Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Vidales Jaramillo, Luis, 1904-1990, autor
Cinematografía nacional. Antología poética [recurso electrónico] / Luis Vidales; [compilación, Juan Manuel Roca]. – Bogotá : Ministerio de Cultura : Biblioteca Nacional de Colombia, 2016.
1 recurso en línea : archivo de texto ePUB (1,9 MB). – (Biblioteca Básica de Cultura Colombiana. Literatura / Biblioteca Nacional de Colombia)
ISBN 978-958-8959-95-5
1. Poesía colombiana - Siglo XX 2. Libro digital I. Roca, Juan Manuel, aui. II. Título III. Serie
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ISBN: 978-958-8959-95-5
Bogotá D. C., diciembre de 2016
© Juan Manuel Roca
© 1985, Universidad de Antioquia
© De esta edición: 2016, Ministerio de Cultura
Biblioteca Nacional de Colombia
© Presentación: Juan Manuel Roca
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+CUANDO LUIS VIDALES PUBLICÓ su detonante libro Suenan timbres, en el año de 1926, el país, sobra decirlo, aún dormía en un largo bostezo virreinal. De ahí que un poeta burlón ante la solemnidad colombiana, que entre tanta retórica centenarista y tanto soneto al claro de luna se asomaba, y no en un pequeño balbuceo, a un presente cargado de nuevos signos, tenía que ser visto como un puñado de aserrín entre la espesa sopa aldeana, o como una especie de mosca en la nariz del orador.
+Esa forma de ver el reverso de las cosas que anunciaba Suenan timbres no podía ser entendida por sus contemporáneos como un hecho estético que partiría en dos la poesía colombiana. Eso de pensar que «hay un pino dormido en la tour Eiffel y que cada catedral gótica es como una selva dormida», para una Colombia adormilada, cuya capital olía a orines desde la Colonia, debía resultar producto de una vesania precoz.
+Estamos, pues, con Luis Vidales en 1926.
+Hace sólo dos años se han publicado los Manifiestos del Surrealismo, que, obviamente, el poeta de Calarcá desconoce. Pero, y además de aclarar que Vidales, marxista ortodoxo, no se considera un poeta surrealista, algunos posibles nexos que pudieran encontrar los críticos entre su obra y los postulados surrealistas tienen que ver más con un aire de tiempo, con un espíritu de época.
+Los manifiestos de André Breton y sus amigos francotiradores, porque, en esos tiempos todavía se hacían manifiestos, cuya culminación quizás sería el estructurado en México entre André Bretosk y León Trostón, empezaban con una sentencia que hubiera podido ser elaborada por el Vidales de esos días: «Tanta fe se tiene en la vida, en la vida en su aspecto más precario, en la vida real, naturalmente, que al fin esta fe acaba por desaparecer».
+El Vidales de Suenan timbres trastrocaba esa realidad aparente y espantaba a los árboles «como si se tratara de unos altos pájaros verdes que hubieran escondido en el plumaje la otra pierna». Esta manera de encarar el hecho estético, por medio de sutiles analogías inusuales en nuestra poesía, haría que sólo unos pocos, casi todos compañeros suyos de la generación de Los Nuevos, pudieran captar su singularidad y el asombro ante las cosas nuevas. Entre ellos, claro, el que más, Luis Tejada, el joven antioqueño, lector de Marx y gran escritor, cuyas facultades de hombre avisado lo hicieron el epicentro de su grupo generacional.
+Tejada, ha dicho Vidales, «fue el aire claro que oxigenó nuestras ideas y concepciones».
+El país que presenció la aparición de Suenan timbres empezaba a asomarse, pues, al siglo XX, con el retraso habitual en el espíritu nacional. Posteriormente llegaría, a pocos años, el cine, y los jovencitos reaccionarios que leían los informes meteorológicos de Londres, para saber qué traje usar ese día en Bogotá, apedrearon la pantalla del teatro Olympia, donde se pasaba una película de Chaplin. Vendría entonces el desagravio de Vidales en favor del gran mimo que, como él, se fijaba en los objetos cotidianos y en la soledad de los vagabundos, exaltándolos a un nivel estético, restituyéndoles su nobleza.
+El poeta ya estaba influido por los que, al decir de Carlos Vidales, eran «los dos hombres más importantes de esa hora: Lenin y Chaplin».
+Estamos con Vidales en 1930.
+El poeta de Suenan timbres, y en esto hay que ser bien claros, ha sido desde siempre un hombre ligado a las masas, y el influjo causado en él y en su generación por el triunfo de la Revolución Rusa lo lleva a participar en la fundación del Partido Comunista de Colombia y a dirigir el primer periódico comunista: Vox Populi, en Bucaramanga. Desde esos días, Vidales ha sido militante de ese partido, y su legendaria ortodoxia acaso sea la causante de que, al hablar del manifiesto escrito en México por Trotsky y por Breton, yo no haya sido capaz de mencionarlos por su nombre, sino en forma de palabra-estuche o palabra-maletín, como denominaba Lewis Carroll a las palabras entrelazadas.
+Tejada, el gran cronista de la palabra, pues Ricardo Rendón era el gran cronista de la gráfica, había muerto cuatro años atrás. Y Rendón, ese agudo crítico de la vida nacional, estaba a punto de hacerlo con un sonoro disparo, en un país que aún se pregunta la causa de su muerte. Como si fuera poca cosa existir en un país que vive de espaldas a sí mismo. En ese momento, Vidales está en la cárcel de Bucaramanga, por su labor en Vox Populi. Y no sería la última vez. Vidales entraría muchas veces más a la cárcel o sería allanado por los habituales gobiernos represivos de Colombia.
+Hasta acá he querido hacer un apretado itinerario de ciertos momentos de Luis Vidales, todos ellos enlazados a su actividad poética, a esa militancia de la palabra, que nunca abandonó. Desde Suenan timbres, fueron muchos los ciclos poéticos que Vidales logró, y de ellos da parcial cuenta esta antología.
+Algunos supuestos críticos de Vidales le han visto parentescos con Max Jacob, ese poeta que dice que el campo es un horrible lugar donde los pollos se pasean crudos. Otros señalan a Prévert. Y hay quienes, como ya dije, le encuentran proximidad con el surrealismo en general. Pero, todas estas inútiles pesquisas podrían desvanecerse ante la categórica respuesta de Vidales, que sólo reconoce como sus grandes pasiones literarias a Rimbaud, Villon y Rabelais. Así mismo, en su época de París, tampoco tuvo encuentros con los surrealistas, a quienes había intuido cuando trabajaba con la irracionalidad a su favor. El grupo de Vidales en París fue, más bien, de pintores y caricaturistas, aparte de los colombianos Jorge Eliécer Gaitán, Alejandro Vallejo y Juan Lozano. ¿Otro grupo? Luis Cardoza y Aragón, el gran poeta guatemalteco, revolucionario y teórico, crítico de arte y gran hombre, tantos hombres en uno que se pudiera hablar de él como de un grupo que decidió habitar en su pellejo.
+La poesía de Vidales está hecha para grandes espacios, pues el poeta sufría de claustrofobia. En esos grandes espacios caben sus temas más frecuentes: la libertad y el sueño, la maravillosa anomalía de su humor, el hombre y la dignificación de los hechos cotidianos.
+Con Suenan timbres aparece en la poesía colombiana el acaecer urbano, la preocupación por ese entorno mágico y miserable al mismo tiempo, y claro, todos esos fermentos sociales de la nueva burguesía industrial en los recién venidos autos, o los nacientes asentamientos proletarios, algo nuevo en el aire del feudo que Vidales aprendió haciendo sonar sus timbres de alarma. De este libro dice Fernando Arbeláez: «Con la aparición de Suenan timbres, en 1926, empieza a conmoverse en sus estratos más profundos la tendencia anquilosante en la literatura colombiana. Un viento joven se apodera de las palabras, y las convoca para expresar las cosas nuestras con una desacostumbrada maestría». A esto podría agregarse lo expresado por Porfirio Barba Jacob, categórico: «Va a llegar una época en que la poesía sea de olores, de perfumes y sabores. Luis Vidales está por esa ruta, es el poeta del porvenir». ¿Del porvenir? Claro. Habría de esperar cincuenta años para que una entidad oficial volviera a publicar Suenan timbres. El país llegaría con retraso a la asimilación de sus nuevas formas poéticas. Esta especie de ceguera nacional la precisaría Jorge Eliécer Gaitán en su tesis sobre las ideas socialistas en Colombia, escrita en 1924, por la misma época de Suenan timbres: «Parece que a este nuestro pueblo, al igual del personaje de Poe, lo ha invadido la irremediable cobardía de no abrir los ojos, no tanto por esquivar la visión de horribles cosas cuanto por el fundado temor de no ver nada».
+Varios poetas conviven en Vidales. El poeta de humor detonante, creador de un mundo anómalo que canta para que las mañanas sean por la tarde, o el poeta del libro inédito Espejo de la pintura, en el que su reconocida agudeza plástica exalta a Picasso y a Van Gogh, o al viejo aduanero Rousseau que recoge «la eternidad del humo y de la rosa», o el poeta político, desigual y algunas veces grande de La Obreríada, donde pide libertad en «una cárcel con nombre de país», pero también donde campea cierta rigidez de consigna, o el maravilloso poeta del Libro de los fantasmas, donde una presencia cósmica se siente latente y donde una especie de otredad nos acecha. Está el poeta niño. Y el cantor de la aldea perdida de su infancia, esa patria única del hombre, al decir de Rilke. Están los muchos poetas que viven y pelean en su adentro. Y sobre todo, el poeta compañero del hombre, el amigo de sus sueños, alguien que podría decir con Aimé Césaire que en todo hombre torturado o humillado se siente igualmente torturado y humillado.
+Esto, y palabras tan actuales, que resultan inquietantes, no obstante haber sido escritas hace más de varias décadas: «Lejos, en las ciudades populosas, la paloma de la paz ponía huevos de víbora y había hecho su nido sobre el techo de Tartufo».
+Ahora, al publicar esta reunión de algunos poemas de Luis Vidales en la Biblioteca Básica de Cultura Colombiana, que impulsan el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional de Colombia para hacer más masiva la lectura de grandes figuras de las letras nacionales, vuelve a ponerse de presente la vigencia de la obra del poeta quindiano, sin duda una pieza clave en el rompecabezas de la poesía latinoamericana.
+ JUAN MANUEL ROCA
+Tú tienes un alma
+que sube por el tallo
+y te alumbra.
+Pero tu alma no sabe hablar
+ni sabe quejarse
+ni discurrir sobre las cosas.
+Yo quisiera —oh pequeña flor
+absorta en la materia—
+darte del alma intelectiva
+porque a mí me pesa mucho toda la que llevo
+y a tu alma le falta
+un poco de dolor.
+Por el cielo amarilloso
+de linterna
+pasan las nubes colombianas.
+Y cómo se las nota que no habían ensayado
+antes.
+Los árboles
+—por ser la primera vez que trabajan en cine—
+aparecen
+tiesos
+cohibidos
+amanerados.
+Pero el Salto de Tequendama
+lo hace con naturalidad
+como si tuviera
+una larga práctica
+en cinematógrafo.
+Por los alrededores de Bogotá
+merodea la luna.
+¡Y qué luna!
+Es una Luna barnizada de blanco
+y con instalación propia.
+Afuera
+el cielo de la noche
+oscuro ampuloso
+es un inmenso gongorismo.
+Luego veo la luna.
+¡Oh! ¡Oh!
+¡Les saca a los transeúntes
+sus fichas antropométricas contra el muro!
+¡Son como clichés quemados
+que huyen!
+Y en el salón de la noche
+yo aplaudo
+las películas incoherentes
+de este Pathé Baby.
+Lluvia
+sobre los grandes cajones de las casas.
+Lluvia. Lluvia.
+Y a lo lejos
+el conglomerado de paraguas
+mancha en el aire
+su pueblucho japonés.
+A este lo van a enterrar.
+Las campanas se le querían caer encima
+como sombreros ingleses.
+Yo veo el dorso del acontecimiento.
+Las levitas
+cabeceantes
+hacen unos pajarracos
+que persiguen al muerto.
+Las coronas
+—neumáticos de carnaval—
+van colgadas del carro
+como repuestos
+por si se le dañan las ruedas.
+Pero cuando se vayan las flores
+quedarán los aros de las coronas
+y esta noche
+el muerto se pondrá el aro de una corona
+—salvavidas—
+y se botará al charco que hay que pasar
+para ir al cielo.
+Ya no llueve.
+Desapareció el que estaba estrenando
+cadáver.
+Se fueron los de levita.
+Nota.
+No quedó ninguna mancha en el aire.
+Mi alma
+—¡Aeroplano!—
+voló serenamente
+por encima de la tierra.
+Los océanos navegaban hacia las costas remotas.
+Pero luego suspendieron el rumbo
+y bajo la curva de sus lomos azules
+se durmió el eterno mineral.
+Las estrellas giran en el viento.
+Europa es un escorpión
+España la cabeza
+y la Península Escandinava la ponzoña.
+La América del Sur
+es un inmenso corazón
+botado en el mar por una mujer celeste.
+La bota de Italia
+apareció a mis ojos de dormido
+y me la calcé rápidamente
+y pasé a grandes saltos
+como un gigante cojo
+por sobre las manchas de los países.
+Y después...
+¡Oh! el puerto.
+Pequeño.
+¡El puerto de rosa de tu boca!
+El cielo espejea entre los árboles.
+Los árboles se imaginan
+que están a orillas de un lago color violeta.
+Nosotros advertimos el engaño
+y a grandes voces espantamos a los árboles
+como si se tratara
+de unos altos pájaros verdes
+que hubieran escondido
+en el plumaje
+la otra pierna.
+Cuando volvemos a casa
+empieza a holgar en mi cabeza
+el sombrero de copa de la noche.
+Vamos de brazo
+—monograma significativo
+que no hemos podido descifrar...
+En mi pupila del lado del paisaje
+llevo el monóculo de la luna.
+El sueño aumenta de volumen
+a través de la lente.
+Si tú quieres soñar
+y te hace falta un tónico
+vuelve la copa del cielo
+¡y bébete el azul!
+Tú me escuchas.
+Abres los ojos claros.
+Y toda tú —pequeñita—
+te quedas acurrucada
+detrás de tus ojos claros.
+El gato se acomoda
+en el hueco del sueño.
+Lo miro con tristeza
+porque dormirse
+es lo mismo
+que perder un mundo.
+Indolente
+estila posturas dentro de su forma
+como esculpiendo
+fugitivas figuras
+de gatos.
+Oigo el tardo
+envolver el ovillo de su música.
+Y esto he comprendido.
+A la hora en que los gatos duermen
+—afuera— en los tejados
+andan las sombras solas.
+Gatos negros
+que caen de la luna.
+¡Salud! ¡Pepe Mexía!
+Tiempo seco.
+Viento alto del Norte.
+Escribo y miro hacia el azul
+mientras alegre
+saco una lenta falsificación de nubes
+de la fábrica leve de mi pipa.
+Qué cielo más claro.
+Pasan en un vértigo las longitudes celestes.
+Los meridianos son hilos de araña
+donde se enredan las estrellas.
+Quiero contarle
+que ayer vi a los transeúntes
+pisar intensamente el meridiano.
+Pero yo envolví el meridiano
+lo hice un ovillo
+para ponérselo
+a mi ciudad ideal.
+Y quisiera contarle muchas cosas
+en versos claros y sencillos
+que no vayan a salir de mi cabeza
+como de una máquina norteamericana
+tirabuzones de azúcar.
+Pero siento que mi sombra
+está dándome tirones
+y me arrastra hacia afuera
+porque quiere tenderse patarriba
+con la panza al sol
+precisamente como los lagartos.
+Y antes de salir al aire libre
+y correr y —entusiasmado—
+ver que mi carrera
+va desbaratando perspectivas...
+De pie-sobre mis 2.600 metros
+por encima de la cordillera
+le doy mi mano de amigo.
+Pero hay que tener cuidado
+cuando zafemos las manos
+para que no se vaya a caer sobre los Andes
+el monograma de nuestras EMES.
+El piano
+que gruñe metido en un rincón
+le muestra la dentadura
+a los que le pasan junto.
+La bomba eléctrica
+evoluciona su luz
+en el espejismo de mis uñas
+y desde la mesa
+donde una copita
+vacía
+finge
+burbuja
+de aire
+solo —a grandes sorbos—
+bebo música.
+En neblinas de vapor
+van pasando ante mis ojos
+los sopores de Asia...
+Siento que anda por mi sangre
+el espíritu de las uvas
+del Mediodía...
+y cuando los alambiques de la orquesta
+dejan de filtrar
+el alma ebria
+—que le da por tornasolarse
+en el azul de los sueños—
+se interna por la callejuela tortuosa
+de un cuadrito
+colgado a la pared.
+No llueve. La poltrona
+me da la sensación
+de que estoy sentado
+sobre una mujer acurrucada.
+Con un dejo de distracción
+prendo de nuevo mi cigarro.
+El cigarro es un ovillo de humo
+que se desmadeja en el aire.
+Leo el poeta.
+Tengo toda la luna
+untada en el corazón.
+Las consonantes se burlan del pensamiento
+del autor.
+Aba-aba ente-ente ino-ino
+Y cierro el libro ramplón.
+El no llover continúa.
+La mujer movediza
+mete su espiral
+en el círculo de mi desolación.
+Su espiral tiene los ojos abiertos
+y está de pie
+como para cazar una visión.
+Memoro la historia de la mujer
+desde la manzana antigua
+hasta la manzana de hoy.
+Y en presencia de este caso
+exento de evolución
+entono junto de mi alma
+la innominada canción.
+¡Virgen! terrible significado
+pero verbalista en rigor.
+Mundos de la noche sin habitantes
+tristes de circunvolución
+el vientre de la mujer
+es un mundo de ensoñación
+para el habitante desconocido
+que espera el día de la creación.
+El no llover persiste.
+Consecuente con mi canción
+busco debajo de la blusa
+de la mujer hinchada de vigor
+y encuentro el bulto de su seno
+timbre
+para llamar al corazón.
+Nadie responde. Y en el silencio de la hora
+sigo oprimiendo el botón.
+A través de la distancia
+las campanas conversan unas con otras
+sobre lo que sucede en el espacio.
+Pero cuando el día las inunda
+las campanas se olvidan de sus compañeras
+y dejan que sus voces
+reboten sobre el embaldosado
+y se alejen como un sinnúmero de pelotas de goma
+que rueda por las calles de sol.
+Y cuando el día se destiña
+las campanas le gritarán desde lejos
+a la tribu de nubes
+que pasa para la batalla del ocaso.
+Pero las nubes seguirán su rumbo.
+Y las campanas se asomarán para el lado de la noche
+y será como si se estuvieran asomando
+las orejas de la hora.
+Para Juan José Pérez Domenech
+En el rompecabezas de la noche
+hay sensación de árboles
+y de calles fluidas
+signos
+de la eterna fuga del planeta.
+Calles angostas las del cielo
+llenas de dengues y rincones.
+Las estrellas
+son farolitos
+colgados a la puerta de las casas.
+Y la luna alumbra
+porque le da su reflejo
+el vitral de una ventana.
+Las noches están bocabajo.
+Y vuelve el día
+que es cóncavo
+y que nos copia como un espejo.
+¡Ay! que acaso nosotros
+no somos otra cosa
+que refracciones de otros mundos
+vistas en el espejo del día.
+Alcohol.
+Espíritu.
+Vas siempre en fuga.
+Loco. Loco.
+Desequilibrista.
+No eres de nuestro planeta.
+¿Qué forma tienes?
+Cuando te incorporas
+eres llama azul
+—inquieto—
+y casi tocas el límite
+de nuestra vida animal.
+Pero luego te vas
+y no sabe nuestra incertidumbre
+si es esa tu forma
+o si eres voluta
+o si viajas en círculos
+o si pasas en zigzags por nuestra vida.
+Alcohol.
+Bajo tu influjo
+adentro nos tambalea la vida
+y afuera
+todas las cosas nos desconocen
+y ante nuestros ojos
+la calle
+—ese reptil inmóvil—
+empieza entonces a deslizarse
+y los postes nos huyen
+y las casas en fuga
+comienzan a desocupar la ciudad.
+Alcohol.
+Voy a hacerte una ofrenda.
+No es muy pobre mi ofrenda.
+Te doy para siempre
+para toda la vida
+el par de muletas del equilibrio.
+Esta atracción universal
+que me tiene sujeto
+a la tierra...
+¡Ah! pero algún día
+vas a lograr —¡oh! sabio—
+dominar esa fuerza misteriosa
+—grave sobre mis hombros—
+y entonces
+ya no estaré pegado a la Tierra
+y podré irme
+hacia los canales azules de Marte
+o hasta Saturno
+—a montar en su rueda de luz—
+o hasta Urano triste
+o hasta Neptuno esquivo.
+¿Me acompañarás entonces
+¡oh! dulce niña?
+Iremos lejos
+lejos.
+Y si nos coge la noche
+nos quedaremos a dormir
+en un pequeño pueblo de la Luna.
+En el rincón
+oscuro del café
+la orquesta
+es un extraño surtidor.
+La música se riega
+sobre las cabelleras.
+Pasa largamente
+por la nuca
+de los borrachos dormidos.
+Recorre las aristas de los cuadros
+ambula por las patas
+de los asientos
+y de las mesas
+y gesticulante
+y quebrada
+va pasando a rachas
+por el aire turbio.
+En mi plato
+sube por el pastel desamparado
+y lo recorre
+como lo recorrería
+una mosca.
+Intonsamente
+da vueltas en un botón
+de mi d’orsey.
+Luego —desbordada—
+se expande en el ambiente.
+Entonces todo es más amplio
+y como sin orillas...
+Por fin
+desciende la marea
+y quedan
+cada vez más lejanas
+más lejanas
+unas islas de temblor
+en el aire.
+El palo de los paraguas
+sopla sus globos de seda
+para que el cielo los insulte.
+Pero los paraguas son cínicos
+y se alejan bajo la lluvia
+en una panorámica desbandada
+de cupulitas negras.
+Y cuando los días claros
+vengan dándole vuelcos
+a los cielos infantiles
+los paraguas se quedarán en casa
+y mirarán por la ventana
+pasar las nubes
+y acaso se pregunten
+quién los ha desterrado
+de su patria azul.
+Al amanecer
+BOTINES
+café en leche
+y un poco de paisaje.
+SOMBRERO
+Y después
+árboles vagabundos
+que vienen de la noche.
+2 ½.
+El esqueleto me aprieta
+como un corsé.
+Más tarde
+el Café solitario
+ciudad a medialuz
+las calles largas de asientos
+las azoteas de las mesas.
+Y ahora
+paseo sin sentido
+larga calle
+que se interna en la noche
+como un muelle
+y
+Luis Vidales
+camino de la perspectiva.
+Dedicado a LEO LE GRIS — Bostezador
+Señor.
+Estamos cansados de tus días
+y tus noches.
+Tu luz es demasiado barata
+y se va con lamentable frecuencia.
+Los mundos nocturnales
+producen un pésimo alumbrado
+y en nuestros pueblos
+nos hemos visto precisados a sembrarle a la noche
+un cosmos de globitas eléctricas.
+Señor.
+Nos aburren tus auroras
+y nos tienen fastidiados
+tus escandalosos crepúsculos.
+¿Por qué un mismo espectáculo todos los días
+desde que le diste cuerda al mundo?
+Señor.
+Deja que ahora
+el mundo gire al revés
+para que las tardes sean por la mañana
+y las mañanas sean por la tarde.
+O por lo menos
+—Señor—
+si no puedes complacernos
+entonces
+—Señor—
+te suplicamos todos los bostezadores
+que transfieras tus crepúsculos
+para las 12 del día.
+Amén.
+Estoy en la ventana.
+Pequeñito
+el paisaje soporta encima
+todo el enorme peso de la lejanía.
+¡Oh! si dan ganas
+de domesticar el paisaje
+y amaestrarlo con docilidad
+hasta que se le pueda poner un marco
+y así
+—completamente civilizado—
+tenerlo colgado en la biblioteca.
+Y entonces
+—mientras yo leyera el libro nuevo
+sentado en el sillón giratorio—
+resultaría sumamente agradable
+alzar la vista de improviso
+y ver que en el cuadrito llovía—
+o hacía sol— o hacía viento—
+o empezaban a salir las primeras estrellas.
+Cuando sale la luna
+empiezan a brincar sombras.
+¡Chas! ¡chas! se siente que hacen al caer.
+Y el suelo se puebla de seres estrambóticos.
+Toda la noche estuve viéndolas saltar.
+Una que cayó cerca
+se fue conmigo
+escondiéndose detrás de mí
+o saltando adelante
+e imitando mis gestos—
+por lo cual he colegido
+que la sombra
+es el mono
+de cada uno.
+Después
+—yo no sé cómo
+la sombra se me embrolló en los pies
+y armó un verdadero escándalo en plena calle
+con su chillería de mil demonios.
+Desde entonces sufro un miedo pánico
+y a todo el mundo le aconsejo
+que tenga precauciones
+para que no se le enrede la sombra
+al andar.
+El lago dejó de andar a través de cielos fugitivos
+y se durmió en los brazos de la ribera terrestre.
+La noche produjo la sensación de una gran cosa tapada
+hermética para los oídos y los ojos.
+Uno a uno
+los árboles se disolvieron en el aire.
+Los sapos —inflados
+y verdes como repujados en cobre rumboso—
+abiertas las patas aferradas—
+cantaban con la noche a cuestas.
+Cuando la oscuridad había soltado toda su tinta
+—en el fondo negro—
+pude ver el viento ventrudo
+que venía bocabajo
+y se ahorcaba de los árboles
+o pasaba estirado sobre sus piernas fluidas
+como un ahogado.
+Y entonces —tal vez como nunca volveré a presentirlo—
+bajo la oscuridad se hizo todo más claro.
+Los sapos —de ojos de vidrio— parpadeaban aún.
+Vi pasar su orquestación
+en ligeras sombras verdes.
+Y —en medio de aquel mundo prodigioso—
+todos mis gritos se aglomeraron en la plaza del alma
+y liberté uno
+y era el grito del sueño
+y se perdió en la inmensidad
+con su leve sombra rosada.
+Iban asomando las palabras
+en el libro
+Espina dorsal
+Diminutos esqueletos de la voz
+Proyectaban en el aire
+los reflejos de sus colores
+Unas gritaban a voz en cuello
+otras apenas rozaban el oído
+Se ramificaban dentro de ellas
+la vibración
+la movilidad
+el matiz
+como un pequeño sistema nervioso.
+Y
+horror
+del libro
+empezaron a salirse las palabras
+a andar
+a arquearse
+a deslizarse por encima de mis manos
+y se internaron por el inmenso hueco de la vida real
+ondulando y retorciendo
+sus diminutos cuerpos de gusanos de luz.
+Una hueca oscuridad
+en mi cuarto.
+Hueca
+con oquedad de cueva.
+No hay sino dos cosas en el mundo.
+Las horas
+y yo.
+Esto es todo lo que hay en el mundo.
+Yo veo las horas
+desvanecerse en la oscuridad
+como coronas de humo.
+La hora es una periferia azul
+que me aprieta el corazón
+como un anillo flexible.
+Yo sé que estas horas no tienen árboles
+ni luna
+ni sol
+ni cielo de crepúsculo
+y por eso estoy aquí —con ellas.
+Son las horas mías.
+Ellas lo saben
+y se van curvando
+como dorso de gato
+para que yo las acaricie.
+Pero jamás saben hacerlo
+y en la oscuridad
+las horas siguen pasando sus vientres
+por el reloj.
+Y yo me río de esto.
+¡Cómo no voy a reírme!
+¡Oh piedra! ¡Oh pobre piedra!
+Yo quisiera saber
+desde qué época nebulosa del mundo estás dormida.
+¿Por qué vives dentro de ti misma?
+¡Oh piedra! ¡Oh pobre piedra!
+Yo espero el día
+—el día maravilloso de una nueva etapa—
+en que vas a salir de tu largo sueño.
+Y será bello verte.
+Pues para entonces
+moverás las patas
+y sacarás lentamente la cabeza
+y ante los hombres asombrados
+empezarás a arrastrarte por el mundo.
+Las nubes son almas de mujeres
+que perecieron ahogadas.
+Mentira.
+Las nubes son las ropas blancas
+que el viento se lleva
+de los alambres de los patios.
+También mentira.
+Porque
+—¿las nubes?—
+Naciones que hacen el mapa del cielo.
+Continentes
+países
+islas
+las manchas blancas de las nubes.
+¡Oh! mi patria
+mi única patria.
+Oh primavera primavera
+olvidad esas flores de campo
+y de cielo
+y venid a los cuartos
+para que revivan las flores
+del papel
+Oh primavera primavera
+os invoca
+la inmensa flora exótica
+Pero traed vuestros vientos
+porque será bello espectáculo
+ver
+cómo se mecen al aire
+las flores de los empapelados.
+¿Una estatuilla esbelta,
+ágil,
+retorcido manojo
+de líneas irónicas?
+Sí.
+¿Unos versos rimados
+—o no—
+trapecio
+donde el humorismo
+—cabezón payaso—
+desdoble una cabriola?
+Sí.
+¿Un dibujo
+de dibujante bizco,
+de un sombrero
+y unas botinas,
+y en medio un señor
+tembloroso
+como visto a través de un vidrio ondulado?
+Sí.
+¿Un ritmo burlón
+que llegue y cruce por el alma
+como un pájaro
+por un lugar abigarrado
+de paisajes?
+¡Oh! sí.
+Todo muy bello
+y muy recomendable
+para las orejas
+de todos los tamaños
+y para las entendederas
+de toda circunferencia.
+Pero más bello
+y más recomendable sería
+edificar un palacio
+—desmesurada arquitectura—
+en espiral,
+que bajo el cielo incólume
+y sin ningún viso de mejoría
+se alzase siempre, siempre,
+ligeramente irónico
+ya sabemos contra quién.
+Barrios. Muelles oscuros
+astilleros
+puertos de tierra firme.
+La rosa de los vientos
+se estrella contra los postes
+y se vuelve añicos.
+Viento alegre de barrio
+que por las tardes
+viene a jugar con los papeles
+y las hojas de la plaza.
+Barrios. Callados en la noche
+como si se hallaran
+a espaldas del mar.
+Paso sobre los puentes
+de las calles.
+Se cimbran levemente. Debajo
+hay vida de agua.
+En la oscuridad unánime
+caen luces atravesadas
+sobre el malecón de los andenes
+luces tendidas en lo húmedo
+que tienen las formas
+de los puertos de que provienen.
+Arriba de los postes que apalean la noche
+apegado con innúmeras cuerdas
+habrá un viejo buque
+quieto
+con las luces prendidas
+o uno listo para salir del mismo puerto.
+Yo voy solo por los muelles
+la gorra y el traje raídos por la obscuridad.
+Yo voy solo —como un golfo.
+Cruzo charcos de sombra
+y viento que les da oleaje.
+Yo voy solo.
+Pero me alejo silbando.
+Y silbo
+Y silbo
+Y me parece
+que voy acompañado de espíritus.
+Barrios. Barrios.
+Profundos barrios de la noche.
+Cuando me lo presentaron le dije con inquietud:
+—¿Pero qué hizo usted su ángulo facial?
+La boca, la nariz, los ojos, las orejas, fuera de su sitio,
+aparecían amontonados en su rostro.
+—Señor —me dijo el hombre de boca vertical—. Una
+vez un prestidigitador me escamoteó el ángulo.
+Desde entonces sé que, como los paraguas, los rostros
+tienen una armazón. Y que la armazón
+de los rostros es el ángulo facial.
+Mr. Wilde ha dicho que los crepúsculos están pasados de moda. Es indudable que se podría disimular ese defecto si los paisajes variaran constantemente de sitio. Eso de ver un paisaje en un mismo lugar —es necesariamente aburrido. Lo contrario sería encantador. Y espectacular. Un grupo de árboles emigrando bajo el cielo. O un árbol que pasara para la selva-solo-recto-sobre sus innumerables patitas blancas.
+Pero entonces la gente inventaría jaulas para cazar paisajes. Y un paisaje dentro de una jaula no debe sentirse contento.
+La máquina de escribir es un pequeño piano de teclas redondas.
+Vendrán grandes «virtuosos» de la máquina de escribir.
+Serán gentes de largas melenas y de ojos melancólicos.
+En las noches de luna. Sonatas. Y nocturnos. Y gigas. Vibrarán las máquinas de escribir.
+Y su ritmo —bajo estrellas— nos llenará el alma de deseos y de recuerdos.
+El gato y su sombra. Son dos gatos —pero en realidad no es más que uno. Esto me explica la divinidad. La sombra es un gato más enigmático. Es más gato. Así debieran ser todos los gatos. Untados a la pared. Sería bello verlos andar. Entonces tampoco podría dejar un gato arqueado de señal hasta donde he leído. Pero podría detenerlo en la pared y fijarle debajo un tomito de almanaque. Un almanaque es un pequeño tratado de filosofía. He intentado hacer una definición. ¡Es tan peligroso! Pero —afortunadamente para mí— el gato ha desbaratado mis ideas —de un salto— y se ha echado en la poltrona —sobre su sombra—.
+De un envoltorio de piel —que parece como si una mujer lo hubiera dejado sobre la poltrona— sube una musiquilla constipada.
+Ahora todo ha quedado en silencio. He visto la musiquilla desteñirse en el aire como un color.
+El día es lo más ciudadano que hay. Eso no me lo puede negar nadie. El día tiene gentes y casas y pegados en las cintas vertiginosas de las calles, tiene tranvías-coches-autos-etc.-etc. Cualquier día de la semana —llámese lunes o sábado— está siempre lleno de ciudades. Pero la noche —¡ah! ¡caray!— la noche es lo más inculto que se conoce hasta hoy. La noche está bien en los matorrales. La noche —primitiva-selvática-reacia a la civilización— es el último resto de salvajismo en el mundo. ¿No habrá quién colonice la noche?
+Soy alguien dado a investigaciones científicas. Últimamente he descubierto una teoría de equilibrio.
+Ante todos los sabios del mundo yo siento mi teoría de equilibrio.
+Cuando una puerta se abre, la puerta equidistante, al otro lado del mundo, se cierra irremisiblemente.
+Por esto —y todos lo hemos visto— de golpe, las puertas se cierran solas.
+El día que todas las puertas se abrieran a una vez, el mundo quedaría lleno de huecos y el viento se entraría en ellos y se llevaría a la tierra por los espacios ilímites...
+Dicen las gentes. Tontas. Que el agua toma la forma del objeto que la contiene. ¡Ay! Pero no saben ellas que el agua trabaja-trabaja. Y si los vasos no se rompieran —si los vasos duraran siglos— se verían en sus formas las transformaciones que les ha hecho el agua.
+Uno es una cámara fotográfica. Las piernas son el parapeto de esta máquina.
+Cuando yo salgo a la calle me pongo a sacar vistas. Llevo una bomba de corneta de auto en el bolsillo para dar la ilusión de la pera de la máquina.
+Y cuando una señorita pasa muy de prisa yo casi siento deseos de gritarle.
+—Deténgase usted, señorita. Yo le saco su instantánea.
+Y en ese momento apretar la bomba de goma en el bolsillo.
+Plática en el café
+Como veis esto es un taco y esto una bola de billar. Dos cosas distintas, ¿verdad? Pues bien. Os digo que son iguales. La bola de billar es un taco estancado y el taco es una bola que ha hallado continuidad. Si por hipótesis dais ductilidad a la bola de billar y la estiráis, la estiráis, notaréis sorprendidos que la bola era un taco. Y si hacéis lo mismo con el taco —en sentido contrario— veréis cómo el taco era una bola de billar. Todos los objetos están en potencia con respecto a su forma contraria.
+Cuando yo voy por la calle vigilo siempre mi bastón porque me da miedo que de golpe pierda su continuidad y se vuelva una bola.
+Pero sobre todo tened presente esto —de donde se deriva lo que habéis oído. La línea es una circunferencia desinflada. Y la circunferencia es una recta que ha echado panza.
+Hay varias libertades en la tierra.
+La libertad del rico hace llorar al pobre.
+Hay dos camas, dos mesas que en nada se parecen
+y el aire en los cuartos de las casas
+proviene de dos mundos.
+Si hablas de libertad
+dime a cuál te refieres.
+Es nociva al poderoso
+la libertad de los de abajo.
+Ella quema y no cicatriza.
+La prensa es libre de convertir las letras en empresas.
+El político es libre de entregarse a los de arriba.
+Muchas son las libertades en el mundo.
+El rico tiene derecho a defender su democracia.
+El obrero la suya.
+La de la televisión viene enlatada.
+El poeta es libre de elegir la libertad que más le guste.
+Hay la del oprobio y hay la pura.
+Hay la libertad de engrillar.
+La libertad de acabar la libertad.
+La libertad de alzar la bandera del triunfo al viento de la gloria.
+Son muchas las libertades de la tierra.
+Vida y lino lo mismo ata la hebra.
+Une noche y aurora el pedal, de tope en tope.
+Miseria. Son las 8, grita el reloj de los tristes
+de la tierra.
+Una mujer en el silencio cose, cose, cose,
+cumple mil años al volver la rueda.
+Por el telégrafo del carrete
+los telegramas del cansancio se detienen.
+Mujer obrera, hecha de carne y llanto,
+hecha de hambre, luz y manos,
+y de sudor, rocío del hierro.
+Corre el trabajo, ferrocarril sin panorama.
+Hay hambre en el vientre y hay hambre en los ojos.
+Por el sudor el cuerpo llora en el silencio.
+Kilómetros, en bloques y paquetes van las horas,
+trenes monótonos y ciegos.
+Va el pedal al galope.
+Describe la existencia la polea de cuero,
+la traza el brillo de la vida en la rueda que gira.
+La máquina de coser es un vampiro
+y de tu corazón toma su fuerza.
+Monotonía, monotonía, chirría la polea.
+Oyendo coser el ruido ya es recuerdo.
+Tú tienes el cansancio, tienes la miseria;
+el dolor cada día renovado;
+el dolor antiguo es un morado en tu vida.
+Mujer obrera, la que aplancha,
+la que remienda, la que cose: tres mujeres
+y una sola. Remienda, cose, aplancha y canta,
+canta la canción:
+Mañana nueva del planeta,
+la Revolución ya incendia el cielo,
+hay una nueva estación.
+Cinco son las estaciones de la tierra:
+Verano, Invierno, Otoño, Primavera y Revolución.
+Para mi amigo Armando Londoño
+Párese el río y cesen sus rumores;
+no dé el rosal su rosa conversada;
+no hable la bandera sus colores;
+quédese la estación estacionada.
+Muera el árbol; no se alcen los alcores
+y el sabio ruiseñor no diga nada;
+la luz no rectifique sus fulgores;
+desembárquese el agua ya embarcada.
+El sol suspenda su divina serie;
+endurézcase el viento y no lo diga,
+y el ancho cielo deje la intemperie.
+No hable la voz sus altas soledades,
+¡que la patria dejó de ser amiga,
+y están sin libertad sus libertades!
+Pienso en el hombre que trabaja
+o en la mujer que hila
+o cose a máquina
+en los niños del campo en fila india
+camino de la escuela lejana
+en los cinco años escasos
+laborando desde el alba
+hasta el ocaso
+en la cárcel de la fábrica
+y veo entre mis sueños
+la espléndida mañana
+llegar de un túnel semioscuro
+y está recién llegada
+hacia las cinco en punto
+y ante su eclosión de colores me pregunto
+si ella no es nueva
+ante la explotación de los humildes de la tierra
+sino tan vieja como el mundo.
+Libertad. Libertad.
+Todo vuela de la pesada condición terrestre.
+Hay un vuelo de ave herida en el talón del hombre.
+Mucho más que estar fijo, el árbol vuela.
+Más que en el cielo, las auroras y las noches
+se están haciendo en nosotros.
+Y hasta el viejo camino sueña que está volando en el polvo.
+Oh libertad, portadora de la inocencia;
+tanto así madura la manzana para el transporte de su sabor.
+Tanto así la manzana.
+El toche abre su flor negra y roja en el aire del trópico
+y el viento se hace verde en los nogales.
+Así tú, lamparón, de repente,
+en la suavísima atmósfera de miseria cargada.
+Así, tú, Libertad.
+Tengo la edad del hombre y apenas lo malicio.
+La emparejada muchedumbre
+ha clausurado la historia muda.
+Este cielo tiene un color de exilio.
+En el corazón unánime
+rota el mundo
+y en todas las cosas habla, ríe, canta
+un acento de porvenir llegado.
+El ser múltiple, de invencible coraza,
+tiene cita con los próximos soles.
+Sombra de siglos en derrota
+pasa sobre las estrellas.
+Tengo la edad del hombre y apenas lo sospecho.
+En la cicatriz del alma
+el viejo tiempo en mí retoña.
+Por el afecto que me liga al hombre
+mi corazón se hace sombra.
+En mis ojos levanto todo el cielo.
+Y en él te veo, me veo,
+oh mundo, oh mundo,
+límpido mundo justiciero.
+Este es el viejo cielo,
+el mismo, vario y uno.
+Algo de nuevo tiene, algo de nuevo,
+su inmensa aurora clara,
+su pacífico uso.
+En dónde agosto da y ¿cuánto pide?
+Tan sólo tu alegría.
+Subes, mundo mío,
+te ovalas a mis ojos, totalmente,
+al negro mundo viejo a un lado queda,
+me veo en tu claridad, profundamente.
+Más que nube y agua y niebla, es el vacar
+lo bello de estas cosas.
+Más que viento y cielo y rosa,
+eres tú el apretado capullo de estos días.
+Libertad. Libertad. Libertad.
+Con esponja y jabón, Alina, lava el cielo.
+Le quitarás los malos caminos, buena.
+Borrarás los presagios, los traspiés, el barro ciego.
+El negro limo que suelta el infinito a los confiados mortales.
+Lo dejarás lustroso y azules y rojos y ocres
+de su campana dirán el buen tiempo.
+Harán sonar la libertad por primera vez en la tierra
+y limpiarás la mugre medieval, la mugre antigua,
+la mugre renacentista, la resabida mugre actual.
+Esclavitud y servidumbre y cloaca industrial
+serán barridas por ti, Alina buena.
+El cielo será sorpresivamente el cielo
+algo inconcebible de verdad maravilloso
+tan limpio tan pulcro tan higiénico
+que allá en su fondo veremos a Lenin Marx Engels Ho Chi Min
+los Camilos el Che y Luis Tejada
+Toma Alina esponja y jabón y lava el cielo
+para que aparezcan los puros.
+Este viento que viene es desconocido.
+No es ninguno de los de nombre propio.
+No es de mar ni de montaña.
+Ni es ninguno de los huracanes medidores de nudos.
+Es un desconocido este viento que llega.
+Desde la prehistoria viene, cruza las edades.
+Toma fuerza en las selvas de hombres, no de árboles.
+Crece, crece, ya está con nosotros, y puede pasar.
+Este viento es suave y sedoso.
+Pero es la rebelión este viento, este viento.
+El río crecido hasta los montes llamando está a su muerte
+la noche de mi cuarto es mayor que la otra
+y he aquí que oigo los gritos de otro tiempo
+«Ni un minuto a perder» alguien dice en mis sienes
+«Apresúrate» en mi pecho escucho y alguien clama
+«ante el sol de la lucha pequeño es el corriente»
+me piden que no olvide las estrellas del día
+que en el Vietnam pusieron al cielo mis hermanos
+que mire el resplandor que sobre el mundo ellos alzan
+alguien me dice «alerta» y me conduce y luce
+la gran voz del marxismo para que algo ocurra
+y luego alguien me llama con infinitos nombres
+son muchos son decenas son cientos son millones
+me piden avanzar nos piden avanzar
+amigos compañeros ¿no vamos a escucharlos?
+Callada, mi memoria me trae de no sé dónde
+y me deja caer, todo entero, en el campo.
+El aldeón reposa y la noche suspira.
+Pasa el sendero blanco por mitad de la luna.
+Hay un riacho, un recodo, un puente enmusguecido.
+Viejos sauces se doblan
+más que por el traje de hojas y de ojos
+por un peso mayor: me refiero al recuerdo.
+La pareja en el puente ya selló con un beso
+el paisaje infinito que va de río a luna,
+así como en un círculo un cuadro memorioso.
+Mi palabra se ha ido. Los viejos desespero, languidez, desventura,
+son ya una cosa nimia: una mota en mi traje.
+En el silencio fiel
+la memoria, me alcanza, de regreso, este grito:
+«¡Alfredo de Musset!»
+Está el rugoso tiempo dormido en el pinar,
+viejo apergaminado ya indemne a lluvia y soles.
+El aire que entra a Roma desde el albor del mundo
+orea mis mejillas pero ahora pregunto:
+Mais ou est son fraicheur d’autre epoque ?
+Adjetivos suntuosos, fajados como momias,
+por las eras de los alejandrinos desfilan
+en el paisaje de los fantasmas.
+Vago por las estancias de los dioses antiguos
+tan apergaminados como las cáscaras del pino.
+Por la estampada flora de retorcidos árboles,
+voraces flores, cuernos mudos, bosques de cetrería
+del seco universo de las telas.
+Allí los dioses jóvenes tienen su morada,
+y los héroes congelan en un gesto la historia.
+Cruzan por un opaco espejo, me sé bien lo que digo,
+se besan las parejas, repiten otras lecciones conocidas.
+Al fondo, frío, un paisaje de Herculano o Pompeya.
+En torno a los brocales romanos
+los dioses embalsamados departen.
+Un viento disecado
+—que fuera matinal un día en Grecia o Roma—
+indaga: «¿José María de Heredia?».
+Pero es mudo el rugoso tiempo del pinar.
+Estoy en la mañana sangrienta de los pitos,
+alto de libertad, junto a la huelga de los humos,
+los árboles en huelga, la huelga de los vientos.
+Hoy ha nacido el mundo
+con el alba bien hecha por las fábricas nuestras.
+Puro, sentido amor de la intemperie,
+amor de cielo infiel,
+mañana de la hoja,
+humedad dulce de haber estado con mujer.
+Esto dice el brezal
+y tiene el aire frescor de punta de almohada.
+¡Oh! inocencia del tiempo:
+anoche durmió aquí la Libertad.
+¡Sus! que corriendo vienen
+los días largos lebreles
+y en el redondo escenario
+pinta la luz sin pinceles.
+La luz pinta sin pinceles.
+Los días vienen, los días
+nombre
+número
+y al cesto de la basura
+caen como papeles.
+Mi lunes quedó arrugado
+los basureros lo llevan
+al gran entierro del tiempo.
+Mi lunes. Mi martes.
+Al sábado de tu beso
+ya lo llevan a enterrar.
+La luz pinta sin pinceles,
+no deja de resanar.
+No queda huella en el cielo,
+siglos vestidos de nube
+ya no están.
+No queda un tenue rosado,
+un azul, un cendal.
+No quedó huella ¡ay!
+¿Qué cosa es tu vida, obrero?
+Luchar a brazo partido,
+y ponerle a cada lucha
+tu aguja de marear.
+Luchar,
+ir a la cárcel,
+y en el desfile cantar
+para ponerle en el aire
+a la ciudad,
+un color rojo de ira
+y un claro de porvenir.
+Dejar constancia en la plaza
+de que eres multitud
+y oír en el huracán
+de la huelga
+el torrente del alud,
+la ronca voz de la selva,
+el subterráneo lamento
+de la Tierra,
+el turbillón del sargazo
+volando hacia el porvenir.
+Y volver luego al trabajo,
+al magro plato,
+y en un plato de plata
+darle al patrón tu cansancio.
+Eso es tu vida, hermano.
+Combatir,
+fatigarte,
+sufrir,
+ir
+y venir.
+Y alzarte en la asamblea
+donde es tu voz una persona
+de pie, tan alta como el mundo,
+tan límpida y tan llena
+de claro porvenir.
+Esa es tu vida obrero,
+hasta alcanzar el fin.
+Oímos a los roncadores a compás en la noche:
+«Pensad cuánto hemos trabajado en la tierra.
+Haced memoria, memoriosos.
+Pensad cuánto hemos trabajado en la tierra.
+No preguntéis el desde cuándo.
+La hoja del orégano sea lengua que lo cuente.
+Pensad cuánto hemos trabajado en la tierra.
+En los mataderos las entrañas palpitantes
+de estos viejos parientes nuestros
+la vaca, la ballena, el venado, el caballo, lo digan.
+Pensad cuánto hemos trabajado en la tierra.
+¿Dónde nuestra jubilación, ¡eh! cielo duro?»
+Oíamos a los roncadores a compás en la noche.
+Isabelle Blum no murió en mi pecho.
+No acababa de morir en esta nube.
+No se ha ido en esta lluvia.
+En esta parte mía de otros días
+Isabelle Blum no se murió.
+Bella es su manera de estar viva
+porque las cosas fugaces mantienen su presencia
+y no se han ido.
+A Isabelle Blum viva en la Paz la veo.
+En la bandera de la Paz, en la paloma
+de Picasso, en este hombre
+que pasa por la calle y no sólo sabe.
+En una hoja del tiempo quedó su nombre escrito.
+En este aire o patria de la historia
+a Isabelle Blum la leo para siempre.
+Entraron a mi casa militares
+y el alba se vistió de verde-oliva.
+Detuvo el agua su corriente viva.
+Se apagaron los mundos estelares.
+Ariadna dejó quietos sus telares.
+Pidió el árbol que el viento superviva.
+Y en el aire se oyó la sorpresiva
+muerte de las campiñas tutelares.
+Ajeno a mi sed quise ser mío.
+La rosa sintió sed de su rocío,
+y tuve sed de todo cuanto existe.
+Mi vida alguien cubrió de oscuro velo.
+El día militar me negó el cielo,
+me dio el pesar, y la Colombia triste.
+Pasan los días con el tiempo a cuestas.
+Ceres las eras del trigal no aroma.
+Orfeo alza vacía la redoma.
+Y Pomona está herida en las florestas.
+Lejos están las militares gestas.
+Colombia en ruinas su visión asoma.
+Sufre Picasso herida su paloma.
+Vulcano muere las clavijas puestas.
+Dos terrorismos van al mismo horario
+y no se oye más gorjeo diario
+que la descarga en que los dos compiten.
+Ícaro vuela a bordo de sí mismo,
+piloto militar hacia el abismo.
+Y sus alas de cera se derriten.
+Llegaron los espectros de la casta
+Dijeron al entrar: «Lo suyo es mío».
+Homero en su anaquel tembló de frío.
+Y maliciosa se mostró Yocasta.
+San Francisco fungió de iconoclasta.
+Al infinito azul clamó Darío.
+En los tomos el sol se hizo sombrío.
+Y Ulises quedó preso en la subasta.
+Son los nuevos fantasmas de quien viene
+a subvertir el orden de este mundo.
+¿Luna de miel si es árida Selene?
+Y vi a Rimbaud, en vilo sus hisopos,
+y no meó hacia el cenit profundo
+con venia de los altos heliotropos.
+La paz puede verse en los cultivos de los campos
+las naranjas no son bombas de neutrones
+comer cañones en vez de arroz es indigesto
+¿qué tal si el día resolviera de pronto devolverse?
+he aquí que ahora los hicieron las razones
+si el arrozal se liga con la plaga el arrozal es el que pierde
+¿qué pasaría si la nube se enemista con la lluvia?
+jamás en la canícula luchó el viento por mejor causa
+su árbol genealógico levanta la grandiosa ceiba
+y esto dice lo que sabe de ascendencia
+¿si no progresara el tiempo qué sería de los años?
+no manchéis el amarillo de Van Gogh en las praderas
+sólo la luna vive en cuatro caras de prestado
+la máscara de ojos oblicuos no asusta a Pomona en las florestas
+quien tenga ojos para ver que vea
+quien tenga oídos para oír que oiga
+quien tenga entendimiento que lo aplique
+algo escapa a la nomenclatura binaria de Lineo
+la variedad de los que andan de cabeza.
+Para Marie Estripeaut,
+mi ilustre crítica
+Es mar del tiempo en el silencio mío
+este que de alta paz ciñe al planeta.
+Oh ¡la insondable eternidad secreta!
+Ícaro mira el mar con desvarío.
+No despierte de horror en mí al poeta
+—crimen de hoy— el hontanar sombrío.
+Gozar quiero este inmenso poderío,
+sin litoral, sin límite, sin meta.
+Cantar, cantar. Al vasto mar cantamos.
+La caracola del reloj le canta
+la cósmica canción que no oyen otros.
+Y en la danza estelífera en que vamos,
+como el compás es grande a nuestra planta,
+la Tierra da la vuelta por nosotros.
+Abro la ventana
+tengo fe en la rosa
+creo en la nube
+porque sigue su curso
+sin que le importe su destino
+devoto soy del mar
+que va de verso en verso
+de ola en ola
+playa en playa
+aunque más lejos va el que sueña
+de la pila del patio
+cuando en la noche
+la oigo conversar
+con el cosmos
+soy creyente
+y a mi paso
+del gran gigante verde
+en que arboriza el pájaro
+asisto reverente
+al relato del cielo
+en horas días y semanas
+contándonos los años
+en su habla
+y le pido al botón de la amapola
+y al cogollo
+a la oruga
+y al insecto
+que por favor me dejen ver
+en una sola abarcadura
+su escondido universo
+y al río a quien le ruego
+que no se vaya
+y a la flor a la que imploro
+que se quede
+y al viento al viento
+al viento le invoco en mi rezo
+que regrese
+a mi pequeño perro
+que descanse un minuto de mirarme
+si es que puede
+y al planeta
+al que dedica
+esta oración de la mañana
+aquel que dice y lo predica
+soy el hombre que sueña
+y entorno la ventana.
+Embebido en el diario, tatuado de letras,
+una leve caída de otoño
+al vuelo de las páginas.
+Comprendía la última noticia entre los árboles
+en la voz del labriego el paisaje
+en el trigal el alfabeto de los campos.
+El absorto. Leía
+la llamada sideral en la ola,
+en el río los pequeños ayeres
+y en la entrepiel del rostro
+el color de Judas tiñendo conciencias.
+Definitivamente, el absorto.
+La piedra no dejaba de musitar
+su estelar procedencia.
+Una vez preguntó: ¿de qué árbol será la madera
+de la cruz que preside
+las fugas del tiempo?
+Y oyó la sonrisa de los objetantes.
+Hace siglos de siglos
+constantemente llega
+roca menuda
+de la cantera iluminada de los cielos
+crece el volumen del planeta
+y es inmenso
+este invisible reloj de arena
+ya no se sabe si somos de Saturno
+o de la constelación del Centauro
+si hallamos estrellas en la marcha
+o si al fin conoceremos
+la procedencia del compás en nuestros pasos
+¿mas por qué nos sentimos impulsados
+por un poder enemigo
+sin saber que damos vueltas
+por el carrusel de los mundos?
+Ese fluir sencillo
+y permanente
+quizás podrá ser pesado en otros siglos
+en términos celestes
+porque es posible ¿quién lo sabe?
+que a estas horas del destino
+nos encontremos ya en otra parte.
+Qué rumor oímos en la noche callada
+como espalda de silencio o revés de voces
+qué rumor en la corona de oscuridad preñada
+habla de astros o zumbido de aviones
+qué voces altas qué trasegar de hierros
+qué gritos de mando o bocinas de cautela
+qué órdenes de rumbo por zonas estelares
+óyense allá qué escándalo inaudito
+oímos sin embargo entre los parpadeantes luceros
+nada la noche dice
+y hacia el origen mismo de aquel estrépito celeste
+alzamos no más alzamos la mirada
+y arriba sólo vemos
+el ala muda de la luz volando
+y el celeste equipaje cruzando en gran silencio.
+Tras el cristal el esqueleto de los árboles
+en este frío internamente ardiendo
+entre ayeres de agua voleados hacia dentro
+un pájaro de nieve cae muerto
+tu mirada toma el puesto de la golondrina
+no levantes la voz se te congela
+se te congela el corazón y el resto del paisaje
+pon en reposo el ala que en alguna parte agitas
+el polo ha llegado con su gabán imposible
+y su vieja nostalgia de tipo anónimo
+aire luz fuego grito
+todo fue quemado por la llama del termómetro
+empujado por la presión del cielo
+hasta el último rincón de los recuerdos
+canta canta mientras la inmensa ala blanca
+roza la punta de tu persona interior
+pero canta sin voz
+en tu propio fuero de paisajes seres cielos
+en tus ojos hacia —otro— lado
+canta lejos lejos
+canta en silencio
+porque el invierno está pasando como el fantasma
+de otro invierno.
+Llegó el futuro sin que lo buscase
+y desde allí miró lo mío
+no era nada de lo imaginado
+el día vino a irse
+fue tenaz la mentira de la nube
+y el mar los imitaba
+las reglas del juego las cambiaste
+sin quien ni por asomo lo comprenda
+todo pasó en silencio
+continuó la burla y no se abrió la puerta
+y aquí estamos unos y otros desconcertados.
+No estoy solo en mi casa
+si cuento por las voces
+oigo distintamente esas de los míos
+una por una con su tono
+las de los amigos visitantes
+las de los amigos que no falten
+y ahora me pregunto
+y estas que encienden mi hogar y lo estremecen
+altas bajas de canto musicales
+de acentos y timbres de voz y de colores
+venidas de muy lejos
+de ese mundo que no cabe en la mirada
+por caminos apenas presentidos
+y despiertas las siento en mi morada
+debo agregar a mi legión de seres
+la de estos huéspedes
+que no entraron a la casa por la puerta
+se turnan en la compañía que nos hacen
+y uno no sabe bien si forman parte
+de las poblaciones ingrávidas del aire
+unas llegan otras se van y vuelven
+he ahí a mis sorprendentes habitantes
+a los que cuento enumero y sé sus nombres
+entre mis miembros familiares
+así sean sus apariciones
+de tiempo en tiempo en las veladas
+y así sean incontables los parajes
+que nos traen
+desde los propios márgenes del mundo
+dejándonos perplejos
+más basta sólo que con el pulgar y el índice mis dedos
+muevan un botón un leve sésamo
+para que se haga el prodigio que les cuento.
+A las 2 de la tarde se le ha perdido el número en la lluvia
+y entre los árboles la casa tiene el martes carcomido
+una voz que pretende haber llegado de quién sabe qué planeta
+se reduce hasta ser un vientecillo convencido de que es hoja
+desde el fondo del ser no muy adentro hay un bramido
+que insiste en echarle cal de otros días a la casa
+nada es posible nada
+cuando la rueda del tiempo ya no muele
+y su inmenso caballo relincha a la orilla del río
+un salto a las 2 y media y otra vez la claridad
+haciéndonos creer que es distinta a la de hace millones de años
+todo parece haber cambiado pero detrás de esta casa
+en medio de las cosas insistentes
+día y noche desde el principio del mundo de los vivos
+el pino espera al ahorcado.
+Llevar un río en uno cantando como un niño
+y el mar del tiempo, en uno, mugiendo a las estrellas
+noche
+y día
+Y entrar al sueño solo, lo que se dice solo,
+tan sólo acompañado por el ser de otros días
+sin que valga en el lecho
+el cine de la almohada
+ni el cobertor en que los dedos cierran
+la adormidera de un país gigante:
+el país escondido en que me duermo
+para que después se agrande
+y su gran muchedumbre me haga compañía.
+De pronto en el silencio neto de la alcoba
+en la mudez de vaca de la tierra nocturna
+un objeto cae al ciego vacío
+en el cuarto sin habitante
+y el chirriar de una puerta
+deja pasar al no anunciado
+así el fantasma audible
+cruza la extensión de la noche
+para que luego digas es el viento
+es el viento.
+Para el gran poeta Juan Manuel Roca
+El fantasma era tu lado mudo
+allí se había radicado y te miraba de soslayo
+por tu parte iluminada se le veía la sonrisa
+con su dentadura expresiva
+las bondadosas palabras llegadas de lo hondo
+y de seguro el amor fiel de esa parte tuya
+pero el fantasma mantenía su presencia
+con cierta fijeza invasora eternamente muda
+que los seres sean así qué hay de raro en ello
+el atrincherado les come tramos considerables de su vida
+andan con el fantasma andan y mueren
+sin que desate la lengua que no tiene
+a veces muy contadas se oye su rumor y creemos
+vislumbrar una vida intensa y luminosa
+pero todo vuelve a caer pesadamente en el misterio
+en el que detrás de tu mirada se divisa
+al ser que no habla con su amada o con su amado
+el amigo o la amiga
+el padre o la madre con los hijos de su carne
+ni estos todos corroídos por el fantasma obstinado
+de pie en medio del mundo con su mutismo penetrante
+y desde allí nos mira de soslayo.
+El pensamiento ha venido a apretar mis sienes
+sus latidos hacen de mí un tambor
+en que la piel se roza con los astros
+el cielo que me cabe en los ojos ignora su tamaño
+pero por mi sombra
+que alguien bota sobre mí como un abrigo
+y por otros signos de menor consistencia
+llego con pasable elegancia pero sin disimulo
+el brillo de otros mundos del voltijeo celeste
+soy astronauta desde hace quinquillones de años
+y únicamente me finjo terrestre
+y contribuyo al engaño
+por esta complicidad de dar un paso
+para sacar el siguiente.
+Te dije a la noche nos veremos
+tú te hallabas a lejanos kilómetros del día
+entre los dos había nubes, montes, ríos
+el material de la distancia
+oí que tú me respondías, nos veremos a la noche
+llegó la hora cargada de mundos y presagios
+pasó una ráfaga por el cuarto cerrado
+y tú y yo quedamos frente a frente por una eternidad
+en un solo abismo sin fondo ni fatiga
+y cuando estrechamos nuestras manos
+en el gran nudo de la muerte y de la vida
+se tambaleó el cosmos
+con la misma descarga de otros días.
+Alguien vino a decir que ardíamos
+no fue la golondrina a la que vimos
+con la punta de la estación en el ala
+sólo era el día que pasaba
+alguien vino a decir canturreando entre dientes
+oh fulgor de tu lámpara
+pero no la veíamos
+pero no la veíamos
+buscábamos en torno nuestro la ceniza
+las pavesas pero allí no había nada
+excepto nuestra sombra
+los rescoldos cósmicos serán invisibles
+pero quién puede en buena cuenta saberlo
+hay sí una voz de dónde de quién
+cierta o inventada
+pero una voz clara que nos dice
+sólo la llama cuenta
+Es una tenue voz casi un color desvanecido
+ha entrado por el muro por donde llegan los fantasmas
+sé perfectamente lo que me dice pero no quiero
+contarlo en el poema
+es como un dibujo lila por efecto de la distancia
+todas las noches está ahí en el mismo sitio
+y aunque no lo quiera traza el diseño de cuerpo entero
+el alto y precioso diseño de quien la envía
+será esa la voz que dice yo la oigo la oigo
+soy Liliola vengo a golpear a tu puerta
+porque es una puerta el pecho
+y él se abre en mí de par en par en la infinita noche.
+El que penetró por la puerta cerrada
+puede esperar a que lo atienda
+primero tú luna de espejo
+que no le ves pero me engañas
+la luz que pasa sola por el cuarto
+hace mal en no revelarme su procedencia
+todo es tan sospechoso
+como este botón de la chaqueta
+dándole vuelta a las semanas
+como cualquier satélite modesto
+de los convencidos que brillan por su cuenta
+un duende con hambre se supone
+hace caer un plato en el comedor
+si no es que de la lejanía próxima a la casa
+entra el viento
+correctamente vestido de levitón de un pino
+y el cuarto desde luego
+se pone por completo verde
+y este es todo el mensaje recibido
+con esta postdata
+de la Décima Pléyade me están llamando a gritos.
+Por contrariar en este sábado es viernes
+son cosas del conjuro
+para el día ligeramente verde
+en su condición de vísperas de domingo maduro
+a veces puedes tener un aire de estación de color claro
+desde hace algunas no sé cuántas centurias
+o cinturas previas a la fundación de los relojes
+desde las tales o cuales nos sigue paso a paso
+quién no ha visto a mi Liliola por la pradera de asfódelos
+son estas las relaciones
+de que somos testigo en las alturas
+los imanes palpitando en lo profundo de los seres
+el crecimiento de las amapolas en menguante
+y el girasol del mar bajo la celeste levadura
+olas secretas agrían el carácter de las solteronas
+los orates se agitan en sus rocas interiores
+tantas cosas que sólo tocamos con la punta de la memoria
+indican las mareas de otra procedencia o de la misma
+porque todo es orilla y tú y yo qué somos
+sino orilla en esta intérmina contemplación orilla
+borde mientras el huracán pasa por el inmenso abismo y nos lleva.
+El hombre es humo ¡humo!, me dijeron.
+Entre sueño y vigilia alcancé a oírlo.
+De sus propias pisadas sin sentirlo
+¡cuántos en el pasado se perdieron!
+¿Dónde están?, inquiero. ¿Qué, pues, se hicieron?
+¿Qué soplo puede al hombre diluirlo?
+No vino el mundo ámbito a decirlo.
+Ni el viento me contó de los que fueron.
+Pedí al cielo la gente devorada
+y el inmenso reloj no dijo nada.
+Pero de pronto tras el aire siento
+la voz de Haroldo Conti en la hondonada
+decir: «yo, el diluido, represento
+a la nueva progenie evaporada».
+Habló en la clara mañana mi sosías
+si sabes de algún jet más veloz que el tiempo
+me lo cuentas
+pues lo estudio en la lectura de las nubes
+y no acierto
+compárame si quieres con el barco
+agresivamente inmóvil viajando en competencia
+con las olas
+fue así tomando cuerpo el día
+los árboles se hicieron estatua de los árboles
+el estruendo del cosmos
+y crecía el desplome
+interfiriendo la población de mi silencio
+oh ¡mi soledad acompañada!
+quise gritar desaforado
+pero no hay caso
+ya soy cielo de tanto que he vivido
+soy poeta no lo niego
+y si me dicen no cite nombres en el coro
+de los que a la paz le siguen disparando
+pues entonces
+que me dejen soñar a pierna suelta
+vagar vagar porque poeta calzo
+¿es que no sangra en La Eneida por Eneas
+la rama virgiliana si la cortan?
+En la ribera de la noche
+una barca por este mar avanza,
+no la veis porque la hizo la memoria.
+Una barca fantasma mía, por este mar.
+¡Y el mar no necesita que le digamos grande!
+Del astillero mío surgieron barca y mar.
+Vamos los dos y el cielo que les pongo
+lo hice yo, yo lo hice, os digo,
+con el material que todos conocemos.
+Nada pueden los elementos contra ella,
+indemne a los naufragios,
+nada contra este mar, contra este cielo,
+contra todas estas frágiles maderas.
+Porque todo fue hecho con material indestructible
+en la ribera de la noche.
+Nocturno en pleno día.
+La página de cristal de la casa
+es de difícil lectura.
+No sé qué me ocurre con sólo recordar
+en este río que pasa por las calles
+las nubes de nohacemucho.
+Alguien corre bajo la lluvia.
+¿Qué cosa es esa especie de flamenco,
+de fantasma de ave o pájaro agorero
+volando a ras de tierra bajo la lluvia
+con el modesto nombre de paraguas?
+¡Hace tan poco le vi llevarle al brazo
+como el azor de otros tiempos!
+Alguien corre ahora con este espectro izado.
+La lluvia lo cubre de un ropaje más celeste
+que el del sol cuando nos hace más de día
+por un costado que por otro.
+Su sombra debe andar ahora por Sirio.
+La chica de mi cuadra vocea el periódico de la tarde.
+Cuando salgo
+no puedo contener la imagen
+de un ángel con las alas plegadas recostado a mi puerta.
+Su voz es el único círculo que no moja el agua
+y no importa que la luna no haya asomado su círculo,
+se sabe que está ahí, rondada por cohetes.
+Los poetas de antaño se horrorizarían de su mentirosa beldad.
+Como nosotros ahora
+bajo la página del cristal de la casa
+mirando en el río de las calles
+ya de lodo y basuras que el agua arrastra
+las nubes que no ha mucho hacían soñar a los poetas y a los niños.
+Llega la insólita del cielo
+no es ángel de la guarda
+no es duende de ultratumba
+no dibuja en mi marcha
+«la señal de los tiempos».
+Por caminos secretos
+vino del éter a mi lado
+fielmente me acompaña
+porque el cósmico vuelo
+a los dos nos circunda
+va delante a mi espalda.
+Los dos vamos en la ronda
+de la inmensa luz dorada
+¿para dónde? ¿para dónde?
+y cuando voy en su busca
+en el cenit se hace redonda
+o de pronto se me esconde.
+Es un don del firmamento
+siempre a mi lado siempre
+va en mi estro giratorio
+yo celeste entre su onda
+tan fiel que cuando reposo
+también conmigo se duerme.
+Giramos porque giramos
+y porque somos celestes
+y así seamos opacos
+he recibido esta aurora
+del gran vendaval del tiempo
+pues eso —os cuento— es mi sombra.
+De estas huellas cito el oculto espanto aquí en mis huesos
+otras me las dejó mi progenie antes de irse
+a veces cuando me ausento y no me encuentro
+en mi piel están las de los dedos de mi estirpe
+el día con su sistema morse algunas me ha dejado
+¿en dónde no las siento?
+el recuerdo de Beethoven en un leve sonido de cristal
+las libertades ilímites del preso
+en los años idos ¿acaso su color no está en el árbol?
+Os dejaré mis huellas de recuerdo
+y como por orden superior debo llegar a mi final
+cuando vaya a mirarme al río y no me encuentre
+insistirá mi calavera en seguir viva en sus huecos
+será mi última huella ¿no os parece?
+y el vacío de mi memoria será ese grande cielo que ahora vemos.
+No era un recuerdo era un perenne ritmo
+cayendo, pálido, entre la voz y el sueño.
+Interesando a las cosas o dándoles su color,
+manso cayendo, fluyendo, con su olvido
+persistente de días lejanos, cielos claros,
+noches de amor, otras vidas vividas.
+No. Era sólo limpia, insinuantemente, un ritmo.
+Era un ritmo, no más, entre la palabra y el silencio.
+Actuante, tenaz, indicativo, hablando acaso
+de mil presencias muertas, un grito sin saliva,
+un apretón de manos ¿en qué planeta?, un cruce de caminos,
+¡qué sé yo!, la cadencia del llanto o sangre blanca.
+Pero no. No era llanto o grito, era solamente un ritmo.
+Era tan sólo un ritmo, algo sin valor o casi nada.
+Sin oficio en la razón o en la fecha de algún gozo.
+Lejos de cuanto está aquí y al tocarlo ya no es.
+La nube, el paso, el agua, el gran periódico del Cosmos.
+Ninguna de esas minucias. Era un ritmo tan sólo.
+No era una orden de triunfo o derrota. Era un gozoso
+manso ritmo cayendo sobre el nocturno vigilante de la sangre,
+sin el tropiezo de la noche verdadera del pie ciego.
+No era un azar, nada aleatorio ni inseguro.
+Era un ritmo, era tan solo un ritmo limpio y generoso.
+No era una música adormecida o despierta de otro tiempo.
+Ningún recuerdo en mí de viejas marchas crecidas.
+No era odio o amor, interés o abandono o el saber llevar el nombre
+como una inscripción o anticipo de lápida a la manera de todos.
+No. Era un ritmo, un dulce ritmo visitante,
+sólo un ritmo.
+No era voz de hambre o hartazgo ni esa alusión
+premonitoria
+de llevar tierra en las plantas y cielo en nuestros ojos.
+No era modestia, no era tolerancia de nuestra
+condición
+de presos
+ni siquiera el estar solo en ese punto del ser donde alguien aúlla.
+Era sencillamente un ritmo, sin dolor ni hambre ni sed.
+Digo, repito, me ha llegado un ritmo esta mañana.
+Un ritmo sin congoja que ignora el afán, ni exige lucha ni trabajo
+ni la tristeza de abotonarse y desabotonarse en una vida
+ni si es condición del ser humano morder con la palabra.
+No es dulce ni es amargo, violento o suave, alegre triste.
+Es un ritmo, un ritmo, y ahora ha venido a mi compañía.
+¿Quién ha visto esa pequeña muerte al lado del reloj siempre imprevista?
+¿Quién ha oído en los aposentos oscuros, en la oscuridad del hombre,
+apenas alumbrada por el despeñarse de la sangre, en la marcha,
+los huesos que traquean a veces sobre una hondura muy grande de silencio,
+como ósculos furtivos enviados a la muerte en esa hora,
+en ese minuto en que todos los crímenes se quedan impunes?
+¿Es una yerba que se seca
+o es una estrella que se apaga lo que palpita en nuestro pulso?
+¡Quién te ha visto,
+fantasma tras las ramas y puertas!
+Te espanta el hombre que lleva en la mano alta la lámpara de petróleo,
+como un incendio portátil,
+catástrofe ferroviaria!
+¡Pequeña cosa que agoniza,
+yo te llevo a mi lado,
+dolida
+y trémula!
+Oiga, señor vigilante de las horas, ¿quién avanza,
+quién avanza apagando las luces?
+El reloj es cuerdo, pero no tiene el menor sentido de la responsabilidad,
+y a mañana y a tarde lo estamos oyendo decir: «¡al hombro, ar!».
+Y oírnos su descarga de fusilería contra todos los muros de la vida.
+¡Y qué remedio!
+¡Qué remedio!
+Alguien llega de pronto y esconde la sencilla
+presencia en el mutismo de su forma inasible.
+Yo lo siento en su ausencia toda blanca y visible.
+Él apaga el silencio y enciende la bohardilla.
+Alguien que no ha venido está cerca a mi silla
+y me palpa callado con su mano intangible.
+El mantel es la forma de su cuerpo insensible,
+la sal es la mirada y el pan es la mejilla.
+Si le digo que hable la palabra callada
+mudamente me dice con voz impronunciada
+el secreto que nunca logra oír el oído.
+Junto a mí siento el peso de su ausente figura.
+A la mesa ha llegado también la noche oscura,
+y él se ha ido de pronto, al quedarme dormido.
+Tu Infierno del burgués y su retrato.
+Tu Gloria de la «Fronda» y la barriada.
+Tu picota de escarnios, Honorato.
+Tus telas de violenta barricada.
+Tu amor de los humildes. Tu alegato.
+Tu defensa. Tu ira. Y la pintada
+cara del gran Tartufo al caricato
+con sólo el medio plástico expresada.
+Eso fuiste. Gran Rembrandt de la gleba.
+Profeta y vengador. Rubens quemante.
+Miguel Ángel que en cuadro se subleva.
+Habló el hambre de tus sopas de amargura.
+Mas diste al Comunero —¡oh! nuevo Dante—
+el cielo —anca del tiempo— en tu pintura.
+En su fiebre interior mundos solares.
+En su Arlés sideral el alto incendio.
+Campos de trigo. Cielos ondulares.
+Rojas flores derrochan su estipendio.
+Marca el tiempo sus ondas circulares,
+mientras la brocha canta el vilipendio
+de lo visual. Cipreses. Olivares.
+Girasoles o mundos en compendio.
+Este es Van Gogh no álalo de colores,
+por quien rostros humanos son las flores,
+su silla habla, discute, rabia, piensa.
+Gloria al orate; al árbol iracundo
+de su pincel; a su amorosa ofensa.
+¡Van Gogh de luz y devorado mundo!
+Movió Picasso guerra al fingimiento.
+Diole al ser una nueva arquitectura.
+Y ante el sol de un más vasto firmamento
+montó sobre la vida su pintura.
+El espacio y el tiempo en la figura
+dieron el «hasta aquí» al Renacimiento.
+Y al «yo» visual metieron en cintura
+sus limpios ojos del entendimiento.
+La vida dividió lo individido.
+Segmentó al ser kantiano y su sentido.
+Y el pintor reuniólo en toda cosa.
+No busques en Picasso lo fingido.
+Su paloma de otra Arca victoriosa
+vuela por sobre el mundo conocido.
+Si veo una flor ella se refleja en mí que soy su espejo
+si te miro en mí estás porque tengo la facultad del agua
+no sé quién sea más fugaz el día o yo
+corres nube lucero hoja pero no me alcanzas
+mañana cuando te encuentre cielo de plétora
+ya iré más lejos que tú
+cuánto rezago ya cuánta sobra
+y yo cristalino no muestro lo copiado
+manso río del aire oculto río
+¿atrás o delante de mí?
+cuán bello en el capullo el balbucir del olvido
+con el color y el aroma que lo lleva en la entraña
+cuán bello rosa árbol día eternidad
+y yo sin dejarme alcanzar ¿o ya muerto?
+¿o ya vivo?
+el fruto en el árbol vaya inocencia ignora
+que es el ahorcado
+y sin embargo esto aquello yo
+todo vive en su vida para eterna memoria.
+Como un callejón sin salida o pensamiento de esquina por
+donde cruza el día donde la bola del Universo se detiene para
+cambiar de respiración
+ausente quizás a los gritos desesperados del alma de los mudos
+corriendo mansa, dócil, fluyendo no más por su galaxia
+como si fuera el paraíso del ojo en blanco del perro que defeca.
+Huyendo de sus propios pasos se había quedado en el aire de ayer
+como estatua de sal de la que sólo pudo salvar el sombrero.
+Inmensos naufragios de los que él era a duras penas el balso
+le permitían el salvamento únicamente porque podía tocarse los bolsillos,
+palpar el cosmos, reajustarse las vueltas y seguir derecho
+o detenerse a orinar en nombre de Rimbaud para que los ángeles
+se murieran de envidia mientras lejos, en el rincón de una alcoba,
+el empedernido onanista pedía la bendición nupcial.
+Gritaban que se detuviera, pero él iba por el año 2000
+con una poderosa luz fechada en el siglo 0 de la Osa Mayor
+desde la cual veía a la historia levantarse del muladar de las constelaciones.
+Un huevo recorría el infinito desde hacía 300 quinquillones de
+evos y la materia como una inmensa gallina se había echado sobre
+el hueco de Dios.
+En ese, en ese momento el Universo se había zafado de la cabrilla
+de un auto pero había una procesión de calles, mansiones de
+varios pisos y arrodilladas escaleras y por millonésima vez en el
+espacio Sirio ignoraba su propio nombre.
+Era un viejo mundo en verdad, un poco bohemio,
+pero traqueaba como un mueble siguiendo su convoy a marchas forzadas.
+Iba completamente relleno de muertos como el osario del Cosmos
+y desde hacía trillones de eras exhibía en el cielo las mismas notas de humo.
+Siempre había una botella que andaba por el mar en busca de
+una playa, pero Diógenes no pudo encontrar al hombre porque
+se encontraba detrás de su linterna.
+Desde lejos, desde remotas eras, el Universo daba un zumbido
+de trompo y le gustaba abrazarse a esa mujer tallada por sémenes
+eternos como cintura de diábolo.
+Hubiera deseado estar en la cara de la Luna que no da hacia la Tierra
+y efectivamente se quedaba largos ratos allí donde quería fundar su casa
+pero los murciélagos de las puertas se lo habían literalmente chupado
+y a veces soltaba grandes carcajadas ante las más profundas soledades
+con sólo pensar en el cable de gutapercha dormido
+en el fondo de los océanos
+al que a duras penas dedicaba una lágrima en honor
+de los poetas románticos
+porque escribía sus poemas en papel sellado de
+Lautréamont.
+Viajaba entre huesos y blandas paredes, como
+ciudadano,
+pero cruzado de voces aclaratorias como «hoy tengo
+los sueños acometedores»,
+porque sus pasos iban disimuladamente diciendo
+Colombia, Colombia Colombia
+mientras alguien decía «el hambre avanza sin
+punteros»
+y «siempre habrá en el mundo a cada instante una
+rosa en dificultades».
+Dibujaba una nube un poco la sed del cielo
+pero el cielo le parecía a él —oh pasable hijo de
+Lautréamont—
+como una horrible Jeta y sentía al General Santander,
+florecido de hombros,
+mirándolo fijamente con su paludismo litográfico
+desde el fondo
+de las Alcaldías, más sólo podía gritar «estoy interceptado
+por días
+como muros, ¡salvad al prisionero!».
+Pero sus gritos que las tierras celestes no acogían en sus playas
+hacían más pesado el aire en el correo televisado y las rutas de los
+radios para que todos le llamaran cuerdo únicamente porque ignoraban
+que las alcantarillas se deslizan con el regusto de los grandes
+hombres y las candidatas de belleza por el lado de atrás de la insobornable
+historia de la humanidad —¡oh gloria inmarcesible!
+Hacía miles de siglos se oía el traquido de la tierra el mismo de
+los muebles y el gotear del Universo que ahora sentimos en la
+almohada.
+Miles de siglos veloces para que tanto el héroe legendario como
+la virgen de 15 años dejen mansa o poéticamente su contribución
+al estercolero del cosmos en los planetas verdaderamente poderosos
+del basural del infinito.
+Pero el carromato traqueaba malamente para cumplir su círculo diario
+que termina en el lecho
+como coronas de humo o arenilla corriendo hacia la eternidad
+mientras el Universo, allá arriba, sigue pasablemente
+sobre un aire de Beethoven
+y la gota
+de la lluvia
+toca sus escalas sobre la hoja de plátano.
+Yo digo Calarcá y el sueño viene,
+lento el paso en el aire de la alcoba.
+Cara de niño ausente el niño tiene
+y el año 7 corre por la hora.
+Y digo Calarcá y algo me sabe
+a lulo y granadilla y dulumoca.
+Y digo «pescador», y la quebrada
+en mis corrientes años desemboca.
+Yo digo Calarcá de chapolera,
+de finca cafetera y negra Conga.
+Y el niño que está en mí llama a la Negra
+y la pone persona con persona.
+Yo digo Calarcá y el rico cielo
+se vacía de estrellas y se colma.
+Y hay un lejano y misterioso vuelo,
+y algo que se construye y se desploma.
+¿Dónde está el niño, Calarcá lejana?
+¿Dónde el niño, pies ágiles de otrora?
+Está en tu aire, está en tu viento, mírale,
+no le retengas más, dámele ahora.
+Por tu mercado anda, el día domingo.
+En esta casa está y en esta otra.
+Embebido su cantar las campanas.
+O junto de la «chicha subidora».
+Ama al padre, a la madre y al habano
+que a las 6 se recoge hoja por hoja.
+Al vaho de la tierra y a Tomijo.
+Al hermano y al cielo de langosta.
+Yo digo Calarcá y el niño viene,
+viene y se va a su Calarcá tan sola.
+Sin el abuelo ni los tíos ni el padre.
+Y sin la bisabuela Mariantonia.
+Dadme otra vez el niño de mis años.
+El niño azul de Calarcá sonora.
+Voy a la tierra, dadme, dadme el niño
+de cielo. Avanzo hacia la tierra sola.
+A Calarcá
+Al doctor Ramón Londoño Peláez
+A Baudilio Montoya
+A Adel López Gómez
+A Camilo Orozco
+Éramos habitantes de una tierra
+donde en guaduas y palmas se hacen verdes los vientos.
+Los días se tendían en las hojas de plátano
+y el cielo en su gigante molino para todos trabaja.
+Desde los primeros pasos en la pared nuestra sombra
+nos relacionó con los mundos remotos.
+Pero lo que más nos podía atraer era ver juntos
+la palma de corozo y el gran cielo estrellado.
+En el corredor de la tarde
+el padre narraba historias de la guerra.
+Tamañas, una a una, las estrellas subían.
+Y todo esto aumentaba enormemente la población de la aldea.
+En la oscuridad alguien pasaba por el camino.
+¿Ánima o criatura mortal?
+La brasa del tabaco era lo único visible de aquel hombre,
+pero su silbo quería llegar hasta lo alto,
+allí donde el río del tiempo golpea las siderales piedras.
+¿Quién era ese hombre de la tierra de los bambúes,
+de los bambúes que luego serán, sencillamente, casas,
+y ahora son casas verdes que maduran
+al sol, al aire, al agua, al viento, a la lluvia?
+Vivíamos entonces en la calle Versalles
+que aunque no lo supiéramos era una porción del mundo.
+Las noches eran claras como días de otro tiempo
+o profundas como salas de cine,
+y un naranjo en el patio era anfitrión del alba.
+Nuestro padre era una doble entidad: su presencia
+y, ausente, era un padre de aroma en el olor del armario.
+La ropa de los sábados en los paños de roble
+olía a limpio, a familia, a «nosotros».
+En las pencas de cabuya grabábamos nuestros nombres.
+Las estrellas del pueblo eran todavía campesinas.
+Eran tan límpidos los colores del cielo
+que el adentro y el afuera en nosotros era una tenue línea.
+La cerca era de guadua con un idioma claro
+porque fue en su lenguaje que se alzaron los términos
+de los hogares, en la extensa comarca.
+Así aportó una voz nueva su regreso al paisaje.
+La aldea había nacido del claro de la selva
+cuando nosotros éramos aún niños en la mirada del padre.
+Su cuna de pueblecillo se meció entre nosotros.
+Era en nuestra familia como el hijo más grande.
+Benicio Herrera fue el primer cadáver que vimos en el mundo.
+Su muerte, trágicamente hinchada, era de láudano.
+Aquí vive en nosotros y ni siquiera necesita
+volver a Calarcá a recoger sus pasos.
+El hombre, allá en el monte, daba golpes de hacha.
+Llegaban hasta el pueblo los golpes, retardados.
+El brillo del metal, a trechos, era un rayo en la plaza,
+y del cedro saltaban las astillas de santo.
+Conga andaba con nosotros por los platanales.
+Como una gran sala húmeda nos acogía la penumbra.
+Éramos Dafnis y Cloe. Nada en el mundo fue que esto más grande:
+aspirar una cabellera que la vida perfuma.
+Grande es la eternidad de que estamos dotados.
+Una rama de sauco, la rosa de un día, una bola de viento,
+Conga, Palomino, la loca Hermelinda, Contrafuerte, Tomijo,
+en nosotros están y no buscan alojamiento.
+Este solar de tierra de Colombia nos duele
+con un dolor de aquellos que no es grito ni grita.
+Pueden velar los ojos cosas muy simples, por ejemplo:
+pensar que en Calarcá nuestra madre fue niña.
+Usamos este amor para tomar fuerza en la vida,
+porque no hay mayor belleza que la utilización de las cosas.
+Lo usamos como se ama la aparición del día
+y porque no le estamos pidiendo explicación a la aurora.
+Hoy es difícil entender nuestra amistad con el bosque,
+con la súbita aparición de la fruta en el huerto de oro.
+Lo sabe únicamente quien comprenda
+que el cielo de la noche, pleno de tierras rutilantes,
+se refiere a nosotros.
+Para la guadua amarilla no había tiempo perdido.
+¿Cuándo, en cuál instante crecía, palacio contra el viento?
+Subía sin sentirlo y en las cinturas de su tallo
+le veíamos revisar el empleo del tiempo.
+Ahora estamos aquí para que todos sepan
+que vivimos de quienes murieron por nosotros,
+porque siempre estará presente una rosa
+para dar testimonio de las que perecieron.
+Una mañana la tierra se movió como un mueble.
+Aterrados vimos cómo se ladeó la mañana.
+Nuestro círculo familiar, en el patio, cayó de rodillas.
+De pronto, entró a nuestro círculo, hincóse
+y bramó largamente hacia el cielo la vaca «Encerada».
+El hermano muerto atraviesa la plaza.
+El árbol es el único que puede verlo ahora.
+De los miembros del viejo hogar en que todos nacimos
+el guadual es el único que reverdece y sueña.
+El limonar de la casa estaba muy atareado
+en pintar de amarillo sus esferas de olor.
+Cada día le hablábamos con las mismas preguntas
+y nuestra palabra era el retrato del limón.
+La nube de la mañana al cenit ya no estaba.
+Ya no estaba la rosa cuando volvíamos por ella.
+En el ojo del cielo sucedían muchas cosas,
+y así nos enteramos del desahucio del hombre.
+En el sol de la vela se quemaba la noche.
+Un caballo por nuestra calle, desbocado pasaba.
+Como no le veíamos, era rojo, con cola de viento.
+Como no le veíamos, era el caballo del tiempo.
+Un día feliz es piedra rara aun para que un niño la encuentre.
+En las bolas de cristal los guardábamos.
+Y hoy, los bellos días están en nosotros porque, secretamente,
+con llanto que no asoma, les pedimos que se quedaran.
+Éramos un país que cultiva sus muertos
+y en su centro a los héroes ignotos levanta un obelisco.
+Nuestro país se llama, no más, Calarcá niña,
+y nuestra llama eterna al viento grita: «¡Conga! ¡Palomino!».
+A veces, de repente, a una hora dada,
+sucesos lejanísimos estaban transcurriendo.
+La quietud lo ocultaba, mas de pronto recibíamos
+el dato de la hoja desprendida del árbol.
+El maizal ante nosotros permanecía indiferente.
+Miraba hacia un lugar, lejos de nuestra presencia.
+Pero embelesados sabíamos que no podíamos distraerle
+porque estaba ocupado en envolver sus mazorcas.
+El domingo nacía de nosotros y, en seguida, del cielo.
+Las señoras pasaban en zuecos a la misa de siete.
+Alto, ceñudo, desde la mitad de la plaza,
+don Rafael Gutiérrez las oía sentado en su taburete de cuero.
+Cuando los fundadores convocaron a ellos todas las cosas,
+la guadua, obediente, se inclinó a su servicio.
+Fue casa, lecho, mueble, cerco, talanquera, tarro de ánfora, viga
+y por sus canales el agua pasó corriendo a buscar la familia.
+Plinio Cifuentes, Ramoncito Correa, Doctor Norris, grita el aire.
+Todos, aquí, presentes tras el olvido del ámbito.
+Nuestra madre María Antonia Estrada bien viva que luce.
+Sólo una leve línea separa las dos categorías de habitantes.
+Porque a veces venimos a preguntar las cosas viejas
+que en otro tiempo fueron juveniles y alegres.
+¿La casa de nuestros padres ya no es sino el aire?
+¿Cómo le ha ido a Pío Agustín López?
+Y Calarcá responde: «Ya están crecidos de muertos».
+A la piedra, madre humilde, mirábamos con singular cariño.
+El burro de felpudo se sentía de nuestro círculo.
+Todos éramos iguales o parecidos, y decíamos:
+nace el fruto del árbol y la oración del hombre.
+Nuestra aula mayor se llamaba intemperie.
+Fuimos los escolares de sus claras gramáticas.
+Eran días de espejo las noches de diciembre
+y en el cielo temblaban los sustantivos de oro.
+Nos preocupaba la belleza de la rosa,
+en lo que acaso andase un sabor a ceniza.
+¿Todo en el mundo, ¡ay!, debemos contemplarlo al revés
+y jamás lo miraremos desde su punto de vista?
+Como éramos niños no comprendíamos nuestra culpa.
+El cielo se enojaba como suele enojarse,
+y las lluvias torrenciales que cruzaron la infancia
+las guardamos, más bellas de lo que entonces fueron.
+En las charcas volvían a madurar los espacios.
+Cantarinas bajaban las quebradas
+porque se sabían aguas del cielo.
+«¡Pescador!» «¡Sardinata!», hoy les gritamos
+y aún siguen pasando por el tragaluz de la infancia.
+Asistíamos a un prodigio que no se halla en los cuentos.
+Pegábamos el oído atento a la guadua redonda
+y en su escalera interior sentíamos subir, tramo por tramo, la savia.
+Su clausura dejó para siempre en nosotros una voz melancólica.
+Pertenecíamos a la raza de las nubes, los ríos, los vientos,
+y como hijos obedientes de los designios del ámbito,
+cuando el cielo se dormía para la estación de la noche
+nuestras miradas caían como la hoja del castaño.
+La manga de nuestra niñez luce ahora de plaza.
+Ya debe estar muy adentro el grito del hermano
+que hacía en el aire un dibujo lindo de la vaca «Encerada».
+Pero vaca negra, ternero manchado, grito, manga,
+sin crecer ninguno ni un palmo,
+con el hermano son ahora resplandores del alma.
+Quien no vea casas en las cañas de los guaduales
+no verá tampoco la flor en las veraneras.
+Quien no vea cuartos, cumbreras,
+no verá en el maizal el fruto anual del buñuelo.
+En asientos de bambú se enamoraron nuestros abuelos y abuelas.
+En camas de bambú juntaron su ritmo universal cuando eran jóvenes.
+El ritmo universal que hoy somos
+y que transmitimos para que otros sigan el camino.
+En camas de bambú fue recibida la leve presión de la muerte.
+Cuando llegaron las langostas, más sabias por sus alas que nosotros,
+vivimos por semanas los cielos amarillos.
+Y aunque las miríadas, por sí solas, hicieron el otoño,
+fueron un poema tierno, sin retórica y rima.
+Un día, simplemente, llovieron sardinatas.
+Verlas sobre el tejado, muertas, era algo de maravilla.
+Y aunque nos dolían el sino del arroyo y las fuerzas airadas,
+fue un poema hermoso, sin retórica y rima.
+Las sorprendentes cosas son siempre las sencillas.
+Por el corredor entrábamos a la vaca «Encerada».
+El tigre por las noches, os digo, solía cruzar el pueblo.
+En la calle real sus huellas veían los hombres de la mañana.
+En lares del abuelo murió la tía Carlota.
+Las estrellas hacían nuestro dolor más infinito.
+Turbio se hizo a nuestros ojos el mundo del regreso a la casa.
+De pronto, una ráfaga de fulgor sin par:
+los ojos encandilados de una rata.
+A los secretos mundos de que era llave el pie
+nos íbamos los días como buenos hijos terrestres
+a trabar parentesco con plantas, bestezuelas, aguas, brisas.
+Y una mañana vimos sobre el dombo del cafeto
+un rojo cardenal arder puro, sin ceniza.
+La ventana de nuestra casa era muy animada.
+Rica de colorines se agitaba el día de mercado.
+Pero cuando por la noche, a postigo cerrado, la filtraba una estrella,
+ya era demasiado y veíamos que quería saberlo todo.
+«¡Los arrieros!», gritaban los pilludos. E invadían la aldea
+horizontes de lomos de mulas canelas y bueyes barcinos.
+El cielo se vestía su mulera más limpia.
+La tolda abría en el lomaje la azucena de los caminos.
+Los cafetales acurrucados en faldeos y honduras
+parecían guardar algo a nuestras miradas indiscretas.
+Y en el inmenso silencio del gualanday caía una hoja
+como de un ángel cae una pluma.
+La luna de Calarcá la teníamos alquilada
+para que se colocara en el solar detrás del abano.
+Así éramos fieles a la tierra y al cielo
+y a las distancias que parpadeaban en el clarín de los gallos.
+En la canícula refrescábamos la mejilla
+con la larga y verde hoja de plátano.
+Nuestras caricias recorrían a la ensimismada
+pero bajo su influjo permanecíamos callados.
+Simón Bolívar desde su retrato, en la sala,
+vivía imperturbablemente fijo en la familia.
+A nosotros nos parecía que pasado el tiempo de las batallas
+su única ocupación era la de educarnos.
+Éramos de la materia de las nubes, los árboles, los ríos, los cielos.
+Aprendimos a mirarlos como nuestros antepasados.
+Y el alba magnífica y el esplendor de la rosa
+nos enseñaron a no preguntar por la premura del tiempo.
+En estas comarcas, suaves lomajes, hondonadas,
+en días altos o dormidos en bosques alelados,
+solíamos oír el viento que dice entre las copas altas:
+«Qué bueno es ser, amigos, colombiano».
+De súbito, en algún agosto ensimismado,
+un brisón frutalero con olor a chulupa.
+El resplandor de un toche por la ventana mágica del ojo,
+o el rumoreo del «Pescador» muriendo tras la puerta.
+Todos éramos haces: guaduas, rebaños, árboles, nosotros.
+A la raíz de los padres la tierra nos apegaba.
+Pero nuestra pobreza, siempre, se asombraba al verlos
+vestidos de domingo entre semana.
+No hay nada más hermoso que el esmalte de la guadua,
+en la que hicimos nuestro aprendizaje de caricias.
+La dulce «sub-terra», ella sola, ¿de qué secreto se valdría
+para barnizarla de tan suntuosas lacas?
+Bondadoso con nosotros era el árbol del patio
+que vestía el buen tiempo con la hoja nacida.
+Y como todo un programa para la criatura y su sino
+se prolongaba la noche para buscar el día.
+Eran lindas las vísperas con los claros colores
+que al cielo le prestábamos para que luciera mejor.
+Eran lindas las vísperas y las fiestas ya menos
+porque no hay día del cielo que no sea penúltimo.
+En alta noche oíamos el piar dentro del huevo,
+toda la sinfonía inmensa de la vida. Y no más.
+Algo sencillo y grande como la voz del clásico.
+Era la poesía intacta, sin retórica y rima.
+En alba de sigilos asomó con sus telas de aire
+el gusano que un día no levantaba un palmo de la tierra.
+Ignoramos aún qué cosa triste abandonó en la crisálida.
+Mas fue aquel un bello poema, sin retórica y rima.
+Sin saberlo vivíamos en un ceremonial copernicano:
+la semilla a su padre el árbol otra vez daba la vuelta.
+Y los trescientos sesenta y cinco días del año
+eran una cintura más en la palma de cera.
+Nos interesaba el olor de las grandes borrascas
+y las estrellas sordas de la lluvia en el suelo de tierra.
+Oírla bajar al pueblo, zapateando, de la boca del monte
+o, hijos del cielo, incorporarla a nuestros juegos, en las tupias.
+Y ahora comprendemos, Calarcá, tu belleza,
+y en los paisajes tuyos la poesía sin rima.
+Por cuanto así es la hermosura, una vez dijo Dios:
+«Suntuoso es el traje del lirio del campo, y no hila».
+Calarcá, en tu loor nos arrancamos del ser esta escondida
+lonja de viejos sueños. En ellos quede tu alma.
+Que la paz sea contigo, y que en tu hermano cielo
+el ángel de la nube se detenga en la plaza.
+Tengo una brizna de tiempo
+guardada en el corazón.
+Una nonada de cielo
+en el vaso y en la nube
+y en esta punta de abril...
+Una nonada en la flor.
+Un terroncillo tan sólo
+de eternidad huidera
+que se deslíe en la voz.
+Es un sabor, un sabor
+que sabe a luna y a lirio,
+a lo que sabe la muerte
+y a lo que sabe el amor.
+Sabor de sueño, de vida,
+sabor puro de tenerte,
+sabor de aire y de sol.
+Tengo una brizna de tiempo
+en un pétalo de rosa,
+en una nube borrada
+o en un regreso de mar,
+o en donde llevan los seres
+ya desleída la sal
+por culpa de algún dolor...
+Es una brizna de tiempo,
+no es nada, es sólo una brizna,
+y en donde había florecido
+quedó la mujer de Lot.
+Yo he muerto a los 20 años,
+asisto a mi entierro desde entonces.
+La fruta carga la edad del árbol.
+Más joven que su edad luce la hoja.
+Yo camino por un lugar de la memoria;
+el árbol se acuerda perfectamente de su brote.
+Yo he muerto, he muerto y apenas me consuelo
+de verme y que me vean, aquí, superviviente,
+sobre mis veinte años, semejante al árbol
+de pie sobre su tiempo antiguo.
+Y tanto y cuánto como él
+hoy esta sombra es otra flor del cosmos
+y otra la de ayer.
+Veinte años tuve y otra sombra tuve.
+Y para dar constancia de este entierro
+estoy entre vosotros.
+Esta morada al norte tenía una nube mosaica
+para que fueras a una tierra que nunca irías a tocar
+salvo con la apertura de tus ojos y la amarradura de tus venas
+pero que estaría presente en tu profundo ser de espejo
+en que la precaria flor es ya la flor eterna.
+Por entre aires lacónicos y campiñas perseguidas
+la Babel se sostenía en los «espectáculos para hoy»
+pero su rascacielos ya no es sino un trazo de lápiz
+una cicatriz sobre el papel de esta poesía de papel.
+Pero allí donde se forjan los inenarrables hervideros
+las grandes putrefacciones para una hierba de luz
+o el sucio sueño de la placenta para la limpieza del hijo.
+Allí donde cantan su melancólica canción de cañerías
+las alcantarillas de las grandes ciudades
+como la voz auténtica de la historia del hombre
+vista por el lado de su inedición desconsiderada.
+Pueden reventar poderosas crisálidas
+capullos de monjiles universos
+entre larvas documentales y altos cielos impunes
+para toda clase de racionadas mariposas.
+Puesto que hay una aurora de aceptables circunstancias
+una divina aurora de conveniente tarifa
+que está haciendo la gloria de esta torre en cenizas
+y el solemne edificio del avión ha edificado su casa.
+Eh amigos de los cuatro puntos cardinales
+mirad en el cohete interplanetario la torre de Babel
+otra vez levantada.
+Y la vaca de la creación muge sobre los abismos.
+Vienes por donde las luces dan sus hojas y el viñedo las horas
+apresurado paso por entre almacenes petitorios
+con candados friolentos que conservan el cielo de la noche
+el primer puesto el primer puesto en el deporte o tu marcha
+tú rescatado de ti mismo y sin saber a dónde te lleva
+arriba el convoy con las luces prendidas hacia la mañana de malva.
+Copia tú de hombre reintegrado y ese pasado de papel carbón
+y esa manipulación a sabiendas del ejemplar destino
+para que te nombren amansador de palabras o locutor y tú dando vueltas
+oh joven olímpico y tu hermosa circunferencia.
+Salta allí salta allí alza los árboles y el cielo perjudicado
+a tu paso vienen los lectores y tu traje de fina escritura
+no copies demasiado al cielo oh disimulado satélite
+veo tu pecho y tu espalda son acaso el día y la noche?
+Nos perjudica el informe de la lluvia y que la ciudad no recibiera la nota
+a borde de precipicio la flor del volante, considera tú considera
+no, verdaderamente, pero que la ciudad no hubiera recibido la nota
+para que de tu paso duro es confesarlo no volaran esos trozos de vida.
+Bolivariana hora como una moneda en el bolsillo
+reglamenta los estallidos atómicos de los días y el filo de las auroras
+azul-Gillett.
+Viajas personalmente interferido por urgentes gestiones
+mansamente hacia ti vienen desbaratándose los próximos
+domingos
+y comes y lees los periódicos y trabajas y sueñas y
+concurres al sanitario.
+En vista de las últimas y del cielo y su ceniza
+no deseo que pases junto de las cigarras quemadas.
+Estás precisamente donde estés en el resumidero de muertos.
+No mires hacia los días viejos no se han ido búscalos en tu continente.
+Vas por un camino de falsos rumores
+un asesinato se ha perpetrado a la derecha de tu cuerpo
+es como un mar tu cuerpo arroja a la playa las cáscaras
+de sus cadáveres.
+No eres tan simple como supones estás entre Bolívar y la bandera nacional
+y al aplauso a la patria de las hojas de plátano
+y el gallinazo traza arriba la corona de los difuntos.
+Tendrás una igual oh hijo del destino
+las luces te siguen te buscan días apreciables
+Pero es lástima que la ciudad no recibiera la nota
+Hijo mío hijo mío de tu paso vuelan trozos de vida.
+Con 38 años de pasos buscándome sin hallarme
+como ejército de miles de soldados
+pisando los talones al enemigo en derrota
+como los batallones que oímos por lado de las plantas de los pies
+enfilados en guerra
+a favor de la muralla tontamente alegórica de la espalda.
+Ellos ambularon por las ciudades queridas
+en donde los hombres se mueren de repente y siguen intactos
+y el pan de la amistad quedó abandonado sobre la mesa
+donde las mujeres en fila
+en los hospitales del amor nos dieron campo en el lecho
+y donde había siempre otra mujer que olía a otros seres
+por la sencilla razón de estar recientemente modelada
+por manos ajenas
+para otras hormas de cariño
+y escrito de abrazos el pecho como tatuajes en tinta
+de simpatía.
+Fue aquel un tiempo en que los faroles eran faros
+debido enteramente al oleaje de la humanidad en derrota
+y las flechas del tránsito eran punteros de una hora sin número.
+En la noche subterránea de las criaturas
+los días practicaban su fulguración más o menos instantánea
+presidiendo el viejo rito de vestirse y desvestirse
+y el plato escaso entre la abundancia de los sueños.
+Pero era incomparablemente mayor la abundancia
+con que nos abríamos y cerrábamos los pobres mortales
+en la versión semanal de los ojales y los botones.
+Los ojos daban la vuelta a los corazones avaros
+sabiendo que es allí donde guardan sus monedas queridas
+pero estas cruzaban como constelaciones en sentido inverso a su ruta
+y sólo se oía el ruido de la ciudad como una basura
+en la planicie intérmina blanca de su silencio.
+Deteneos un punto gritaron de las azoteas
+y la zapatería de la marcha dibujó completamente sus hormas
+aquí, en la intimidad, donde llevo la música de Beethoven.
+Los vi una vez, de espaldas al Atlántico,
+sembrados en la tierra caminera.
+Jamás supe del tiempo andar más largo,
+sin una cosa que lo detuviera.
+¡Oh! pueblos de la tierra olvidadiza,
+¡Pueblos de arena!
+Los vi una vez en la ventosa tarde,
+firmes, sobre su suelo fugitivo,
+pueblos de sueño: en el solar más grande
+¿qué destino es igual a su destino?
+¡Oh! pueblos de la tierra ventolera,
+¡Pueblos de arena!
+Todo, por estos pueblos de la costa,
+forjado fue por un rumor tan sólo:
+cuán triste oír a ras el suelo andante;
+esta tenacidad de agua ausente;
+el Atlántico, al irse y al quedarse;
+la cascada de viento cristalino,
+y de tarde, en la ropa y en el alma,
+el gran rumor de la ciudad traído
+por obreros y obreras de las fábricas.
+Todo es rumor en estos pueblos nuestros,
+hechos de un gran rumor y algunas casas.
+¡Oh! pueblos de las flores rumorosas,
+¡Pueblos de arena!
+Desde el mar sopla el mundo. Brisa grande
+le da la sal al aire y lo retuesta.
+Nada detiene el tiempo; ni una piedra;
+sólo su madurez de lenta vara
+en la niña de joven chocolate.
+¡Oh! reloj de semanas y semanas,
+de los ¡Pueblos de arena!
+Yo les traigo la historia de mis plantas
+y se me queda el rostro interrumpido.
+Polonuevo es ajeno a testimonio.
+Turbará no conoce la memoria.
+Isabel-López vive de su ausencia.
+Juan de Acosta no quiere hablar de rastro.
+Galapa escribe y borra sin ser agua.
+Dice Piojó: «Estas tierras huidoras
+no son tierras de tierra, son de olvido».
+Arenales intérminos, resecos,
+sin más flor ni más sombra que el pollino.
+¡Oh! pueblos de la costa colombiana,
+¡Pueblos de arena!
+A veces, sin embargo, torrifica
+su catedral, el árbol de los mangos.
+¿Cómo, pregunto, tan sin par verdura
+sobre la tierra muerta?
+El morador responde, simplemente:
+«¿Dónde no anda este simegüenza?»
+Arraigad en lo hondo de la vida,
+¡Pueblos de arena!
+Ya llegaron los vientos, Baranoa,
+y de tus suelos barren el pasado.
+¿No hay un recuerdo, Usiacurí dormida,
+sola, de tierra y cielo olvidadizos?
+¿Dónde, en los aires, el poeta muerto;
+en dónde, Usiacurí, los alelíes?
+Aquí la vida acaba y recomienza,
+¡Pueblos de arena!
+Yo le encargo a Galapa un grano verde;
+le solicito a Tubará una rosa;
+a Isabel-López un mojado surco;
+una vara le ruego a Juan de Acosta;
+un cogollo rizado a Piojó pido;
+aguardo, Polonuevo, tu lechuga
+mañanera con golpe de rocío.
+¡Y que asomen las nubes jardineras
+por los pueblos de arena!
+Sabanalarga dice: «Este es el parque.
+Aquí el verdor te doy de bienvenida.
+Restituyo tu marcha, nuevamente
+la vuelvo a la memoria de tu vida».
+Sabanalarga canta en el follaje,
+más alta y más profunda que el Atlántico:
+«A la vida entrareis por la del árbol,
+¡Pueblos de arena!».
+Un día volveré por sus sillares;
+iré por sus arenas a la plaza
+aunque gaste dos horas en dos cuadras.
+Insistiré a pesar de los regresos;
+venceré los sillares engañosos;
+marcharé a joven paso hasta su encuentro.
+Que no digan entonces: «ya murieron
+¡los pueblos de arena!».
+Oímos a veces un canto
+bajo la delgada piel del alma, ¿es esta acaso su voz?
+En su huso de luceros teje su tela la vida
+y ya no sé cómo me vistes, árbol, flor;
+cómo, cielo de hoy, sigues mansamente mi ruta,
+ni cómo darle al verso este olor a limón.
+Eternidad del oleaje, la curvatura del pétalo
+le da la vuelta a la rosa en la curvatura del cosmos,
+y he aquí que en la ancha sala del aire
+nuestra voz sabe pulir sus ánforas.
+Oímos a veces un canto...
+La noche duerme al fondo del amor.
+La noche. Y el hijo como beso crecido.
+Oímos a veces un canto en la provincia del corazón.
+No está bien que leamos en coro
+como quienes asoman a un tiempo la cabeza a una fuente.
+Alguien, que está en el libro, nos toca con ojos o mano importunos.
+Quién puede ser no lo preguntes.
+Ciérrate, eso es todo, ciérrate.
+La página que lees tiene algo de espejo.
+Corrientes no vistas nos recorren y queman.
+Pasan las páginas como los días de un mundo
+donde hay noticias para nosotros y el anunciador de peligros
+recorre un tiempo extrañamente parecido
+al que a la puerta del rojo corazón
+vigila el paso de un río.
+Pasa el agua, y viene.
+Así la vida.
+Así la muerte.
+No está bien que leamos en coro,
+así seamos cabezas de niños.
+Porque el lejano río del libro es un agua
+que sólo se vierte en silencio
+en las tranquilas llanuras donde habita el lector.
+Pasa el agua, y viene.
+Así la vida.
+Así la muerte.
+No está bien que leamos en coro.
+La materia callada del libro se ofende.
+Adelante, en las páginas en nuestra diestra aún dormidas,
+pueden asustarse los presentimientos
+y secarse la fuente.
+Pasa el agua, y viene.
+Así la vida.
+Así la muerte.
+Ciérrate, eso es todo, aprende a cerrarte.
+Escucha dentro, muy dentro, en la carne blanda del libro,
+en su sangre,
+en su facultad de crecimiento sin límite sobre su débil formato,
+muy dentro, muy dentro, en su final transparencia,
+el sosegado curso de los hecitadores.
+¡Oh! quieto viajero.
+A veces me pregunto dónde estarán sus pasos
+y si es su retrato la mudez de la calle.
+A veces me pregunto dónde estará su voz
+si es tan triste escribir en la hoja del aire.
+A veces me pregunto si acaso nuestras vidas
+a la vida futura no supieron hablarle;
+mirándonos de frente, espejo con espejo
+se abría ante nosotros su infinito valle...
+A veces me pregunto qué se harían sus ojos
+si su azul es un punto del color del paisaje;
+dónde estará su aliento si el cristal no lo tiene;
+dónde el espacio tibio en torno de su talle.
+A veces me pregunto si es su paso el rosado
+círculo en esta húmeda hondura de la tarde;
+si es este aire el mismo que empujaban sus senos,
+y el mismo el que en la esquina se sentaba a esperarle.
+A veces me pregunto sin voces, sin acento,
+para dejar que sólo su retrato me hable;
+a veces me pregunto si está aún en mis manos;
+y como la ciudad su recuerdo es de grande.
+El diámetro del cráneo mide a escala el universo
+tus medidas desmedidas y lo que escribe el pie
+es parte de la vida de todos
+para cruzar la noche eres tan valido como el muerto
+pero entonces el rastreo sideral te conduce
+—¡oh! ciego de videncias y luz de largos cobertores—
+bajo el hipnotismo filtrado o peso de los astros.
+Arde el tiempo en tu yacencia su lento remolino
+dormido tu disposición de árbol se acentúa
+en algunas hojas caen en la corriente que no cesa
+el rumor del universo recorre los círculos de tu oído
+como esos remolinos de agua que taladran la piedra
+los ríos en las llanuras describen en sus gráficas
+la curvatura del cosmos tanto así el jadeo de tu reposo
+en plumillas de aliento de la nariz y la boca
+sólo el durmiente sabe que el árbol está hecho
+para que el viento lo visite
+todos dependemos de algo el balso de la corriente
+la edad del crecimiento la marcha del fracaso
+porque sin el tropiezo ¿cómo seguir tu obra
+con ladrillos de astro?
+¡oh! tú el inconcluso no puedes decir he terminado
+como la luz no puede decir he llegado
+ni tú decir dejaré de finalizar en la espalda
+como no sea para cambiar de dirección o cambiar de caída
+desciendes en el lecho bajas infinitamente
+hasta caer en los ojos abiertos
+o subes hasta estallar en la dimensión de otro mundo
+vas en tu nave al descubrimiento de américas inconclusas
+Colón de tu propio continente
+las velas de las sábanas tejidas con hilo de adormideras de Ariatnas celestiales
+y todo para concluir en que se acabó este mundo ayerista
+y está surgiendo el nuevo con ofertas grandiosas.
+Hay uno más presente que nosotros.
+Es uno a quien la vida ya no exilia,
+mucho más reunido que los otros.
+Cuento con un difunto en la familia.
+Somos seis en el sueño y la vigilia,
+mas uno por los hondos aposentos.
+Siete son en la mesa los asientos.
+Cuento con un difunto en la familia.
+Conversa con nosotros, uno a uno;
+da consejos, regaña, es oportuno,
+cuento con un difunto en la familia.
+En la velada anécdotas hilvana,
+y nos hace reír de buena gana,
+cuento con un difunto en la familia.
+El cielo está limpio como si no debiera nada.
+La paloma es su único hueso.
+Leo perfectamente el siglo, el viento
+y en esta dimensión se transparenta
+la revolución a que estamos invitados,
+y que no se pronuncia tal vez por no ahogarla.
+Festeja el día este prodigio.
+¿Quién no ve el cartel en el profundo espacio?
+y yo, de algún modo entre otros muchos,
+regreso a la tierra de la lucha
+y veo a la inmensa rotación del mundo,
+tierna y pura,
+en el cenit de la rosa esta mañana.
+Donde tu cuerpo crece por la proximidad que nos distancia
+te administras con un dejo de espera.
+Tu amor era un servicio más entre los comunes.
+Ahora quiero suprimir el dualismo, este exilio que
+nos une de lejos.
+Clamo por la inserción de tu belleza entre los elementos
+de consumo.
+Hoy, la opresión de tu cuerpo ocupa el puesto de la añoranza
+cuando el progreso temporal seguía nuestros territorios
+y nuestros mecanismos de participación funcionaban a la vela.
+Cultura, religión y otras referencias guardaban silencio.
+Eras maestra en la corrección de frustraciones hacia el buen camino,
+y tu intervención entre el ajetreo de los objetos habituales
+aún persiste.
+Tu participación en el círculo diario está aquí, en la estancia.
+Asumías tu función, como el cepillo de dientes o el retrato del antepasado.
+Una sola era nuestra participación emisora-receptora,
+porque tú y yo gravitábamos en torno a un centro en el infinito
+y sentíamos acudir nuestros factores para la gran contienda.
+Tu técnica en ella era tan moderna que Cloe la suscribiría.
+Nuestras dos decisiones se topaban en un punto focal.
+Se organizaban nuestros cuerpos para el igual trabajo,
+para la asistencia social de tu amor,
+y yo entraba a tu propiedad por el viejo sistema.
+Sabias administrar la burla de nuestro ritmo.
+Me hacías entrega de tus obligaciones sin límite.
+Estábamos edificando y no sabíamos qué.
+En esta vieja institución tú y yo éramos productores,
+pero al margen de nuestra inspiración algo se quedaba en vilo.
+De nuestra autonomía ¿qué o quién dice depender?
+Espectadores-actores asistíamos al crecimiento del acto.
+Tu estructura me oprimía, yo atendía el llamado.
+Urgías el recorrido con invitaciones calladas.
+Promovías mi invasión con medidas dulcísimas.
+Y nuestras motivaciones corrían al unísono.
+¿Cómo retener la presencia, que se nos quería ir, urgentemente?
+Pero de nuestra interdependencia nos envolvía un halo,
+en el punto en que mis reivindicaciones se unían a las tuyas
+y la consecuencia que buscábamos se partía en dos mitades iguales.
+Porque sacábamos nuestras conclusiones únicas a un tiempo.
+En la tensión de ijares el límite de la piel nos era intolerable.
+Tu participación se juntaba a la mía.
+La promoción en que nos encontrábamos tomaba su derrotero.
+Tus privilegios presionaban mi entrega.
+Usaba yo los medios de que dispones para responder a tu favor.
+Y en ti apoyado entrábamos al espacio en el viaje terrestre.
+Nuestras resistencias querían sobrepasar el término realizable.
+Así combatimos la inercia de nuestros dos cuerpos socialmente separados.
+En el engaño de la evasión se afincaba nuestra juntura.
+En el subterfugio uníamos nuestras cámaras secretas.
+Nuestras ganancias marchaban paralelas.
+Subrayo el cambio de tu rostro.
+Tus procedimientos, de los que me dabas la llave.
+Se enturbiaban los ojos en la colaboración en que estábamos.
+Y nuestras dimensiones se saciaban en un solo abrazo abrasado.
+Sacábamos nuestras conclusiones únicas, a un tiempo.
+La energía del trote era singlada por la ola estelar.
+Al fin en una ola quemante nos sorprendía el impacto.
+Y brotaban por praderas no vistas dos ríos subterráneos.
+Se consolidaba nuestra unión y descendían las aguas.
+Entonces todo el infinito en los dos se reducía a una chispa eléctrica.
+«Todo está consumado», decía no sabíamos quién.
+Quedaba el sacrificio de una cruz mal hecha entre los dos.
+Y como habíamos distribuido nuestras utilidades en la entrega de bienes,
+nos sentíamos autorizados a entrar en descanso.
+Hoy está la luz mal administrada.
+De capa caída el tiempo.
+Para evitar que se derrumbe
+tú y yo lo sostenemos.
+Pero a ambos nos lleva con sus alas.
+Por mejorar la calidad del día
+los dos le reforzamos su programa.
+Pero de todos modos no varía
+su natural de flor con nuestro apoyo.
+La participación que le ofrecemos
+no se concilia con su discrepancia
+ni con su gran aire de derrota.
+Y cuando le creemos más fugaz e ido,
+por secretos controles aprendidos
+se ha quedado ya eterno con nosotros.
+El agua quiere dar su flor
+y cómo quisiera verla alzarse
+del blanco remolino
+pero no puede
+y sigue su camino
+la piedra no la tiene
+y si naciera podría admirarse
+su magnolia gris
+a prima hora
+de los prodigios del alba
+y si intentase hacer la rosa
+llegada de los sueños
+con los párpados abiertos
+¿de qué color sería
+de qué campo secreto?
+así las cosas cruza
+un relámpago azul la hora prima
+y se abre a nuestros ojos
+el gran lirio de la lluvia.
+Pedí su voz a la piedra,
+la madre dura de entraña;
+que ya saliera del sueño,
+el sórdido vientre hablara.
+La piedra en el fértil limo
+yacía muda sembrada;
+no quería dar el fruto,
+dura, ¿a qué miraba?
+—«Estéril, le dije, estéril,
+falta de carne humanada;
+la maldición de los hombres,
+por virgen, sobre ti caiga».
+Y cuando la sorda lo oyera
+su pedernal dio en la llama;
+y la piedra, hecha ternura,
+se irguió, serena, en la estatua.
+Veníamos a recordar nuestro olvido
+al más secreto rincón de la casa
+sin saber cómo en nuestros brazos
+teníamos aprisionado el fantasma.
+Éramos los hijos
+de la memoria del agua
+llevándose el recuerdo
+del río rumoroso por su cauce de siempre
+en el mundo del sueño
+de noches y de auroras
+la adormidera había sido tocada por el dedo
+de la desmemoria
+en esta gran erosión disimulada
+¿del trueno que abre los granos en las eras
+se acordará acaso la cebada?
+así en el ancho mundo
+la ausencia crece en el pecho
+de todas las criaturas
+la rosa que revienta en la mañana
+tiene un aire de escucha
+pero fue convocada urgentemente
+por el dispensador de las alturas
+y un ritmo de Beethoven
+puede hacer crecer a las gramíneas
+tú y yo estamos hechos
+de la misma sustancia
+ausentes y presentes
+girasol
+y ola
+y el olvido el recalcitrante olvido
+es ya un poco de mundo erosionado
+en el rincón secreto de esta casa.
+Leer tu continente no era fácil
+hace 35 años,
+la escritura de tu boca y tus pasos,
+la poderosa palabra de tu modo de ser,
+por culpa, solamente, del muro que habitamos.
+Ahora veo tan sólo una sencilla cosa:
+ese vaso de agua sobre la mesa
+y de repente digo: «tú», no más que eso.
+Ignoraba que eras este viento de las 11 y media de
+la mañana
+o en el inmenso naufragio del camino, a lo lejos,
+la lucecilla batallando por ayudar a la noche.
+Ahora estas luces completan su retrato:
+tu mano de escritor educaba a los hombres
+crecidos desde párvulos como tus letras más gruesas,
+y hoy son muchedumbres, países
+—quién pudiera creerlo— esas páginas tuyas
+sobre las transformaciones de la madera, la danza, el traje azul, la última rana,
+la oración para que no muera el hombre,
+y más amplio el espacio ocupado por los barcos con su sirena.
+Te ibas de polizón por el río;
+fumabas en la ciudad cigarrillos de hoja de eucaliptus
+de tu propia invención,
+y recomendabas la tibia dama de «Espectadores» y «Tiempos»
+contra las excesivas noches bogotanas, saturadas
+del frío que transita desde las constelaciones.
+Aún estoy viendo las palmeras que había en tu peculiar modo de andar,
+aún recuerdo tu sombrero
+con cierto arriscado de órbita.
+¡Oh! tú, habitante de tu sombrero de anchas alas
+para imponerle al cielo su equilibrio,
+tasarle su crudeza
+y darle graduación a su intranquilo vuelo.
+Saber la poesía es como ser niña,
+tener 14 años y el himen en suspenso.
+La sabes tú, que en el aroma reconocías
+la sombra transparente de la rosa,
+y en su envoltura misma la danza, el signo de esa danza
+remota y muy cercana de nosotros.
+Caminos cruzados te habían cruzado la frente,
+la brasa del ojo izquierdo
+y la mano del corazón
+porque la otra quedó intacta para el correo de la escritura.
+La insomne catarata fluyendo hacia los luchadores tenaces,
+hacia los patrulladores de los más duros sueños.
+Por ti todo estará igual y como antes:
+se sentirá la sangre, al soslayo, golpear hacia la muerte
+tal como pasa el río y deja sus imágenes.
+Seguiremos mirando las cuatro paredes de la luna,
+y como si no te hubieras ido, en la casa
+el ángel de los vientos golpeará los cerezos.
+Por virtud de tu propia maravilla
+—del pensamiento que se apoyó un día en tu pared de huesos—
+de tu lengua, que al fin conoció el sabor del frío,
+oías los golpes del artista
+como el corazón de la escultura erguida
+en que el sonido es ya mudez de piedra.
+Amigo, muerto pero no interrumpido,
+con siete en vez de cinco sentidos, contando la escritura
+y tu aureola magnética ceñidora del mundo.
+Regreso a ti, pan de remota espiga.
+Por tu implícita fuerza,
+era una fruta cósmica la piedra,
+aeropuerto de aves, el naranjo, en el patio
+y más que el sol de agosto calentaban
+los días del recuerdo.
+Por ti parecía volar, de estación a estación,
+el jet de la hoja,
+y a zaga de tu sueño serán lentas las naves estelares.
+Porque tú lo eras todo, y puedo pintarte si te digo:
+«despreocupado árbol;
+tarde del Bajo Magdalena;
+uso del sol para el discurrir pausado de la yerba
+entre la revolución sideral y el paso tardo del ganado».
+En los pulmones del reloj oíamos tu marcha.
+En la maquinilla rizada de los cogollos;
+en el cambio de batuta de los días del trópico,
+nadie, evidentemente, podrá silenciarla.
+Te llamábamos, tal como eras, te llamábamos;
+Luis Tejada
+para diferenciarte del calor y del frío,
+de la lluvia,
+del ave de tibio pecho,
+del perro de estrecho círculo de vida y larga mirada.
+Luis Tejada te llamábamos para no confundirte con el río y el hombre,
+las selvas, las multitudes,
+los florecientes capullos,
+todos los Luises Tejadas, en fin, luchadores de la tierra.
+Leerte todo esto fue difícil hace 35 años.
+Ahora, cuán sencillo y claro:
+veo sobre el velador ese vaso de agua.
+La noche límpida lo dora suavemente;
+y digo, no más que eso digo: «tú, Luis Tejada».
+Eso tan sólo digo, insistente claridad del mundo.