Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Quessep Esguerra, Giovanni, 1939-, autor
Cantar del desvelado / Giovanni Quessep ; presentación, Ramón Cote Baraibar. –– Bogotá : Ministerio de Cultura : Biblioteca Nacional de Colombia, 2018.
1 recurso en línea : archivo de texto ePUB (2,3 MB). – (Biblioteca Básica de Cultura Colombiana. Literatura / Biblioteca Nacional de Colombia)
ISBN 978-958-5488-50-2
1. Poesía colombiana - Siglos XX-XXI - Colecciones de escritos 2. Libro digital I. Cote Baraibar, Ramón, 1963-, autor de introducción II. Título III. Serie
CDD: Co861.44 ed. 23 |
CO-BoBN– a1030623 |
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ISBN: 978-958-5488-50-2
Bogotá D. C., diciembre de 2018
© Giovanni Quessep
© 2018, De esta edición: Ministerio de Cultura –
Biblioteca Nacional de Colombia
© Presentación y compilación: Ramón Cote
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+ESTE AÑO SE CUMPLEN cincuenta años de haber sido publicado en Bogotá El ser no es una fábula (1968), libro con el que se abre un arco que aún no se cierra, y que con Abismo revelado (2017) apuntala todavía más una de las obras más originales y ciertamente más personales de la poesía colombiana contemporánea.
+Aunque publicara en 1961 su primer libro, Antes del paraíso, Giovanni Quessep considera que El ser no es una fábula es ya un libro que ha dejado de ser un ejercicio de estilo para convertirse en todo un testimonio biográfico y literario, por el que pasarán después libros tan importantes como Canto del extranjero (1976), Muerte de Merlín (1985) o Carta imaginaria (1998), entre otros. De manera que podríamos parafrasear a Gabriel García Márquez diciendo que con ese libro «empezaron las cosas».
+Cinco décadas es tiempo más que suficiente para poder hacer una evaluación ponderada de la obra de Giovanni Quessep. En efecto, ya en El ser no es una fábula están cifradas las claves de todo lo que vendría después: desarraigo, extrañamiento, paraíso perdido, alusiones a países lejanos, influencia del Medio Oriente y de la Edad Media, fábulas, hechizos, encantamientos. Esta breve enumeración no obedece a un capricho literario del autor sino a su particular manera de asimilar su propia tradición libanesa, así como a las lecturas y preferencias que fueron cimentando poco a poco su propia y particular poética. Un poeta crea su propia mitología. Y en el caso de Giovanni Quessep es algo más que un rastro distintivo: es su manera de ser.
+Pero vayamos por partes. Nacido en San Onofre (Sucre) en 1939, Giovanni Quessep es un hijo del exilio: primero el de sus padres, que abandonaron su lejano Líbano para llegar a la costa norte colombiana, y después el suyo, pues tuvo que abandonar su lugar de nacimiento para trasladarse a Sincelejo y más tarde a Bogotá y después a Popayán, ciudad donde reside actualmente. De manera que desde muy pronto las historias de sus antepasados empezaron a formar parte, junto con la errancia, de su propia manera de ser, de tal suerte que su poesía se convirtió en el único lugar donde podía recuperar su propio espacio vital. Transformó en canto lo que en otros podría ser cuento. O dicho de otro modo: transformó su destino y el de los suyos en poesía. La suya es una poesía que desde su aparición llamó la atención por la delicadeza de sus versos, por su atmósfera tan personal, juzgada por algunos por anacrónica o evasiva. Pero su poesía supo superar tales precipitados juicios de valor.
+Y más en la época en la que apareció. Mientras a su alrededor ardían las piras funerarias del nadaísmo, cuando varios poetas de su generación recuperaban el bolero, el tango, las baladas o las canciones de moda, Giovanni Quessep se desmarcaba de todos ellos creando una poesía lejana del bullicio de las ciudades o de las vertientes literarias del momento. Su poesía introspectiva contrastaba poderosamente con una poesía abiertamente urbana, influida por los movimientos culturales en boga en los años sesenta y setenta como la poesía de corte político en virtud de la situación de varios países del continente, llámese la Revolución cubana, la represión política en el Cono Sur, o también de la propia poesía norteamericana que implantaba a sus anchas una manera más coloquial de decir las cosas gracias a los poetas de la beat generation. Y sin hablar de la propia violencia política en Colombia, donde las desigualdades e injusticias sociales así como la ausencia del Estado marcaron a fuego esta generación.
+Incluido dentro de la llamada Generación sin Nombre, con poetas tan importantes como Darío Jaramillo Agudelo, María Mercedes Carranza, Elkin Restrepo, Jose Luis Díaz-Granados, Juan Gustavo Cobo Borda, Juan Manuel Roca, entre otros, Giovanni Quessep transita por otras aguas, menos turbulentas que las de ellos pero no menos profundas.
+Ya van varias generaciones que han sabido apreciar su poesía. Fernando Charry Lara (1920), Juan Gustavo Cobo Borda (1948), Luz Mary Giraldo (1950), William Ospina (1954) o Nicanor Vélez (1959), entre varios otros, han dado cuenta de su valor. Recientemente, Santiago Espinosa (1985) en su libro Escribir en la niebla hace una valiosa relectura de la obra de Giovanni Quessep, donde analiza en profundidad asuntos como el exilio, la oralidad, la pérdida del lenguaje original, la extrañeza en un país, la noción del extranjero, entre otros temas que conforman una de las obras más originales de nuestra lírica. El joven poeta dice lo siguiente de Quessep:
+En esta poesía la sensación de no pertenecer, no encontrarse, desde un comienzo se asocia con la literatura y en general en nuestra relación con el lenguaje, incluso desde sus primeros poemas. La situación de un hombre expulsado de sus palabras primordiales: “La nostalgia es vivir sin recordar/ de qué palabras fuimos inventados”. Perdidos estos vocablos del comienzo, la palabra sería el último recurso para animar una ausencia, nombrar la herida que habría entre nosotros y lo que perdimos, incluso antes de que llegáramos al mundo»[1].
+La presente antología, preparada para la Biblioteca Nacional de Colombia y su Biblioteca Básica de Cultura Colombiana, pretende ser un acercamiento a su obra para que cada vez más personas puedan acceder a un mundo tan irreal pero tan real a la vez, tan ajeno pero tan propio, constando que la poesía no es un invento caprichoso ni mucho menos una graciosa habilidad en el manejo de las palabras, sino la suma de saberes, la dedicación a un oficio y la devoción por encontrar una verdad personal que por lo mismo se vuelve colectiva. Aquí está retratada una parte de esa Colombia conformada por innumerables familias que vinieron de Medio Oriente, se quedaron en estas tierras y, gracias a la sensibilidad y el trabajo de Giovanni Quessep, encontraron una voz válida que, como se ha visto, ha circulado por más de medio siglo entre nosotros. Y lo seguirá haciendo por muchos más.
+Los poemas incluidos, provenientes de la mayoría de sus libros, han sido seleccionados con el propósito de que el lector tenga la oportunidad de constatar por sí mismo cómo se construye un mundo por medio de las palabras, cómo se nombra lo perdido, cómo la poesía, de la manera que ya se anotaba, apunta a la construcción de una mitología personal que gracias a su calidad y su poder de encantamiento —una de sus palabras y asuntos más repetidos— acaba siendo compartida. Por otra parte, la poesía de Giovanni Quessep nos señala la necesidad de volver a sacralizar la vida, es decir, de volver sagrada la existencia de todas las personas y cosas.
+Se incluye, adicionalmente a los poemas antologizados, un arte poética para que sea el propio autor quien dé cuenta de su propio proceso creativo que apuntala sus propias convicciones, apoyándose en la frase del historiador romano Gayo Salustio Crispo: «estas cosas no ocurrieron jamás, pero son siempre». Invitamos entonces a los lectores a hacer lo que dicen estos versos de Giovanni Quessep:
+Sólo hay un viejo libro, tómalo entre tus manos
+e inventa aquella página que arde
+quemada por la brasa lunar de la memoria.
+RAMÓN COTE BARAIBAR
+[1] Espinosa, S. Escribir en la niebla. Granada: Valparaíso Ediciones, 2015. También se puede ver en: httpss://circulodepoesia.com/2015/01/giovanni-quessep-el-exilio-heredado/
+Nosotros esperamos
+envueltos por las hojas doradas.
+El mundo no acaba en el atardecer,
+y solamente los sueños
+tienen su límite en las cosas.
+El tiempo nos conduce
+por su laberinto de hojas en blanco
+mientras cae el otoño
+al patio de nuestra casa.
+Envueltos por la niebla incesante
+seguimos esperando:
+la nostalgia es vivir sin recordar
+de qué palabra fuimos inventados.
+El ser no es una fábula. Este sol
+que nos mueve en silencio incendia todo.
+¿No somos inocentes? Cada sueño
+tiene su duro encanto. Aquí la lluvia
+perdió sus hadas y su blanca sombra,
+aquí, a la orilla en que Dios está solo
+como destino, en la noche del viento.
+Vuelan tardes y frutos, ruedan cuerpos
+por la luz en declive, por el agua.
+Apenas recordamos la caída
+donde la muerte se llenó de pájaros
+y alguien gritó que el cielo es imposible.
+Pero nosotros no queremos dar
+el salto. Nos negamos a la dicha.
+El ser no es una fábula, se vive
+como se cuenta, al fin de las palabras.
+Acuérdate muchacha
+Que estás en un lugar de Suramérica
+No estamos en Verona
+No sentirás el canto de la alondra
+Los inventos de Shakespeare
+No son para Mauricio Babilonia
+Cumple tu historia suramericana
+Espérame desnuda
+Entre los alacranes
+Y olvídate y no olvides
+Que el tiempo colecciona mariposas
+Por toda herencia tienes
+Este cielo podrido Babilonia
+Ese canto fantasma
+De un moscardón que vuela
+Verde de tanto amarte Babilonia
+Toda piedra es extraña todo río
+Lame un lecho purpúreo No estás sola
+Ahora te acompañan Padre nuestro
+Que estabas en los cielos
+Nubes leprosas pobre Babilonia
+Antigua sombra que la luna
+Conduce entre azules amargos
+La soledad de la música
+No hace callar la palma de tu canto
+Edén o duendes sabes
+Lo que puede saber el hombre
+El color del tiempo y la muerte
+Nube o alondra lo conoces
+Oigo la túnica pasar
+Caen las flores del durazno
+En los caminos de la nieve
+¿Quién ha visto tus ojos de párpados morados?
+Sombra tal vez si paraíso
+Viola de polvo azul tan quieto
+Vigiladora de violeta amarga
+A la entrada del reino
+¿No eres tú quien maldice
+las islas encantadas?
+¿De dónde la desdicha
+de nuestras naves en la noche blanca?
+Dadme un rumor de nunca
+Perpetuamente bajo tierra
+Estoy cansado de escuchar
+El canto de la luna o la Quimera
+Sombra tal vez si paraíso
+Viola de polvo azul tan quieto
+Vigiladora de violeta amarga
+A la entrada del reino
+Vi perderse tu rostro por esa niebla en que la música
+cesa como un jardín al que el cielo de otoño
+le niega ya las flores que inventa la memoria,
+y empezar en el aire nocturno su aventura,
+donde todo nos ama y nuestro canto
+puede entrar a las piedras, a la noche mortal,
+como los pasos de la adolescente
+al custodiado alcázar de luna y de jacinto.
+(Miré cómo te ibas sin dolor hacia un reino de alas
+acariciada sombra por hojas que caían,
+¿de qué árbol
+donde aún queda una huella de blancura?)
+Vi tus manos quebrarse bajo el peso de las horas de nieve,
+tus ojos que querían mirarme, preguntar:
+¿Qué caminos son éstos, qué río de violetas me persigue?
+¿Quién habla por el sueño que mis párpados
+se asombran todavía del rumor de la tarde?
+Nadie podrá decir que tu reino no existe,
+que lo que tú soñabas como los valles de la música
+no es hoy tu cuerpo mismo, tus ojos que contemplan
+la primavera en sueños ahora abierta a una danza.
+Nadie podrá negar la dicha que en ti nace
+o ese cielo, su claridad tan honda,
+donde pasa la muerte solitaria
+amada por un tiempo de nardo y maravilla.
+Sabes ya que tus manos, tocadas por el polvo
+de la ciudad antigua
+tienen aún el aire de las hojas de cedro,
+la música de un blanco país que te amara en la sombra,
+oh tú que descendiste por las calles de nieve
+y escribes en mi alma una historia cantable.
+Ahora te presiento como ademán o lluvia
+que a mi lado trajera, junto a ti, la hermosura
+para que el tiempo sea más cielo o quien lo habita
+y el destino conserve la rosa atroz de pétalos nevados.
+Oigo tu voz que cuenta del ciprés y la piedra,
+de islas que nadie ha visto
+como habla el extranjero que sueña con el mar.
+¿Por qué quieres volver?
+¿Es que acaso la muerte que floreció en tus pasos
+te ha negado la rosa del cántico, y el cielo por ti escrito
+ya no tiene las alas del ruiseñor que escucha la doncella perdida?
+¿Por qué ahora en el alba regresas a esta historia
+mortal, de otra en que has sido
+nombrada para siempre, cuando mi alma
+se extravía o padece desamparada y sola por los huertos de otoño?
+¿Acaso, amiga mía, la soledad, el duelo
+de jardines insomnes (los que he visto en los ojos
+de los agonizantes) te desvelan y sufres
+un dolor más amargo?
+¿Dónde podrías mirarte si no fuera en la fábula,
+si está roto en la sombra el espejo de plata?
+(Vagas por un país donde las maravillas
+a tu lado persisten y la estación del tiempo
+no recuerda en tu mano la luna de los sueños
+o el polvo de la luna del que una vez soñara.
+Por tu tránsito ajena del tiempo y de ti misma,
+bajo tu sombra al fin que olvidas y te olvida
+esta canción te nombra también aunque imposible,
+reconoce tus huellas en la arena de un agua ya celeste).
+Ama tu muerte como amaste tu vida,
+deja que te acompañen los que son de tu misma materia,
+de rosa demoniaca y hadas como jazmines de lluvia;
+no olvides que la música abre al polvo
+las puertas de tu reino
+y transforma las piedras en las hojas
+de ese árbol que perfuma los bosques
+todavía y te devuelve
+los pájaros y frutos que sepultó el invierno
+pero que han de vivir, Violeta, si los amas,
+si cantas al abismo por terrible que sea.
+Ama tu muerte, pero no te acostumbres
+a su patio de naves, un mar desconocido.
+Podrías venir, mirar las cosas que dejaste,
+sola y desamparada muchacha para el duelo,
+pero mi mano no te alcanzará:
+¿Cómo tocar tu cuerpo de blancuras ocultas,
+tus ojos donde un día volaron las gacelas?
+¿Cómo sentir tu corazón, su presencia en la tierra?
+Violeta, amiga mía, en la tiniebla azul,
+enlutada de un tiempo mágico que no vuelve.
+A mi padre
+Quisiera ver la luna
+Que ha nevado en sus ojos
+Para un dolor o música
+Bellos países en el polvo
+¿Quién ha visto pasar
+El tiempo de las hadas?
+Dadle una hoja de cedro
+O melodiosa o blanca
+Quisiera ver la luna
+De nevadas violetas
+Sobre este cuerpo solitario
+Que un día entró a la niebla
+Y me contaba en el idioma
+De su lejana Biblos
+Donde hay un ánfora que guarda
+Una alondra color de vino
+Quisiera ver la luna
+Callada del que duerme
+La soledad de piedra
+De esa otra Biblos que es la muerte
+¿Quién se ha quedado a solas
+Con demonios y hadas?
+Aquí estuvo el edén
+Sólo hay olvido o fábula
+Dadle una hoja de cedro
+De rumoroso azul
+Para un dolor o cántico
+Bella palabra de Venut
+¿De dónde es esta rueca
+Mortal? ¿Su vino amargo?
+Vuela vuela madeja oscura
+Que el polvo pide un dátil blanco
+Quisiera ver la luna
+Callada del que duerme
+La soledad de piedra
+De esa otra Biblos que es la muerte
+Si te olvido si tu canción no permanece
+Espejo de mis labios fiel a tu nombre en la noche
+Si tu cuerpo transcurre ala de la penumbra
+Como país extraño donde un rumor
+Nos hace más lejanos desconocidos para siempre
+Si me ausento de ti esa perdida música de algún azul
+Y cada hora no te nombro
+Si cada vez que miro una nube una hoja
+Pasar entre las calles por apagados laberintos
+Veo tu mano inclinarse sobre el otoño
+Si la colina declive apenas en silencio
+Donde cantó la noche donde el amor cantaba
+Si te olvido si no florece una nostalgia
+Y en la memoria cierra sus páginas un cuento
+Es que el edén tu nombre amado
+Será tal vez la muerte
+Penumbra de castillo por el sueño
+Torre de Claudia aléjame la ausencia
+Penumbra del amor en sombra de agua
+Blancura lenta
+Dime el secreto de tu voz oculta
+La fábula que tejes y destejes
+Dormida apenas por la voz del hada
+Blanca Penélope
+Cómo entrar a tu reino si has cerrado
+La puerta del jardín y te vigilas
+En tu noche se pierde el extranjero
+Blancura de isla
+Pero hay alguien que viene por el bosque
+De alados ciervos y extranjera luna
+Isla de Claudia para tanta pena
+Viene en tu busca
+Cuento de lo real donde las manos
+Abren el fruto que olvidó la muerte
+Si un hilo de leyenda es el recuerdo
+Bella durmiente
+La víspera del tiempo a tus orillas
+Tiempo de Claudia aléjame la noche
+Cómo entrar a tu reino si clausuras
+La blanca torre
+ Pero hay un caminante en la palabra
+Ciega canción que vuela hacia el encanto
+Dónde ocultar su voz para tu cuerpo
+Nave volando
+Nave y castillo es él en tu memoria
+El mar de vino príncipe abolido
+Cuerpo de Claudia pero al fin ventana
+Del paraíso
+Si pronuncia tu nombre ante las piedras
+Te mueve el esplendor y en él derivas
+Hacia otro reino y un país te envuelve
+La maravilla
+¿Qué es esta voz despierta por tu sueño?
+¿La historia del jardín que se repite?
+¿Dónde tu cuerpo junto a qué penumbra
+Vas en declive?
+Ya te olvidas Penélope del agua
+Bella durmiente de tu luna antigua
+Y hacia otra forma vas en el espejo
+Perfil de Alicia
+Dime el secreto de esta rosa o nunca
+Que guardan el león y el unicornio
+El extranjero asciende a tu colina
+Siempre más solo
+Maravilloso cuerpo te deshaces
+Y el cielo es tu fluir en lo contado
+Sombra de algún azul de quien te sigue
+Manos y labios
+Los pasos en el alba se repiten
+Vuelves a la canción tú misma cantas
+Penumbra de castillo en el comienzo
+Cuando las hadas
+A través de mi mano por tu cauce
+Discurre un desolado laberinto
+Perdida fábula de amor te llama
+Desde el olvido
+Y el poeta te nombra sí la múltiple
+Penélope o Alicia para siempre
+El jardín o el espejo el mar de vino
+Claudia que vuelve
+Escucha al que desciende por el bosque
+De alados ciervos y extranjera luna
+Toca tus manos y a tu cuerpo eleva
+La rosa púrpura
+¿De qué país de dónde de qué tiempo
+Viene su voz la historia que te canta?
+Nave de Claudia acércame a tu orilla
+Dile que lo amas
+Torre de Claudia aléjale el olvido
+Blancura azul la hora de la muerte
+Jardín de Claudia como por el cielo
+Claudia celeste
+Nave y castillo es él en tu memoria
+El mar de nuevo príncipe abolido
+Cuerpo de Claudia pero al fin ventana
+Del paraíso
+Muy cerca está tu corazón
+De encontrar las hojas de otoño
+Quizá un tiempo dorado reine
+Por los abismos
+Tal vez el olvido mortal
+Sea el más puro encantamiento
+Y aún la rosa impronunciable
+Llegue volando
+Muy cerca tienes la mirada
+Del desvelado para siempre
+¿Quién podría cerrar los ojos
+En ese cielo?
+Tal vez el polvo te transforme
+En la luna desconocida
+Y alguien se pierda y no regrese
+Bajo esa luna
+Estoy cansado de llamar
+a la puerta de los que amo,
+mi camino se cubre de violetas
+y de sombras perdidas de mi canto.
+Se ha ido la estación de la azucena
+por la muerte que fue una bella fábula;
+ahora nadie me conoce,
+todos se alejan de mi alma.
+No sé qué camino seguir
+ni a quién decirle que me ame,
+mis ojos miran la floresta
+y estoy cansado y se hace tarde.
+Quiero apenas una canción
+que me traiga tus manos de hada,
+una canción para la vida
+bajo esta llama de ciprés tan blanca.
+Quiero vivir o morir, lo mismo
+me debe ser la muerte que la vida.
+¿Quisieras tú decirme la canción
+de la esperanza o la desdicha?
+Sólo te pido una palabra
+y algo del cielo de tu música:
+Aguardaré a la sombra de mi otoño
+cubierto por las flores y la luna.
+Estoy cansado de llamar,
+pero nadie me abre sus puertas;
+acuérdate de mí en la noche
+azucena de un valle que perdiera.
+¿Quién se ha puesto de veras
+a cantar en la noche y a estas horas?
+¿Quién ha perdido el sueño
+y lo busca en la música o la sombra?
+¿Qué dice esa canción entretejida
+de ramas de ciprés por la arboleda?
+Ay de quien hace su alma de esas hojas,
+y de esas hojas hace sus quimeras.
+¿De dónde vienes, madrigal, que todo
+lo has convertido en encantada pena?
+Ay de mí que te escucho en la penumbra,
+me pierde la canción que me desvela.
+Si de la muerte fueras
+infierno o paraíso,
+si vinieras de un tiempo
+de doloroso olvido,
+no sería la música
+de innumerables alas
+ni te vería en el jardín de polvo,
+oh encantadora de las hojas blancas.
+Si no fueras entonces
+castillo amado de la rosa,
+si tu rueca invisible
+no hilara un vuelo de celeste alondra,
+no tendría mi corazón
+ese rumor de desvelado
+que nos hace encontrar lo que perdimos
+ya vuelto maravilla por el canto.
+Pudiera ser que un día
+retornaras al tiempo,
+cubierta por las flores
+que recogiste en el perdido sueño.
+Pudiera ser también, Violeta,
+siempre en el cántico nombrada,
+que me dijeras de la blanca orilla
+donde ahora es pasión y amor tu alma.
+¿Me contarás en qué país nocturno
+cantas para que el cielo se desvele,
+o abra sus puertas al dolor del hada
+que hila en tu corazón para la muerte?
+Pudiera ser que recordaras
+escrito para ti, en tu nombre,
+aquel madrigal de la vida
+que habla de un cuerpo entre las flores.
+En el perdido cielo
+tu blanca vestidura
+va guiando mis pasos
+como la sombra de la música.
+Yo soy el encantado
+del sueño o el destino.
+El que retorna de la muerte
+con una rama de ciprés florido.
+¿A dónde me conduces
+de tu mano o estrella?
+Dime, ¿qué bosque es éste?
+¿Qué flores de otra primavera?
+¿Acaso la penumbra
+que anuncia un paraíso,
+el edén que soñamos
+en cada rosa de pasión escrito?
+Sólo sé que me llevas
+por un cielo de historias nunca oídas
+que hablan del encantado
+y su amarga desdicha.
+¿Pero adónde mis pasos
+en la noche y el alba?
+Tal vez mi corazón
+Se reconozca en tu palabra amada.
+Y así, por su camino
+perdido y encontrado,
+torne a soñar, y el sueño sea la vida,
+y la muerte una fábula del canto.
+En el huerto, donde los pájaros son el alma
+caen los días, vencidos por el gris, y un canto
+que aún recuerda el paraíso, transcurre
+como los ojos de nuestras amadas por el atardecer.
+Todo pasado es bello y habla una lengua desconocida,
+la fuente que nos dice historias lejanas,
+o la hoja seca entre las páginas de un libro
+nos lleva de la mano hasta su árbol de fábulas.
+También la muerte se hace bella en un rostro,
+y oímos su rumor que nos fascina, su oleaje,
+pero ¿no los recubre un polvo antiguo como el cielo,
+un polvo mágico del que no se puede escapar?
+Entonces, ¿a qué aventurarnos por regiones doradas,
+a qué la búsqueda de un paraíso inútil?
+¿Qué pasos en el jardín pueden reemplazar la vida,
+la vida que nos llama día a día a su ronda?
+Aventurarse en el pasado como buscador de tesoros,
+como una canción para despertar a los que fueron:
+Oh tú que vigilas el puerto donde están los seres perdidos,
+no permitas que nuestra barca se acerque.
+A ella debes este gozo
+de la mañana: cantan pájaros
+en el jardín, y sabes
+que una canción más pura nace de ti.
+Como exiliado miras el mundo
+detrás de la ventana;
+los pinos, lejos, entre la niebla son el viento
+mientras el fuego del hogar está apagado.
+Quieres un cielo que no diga
+de las flores marchitas, y oyes su música, oh blanca sombra
+que vienes de un lejano país, yo amaba
+aquello que dijiste entre bosques plateados.
+A ella debes este gozo
+del corazón, aunque la muerte
+ronde bajo la luna, llamando
+como el que encuentra una puerta cerrada.
+Nada importa el destierro si unas manos
+entre la niebla se acercan y aunque ligeras
+tocan tus ojos y te hacen mirar
+el azul de una calle perdida.
+Por la virtud del alba
+quieres cambiar tu vida,
+y aferrado a la jarcia
+partes sin rumbo conocido.
+Todo es propicio, los acantilados
+y el arrecife duermen en la espuma,
+tan sólo una gaviota espera
+sobre el palo mayor de caoba y de luna.
+Quizá te aguarden para darte
+el amor y la palma del vino
+o en la orilla sin nombre,
+pescadores vestidos de un luto azul.
+Vas solo con tu alma, barajando
+canciones y presagios
+que hablan del bosque donde la hierba es tenue,
+lejos de la desgracia que en ti se confabula.
+A tu paso verás las islas
+que otorgan el sonido de un caracol,
+verás tu casa, el humo
+que ya aspiraron otros en la aurora.
+Mas, ay, si te detienes
+tal vez allí se acabe tu destino;
+¿y quién podrá salvarte,
+quién te daría lo que buscas entre hadas?
+Duro es partir a la fortuna;
+el hombre solo cierra los ojos ante el cielo
+y oye su propia historia
+si se rompe el encanto.
+Pero, si quieres seguir, sigue
+con la felicidad entre tu barca,
+todo está a tu favor, el cielo, la lejanía que se abre
+como el amor, como la muerte.
+¿Aun si la poesía no es un engaño
+del telar que se mueve ante tus ojos,
+dónde hallarás la salvación
+y quién o qué podrá salvarte? En nada crees.
+Como quien va a morir
+esperas en la puerta de tu casa:
+Duro oficio esperar lo que se ignora,
+buscando, entre las ruinas, una mágica sombra.
+Quien vive es el que oculta
+mi rostro, quizá siempre
+tenga yo el antifaz, tal vez mi alma
+no sea sino un espacio
+vacío, donde crece
+lo que he perdido, lo que nunca
+vieron mis ojos. Pero, entonces,
+¿quién mira las estrellas,
+quién el jardín, el agua?
+A solas y en silencio
+conservo esta penuria
+de no ser la leyenda que me sigue,
+y no saber si soy
+el que ha inventado el día de su muerte.
+Siempre diré ¿dónde me encuentro,
+qué extraña tierra es ésta
+que no recuerdo el nombre de los pájaros
+para hacerme una palma con sus alas?
+Aquí vine de pronto
+como sonámbulo, como ciego
+golpeando con mi bastón las sillas, la puerta,
+los caballitos del diablo en la ventana.
+Desde hace tiempo estoy entre gente que amo,
+en una ciudad blanca
+que tiene las calles inclinadas hacia el cielo
+y un alcázar sin bufones ni reinas.
+Es posible que aquí mis huesos sean
+desconocidos, es posible que muera
+soñando un país de dátiles
+y un barco donde cantan navegantes fenicios.
+Estoy feliz, a pesar de la muerte
+que me acecha desde las araucarias,
+mi alegría proviene de otro cielo
+donde los pájaros adoran la mirada del tigre.
+Tigre, tigre, quemante joya
+en las florestas de la noche,
+¿qué hada se ha posado en tus ojos,
+qué jardín en tu piel de luna manchada?
+Estoy feliz, aunque la rutina
+amenace las puertas de mi casa;
+nadie podría detenerme, nadie
+que tenga el secreto de mis palabras.
+El puerto, corroído por el salitre,
+conserva las sombras de la desesperanza;
+flores no hay, sólo algas miserables
+perdido ya el perfume del fondo marino.
+Todo esto fue la anunciación
+de un tiempo en que los hombres iban
+en busca de los abismos cantores
+para redimirse de la pena del cielo.
+Continuamente se oye el viento
+silbar entre las piedras,
+y alguien cuelga una red en su puerta
+protegiéndose de la muerte que avanza.
+El puerto ha resistido
+los aletazos de gaviotas insomnes;
+quién sabe hasta cuándo, por el don de la memoria,
+persistiremos en hallar una estrella.
+Entre bosques el reino ha concluido.
+No tiene sino puertas con herrumbre.
+El sortilegio era falso, los encantadores
+yacen bajo el espino blanco.
+Sin embargo —para quien pueda ver
+a través de sus párpados de escarcha—,
+existe un rincón desconocido
+que brindan la constelación y la rosa.
+Aquí el laurel no habita
+sino el venado azulado de la mandrágora,
+y el tiempo guarda sus libélulas
+para dorar los ojos de los muertos.
+No todo está perdido, piensas,
+aguijoneado por el impulso de una redención,
+aún es tiempo de que renazca
+el árbol sacrificado por el verano.
+Así pasas la vida, la fortuna,
+imaginando el azul y el mar por ti cantado,
+miras la noche que transcurre
+sin una blancura, joya abolida para el alma.
+¿Dónde lo verdadero entonces, dónde
+la rosa revelada por un sombrío arrepentimiento?
+Tal vez no todo sea falso, quizá tenga
+ese color que dura después de la muerte.
+Persigo la memoria de algún jardín nocturno,
+las ramas del olivo;
+para vivir me basta lo que he amado
+a pesar del hechizo de este cielo.
+Escucho un canto cerca, hada o demonio,
+entre las hojas, por el insomnio destruidos;
+¿no será lo que viene para siempre
+de la desgracia de los cielos?
+Tan sólo un reino o cántico
+y una quietud del aire
+donde morar, entre azucenas, mientras pasa
+la noche que me nombra al fin, lo imperdonable.
+Quiero tornar a Biblos,
+A la ciudad de lapislázuli,
+Para ser la ventura
+entre los tamarindos y la parra.
+Jamás el cielo ha sido
+tan imposible, nunca
+quemado fue por girasoles
+y la lluvia de arena.
+Tenía yo esa luz, recinto
+que preside las naves como una máscara de proa,
+tenía los delfines de piel lunada
+y el durazno del fondo que nadie ha visto.
+Entonces, ya no puedo
+vivir en la desesperanza
+en este pozo en que me sepultaron
+sin mi túnica de jeroglíficos y pájaros.
+Quiero tornar a Biblos,
+A la ciudad de lapislázuli;
+lo demás ya no importa
+si amo entre sus calles el mar color de vino.
+En el aire
+hay un pájaro
+muerto;
+quién sabe
+adónde iba
+ni de dónde ha venido.
+¿Qué bosques traía,
+qué músicas deja,
+qué dolores
+envuelven
+su cuerpo?
+¿En cuál memoria
+quedará
+como diamante,
+como pequeña hoja
+de una selva
+desconocida?
+Pero en el aire
+hay un patio
+y una pradera,
+hay una torre
+y una ventana
+que no quieren morir
+y están prendidos
+de su cola
+larga de norte a sur.
+En el aire
+hay un pájaro muerto.
+No sabrá de la tierra
+ni de esta mancha
+que todos llevamos,
+de las máscaras
+que lapidan,
+de los bufones
+que hacen del Rey
+un arlequín perdido.
+¿Quién lo guarda,
+quién lo protege
+como si fuera
+la mariposa angélica?
+Pájaro muerto
+entre el cielo y la tierra.
+Pasos en el jardín. El vigilante
+golpea la corteza del manzano
+y hay pájaros que huyen, quedan otros
+enjaulados en tiempo y luz de plata.
+Fábulas no me encanten; velar quiero
+mis armas esta noche o adentrarme
+por el jardín y oír bajo mis pasos
+los tréboles que guardan en el polvo
+las maravillas de la blanca torre.
+Debajo del manzano y a mi lado
+una mujer hojea un viejo libro:
+Demonios hay en torno y una fuente
+refleja un ciervo, un tigre de Bengala.
+Los pasos van y vienen y no saben
+quién es el vigilante, el vigilado.
+La tarde en que yo supe de tu muerte
+fue la más pura del verano, estaban
+los almendros crecidos hasta el cielo,
+y el telar se detuvo en el noveno
+color del arco iris. ¿Cómo era
+su movimiento por la blanca orilla?
+¿Cómo tejió tu vuelo de ese hilo
+que daba casi el nombre del destino?
+Sólo las nubes en la luz decían
+la escritura de todos, la balada
+de quien ha visto un reino y otro reino
+y se queda en la fábula. Llevaron
+tu cuerpo como nieve entre la ramade polvo que ya ha
+oído el canto y guarda
+la paz del ruiseñor de los sepulcros.
+Cerré la verja del jardín, las altas
+ventanas del castillo. Apenas quise
+dejar que entrara el trovador que hacía
+agua y laúd y flor de madera.
+Dijo su canto: el tiempo ha destejido
+lo que tejió el Señor, tapiz de plata
+que ya sucede y anda por la luna,
+tapiz que a la madeja vuelve. Sola
+podrás hallar la forma que te espera.
+No sé qué azul de pronto estuvo solo,
+no sé cuál bosque dio a la luna amarga
+su sortilegio, el girasol hallado
+bajo la nieve en viajes que recuerdan
+las claras aguas del Mediterráneo.
+La tarde en que yo supe que te ibas
+fue la más pura de la muerte: estabas
+en mi memoria hablándome, olvidada
+entre las azucenas y un verso
+de san Juan de la Cruz. Qué cielo había,
+qué mano hilaba lenta, qué canciones
+traían el dolor, la maravilla
+que se asombra de ser en esa hora
+en que estalló la luna en los almendros
+y quemó los jazmines. Tu venías
+por el lado del mar donde se oye
+una canción, tal vez de alguna ahogada
+virgen como tus pasos en la tierra.
+ Luego te fuiste por mi alma, reina
+de fábulas antiguas y de polvo
+semejante a las naves que sembraron
+de sándalo y de cedro el mar de vino.
+Sola te ibas, bella y en silencio,
+bella como la piedra; había en tu hombro
+un violín apagado. Los almendros
+del patio y los jazmines anunciaban
+una tormenta de verano. El cielo
+quebró el espejo de mi casa y honda
+sonó la muerte en el aljibe. Estuve
+así, perdido en esa zarza ardiente
+que en la memoria oculta a los que amamos.
+Vestí de luto azul y quedé solo
+«en vísperas del día más extenso».
+Tuve todo en mi casa,
+el cielo y la raíz, la rama oculta
+que hace las estaciones
+y el vuelo de los pájaros. No había
+nada que no viniera hasta mis manos;
+pero yo nada quise, y me fui lejos
+por caminos, por ínsulas extrañas
+en busca de los ojos
+del tigre y el rumor
+de una fuente
+que no era de mi mundo.
+En el atardecer lo dejé todo
+por una sombra y un alcázar, y hoy
+perdido en un amargo
+laberinto de hojas,
+veo las nubes que se van, la vida.
+Guarda bien estos versos. No digas a la reina
+cuándo me viste, ni por qué senderos
+del jardín escondido. No le cuentes
+que hablé en sueños de tigres y de pájaros,
+ni que vi el purgatorio en mi desvelo
+en un libro de hojas estrelladas.
+Le escribo cosas bellas y nocturnas
+del naranjo y las puertas. Di tan sólo
+que al salir del alcázar me llamaron.
+Guarda bien estos versos, me va en ellos la vida.
+(De Ulises a Nausícaa)
+Ulises no puede concluir. De nuevo en casa
+tiene que seguir inventando historias.
+ELIAS CANETTI
+Vivo en un reino milenario. El cielo
+pasa sobre las torres como un agua
+llena de cantos. Puedo ver la luna
+que rodea a los pájaros, la piedra
+donde alguien escribió que todo es vano,
+que el hilo de las túnicas se pierde
+y no retorna nunca. Tamarindos
+había que en sus hojas anunciaban
+un dolor y una música a las reinas
+que venían del agua más profunda.
+¡Oh almenares celestes y escarlata!
+¡Oh velas carmesíes, mástil negro!
+Tengo aún en mis manos una rama
+plateada por la muerte, y una historia
+que habla de los que fueron. Las murallas
+de la ciudad recuerdan todavía
+una nave que estuvo en otra orilla
+anclada por el peso de mis viajes
+entre sombras, lotófagos, demonios.
+Si supieras, Nausícaa, cómo ha sido
+mi vida desde entonces: nada grata
+para quien vio la flor de los granados
+y la esparció en su lecho y su memoria,
+mientras cantaba el ciego al que ofrecieron
+una silla de cedro y una fábula.
+Tú me guiaste a la ciudad, desnudo,
+sólo cubierto por el mar de arena
+y por hojas de luz de su hondo prado
+para contar mi gloria, mi infortunio.
+Te seguí, como dios que me creía,
+soñando con mi isla venturosa
+donde había dejado tres colores
+y un patio y una vid y a mis amigos.
+Pero la Reina no esperó mi nave,
+la soñó bajo el agua deseada,
+y soñó mi esqueleto deslumbrado
+por nácares y peces y penumbras
+donde cae la tarde y la madera
+no es sino puente de un jardín en sombra.
+En mi sueño me vi, Rey abatido
+por la espada que guardo aún oculta
+para el Rey extranjero. Soñé entonces
+que moriría lejos de mi patria,
+que no volvería a ver en los espejos
+las calles de mi Ítaca y el vuelo
+que prepara mi arco en esa dicha
+perfecta de las olas y las piedras.
+Vivo en un reino milenario, es cierto,
+sólo un mar de jazmines me rodea,
+salgo a los bosques cuando el cielo teje
+la medianoche, solo y en silencio
+con mi vida; el destino no me deja
+lanzar mi flecha, como yo quisiera,
+al corazón del jabalí y la luna:
+nunca doy en el blanco, y sólo puedo
+pensar en ti, Nausícaa. Los feacios
+jamás supieron ver en el relato
+de Demódoco, el ciego, que tuvieron
+en su sala de sándalo al más pobre
+y más desencantado navegante.
+Yo no escuché la historia de mis viajes,
+pues veía en tus ojos otra historia,
+y esa noche soñé con un vestido
+que adoraban tus manos, y una espada.
+De lo demás, Nausícaa, no quisiera
+acordarme: la nave hecha pedazos,
+los marineros muertos y un fantasma
+vagando entre los pinos de la isla.
+Los pinos de la isla eran tan bellos,
+y ya no tengo cerca ni su sombra.
+Ítaca fue un jardín, y hoy sólo escucho
+cantar a las serpientes; ramas duras,
+endrinos y no almendros, y la piedra
+donde alguien escribió que todo es vano.
+Contó que era de Arabia, ese nombre de arena
+que dice el cielo estéril cuando es roja la luna.
+Vivía siempre al borde de los aljibes, como
+si tuviese dos alas para amar el abismo.
+Sacerdotisa y triste, cantaba dulcemente
+los salmos que entendieron los pájaros y el agua.
+Una vez escribió que el tiempo es irreal,
+que no es real la memoria; y, hay girasoles, dijo,
+que sólo son un nombre con una brasa adentro,
+que en la noche extremada vino y Aldebarán
+son letras con que un ángel dice melancolías.
+Sus versos los guardaba en un viejo papiro
+que tiene aún los límites de un templo. Oh escritura,
+bella como las torres de Córdoba y el patio
+donde soñó Ben Hazm su breviario encarnado.
+No pases sin decirle «te amo», aunque no sepas
+quién yace en las palabras de un árabe que olvidan
+los jazmines nocturnos, oh doncella, oh perfecta.
+Si pudiera yo darte
+la luz que no se ve
+en un azul profundo
+de peces. Si pudiera
+darte una manzana
+sin el edén perdido,
+un girasol sin pétalos
+ni brújula de luz
+que se elevara, ebrio,
+al cielo de la tarde;
+y esta página en blanco
+que pudieras leer
+como se lee el más claro
+jeroglífico. Si
+pudiera darte, como
+se canta en bellos versos,
+unas «alas sin pájaro»,
+siempre «un vuelo sin alas»,
+mi escritura sería,
+quizá como el diamante,
+piedra de luz sin llama,
+paraíso perpetuo.
+Feliz tú que no miras
+los ojos de la Esfinge,
+y no ves si es azul el laberinto
+de su arena. Terrible
+conocimiento de una vida amarga
+la que nos dan los últimos jardines.
+Feliz tú que no sabes
+quién teje la ilusión de tus tapices,
+ni quién es la hilandera de tus días,
+vendimiadora de las uvas tristes.
+Cantas tu himno, ebrio de esperanza,
+y no sabes si mueres o vives.
+En el jardín, la luna
+deja un arco de hielo sobre el muro;
+y hay un silencio en el color, que pasa
+del púrpura al azul hacia lo oscuro.
+ Pendientes de algo grave
+caemos al abismo de las cosas
+que ya no son la música callada.
+La agonía es el centro, aquí hubo rosas
+que tuvieron su claro mediodía.
+Mas, la canción balsámica, en su vuelo
+cerró lo que era cántico y dio paso
+al son de la cigarra y sus alas de hielo.
+No nos digas entonces
+que la vida —pues siempre la has amado—
+nos llama a una floresta de secretos perfumes
+si tan sólo es un muro de vidrio calcinado.
+Todo en él fue de músicas, y es hoy de hojas secas
+sin un hilo de agua, sin un pájaro
+que refleje sus alas en ella y suba al aire
+de las constelaciones. Azul desesperanza
+sólo encuentra el viajero que retorna
+a su perdido patio después de tantos años
+de errar entre los cactus y las dunas
+ardientes de un desierto sin estrellas.
+Ah, si tornaras, bosque, si la flor encarnada
+le pusiera en los labios la rama de la vida.
+Oh frutos de esa Edad que cantan los poetas,
+consagrados azules, la maravilla existe
+cuando se abre la luna como un libro
+y podemos en él leer nuestro destino.
+Mas, ha pasado el tiempo, todo aquí fue de músicas
+y es hoy de hojas secas y de pájaros muertos.
+Sólo hay un viejo libro, tómalo entre tus manos
+e inventa aquella página que arde
+quemada por la brasa lunar de la memoria.
+A tus cometas les mintieron los colores.
+Tal vez nunca existió la voz de lo invisible
+ni el árbol de la vida ni la fuente
+perpetua que manaba sueños y oro.
+¿No es el Jardín de la fábula del persa?
+Tal vez contado el cuento hay el olvido
+que les niega a los pájaros que el bosque
+no es el espejismo de su vuelo,
+que hay un reino lejano donde nadie
+vive, ni muere nadie, y un alcázar
+con una gran puerta que abren los bufones.
+Nos dijo alguien que la vida es bella
+y existen caballeros, piedras, duendes
+que tejen el destino y nadie sabe
+cómo turbar su antigua pesadumbre;
+que vino un Rey de espuelas de rubíes
+y cantó: aquí el amor, aquí la muerte.
+Todo esto fue, y aún más. También se dijo:
+«—¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,
+¿cuándo somos de veras lo que somos?».
+La noche es una herida constelada
+y por ella se asoma el desconsuelo
+de un salmo que se aleja y nos aleja.
+Cantar lo que no existe, lo imposible,
+viene de la memoria de los sueños:
+lo que no ha sido ni será, esa rama
+que mueven las alondras con su leve
+rumor de alas en las altas horas.
+Tal vez nunca existió lo que nos quema,
+ni un árbol de cristal y cornalina.
+El árbol, ya en silencio —hojas y labios—.
+Cerrado el libro se nos va la vida
+y se entra en un dibujo o la luna inmóvil.
+Memoria, el canto sea
+para abrirnos la entrada del umbral,
+ese color que tienen los espejos
+cuando la luz proviene del silencio.
+En él las horas caen al abismo
+donde la vida sufre lo que aún sueña,
+su ayer, su resignado sacrificio.
+Memoria lejanísima,
+¿qué músicas nos llevan ciegamente
+al altar de tus dioses?
+Venga lo que no has sido, y sea entonces
+si amarga tu belleza, el vino puro.
+Nada podrá decirte
+quien nada sabe, sólo
+si la memoria deja de ser sueño
+y torna a su raíz de rama y pájaro,
+serías página blanca
+de alguien que pudo amar y fue al silencio,
+palabra en que las horas
+venían del aire y por el aire iban
+a la quietud de un rostro que no tiene
+sino abismos y párpados callados.
+Nada podrás decirme
+si nada sabes, porque sólo hay labios
+que fueron un color en el vacío.
+Vive, pues, con la ausencia de ti mismo,
+con tu viaje a las islas ignoradas,
+que si hallas la puerta del espejo
+tal vez despiertes en tu purgatorio,
+memoria pura del encantamiento.
+Si todo ha sido lo de siempre, si
+los árboles no son de tamarindo
+sino madera gris donde clausuran
+su cielo los canarios.
+Si en el puerto las naves
+son de cristal y abismo:
+Historias que nos da el acantilado.
+Si en las calles aún
+quema la arena roja y amarilla;
+si todo es siempre un cuento
+que torna y se repite
+como el dolor de un ánfora de vino.
+Si hay unos labios secos
+quemados en el patio
+donde hubo un aljibe, el hondo día
+nos lleve hasta el profundo
+silencio y no halle músicas
+cuando en el alba aún es media noche.
+¿Vendrá la primavera?
+Dadme su flor, el vano sortilegio
+que abra esta canción, su oscuro reino.
+Mis ojos, ya relámpagos,
+se niegan
+a su hondura perpetua
+o brasa viva.
+Aún no miran hacia adentro
+de su aire, ni adivinan
+su color:
+nunca verán la última orilla
+ni el vuelo de tu barca
+interminable. Entonces
+¿qué ojos ya ciegos por tu resplandor
+miraron, miran todavía
+la quemadura escarlata del cielo?
+… De igual manera vamos a otras islas
+navegando en la mar, sobre las aguas
+que caen al vacío. Lo contaban
+los antiguos. Perpetua es la utopía.
+Caen, caemos, el despeñadero
+no tiene fin, zafiro que nos quema.
+Tiempos inmemoriales que retornan
+para decirnos: quedan horas, segundos.
+Reloj de agua en el insomnio. Entonces
+oímos la clepsidra, el agua del origen
+dándose vueltas como una serpiente
+enroscada en el loto que da entrada
+a la nave final de los vencidos.
+¿Quién se aferra, ceniza de agua viva,
+a la rama que arde en el abismo?
+Si no es posible la ascensión,
+si las torres que guardan
+piedras que arden, brasas el último aire
+no son posibles; si caen las hojas
+por la última vez en el otoño de su música,
+si el silencio, si la desdicha
+entran para no irse
+como naves ancladas en el puerto
+con sus velas de seda
+y sus jarcias ardidas por la luna, viento de nácar y coral.
+Si pierdo la memoria
+y no recuerdo los nombres de las estrellas
+cubiertas por el polvo del interminable azul;
+si me olvido de todo, si me olvidan,
+si todo se me aleja como niebla,
+si no puedo decir
+que volverán los pájaros
+que inventaban
+con su canto
+lo que venía en el silencio, rumor desconocido
+de los nombres secretos de Aquel que pasa y todo lo viste de hermosura.
+Que alguien me diga entonces a dónde vamos, que alguien me diga
+si debiera escribir estos versos
+que estoy soñando, y adivine
+si un día despertaré, y entonces, si…
+«EL POETA NO TEME A LA NADA». Sabe la lengua del coloquio de los pájaros, que aprendió Adán en el Paraíso terrenal. Y sabe, también, que la poesía es una danza, y que hay un arte de pájaros en su asombro y en su vuelo. Los ojos del poeta están tejidos de un cristal mágico; en su pasión tiene la esfericidad de los cielos y de su música extremada. A medida que se distancian de lo real, hallan la verdad de la poesía, o duración de las fábulas, que es el alma. El poeta, que no lo ignora, pone en juego su ser; pero, si quiere perseverar en este, debe entregarse a la única ley que rige la creación poética: la palpitación del abismo. Y el abismo es el centro del universo: están en él las constelaciones, pero también la rosa, «espejo del tiempo», semejante a la luna en la metáfora del místico persa. Belleza o abismo, palabra y música: encantamiento total, orden del espíritu que descubre la ciencia del amor y abre las puertas de lo desconocido.
+El poeta va por su castillo interior, donde se unen los cuatro puntos cardinales de lo ilusorio y lo real. A ellos corresponden, en la escala de la imaginación, el aire y la luna, la llama y los espejos; y en la del sentimiento el dolor, el vacío, la soledad y la melancolía. Con ello hace el poeta su mítico tapiz, en el que puede ver todo lo que no puede verse, y oye el cántico de lo que únicamente puede oírse en el rumor del hilo sagrado: las voces de lo invisible, que convirtieron a Sherezada en un libro de hojas color de vino; el palacio de cristal donde Merlín encantó a Dulcinea, y el huerto donde Eva inventó una manzana para curar ansias de amor y nostalgias de enamorado, como en Las mil y una noches; el escudo de plata que dejó ciego a Homero; el árbol del fin del mundo que le dijo a Alejandro que no volvería a ver las calles ni las muchachas de Grecia; la ciudad celeste de torres de lapislázuli que prefiguran el cielo estrellado en la mitología de los babilonios; la desgarrada túnica de jeroglíficos y pájaros del adolescente adorador de la luna: cosas que, en feliz expresión de Salustio, «no ocurrieron jamás, pero son siempre».
+«El poeta no teme a la nada». Sabe de la existencia de lo que nunca ha sido dicho, de lo que aún no tiene nombre en los ideogramas de la escritura divina: cree en la palabra, pero también en el silencio, en lo callado, en lo oculto, en lo que podría hacerse fantasma a la luz de la vigilia o abrasadora presencia en la penumbra del sueño, bajo la luna, reloj de pitagórica cadencia. El poeta nada tiene, y entre asombros y vuelos y peligros interiores escribe su carta imaginaria, y allá lo diverso y lo único, y se halla a sí mismo en la brasa que ilumina la noche oscura de la poesía.
+(De Carta imaginaria)
+Después del paraíso, Bogotá, Antares, 1961.
+El ser no es una fábula, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1968.
+Duración y leyenda, Bogotá, Estudio 3, 1972.
+Canto del extranjero, Bogotá, Editorial Andes, 1976.
+«Madrigales de vida y muerte», en Libro del encantado. Bogotá, Colcultura,1978.
+Preludios, en Poesía, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1980.
+Muerte de Merlín, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1985.
+Un jardín y un desierto, Bogotá, El Áncora Editores, 1993.
+Carta imaginaria, Bogotá, El Áncora Editores, 1998.
+«Aire sin estrellas», en Libro del encantado, México, Fondo de Cultura Económica, 2000.
+Brasa lunar, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2004.
+«Las hojas de la Sibila», en el libro Metamorfosis del jardín, Poesía reunida, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2006.
+El silencio del artista, Ibagué, Colección Los Torreones, Agenda Cultural Gimnasio Moderno, 2012.
+Abismo revelado, Popayán, Editorial Universidad del Cauca, 2017.
+Antología poética, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1993.
+Libro del encantado, México, Fondo de Cultura Económica, 2000.
+Poemas ilustrados, Medellín, Tragaluz Editores, 2008.
+Érase mi alma, Antología, Medellín, Universidad de Antioquia, 2009.
+Cántico de la piedra, Ibagué, Caza de Libros, 2010.
+Antología personal, Popayán, Universidad del Cauca, 2014.