirigiendo hacia ti mi última nota,
+no envidiaras, Amelia, ni la gloria
+de Leonor, de Laura ni Beatriz.
+¡Qué feliz es la infancia! exclama el joven;
+¡Qué bella y qué feliz la juventud!
+En su edad ya madura dice el hombre;
+¿Pero la dicha en dónde
+se ocultaba cual hoy se oculta aún?
+¡Oh!, ni el niño, ni el joven, ni el anciano
+pueden nunca decir: yo soy feliz;
+al mirar esos tiempos que han pasado
+creemos, engañados,
+que la ventura se ha quedado allí.
+Y es mentira: sofisma es el recuerdo
+cuando engalana el tiempo que pasó.
+¿La esperanza?…, sofisma, aunque sea bello,
+que nos forja el anhelo…
+Y anhelamos…, ¿y bien, qué? —el dolor.
+Recuerdo y esperanza, aunque mentiras,
+algún consuelo a nuestras penas dan,
+que engañarse a sí mismo es sentir dicha,
+pues siempre suprimida
+otra mentira fue, felicidad.
+Esperanza y recuerdo, pobre niño,
+vedados para ti siempre estarán;
+no encontrarás en tu dolor alivio.
+Si sientes un martirio,
+te ha dado el mundo lo que puede dar.
+¡Oh!, ¡el recuerdo!, arráncalo del alma.
+que con él aunque fuerte, no podrás,
+porque es el mal menor que se te aguarda
+llegar ser estatua,
+que es el castigo del que mira atrás.
+Pero si miras, hallarás doliente
+a un mártir sublime que te dio
+dos legados peores que la muerte:
+la vida con su leche,
+y su mal incurable con su amor.
+Y desprendido tú de sus entrañas
+otro legado más te dio al nacer,
+llevar como ella tan sensible el alma,
+herencia desgraciada
+que has recibido por tu mal también.
+Y si miras, verás allá a tu madre
+desgarrarse entre angustias y morir;
+en sus nervios, en su alma, en todas partes
+un verdugo constante
+teniendo encarnizado, la infeliz.
+¡Oh!, y la esperanza, aunque mentido sueño
+sea la duda, y la duda el torcedor,
+no la tendrás aunque los hombres necios
+la admitan cual consuelo:
+para ti la esperanza se acabó.
+Ya te ha cerrado el porvenir sus puertas;
+adelante jamás debes mirar,
+que lo mismo que atrás, una barrera
+estúpida se eleva.
+¡Pobre Carlos! No mires más allá.
+Si lo haces, verás lo que miraste
+al mirar hacia atrás, tribulación;
+un tormento, un dolor en todas partes
+que sufrirás más tarde…
+Si has de sufrir después, no sufras hoy.
+Esa tu enfermedad es como el cáncer:
+lenta, inflexible, se la ve venir;
+tormentos y dolores sólo trae.
+Mirándola delante
+sé que ni en sueños puedes ser feliz.
+Y sufrirás horriblemente: horribles
+te aguardan los dolores de tu mal.
+Pídele a Dios con fe que te reanime,
+con fe a su Madre pídele
+que te dé lo que saben ellos dar.
+En tu círculo estrecho del presente
+retuércete muriendo, y ojalá
+Que conforme, aun muriendo nunca llegue
+tu lengua balbuciente
+una blasfemia a proferir jamás.
+¡Yo también sufro tanto…! Mas no quiero
+tratándose de ti nombrarme yo;
+quisiera consolarte, mas no puedo;
+que sepas, sí, pretendo
+que alguien hay a quien duele tu dolor;
+Y que quiere que el mundo, que te ha dado
+lo que el mundo al que sufre siempre da,
+lo mires con desprecio. ¡Sufre, Carlos!
+Y a Dios pídele en tanto
+que no te niegue lo que sabe dar.
+El pasado, el presente y el futuro,
+todo se muestra descarnado a ti;
+mas si crees, ¡feliz! Fuera del mundo
+salvando aquellos muros,
+puedes tranquilo en tu dolor morir.
+Que no importa que el alma torturada
+gima aquí, que gemir es su misión;
+sufre y la frente en tu dolor levanta,
+y de la fe en las alas
+elévate hacia Dios, sólo hacia Dios.
+¡Soñé! —¡qué cosas se ven en sueños!—
+que Dios estaba de buen humor,
+y que riendo de ver tan viejos
+a mi levita y a mi calzón,
+Me dijo: «Escucha: sabes que quiero
+darte una prueba de mi bondad;
+un don magnífico que te reservo:
+quiero que rico puedas gozar.
+«Pues he resuelto que no te quejes,
+y tengas plata con profusión.
+siempre que quieras la mano mete
+en el bolsillo del pantalón;
+«Y un peso fuerte sacarás siempre;
+puedes hacerlo con rapidez,
+pues es lo mismo, que siempre un fuerte
+en el bolsillo debes tener».
+¡Lo que es un sueño! Yo no creía,
+pero la mano llevé al calzón,
+y en el bolsillo…, ¡un peso!, ¡oh dicha!
+¡Estar despierto me pareció!
+Rápida al punto volví la mano,
+saqué otro peso, y otro después…
+Seguí sacando, siempre sacando
+pesos y pesos…, muchos saqué.
+Sacaba un peso y otro venía
+al mismo punto y en vez de aquel,
+y de mano ágil y lista
+iba creciendo la rapidez.
+Iba sacando pesos y pesos
+y sobre el suelo formé un montón,
+montón que siempre, siempre subiendo
+una muralla blanca formó.
+Mi ansia, mi anhelo, iban creciendo
+cuanto subía más el montón;
+ya no veía, me hallaba ciego;
+me vi inundado por el sudor.
+Como en ayunas, estaba débil,
+y tiempo hacía que estaba allí…
+Sentí mi brazo desfalleciente
+perder sus fuerzas…, rindióse al fin…
+Vinieron juntos a suplicarme
+todos mis hijos con mi mujer,
+que algo comiera; pero yo «gasten»
+sólo diciendo, nada escuché.
+Siempre anhelante hice otro esfuerzo,
+quise más pesos de allí extraer;
+pero no pude, diéronme vértigos;
+cayendo exánime me desmayé…
+Volví a la vida vuelto del sueño:
+¡Lo que es un sueño!, pensaba yo:
+me había dormido teniendo puesto
+mi pobre y único viejo calzón;
+y desgarrado vi que tenía
+y hecho pedazos mi pantalón.
+¡Lo que es un sueño!, que en más desdicha
+¡Tanto dinero me sumergió!
+Noté con esto, pero ¡qué tarde!
+Que en el bolsillo se debe echar
+siempre dinero…, mas, no sacarle
+sino por grande necesidad.
+A mi amigo Demetrio Viana
+… al aliento del amor, no siempre
+desaparece el dolor, o el mismo hace
+otros dolores y angustias…
+¡Aleluya, aleluya! Ya la muerte
+con su dedo de hielo me tocó;
+si el fin preciso de la vida es ese,
+mientras más cerca nuestro fin, ¡mejor!
+Poco sufre el que escucha su sentencia,
+y más si condenar es absolver;
+ese fallo infalible que se espera
+poco le debe atormentar a él.
+Mas tú dirás que la existencia es bella
+y que es negro y dudoso el porvenir…
+Pero si hoy es dudoso y nos aterra,
+¿No es más dudoso más allá ese fin?
+Es muy buena la vida, como dices;
+puede un hombre viviendo ser feliz,
+pero sólo el momento en que nos ríe
+la muerte amiga que nos llama a sí.
+Si nadie se alza de su helada tumba,
+si no se recita nunca aquí,
+¡Oh, bendita la muerte, que asegura
+que jamás volveremos a vivir!
+¿Dónde está la desgracia? ¿En dónde se halla,
+jamás felicidad, siempre dolor?
+En la vida, ¿no es cierto? Y si ella acaba
+¿Será el morir felicidad, o no?
+Pero hay hombres que adulan la existencia,
+optimistas en todo, como tú,
+que ufanos dicen: «Nuestra vida es prueba…»
+Mas ¿qué entre prueba y dicha hay de común?
+La muerte que se acerca, ¿a cuántos hace
+un delito cobarde suspender?
+Pues ya próxima viéndola delante
+¿quién, necio, la apresura, y para qué…?
+La muerte nos reúne a los que antes
+alzaron vuelo a la feliz región…
+Nuestras almas no pueden separarse…
+Pero…, ¿al que vive hay que decirle adiós…?
+¿Es preciso dejar a los que amamos?
+¿Conque es morir también separación…?
+Y a la esposa, a los hijos, madre, hermanos
+¿Dejarlos y partir? ¡No, Viana, no!
+Yo no quiero morir…, solo a lo menos,
+si es que debe llorar alguien por mí…
+¡Yo no quiero morir…, yo tengo miedo!
+¡Oh!, ¡miedo de quedarme y de partir…!
+¿Conque al cerrar mis ojos, ojos yertos,
+alrededor de mi desierto hogar,
+(¡Mi hogar, mi hogar…! ¡Qué digo! ¡Hogar ajeno!)
+¿Los que ven mi partida llorarán…?
+¿Con qué pudiera yo evitar de Julia
+una lágrima sola, una no más…
+Con sólo no morir? Demetrio, busca
+un remedio eficaz para mi mal…
+¡Ella y ellos dispersos y sufriendo…
+Y tal vez tanto como sufro yo…!
+Yo no quiero apartarme nunca de ellos…!
+¡Yo no quiero morir…! ¡Gracias mi Dios!
+¡Prolóngame la vida mientras vivan
+lo que me obligas hoy a abandonar…!
+¡Haz, mi Dios, que me quede o que me sigan!
+¡Pero yo solo, no, Dios de bondad…!
+Ellos sin mí, ¿qué harán? ¡Oh!, ¡la miseria,
+que ha hincado ya sus garras de metal,
+seguirá si me voy…! ¡Necio! ¡Si ella
+sólo por mí la experimenta ya…!
+¡Oh!, ¡y es eso verdad! ¡Soy un estorbo…!
+¡No puede estar la dicha en donde estoy…!
+¡Aleluya, aleluya…! Reconozco
+que si debo morir…, ¡lo quiere Dios!
+… irónica resignación…
+«¿Conque has visto la muerte hace ya tiempo
+acercarse hacia ti con paso fijo,
+y has exclamado con solemne acento:
+cúmplase en mí tu voluntad, Dios mío?».
+Eso preguntas tú. Pues eso es cierto;
+mas quiero que me digas, Federico,
+si próxima la muerte estoy sintiendo
+¿qué es lo que extrañas del acento mío?
+—¿Qué no debo morir porque no es tiempo
+que yo deba dejar entristecidos
+a todos los que forman mi embeleso:
+familia, patria, provenir, amigos?
+Mas si eso no es así, si no hay remedio,
+y dice Dios: «Ya el término es cumplido»,
+¿Me acusarás si ante un poder inmenso
+mi no poder con humildad resigno?
+Nadie anhela morir cuando a lo lejos
+le da un fanal consolador su brillo:
+¿Quién ilusiones al redor sintiendo
+querrá la realidad, amigo mío?
+Si desechar la muerte ya no puedo,
+y humildemente resignado digo
+(al ver que Dios es gran y yo pequeño):
+«Cúmplase en mí tu voluntad, Dios mío»,
+¿Me culparás, me culparás por esto…?
+No culpándome yo, muero tranquilo.
+Todo lo que es morir yo lo comprendo,
+y con sólo mi miedo lo publico.
+Si es preciso morir, también es cierto
+que es resignarse a nuestro fin, preciso.
+Si es preciso morir, muramos riendo
+al menos con los labios, Federico.
+Mis lágrimas bebiendo, de rodillas
+me acerqué silencioso a tu ataúd;
+iba a rogar por ti, pero a tu vista
+olvidé las plegarias que sabía,
+pues toda mi alma la llenabas tú.
+Y entonces comprendí que están en fiesta
+saliéndote en el cielo a recibir,
+sabiendo que una voz amiga y nueva
+ya el coro de los ángeles completa;
+y así, no rogué a Dios, te rogué a ti.
+… liquida de nuestras cosas terrenales…
+¿Me preguntas, Edelmira,
+a qué me supo esa pasta
+llamada por ti merengue?
+Pues oye: me supo a nada.
+A nada, muy formalmente
+te lo repito: esto basta.
+El sabor es, Edelmira,
+cual la voz, cual la mirada,
+cual todo lo que sentimos
+y cuyo juez es el alma.
+Y si no, dime, ¿qué dicen
+los pájaros cuando cantan?
+¿Qué dicen cuando murmuran
+en blancas guijas las aguas?
+¿Qué dice la blanda brisa
+cuando tropieza en las ramas,
+y el fiero mar que se escucha
+cuando colérico brama?
+¿Qué los truenos cuando rugen
+y entre las nubes estallan?
+¿Qué los volcanes publican
+cuando vomitan su lava?
+¿Qué se oye, di, cuando suenan
+repicando las campanas,
+y de un péndulo el latido,
+y el de un perro cuando ladra?
+Dime, ¿no es cierto, Edelmira,
+que brisas, rumores, auras,
+truenos, volcanes, sonidos,
+son mudos, no dicen nada?
+¿No has visto tú algunos ojos
+que nos miran y que callan?
+¿No has visto algunas sonrisas
+que entre dos hoyuelos vagan
+o bajo naciente bozo
+furtivamente se escapan?
+¿Qué dicen esas sonrisas,
+Mudo lenguaje del alma?
+En el campo, a la oración
+¿No has estado reclinada
+mirando pasar las nubes
+que en mil grupos se abrillantan,
+que se escarmenan, se apiñan,
+negras, plomizas o blancas,
+cuando el sol al esconderse
+débiles rayos les lanza?
+Y allí mismo en esas horas
+en el césped recostada,
+¿No oíste mugir los toros,
+no oíste bramar las vacas,
+y del caballo el relincho,
+y el balido de las cabras,
+currucutear las palomas,
+y al gallo cantar, si canta?
+¿No oíste de las gallinas
+la monótona algazara,
+cuando disputan un puesto
+de un árbol entre las ramas,
+y susurrar las abejas
+cuando anhelantes enjambran,
+y a la torcaz que solloza
+cuando todo rumor calla?
+Edelmira, di, Edelmira,
+todo esto, ¿qué dice? Nada.
+A nada, es decir, a todo,
+porque esta palabra vaga,
+como el maná del desierto
+a cualquier gusto se adapta.
+Se escucha lo que se quiere
+porque es fotógrafa el alma,
+y con su luz un deseo
+es realidad y resalta.
+Y si no, dime, Edelmira,
+cuando los pájaros cantan,
+¿No te expresan lo que anhelas,
+lo mismo que oculto guardas?
+cuando las aguas murmuran,
+¿No responden en su habla
+a una pregunta secreta
+que estás haciendo aunque callas,
+respuesta que a nadie pides,
+pero que confiada aguardas?
+Y en las brisas apacibles
+cuando sacuden sus alas,
+¿No escuchas en tus oídos
+los mil suspiros que pasan?
+Nos forja la fantasía
+lo que la mente anhelara,
+y oímos lo que queremos
+si repican las campanas,
+si mugen fieros los toros,
+si braman tiernas las vacas,
+si melancólica arrulla
+la paloma enamorada,
+si el relincho percibimos
+del alazán cuando escarba,
+o el ladrido de los perros,
+o el gallo criollo que canta,
+la torcaz que se lamenta,
+o las cabras cuando balan.
+El mar, el volcán, el trueno
+¿No te espantan cual te espanta
+la realidad de un martirio
+que sus sonidos retrata?
+En las nubes caprichosas,
+que tímidamente vagan,
+no ves fantasmas, vestiglos,
+demonios, ángeles, hadas,
+de púrpura inmensos ríos,
+de plomo negras montañas,
+formando así tu capricho
+la figura deseada?
+Las sonrisas dicen mucho,
+dicen más que las palabras,
+crepúsculo vespertino
+o tinte róseo del alba,
+ya sean de ira o despecho,
+ya de amor o de esperanza.
+Y los ojos, oh Edelmira,
+el telégrafo del alma,
+¿Cuántas cosas no nos cuentan
+con una sola mirada?
+¡Oh! Cuán amargas las penas
+son en las horas calladas
+de una noche de aflicción…
+¡Tan lentas horas no acaban!
+Y por eso los murmullos
+que llegan a la almohada
+nos dicen cosas tan tristes,
+que mejor fuera ignorarlas.
+Y si postrada en el lecho
+sientes la fiebre que mata,
+¿No oyes que el péndulo imita
+de la muerte las pisadas,
+cuando palpitando acordes
+tu sien y el péndulo marchan?
+Que el péndulo y las arterias
+compás acordado marcan,
+a la sangre que circula
+y al tiempo fugaz que pasa.
+En fin, sonidos, rumores
+sombras, sonrisas, miradas,
+volcanes, nubes y truenos
dicen todo, o dicen nada.
+Convengamos, Edelmira
+en que no sabiendo a nada
+ese merengue exquisito,
+mil cosas ocultas guarda.
+Yo al probarlo estaba viendo
+esas manos delicadas
+de las graciosas criaturas
+que aéreas cosas amasan;
+creí que estaba leyendo
+el interior de sus almas,
+y en su limpio fondo escritas
+sus ilusiones galanas.
+Me supo, y me supo a mucho,
+porque no me supo a nada…
+Y veía, sobre todo,
+que aquella bendita pasta,
+pasando antes por las tuyas,
+luego a mis manos llegaba;
+y pensando en ti leía
+lo que allá en tu pecho pasa,
+donde a leer he aprendido
+por voz y tu mirada.
+Concluyamos, Edelmira,
+¿A qué me supo esa pasta?
+a lo mismo que esos versos:
+me supo a todo y a nada.
+… levántase hasta el padre
+de las misericordias…
+¡Misericordia, oh Dios, oh Dios eterno!
+Escucha las palabras de mi boca:
+guarda tu omnipotencia y tu justicia;
+sólo pido hacia mí misericordia.
+Eterno, omnipotente y admirable
+te manifiestas en tus obras todas,
+y yo, ruin, para alcanzar clemencia,
+no tengo más que mis mundanas obras.
+Tú, todopoderoso, eres el centro
+a do la creación gravita toda;
+sólo tú permaneces inmutable,
+pues todo el tiempo lo destruye y borra.
+Círculo eterno cuyo centro se halla
+en todas partes, siempre a todas horas,
+y cuya periferia en parte alguna
+jamás puede encontrar la mente ansiosa.
+Son los mundos y soles refulgentes
+opacas lentejuelas de tu alfombra.
+Y el pasado, el presente y el futuro
+un breve punto a tu presencia sola.
+Al que pretende penetrar tu esencia
+tu poder lo confunde y lo acongoja,
+mas así muestras tu poder eterno,
+abrumando al que intenta ver tu gloria.
+Tu ciencia es infinita y tu justicia
+infinita como ella y portentosa;
+pero yo sólo a tu bondad ocurro:
+busco al Padre no más; óyeme ahora.
+Tu airado rostro de mi rostro aparta,
+y así tu oído escuchará mi boca;
+no te acuerdes, Señor, de mis pecados,
+y de mi alma la impureza borra.
+Con un santo temor y temblor santo
+quisiera yo servirte a todas horas,
+y espero tu perdón, porque yo, ingrato,
+al fango me arrojé, do gimo ahora.
+Señor, soy débil, me confieso reo,
+nada mi infamia y mi vileza abona,
+pero fui concebido en el pecado,
+y es la mancha de Adán mi herencia odiosa.
+¡Apártame del vicio, Dios clemente,
+y tu perdón mi contrición acoja,
+mi contrición que alentarás, que el alma
+es impotente si se encuentra sola!
+No son las almas parte de tu esencia,
+pues sólo son tu predilecta obra;
+si tú sombra inmortal tener pudieras,
+nuestras almas, tal vez, fueran tu sombra.
+Mas vuelve ya tu rostro hacia mi rostro;
+ya me oíste, Señor, ¡mírame ahora!
+¿No me escuchas aún? ¡Virgen María,
+ayúdame a rogar, Madre y Señora!
+Pide a mi Redentor, al Hijo tuyo,
+que mi plegaria compasivo acoja.
+me escuchaste ¿no es cierto, Madre mía?
+¡Gracias!, ¡que así tendré misericordia!
+Bien hace aquel que prosternado cae
+y confiesa y alaba su Señor;
+creer y confesar tan vez lo salven,
+pero es dulce, es mejor pedirle a Dios.
+Confiad en la oración, llama que sube
+hasta las salas de la eterna luz,
+telégrafo instantáneo que nos une
+con la patria de amor, patria común.
+Las plegarias, que son alas del alma,
+la llevan recta hasta encontrar a Dios,
+y oración que a su trono se levanta
+baja trayendo alguna bendición.
+Pedidle a Aquel en cuya mansa boca
+tantas promesas para todos hay;
+no temáis implorarle a todas horas;
+creed en el Pedid y se os dará.
+Si no alcanzáis lo que pedís fervientes
+(¡misterioso poder de la oración!),
+encontraréis de los pedidos bienes
+después de orar, necesidad menor.