Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Lame Chantre, Manuel Quintín, 1880-1967, autor
En defensa de mi raza y otros textos / Manuel Quintín Lame Chantre ; presentación, Enrique Sánchez Gutiérrez. – Bogotá : Ministerio de Cultura : Biblioteca Nacional de Colombia, 2017.
1 recurso en línea : fotografías en blanco y negro : archivo de texto ePUB (2,2 MB). – (Biblioteca Básica de Cultura Colombiana. Antropología / Biblioteca Nacional de Colombia)
ISBN 978-958-5419-74-2
1. Indígenas de Colombia - Condiciones sociales 2. Indígenas de Colombia - Situación legal 3. Libro digital I. Sánchez Gutiérrez, Enrique, autor de introducción II. Título III. Serie
CDD: 305.8009861 ed. 23 |
CO-BoBN– a1018283 |
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ISBN: 978-958-5419-74-2
Bogotá D. C., diciembre de 2017
© 1971, Comité de defensa del indio
© 1973, Comité de defensa del indio
© 2017, De esta edición: Ministerio de Cultura –
Biblioteca Nacional de Colombia
© Presentación: Enrique Sánchez Gutiérrez
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LA EDICIÓN DIGITAL DE LOS libros En defensa de mi raza. Los pensamientos del indio que se educó dentro de las selvas colombianas y La lucha del indio que bajó de la montaña al valle de la Civilización pone a disposición del público dos obras cimeras de la literatura indígena de testimonio a las que debemos acercarnos para disfrutar de una experiencia literaria única. Las escribe un rebelde, una persona que hizo de su vida una saga libertaria y una lucha épica contra la injusticia. En sus obras da cuenta, por un lado, de su propia experiencia y del proceso personal de liberación contra la ignorancia, uno los males que, según Lame, permitieron la sumisión y expoliación de los indígenas, y por otro, de su utopía y sus esfuerzos por defender las tierras y los derechos de los pueblos originarios. Son testimonios de un idealista que, similarmente a muchos que han pretendido redimir a los pobres y a los excluidos, termina padeciendo la cárcel, la tortura, la crueldad de la exclusión social y la ingratitud de sus conciudadanos.
No es el objetivo de esta nota hacer una biografía de Lame o una historia de su levantamiento y lucha contra el terraje, una forma precaria de acceso a la tierra que dejaba sujetos a los indígenas a la explotación inmisericorde de las haciendas. Esta es una invitación a su lectura.
Para leer a Lame debemos desprendernos de algunos prejuicios en los que se cae fácilmente cuando pensamos en la literatura indígena de testimonio y consideramos que es nostálgica, críptica, telúrica y que a veces se asimila a un ecologismo literario hoy en día de moda. Es posible que encontremos algunos de estos rasgos en los textos que comentamos, pero hay que ir más allá y entender que, no obstante ser el autor un hombre nacido a finales del siglo XIX y que las obras mencionadas fueron escritas en los años 30 del siglo pasado, esta es la voz de una persona que nunca se doblegó ante el poder, y que los temas que aborda no son extraños a los problemas que vive un importante sector la sociedad colombiana, que nos atañen a todos.
Lo que hace siempre actual la lectura de estos libros es la lucha de su autor por romper las barreras de exclusión que nos impone la ignorancia y que nos impiden oponernos a la injusticia social.
En Lame hay un doble orden del conocimiento, uno primordial sobre la naturaleza, «suprema maestra», que es la del indio, y otro generado en el mundo no indígena que es el de la ciencia y las leyes. Hay una sabiduría primordial que transmite la naturaleza. La naturaleza es el libro de Dios y la ciencia de Dios. La naturaleza es libro divino, la ley natural que compendia toda la sabiduría y que le da fuerza al pensamiento del indio.
Cuando es educada por la naturaleza la persona se hace sabia. Lame cuenta cómo él mismo, gracias a una revelación, debió reeducarse en el bosque. De la naturaleza, dice, recibió el conocimiento, la ciencia —como un campo florecido— y el don de la poesía… «También la Naturaleza me mostró el idilio de la poesía en medio de esa blanca capa, en que se engala esa reina como una novia que presenta el vestido de su inocencia al tiempo de tomar las gradas para subir al altar…». Hablará también del alma espiritual como una reina. Es posible que la reiterada mención del jardín florecido del conocimiento, al que no pueden entrar los blancos, se refiera a la experiencia del yagé, aunque no hay una mención expresa de este hecho en sus textos.
En el presente no es suficiente esta sabiduría natural. Lame será reiterativo en recordar la fecha del desembarco de Colón en América, nuestra tierra Guananí, prefiere llamarla él. Desde entonces vivimos en un mundo escindido por la colonización; un mundo en donde gobiernan seres humanos que no han recibido o desprecian la enseñanza primordial de la naturaleza y en el que se han introducido la mentira y la injusticia.
Existen otros factores de poder que han reducido a los indios a la pobreza. Los “blancos” se apoyan en la palabra escrita. Con sus documentos engañan y explotan al indio.
Lame anhela estudiar, conocer las letras y los libros en los que cree se oculta ese extraordinario poder. Será entonces un autodidacta. Aprende a leer, se interesa en la lectura de las leyes y en especial del código civil. Reclutado en el ejército avanza en la lectura. El temprano conocimiento de las leyes lo llevará al inconformismo, al comprobar que no reflejan la realidad de la vida.
Las leyes están escritas como marcas de hierro en los libros, pero no se cumplen. Los encargados de administrar la justicia, los jueces, están permeados por los males de la civilización: la ambición, la mentira y el dinero, y por esa razón ponen la justicia al servicio de los poderosos. En sus obras, Lame denuncia las triquiñuelas de los jueces y abogados. La visión de Lame sobre la justicia, sus reclamos por el derecho a la tierra —la mayoría sin éxito—, lo emparenta en sus obras no sólo con la literatura indigenista de testimonio, sino también con la mejor literatura de denuncia sobre los desafueros del poder.
En la concepción particular que del derecho tiene Lame, la justicia dimana del origen sobrenatural de las cosas, del orden dado por el Creador (que Lame asimila al mito cristiano de la Creación), y que se refleja en el orden natural de los bosques donde viven sus hijos, los indígenas.
El cosmos está conformado por niveles, lo mismo que los estados de la conciencia. De Dios dimana este orden. En la naturaleza hay un jardín hermoso de sabiduría donde está el árbol del conocimiento. El dios sol envió dos sabios, un hombre y una mujer para tejer el oro y tallar la piedra, una escritura primordial que desafía el tiempo que es circular. La civilización trajo consigo la injusticia. Volver las cosas a su lugar, restablecer el orden moral que sustentan las leyes y corregir el injusto despojo al que fueron sometidos los indígenas será su misión en la vida.
Lame es un desobediente e invita a no obedecer cuando las normas son aplicadas de manera injusta. Es también una persona pragmática que descubre en el uso social del derecho una poderosa herramienta de movilización social. Él mismo asume la defensa frente a los jueces. Mi diploma, dice, es la verdad. Y en sus escritos mostrará el valor de la inteligencia, la que recibió como un don de Dios, como un recurso para defenderse de sus enemigos.
Otro aspecto que seduce en la obra de Lame son sus referencias al sufrimiento. Ha debido atravesar ríos de sangre y lágrimas. Perseguido, azotado públicamente, convertido en rey de burlas, encarcelado, hará de su vida una encarnación del sufrimiento humano, que soporta, como dice él, «en amor a Dios» y en defensa de la causa indígena.
Lame escribió y dictó sus libros y libelos en castellano, no en la lengua del pueblo nasa. Lame habla y escribe en sus libros en un castellano original, en un castellano florido, a veces retórico, a veces poético, y en ocasiones en tono profético, porque terminados hacia 1939, por su ayudante Florentino Moreno, están dirigidos a las generaciones futuras. Es muy interesante ver en estos escritos el traslape de creencias cristianas e historia patria con las cosmologías, los valores y las tradiciones indígenas. Esta característica de la escritura de Lame no debe despistar al lector. Nos ayuda a entender la coexistencia, en los mismos pueblos y comunidades, de concepciones y visiones diferentes, la visión dominante de la nación —de la que no es posible sustraerse— y la propia de los indígenas que ha animado sus procesos de resistencia y de afirmación de su autonomía. En la práctica, Lame consideraba la necesidad de crear dentro de Colombia una república indígena (“chiquita”) inspirada en el régimen de tenencia de la tierra, de origen colonial, del resguardo, en el que prevalecía la propiedad comunal y el gobierno propio ejercido con una relativa autonomía por un “pequeño cabildo”. Por esta razón fue un denodado defensor de la Ley 89 de 1890, una norma que buscaba a través de las misiones católicas «la reducción de los indígenas a la vida civilizada», pero que reconocía de alguna manera el régimen comunal y el gobierno de los cabildos.
Estos dos libros que ofrece la Biblioteca Básica de Cultura Colombiana nos invitan a conocer las circunstancias que vivieron los pueblos y las comunidades indígenas en sus constantes litigios territoriales antes de la Constitución de 1991 y a pensarnos como nación. Lame vivió una época muy difícil por la violencia alrededor de la ocupación y tenencia de la tierra, que es el hilo conductor de la historia contemporánea de nuestro país. La lectura de estas obras puede ser una oportunidad para abrirnos a una realidad que está en el presente, y para reflexionar sobre la brecha abierta por el despojo y la colonización de las tierras de los indígenas y de los campesinos, fractura que aún no está resuelta y que constituye uno de los ejes por los que deberá transitar nuestro proceso de paz.
También nos hace pensar en una realidad que a veces nos negamos ver: el proceso de colonización no ha concluido. No se trata de la ocupación de un territorio físico y del sometimiento político y militar de un pueblo. Se trata de la colonización mental que existe y que alimenta nuestra ignorancia, y que seguirá existiendo mientras haya un mundo en el que unos pocos se benefician de los logros del desarrollo, mientras otros son sus víctimas. Por eso leer a Lame es, además, una oportunidad para pensar en la justicia que en realidad es el fundamento de una verdadera democracia, y para pensar nuestra nación desde sus raíces amerindias.
ENRIQUE SÁNCHEZ GUTIÉRREZ
El padre de familia indígena que le nazca un niño dotado de inteligencia debe conseguir la presente obra, para que le sirva de espejo que nunca se le enveta, en medio de las aves de rapiña de nuestros enemigos, las que no prevalecerán
MANUEL QUINTÍN LAME (LIBRO I, CAPÍTULO 7)
ES UNA PEQUEÑA IDEA QUE hace muy pocos días se formó a lado derecho de la margen de un concierto de pensamientos que han venido engendrándose y naciendo; pero no habían podido florecer, motivo a los insectos que día y noche persiguieron la sementera del indígena; los corazones que estaban amasados de hiel y amargura y sus labios le rociaban veneno; labios de hombres indígenas porque las inteligencias de dichos hombres están salpicadas por el veneno de la envidia y el egoísmo sin comprender que yo era hombre nacido de mujer, y que el mundo, el alma humana y Dios, son los tres seres cuya existencia pudo descubrir la razón natural.
La primera se llama Teodicea o ciencia de Dios, la segunda Psicología o ciencia del alma humana, y la tercera Cosmología o ciencia del mundo, etcétera.
Pero yo conocí la nube del engaño de mis compañeros hombres no indígenas allá en el bosque, y allá en las selvas, selvas que me vieron nacer el 31 de octubre de 1883, y esa nube de engaños para destruir la sementera de Quintín Lame eran pirámides de hielo, hielos que han venido consumiendo la sementera del cultivador; pero la sombra de la fe, de la esperanza y la caridad en favor de mi raza proscrita, perseguida desde el día 12 de octubre de 1492 hasta hoy en que quede terminada la presente obra; pero aquel capitán conquistador que descubrió nuestra posesión y raza guananí, de donde yo desciendo, murió en la ciudad de Valladolid sobre los brazos de la miseria y del hambre (etcétera).
Y todo el que ha ejecutado actos ruinosos contra la raza indígena colombiana la miseria lo ha combatido unida con la muerte natural, aquella que asalta al hombre con su guadaña, porque el libertador de la humanidad vino fue por los pobres infelices.
Se denomina «El pensador colombiano ante las ruinas», porque yo me opuse a obedecer a lo injusto, a lo inicuo y a lo absurdo; pues yo miré como cosa santa y heroica el no acatar a la injusticia y la iniquidad, aun cuando llevase la firma del más temible juez colombiano. La historia marcará mi nombre ante los voluminosos cargos que aparecen escritos en los juzgados, alcaldías, gobernaciones de los departamentos Cauca, capital Popayán; Huila, capital Neiva; Caldas, capital Manizales; Tolima, capital Ibagué; Nariño, capital Pasto.
La justicia llamará al historiador para indicarle dónde se encuentra el depósito de mis acciones; y en qué cárceles me jugué con los hombres de la más alta civilización colombiana, los que me llamaron el «hermano lobo», y que me acusaban y acusaron; pero cabizbajos se quedaron cuando tronó el imperio de la justicia castigando la injusticia nacida del corazón de los hombres no indígenas contra mí, ordenando se abrieran las fuertes cerraduras de las cárceles y panópticos para que disfrutara de mi más amplia libertad gracias a Dios[1]; dichos hombres unidos con los jueces investigadores ordenaron se me persiguiera y se me encarcelara como a un ladrón facineroso porque reunía a los míos en los departamentos Nariño, Cauca, capital Popayán; Huila, capital Neiva; Tolima, capital Ibagué, y el doctor Guillermo Valencia en su carácter de representante en la Cámara Baja, pidió se me desterrara de Colombia; pero el señor presidente de la corporación ordenó que para confirmar mi destierro debía llamarse al señor ministro de Gobierno que era el doctor Abadía Méndez; actos que los confirma los anales de la Cámara de Representantes. Como también, en uno de los capítulos que forma esta obra citaré los episodios, las ruinas y los severos castigos injustos contra mí y contra mi raza indígena colombiana.
El presente libro servirá de horizonte en medio de la oscuridad para las generaciones indígenas que duermen en esos inmensos campos que tiene la Naturaleza Divina; pues el blanco es enemigo acérrimo del indígena que no golpea la puerta del engaño; que no quiere las promesas, que no le venden barato; lo mismo que el empleado público se une con el capitalista, latifundista y el abogado para hacerle perder la finca indígena, el semoviente, etcétera.
No es verdad que sólo los hombres que han estudiado quince o veinte años, los que han aprendido a pensar para pensar, son los que tienen vocación[2], etcétera, porque han subido del Valle al Monte. Pues yo nací y me crie en el Monte, y del Monte bajé hoy al Valle a escribir la presente obra.
Un roble viejo y corpulento cultivado por la Naturaleza, digo la Naturaleza porque sobre él había un jardín de flores, las que llaman los civilizados «parásitas» y nosotros los indígenas, «chitemas», dialecto de mis antiguos paez. Sobre dicho roble en la edad de seis años, trepado sobre él alcancé a contemplar un árbol elevado, es decir, con una copa altanera y orgullosa que coronaba las vírgenes selvas que me habían visto nacer, tanto a mí, como a mis antepasados, antes y después del 12 de octubre de 1492, y este era un árbol llamado cedro del Líbano, parecía que saludaba a las omnipotencias una humana y otra divina al pasar los cuatro vientos que tiene la tierra.
Me llegó un pensamiento[3], que así de altas debían quedar colocadas mis ideas en la nación colombiana cuando yo bajara del Monte al Valle a defender mi raza indígena proscrita, perseguida, despreciada, robada, asesinada por los hombres no indígenas; porque así lo indica el depósito de las acciones, y lo dijo el testigo del pasado, testigo que vino unido con el aviso de hoy para prepararme para la defensa de las generaciones venideras de la raza indígena colombiana.
Yo empecé un camino de abrojos y de espinas y al continuar ese camino me vide obligado a cruzar dos ríos, uno de lágrimas y otro de sangre, y esos dos ríos corrían como los ríos cristalinos que tiene la Naturaleza, los que bañan las cinco partes del mundo, los que arrastran sin cesar las arenas y que las aguas no cesan de correr llevando la arena; y así es la humanidad que ha pasado ante la inteligencia infinita que crio la humanidad, y esa humanidad que ha pasado y pasó no ha podido comprender lo que está escrito en ese hermoso libro, llamado el Libro de Dios.
Esa humanidad envuelta en medio del orgullo, sedienta de riquezas, de las riquezas de mis antepasados, aquellos que se encuentran hasta hoy en extensas poblaciones en el vientre de la tierra guananí; con el fin de favorecer sus riquezas y favorecer sus vidas de la persecución de los que llegaron el 12 de octubre de 1492 con el supuesto nombre de conquistadores españoles. Hoy al pase de cuatrocientos cuarenta y siete años Las Ruinas nace en las selvas del sur de Colombia denominado con el nombre Tierradentro, las Ruinas del Coloso Colombiano, y que debían nacer del vientre de la ignorancia, y de la ineptitud y del analfabetismo de esa raza guananí, de donde hoy da a luz la idea del hombre indígena que estudió en la Madre Selva, y que el jis fue un carbón de madera y la pizarra una tabla pequeña de la misma madera; la pluma una pequeña aguja de hierro que cargaba en la copa del sombrero de hoja de palmicha de la que se encontraba en el bosque.
Yo no puedo enorgullecerme con sofismas de que hice detenidos estudios en una escuela, en un colegio, etcétera; pues mi colegio fue la fe con un entusiasmo incansable, porque le pedí a mi padre, señor don Mariano Lame, la educación, es decir, me mandara a la escuela, y me consiguió fue una pala, un hacha, un machete, una hoz y un agüinche y me mandó con siete hermanos a socolar y derribar montaña; pero yo, con ese entusiasmo que sobrepujaba en mi interior, me llegó el pensamiento de que debía escribir en una tabla con un carbón y que la pluma debía ser dicha aguja en la hoja de un árbol, la muestra fue que a sabiendas le tomé varios papeles que tenía mi anciano tío Leonardo Chantre[4].
Los hombres no indígenas del departamento del Cauca todos unidos pidieron se me condenara y se me mandara al panóptico de Tunja, sindicándome dieciocho delitos que ni siquiera habían estado escritos en mi pensamiento, únicamente criados por la inteligencia de un poeta, el que escribió «Anarkos»[5], y que unido con otros señores no indígenas y capitalistas llamaron al doctor Avelino Córdoba Bravo de la ciudad de El Bordo, para que me acusara el día de la audiencia, para que enterrara mis reclamos, pero el doctor Bravo se atemorizó cuando llegó al Juzgado Superior de Popayán y pidió el juicio contra el indio Quintín Lame al entregarle el expediente, que tuvo que decirle mi acusador Bravo al secretario Alonso Delgado que él no había ido a pedir todos los juicios y sumarios de todos los presos detenidos en la cárcel de Popayán, entonces le contestó Alonso: «Espere, doctor, un momento, para que se divierta mejor». Puso dos montones de papel extraordinarios en la mesa y le dijo: «Este es el juicio del indio Quintín Lame». Le preguntó mi acusador Bravo que si en todo ese papel que había gastado el Gobierno no había sido capaz de condenar al indio Quintín Lame. Contestó: «Pues no».
En capítulo separado de la presente obra desarrollaré cada episodio sin temor de decir la verdad, sin temor de que las estrechas angosturas me perturben, ni las cosas tristes, ni las alegres halaguen ante mí, porque en el indígena, reglamentados sus pensamientos por medio de la Naturaleza, todo hecho es imborrable y cada día marca en su corazón un recuerdo como el reloj que marca las horas, es mi memoria, gracias a la omnipotencia del que me crio y me dio la vida hasta hoy, porque ni las cosas pasadas pasan, ni las futuras sucederán, así como al pase de cuatrocientos cuarenta y siete años doy a conocer al público colombiano la presente obra; pero no con lenguaje castizo ni tampoco estudiado; sino con la experiencia de algunos años de sufrimiento he ido trazando la presente obra, porque la naturaleza humana me ha educado como educó a las aves del bosque solitario que ahí entonan sus melodiosos cantos y se preparan para construir sabiamente sus casuchitas sin maestro; y le cantaron al indiecito cuando la misma Naturaleza me acariciaba y me regaba flores, hojas y gotas de rocío cuando también recibía el beso maternal de mi madre, que en paz descanse.
MANUEL QUINTÍN LAME CHANTRE
[1] Un legítimo orgullo de Quintín que se refleja aquí, y en las páginas siguientes de su libro, es el haber sido su propio defensor ante los tribunales. Más adelante nos contará que estuvo en la cárcel 108 veces —antes de 1939—, y que nunca necesitó de un abogado. Desde su juventud había estudiado leyes por su propia cuenta, llegando a manejar los códigos con soltura. Sus defensas más memorables fueron en Popayán —entre 1918 y 1919— y en Ibagué —en 1927—. En ambos casos se le sindicaba de múltiples delitos que no pudieron ser comprobados.
[2] A lo largo de esta obra, Lame sostiene una contienda con los intelectuales de la «civilización colombiana», que se han envejecido leyendo libros, sin aprender a pensar. Una de las motivaciones que tuvo Quintín para escribir este libro, parece haber sido la de probar que el indio tiene mayor inteligencia y más ágil imaginación que «los que se han chamuscado las pestañas estudiando», porque ha sido educado por la única maestra y fuente de sabiduría, la Naturaleza. Todo el capítulo I de su libro trata sobre el origen del conocimiento.
[3] Quintín refiere el despertar de su vocación como defensor de su raza en términos muy similares a los profetas bíblicos. En algún momento de su vida el profeta tiene una visión de la necesidad en que se encuentra «el pueblo escogido», y escucha el «llamamiento», que es una fuerza interior que lo impele irresistiblemente a actuar. La descripción del niño Quintín —a los seis años de edad— trepado sobre un roble corpulento y divisando «un árbol llamado cedro del Líbano», que es portento de su futuro como defensor de la raza proscrita, tiene todas las características de una visión bíblica. La expresión «cedros del Líbano» es muy frecuente en la Biblia. En el libro de Quintín hay muchos rastros bíblicos, a veces casi citas textuales.
[4] Más adelante se repite esta misma historia (libro II, capítulo 3). En vez de escuela, su padre lo manda «a socolar y derribar montaña», porque esa es «la verdadera escuela del indio». Seguramente se trataba de pagar con trabajo el terraje al patrón, don Ignacio Muñoz. Con el trabajo de los indios este famoso hacendado derribó 11.000 hectáreas de montaña en la región de Puracé, Cauca, un poco más arriba de donde nació Quintín. La referencia a los papeles que tomó de su tío indica su temprana decisión de estudiar.
[5] Guillermo Valencia —autor del poema «Anarkos»—, aparece mencionado o implicado desde el principio hasta el fin de esta obra.
ALLÁ EN EL BOSQUE, Y NO HA recibido compendios de estudios de los más recientes y renombrados pensadores, hombres que han recibido educaciones magistrales y clásicas de todas las ciencias; paganas como cristianas, de la humanidad entera.
Aquí se encuentra el pensamiento del hijo de las selvas que lo vieron nacer, se crio y se educó debajo de ellas como se educan las aves para cantar y se preparan los polluelos batiendo sus plumas para volar desafiando el infinito para mañana cruzarlo, y con una extraordinaria inteligencia muestran entre sí el semblante de amoroso cariño para tornar el vuelo, el macho y la hembra, para hacer uso de la sabiduría que la misma Naturaleza nos ha enseñado, porque ahí en ese bosque solitario se encuentra el Libro de los Amores, el Libro de la Filosofía; porque ahí está la verdadera poesía, la verdadera filosofía, la verdadera literatura, porque ahí la Naturaleza tiene un coro de cantos y son interminables, un coro de filósofos que todos los días cambian de pensamientos; pero nunca saltan las murallas donde está colocado el Ministerio de las Leyes Sagradas de la Naturaleza Humana, la que está subordinada por la Naturaleza Divina y también todas las noches; y ese coro de hombres no indígenas que han corrido a conocer los grandes claustros de enseñanza en los colegios, en las universidades principiando por las escuelas primarias, etcétera; no han podido ni podrán conferenciar acerca con ese Libro de la Poesía, con ese Libro de la Filosofía que tiene tres poderosos reinos, y que no los han podido conocer aquellos niños de la antigüedad, los de la Edad Media, ni los de la presente; aquellos que se mecieron dentro de las cunas de oro y otros dentro de las cunas de cristal; pero ese niño que nació en un portal en una cuna de paja se meció como el pájaro en su nido tejidos de pajas, fojió todo el Libro de la Poesía, todo el Libro de la Filosofía y todo el Libro de la Literatura, libros que los había estudiado desde la eternidad; él sabía dónde está oculto el jardín que creó Dios al principio del mundo para colocar al primer hombre y a la primera mujer; jardín que está oculto de la vista y de la idea de esos grandes hombres que se han chamuscado las pestañas estudiando, y que pasmados hoy están tendidos en la eternidad; el Guerrero con su espada, el Poderoso con su cetro y el Sabio con su pluma; y mañana, yo con mi interpretación.
El Águila de la interpretación del indiecito[6] va acompañada de un concierto de palomas pero no de la paloma que cucurutea sino de la paloma que se queja en el bosque sobre el pardo copo de laurel, concierto que vigila ese Gigante en su palacio, palacio de mi pensamiento. Ese idilio que él mismo canta, él mismo florece, él mismo se perfuma, él mismo renace, él mismo se cultiva, él mismo reabriga con los calores y los hielos de la misma estación de los tiempos que pasan.
Ese concierto de filósofos que tienen esos tres poderosos reinos y que forman un libro, una lógica donde se encuentran todos los teoremas fundamentales de la ciencia del mundo material y también la ciencia del mundo espiritual; ¿dónde se encuentra la cuna de la Sabiduría? Pues la cuna de la Sabiduría está debajo de crueles montañas escondidas, según lo dijo los sueños del indígena que subió a visitar al recién nacido que estaba en dicha cuna de paja, que estaba hospedado en uno de los corredores de la casa de Belén, aquel que dejó la piedra de la filosofía, etcétera, ese indígena que le llevó un regalo de oro como a hombre y rey de los reyes.
La ciencia tiene un jardín muy extenso, que pocos son los hombres que la han mirado pero de muy lejos, el indiecito la ha mirado de muy cerca unido con esos discípulos que la Naturaleza ha criado y cría en el bosque en esos momentos de la charla interminable que tienen los arroyos de las fuentes; en esos momentos que ronca el tigre, ruge el león, silba la serpiente, canta el grillo y la chicharra, gime esa paloma torcaz y cruza el bosque, es el momento del recreo que esa maestra que es la Sabiduría ha ordenado armónicamente a sus discípulos; y después cruzan los cuatro vientos de la tierra que son los sembradores que tiene la Naturaleza, etcétera. ¿Qué cosa es la Naturaleza?
La Naturaleza es el libro de Dios y la ciencia de Dios[7], es infinita y la ciencia del hombre es finita, porque él aun cuando más estudia no sabe nada, porque su corazón está lleno de orgullo y de envidia contra el pobre ignorante, etcétera; el blanco odia al indígena de muerte, porque él de frente están sus labios bañados de sonrisa pero es con el fin de humillarlo, etcétera, etcétera; digo de humillarlo, haciéndole revelar palabras para poder hacer negocios; actos y razones que los aclararé más adelante con franqueza.
Pero ese indio Quintín Lame que logró interpretar el pensamiento de la hormiga y de varios insectos que cultiva la naturaleza humana; el pensamiento de la hormiga más pequeñuela es el mismo que tiene el cóndor cuando se está acabando de vestir en la cueva, es el mismo que tienen los hijos del tigre, y es el mismo que tiene el hijo del hombre; pues la hormiga al desenvolver el broche de sus alas sale de la guarida pero no sigue el camino conforme a las otras, pues ella se trepa sobre la arena y bate sus alas, parece que desafía al infinito; porque se siente potente; pero al trazar el camino la asalta su enemigo, y así mismo asalta el error al hombre. El hijo del tigre hace ensayo del modo como ha de hacer presa y así ensayó el blanco contra el indígena colombiano, ensayos que los ha llevado a cabo desde el día 12 de octubre de 1492 hasta hoy 1939. Por esa raza que duerme allá en esos cementerios en el vientre de la tierra que grandes hombres de mi raza asfixiados pasaron para la eternidad, dichos hombres indígenas hicieron su campamento para favorecerse de la cuchilla española en el centro de la tierra, y ahí permanecen hasta hoy, etcétera, etcétera.
[6] Quintín no sale de su asombro y no cesa de maravillarse del poder de su pensamiento, que se desplaza veloz en el tiempo y en el espacio, y penetra poderoso los misterios de la naturaleza. Lo compara a veces con un águila, otras con un cóndor, o con un gigante. Sus ideas son como palomas, no de las domésticas, sino de las silvestres.
[7] Todo el pensamiento de Quintín se basa sobre esta idea: la única fuente de sabiduría es la Naturaleza.
LA IMAGEN DEL PENSAMIENTO dos veces la conocí, y la conocí lleno de embeleso a pesar de haber pasado como pasa el relámpago que rompe el soberbio manto que tienen los dioses de la oscuridad en altas horas de la noche; el viajero de repente mira por medio de dicho relámpago el traje azul con que se viste la Naturaleza. Así también conocí yo por esa imagen ya citada en el presente después de once meses de estar incomunicado en uno de los calabozos de la Penitenciaría de Popayán, sindicado autor de dieciocho (18) delitos, creados por célebres inteligencias capitaneadas por un poeta y un jurisconsulto que eran las niñas clásicas que tenía Popayán; esas niñas habían ordenado se maneara al autor del presente libro con una barra de acero de veintiocho libras, para que abandonara y despreciara la imagen de mi pensamiento ya antes citado, imagen que yo la miré lleno de embeleso con una fe más alta que la de Moisés, caudillo del pueblo de Israel, en que yo debía dominar dejando cabizbajos a esos hombres de estudio de quince a veinte años, a esos hombres de edad de 70 a 80 años, y a esos poetas que le escribieron «Anarkos», a esos poetas que publicaron un telegrama diciendo «que mi persona era un indio de carácter horrible, pícaro, estafador, etcétera, etcétera»; pero no tuvieron valor civil para pararse como acusadores el día de la audiencia, cuando yo personalmente me defendía en el Juzgado Superior de Popayán. Pues mi fe de salvarme principiaba en Dios y terminaba en Dios, juez supremo de todas las conciencias humanas; esa imagen me llenó de embeleso en embeleso, y de imagen en imagen; fenómenos que eran mis verdaderos amigos que me visitaron y me visitaban dentro del calabozo cuando el hambre, el dolor y la tristeza me atacaban; termina el año y también termina mi incomunicación; quedo comunicado. Fui incomunicado desde el día que se me capturó en el puente de El Cofre por una traición el 9 de mayo de 1915, y el 9 de mayo de 1916 entró presuroso el herrero armado con un martillo y un cincel y me dijo: «Señor Lame, vengo a quitarle la barra de grillos, lo felicito».
Contestación del telegrama publicado en el periódico titulado El Domingo: «No acepto los insultos que me hace el doctor Guillermo Valencia en su telegrama; pero si la pluma del doctor Guillermo Valencia sirve para escribir “Anarkos”, la pluma del indio Manuel Quintín Lame servirá para defender a Colombia. “Servidor – Manuel Quintín Lame”».
Esa imagen de mi pensamiento donde estudié todos los fenómenos y añoranzas que danzaban allá en el campo enemigo contra el indiecito.
Dijo el doctor Laurentino Quintana: «No es Quintín Lame el llamado para defenderse de un sinnúmero de cargos que constan en un expediente de más de ocho mil (8.000) hojas, etcétera».
Llega el acusador contra mí pedido por el doctor Guillermo Valencia, Ignacio Muñoz[8] y un sinnúmero de aristócratas enemigos de la imagen que tenía y tiene hasta hoy el indio Quintín Lame; imagen que me había acompañado en ese bosque de que hablé en el capítulo I y me acompaña hasta hoy; así donde se depura el pensamiento del indio para convertirse en idea, ideas que han sido murallas indestructibles por los elementos que tiene el enemigo del hombre que es el tiempo, cayeron las lluvias, soplaron los vientos, los ríos salieron de madre y dieron con ímpetu contra el edificio; el que había principiado por medio de la inteligencia infinita, del que hizo la armadura del primer hombre y la belleza de la primera mujer, hoy se encuentra el indiecito, dentro de esa muralla que yo mismo construí con mis lágrimas y sangre, la que hizo verter la envidia y el orgullo del español, el que llegó el 12 de octubre de 1492 a hacerse rico a nuestro país y que nos trató y nos trata hasta hoy como a bestias de carga.
Allá está el hijo de don Francisco Casas en 1474, y en el año de 1510 la llegada de la expedición de dominicos dirigida por fray Pedro de Córdoba. En el año 1512 se dirigió a Cuba con Pánfilo de Narváez, quien protestó contra los abusos que ejecutaba el blanco contra el indígena y que el doctor fray Bartolomé de las Casas consideró la miseria e injusticia con que se trataba a los indios, y este Protector fue odiado por la gente más poderosa de la Corte lo que llegó a veces a hacer peligrosa su vida, etcétera.
Así ha ocurrido con mi persona; pero yo en muchos casos he buscado al peligro como mi compañero, con ese valor civil le he hablado al más temible juez, al más inteligente jurisconsulto, valor que dejo como un ejemplo para todos los niños indígenas de buena voluntad de todo el país colombiano, porque para ser abogado no se necesita de estudiar y tener «diploma», el diploma es la verdad en su punto y la interpretación del falso abogado, porque ese no se apoya en la ley sino en el espíritu de un negocio, etcétera. El verdadero abogado es el estudio del Derecho Universal abstracto, concreto, natural y positivo, porque el hombre tiene cuerpo común con los minerales, la vida con las plantas, la sensibilidad con los brutos, y la razón con los espíritus puros, motivo por el cual fue llamado microcosmos, etcétera.
[8] Don Ignacio Muñoz era tal vez el mayor hacendado del Cauca a principios de siglo. El «maestro» Valencia era su yerno.
ESTE CAPÍTULO SE CONSAGRA únicamente a demostrar el valor de la virtud acompañada de la fe, porque la fe que no está acompañada de las buenas obras está muerta. El que teme a Dios obra bien, y el que busca la justicia la poseerá saliéndole ella al encuentro como una madre venerable. La alimenta con pan de vida y de inteligencia y le dio al indiecito a beber del agua de la sabiduría saludable, y se estableció en ese inmenso valle que tiene tres praderas donde están los tres jardines de Abaná que cultiva la Naturaleza donde nacen los aires puros, los que rejuvenecieron el espíritu de varios conocimientos filosóficos de mi persona. Así nacerá mañana un concierto de indígenas de esos descendientes legítimamente de nuestra tierra guananí, descendientes de esas tribus odiadas, perseguidas del hombre no indígena; pero la Ley de la Compensación existe, señores[9], porque ella misma es la justicia vengadora, porque el hecho del viejo Adán y el capricho de la vieja Eva, al pase de cuatro mil años, se pagó.
La raza indígena aquí en Colombia ha sido odiada por todo el capitalismo, y muy pocos sacerdotes o religiosos han hablado por ella, porque han estado sus pensamientos muy lejos de las ideas del padre fray Bartolomé de las Casas, porque no han habido sacerdotes de nuestra propia raza que identifiquen el verdadero derecho que tenemos los indígenas de Colombia legítimamente indígenas, y no de los que por sus venas les corre ya sangre española que está manchada de envidia, egoísmo y orgullo, etcétera, y que sus conciencias de generación en generación vienen manchadas con sálpicos de sangre indígena.
Esa pradera de la ciencia es a donde está la ley del hombre y la meditación del mismo, la ley de unidad[10]. Cuando en el hombre reina la paz y armonía entre la parte inferior y la superior, entre la imagen o imaginación y la inteligencia, entre las pasiones y la razón, etcétera, porque el entendimiento agente o luz de la razón es participación de la luz divina, etcétera, etcétera. Le muestra al hombre de fe alta, secretamente, para qué fue creado, porque ese don de la inspiración le hace conocer esa floresta de las tres virtudes que la primera baja a la profundidad, la segunda se extiende y la tercera se eleva y se coloca en las celdillas que tiene el infinito; parece que son tres dioses los que tiene la Naturaleza; el primero sacude su larga melena de espuma, el segundo y tercero crispan su cabellera de rayos y escriben sobre las inmensas playas del Arén mostrando su ímpetu, en medio de la oración que desencadenó ese dios de la inspiración allá en esas praderas donde cruza el Águila de la psicología contemplando el palacio donde se engendra el pensamiento del hombre, para tomar el nombre del Gigante del pensamiento del ignorante, pero soy sabio para lo bueno e ignorante para lo malo; sin haber conocido ni divisado de muy lejos la escuela ni el colegio, ni que nadie me hubiera dado a conocer la letra o, letra de que hizo mención Francisco José de Caldas cuando marchó con la frente serena sobre las gradas que lo conducían al cadalso. Así muchas familias indígenas hicieron sus lóbregas poblaciones en el vientre de la tierra para librarse de la cuchilla de los malvados que corrían como lobos de rapiña sobre el pueblo indígena colombiano en 1502, 1503 y 1509. Ese crimen está oculto, señores; pero esa justicia llegará, en que el indio colombiano recuperará su trono, etcétera, etcétera.
Yo no soy profeta; pero sí he sido y soy el apóstol de mi raza, y los hombres de raza blanca que me han hecho la guerra en los departamentos de Nariño, Cauca, Valle del Cauca, Huila y Tolima, ninguno se ha podido reír como dijo el señor José María Barona: «El día que saquen al indio Quintín Lame para el panóptico de Tunja, hago tres bailes, etcétera».
El doctor José Hilario Cuéllar dijo en una visita fiscal que sería más fácil que al unirse los dos ríos, Cauca y Magdalena, volver a separar a una larga distancia las aguas, y no que el indio Quintín Lame, mi persona, separase la raza indígena de la blanca y mucho menos en la política[11], etcétera; pero dicho magistrado o fiscal se equivocó porque ese pensamiento cayó como el árbol que abandona la flor y la hoja, y que la hoja es juguete del viento, así se jugó la lógica y se ha venido jugando hasta hoy. Lógica nacida propiamente de esa imagen de mi pensamiento y que ya dio a luz sobre la cuna de la civilización colombiana el día de hoy.
[9] La Ley de la Compensación, especie de mano invisible que castiga a los que hacen mal, es una creencia «cristiana», que tiene sus orígenes en la Biblia (Antiguo Testamento). Según Quintín, todo el que persigue la raza indígena, recibirá su castigo.
[10] A pesar de su lenguaje rural, a veces mitológico, Quintín se mantiene dentro del esquema general del pensamiento católico tradicional —tomista—, en el que todas las ciencias encuentran su unidad en la Naturaleza, que es un reflejo de Dios. Los miles de sermones que Quintín escuchó en su vida infiltraron su pensamiento.
[11] La preocupación de los políticos del Cauca era que por influencia de Lame los indios se negaran a votar por ellos en las elecciones. Es bien sabido que hasta años recientes los hacendados sacaban a sus indios a votar, cada uno por el candidato de su patrón. Quintín rechazó esta costumbre.
CIEN AÑOS ANTES DEL 12 DE octubre el indio Güelpa en una reunión de sabios en el templo de Cacharpá, lugar donde se elevan holocaustos al sol como dios misericordioso, después de haber cantado tres veces el himno al sol en que se suscitó una disputa; después de todo llamó la atención Cacharpá y le anunció a todo el sanedrín en palabras lentas en el dialecto indígena que muy pronto quedarían los sabios y los soberanos en manos de Guagáz, etcétera[12].
Pasaron los tiempos y con ellos las guerras entre los soberanos indígenas quienes se disputaban riberas, praderas o campos de dominio, etcétera, y se despedazaban unos con otros con lanzas de madera, flechas y bodoquera envenenada, el veneno sacado de plantas vegetales.
Y qué diré cuando la naturaleza de Muschca, es decir, el dios Sol, hizo aparecer dos sabios, mujer y hombre, la mujer para que enseñara a hilar el oro y a cruzarlo, es decir, a tejerlo, y el hombre para tallar la piedra y hacer jeroglíficos sobre ella, hacer caras de hombre, de animales y aves; también hacer fetiches, cocodrilos y aves de oro con sus polluelos, cigarras, sapos, lagartijos, serpientes, etcétera. Dichos escritos no los ha podido destruir hasta la cólera de los siglos, ni las edades han podido acabar los fetiches de barro que prepararon amasada con leche de árboles mis antepasados.
Qué diré del historiador del Bochica que rompe la roca para formar un salto hoy con el nombre Tequendama, el que no ha podido desarrollar cómo y por qué aparece este sabio retrato en la pared de la roca; pues a muchos historiadores les falta el valor civil y a otros la honradez.
Pero al paso de 447 años de los descendientes de la raza indígena, tataranieto del indígena Juan Fama de Estrella, y, ¿por qué de Estrella? En otra edición lo sabrán…
Yo desearía hablar de esa helada climatología de mi raza proscrita y abandonada de la civilización colombiana que llegó el 12 de octubre de 1492, y que yo hoy me asemejo a ese viajero que encontró las creaciones titánicas de los hombres confundidas con las arenas primitivas allá en el desierto, después de haber desafiado a los siglos, con edificios muy poderosos edificados con argamasas de granito; pero el tiempo está en contra del orgullo fantástico del hombre. Dice un sabio, que el tiempo huye y no vuelve, y no es así; el tiempo tiene un guante donde deposita las malas acciones del hombre y lentamente lo castiga poniéndole su cuerpo como un arco de flecha y le quita todas las riquezas, momentos en que el hombre queda sumergido en una calamidad material y civil; el Poderoso destronado, el Guerrero derrotado y el Sabio se acercan a la sombra de la torre de Babel, y el que cree en Dios, que le ama y que espera en Dios; criador y ordenador del tiempo, nunca es derrotado y si es derrotado las derrotas de ayer le sirven para los triunfos de hoy; porque el patriota siempre ha vencido por medio de su patriotismo; porque el patriotismo ha sido y es la corona inmortal de los grandes patriotas como Simón Bolívar, un San Martín, un Ricaurte, el que puso fuego a su parque abundante y se lanzó a los aires a escribir su inmortalidad en contra del rey de España. Así mismo me lanzo yo hoy a escribir esta obra que servirá de base para los hijos de la raza indígena que duerme todavía en el pensamiento de Dios, nuestro señor.
El humo es el signo natural del fuego y la pisada del que pasó por un valle, de aquel hombre que en altos peñascos escribió acompañado de ese espejo que nunca se envetó porque lo llevaba en sus brazos, esa misteriosa imagen, la que me acompañó en el calabozo y me ayudó a manejar la barra de grillos y era un agente que me conversaba en el interior de mi espíritu indicándome el presente, anunciándome el porvenir de mañana; me dijo: «Bendito el hombre que piensa en las cosas del mañana y las adivina interpretando su espíritu, y maldito el hombre que se preocupa en lo de hoy únicamente».
En esos peñascos donde yo escribía mi defensa como un ermitaño en las montañas de Orep, porque en ese peñasco nunca subieron mis perseguidores, los que iban con sus corazones amasados de hiel y amargura y sus labios bañados de veneno; pero yo había encomendado mis campañas, obras y deseos a la inmaculada madre del creador, fuente de la sabiduría[13], y por medio de la fe, me paseo hoy delante de las tribunas de los hombres que depuraron su lenguaje castizo estudiando en los colegios de Colombia y Europa, y yo, el indio que tallé mi lenguaje por medio de una constancia y conocí el palacio del Gigante de mi pensamiento, el que me lo indicó con un dedo inequívoco, esa reina de la Naturaleza allá debajo de viejos robles, los que me vieron nacer.
Ha sido, es y será siempre grande el hombre que se eleva primero por medio de la fe a Dios, Naturaleza Divina, que tiene subordinada a la naturaleza humana que está constituida en tres poderosos reinos: vegetal, mineral y animal.
¿Cómo haré yo para desarrollar en el fondo interno y externo de esos tres reinos?
Muy bien: el hombre en estado de insensatez es un asno montés, si se corta un dedo se acobarda, si no se baña hiede a cobre, etcétera; a ese asno montés le dan los mismos deseos que le dan al hombre, ese reino mineral huye de la mano del hombre ocultándose, etcétera, etcétera. Esa lógica cuando se me presentó a mí, fue de muy lejos cuando divisé el valle, también pude divisar el jardín de dicha lógica, el que estaba matizado de flores, y cada flor depositaba una cantina donde debían saciarse el día de mañana los hijos de la ignorancia de aquellos que duermen allá en lo desconocido.
El jardín de la lógica universal del hombre es muy grande y en medio de ese bello jardín están construidos tres grandes palacios, y en medio de estos se encuentra meciéndose la Sabiduría dentro de una cuna y el misterio de la Trinidad la contempla; razón por la cual la Sabiduría no ha sido, ni es, ni será destruida; ese jardín todavía no lo han interpretado los filósofos cristianos ni mucho menos los filósofos paganos; el jardín de la ciencia, dijo la tierra: «No está dentro de mí» y respondió la mar: «Ni de mí tampoco».
¿Y qué diré yo del alma de mi pensamiento?
¿Y cuál será el alma del alma del hombre?
Muy bien puedo contestar: las buenas obras.
¿Y cuáles son las buenas obras? La fe y la caridad: obras que suben como el humo del incienso hasta el trono de nuestro padre celestial a aplacar la cólera de su justicia como dije al principiar el capítulo tercero.
[12] Guagaz —o Guagás— quiere decir «hombre blanco». En el contexto mitológico de este párrafo, Guagás equivale al ‘enemigo’, o al ‘demonio’.
[13] Antes había afirmado que la única fuente de la sabiduría es la Naturaleza, tesis que predomina en el libro. Se observa la confusión creada por la religión de la Conquista en el pensamiento profundo y telúrico del indígena.
LA EXPERIENCIA TIENE DOS poderosos muros, el uno es visible y el otro es invisible, muros que me han servido de trincheras poderosas para favorecerme de la metralla de mi enemigo en el campo de encarnizados combates en lo material, en lo civil y en lo moral; pero para esto se necesita tener una memoria feliz y única; el primer muro es donde están depositadas todas las acciones que le danzaron al hombre desde el momento en que tuvo uso de razón, como el indígena que nunca se olvida del blanco que le pagó a su padre de obra y lo ultrajó de palabra, a su hermano, a su esposa; él no dice nada, pero en el interior conserva el pensamiento del gallo de pelea y se venga haciéndole salir una úlcera en que dicen en su lenguaje algunas personas: maleficio. El blanco le roba la finca al indígena emborrachándolo; haciéndole firmar documentos de débito sin deberle; llevándolo ante los jueces para seguirle la ejecución, y el juez se presta diciéndole a uno: «Es mejor que le pague»; contradice uno: «Pero yo qué le pago si no le debo nada»; le ordenan al indio: «Nombre abogado». El indio nombra su abogado, pero el hurtador, ladrón o estafador se une con el abogado del indio que desea defender su derecho o propiedad, o semoviente, etcétera, y lo requiere diciéndole: «Partimos el dinero que estoy ganando y dame el pleito ganado, porque entre los blancos o mestizos tenemos que favorecernos, el indio, ¡eso qué!», etcétera[14].
El segundo muro de la experiencia es decir el hombre lo que sabe y saber decirlo cuando es tiempo y sazón, porque más seguro es callar que hablar; pues la llaga que está cubierta nunca es pisada de la mosca y cicatriza pronto; el caudillo, defensor o jefe indígena consulta interiormente o exteriormente por medio del corazón de María concebida sin pecado, corazón donde vive y reina el misterio de la Trinidad, porque es la cuna de la sabiduría de que hablé antes en el capítulo IV.
En el murmullo lejano, por medio de una fe viva acompañada de buenas obras, allá en los mares, en el susurrar de los vientos sobre el ramaje de los viejos robles, en los desiertos donde la soledad no habla; se cruza de repente dentro del interior del indiecito y le hace oír la palabra de la majestad del que hizo al hombre de la nada, y que lo hizo a su imagen y semejanza y le dice así: «Oíd las palabras de Dios en los montes, en todo este desierto que cruzan, en medio de las brisas del perfume leve que lleva de la silvestre flor; mirad su sombra entre las aguas que magníficamente se mueven; mirad su sombra en medio de la inmensidad que nos cubre; me dijo: “Tu nombre está escrito en el libro de los predestinados del Señor; por medio de tu fe Dios te ha dado la vida, dentro de tu cuita y tu faena. Dios te ha consolado en los delirios, delirios que no han podido escribir hasta hoy los cuerpos celestes porque una cifra misteriosa marchó en tu corazón; cifra que jamás la consiguieron los sabios en cuarenta años de estudio”, etcétera». Yo estudié la Ontología en el bosque y conocí también sus atributos inmediatos, quien investigaba todas las razones supremas de Dios, del hombre y del mundo, el alma humana y Dios eran los tres seres cuya existencia deseaba yo descubrir, apoyado en una fe muy alta; por eso mi conducta hasta hoy no ha sido tachada por las más célebres inteligencias que escribieron la filosofía pagana y después escribieron la filosofía cristiana, ni tampoco por ninguno de los historiadores y jurisconsultos de la presente edad.
[14] Se revelan en esta descripción los mecanismos sociales de opresión y explotación del indio, en lo cual participan todos los representantes de la sociedad civilizada y culta —hacendado, comerciante, juez, abogado—. Un poco más adelante (capítulo 7), Quintín hará otra descripción de la perfidia de los abogados. Obsérvese en ambos casos la forma dramatizada de la descripción, ¡un ejemplo de verdadero teatro popular!
EL TIEMPO ES EL ENEMIGO más poderoso y encarnizado que tiene el hombre orgulloso y envidioso; el tiempo unido con la verdad contemplan la mísera carrera del hombre nacido de mujer; su actitud es como la hierba y su flor; pasa un ligero viento y cae la flor, y la tierra que la sostenía no la reconoce y el nombre de aquel hombre, si ha sido bueno o malo, cruza en los labios de la humanidad viviente, como cruza la pelusa arrebatada por el viento, como la hoja del árbol que es juguete del viento y del correr de las aguas; las aguas tienen un espíritu, el que fue llamado por mis antepasados el dios de los ríos, el que se dio a conocer ante la majestad de una emperatriz indígena con el nombre Múschcate que es el dios supuesto, y Muchca es el dios de la divinidad, que hizo de la nada lo que vemos y lo que no vemos, y por medio de la fe creemos todos los católicos que es así.
¿Y por qué? Porque ninguno de los mecánicos más afamados que ha nacido la naturaleza humana han podido suspender ese reloj que construyó la mano eterna de quien hizo a la naturaleza y al hombre. Este reloj que vuela sobre la corona del hombre y que nunca se atrasa ni se adelanta, que es lo que llama Ley Natural legislada por la sabiduría eterna del que ordenó el incansable correr de las aguas y el depósito de ellas, depósito que permanece cumpliendo el mandato de dicha Ley Natural, como también a la hora ordenada presenta su belleza la aurora, como también a la hora ordenada por dicha Ley Natural se presenta el astro que ilumina la humanidad, y todo pasa armónicamente con el hombre y sobre el hombre; como dije arriba, esa pelusa y esa hoja, que juguete del viento son, porque si es bueno tiene buena muerte, y conforme es la vida del hombre es la muerte, y conforme es la muerte es la Eternidad. Los mentirosos y escépticos vulgares hablan de la Reencarnación del hombre, pues este es un sofisma con carácter de paralogismo o silogismo contra la palabra o pregunta: ¿para qué creó Dios al hombre?
Palabra que la deben contestar los librepensadores, los incrédulos engañadores que han engañado a los pueblos indígenas analfabetos; débiles en los departamentos de nuestro suelo colombiano, que no es verdad la sabiduría de Dios. Quisiera yo citar en este capítulo el número de hombres no indígenas que me llamaron para que caminara sobre sus senderos, para que les recibiera sus enseñanzas, para que desarrollara sus doctrinas en favor y en defensa de los míos; pero yo a todos les presenté la flor del desprecio[15] y continué con una fe muy alta buscando el camino del bien y en dicho camino encontré la virtud, la que me ha acompañado hasta hoy, en que todos los hombres de ciencia dijeron «que el indio Quintín Lame tenía debajo de la cabellera era un enigma», porque no había sido estudiado en ninguna escuela ni en ningún colegio; pero yo que había conocido el jardín de la Ciencia y que ese jardín estaba resguardado por una colmena donde han nacido y nacen las abejas de oro que se han paseado y se pasean sobre las flores de la Ciencia y de la imaginación del indiecito, allá en ese bosque acompañado de la soledad; allá en el calabozo acompañado de la imaginación, allá en el panóptico acompañado de la fe y de la caridad en favor de mis compañeros presos los que lloraban, pero yo los consolé. Pues yo he sido encarcelado en el Tolima ciento ocho (108) veces por los hombres no indígenas y en ninguna de esas ciento ocho veces necesité de abogado o defensor ante cuatro mil (4.000) y tantos mentirosos, cohechadores y perjuros de raza blanca y mestiza unidos con los investigadores, con los jueces y alcaldes, consejos, secretarios; también tuvieron unión con el director del panóptico de Ibagué, señor Jesús Elías Quijano, para que no dirigiera comunicaciones sobre mi defensa; pero yo desterré la presión y la calumnia formada por mis enemigos, hombres de estudio y de experiencia quienes estaban atrincherados dentro de las murallas de la duda producidas por las fronteras de la locura y del orgullo, de dichos hombres no indígenas quienes inventaron acusaciones contra mí pero no pudieron probar ante la ley, la razón, y por eso la justicia salió a encontrarme en la forma y con el cariño en que mi madre me recibía después de tres meses de ausencia y así sucesivamente. En todas las acusaciones, es verdad, hubo indígenas que me acusaron, pero cohechados por el blanco y el mestizo y por eso desvanecí todos los cohechos ante los hombres, porque así me lo había inspirado Dios, juez supremo de todas las conciencias humanas.
La vida del hombre orgulloso y envidioso es como la flor del árbol cuando él la desprecia y que dicha flor está ya tendida sobre nuestra Madre Tierra y grita ella, yo desprecié al árbol, el árbol es el vestido de la Naturaleza, se prepara para hacer brotar nuevas flores y nuevas hojas y es más corpulento que ayer.
Así ha pasado con mi persona, el que me eduqué debajo de las selvas y debajo de ellas me formé, debajo de ellas conocí el Libro de la Filosofía y también conocí el palacio donde estaba colocado el Gigante de mi pensamiento ya citado en el capítulo III y IV y también conocí los tres reinos que tiene la naturaleza humana que son tres jardines de flores; pero ahí hay más flores superiores y otras inferiores y que me dieron a conocer que la flor inferior servía de base para adornar la superior, pues las Ciencias inferiores sirven de base para las Ciencias superiores y las superiores para las inferiores.
También la Naturaleza me mostró el idilio de la poesía en medio de esa blanca capa, en que se engala esa reina como una novia que presenta el vestido de su inocencia al tiempo de tomar las gradas para subir al altar donde cantan los poetas de la eucaristía y jurar su matrimonio, y tomando un cirio encendido para velarse; pero ahí no hay realidad material, porque muchas veces ha habido engaño, etcétera, etcétera.
Pero esa reina de que vengo hablando ahí sí está la realidad, porque desde el principio del mundo cuando ella cosechó las semillas que dio esa sementera sembrada por la Naturaleza Divina en el jardín del paraíso donde fue sentenciado el primer hombre y condenada la primera mujer, hortelanos que fueron desterrados por dicha sentencia que pronunció ese juez supremo de todas las conciencias humanas de que vengo hablando en esta obra.
Esa reina llamada Naturaleza de que tanto me ha indicado la Ontología allá en el bosque donde alcancé a divisar el jardín de la ciencia llamada la Teodicea, la que me indicó cómo se debía interpretar el pensamiento humano y cómo debía defenderme, porque en la noche era un santuario de luz, y de día ese santuario estaba rodeado de una nube muy blanca, cuando subía yo a recibir el pan de Dios a la eucaristía el día domingo que había misa en la capilla de los panópticos, momento en que me preparaba para el día lunes hacerle frente al más inteligente juez que deseaba tramar el sumario o juicio injusto que me adelantaban, por eso digo, con verdad sabida y buena fe guardada, Dios sobre todas las cosas y más que todas las cosas.
[15] Además de los partidos políticos tradicionales, Quintín fue requerido también por el Partido Comunista, al cual se unió su principal colaborador, el caudillo indígena de Totoró, Cauca, José Gonzalo Sánchez.
LA SESIÓN JURÍDICA DE ESTE capítulo debo demostrar con franqueza al pueblo indígena colombiano que hoy están sus deberes y derechos, como también sus dominios mordidos y engangrenada la mordedura por la serpiente de la ignorancia y la ineptitud o analfabetismo; pero el indígena que interprete el pensamiento de los seis capítulos de esta obra se levantará con la facilidad más exacta para hacerle frente al coloso de Colombia y reconquistar sus dominios en la forma que yo reconquisté los Resguardos de Indígenas de Ortega y parte del Chaparral en el departamento del Tolima. Mi reconquista principió en el mes de abril del año de 1922 y terminó el 31 de diciembre de 1938, y entré como gobernador oficialmente a defender mis dominios conquistados en el año de 1939, unido con el Cabildo que fue compuesto de doce hombres indígenas, triunfo que hice con mi pluma y mi actitud, pensando en todo, que en la demora estaba el peligro y así ordené a esos doce hombres, para su buen gobierno y que ese gobierno diera ejemplo de gobierno para el mañana. Como también el padre de familia indígena que le nazca un niño dotado de inteligencia debe conseguir la presente obra, para que le sirva a ese joven de espejo que nunca se le enveta en medio de las pirámides de hielo y de calor producidas por las aves de rapiña de nuestros enemigos, las que no prevalecerán, si ese joven o jóvenes descansan sus ideologías en Dios por medio de la fe, porque la ciencia acompañada de la fe descansa en Dios, ordenador del Universo y de la Ley Natural.
Yo he sido y soy el hombre que me siento con orgullo hoy en medio de mi raza y en medio de mis enemigos, los que se burlaron de mí, los que me calumniaron, los que me pusieron nombres; las autoridades que me martirizaron amarrándome del cuello y de los brazos como a un ladrón y asesino facineroso, como hizo el doctor Álvarez Guzmán siendo alcalde de Ortega, para hacerse célebre en su alcaldía y entre los suyos; clavó un botalón en la puerta del calabozo de la cárcel de Ortega y ordenó se me amarrara ahí del cuello, los brazos y la cintura, en que quedé sin movimiento y me mantuvo tres días y tres noches, y ordenó no me pasaran alimentos durante los tres días, abrió la puerta del calabozo y ordenó al pueblo de Ortega subieran al balcón hombres y mujeres a mirarme como estaba castigado, y que él sabía castigar al indio Quintín Lame, ahí apareció la grandeza, ahí apareció el valiente Álvarez Guzmán con su nombre y valor inmortalizado en las páginas de la historia de Nerón[16].
Nosotros los indígenas debemos abandonar y despreciar la dádiva del blanco, el pedantesco palabrerío de «yo te quiero como de mi casa, como verdadero amigo y por el cariño que te tengo es que te pido rebaja de lo que me vendes», etcétera, etcétera.
El abogado blanco dice: «Ese pleito está muy trabajoso, pero si me pagas ochocientos pesos ($ 800) dándome en este momento la mitad, de aquí a ocho días está tu pleito ganado». El indígena contesta: «Le traigo doscientos pesos ($ 200)». Contesta el blanco: «No, no, si me das los cuatro». Contesta el indígena: «Dentro de quince días se los traigo». Contesta el blanco: «No, tráigamelos dentro de ocho días», y le ofrece y le asegura que el pleito «yo lo gano». Cuenta el indígena los cuatrocientos pesos, se pasan dos meses y le pregunta el indígena: «¿Cómo va el pleito, señor abogado?». Contesta el haragán y mentiroso: «He hecho todo lo posible, ya casi tengo el asunto por cuenta mía, pero hoy que estoy limpio dame cien pesos que te los agradezco como si me los regalaras». El indio dice: «Hoy no los tengo, pero de aquí a ocho días se los traigo aun cuando sean cincuenta». A los cinco meses de no saber el indígena le pregunta al secretario del despacho, y contesta: «Hacen dos meses que presentó su abogado un memorial y no ha vuelto». «¡Pero si él me dijo que tenía el pleito ganado ya!». Contesta el secretario: «Ese señor lo está es engañando, busque un abogado bueno, honrado y que vaya al despacho»; pero ya el dinero que tenía el indígena lo acabó, quedó en la miseria y el pleito se lo ganó la contraparte.
El defensor del pobre indígena se queda muy contento, porque estaba de acuerdo con el abogado de la contraparte. Por eso en casa del abogado está el hambre, está la miseria, la ruina; pero del abogado que no tiene conciencia y muere en la ruina como murió Cristóbal Colón en la ciudad de Valladolid.
Poderosas razones que me llevaron a mí a interpretar la ciencia de la Criminología y el Derecho Civil[17], y esas ciencias fueron apoyadas por medio de la fe ante el juez supremo dueño de todas las conciencias humanas, porque fue el primer magistrado que adivinó el pensamiento del jefe de las milicias eternas quien pensó en rebelarse en contra de su misericordia infinita.
Dicho juez supremo pronunció la segunda sentencia en la tierra, dentro de sus cultivos que él había sembrado y ahí había colocado el mayordomo o cuidandero acompañado de una mujer y que el tocador de esta era el lago que regaba dicha sementera, y el hortelano se complacía con mirar la belleza de las flores y los frutos; lugar donde se cometió el segundo pecado y que muchos historiadores dicen que fue la serpiente que regaló una manzana, etcétera, lo cual no fue así; fueron las leyes de la naturaleza humana la que ordenó el estricto cumplimiento de sus leyes, pues el reino animal nos muestra ese cumplimiento con una exactitud comprensible que los filósofos llaman lógica y psicología, porque ellos dicen haber estudiado, y yo porque lo he interpretado por los diversos seres vivientes que he mirado.
El primer hombre y la primera mujer fueron notificados personalmente por ese juez supremo la sentencia de destierro, porque él mismo lo había determinado así, porque el que crio al hombre a su imagen y semejanza lo dotó también de conocimientos y por eso hizo aparecer su divinidad en una de las hijas de Israel con el nombre de «María, concebida sin pecado, la que ruega a ese juez por nosotros los que con fe muy alta recurrimos a ella».
Aquí desarrolla el filósofo cristiano su ideología para mostrar a la humanidad que sí es filósofo y que para poderse remontar hizo hincapié en la piedra de la filosofía, porque hoy mi obra será tildada por muchos hombres miopes de pensamiento y faltos de la compañía de la imaginación del hombre, la que conocí allá cuando estaba apegado en un botalón saciando la sabiduría de Álvarez Guzmán, alcalde de Ortega en el año de 1931; ahora qué diré de los episodios que ejecutó en el Cauca el doctor Miguel Arroyo Diez unido con el doctor Guillermo Valencia[18] y muchos otros pensadores en contra del indígena Manuel Quintín Lame, mi persona, para humillarlo y poderlo condenar a mansalva y sobreseguro fuera de la ley y la Constitución nacional; pero ese juez supremo de que he venido hablando en este capítulo es la fuente que nunca deja de correr, nunca deja de iluminar la humanidad, porque esa ley que tiene la Naturaleza fue nivelada por Dios, quien hizo de la nada al universo y ese reloj que está fijo en el infinito y que ningún platero o mentiroso que hay en el mundo ha podido cortarle o perturbarle una pieza a ese reloj que edificó el mecánico que vive allá en el palacio de la inmortalidad, donde existe la realidad, realidad que conoce el alma del hombre que ha vivido bien.
La jurisprudencia que yo aprendí fue enseñada allá en esos campos de lucha donde me acompañaba esa imagen que iba alzando el vuelo de imagen en imagen, y yo la miraba hoy más bella que ayer e imaginé que mañana sería más bella que hoy, y que la sabiduría del hombre debía ser más exacta para coger las flores de la ciencia dentro de ese jardín que cultivó el primer hombre y la primera mujer; jardín que sembró ese juez supremo que reina en el palacio de la inmortalidad, ya antes citada, porque el día de mañana el hombre será más sabio que ayer y mañana será más sabio que hoy[19].
Señores indígenas, son tres elementos de prueba: el primero es la confesión; el segundo, declaración de testigos, y tercero, documentos; pero no vas vos a confesar el hecho porque confesión de boca, satisfacción de obra; la defensa está en vuestros labios, y ahí mismo está la condena; el hombre nunca debe confesar sus hechos ante ninguna autoridad civil o investigador criminal; hay muchos investigadores en la criminología que amenaza al ignorante con torturas, con calabozo, con destierro, con condenas de veinte años, etcétera, etcétera.
El hombre que se deja sugestionar de un investigador, de un juez civil, no debe existir en Colombia. Hay muchos jueces e investigadores que dicen: «No niegue, no niegue, porque hay declaraciones que dicen, usted fue el del hecho o hechos», por hacerse célebres con un procedimiento que está fuera de la ley, la razón y la justicia.
Justicia significa el derecho que tiene cada hombre y por eso se llama: «conmutativa, distributiva y legal». Lo mismo que el hombre que tiene resolución de cometer un delito y revela esa resolución. Tales actos son elementos materiales del delito donde el defensor el día de mañana no podrá defender al sindicado, ni el mismo sindicado podrá contradecirse mientras que no pruebe que estaba en estado de enajenación mental. El hombre constituye un criterio recto que le hace ver las realidades con la nitidez de la verdad y en su voluntad el perfecto dechado de la pulcritud y de la honradez que ha de dirigir todos sus actos para la justicia y entrar a ese recinto del más elevado ministerio de la vida y dirigir los destinos humanos.
El indio es aborrecido del blanco, es odiado de muerte cuando le va a tildar y le tilda sus actos, el indio no puede ir en compañía del blanco a un café, a un hotel, a una mesa de convite, por arreglado que esté de vestido, el blanco se rebaja ante los suyos, es mirado de los suyos con soberbia, etcétera, etcétera. Mucho más cuando el indígena ha penetrado el jardín de la ciencia y el blanco queda por fuera sin poderlo penetrar, hechos que me constan cuando yo bajé de las montañas donde había divisado las praderas de la ciencia e interpreté lo elevada, profunda y extensa que es la ciencia de la filosofía; pero no quiero citar ese poderoso ramaje que tiene el árbol principal de la ciencia, ya antes citada, porque los filósofos dicen que la ciencia tiene una llave pero yo no la conozco; pero sí la puedo interpretar en caso de seguridad. El indígena colombiano debe tener su representación: 1.º En el Senado de la República y en la Cámara Baja, en las asambleas departamentales y en los concejos municipales por las razones siguientes[20]:
a) Porque el legislador da órdenes contrarias, dicta leyes contrarias contra la propiedad comunal de nosotros los indígenas por nuestra ignorancia;
b) El legislador ordena que repartamos nuestros terrenos de Resguardos, pero no dice que el blanco que tiene sus latifundios también los reparta; porque así como se ordena por medio de leyes, a una raza débil reparta lo suyo, también debe ordenarse a una raza fuerte por su inteligencia y astucia, y
c) Es el medio más apropiado que debe tener nuestra raza proscrita y abandonada por la civilización colombiana.
[16] Los ancianos indígenas de Ortega, Tolima, confirman en todos sus detalles lo relatado en este párrafo. En 1931 Quintín fue traído a Ortega «amarrado como un toro». Había sido capturado por un destacamento al mando de un teniente de apellido Ochoa.
[17] Hay varias versiones «de cómo le vino el estudio a Quintín». Una de ellas relatada por el anciano indígena Pedro Lame, su sobrino, dice que de joven Quintín entró en contacto con el abogado Francisco de Paula Pérez, en Popayán sobre el problema de la herencia de un amigo de la familia. «El abogado le cogió voluntad y siguió interesándose en sus problemas. Un día le dijo el doctor Pérez: “Hombre, me ha gustado tu modo de ser, ¿quieres aprovechar ese estante de libros?”. Y Quintín contestó: “Bueno, doctor, si me hace ese favor, yo me agarro a estudiar”. Y así quedó de ayudante del abogado». Si fue así, Quintín llegó a conocer a los profesionales de la ley muy de cerca. Más tarde un principio de su campaña fue: «jamás acudir a un abogado blanco».
[18] Recuérdese el capítulo II, en donde Quintín se refiere, con ironía y sarcasmo, a «un poeta y un jurisconsulto que eran las niñas clásicas que tenía Popayán».
[19] A pesar de las realidades presentes, Quintín se muestra optimista sobre el futuro que espera a la raza indígena.
[20] Más tarde, con más experiencia, Quintín abandonó esta aspiración, por considerarla irreal, y denunció a los dos partidos tradicionales por su «política de negocio».
EN EL JUZGADO SUPERIOR DE Popayán, en el Juzgado Superior de Neiva y en el Juzgado Superior de Ibagué, tres jueces terribles y vengativos unidos con los gobernadores conocí que se afanaron extraordinariamente en dichos departamentos, unidos con los señores jueces de todos los circuitos, jueces municipales y alcaldes, etcétera.
En Popayán engangrenaron las conciencias de los jueces los doctores Miguel Arroyo Diez y el doctor Guillermo Valencia, en contra del sindicado Manuel Quintín Lame, por haber aprendido a pensar para pensar[21]; en Neiva la unión de los señores Ricardo Perdomo C. y doctor Luis Ignacio Andrade, y en Ibagué el carcelero Jesús Elías Quijano con el doctor Marco A. Vidales, juez 2.º superior.
Se dice que Popayán es la cuna de los sabios, la cuna de los poetas, la cuna de los filósofos y la cuna de los jurisconsultos más afamados, pero a ninguno le consulté yo mi defensa en el año de 1918 y 1919, cuando yo me preparaba como el polluelo que bate sus alas y que parece que desafía la inmensidad de los aires del infinito espacio, para presentar su vuelo personalmente y cruzarlo; mi más gallarda defensa en medio de aquellos sabios de la edad contemporánea[22].
Un fiscal entró al recinto de la cárcel de procesados de Popayán unido con el suplente fiscal, me llamaron a solas para preguntarme cómo y en qué forma iba a principiar mi defensa para ayudarme diciéndome «que ellos no tenían tierras que defender, etcétera», pero yo inmediatamente interpreté la jugada de estos y antes de contestarles les pregunté: «Y ustedes también me van a decir por dónde me van a acusar». Contestaron: «Nosotros no lo acusamos, vamos es a defenderlo, etcétera, etcétera». Pero yo al conocer a este par de jóvenes que me hablaban con sus labios bañados de sonrisa, se me presentó inmediatamente esa reina que me había consolado allá en el bosque, allá en la cárcel, allá en el calabozo cuando estuve un año incomunicado arrastrando una barra de grillos de veintiocho libras dentro del calabozo de la Penitenciaría de Popayán, cumpliéndose la orden de los ya antes citados aristócratas payaneses.
¿Cuál era esta reina?
Pues era la imagen de mi pensamiento que se había engendrado en la profunda y extensa pradera de mi cuerpo y alma espiritual y que dentro de ese santuario de mi corazón que es la brújula de la vida del hombre, brújula que me encaminó para cruzar dos caudalosos ríos, uno de lágrimas y otro de sangre, brújula que me mostró dos caminos, uno de abrojos y otro de espinas; pero ambos dos a la derecha, porque mi enemigo no indígena estaba a la izquierda como un tigre cebado para hacer presa en contra del Gigante que estaba construyendo el palacio de mi pensamiento, o sea, el pensamiento del hombre indígena, quien se educó debajo de las selvas madres para hacerle frente y engañar a los poetas con puntos suspensivos, cuando uno de ellos deseaba ser presidente de Colombia en varias cartas en que me dijo, que ordenara a los indígenas que debían votar por él, para hacerle frente a esas inteligencias que habían sido talladas en los colegios de Europa, para hacerle frente a esas punzantes espinas de los rosales que estaban florecidos y coronados de blancas flores, hoy llamadas por el indiecito flores, que han coronado el cementerio de la ilusión de aquellos hombres de 70 a 80 años, y que han quedado enterrados debajo de sus capas. Y siempre cruza el Águila de mi pensamiento ya convertida en lógica y en psicología sobre estos, cumpliéndose las promesas de esa imagen que no se ha apartado de mí hasta hoy, gracias doy a la misericordia de Dios; porque Dios sobre todas las cosas, y el hombre que se apoya en su omnipotencia es potente, porque está apoyado de su omnipotencia y sale por en medio a las murallas de doscientos mil cañones y ametralladoras que disparan los hombres calumniadores, cohechadores y perjuros contra el indígena que quiere hacer valer su derecho ante estos. Aquellos hombres no indígenas del departamento del Huila desearon sentarme en el banco de los acusados, pero no pudieron, con el fin de defender el maldito, alevoso y villano crimen que cometieron en altas horas de la noche del 12 de marzo de 1922 los señores Ricardo Perdomo C. y Luis Solano, comandante de la Gendarmería de Neiva, era Solano. Ricardo Perdomo C. a pulmón abierto gritaba: «Maten indios, que yo con plata se los pago al Gobierno», es decir, le ordenaba al comandante Solano y a la policía que comandaba este; este hecho está aprobado en el cuaderno 3.º del expediente donde está formada la calumnia contra mí, y en el cuaderno 1.º, 2.º, y 4.º se encuentra el paralogismo que desearon aparentar aquellos hombres no indígenas en contra de la raza indígena de San Andrés de los Dújos, San Roque de Caguán y San Antonio de Fortalesillas, distrito de Neiva; esta acción dirigida y pagada por el millonario Ricardo Perdomo C. quien tenía bajo su mando al gobernador del departamento, a los jueces y al Tribunal que se decía de justicia, pero no era[23].
¿Por qué? La Ley de Compensación[24] contesta esta pregunta. Porque ella condenó al conservatismo a que debía quedar debajo de la ruina y a órdenes del liberalismo, etcétera, etcétera, y morir como murió aquel hombre que vino a esta tierra con el nombre de Conquistador el 12 de octubre de 1492, porque nada hay estable en este mundo para nosotros los hombres, porque el mundo es el enemigo invisible, encarnizado y poderoso que tiene el hombre que se hincha de orgullo; allá está el Portenón Coloso de Rodas, de que nos ha hablado y nos habla ese viajero, aquel que encontró después de pasado un tiempo todas las creaciones titánicas del hombre confundidas con las primitivas arenas que pisó el primer hombre y contempló la primera mujer.
¡Qué diré de los grandes esfuerzos que han hecho los hombres no indígenas en el departamento del Tolima contra mí, hombres de poca inteligencia; inteligencias que están atolladas en medio del cinismo, del odio, la envidia y la mentira para acusar al indígena Manuel Quintín Lame, mi persona! Pero las puertas del infierno, dijo Dios: «No prevalecerán contra las puertas del cielo», pues la verdad es una reina que tiene su trono en el cielo, y el asiento de su imperio en el seno de Dios. Cuando entró el Tribunal compuesto de cinco miembros a discutir si era o no responsable de siete delitos que se me imputaron, y su imputación dirigida por la mala inteligencia de los alcaldes Ángel María Salcedo, de Ortega, Gavino Tovar, de Coyaima, etcétera, etcétera; las malas inteligencias de los ya citados estaban respaldados por los certificados de los concejos municipales de Chaparral, Ortega y Coyaima. Cuando comenzó a resonar esa fuente luminosa de mi imaginación en contra de la mentira, de la infamia, del hurto, del engaño fratricida y criminoso de todos los hombres no indígenas del Tolima, lo que miré yo que era una polvareda levantada por el huracán que había producido las malas inteligencias en primer lugar de los hombres que habían prestado juramento ante Dios para hacer justicia conmutativa, distributiva y legal; y en segundo lugar, por las casas comerciales de Ortega y Chaparral, las que ligaron con sofismas la autoridad del reverendo padre Rafael A. Parejas, esto consta en el cuaderno de pruebas de mi defensa, la que recogí por medio de una inspección ocular en el distrito de Ortega.
Este sanedrín de mentirosos tolimenses tomaron la medida de colgar a los indígenas de los pies para que dijeran lo que ellos les enseñaban, es decir, les enseñaban la declaración contra mí; así lo hicieron con el indígena Joaquín Ducuara, Félix Moreno y Eufrasio Ducuara, y que estas declaraciones se encuentran en el tomo de pruebas en contra del sumario y el plenario.
Esa fuente de que cité al principio de esta oración, dije luminosa, porque ella venía a destruir el edificio del hombre loco que había construido por medio de esa mala inteligencia a que me he venido refiriendo, fuente que había salido de madre y que debía llegar su ímpetu con el fin de derribar dicho edificio y arruinar el pensamiento del hombre no indígena, el que había sido y es odiado no por pecador sino por formar el bien en el corazón del indígena tolimense, mi hermano.
Cómo se afanó el señor juez 2.º superior cuando entró dicho Tribunal a decidir el mérito de los siete delitos que se me habían imputado y que el señor juez Vidales pidió al jurado que afirmativamente los contestara en voz alta, estaba de una tez rosada pero cuando salió el Tribunal y dijo: «Es inocente el indio Quintín Lame de los siete cargos que se le ha llamado a responder ante este jurado, pues hay cuatro votos en favor y uno en contra»; el afanado juez doctor Marco A. Vidales se convirtió su rostro en una flor blanca, y el honorable Tribunal de Derecho al revisar lo actuado por el Tribunal de hecho, dijo: «El Tribunal de hecho ha obrado sabiamente». Así es que la justicia emana de Dios porque esa imagen que me acompaña me decía: «Sois libre, sois libre», pues yo ya sabía que la justicia le había quitado las llaves al carcelero de la puerta del panóptico para poner en libertad al indiecito Manuel Quintín Lame, mi persona; y todos los hombres estudiados cabizbajos fueron saliendo del recinto que habían permanecido como espectadores varios días.
Yo fui el acusado, yo fui el defensor contra la acusación de varios jueces, de varios alcaldes, de varios investigadores, de varios concejos municipales y de varias casas comerciales.
El señor juez 29 superior Marco A. Vidales, al tomar yo la palabra para defenderme quiso quitarme el derecho de defensa, pero entonces yo inmediatamente recurrí a lo ordenado por el artículo 1620 del Código Judicial[25], y el señor presidente del Tribunal de hecho miró al señor juez haciendo un ademán mensajero de verdad contra el error que deseaba apoderarse del que se iba a defender personalmente ante los hombres, de los injustos cargos que se me habían imputado en el departamento del Tolima por ser indígena, defensor del indígena que ha sido y es engañado como el niño que llora en la cuna la presencia y el cariño de su madre cuando tiene hambre, sed y frío.
[21] Según Lame, lo que más enardeció a sus enemigos aristócratas fue el verse confrontados por un indio ¡que había aprendido a pensar!
[22] Obsérvese el orgullo de Quintín por haberse defendido él mismo ante «los sabios».
[23] La masacre denunciada aquí por Quintín alcanzó la primera página de la prensa de Bogotá durante todo el mes de marzo de 1922, y se removió de vez en cuando en los años siguientes. Un año más tarde una información de prensa diría: «Neiva. La sesión de la Asamblea Departamental de ayer estuvo borrascosa… Se hizo alusión a los sucesos ocurridos en Los Limpios, cerca del Caguán, en este municipio, en donde un grupo de indígenas reunidos pacíficamente y sin armas fueron atacados por la fuerza armada resultando tres indígenas muertos y unos heridos. Los diputados Matiz, Gaitán y Suárez Borrero hicieron fuertes cargos a la administración y autoridades anteriores, como responsables de la matanza… La aseveración sostenida en la Asamblea, y con la cual está acorde el público, no ha sido hasta hoy desvirtuada». (El Espectador, Bogotá, abril 7, 1923, pág. 5).
[24] Según Lame las malas acciones contra la raza indígena rebotan sobre sus autores, destruyéndolos. (Ley de la Compensación).
[25] La referencia es al antiguo Código Judicial, antes de la Reforma de 1938. El artículo citado tiene que ver con el derecho de defensa del procesado durante el juicio (compárese artículo 471, código de P. P., libro III, «Del juicio»).
LA IGNORANCIA SUPERA TODO y en todo, porque esta dice saberlo todo y la sabiduría dice que no sabe nada; pues la ignorancia dice todo lo que piensa y la sabiduría dice lo justo y conveniente.
Porque la ignorancia navega en medio de la oscuridad como una noche polar; pero yo alcancé a conocer los blancos jardines de la mar, y que dentro de ellos dormía un ave y esta era la imagen de mi mente que debía llevarse a conocer ese inmenso puente por donde debía pasar a pasear el jardín de las ciencias, y también mañana conocer el canto de ese pájaro que se despertó[26] dentro de ese jardín de los vaivenes que sacude su larga cabellera de blancas espumas; pero por medio de la fe se le oye el canto a ese pájaro, y que es el pájaro de la inmortalidad del hombre cuando pase el alma humana a ser alma inmortal, pájaro que mañana cuando exhale el hombre su último suspiro vuelva a conocer y a cantar en esa mansión, mansión que fue entregada al inocente Abel, al justo Noé, al caritativo Abraham, etcétera, cuando fue la ascensión del hijo de Dios a los cielos en cuerpo y alma después de pasados cuatro mil años; mansión que nos espera a todos los hombres que hemos defendido los diez mandamientos de la ley de Dios y los hemos cumplido, porque lo demás todo, todo, ha sido obra de carpintería porque ha sido reformado por los hombres, pues el hombre es bueno hasta el día que quiere, y en la misma forma es malo; por eso Dios claramente ha premiado la perseverancia final, es decir, el patriotismo del hombre que supo mantener grandes combates contra tres enemigos poderosos que es el demonio, el mundo y la carne. Dije, hasta el día que quiere, pensando en el cambio de ideas de Calvino y Lutero, el negocio de la estafa de Vicente Arenas, es decir, el padre Arenas, que estuvimos juntos detenidos en el panóptico de Ibagué, y que charlamos sobre muchos temas.
Allá está el patriotismo de Santa Rita de Casia, que por su patriotismo de fe tomó el nombre de Santa Rita de los Imposibles; allá está el nombre de Santa Rosalía de Palermo, como también está el nombre y la caridad de un San Isidro cultivador; de un San Roque médico yerbatero, y así sucesivamente quisiera yo citar una cronología de santos en esta obra, pero el tiempo no me lo permite, porque tengo que dar muchos cumplimientos de trabajos materiales y trabajos intelectuales en defensa de mi raza y obligación, etcétera.
Esto lo hago porque la raza del blanco, que es mi enemigo encarnizado pero no poderoso, ha dicho y dice sosteniendo a pulmón abierto que el indio Quintín Lame, mi persona, es un extrabruto, estafador, pícaro, un ladrón; todos mis actos quieren borrarlos en la forma que los judíos pidieron al gobernador romano que borrara o quitara el INRI de la cruz, etcétera, y los césares quisieron ocultar el misterio de la Pascua, es decir, de la resurrección del que había muerto en la cruz y había sido sepultado en el huerto y sobre su sepultura colocaron una pesada piedra, y una guardia, etcétera; así deseó el doctor Guillermo Valencia unido con un puñado de hombres no indígenas que lo secundaron de la alta aristocracia del Cauca, divorciar o destruir mi pensamiento por medio de la barbarie y el cinismo, mandándome a encerrar en un calabozo y ordenando se me pusiera en los pies una barra de grillos de veintiocho libras durante un año incomunicado, orden que fue cumplida y consta en auto en el proceso que está archivado, y que dijeran que el indio Quintín Lame había sido desterrado o que había muerto; aún sin embargo, todavía vive, porque era de la única manera que se llenaba de terror, etcétera.
Pero un día me encontré con el célebre poeta en la calle Florián en Bogotá, y como haberse separado del andén le llamé la atención y me atendió cortésmente y le dije: «Doctor, présteme esos cinco claveles», y nos dimos la mano para hacerle comprender que ya no era el indio lobo sino su hermanito lobo; ya no era la fiera de la montaña ni tampoco el espíritu que grita en el bosque sino una paloma torcaz, la que había navegado en los aires sobre la montaña y el bosque por conocer dónde estaban los jardines de la ciencia para poderle cucurrutiar al poeta que adivinaba el amor humano en sus estrofas; en ese momento pensé yo de la orden de destierro de Colombia cuando era representante en la Cámara y de la carta cuando deseó ser presidente de Colombia en que me ordenó que me dirigiera a todos los Cabildos de Indígenas del Cauca; y no es como dicen algunos cortesanos tolimenses, «que fue que el doctor Guillermo Valencia me desterró del Cauca»; él pensó desterrarme pero fue de Colombia; pero el doctor Abadía Méndez me defendió en plena sesión en su carácter de ministro de Gobierno, como está dicho al principio.
Yo desearía desarrollar el espíritu que forma el libro de los poetas denominado con el nombre de idilio, pero no es el caso porque tengo que hacer aparecer, si Dios me da la vida, varias obras como las de muchos genios, ingenios, etcétera.
Pero yo no me apoyo en el pensamiento o idea de ninguno de los hombres civiles, porque yo no he estudiado sus hazañas, sus principios y sus fines, etcétera; yo me apoyo es en esa brújula que vive hoy dentro del santuario de mi corazón y que no es un enigma como lo dijeron algunos pensadores colombianos unidos con las sesiones jurídicas y periodistas colombianos; pero aún, sin embargo, esa brújula es la fuente donde se baña la reina de mi imaginación[27], como una piscina de las que nos refiere el Antiguo Testamento y también el Nuevo, porque las antiguas escrituras fueron reformadas por aquel nuevo Adán que vino a pagar el crimen del viejo, crimen que motivó el cierre de la puerta de la bienaventuranza y por eso no pudo entrar el inocente Abel hijo de la primera mujer y todos los santos padres, los que quedaron como justos depositados en una mansión, porque la tierra fue poblada dos veces, la primera por la descendencia de Adán y Eva y la segunda por la de Noé, quien se favoreció del castigo de Dios, por el mismo Dios dentro de una mansión llamada el Arca la que navegó, arca donde yo me he defendido de la calumnia, del cohecho y del perjurio y también del asalto del pensamiento jurídico colombiano y dentro de esa arca la que navegó con el indiecito, conocí esa ave dormida de que hablé antes en el presente y que al despertarse esa ave, despertó civil y mortalmente mi pensamiento para poderle atacar a la injusticia nacida del corazón de mi enemigo el blanco, porque de ahí nació el diluvio y las cataratas de hielo con el fin de destruir el Águila de mi pensamiento; pero yo estaba dentro de dicha arca acariciando esa ave que me la había regalado la Naturaleza; y hoy es el día en que suelto mi paloma torcaz para que vuele llevando el olivo de mi pensamiento convertido en idea, el que es y será conocido por todos los hombres que me han odiado y me odian deseándome la muerte en Colombia; y que dicha paloma torcaz nacida y criada en el bosque, hoy va a cucurrutiar en todas las más célebres inteligencias de todos los hombres que conocieron el camino que construyó Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492, fecha en que fue inaugurado y conocido por las naciones de Europa para venir a esta a perseguirnos y asesinarnos como lobos rapaces, sin pensar que esa descendencia de lobos son hijos de la Naturaleza y que los extranjeros no son hijos de la Naturaleza sino hijos de piedras, porque la piedra es un ser inherente que está convertido en candela y es la mansión del fuego. Por eso el corazón del blanco es la mansión de la envidia y persecución contra el pobre indígena ignorante, abusando de la ignorancia y debilidad; pero el débil extrabruto hoy presenta una obra llamada el pensamiento que es «La caída del coloso colombiano»; y que lo dicho es la verdad, y nada más que la verdad, porque se acerca la Ley de la Compensación, y muchos pensadores lo ignoran.
[26] El despertar de su conciencia, que Quintín describe como «el pájaro que despertó», «la imagen de mi mente», «el águila —o el cóndor— de mi pensamiento», y a veces «esa paloma torcaz» fue al mismo tiempo el desarrollo de sus facultades mentales.
[27] Quintín afirma su originalidad y su autenticidad. Su libro no es la repetición de otros libros escritos por blancos —«hombres civiles»—, sino el resultado de un sumergimiento en el fondo de su identidad indígena, que él llama «la brújula que vive en el santuario de mi corazón».
ERES JUSTO, ERES HOMBRE DE bien. Debo aclarar, con una antorcha mensajera de verdad y no de error, en este capítulo sobre la buena voluntad de los hombres no indígenas, los que forman el Gobierno nacional de Colombia, que desde el año de 1910 hasta hoy he sido atendido en todos mis reclamos en favor de todos los Resguardos de Indígenas de los departamentos de Nariño, Cauca, Valle del Cauca, Huila y Tolima.
Conservo una carta del doctor Marco Fidel Suárez que en paz descanse, carta fechada el 11 de agosto de 1912 cuando este señor era ministro de Relaciones Exteriores en Colombia, y como repercutía en todos los ámbitos colombianos su nombre acompañado de su buena inteligencia, me dirigí. Me dice así: «Señor Quintín Lame, Cárcel Popayán, etcétera; está usted en el camino de hacerse muy grande como se hicieron otros indígenas en otras tierras, conserve esa fe personal en todos sus actos, etcétera, etcétera[28]».
Qué diré de la honorable Corte Suprema de Justicia, desde el año de 1907 cuando yo elevé un memorial inepto, porque todavía esa ave citada en el capítulo IX no había despertado, porque estaba durmiendo en medio de la blanca y larga cabellera que produce el jardín de esos lagos que depositó la Naturaleza Divina la que manda a la naturaleza humana. Pero la Corte conoció mi ineptitud y también conoció mis deseos los que entrañaba en dicho memorial y fue resuelto favorablemente porque la misma Corte corrigió, es decir, adivinó el pensamiento del indiecito en defensa de mis coterráneos, porque yo a pesar de estar preso he sido como el cachorrito cazador, que en donde encarama el lobo allí grita más duro. Y yo agradezco con una voluntad única el fallo justiciero de la Corte en el año de 1930 cuando yo llevé a cabo mi obra de radicar el juicio injusto que me siguieron los aristócratas de Neiva unidos con el Tribunal que se convirtió en contra mía fue en dar cumplimiento a lo pedido por el César Ricardo Perdomo C., quien se bañó los pies con la sangre indígena en el punto de Los Limpios, distrito de Neiva, el 12 de marzo ya citado en el capítulo anterior, y el Tribunal declaró a los autores, encubridores, auxiliadores del crimen de Los Limpios, inocentes, bañándose las manos insultando a la justicia, a la razón, a la moral, como lo hizo el gobernador romano en contra de la segunda persona de la Trinidad con el nombre de Jesucristo, rey de los judíos.
Se me mandó capturar al Tolima y yo recurrí a ese bosque a ocultarme y no me dejé prender durante seis meses mientras levanté la prueba sobre la mala administración de justicia del Juzgado Superior de Neiva, la Gobernación y el Tribunal de dicho lugar, cuando recibí el telegrama sobre radicación que me lo dirigió el señor ministro de Gobierno, Carlos Eugenio Restrepo y que dice así: «Señor Quintín Lame Ortega. La Corte Suprema de Justicia falló favorablemente su deseo sobre radicación del juicio que se le imputa a usted como autor del crimen de Los Limpios en el distrito de Neiva, etcétera».
¡Cómo agradecí a Dios Nuestro Señor, juez supremo de todas las conciencias humanas a quien había encomendado mi combate como general omnipotente para derrotar a los generales potentes como los derroté! Gracias a mi Dios.
Así por así se anunció por los labios de los profetas la venida del libertador de la humanidad; pero él no vino en favor de los grandes ricos sino a consolar los pobres infelices; yo como odiado del blanco, perseguido del blanco, calumniado del blanco y sindicado falazmente por el blanco; pero yo no he necesitado ni he pedido una lección intelectual, es decir, una clase. Por lo tanto, dejo en concreto desarrollado mi pensamiento en esta obra que el blanco la tildará de mil maneras porque el blanco de los departamentos Nariño, Cauca, Valle del Cauca, Huila y Tolima son enemigos acérrimos y mortales.
¿Cómo voy a imputarle cargos a los blancos que viven en la ciudad de Bogotá, si ellos desde el año de 1907 no me han dicho: «Indio, negros tienes los ojos»? Ni en los demás departamentos de la nación colombiana. Pero por medio de mi fe que dejo escrita en este libro, se levantará un puñado de hombres indígenas el día de mañana y tomarán los pupitres, las tribunas, los estrados, las sesiones jurídicas porque la inteligencia de la raza indígena supera, y superará extraordinariamente la inteligencia del blanco por medio de una fe muy alta en la forma establecida y demostrada en esta obra.
¿Qué diré de los indios que vivieron antes del 12 de octubre de 1492?
La cólera de los siglos no ha podido destruir las leyendas sobre duras piedras allá sobre los lomos de empinadas cordilleras. Ahora esa raza blanca, ¿por qué no ha interpretado el espíritu que tienen o que encierran las lagunas indígenas?
El indio por confiado le ha entregado todo al blanco sin saber la supremacía de su inteligencia. Allá se encuentra la historia de los indios vedas; allá se encuentra la historia de los indios egipcios; allá se encuentra la historia de los indios japoneses; las pagodas de la India arrojan un conocimiento, el que no lo tiene ni lo tendrá el médico blanco, porque este se apoya es en el reino mineral, el indio en el reino vegetal y animal para preparar la medicina certera y así sucesivamente.
Ese tribunal o jurado que me esperaba sediento de sofismas y paralogismos en el Juzgado Superior de Neiva sudaban delirando y esperándome; pero el sudor y sus delirios abortaron vomitando bocadillos de alambre de púa envenenada cuando sintieron el estampido o estallido del cañón de la justicia, por medio de la astucia embalsamada de la fe de mi persona; pues yo sabía que el jurado de calificación había dicho, que la debiera o no la debiera tenía que pagarla porque era mucho el dinero que había gastado el César Ricardo Perdomo C.
En el cuaderno 2.º está la confesión del señor Luis Solano quien pidió justicia para él como autor del crimen de Los Limpios y el juzgado consultó el auto de detención y el Tribunal lo que hizo fue dictar auto de sobreseimiento en favor de Solano.
Esta es la justicia que hizo el Partido Conservador de Neiva en el año de 1923, 1924 hasta 1930; al Tribunal del liberalismo de hoy no le conozco su buena inteligencia en la ciudad de Neiva, pero muy pronto se la conoceré para escribir nueva obra; yo lo que no conozco me le alejo porque mi obra no es inverosímil, porque es la primera obra que nace del indio lobo, es decir, del pensamiento convertido ya en idea.
Atallo cundulcunca, pájaro o nido de los cóndores. Ese cóndor de mi pensamiento y esa águila de mi psicología, psicología indígena la que se engendró cuando pasó ese cóndor o cóndores como un concierto de golondrinas parleras que visitan las estaciones del tiempo, dichos cóndores, unos buscaron su morada en los altos peñascos, y otros debajo de las sombras de viejos robles, los que dan el grito hoy en medio de la inmensa soledad que me acompañó como dije en el capítulo 1.º de esta obra. Vine a conocer plenamente que la aristocracia de Neiva no está contenta, porque en el mes de julio se afanaron los jueces municipales, alcaldes, juez del circuito, juez superior, inspector a rendir certificado contra mí al alcalde de Ortega; aquí comprendí plenamente la enemistad de los funcionarios, los que no pensaron en el mañana sino en el presente, porque dice un viejo adagio, el que tiene rabo de paja no se arrima o se acerca al fuego.
[28] El estímulo que significó esta carta produjo en Lame un sincero agradecimiento hacia el doctor Suárez. Algún tiempo después este le facilitó el acceso al Archivo Nacional en Bogotá, donde Quintín conoció las cédulas reales de los Resguardos del Cauca, y otros documentos a los cuales se remitirá en sus futuros alegatos contra los «falsos títulos de los terratenientes». Lame correspondió dando su apoyo a Suárez en su campaña presidencial contra Guillermo Valencia en 1918.
COMO LAS NIEBLAS CUANDO se apoderan de los dominios de las selvas, es decir, de su extensión, cuando la niebla visita las selvas y se apodera de sus sombras, así me he apoderado yo del jardín que tiene la Naturaleza, etcétera, momentos, horas, noches, días, semanas que viven las nieblas debajo de las selvas madres y yo al lado cazando las flores, etcétera, que el cazador de los semovientes que tiene la Naturaleza pierde la táctica y su ruta, pero yo no he perdido de vista esa brújula en la oscuridad, etcétera, ese concierto de música que tiene la Naturaleza no pierde la hora en que debe hacer repercutir sus estrofas con un acento espiritual, digo espiritual, porque llama la atención al hombre espiritualmente, y el hombre dice, ¡qué belleza! ¡Qué grandeza!
Encuentra el hombre el nido del cóndor tan bien preparado, encuentra la casuchita de varias aves tan bien construidas; encuentra una colmena de abejas con una centinela en la puerta y así armónicamente se ve arreglado todo.
Pues esa Naturaleza que tiene sus armoniosos cantos enseñados los que vienen educados por generaciones y no por maestros como ha aprendido a leer y escribir el blanco, enemigo del indio; pero esa Naturaleza que enseñó a cantar al pájaro y a construir su nido y a conocer los graneros para poder vivir, graneros que la misma Naturaleza los cultiva; la misma Naturaleza tiene sus cantinas donde van todos esos tunantes a sellar sus labios y apoderarse también de los perfumes y los frutos, mientras cruza el aire que es el dueño de ellos. Así por así, mientras mi enemigo camina, piensa y construye un idilio de mentiras, yo tengo cogido sus perfumes, perfumes de la mala inteligencia; y que hacen destilar a esas malas inteligencias veneno, veneno que producen dichas inteligencias contra el indígena ignorante; pero no han podido envenenar la brújula que trajo a la pradera el que se educó en la selva; como dije en el capítulo primero de esta obra, en la selva madre está ese hermoso libro llamado el idilio; está ese hermoso libro que titulada la llave de las ciencias o conocimiento del hombre; allá está ese hermoso libro llamado la Filosofía, donde se encuentran visibles y armónicamente esos tres reinos: el vegetal, el animal y el mineral; el mineral le sirve al animal y el animal al vegetal. ¿Y por qué? Esta pregunta está desarrollada en el capítulo I y II de esta obra.
Esa abeja centinela que está en la puerta de la colmena atisbando los zánganos ociosos que sin trabajar desean comer; zánganos que se asemejan a los que llegaron el 12 de octubre de 1492 y se apoderaron de nuestras riquezas, de nuestras leyes y costumbres y también de nuestra religión, y que en caridad como católicos, apostólicos romanos que eran los viejos veteranos de la madre España, con nosotros fueron no amigos sino serpientes envenenadas para matarnos con el veneno de la envidia[29], y que esa envidia existe hasta hoy, en 447 años no se ha desfumado o desvanecido, porque siempre el indígena está debajo de la bota del blanco como esclavo, y el indio que defiende su derecho es perseguido como un ladrón facineroso por el no indígena; este enemigo busca de mil maneras cómo aplastar material, moral y civilmente al indígena que se acerca a conocer el jardín de la ciencia; pues yo no conocí solo el jardín de la ciencia sino el jardín de las ciencias, gracias a mi Dios; por lo tanto estoy listo para contestar cualquier tema que el lector encuentre en oscuro o dudoso.
Pero yo debo defender a capa y espada la conciencia nacional que es un parque glorioso donde se ha escapado el indígena hasta hoy de nuestros enemigos perseguidores de nuestros bienes, etcétera; allá está la inteligencia de don José María Mallarino y de don José Manuel Pontón en el año de 1906 y también la inteligencia del papa san Pío V en favor de los Resguardos de Indígenas en el Valle de Poenza, hoy Popayán, en el punto denominado Los Cerrillos, sentencia que se encuentra en Tierras del Cauca, tomo VI, historia que está guardada en el Archivo Colonial de esa ciudad; allá está la defensa de los indígenas de fray Bartolomé de las Casas ante las Cortes de España; ahí está el pensamiento de defensa del Libertador Simón Bolívar en favor de los indígenas de Pasto cuando le escribió una hermosa carta al candidato que iba a tomar el puesto de gobernador del departamento haciendo hincapié en el valor de los indígenas de Calibío que acompañaban al capitán Cabal en el punto de Piendamó contra el bravo Sámano; pero hoy no se encuentra en Colombia una estatua de un Atahualpa, de un Bochica, como se encuentra en las demás repúblicas hermanas; porque en Colombia ha sido y es la mansión del odio y la envidia contra el indígena, pues son enemigos algunos cleros de mis campañas, de mis actuaciones; me refiero al folleto que publicó el reverendo padre Gonzalo Vidal titulado con el nombre de «Camisa de once varas», en el departamento del Cauca, distrito de Popayán; pero yo le di contestación respetando la autoridad espiritual que tiene un sacerdote; esto fue en el año de 1914; razón por la cual trató de negarse en darme una declaración en 1918 el mismo sacerdote, pero yo recurrí al superior. Allá está la defensa del doctor Miguel Abadía Méndez en favor mío cuando pidió ante las Cámaras Legislativas el doctor Guillermo Valencia me desterraran de Colombia; allá está la defensa de Colombia que le ofrecí al primer magistrado ante el Palacio de la Carrera, doctor Olaya Herrera para salir espontáneamente con cinco mil indios a castigar el invasor en las fronteras amazónicas, general Sánchez Cerro, y que yo deseaba era ir personalmente a presentar mi espada contra el invasor dirigiendo esos cinco mil muchachos, flotando con heroísmo las sienes de nuestra patria con la bandera tricolor, en la forma que me tocó en la invasión en las fronteras del Ecuador con Colombia con el general Avelino Rosas en el año de 1903 a 1904, yo era del Batallón Calibío; después del combate tomé la trencilla de teniente ayudante, yo iba al mando del coronel y militar Bernal, siendo yo sargento segundo; pero la historia no dice nada y absolutamente nada motivó a la cobardía del historiador o la envidia de este.
Los combates en donde se presentaron quisiera yo citarlos, pero me reservo para no sembrar la desconfianza en el corazón de los míos, y que mañana sin distingos de colores sean los nobles gigantes para castigar al atrevido invasor que viene a ultrajar a nuestra madre patria.
Debemos no ponerle acato señores indígenas colombianos es a la política de negocio que han tenido con nosotros esos dos viejos partidos, Liberal y Conservador.
¿Y por qué? Porque en la antevíspera y víspera de las elecciones parece que están enamorando a una mujer bonita, ofreciendo miles de cosas, o sean miles de promesas y que la mujer engañada es la que queda ¡preñada! Perseguida por el dolor, la tristeza, etcétera; así por así, «han quedado los restos de mi raza que vive hoy sobre esta tierra colombiana desde el 12 de octubre de 1492, odiada, engañada, perseguida, pisoteada, robada por las personas no indígenas colombianas» de los trece departamentos salvando el departamento o distrito de Santafé de Bogotá, departamento de Cundinamarca, porque siempre se ha oído nuestros reclamos, y el indio nunca se olvida del que le hace el bien ni tampoco del que le pegó.
Señores blancos:
Oíd la palabra del indio lobo que hoy se transforma en pensamientos, para marcar la transfiguración de ese lobo montés de que hablaron los poetas, los historiadores, los periodistas y literatos colombianos como también de todas las personas jurídicas.
Está transfigurado ese asno montés, no en la forma extraordinaria y cerca de aquel lago sublime de interpretaciones por el misterio de la luz que transformó la cabeza del lobo montés por la de un hombre. ¿Por qué? Porque ese lobo montés es hijo de la Naturaleza y ese hombre que le ha apocado su actitud, su criterio embalsamado por millares de calumnias de aquellos que no eran extrabrutos; pero encuentran aquí una elección de momento para el cuadro mental de la variedad del asno que bajó de la selva a pasear los valles de la pradera que ofrecía la civilización; la que se convirtió en un martirio contra el pobre asno poniéndolo debajo de sus botas y debajo del desprecio, porque era indio de raza amarilla descendiente de los que nacieron en esta tierra guananí, que es odiado hasta hoy del blanco; pero mi fisonomía la considero de hombre espiritual en medio de mis enemigos los que me martillaron grillos y me incomunicaron un año en un calabozo para amordazar mis raras virtudes que conocí debajo de la montaña, no del cuadro que interpretó Rafael; el cuadro de odio y de envidia contra el indio colombiano. Se acerca, señores, la Ley de la Compensación.
[29] Para Quintín los despojadores de la raza indígena, antiguos y modernos, han sido movidos por la envidia y el egoísmo. «Colombia es la mansión del odio y la envidia contra el indígena», dirá unos párrafos más adelante. Desde la primera página de su libro Quintín plantea este análisis psicologista del problema nacional, ya que «la envidia y el egoísmo son los insectos que día y noche atacan la sementera del indio», impidiéndole dar sus frutos.
EL POLEN ES UN GERMEN CREADO por Dios desde el principio del mundo, señores filósofos, literatos, poetas, etcétera, etcétera.
Hay una leyenda en la Biblia que la escribió el doctor fray Luis de León[30]; pero dicha leyenda es un lenguaje como inverosímil, porque no se afirma en nada y para nada; porque las aguas que bañan el territorio de la humanidad llevan su rumbo a donde van; los cuatro vientos de la tierra tienen su mansión, lo mismo que los cuatro vientos del cielo también tienen su mansión; y las arenas que arrastran las aguas.
Se dice que en seis días creó Dios el mundo; pero no hay una prueba satisfactoria, señores filósofos, cristianos y paganos, porque todo lo dicho sobre la creación del mundo viene es de boca en boca y no hay una prueba que acredite de que el mundo fue creado en seis días.
Pues la creación del mundo han sido grandes épocas para mi modo de pensar, porque esa inteligencia eterna es incomprensible ante la inteligencia del hombre.
¿Por qué? Porque es infinita su misericordia.
La tierra es redonda como una naranja, la que voltea sobre su eje en veinticuatro horas, y en esas veinticuatro horas el sol la ilumina y la calienta, cuando vemos el sol es de día y cuando no lo vemos nos encontramos en la oscuridad de la noche.
¿Y por qué en este movimiento de la tierra no se salen o se derraman las aguas?[31].
Porque la Ley Natural es eterna y descansa en Dios, etcétera. El hombre no ha podido ni podrá conocer el espíritu que forma esa ley, porque principia en Dios y termina en Dios, legislador supremo de dicha ley.
Los filósofos cristianos y paganos dicen que la primera mujer fue engañada en el paraíso por la serpiente que le llevó una manzana; pero esta suposición es un sofisma, etcétera, etcétera.
Ahora yo les pregunto: ¿quién engañó al reino vegetal para que diera flores y frutos? ¿Por qué no se habla de esa segunda serpiente, la que engañó a ese reino? Y como está dicho y explicado en el libro primero de esta obra, que el hombre tiene el cuerpo común con los minerales, la vida con las plantas, la sensibilidad con los brutos, la razón con el espíritu, etcétera.
Dios, o sea, Jehová, el verdadero Muschca, idioma enseñado por Ollo, mujer que apareció para educar mi raza trescientos años antes del 12 de octubre[32]; pero esta no era hija de mujer, esta fue enviada por la Naturaleza para educar a mi raza; pues esta apareció o fue encontrada en las montañas que forman las costas septentrionales de México, etcétera. Esta enseñó a unas poblaciones de indígenas un dialecto y a otras otro, y así sucesivamente.
¿Por qué el mosco, la araña, el grillo, la hormiga, la mariposa, la abeja, las fieras de los bosques, los peces de las aguas, las aves, el ganado vacuno, caballar, asnal, cabrío, lanar y de cerda, etcétera, etcétera; se le llega el tiempo de la hembra buscar el macho? Pues aquí está la lógica, que es el verdadero microscopio que me hace mirar el redil del engaño y desarrollarlo, porque el hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza.
¿Y qué diré de la mujer? Esa mujer que hoy en su seno está depositado el misterio de la Santísima Trinidad, aquella que fue esposa de un carpintero y que hoy es la emperatriz de la corte celestial, es más bella que la aurora, más resplandeciente que el sol, más linda que todos los jardines que tiene la Naturaleza, etcétera.
Ahora le pregunto a todos los ingenios que han tallado sus inteligencias durante veinte años en un colegio o en varios, si el pensamiento del que se educó en las selvas por medio de esa viejecita Ollo que ha sido y es la imagen de mi pensamiento, la que me indicó cómo debía hacerle frente a todos mis acusadores de cerebros muy blanditos de la ciudad de Popayán, imperio antiguo de la reina de Poenza, señores no indígenas.
Ahora yo les pregunto, por qué la cólera de los siglos o de las edades no han podido destruir o borrar hasta hoy esas leyendas que marcan los cementerios de nuestra prehistoria; cementerios que se encuentran unos en el vientre de la tierra y otros forman el redil de extensas lagunas de agua, y otros son depósitos de las grandes riquezas de mis antepasados soberanos, quienes dominaban muchedumbres, y que en esta corte de soberanos indígenas varios no fueron hijos de mujer, como un «Sinviora», fundador de los templos de la divinidad del sol y que también enseñó a los indígenas cómo debían adorar al sol, cómo debían ayunar, y cómo debían vivir el hombre y la mujer, cómo se debían casar; qué reglamento debía tener o mantener la mujer soltera que tuviera familia y también la viuda que sin volverse a casar tuviera familia.
También dio la medicina a las madres y padres para que disiparan o disminuyeran la fuerza o brío cuando la Naturaleza ordenara el cumplimiento de su ley al joven varón y a la joven mujer[33].
La Naturaleza fue la que obligó a la primera mujer a que debía principiar a dar cumplimiento a la ley, porque era la madre predestinada de la humanidad y que de esa madre debía nacer la emperatriz de los portentos eternos de la gloria, la que subió en cuerpo y alma y que todos sus devotos le decimos: ¡Oh, María concebida sin pecado, rogad por nosotros los pecadores que recurrimos a vos!
¿Cómo puede decirse y asegurarse que fue engañada si de esta madre iba a nacer la emperatriz, y de la emperatriz el divino libertador?, etcétera.
[30] Esta confusión pudo tener su origen en algún sermón.
[31] Pregunta natural y obvia para la mente precientífica. La respuesta de Quintín es esencialmente correcta.
[32] Obsérvese cómo los mitos católicos y los mitos precolombinos o telúricos se entremezclan en la mente de Quintín. En algunos casos hay identificación o correspondencia —«Jehová es el verdadero Muschca»—, pero en otros casos las dos mitologías persisten en forma paralela, o se confrontan en abierta contradicción. Ejemplo de paralelismo: la viejecita Ollo —¿diosa?—, que enseñó a los indígenas sus idiomas, y Sinviora, el gran sacerdote prehistórico que les enseñó la religión, se mencionan junto con la Virgen «sin pecado concebida», y Jesús, el libertador de los «pobres infelices», sin integrar las dos tradiciones. Ejemplo de contradicción: unas veces la imagen del pensamiento de Quintín es la viejecita Ollo, enviada de la Naturaleza y otras veces es «la inmaculada madre del creador, fuente de la sabiduría». Esta confusión revela la desintegración espiritual introducida en todas las comunidades indígenas alcanzadas por la conquista cristiana occidental.
[33] Control de natalidad.
AHÍ DONDE REPERCUTE SUS acentos la paz, la razón y la justicia cuando hicieron pases, etcétera.
¿Aquí el palacio de la sabiduría?
Pues hay que pensar qué palacio, dónde, cómo y en qué forma:
1.º Abandonando los palacios titánicos de la humanidad, porque han sido destruidos unos y otros humillados; pero el hombre que se dice sabio, no es sabio; el pensador no ha bajado ni ha subido, ni tampoco se ha extendido para interpretar dónde está el Palacio de la Sabiduría.
¿Cuándo se construyó? ¿Quién lo construyó? Pues así como interpretaron y dieron a conocer a la humanidad que el mundo había sido creado en seis días interpretando falazmente que dizque dijo Dios: «Hágase la luz», etcétera. En el segundo día dizque dividió las aguas. En el tercer día dizque mandó a las aguas inferiores se juntaran en un lugar, etcétera. En el cuarto día dizque creó el sol, la luna, etcétera. En el quinto día dizque creó las aves, etcétera. En el sexto día dizque mandó que la tierra produjese animales, etcétera. Y en el séptimo día dizque descansó y bendijo, etcétera, etcétera.
¿Dónde está esa prueba señores sofos o filósofos?[34].
2.º ¿Por qué no se ha dicho del nacimiento de la omnipotencia de ese mecánico o arquitecto que trabajó esos seis días, y que descansó en el séptimo día?
Dije en el capítulo IV del libro 1.º de esta obra que la tierra y la mar habían dicho que ellas no conocían el Palacio de la Sabiduría. ¿Y por qué? Porque hasta hoy nadie ha podido conocer ni conocerá el tribunal de los altos juicios de Dios, pero por un milagro divino, dice el indiecito, tal vez mirando en la defensa de Noé dentro del arca; mirando la defensa del pueblo de Israel; mirando la defensa del profeta que fue arrojado en el lago de los leones; mirando la defensa de los tres jóvenes que fueron maniatados y arrojados al fuego por orden de Nabucodonosor, rey de Babilonia; me parece que estos hechos extraordinarios, su origen, venía del hombre de bien, es decir, del hombre de buena fe, y por medio de la fe acompañada de las buenas obras, el hombre es muy grande en la tierra y ante el tribunal de la justicia de Dios y bienaventurado.
3.º Ahora, ¿por qué aparecen los hechos que enumero en el Evangelio, y por qué desnudaban sus espadas los antiguos cristianos para defender el Evangelio?[35]. Ahora, ¿por qué el misterio de la anunciación y encarnación del hijo de Dios, y el nacimiento en el portal de Belén? ¿Por qué Herodes no capturó a esos monarcas que le pidieron permiso para pasar a Belén? Y ¿por qué una razón que nos muestra el Evangelio sobre las alturas y en la tierra la paz, pero a los hombres de buena voluntad? ¿Por qué no aparece en el Evangelio el misterio de la creación del mundo? Y ¿por qué aparecen los demás misterios comprobados?
El destierro de Adán y Eva fue el cumplimiento de la sentencia de ese juez supremo que es la verdad, es la razón, es la justicia, pues en una palabra es la realidad del bien y la realidad material del hombre, porque la realidad legítimamente es la muerte del hombre, y que conforme es la vida del hombre, es la muerte, y conforme a la muerte es la eternidad. Cualquiera de los filósofos cristianos puede negarme mi razonamiento con razones o con hechos probados, sobre la creación del mundo en seis días.
El Palacio de la Sabiduría está a la vista del hombre, pero el hombre no ha sabido interpretarlo y que está interpretado en el capítulo V de esta obra, libro 1.º.
Las aguas corren consultándose y el hombre no interpreta la sonrisa y el hablar de ellas cuando pasan o pasa el hombre por su ruta; pasan las brisas, pero el hombre no sabe a dónde van, dichas brisas van perfumadas unas, porque han pasado por dentro del cáliz de todas las flores de ese jardín que cultiva la Naturaleza; y otras van perfumadas por el polvo de la tierra; brisas que van jugando con la pelusa del reino animal y con las hojas del reino vegetal.
Mirad su sombra divina que está dentro de las aguas, las que se mueven y no se suspende el correr de ellas; mirad su sombra en medio de la inmensidad que nos cubre; mirad la estrella que asombra en el oriente con el nombre «el Sol», es decir, mirad ese concierto de los principales astros que forman el reloj que está fijo sobre nuestra corona; mirad el canto armonioso y dulce que tienen esos coros que viven en el bosque, mirad el reglamento interno del bosque cuando le toca a la paloma torcaz, el recreo de la alondra, el recreo y canto del concierto de cigarras, el concierto de grillos, los que con sus cantos estridentes perturbaban el oído del que se estaba educando en el bosque debajo de las selvas y que eran testigos los viejos robles, los que también me vieron nacer; mirad ahí las sombras del Palacio de la Sabiduría.
Desearía yo desarrollar mi pensamiento sobre el reglamento que tiene el monarca de los mares, el monarca que tienen los bosques, el monarca que tienen las aves que cruzan los aires, el monarca que tiene la humanidad.
Pensemos en desarrollar la mineralogía en este campo, porque el oro fue un fenómeno que hablaba como hablaba hoy el hombre, pero lleno de orgullo; pero el oro antes del 12 de octubre de 1492 era amigo íntimo de mis coterráneos hermanos, los que tenían sus almacenes y depósitos de oro en gran cantidad en las casas de nuestros soberanos zipas, zaques, etcétera; a los cinco días después de pasado el 12 de octubre varios depósitos de oro se convirtieron en piedras, otros en agua; porque conoció este metal el veneno de la envidia del guagás, que quiere decir blanco racional en castellano; el orgullo, la envidia y el egoísmo hace que guagás, o sea, el blanco racional desarrollado el lenguaje o dialecto quede en la ruina, en la miseria, como quedó y murió el célebre conquistador Cristóbal Colón en la ciudad de Valladolid.
La pobreza del blanco es triste, penosa, vergonzosa, motivó a la envidia y mala fe de este con el pobre indígena, por nuestra ignorancia, sencillez y analfabetismo.
El blanco está hoy lleno de pan, lleno de halagos o visitas porque tiene plata; pero él no piensa en su enemigo encarnizado, poderoso e invisible que tiene; y ¿cuál es este?
El tiempo, porque el tiempo no huye nunca, pues él recoge en su guante todos los restos del hombre, y cuenta las gradas que tiene para llegar a ejecutar la Ley de Compensación.
La pobreza del indio no se conoce, pues el indio viste mal, come mal, trabaja a la esticota todo el día, mantenido con el vicio de la coca o el tabaco; si cosecha está contento, si no cosecha también está contento, si tiene sal come con sal, si no la tiene come sin ella, y lo que el blanco no, cuando no tiene todo esto reniega, maldice su misma suerte y queda a la manera de un tronco viejo carcomido por la polilla en un huerto de cultivos; pero el indígena aun cuando viejo sentado arranca yerba en su jardín; el indígena vive hasta cien años, etcétera, y el blanco no alcanza sino a cuarenta años, y de cuarenta a sesenta años en cuando más; de sesenta en adelante queda encorvado, porque la sangre la tiene degenerada, etcétera. Los indios no quisieron revelarle al blanco varios secretos de la Naturaleza que tienen sembrados dentro del reino vegetal, secretos que enseñó Ollo; secretos que yo debía explicarlos en esta página, pero no lo hago motivo a la mala fe del blanco contra mi raza.
He hablado del Palacio de la Sabiduría; pues el Palacio de la Sabiduría está en medio de nosotros, lo que no sabemos es interpretarlo, porque nos indican los ramajes de los árboles unos que sí, y otros que no.
¿Quién es la reina dueña de ese palacio?
La Naturaleza, la que hace nacer el hombre y perfecciona la belleza de la mujer, y esta reina está vestida de un manto azul que nunca se destiñe; ella misma se corona de blancos azahares como una novia que muestra su inocencia al pie de los altares; esta reina tiene un hermoso libro en su tocador, libro que ninguno de esos sabios de la antigüedad, de la Edad Media y de la contemporánea han podido conocerlo, libro que tiene fenómenos desconocidos a los conocidos; la Naturaleza termina con la vida del hombre en un instante como también termina con sus bienes, es decir, con sus riquezas, porque ella tiene elementos muy poderosos contra toda la humanidad; allá está el cráneo del suicida destapado; como también los altos peñascos son testigos porque ahí se despedazó la armadura del hombre que embalsamó su corazón por un capricho estéril, cobarde; es verdad que el hombre cuando nace llora al ver confirmada su sentencia, etcétera; pero, Dios dijo al hombre: «Ayúdate que yo te ayudaré», y por eso el hombre que se suicida es maldito porque le quita el derecho a Dios, y Dios le desconoce cuando llega a ese alto tribunal de la justicia divina, le dice: «¿quién os ha llamado? No os conozco».
Muchos hombres se suicidan por una mujer, porque los calabació o engañó, otros porque perdieron un negocio, otros por soberbios. La mujer que se suicida, a ella hay que dejarla en ese camino porque es una culebra boba, pues su orgullosa cabellera se convierte cada cabello en una culebra cuando esta se peina o se arregla el cabello cerca a la fuente[36]; pero debemos desarrollar el misterio de «la Inmaculada Concepción cuando apresó a esa serpiente infernal y la puso debajo de sus pies», aquí la buena inteligencia y el pensamiento que debe dar a luz porque la mujer que se consagra no puede tener cabello largo, allá está el monasterio de la monja, de la hermana y de la madre, allá está el pensamiento de Santa Rosalía de Palermo y aquí está la interpretación de la imagen de mi pensamiento, porque una de las hijas de Israel fue coronada por reina universal de todo lo creado y en ella está depositado el misterio de la Santísima Trinidad.
La mujer de hoy en día no espera la razón de un hombre sobre el cariño, es decir, la palabra demostrando a la humanidad que no es verdad que engañó la serpiente a la primera mujer, pues ella tenía un redil en la cabeza en donde hasta hoy cría miles de serpientes, y por lo tanto, ella fue la que engañó al primer hombre porque se llegó el término señalado por la Ley de la Naturaleza y que tenía que cumplirse como se cumple hasta hoy en todo el reino animal y vegetal[37].
[34] «Sofos» —‘sabios’, no sin cierta burla—. El rechazo del mito judeocristiano de la Creación muestra una gran independencia de criterio por parte de Lame, y también la fuerza de sus creencias precolombinas, a pesar de ser él mismo un fervoroso católico.
[35] Esta serie de preguntas apuntan a contradicciones reales o aparentes que llenan «la historia sagrada» del cristianismo. ¿Por qué los cristianos acudieron a la espada para defenderse, cuando Dios hubiera podido defenderlos directamente como lo hizo en los casos que narra el Antiguo Testamento? Es la contradicción entre el Providencialismo y la acción humana.
[36] Creencia muy difundida entre las clases populares de algunas regiones del país de que los cabellos de la mujer al caer en agua corriente se convierten en serpientes. En el «mundo occidental» la cabellera de la mujer se relaciona vagamente con la tentación. ¡San Pablo prohibió a las mujeres entrar a la iglesia con el cabello descubierto! Quintín refleja en este párrafo todos estos prejuicios.
[37] Quintín niega el mito bíblico de la serpiente engañadora de la mujer —que envuelve las relaciones sexuales con un manto de ilegalidad y anormalidad—, para señalar en cambio la base científica de la relación sexual: es una ley de la Naturaleza.
EL MATRIMONIO FUE SANTO porque del matrimonio nacieron los santos, del matrimonio nació el libertador de la humanidad; pero él no nació como nacemos todos los hombres; es hijo de un viejo carpintero llamado José; el hijo de este matrimonio sus padres no se preocuparon en buscar plateros para que le tallaran la cuna de oro y de cristal, ahí donde se mecieron Adriano, Trajano y Teodosio, hijos de los césares; el hijo de José se meció fue en una humilde cuna de pajas como se mecen los hijos de las aves, mecidos por los cuatro vientos de la tierra; así nacen también los hijos del matrimonio indígena sobre un puñado de paja silvestre, así nació el que escribe esta obra, legítimo hijo de Mariano Lame y Dolores Chantre; Mariano Lame, legítimo hijo de Ángel Mariano Lame; Ángel Mariano Lame, legítimo hijo de Jacobo Lame; Jacobo Lame fue el que se huyó del pueblo de Lame de la cima más alta del Tierradentro por un castigo que le anunció el gobernador de la parcialidad del pueblo de Lame por desobediencia, y este al llegar a Silvia y presentársele al cacique de esa región no se acordó del apellido, que era Estrella y Cayapú por la madre; por no haberse acordado del apellido el cacique lo llamó Jacobo Lame. Razón por la cual soy yo Manuel Quintín Lame, y que hasta hoy esos hombres no indígenas que me han mirado y me miran con el más alto desprecio, que si esas miradas fueran ametralladoras que disparan en secreto ya Quintín Lame había perdido la vida material.
En el matrimonio del blanco he visto yo pasar hechos extraordinarios, los que han servido de conocimiento a mi persona; pues en la casa del matrimonio indígena se encuentra la humildad, la paz y la tranquilidad; los hijos del matrimonio indígena viven desnudos, caminan desnudos y trabajan desnudos a la pura intemperie hasta que ellos mismos ganan dinero para poderse vestir, pero el vestido es muy distinto al del blanco.
La señorita indígena que contraiga matrimonio con el hijo de un cacique, al concebir y nacer el primer hijo de este matrimonio se verifica una fiesta, si el recién nacido es mujer vienen todas las mujeres de la comarca, y si es hombre toca a los hombres, quienes llegan con música y traen músicas distintas para regalar al recién nacido y herramientas de toda clase de trabajo material de cultivos, y recuestan al recién nacido por el término de diez minutos sobre las herramientas tendidas y arregladas sobre la tierra, y de cabecera toda la música y varias joyas de oro de regalo; en la misma forma lo hacen las mujeres con el trabajo o sobre el trabajo que espera a la recién nacida.
Cuando yo le pedí a mi padre señor Mariano Lame me mandara a la escuela me preguntó por dos veces: «¿Quiere escuela, quiere escuela?». Yo le contesté: «Sí, señor»; entonces me entregó fue un machete, una hacha, una hoz, una pala, un agüinche y una barra diciéndome: «Esta es la verdadera escuela del indio y se va con sus hermanos a cortar trigo y a derribar montaña, etcétera»; por un momento se penetró mi corazón de tristeza; pero llegó la alegría unida con el pensamiento de que debía luchar contra la orden de mi padre como está dicho en el capítulo II y III de esta obra[38].
Pues yo soy indígena, legítimamente indígena y por esto me siento orgulloso, porque por mis venas no corre todavía sangre española, gracias a mi Dios, y como indígena no he podido conocer los rediles que tiene como jardines la vieja Zoología criada por los hombres de la antigua y contemporánea civilización, pero este jardín zoológico lo conozco plenamente, jardín que está citado en los capítulos 1.º, 2.º, 3.º y 4.º de esta obra.
En el matrimonio, la matrona o señora de la casa donde se ha formado reciente hogar es una legisladora dentro del hogar y el hombre un legislador fuera del hogar, porque unidos dentro del hogar son los dioses domésticos del hogar; cuando ya viene la familia son los segundos dioses de la tierra para luchar con la crianza del recién nacido y así sucesivamente.
El celo en el matrimonio que verdaderamente es matrimonio donde luchan los dioses domésticos para establecer el reglamento interno que en momentos lloran y en momentos ríen currucutiándose como un par de palomas, la mujer con ese cariño de prudencia con el varón, o sea, su marido. La mujer que forma el verdadero hogar es el sexo piadoso porque forma dos clases de criaturas para el servicio de la humanidad y para el cielo; porque cuando su hijo comete un error llama a Dios para castigarlo y no al demonio. ¿Y cómo así? Porque varias madres con grotescas palabras insultan al niño siendo el hijo de su inocencia, el hijo de su amor, el hijo de su voluntad para reprenderlo, no pensando que estos tres elementos hicieron que ese niño se formara en sus entrañas y que mañana tiene que dar cuenta terrible ante ese juez supremo que condenó al primer hombre y a la primera mujer a que debía abandonar el huerto que cultivaban; y que mañana, mañana se llega esa hora irremediable de conocer la realidad de que he venido hablando, mañana que se le llegó al poderoso y que se fue unido con su cetro sin despedirse de su trono; el Sabio con el templado acero de su pluma sin poder conocer el Palacio de la Sabiduría que tiene la naturaleza humana, donde canta el pájaro de la inmortalidad cuando llega ese minuto donde ya no se oyó el tic tac de la máquina que mueve la armadura del hombre que es pasto ya de las aves de rapiña, pero canta esa ave, ¿y esa ave qué cosa es? Esa ave es el alma del hombre que se fue volando sobre las ramas de los jardines que cultivó por medio de las buenas obras sobre la tierra, que son la caridad, la oración, el ayuno, la confesión bien hecha y el cumplimiento de la penitencia antes de llegarse esa hora del mañana, y que no fue mañana sino inmediatamente.
Pues el hombre debe trabajar como para vivir cien años, y debe vivir como para morir ya en este momento, pues el hombre de bien se preocupa por la vida y mucho más por la muerte.
¿Y quién preparó a este hombre? Mi madre. ¡Ah, mi madre querida, que en paz descansa!
Allá está José, el carpintero que iba a denunciar a su esposa ante los jueces cuando la conoció preñada, etcétera. Allá está la pérdida de Jesús y también el hallazgo de sus padres.
Así hallarán sus hijos los padres, hijos que los abandonaron por el capricho; pero por medio de la fe esa madre encontró nuevamente a su hijo, por eso al hijo hay que criarlo con el pan en una mano y con la cáscara de toro en la otra[39], y llamar a Dios para castigarlo y no al demonio; este es el gran principio y fin de una madre que forma sus hijos cuando principian a conocer las cosas materiales.
Allá está el guerrero con su espada: quien abandonó sus batallones y sin dar la voz de alerta a sus centinelas exhaló el último suspiro. Centinelas que no tuvieron valor de decir cuando salieron del cuartel, ¡el cadáver del generalísimo guardia, el primer jefe, etcétera! Pues la muerte los asaltó y no pudieron tocar atención con seña ninguna. Allá está el rico avariento que fue uno de los mártires del demonio: ¿Y cómo es la muerte de ese rico?
Este dice al sanedrín de médicos, no me dejen morir porque tengo plata; los médicos miran unos a otros y ninguna respuesta le dan, porque también tienen que morirse, a pesar de ser médicos.
Quisiera citar la cronología de ricos avarientos que me costó verlos morir y cómo fueron sus muertes, etcétera; pero en este capítulo hoy me suspendo… Pero en otra obra lo explicaré detalladamente.
[38] Quintín fue un completo autodidacta: ¡se enseñó a sí mismo!
[39] «Cáscara de toro»: rejo para el castigo. La disciplina en el hogar indígena es rígida.
UN PENSAMIENTO QUE LUCHABA en el interior del hijo de las selvas para poderlo dar a luz, y que lo conocieran los hombres, los niños y los jóvenes que se pasean con varios libros estudiándolos donde está escrita la ciencia, pero esto es para aprender a decir lo que saben, y saber lo que van a decir; pero el hijo de las selvas dice es lo que vio y le consta, porque con un yo lo vi es la razón y la justicia conmutativa, distributiva y legal ante Dios y los hombres.
Los jóvenes no indígenas con un interés personal aprenden lo que está escrito en dichos libros sea o no sea la verdad, porque muchos escritores escriben es a su albedrío, unos por pasión y otros porque les falta el valor civil. Pues muchos historiadores faltos de criterio, se apoyan en la ciencia enemiga de la historia y que hasta hoy le hace la guerra[40]; pues es como en el bosque; la zorra a la gallina, el pez grande al pequeño, la araña a la mosca y la mujer a la mujer.
Así me ha hecho la guerra el blanco colombiano quien se ha creído el hombre único de ciencias y elevados conocimientos ante el indio Quintín Lame, mi persona; pero se equivocó ante ese rasgo que aparece sin hermosura, trazado como el filósofo que trazó las leyes del pensamiento y el astrónomo la marcha de los astros; como el poeta que canta en sus estrofas interpretando el amor del corazón humano, como el mecánico que gorgojea o perfora los metales más finos con su templado cincel y pone a caminar una máquina; pero esta máquina tiene que tener vida, vida que la hace mover por medio de tres elementos, primero la gasolina; segundo el fuego, y tercero el aceite; ¿qué diré de la vida heroica en medio de la sublime oscuridad de la ignorancia?[41]. Pero yo con un pensamiento reverente día por día he criado o renovado un sacrificio allá en el silencio para cumplir un ideal a la gratitud de mis hermanos indígenas que ignoran; quienes deberán conocer mi sencillez y humildad teñida con sangre y bañándose dicha sangre en lágrimas cada momento, cada día de mi vida; porque una calumnia hecha por los hombres no indígenas, yo la contesto con una sonrisa como la madre que vuelve por sus hijos con su semblante de cariño, semblante y sonrisa que baña la maldad y desprecio de sus hijos. Así pues he llegado lentamente a contemplar en medio de dicha oscuridad lo que debe ser mañana el hombre indígena quien tiene derecho a manejar todos los destinos de la humanidad, porque donde tiene la cabeza el blanco la tiene el indio, y así sucesivamente toda la armadura; pues el hombre se humilla es ante el motivo, y no ante un hombre, porque tiene el rostro blanco.
En autos consta el procedimiento que obraron los jueces contra mí en el distrito de Popayán, de haberme mantenido un año incomunicado dentro de un calabozo fuera de la cárcel de procesados o detenidos de la ciudad de Popayán, prohibiéndome me entraran un pedazo de papel envuelto en un dulce, mucho menos un libro; pero esa imagen de que he venido hablando desde el principio de esta obra, hará interpretar mejor a los indios que todavía duermen dentro de la cuna de la ignorancia como una rata para morirse de hambre dentro de un hoyo, pero al estudiar esta obra con atención y cariño oirán esa campanada, como la campanada de las ocho de la noche cuando uno está preso en una cárcel; como cuando llega un amigo a visitarlo.
Dentro de ese calabozo divorciaron mi ciencia los aristócratas payaneses, pero no eran astutos como el preso, porque el preso después de que quedó cohibido con un centinela de vista llegaba a visitarme un hombre llamado el bien, este me entraba y me sacaba comunicaciones semanalmente para distintas partes y en distintas formas.
La ley del fatalismo, la ley del orgullo, la ley de la envidia, la ley de la mentira, la ley del odio, la ley de la calumnia, la ley de la soberbia, la ley de la amenaza, la ley del cohecho y superchería cayeron contra mí y sobre mí, pero no triunfaron, cayeron como una bandada de aves de rapiña a tragarse el perro muerto, pero era un león en la jaula de acero; aun cuando los siete vicios dieron con ímpetu contra las siete virtudes del preso Quintín Lame no pudieron ni siquiera repelerlas, porque el soplo no pudo penetrar dentro de la jaula de acero, las aves negras parecían ratas negras, las que les faltó valor para perseguir a ese indio lobo que se había transformado en una ave polar, y que navegaba y dormía en medio de las blancas espumas de la mar, como navega hasta hoy conociendo los espíritus o dioses de los mares y todos sus elementos poderosos; los que no han podido combatir ni combatirán a los hombres de fe muy alta, porque Dios es infinito y su misericordia es más profunda que los mares, más profunda que los infiernos, más inmensa que los cielos, más bella que el paraíso de las cortes celestiales, es más bella que el paraíso de los predestinados del Señor; sólo es sin igual el palacio donde estaba reclinado el cordero que debía ser sacrificado en la cruz para defender la humanidad; cordero que fue tentado por el demonio, cordero que vino a borrar los pecados del viejo Adán, es decir, el error; como también la hija de Joaquín y Ana que debía pagar el capricho de la vieja Eva tomando la corona de espinas de dicho cordero al pie de la cruz como madre, por lo tanto, las puertas del infierno no han prevalecido ni prevalecerán ante la misericordia de Dios; por lo tanto, no ha prevalecido ese mar de calumnias que deseó ahogar al indiecito que escribe estos pensamientos, haciéndole arrastrar una cadena de gruesos eslabones y una barra de grillos de veintiocho libras y un par de esposas que aseguraban mis manos atrás en el exterior del cuerpo, botado en el suelo como un cerdo para sacrificarlo; esto fue en el cuartel de la policía de Popayán, órdenes que recibía de la Gobernación el valiente Leonardo Ramírez[42] antes de ser llevado al calabozo a encerrarme incomunicado, episodio que fue ejecutado el 12 de mayo de 1915, porque el 9 fui capturado en el puente del río de El Cofre por una traición que la pagó el Gobierno Conservador en la suma de cuatrocientos pesos; moneda que le sirvió a Judas Iscariote para comprar un cuño de hacer monedas de oro, y así como él me vendió a mí, así también hubo quien lo vendiera a él, y lo cogió la justicia infraganti, porque quien a cuchillo mata a cuchillo muere; el hombre con el juicio que juzga es juzgado, y con el decámetro que mide será medido. Palabras del Espíritu Santo.
Los hombres civiles que ocuparon el nombre de personas jurídicas; los hombres que se consagraron a defender con su autoridad la casa de Dios pocos y ningunos son los que cumplen como testigos mediatos el mandato de ese cordero que fue sacrificado en la cruz, cordero ya antes citado; porque varios sacerdotes odian al indígena y acatan al blanco, sin tener en cuenta que el sacerdote es el redil que encierra las ovejas por medio de ese cariño, de esa bondad, que les enseñó Dios a los apóstoles cuando junto con ellos subió al Monte a adoctrinarlos, diciéndoles: «Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos», pero él no dijo: «Bienaventurados los ricos, los blancos, los jurisconsultos, inteligentes, etcétera»; él enseñó fue la paz y la concordia entre los hombres, pero los de buena voluntad.
Acordémonos de aquella voz que se oyó en las alturas cuando nació ese cordero que iba a ser inmolado en la cruz para redención de todo el mundo, «bendito sea el que viene en nombre del Señor, y que trae la paz a la tierra», pero a los hombres de buena voluntad; pero esa buena voluntad no se encuentra en todos los sacerdotes, ilustrísimo señor obispo del Tolima, ilustrísimo señor arzobispo primado de Colombia y su santidad Pío XII. ¿Me lo preguntáis por qué?
Pues este es el pensamiento del asno montés, morador de la montaña, el que logró subirse en el cedro del Líbano, allá sobre su copa altanera para divisar el majestuoso genio de las selvas de que hablé en el capítulo I, II, III y IV DEL LIBRO 1.º de esta obra.
Cedro que corona la majestad de la inmensidad de las selvas colombianas, las que están mecidas por los cuatro vientos de la tierra, y esa copa altanera ya mecida por los cuatro vientos del cielo, la que desde ahí saluda a ese poderoso mecánico que construyó el reloj que vuela sobre nuestra corona y que legisló y sancionó las leyes de la Naturaleza; pero son leyes incomprensibles para muchos hombres porque ella tiene depósitos de fenómenos desconocidos a los conocidos por el hombre.
Allá está el templo del dios de los ríos; allá están los templos de los dioses y sus milagros de mis antepasados; allá están los Evangelios de los sacerdotes de mis antepasados que predicaron a las muchedumbres indígenas trescientos años antes del 12 de octubre, etcétera.
Ese hombre llamado Jesús que es la segunda persona de la santísima Trinidad, que es el hombre que constituyó el bien, porque fue el maestro espiritual quien llamó a todos los niños, curó los enfermos, dio vida a los muertos, dio de comer al hambriento, de beber al sediento y dijo pertotanotum laboratum, en su idioma «guarda los mandamientos cristianos»; hombres de Cristo, etcétera, etcétera. Muchos sacerdotes bautizan primero el hijo del blanco y muy después el hijo del indio. Quisiera citar los lugares y los R. R. Padres, pero me reservo para el mañana, padres que dicen: «Soy de la Compañía de Jesús», pero es de palabra…
Yo no acuso a todo el sacerdocio colombiano sino únicamente a varios débiles porque somos hijos de mujer; y esta debilidad ha sido y es la causa de que el error Dios le puso asiento en el cerebro del primer hombre, y ahí permanece y permanecerá hasta el día que comparezcamos unidos al valle de Tofafar, tribunal donde será separada la oveja de la cabra.
[40] Quintín denuncia el falso conocimiento que pasa por «ciencia», y que encubre la realidad: «la ciencia enemiga de la historia».
[41] Quintín fundó escuelas y aconsejó a los indígenas estudiar. Pero nunca los menospreció por su ignorancia, pues sabía que esta es impuesta por la civilización «blanca». Más que la ignorancia a Quintín le impresiona la inteligencia indígena, y admira su «vida heroica».
[42] Leonardo Ramírez, apodado Cacanegra, fue el comisario de Policía que capturó a Lame —¿en 1917?— valiéndose de una traición, y lo trajo a Popayán amarrado a la cola de un macho.
ESE MANÁ DEL BUEN CRISTIANO, es decir, del hombre de Cristo, el que está ofrecido a su santo servicio; como los antiguos cristianos quemaban semovientes de ganado mayor y menor para aplacar la cólera divina, etcétera, etcétera.
Pero hoy el libertador de la humanidad, aquel que por medio del martirio, es decir, pasión y muerte libertó al inocente Abel, y así sucesivamente a todos los justos que habían muerto en gracia de Dios, en la primera edad de piedra.
Este pensamiento de filosofía debía yo remontarlo, profundizarlo y extenderlo, pero no es el caso todavía, pues debo dejar correr las nieblas de bosque en bosque, debo dejar mi lana enredada en las espinas del zarzal, donde cada uno de los hombres que pasamos por la pradera del valle dejamos alguna cosa cada cual, la oveja su blanca lana y el hombre su virtud.
Los anales de mi pensamiento o pensamientos no se remontan a mayores alturas como esa nube que cubre la pradera y permanece algunos momentos también en el bosque; como esa águila que sacude su áspero plumaje y lo peina preparándose para remontarse en los espacios; así permanece hoy el pensamiento del educado en las selvas mirando esos polluelos de mis pensamientos que muy pronto cruzarán como un concierto de palomas que cucurrutiarán allá en ese jardín que tiene la ciencia de la civilización.
Digo el maná espiritual, porque de esa sementera disfrutó Noé y su familia durante el tiempo que vivió navegando sobre las aguas que se tragaron la humanidad, porque era buen cristiano.
Y qué diré del pensamiento de Moisés, caudillo del pueblo de Israel; qué diré del pensamiento de Nabucodonosor cuando ató a tres jóvenes porque no quisieron adorar la estatua; qué diré del profeta cuando fue arrojado al redil de los leones; así por así, he caído yo desde mi tierna juventud en el redil de los técnicos de la envidia, de la usura y del sofisma, técnicos enemigos acérrimos del indio Quintín Lame, mi persona, y que no han podido combatirme y humillarme hasta hoy, como humillaron a otros indios según la historia, pero yo busqué la nave de Noé.
Pues los anales de todas mis campañas contra dichos técnicos de la usura y del sofisma contra mí se han estrellado en esa muralla vencedora y convencedora de María concebida sin pecado, pues este es el maná espiritual del cristianismo; porque María concebida sin pecado es el santuario donde está colocado el misterio de la santísima Trinidad, y ella me indicó regalándome dos rosas, es decir, dos flores distintas para que formara una corona de rosas; una para la vida y otra para la muerte; la de la vida estaba engalanada de la fe, una fe viva y muy alta; fe que me enseñó la prehistoria de mis antepasados cuando elevaban himnos al dios sol en la forma que elevaron sus holocaustos los cristianos antes de Jesucristo al dios Jehová; ese dios sol de que apenas se asoman los historiadores hoy, y que dicen hablando sobre «el Salto de Tequendama del Bochica[43]».
Ahora les pregunto yo, ¿cómo y para qué el Bochica? Pues todo es composición de los pensadores; pues la redención se verificó en otra forma, es decir, la redención sobre «el Salto de Tequendama»; de donde descendió el dios Bochica. ¿Y este era hijo de mujer? ¿Y no sería hijo del dios de los ríos?
No quiero dejar conocimiento a la ciencia española sobre el dominio de las aguas, cómo, por qué y para qué, porque mis enemigos no indígenas han sido y son muy traicioneros y me odian de muerte.
La flor de la muerte es la realidad del hombre en momento de exhalar el último suspiro en que conoce la luz de la inmortalidad, luz que hace mirar las buenas obras, la fe y la caridad para coger o tomar el camino de la eternidad; camino que abrió Jesucristo, y todos los hombres cristianos viviremos largo tiempo sobre esa tierra prometida si hemos servido y amado a esos segundos dioses que fueron nuestros padres y de ahí al dios infinito de la misericordia vive mucho tiempo y es el hombre, y mientras es el hombre nunca deja de ser hombre.
El maná espiritual del hombre es la hostia santa que se eleva al pie de los altares en el momento de que se celebra el santo sacrificio de la misa y que tengamos parte en la forma que tuvieron parte los apóstoles en la última cena, y que el maestro les dijo, tomad y comed este es mi cuerpo; tomad y bebed esta es mi sangre; todo el que come de este pan y bebe de esta sangre vivirá eternamente.
La aspiración del hombre no es solo en amontonar riquezas para el tiempo sino para engalanar esa corona de la inmortalidad que es la fe acompañada de las buenas obras; es lo mismo que la ciencia que no está acompañada de la fe, perece en medio de las garras del error.
Adelante, o sea, en el libro 2.º de esta obra dije que Ollo era la imagen de mi pensamiento, porque esta fue la imagen del pensamiento de mis antepasados soberanos quienes elevaron holocaustos al dios sol y este dios les conseguía todo, todo. Otros tenían fe en el dios de los ríos, y otros en el dios de la luna, etcétera; de estos dioses el milagroso fue el dios sol quien sobrepujó por en medio de todos mandando a un hombre para que redimiera las aguas. ¿Y esto cómo? Pues el dios de las aguas se había apoderado de un sinnúmero de habitaciones y cultivos.
Ahora les pregunto yo a los historiadores, ¿cómo y por qué pasaron estos hechos?
Pues todos sus pensamientos están escondidos o equivocados allá en el cementerio de la prehistoria de toda mi raza guananí antes del 12 de octubre.
Pues la imagen de mi pensamiento se transformó por medio de un sueño misterioso debajo de las selvas de la ignorancia y de mi analfabetismo cuando saludaba diciendo: «auchingá»; y no era auchingá sino «buenos días»; cuando me despedía de mi abuelo: «cuscachí», y no era cuscachí[44] sino «hasta mañana»; pues se transformó mi lenguaje como se transformaron mis pensamientos los que hoy están transformados en ideas, no por lenguaje castizo ni estudiado en ninguna escuela primaria ni tampoco en ningún colegio donde han estudiado tantos años mis enemigos no indígenas.
[43] Aquí se observa otra vez la confusión de mitos telúricos con mitos cristianos. Véase atrás, nota 34.
[44] Vocablos de la lengua paez, hablada hoy día por unos 80.000 indígenas en el Cauca.
¿QUIÉN SERÁ O PUEDE SER el amigo del hombre?
La historia de la filosofía dice que el amigo del hombre es el corazón del hombre, pero no puede ser.
¿Por qué? Pues es verdad que es buen amigo, pero hay días que ese buen amigo se encuentra enmascarado; lo único es que ese buen amigo envejece.
La historia universal de mi conocimiento civil me dice que el buen amigo del hombre es el dólar y una buena inteligencia, porque con estos dos elementos el hombre se encuentra feliz en toda tierra, en todas las ciudades y en todos los habitados campos por donde cruce o pase el hombre en el estado de juventud. Pero con una memoria precoz o feliz, porque oye el murmullo de las aguas, el canto armonioso que tiene toda la naturaleza humana sobre el mundo material.
¿Y qué diré sobre esa naturaleza del mundo espiritual? De esa naturaleza nada dijo Moisés cuando volvió a este mundo; nada dijo el buey mudo cuando terminó sus mugidos; de esa naturaleza nada han dicho los poetas de la Eucaristía; esa naturaleza la dio a conocer fue el que nació en el portal de Belén; porque no es sino saber interpretar los misterios de la encarnación, vida, pasión y muerte, de aquel que murió en medio de dos ladrones odiado por el pueblo y condenado por el César y el gobernador romano.
Otros dicen que el amigo del hombre es el perro, otros dicen que el amigo del hombre es el que va a visitarlo cuando está enfermo y cuando está encarcelado; otros dicen que el amigo del hombre es la madre del hombre; otros dicen que el amigo del hombre es una buena esposa, etcétera.
¿A cuál de estos fenómenos podrá la recta razón hacer blanco o hincapié?
Pues muy bien; ¿qué diré cuando uno cae prisionero lejos de su habitación, donde el único que sabe es Dios y no sus amigos, sus vecinos, su esposa ni su madre? El verdadero amigo es el dólar en su bolsillo y una buena inteligencia, la que no le deja caer al hombre en las garras del error, y aun cuando lo acusen, Dios y su buena inteligencia lo libran, porque Dios es el juez supremo de todos los jueces de la tierra, y por encima de Dios no hay nadie. «Dijo el Espíritu Santo al hombre, Dios sobre todas las cosas, y el hombre con la vara que mide será medido y con el juicio que juzga será juzgado».
Es verdad que cuando uno cae prisionero cerca de su residencia o en el distrito de su residencia es visitado, y también lo visitan los abogados ofreciéndole hacerle dar la libertad por un puñado de dinero, etcétera.
Debo ir al fondo de las cosas; en la forma ya antes dicha sobre el amigo real, pues la realidad del hombre no existe en este mundo porque todo es pasajero, y es con ligero viento que la flor sacude y queda para el hombre el hielo y la soledad, en los brazos de estos dos fenómenos queda el hombre recostado durmiendo eternamente.
Pues en el corazón de la humanidad no hay realidad, la madre abandona a su hijo, la esposa abandona a su marido, la novia a su novio, la comadre a su compadre, la hermana a su hermano, y el perro de la casa cuando uno vuelve lo muerde, a pesar de haber sido el compañero que día y noche había caminado y comido con uno, etcétera.
Qué diré de la cronología de los jueces los que tomaron interés para juzgarme con amenazas, supercherías, engaños, etcétera. Y qué diré del honorable Tribunal Superior de Justicia de Popayán en los años de 1901 a 1922. Qué diré del Rebollero Joaquín en su carácter de fiscal quien permaneció en ese honorable Tribunal hasta su fin.
En otra obra copiaré las vistas de dicho Rebollero Joaquín, lo mismo que las sentencias o resoluciones del Tribunal en defensa del indiecito, apartándome de la vista del doctor José Hilario Cuéllar quien está citado en el libro 1.º de esta obra.
Y no es que se vaya a decir que yo tengo la costumbre de acusar a las personas jurídicas llamadas a aplicar la ley en cada caso, en cada negocio, caso o negocios, que están deslindados por la ley y que han sido y son el pensamiento de nuestro legislador convertido en idea como pasó en el año de 1923 con la resolución que dictó el doctor Sofonía Yacú, representante en la Cámara Baja, como comisión investigadora que fue nombrado por la presidencia de la Cámara en atención a un denuncio que presenté contra la mala administración de justicia sobre el crimen que cometió en altas horas de la noche el 12 de marzo de 1922 el señor Ricardo Perdomo C., unido con el comandante de la Policía, señor Luis Solano, en el distrito de Neiva, departamento del Huila, asesinando cobarde y villanamente a tres indígenas indefensos quienes estaban durmiendo en su habitación, y que ya está citado en el capítulo VIII del libro 1.º de esta obra; pero aquí, como en otra obra que escriba el indiecito descorriendo con mis pensamientos ese pergamino construido de sofismas, paralogismos o silogismos, los que pretenden o pretendieron los civilizados españoles Ricardo Perdomo C., Luis Solano y el investigador del sofisma o sofismas, paralogismo o silogismo, doctor Luis Ignacio Andrade en su carácter de secretario de Gobierno del Huila.
¿Y qué diré de los jueces? Municipal de Circuito, inspector de Policía, etcétera. Ahora qué diré de esa corte malvada, es decir, del Tribunal de Neiva; ha rayado la Naturaleza con su pluma inequívoca la aurora del destino y ministerio de mi raza; como dijo Sinviora antes de llegarse el 12 de octubre de 1492 que, quedaría la raza indígena y sus riquezas en poder de Guagás, que dice blanco, porque Dios tarda pero no olvida.
Al presentar Sofonías Yacú su informe a la Cámara y Presidencia sobre el crimen de Los Limpios tronó el doctor Luis Ignacio Andrade en la Cámara; pero el doctor Yacú defendió su proyecto; el doctor Luis Ignacio Andrade autor del pergamino ya citado antes, después me dijo en su alcoba en Bogotá cuando ya no era nada el conservatismo: que él había tomado todo interés en ayudarme a la defensa lo cual era y es un sofisma, porque así ha sido engañada la raza indígena desde el 12 de octubre de 1492 hasta hoy en distintos lugares, los que eran habitados por mis antepasados indígenas sobre la tierra guananí.
La prehistoria me ha señalado dónde están esos cementerios que el planeta guananí tiene en su vientre ocultos, y que hasta hoy la civilización española no ha podido descubrirlos; como tampoco ha podido descubrir esos grandes tesoros de oro tallado que también están depositados en el vientre de dicho planeta guananí; y varios tesoros de oro están resguardados por poderosos arroyos de agua porque sus dueños eran devotos del dios de los ríos, y los que están depositados propiamente dentro del planeta eran los devotos del sol. ¿Y qué diré de los devotos de la luna?… Esos tres planetas son los únicos testigos y dueños del tesoro o tesoros de mis antepasados, tesoro en extraordinario depósito y tallado con extraordinaria belleza; pues ahí se encuentran retratados los monarcas indígenas en oro macizo rodeados de fetiches de oro tallado, y que hasta hoy todavía un civilizado español no ha podido descubrir su depósito, motivo al egoísmo y la envidia, veneno que hace ocultar de la vista de la civilización dichos depósitos.
¡Hermanos indígenas! ¡No te vais a creer en el amigo blanco o mestizo!
En medio de esa raza no hay amigos materiales en favor de nosotros los indios, el blanco reconoce al indio como amigo es cuando se humilla y está a órdenes de él. Qué diré de algunos sacerdotes que odiaron las campañas del indio Quintín Lame en el Cauca, Valle del Cauca, Huila, Tolima, etcétera.
En otra obra separada diré el hecho y la verdad de las cosas que ocurrieron en cada departamento, si Dios me da la vida.
El indio colombiano es la flor del desprecio del blanco que llegó el 12 de octubre de España, es el odio satánico cuando alega su derecho y no se deja robar, no se deja engañar, no se deja hurtar su propiedad y defiende los suyos, les da lecciones de hecho y de derecho para el presente y el futuro.
Cuando el indio tiene semovientes de ganado mayor y menor, finca de cafetal, trigal, etcétera, le dice: «Sois mi amigo, mi compañero»; pero cuando el indio vive del trabajo diario nadie lo voltea a mirar, el blanco mira a este pobre infeliz como a un perro podrido en la calle, se tapa las narices y dice: «Esos indios hieden a diablos». Pero si esos blancos saben que el indio tiene de qué vivir, entonces el indio ya no hiede a diablo, lo llaman con sonrisa burlona para ofrecerle un miserable tabaco o cigarrillo.
Aquí tenéis, hermanos indígenas, el espejo que nunca se enveta, porque lo dicho es la verdad, y nada más que la verdad.
¿Ahora qué diré de la política? Señores indígenas, es el elemento que cada día nos entierra en ese cementerio de las ruinas de tristeza y de dolor. Mis intenciones son de todo corazón proteger al futuro que duerme todavía en la ignorancia y que mañana le sirva esta obra de microscopio para hacerle frente al enemigo de nosotros los indígenas y que conozcamos la pradera de nuestros grandes destinos y no corramos como mujeres enamoradas abandonando el cariño de sus padres, etcétera, etcétera; y que busquemos la gran sociedad del estado de la civilización, porque nosotros los indios tenemos más memoria, y se nos presenta la inspiración más ligera que el relámpago que rompe el negro manto de la oscuridad de la noche. El indio se pasea mejor y más rápido que la abeja en todas las flores del jardín de las ciencias, etcétera[45].
Así es, señores indígenas, que la política es como las aves de rapiña cuando tienen banquete, porque el que menos truena con la palabra, con la pluma, etcétera, ofreciendo al ignorante campesino indígena lo que no tiene, inventando como el enamorado engaña con palabras dulces a su enamorada, hasta el momento en que queda satisfecho, etcétera, y la mujer ya no es señorita, ya no es dama, ya todo mundo la desprecia; así por así, son los días de política para el pobre campesino indígena que baja a las urnas para que más tarde esos representantes no se acuerden de las promesas al pobre indígena.
Los unos dicen que como conservadores hay que ir a defender la Iglesia y la religión, mentiras, la Iglesia está defendida por Dios; la Iglesia cae en manos de sus enemigos es por la poca fe y el desorden de sus hijos como cayeron en el antiguo tiempo las tablas de la ley que estaban dentro del arca en manos de los enemigos, pero fue un castigo que Dios mandó motivo al desorden.
Es el año 1930, unos sacerdotes se disputaban la política; unos decían que había que votar por el doctor Guillermo Valencia y otros que por Vásquez Cobo, hubo obispos valencistas y otros vásquezcobistas, porque era que se llegaba el momento que se confundía la inteligencia de los hombres semejándose a la torre de confusión del antiguo tiempo.
[45] Se percibe en estos párrafos el propósito «concientizador» de Quintín: su intención es la de abrir los ojos a los indígenas sobre su verdadero y permanente enemigo —el blanco, principalmente el blanco rico—, y sobre los métodos e instrumentos que este utiliza para esclavizar y destruir al campesino-indígena. Se propone también llevar a sus hermanos de raza a apreciar plenamente su propio valor, como realidad consumada, y como potencialidad futura «que duerme todavía en la ignorancia». Uno de los instrumentos de destrucción que señala Quintín es la política, o más bien, los politiqueros. En ellos Quintín ve, sobre todo: a) un poder seductor que con halagos y promesas arrastra a sus víctimas, —los indígenas ingenuos—, a buscar «la gran sociedad del estado de la civilización», y b) un camino que conduce a la deshonra, como la virgen que abandona sus padres por el galán que la seduce y la abandona. En cambio, Quintín exhorta a sus hermanos a conocer «la pradera de nuestros grandes destinos».
EL HOMBRE TIENE DOS ESPÍRITUS porque tiene dos almas, un alma humana y dentro del alma humana vive otra alma llamada «el alma espiritual del hombre, que es el alma para Dios».
El alma humana se conoce; pero el alma espiritual es invisible y nadie la conoce. Mi pequeña psicología es muy pequeña porque la aprendí o la interpreté fue cuando contemplaba las praderas que forman los valles de la civilización.
¿Y cómo así? Mirando los rayos del sol, que a las cinco y media de la mañana anuncian en un lugar llamado el Oriente su venida con extraordinaria belleza tiñendo las nubes y al mismo infinito con una púrpura celeste que consuela al caminante que conduce su cuerpo a la cuita y la faena del día; momentos en que se prepara ese coro universal de cantos armoniosos que tiene la Naturaleza para estallar cada uno de esos cantos sus estrofas especiales[46]; yo contemplando esas praderas, como Jesucristo contempló la ciudad de Jerusalén donde iba a morir juzgado injustamente por la corte malvada; pero Jesucristo era el hombre divino, el hombre inmortal que tenía su imperio allá en esa desconocida inmortalidad para nosotros; pero él enseñó al hombre a pensar para pensar; él adivinó el pensamiento de todos los hombres que formaban su colegio, el pensamiento del presente y del mañana; le dijo a sus hombres: «Mañana unos me venderán y otros me negarán, etcétera», aquí dio a comprender que no existe realidad en el corazón del hombre; pues yo quisiera formar un pensamiento contra Lutero, contra Calvino y contra Vicente Arenas el estafador, sacerdotes soldados de la Iglesia que los derrotó la debilidad y el vicio, fenómenos que tienen allá en su mesa de placeres la cronología de Lutero, Calvino, Arenas y muchos otros, que por ahora no los cito.
El alma humana es la que construye el palacio del alma de la felicidad, del alma inmortal cuando salga. ¿Y cómo sale? Sale como sale la espada del guerrero de la vaina, etcétera, y esa vaina es el alma humana; pero si ese guerrero ha dejado oxidar la espada, que al presentarla al Estado mayor, la presenta manchada, no es reputado como buen guerrero, así es el alma espiritual del hombre, que manchada no puede presentarse ante el tribunal de la justicia divina.
Allá está la historia del cultivador Isidro y muchos otros cultivadores quienes gozan hoy de su humildad allá en ese palacio de la inmortalidad; palacio que fue construido, ¿y cuándo? No podemos saber; porque antes de la creación de la materia prima, Dios existía; pero en sí mismo, y que Dios es el arquitecto del Palacio de la Inmortalidad y también de la Sabiduría, porque la sabiduría no es para todos; pues la sabiduría fue únicamente para Salomón; pero se le huyó por el motivo de los placeres de la carne, etcétera.
Se levantaron genios, ingenios, etcétera, después de Salomón, pero no sabios y hasta hoy la imagen de los vientos, la imagen de los días y de los años han enmudecido sobre la cronología de un segundo sabio.
La historia universal de la filosofía cristiana no habla sino de hombres que se han paseado contemplando los jardines de las ciencias; jardines que fueron sembrados por otros hombres que duermen tendidos allá en un rincón del mundo y abandonados de los amigos, de los placeres y las riquezas de este mundo.
En la misma forma duermen los autores de la filosofía anticristiana, a pesar de ser el nacimiento de esta ciencia anterior.
Pues el indio Quintín Lame, mi persona, no ha conocido los caminos que conoció San Agustín, porque este fue educado en la gran metrópoli de África, Cartago; allá está Virgilio el marón; allá está el buey mudo, que su sombra ocupa y preocupa a muchos aficionados donde dio el último mugido, para descender a gozar el palacio de que tanto he hecho mención de la inmortalidad; pero estos tres hombres fueron educados por maestros; pero el indiecito no ha gozado o conocido esos principios de conocimientos o educación; pero la Naturaleza me educó debajo de sus sombras, de sus calores y sus hielos; ella me mostró ahí debajo de dichas sombras el idilio de la poesía; también me mostró sus tres reinos: mineral, animal y vegetal; ella me enseñó a pensar, para pensar, ella me indicó dónde estaba mi escritorio en el desierto y que me fue entregado por la soledad.
¿Quién es la soledad? Es una señorita que acompaña a la Naturaleza y que ambas tomaron la llave para abrir el misterio donde debía penetrar el indio que ha sido odiado, calumniado, encadenado, encarcelado, ultrajado de palabra y obra por los descendientes de los españoles que llegaron el 12 de octubre de 1492 a ocupar este suelo en busca de fortuna, porque no fue a civilizar al pueblo indígena que vivía en tierra guananí sino a robarle todas sus riquezas y que permanezca debajo de sus botas, y aun cuando le duela no se queje sino que marche como el cordero al redil del matadero; por esta razón, los blancos y mestizos me odian a mí de muerte pero no han podido hacerme subir ni a la primera grada del cadalso, gracias a mi Dios, y que ese supremo dios a quien le agradezco es la Naturaleza Divina de donde depende la naturaleza humana quien promulgó y sancionó las leyes que rige dicha naturaleza que los teólogos más afamados de la edad antigua, la media y la contemporánea, no ha podido adivinar o interpretar sus campos, como también estudiar ese grandioso libro que no es de oro, ni de ninguno de los metales del mundo es construida su pasta que lo forma, y que en su mote dice: «El libro del mundo, etcétera».
Aquí tenéis, señores, el pensamiento del que se educó debajo de las sombras de que hablé antes.
Salomón el sabio fue el único que conoció ese libro, pero en sus Salmos no dijo nada, ni en sus pensamientos, ni en sus obras. Salomón pensó en escribir un libro llamado La radiola, el que debía tratar de los tres reinos que forman la naturaleza humana de que tanto ha pensado el indiecito en esta obra; pero desgraciadamente lo asaltó el cariño de una mujer que le regaló carros de perfumes. Si a un sabio lo asaltó y lo arrastró el error, ¿qué será a un analfabeto indígena que nadie le enseñó ni siquiera la letra O por lo redonda? Pero esa fe de que hablo aquí en el pensamiento de la inmortalidad, me ha hecho conocer algunos principios muy grandes, muy profundos y muy elevados, los que todavía no están convertidos en ideas, sino en pensamientos, y son los que dejo escritos en esta obra.
[46] Este párrafo es una especie de canto al sol. En el manuscrito original Quintín había escrito… «¡Momentos en que se prepara ese coro universal de cantos armoniosos que tiene la naturaleza para los devotos del sol!». Pero luego tachó «para los devotos del sol», y continuó con la referencia a Jesucristo que sigue en el texto transcrito. Se observa una vez más el sincretismo religioso y cultural en la mente de Quintín.
¿CÓMO EN LA OSCURIDAD? Pues en medio de la ineptitud, del analfabetismo o salvajismo de asno montés o del indio que saludaba: «auchingá», buenos días; «acuchimiyú», camine; «guachimiyú», corra; «cuscachí», adiós o hasta mañana, etcétera, etcétera: dialecto de los indios paez de la Cordillera Central denominada con el nombre Tierradentro.
¿Y por qué paeces? Porque del medio de esa inmensidad de cordillera nace un caudaloso río, llamado el río Páez, que por hoy no desarrolló su principio ni tampoco su cronología, ni tampoco la cronología de mis soberanos, ni tampoco la cronología de los sabios que hubo antes del 12 de octubre de 1492, etcétera, etcétera.
Esa fuente, la que con una lentitud ella misma construyó el cauce para regar los rosales que han sido tronchados sus tallos por la envidia de la civilización española, la que llegó el 12 de octubre ya antes citado; pero todos esos puñados de hombres civilizados no indígenas están hoy enterrados en medio de sus capas mordiéndose los labios, etcétera.
Esa fuente que nació en la oscuridad rompiendo la piedra sardónica, cerca y muy cerca a la pagoda del indio que estudiaba el espíritu del Libro de la Vida del hombre dentro del jardín de las ciencias; la fuente no era brotada por la naturaleza humana, sino por el misterio de la Naturaleza Divina; Naturaleza que me ha dado la vida hasta hoy; muchos hombres han deseado mi muerte, han intentado contra mi vida; han buscado la diosa hechicera, y hoy están encorvados y tendidos allá en un subterráneo; otros me robaron todos mis bienes y otros me quemaron a puerta cerrada mis habitaciones, otros me hurtaron todos mis cultivos fuera de la ley y la justicia; las autoridades municipales de Ortega me negaron la razón violando la ley, la carta fundamental de derecho con el fin de encarcelar la justicia para que no fuera conmutativa, distributiva y legal en mi favor. En Ortega se me ha mirado y se me mira como una fiera, porque no dejo robar ni engañar a mis hermanos indígenas que viven dentro de los terrenos o Resguardos nacionales, pues Ortega es la cueva de los hombres cohechadores, engañadores y perjuros.
Señores, pregúntamelo, ¿por qué?
La historia que ha sido y es el depósito de las acciones, contestará.
La sombra misteriosa de Jehová se convirtió en rayo de luz, para mostrarme la fuente que había roto o perforado el corazón de dicha piedra sardónica, haciéndome comprender que ya no existía el salvajismo, la ineptitud y que ya no era el asno montés, sino el indio aficionado que debía conocer los destinos humanos que encierran el misterio de la vida del hombre; pero es el pensamiento de un montañés, quien se inspiró en la montaña, se educó en la montaña y aprendió a pensar, para pensar en la montaña; como también se profundizó en el bosque y después se elevó sobre la copa altanera del cedro del Líbano para extender los pensamientos sobre las praderas de la civilización, los que aparecen en esta obra cojeando, pero llegarán a sorprender la historia universal, porque ningún ignorante de que han hablado los hombres que se educaron en la antigüedad, en la Edad Media y en la contemporánea, todos hablan de sus claustros de educación; por esta razón, yo también debo hablar como lo hago de los claustros donde me educó la Naturaleza; ese colegio de mi educación[47].
El primer libro fue el ver cruzar los cuatro vientos de la tierra;
El segundo fue el contemplar la mansión de los cuatro vientos del cielo;
El tercero, fue el ver nacer la estrella solar en el Oriente y verla morir en el ocaso y que así moría el hombre nacido de mujer;
El cuarto libro, contemplar la sonrisa de todos los jardines que sembrados y cultivados por esa señorita que viste de traje azul, y que se corona ella misma de flores y se perfuma en su tocador interminable, etcétera, etcétera;
El quinto libro, el coro interminable de cantos;
El sexto libro, ese bello jardín de la zoología montés;
El séptimo libro, oír atentamente esa charla que forman los arroyos de agua en el bosque, lo que me parecía un concierto de niños que van de embeleso en embeleso[48];
El octavo libro, el idilio;
El noveno libro, el verdadero Libro de los Amores, porque no es el secretario de los amantes, etcétera;
El décimo libro, estudiar ese libro del reglamento armónico que tiene esa señorita, con el nombre de «la Naturaleza», en el palacio de sus tres reinos;
El undécimo libro, de la agricultura y quienes son los dueños de esa agricultura, es decir, los consumidores, etcétera;
El duodécimo, el libro de la ganadería montés;
El decimotercero, el libro de la higiene;
El decimocuarto, la Metafísica, razones supremas del mundo que se encuentra en este libro;
El decimoquinto, la Ontología, la que señala o investiga el ser en general y sus atributos inmediatos, etcétera.
¿Y qué diré de ese libro llamado la Lógica, que fue la llave de mi conocimiento?
Allá debajo de la sombra de viejos robles y elevados cedros del Líbano que coronaban con sus altaneras copas, así me coroné yo entre los míos al paso de 447 años de ineptitud o analfabetismo, es decir, desde el 12 de octubre, etcétera.
Señores, ¿y estos quince libros quién me los podría dar a conocer? Voy a revelarles, etcétera, todos estos libros nacen de la Teodicea, es decir: es el origen o fuente de donde nacen; que estos libros fueron mi consuelo y mañana serán las virtudes en el paraíso de las bienaventuranzas. Ese idilio que cité antes no es el de los poetas que adivinaron el corazón humano, sino que es el idilio de los cantos del alma espiritual, etcétera; esos cantos que con tanta melodía los oyó en el cielo y los escribió Isaías, etcétera, etcétera.
[47] Antes de terminar su libro, Quintín presenta sus credenciales «académicas»: el programa de estudios que ha seguido bajo la dirección de la naturaleza.
[48] Al hablar de la naturaleza sus palabras se hacen poéticas y sublimes.
¿Y CUÁLES SON ESAS TRES mansiones? Pues son tres templos:
El primero, es el Tribunal inexorable donde está la justicia de Dios;
El segundo, donde se depura; y
El tercero, donde goza de esa fresca sombra de la palma inmortal.
Al terminar la presente obra de pensamientos, debo aclarar el pensamiento sobre el pájaro de la inmortalidad del hombre, porque es el alma del hombre que se convierte en una paloma más blanca que la nieve, más pura que el resplandor del sol que asoma en el Oriente, para iluminar toda la humanidad.
¿Y de dónde nace este pensamiento?
Nace de la interpretación de La Asunción del señor a los cielos en cuerpo y alma que es un misterio.
El hombre que sabe sufrir sabe vivir, y el hombre que no sabe sufrir no sabe vivir. Como sufrió el libertador de la humanidad para dejar en firme el Evangelio en el santo sacrificio de la misa, dentro de su casa llamada la Iglesia militante donde vamos los grandes militares a hacerle la guerra al demonio y desterrarlo de nuestro corazón, pues el hombre que no teme a Dios es porque en su corazón existe el demonio, y el demonio es enemigo de Dios.
Ese vuelo que nos dio a conocer el cóndor de la inmortalidad que voló acompañado de un concierto de palomas que rodeaban al cóndor en las alturas; la primer paloma o pájaro era el inocente Abel, el justo Noé, el caritativo Abraham, el piadoso Moisés y el casto José, etcétera, etcétera; ese concierto de palomas que habían vivido durante cuatro mil años en esa segunda mansión preparando el vuelo para remontarse al cielo acompañados del cóndor de la divinidad y que estas aves eran las almas justas que habían muerto sus cuerpos en gracia de Dios y esperaban su santo advenimiento para ir a cantar debajo de la sombra de dicha palma.
Este misterio como los demás, se dejaron ver para que el asno montés, o sea, el lobo montés[49] citado en el capítulo VIII del libro 2.º, hiriera mi espíritu con un rayo de luz para que me aficionara a conocer esos tres poderosos libros que tienen los bosques y las crueles montañas, la Metafísica, la Ontología, la Teodicea, etcétera; Psicología, ciencia del alma humana; Cosmología, ciencia del mundo, fundamentos de mi derecho, etcétera.
Estos libros de mi estudio están citados en el capítulo anterior, pero no están todos, porque son miles y miles de libros los que no han podido hojear aquellos hombres que se chamuscaron los párpados de sus vistas de quince a veinte y treinta años de estudio, etcétera.
La cronología los llama a unos, pensadores, a otros, genios, a otros, ingenios, y a otros, malvados o bandidos, como un Nerón.
¿Cómo irán a llamar los historiadores del mañana al indiecito Quintín Lame? Tal vez el indio riberano, o el lobo educado en las selvas colombianas por la Naturaleza, etcétera; quién le regaló esos millares de libros de que hago mención en esta obra para hablar de las celdillas que tiene el pájaro de la inmortalidad del hombre. Pues ese pájaro que subió visiblemente acompañado de dichas palomas nos enseñó que mañana nosotros también volaremos después de ser premiados por el patriotismo incansable de nuestras buenas obras, subiéramos rodeados de ellas, que serán el impulso de nuestra propia virtud en la forma que subió el hijo del viejo carpintero con el nombre de Jesús Nazareno, quien voló de la inmortal eternidad a este mundo y se encarnó en el vientre de una mujer para reivindicar o redimir o pagar el error del viejo Adán en la cruz, y la mujer que parió en el portal de Belén, tenía que pagar el capricho de la vieja Eva al pie de la cruz.
Los misterios que tiene la naturaleza humana no lo ha revelado a los hombres como los reveló la Naturaleza Divina, de donde he podido yo transformar mi salvajismo en aficionado, y dar a luz esta obra de pensamientos, no con lenguaje castizo, ni caligrafía de pluma, porque la civilización española al conocer mi obra la que llegó el 12 de octubre, hará sonar sus labios cras, cras, cras; pero yo digo y sostengo, como dijo el gobernador romano, lo que está escrito, está escrito.
Algunos pensadores cristianos han hablado y hablan del camino del cielo, pero no han desarrollado la manera o su forma como, y por qué, etcétera.
El alma humana es la que tiene camino, pero el alma espiritual es espiritual. Ahora yo les pregunto, si la brisa que cruzaba en la selva madre, que es el abanico perfumado con que se ventea el rostro esa señorita… yo lo sentí, pero no lo vi.
Así es el alma espiritual del hombre cuando abandona el cuerpo; pues ninguno de los historiadores cristianos de la filosofía aseguran haber conocido el camino del cielo, el vuelo para el cielo lo prepara el hombre por medio de sus buenas obras, porque la fe que no está acompañada de las buenas obras, está muerta en sí misma; pues es lo mismo que las ciencias que no están acompañadas de la fe, son arrastradas por el error.
Hablaré de los hombres incrédulos que no creen en el bautismo, bautismo que nos enseñó aquel niño que nació en el portal de Belén, y que fue bautizado por san Juan y que después del bautismo tomó el nombre de san Juan Bautista; bautismo que se verificó en el río Jordán, etcétera, etcétera; ese niño, el que fue adorado por el asno montés y otros animales quienes le rindieron tributo en el lugar donde había nacido, porque el hombre lo había despreciado, motivó a la orgullosa aristocracia.
La música la preparó la naturaleza humana y ordenó a esos músicos repercutieran sus incansables estrofas; como también cantaron los coros en las alturas, coros que tiene la Naturaleza Divina, etcétera.
Los pensadores cristianos no han desarrollado el pensamiento hasta hoy, sobre el camino del cielo; pues el alma espiritual del hombre es un soplo de la divinidad, y la brisa divina penetró en el cuerpo del hombre para darle impulso a esa alma humana, tantas veces citada; la eterna arquitectura que hizo la armadura del hombre; la armadura visible y la invisible, porque el hombre tiene dos armaduras, etcétera, etcétera.
Me hablaba un sacerdote del camino del cielo, que era muy angosto, pero que estaba vestido de flores; el vuelo para el cielo sí, porque el vuelo lo hizo y lo dio a conocer el día que subió a los cielos el hijo de Dios después de que reivindicó la humanidad, es decir, reivindicó la libertad de ese pájaro de la inmortalidad del hombre que estaba encerrado dentro de la jaula del demonio, y que fue encadenado por una de las hijas de Israel con el nombre de María concebida sin pecado.
Ese asno montés, ese salvaje del indio Quintín Lame; ese indio bruto de Quintín Lame, se ha transformado no en literato ni jurisconsulto, pedagogo; pues ese asno montés que rindió homenaje al recién nacido que estaba lleno de pobreza en el portal de Belén, porque él no necesitó de cuna de oro ni de cristal, como aquellos hijos de los aristócratas que han perseguido y odiado de muerte la corola de la ciencia que se sonrió cuando vio trepar sobre las ramas del cedro del Líbano al indio nacido en la ribera debajo de la sombra de la soledad, soledad que fue la imagen de mi pensamiento para mostrarme dónde estaba el precioso jardín de la lógica que tiene la Naturaleza[50]; dónde estaba ese precioso jardín que tiene la naturaleza humana; dónde estaba ese lindo y perfumado jardín, el que ha perfumado todos mis pensamientos que han ido y van a la quimera; ahí donde conocí el idilio interpretado y cantado por poetas no aristócratas y envidiosos como aquel que escribió el canto de «Anarkos», ahí donde está el verdadero Libro de la Filosofía; ahí donde no se detiene el tic tac del pensamiento de Quintín Lame; ahí donde ese pensador no le teme al peligro que pueda engendrar fenómenos rastreros la civilización que llegó el 12 de octubre de 1492 a asesinar cobarde y villanamente a mis antepasados, padres de donde desciendo yo, los que habían nacido y habitado en esta tierra guananí, antes del 12 de octubre, ya citado; ese jardín que me ha mostrado la naturaleza humana hasta hoy, me ordena que no debo temer decir la verdad a ninguno de los hombres por más blanco que sea, aquellos que me redujeron a un calabozo en la penitenciaría de la ciudad de Popayán durante un año con una cadena de gruesos eslabones sin haber sido citado, oído ni vencido en juicio y también incomunicado; estas fueron las célebres inteligencias de un concierto de aristócratas payaneses, razón por la cual, está hoy Popayán en la ruina, motivo a las injusticias contra los Cabildos de Indígenas, pero muy pronto llegará la Ley de la Compensación, señores.
Una columna formará un puñado de indígenas el día de mañana para reivindicar sus derechos, como reivindicó Dios la humanidad, es decir, la rescató de la tiranía del demonio; así rescatará la raza indígena sus derechos en Colombia y quedará el blanco de arrendatario del indígena, de esos indígenas que duermen todavía allá en el pensamiento de Dios, motivo al odio y la mala administración de justicia y envidia del blanco contra el indígena; dirá el blanco al conocer mi obra: «Son bestialidades del indio Quintín Lame», porque el blanco me ha odiado y me odia de muerte; me ha calumniado, me ha jurado la calumnia contra mí ante Dios y los hombres; se ha reído y burlado de mí haciéndome gestos como el demonio cuando no puede arrastrarse el alma del hombre.
¡Señores, allá está el pensamiento del caballero de la triste figura!
MANUEL QUINTÍN LAME
Terminada la obra el 29 de diciembre del año de 1939
[49] Con ironía se da a sí mismo los insultos que le hicieron sus enemigos, «asno montés», «lobo montés», «indio extrabruto». Como diciendo, ¿y ahora qué van a decir al leer mi libro?
[50] A pesar de su religiosidad pagana —como dirán los teólogos cristianos—, Quintín se nutre constantemente de un hecho cristiano que contradice los valores capitalistas: Jesús nace entre los humildes y es como uno de ellos, «no necesitó de cuna de oro, ni de cristal, como los hijos de los aristócratas». Tampoco se cansa de recordar el origen de su inspiración que fue la soledad con la Naturaleza. El equilibrio natural abrió y fertilizó su entendimiento, y lo capacitó para penetrar la profundidad de la sabiduría expresada en las leyes naturales, y al mismo tiempo para ver desde esa cumbre espiritual lo artificial y frívolo, lo engañoso y lo cruel de «la civilización que llegó el 12 de octubre de 1492». La ley natural con su armonía parece ser lo que llama Quintín «el precioso jardín de la lógica que tiene la naturaleza». Ese jardín, como símbolo del encuentro consigo mismo, de su autenticidad y su identidad, sigue siendo en Quintín una voz interior que le enseña, una mano invisible que le guía. Es un centro permanente de autoridad que «le ordena» decir la verdad sin temer a nadie «por más blanco que sea». Por otro lado, en oposición a la lógica de la naturaleza, está «el concierto de aristócratas», dignos sucesores de los invasores de 1492, quienes persiguen, roban y asesinan al indígena, arruinando de paso también a Colombia. Pero su castigo se acerca, pues para Quintín Lame la Ley de la Compensación es ineluctable.
Mis intenciones son de todo corazón proteger el futuro de mi raza que duerme todavía en la ignorancia, para hacerle frente al enemigo de nosotros los indígenas, y que conozcamos la pradera de nuestros grandes destinos, y no corramos como mujeres enamoradas abandonando el cariño de sus padres, a buscar la gran sociedad del estado de la civilización, porque nosotros los indios tenemos más memoria, y se nos presente la inspiración más ligera que el relámpago. El indio se pasea mejor y más rápido que la abeja en todas las flores del jardín de las ciencias.
MANUEL QUINTÍN LAME CHANTRE
De los vientres del sexo femenino indígena nacerán nuevas flores de inteligencia que llamarán la atención a toda la civilización de explotadores, calumniadores, usureros y ladrones, quienes han desterrado de los bosques, de las llanuras y de las selvas a nuestros padres, hijos y esposos; engañándolos con licores alcohólicos para poderlos despojar de sus hogares, de sus cultivos y de sus tierras.
CATORCE MIL MUJERES LAMISTAS
LAS MUJERES FUERON BALUARTE principal del movimiento de reivindicación campesino-indígena que acaudilló Manuel Quintín Lame. Así se revela claramente en este documento firmado en 1927 por varios miles de mujeres indígenas de los departamentos del Tolima, Huila y Cauca, principalmente. Eran mujeres militantes de la causa indígena. Sus hijos e hijas viven hoy, y a petición de muchos de ellos quienes se sienten orgullosos del ejemplo de sus madres publicamos este valioso documento popular.
El derecho de la mujer indígena apareció en mayo 18 de 1927, como publicación n.º 1 del movimiento de mujeres indígenas, y fue impreso en la Imprenta Girardot, de esa ciudad. Aunque es un documento colectivo, en él se refleja el estilo y el pensamiento de Manuel Quintín Lame, bajo cuya inspiración y dirección surgió el movimiento. Por esto lo incluimos como parte de sus escritos.
EL EDITOR
ES EL MOMENTO DE QUE LAS hijas de los bosques y de las selvas desiertas lancemos un grito de justicia a la civilización del país, al paso de 435 años que acaban de pasar que son como un instante ante la presencia del que creó el universo mundo. Fundadas en una inspiración que de repente se apodera de nosotras como un resplandor que ilumina la oscuridad donde ha existido el dios del engaño, de la ignorancia. Y en medio de ese resplandor ha surgido en el horizonte una flor, que los hombres civilizados han querido cortar, pero que sin embargo está rosada y bella, y no desaparece ante los relámpagos y huracanes. Estos troncharán los gigantescos robles, pero esa flor permanecerá y cada día será más bella. Y de los vientres del sexo femenino indígena nacerán nuevas flores de inteligencia y vestidas de riqueza se unirán para formar un jardín glorioso en medio del país colombiano, que llamará la atención en general a toda la civilización de explotadores, calumniadores, usureros y ladrones, quienes han desterrado de los bosques, de las llanuras y de las selvas a nuestros primogénitos padres, hermanos, hijos y esposos; engañándolos con licores alcohólicos, es decir, alcoholizándoles los sentidos y conocimientos para poderlos despojar de sus hogares, de sus cultivos y de sus tierras. Y para decir de acuerdo con las autoridades de los 14 departamentos del país colombiano: «Los indios me vendieron»; y presentan falsos documentos y escrituras, todo hecho por medio de la sabienda y el engaño.
A LA ARISTOCRACIA EMBALSAMADA por el orgullo y que se llaman entre ellos hombres aristocráticos y de buenas familias les da opresión o pena hablar con la indígena, saludarla en la calle, con el pretexto de que es rebajarse, sin darse cuenta que nacieron y que vinieron por el mismo camino por donde vino al mundo el indígena, aquel que hoy es perseguido por los aristócratas para destruirle la flor de sus conocimientos que la misma Naturaleza les ha inspirado en medio de los acusadores cohechadores y perjuros. Así por así, señores jefes del Poder Judicial, Ejecutivo y Legislativo, etcétera, cambiará en poco tiempo el derecho de ustedes, porque un mendigo que es el hijo de la huérfana indígena, se sentará sobre el trono de nuestra reivindicación social con su cetro de inteligencia con que la Naturaleza Humana le ha dotado, a pesar de las persecuciones y de las cárceles. Porque estos sufrimientos no nos detendrán a nosotras las pobres infelices, las que hemos sido encarceladas por defender los intereses de nuestros esposos, de nuestros padres, hijos y hermanos.
Hoy día, aun cuando nos insulten maltratándonos de palabra y de obra y mandándonos predicadores de cualquier clase, ya nosotras las infelices, las mudas, las sordas, ya hemos conocido el resplandor de los libres donde está escrito el libro de nuestro desengaño y que termina por completo los idilios de los engañadores y predicadores con falsas doctrinas en que dicen a pulmón abierto que el rico tiene derecho a todas sus propiedades. Fuera verdad si hubieran sido bien habidas, porque lo que es de Dios hay que entregárselo a Dios y lo del César al César.
La prehistoria de nuestros antepasados repercute sus acentos allá en esa colina donde está sepultada la casa de la divinidad, según la prehistoria del Bochica, quien escribió por medio de signos la historia de su padre que será el sol quien consagraba las ceremonias del dios que tenían nuestros antiguos… Pero los aventureros que llegaron el 12 de octubre en nombre de la civilización hicieron blandir la cuchilla de la mano y la intención para quitarnos la vida y nuestras riquezas; y hoy nosotras, las mujeres indígenas colombianas de 8 departamentos, quienes firmamos la presente, estamos con un ánimo acompañado de valor y unidas como un concierto de águilas encolerizadas lograremos la defensa de nuestra reivindicación porque se nos haga justicia, se nos ampare por las autoridades o nosotras nos hacemos justicia y nos amparamos por nuestra cuenta aun cuando quede la última mujer indígena en el campo de la guillotina, de la horca y del cadalso, como quedó Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos, etcétera, en Colombia y así otras heroínas en diversas naciones de la vieja Europa.
De nuestros vientres nacerán grandes patriotas indígenas, según nos lo han manifestado ese par de caudillos indígenas, quienes hacen repercutir sus ideas en el país[51]. Aquellos que nacieron en las selvas del Tierradentro y tras de ellos van hasta hoy esos 8 departamentos, es decir, tras de sus ideas, quienes las han entregado tal como son, sin envidia de ninguna clase a todas las naciones indígenas del país.
El hombre rico, engreído en medio del orgullo satánico, dice que su derecho es estable y que permanecerá. Pero ya oímos las pobres infelices la carcajada de ese enemigo que reducirá los inmortales imperios de la orgullosa y malévola civilización a una sacristía, porque todos los fusiles, las ametralladoras y los cañones quedarán mudos y los soldados esperando la voz de aliento de los generales ya ahogada en sus gargantas, porque así ha sucedido y sucederá, porque el hijo de la mujer indígena no vino al mundo por los grandes ricos sino fue por nosotros los pobres infelices.
Aun cuando el ministro de Guerra colombiano dicte miles de decretos y el Congreso leyes, las pobres infelices marcharemos al combate de nuestra reivindicación.
La calumnia, la amenaza, el engaño, la promesa, para nosotras hoy día es una letra muerta y de valor ninguno. Así debe ser para todas las señoras y señoritas del país de nuestra baja clase, quienes somos perseguidas por los hombres de civilización. ¡Ah! Qué cobardes, cómo persiguen y vigilan a una mujer, quien es la propia madre del hombre; pero estos pensadores han embolatado todas sus inteligencias por medio del temor y ponen en movimiento todas sus fuerzas y alcances para hacerle mal a su propia madre y compañera, por quienes se han volado muchos la tapa de los sesos. Hoy las mujeres con nuestro valor y energía gritaremos amparo y justicia, como siempre lo hemos hecho, porque ya perdimos nuestros clamores y nuestro derecho, pero menos nuestra fe. Esa fe nos asiste a nosotras las pobres labriegas que, al sol y al agua, haciéndole frente al hambre y la sed, le ayudamos a los hombres indígenas en nuestro carácter de esposas, hermanas, hijas y madres, a cultivar nuestras fincas, las que hoy sin darnos un centavo pasaron a manos de los burgueses, porque las autoridades violando sus ministerios violaron los derechos y los intereses de la justicia.
[51] Referencia a Manuel Quintín Lame y José Gonzalo Sánchez.
PUES NO HAY JUSTICIA EN FAVOR de las propiedades indígenas; todos los reclamos que hacemos los indígenas en favor de nuestras propiedades territoriales cultivadas, son desoídas en las alcaldías, inspecciones y juzgados municipales y también de circuito, porque hasta hoy el veneno de la envidia no ha dejado a los legisladores dictar una legislación clara, determinada y que terminantemente sea cumplida, porque las leyes que las firman con sus manos las borran con el codo. Pero se llegará ese día en que la legislación indígena por ella misma será encaminada rápidamente a formar su tribunal y destruirá la envidia y el error que ejecutaron a sabiendas y con conocimiento de causa los señores aristocráticos, que sin justicia y sin caridad nos han hecho desterrar por medio de leyes subversivas, las que obligan a nuestros esposos a que repartan nuestras tierras. Pero esas leyes no se cumplirán, porque si los hombres indígenas, quienes ocupan nuestro propio territorio desde antes de la conquista, no se paran para negar esa orden clandestina y malévola, nosotras las mujeres nos preparamos para pegar el grito de no y no; y si no se nos atiende hundiremos en el vientre de aquellos el cuchillo de nuestra guisandería porque si esto pasa así, ahí tenemos potestad para cometer injusticias; esto de dar por válido lo hecho por un poder incompetente, esto de declarar obligatorio lo injusto, lo absurdo, lo inicuo, esto no lo concebíamos ni lo concebimos todavía.
Contra estos hechos que se han venido sucediendo protestamos todas las mujeres indígenas y con esta nuestra protesta también protesta la razón natural y aquella augusta religión que profesan y profesamos las católicas, también protestan todas las religiones de la tierra. Contra esto protesta el corazón sublevándose contra semejante apoteosis de la tiranía…
A LA RAZA INDÍGENA SE LE HA venido persiguiendo en todos sus intereses morales y materiales por la civilización, y esta se los ha arrebatado. Ahí está lo que pasa en los departamentos de Nariño, Valle, Cauca, Boyacá, Huila, Tolima, Caldas, Santander etcétera, en donde para los indígenas no hay justicia. Los burgueses pueden matar a un indio, herirlo gravísimamente y para estos no hay justicia; robarlo, violar a una de nuestras compañeras por la fuerza y con el hecho de ser conservadores o liberales, con tal que tengan dinero se defienden, o los jueces hacen perdidizos los sumarios, otros duermen eternamente en los juzgados y en las oficinas del Gobierno según lo afirma el señor Manuel Quintín Lame en su periódico del 12 de enero del presente año y que es un hombre que no ha envetado ni siquiera el cristal de la verdad, porque lo que él ha acusado y acusa es porque es así y tiene cómo probarlo ante el público, o sea, ante cualquier juez. Esa doctrina que publicó con fecha 12 el caudillo Lame, nos ha impulsado con valor a todas las mujeres indígenas, las que de distintos departamentos mandamos nuestras firmas, quienes deben reunirse en el departamento del Tolima, donde saldrá la voz de la mujer indígena ordenándole a todos los indígenas que ninguno se presente el día de elecciones a sufragar, porque ellos mismos se ponen la soga a sus gargantas y gritemos mueran las elecciones ante la raza indígena en Colombia y que el sexo masculino indígena lo separemos nosotras las mujeres indígenas por completo de esos dos viejos partidos que falsamente nos han engañado. En nuestro carácter de esposas, novias, madres, hermanas, hijas, etcétera, no dejemos ir a votar a ninguno, porque esos representantes y senadores que van al Congreso no han dictado el reglamento de la legislación indígena que se encuentra hasta hoy en la oscuridad; son enemigos de la raza indígena en Colombia, los senadores y representantes, los diputados de las asambleas, los miembros de los concejos municipales, en compañía de los alcaldes, etcétera, no atienden los reclamos a ningún indígena por derecho que tenga.
Nos dirigimos a todas las sociedades del sexo femenino religioso, como son a las hermanas de la caridad, a las monjas, a las madres, etcétera, a las señoritas y señoras directoras de todos los colegios y universidades del país, que conozcan las injusticias y que hoy ya el sexo indígena femenino en Colombia levantó el grito para defender de hecho sus propiedades materiales y morales que a nuestros varones les han sido arrebatadas y para no errar nos dirigimos a todas las sociedades del sexo femenino del país y que nos digan si esto es justo o no…
Señores, señoras y señoritas del país colombiano: los pueblos deben obedecer las leyes; pero los legisladores deben acatar la justicia. Y cuando la injusticia es evidente, cuando el legislador decreta cosas en contradicción con las leyes naturales y divinas, no tiene derecho a la obediencia… Pues ¡qué! Si se debe obediencia a lo injusto, a lo inicuo, a lo absurdo, ¿qué pensaremos de los hombres ilustres que en todas las épocas se han negado a cometer una iniquidad aun cuando fuese mandado por el más poderoso legislador? ¿Se les llamará anárquicos? ¡No! No los han llamado así los pueblos que les han erigido estatuas… Siempre, en todos los tiempos, en todos los países y sobre todo en los cristianos, se ha mirado como cosa santa y heroica el no acatar la injusticia y la iniquidad aunque llevase el sello del legislador; siempre, en todos los tiempos y países, se ha mirado como un heroísmo el marchar al cadalso, con la frente serena, antes que obedecer un mandato inicuo. Esto irá a ocurrir en Colombia cuando los cobardes persigan a las mujeres, como lo han hecho en Cali, en Bogotá, con una señorita o señoritas heroínas…[52].
En constancia firmamos más de catorce mil mujeres indígenas de siete departamentos e invitamos a coadyuvar con nuestras ideas al proletariado colombiano de indígenas, pues haremos flotar nuestra bandera de paz en las tremendas campañas ante la injusticia y el error que cometen diariamente los opresores de categoría.
Lo dicho es la verdad.
Antonia Loaiza, Maximina Rodríguez, Verónica Rodríguez, Matilde Rodríguez, Rogelia Rodríguez, Patricia Rodríguez, Antonia Osmen, María Antonia Pepita, Tulia Pepita, Vicenta Táchira, Georgina Cayapu, Emeteria Castro, Agustina Peñuela, Juana Peñuela, Gregoria Peñuela, Aparicia Peñuela, Benicia Peñuela, Bonifacia Peñuela Ch., Paulina Huazca, Petronila Huazca, Hermenegilda Huazca, Francisca Huazca, Agueda Huazca, Margarita Valbuena, Romelia Valbuena, Angelina Valbuena, Eufracia Valbuena, Manuela Valbuena, Rafaela Valbuena, Carmen Valbuena, Juana Camayo, Rufina Camayo, Catalina Camayo, Emperatriz Camayo, Anita Camayo, Victoria Camayo, Pioquinta Camayo, Benilda Talaga, Petrona Talaga, Francisca Casamachín, Teresa Casamachín, Leonor Casamachín, Bethsabé Casamachín, Dolores Casamachín, Rosa María Colansu, Rosa Landina Colansu, Berenice Colansu, Lastenia Colansu, Micaela Colansu, Ana Luz Colansu, Bertiloza Colansu, Tulia Manquillo, Gertrudis Manquillo, Angelita Manquillo, Dioselina Manquillo, Hermelinda Manquillo, Lucía Pizó, Carmen Díaz, Julia Guachetá, María Antonia Chantre, Amelia Chantre, Alodia Chantre, Tulia Lame, Ana Rita Jarír, Ana Bertilda Gogo, Ermencia Camaené, Julia Bambague, Dionisia Jeagordo, Norberta Octavo, Petronila Octavo, Lucía Pecherbe, Antonia Pecherbe, Ana Luz Chantre, Romelia Colmenares, Julia Bosques, Antonia Palma, Vicenta Gogo G., Fulgencia Cachipar, Leonor Espinel, Carmela Sunse, Virginia Sunse, Rafaela Sunse, Catalina Sunse, Antonia Cachaya, Petronila Cachaya, Trinidad Serrano, Ascensión Ninco, Cristina Ninco, Wenceslada Serrano, Ancerma Rodríguez, Julia Valencia, Agustina Niñeo, Leopoldina Cabezas, Emperatriz Cabezas, Margarita Chamorro, Elena Chamorro, Georgina Chamorro, Teresa Ninco, Tránsito Ninco, Herminia Rojas R., Ignacia Devia A., Gregoria Maceto S., Eva Avilez, Gregoria González, Nieves Yara, Vicenta Yara, Inés Yara, María de la Paz Yara, Severa Sogamoso, Salustiana Sogamoso, Patricia Tique, Liboria Sogamoso, Juana Octavo, Rosa Moreno M., María de los Ángeles Maceto, Aniceta Maceto, Carmen Sánchez, Francisca Sánchez, Dionisia Malambo, Benita Chaguala, Custodia Chaguala, Teresa Chaguala, Juana Alape, Eugenia Alape, Herminia Alape, Soledad Rayo, Valentina Ducuara, Herminia Ducuara, Catalina Moreno, Eleuteria Culma, Antonia Culma, Juana Aroca, Lucía Yate, María de la C. Chaguala, Justiniana Vique, Juana Montiel, Juana Corrales, Hortencia Corrales, Bárbara Sogamoso, Fabiana Rivas, Benita Moreno, Gregoria González S., Amelia Rodríguez, Virginia Rodríguez, Lucía Jaima, Bethsabé Vaquiro, Julia Ducuara, Benilda Vaquiro, Sofía Romero, Carmen Alape, Ceferina Alape, Margarita Quesada, María Jesús Moreno, Catalina Sogamoso, Pascuala Tacuma, Verónica Tacuma, Lucía Sogamoso, Lucrecia Sogamoso, Avelina Quesada, Josefa Quesada, Concepción Vinche, Jerónima Moreno, Bethsabé Manjarrés, María Jesús Mendoza, Escolástica Moreno, Teodora García, Estanislada Ducuara, Columna Molano, Luisa Mendoza, Estella Bocanegra, Pabla Maceto, Cecilia Alvino, Celsa Quiñonez, Estefanía Barragán, Josefa Gaita, Pascasia Baquero, Aurelia Cano, Mercedes Rada, Marcelina Rodríguez, María de la Cruz Bocanegra, Emperatriz Bocanegra, Pastora Culma, Teresa Rodríguez Ch., Anita Gaita, Leonilda Ducuara, Otilia Tapiero, Eulalia Rada, Mónica Maceto, Victoria Maceto, Mercedes Rojas, Ana Rosa Rojas, Tiburcia Lazo, Vicenta Marín, Consuelo Marín, Leonor Coro, Rodulfa Alvino, Marciana Sánchez, Trinidad Alvino, Antonia Alape, Florinda Alape, Atenáis Tafur, Santos Tique, Anunciación Rada, Natividad Rodríguez, Leonor Chaguala, María Palomino, Trinidad Palomino, Tránsito Rodríguez, Magdalena Suárez, Faustina Ducuara, Ernestina Polanco, Obdulia Baquero, María Sánchez, Lucinda Yara, María Moreno, Ana Tique, Heliodora Ortiz, Natividad Tique, Horosia Tapiero, Felisa Culma, Rosa Capera, Ramona Capera, María Antonia Tique, Dolores Santa, Natalia Santa, Leutería Alape, Polonia Sánchez, Silveria Alape, Leonor Santa, Rosa E. Santa, Aquilina Capera, Tránsita Timotee, Herminia Timotee, Matilde Santa, Natividad Montiel, Francisca Timotee, Lucinda Santa, Amalia Timotee, María Timotee, Luisa Timotee, Inocencia Malambo, Cripriana Malambo, Isabel Santa, Anatulia Alape, Hermenegilda Rayo, Laura Alape, Felisa Alape, Toribia Alape, María Caya Alape, Lucía Santa, María de la C. Alape, Cazuela Capera, Concepción Guepa, Felisa Aguja, Basilia Aguja, Mercedes Aguja, Emiliana Aguja, Gumercinda Aguja, Celedonia Tique, Juana Tique, Carmen Palma, Inocencia Sogamoso, Bonifacia Tique, Felisa Tique, Alejandrina Tique, Flora Huepa, Otilia Tique H., Ana María Tique, Eulalia Rivas, Filomena Quesada, Petronila Moreno, Gervasia Quesada, Heloisa Sierra, Rosa Prada, Cruz Tique, Bárbara Tique, Santos Martínez, Transita Martínez, Marcelina Moreno, Pabla Moreno, Leonilda Ramírez, Manuela Moreno, Vicenta Martínez, Micaela Martínez, Silvina Camacho, Florinda Camacho, Eva Mendoza, Eusebia Orjuela, Domitila Pérez, Felipa Pérez, Rosario Cuetata, Emiliana Cuetata, Anunciación González, Sebastiana Sogamoso, Juana Sogamoso, Nicolasa Luaiza, Encarnación Luaiza, Simona Luaiza, Lucía Tique, Silvina González, Cesárea Silva, Nepomucena Silva, Lucía Pérez, Victorina Mape, Mariana Quimbayo, María de los Angeles Cabezas, Hercilia Quimbayo, Pabla Tique, Constantina Tique, Trinidad Camacho, Anastasia Guzmán, Atenáis Jaima, Aquilina Montealegre, Bárbara Montealegre, Eva Moreno, Manuela Camacho, Tránsita Jaima, Evangelina Jaima, Gregoria Pérez, Emiliana Montealegre, Crisanta Luaiza, Isidora Espinosa, Francisca Espinosa, María del Rosario Gómez, María de los Santos González, Mercedes Luaiza, Bethsabé Espinosa, Bárbara Pérez, Rosario Bríñez, Pastora Mendoza, Lucía Ducuara, Margarita Motta, Magdalena Moreno, Cruz Motta, Eusebia Moreno, Carmen Cortaza, Helena Cortaza, Sebastiana Moreno, Andreda Luaiza, Tomasa Moreno, Margarita Moreno, Purificación Montiel, Mercedes Ramírez, Felisa Tapiero, Pantaleona Oviedo, Eulalia Jaima, Rufina Moreno, Camila Montiel, Beatriz Mendoza, Catalina Gómez, Natividad Montiel, Verónica Cifuentes, Petronila Camacho, Rosa Sánchez, Faustina Barragán, María de la Cruz Moreno, María Carmela Quesada, Rosalía Rivas, Matilde Santa, Obdulia Santa, Mercedes Santa, Valentina Moreno, Anita Santa, Concepción Moreno, Ana María Camacho, Isabel Acencio, Teresa Acencio, Mónica Guzmán, Isabel Oyóla, Inés Moreno, María del Rosario Acencio, Justiniana Yara, Isabel Moreno, Rosario Moreno, Consuelo Cárdenas, Dominga Moreno, Elvira Medina, Angela Carrillo, Felisa Montiel, Victoria Montiel, Tránsito Montiel, Crecencia Montiel, Ascensión Rozo, Purificación Rozo, Dolores Vega, Rosalía Rozo, Cleofe Capera, Pabla Acencio, Juana Vega, Emperatriz Yara, Ana Joaquina Yara, Alejandrina Yara, Trinidad Barreto, Benita Barreto, Dominga Barreto, Santos Viuche, Ramona Alape, Eugenia Alape V., Carmen Florez, Juana Moreno, Micaela Moreno, Pabla Moreno, Juana Tapiero, Gregoria Montiel, Nicolasa Tafur, Griselda Rozo, Hortencia Acencio, Rudecinda Sánchez, Natividad Acencio, Matea Ducuara, Jerónima Silva, María Santos Montiel, Teodocia Acencio, Clementina Acencio, Evangelina Acencio, Tránsito Acencio, Antonia Montiel, Bárbara Alape, Celedonia Capera, Natividad Montiel, Silvia Bocanegra, Angelina Vega, Teresa Vega, Herminia Vega, Delmira Vega, Inés Tapiero, Rosa Acencio, María de los Angeles Moreno, Isabel Silva M., Candelaria Moreno, María Teófila Lazo, Amelia Camacho, Ramona Ducuara, Angela Montiel, Natividad Acencio, Eulalia Montiel, Antonia Moreno, Dioselina Santa, Rosalba Totena, Belisaria Totena, María Antonia Totena, Germana Totena, Catalina Sogamoso, Narcisa Ducuara, Estalisnada Bocanegra, Amelia Camacho, Antonina Vargas, Emiliana Vargas, Josefa Vargas, Fidelina Vargas, Juana Sogamoso, María Cecilia Tique, Adelina Yate, Viriginia Bríñez, Bethsabé Rayo, Ceferina Capera, Felisa Cerquera, Francisca Oviedo, Ana María Rojas, Ana Julia Rojas, Petrona Lenis, Ignacia Capera, Virginia Rayo, Faustina Rojas, Mariana Rojas, Efigenia Chaguala, Sabina Cortés, Segunda Yate, Nieves Rojas, Dolores Yaguara, Andrea Palomino, Juana Gutiérrez, Celestina Cortés, Paula Rayo, Sara Rojas, Ascención Rayo, Margarita Quesada, Valeriana Moreno, Rodolfa Moreno, Magdalena Sogamoso, Carmela Serrano, Verónica Serrano, Juliana Ducuara, Lucía Viuche, Isaura Viuche, María de los S. Serrano, Gregoria Moreno, Eulalia Montiel, Custodia Alape L., Julia Timotee, María de la Cruz Timotee, Julia Bríñez, María Eugenia Silva, Rosa Silva, Faustina Vique, Ceferina Vique, Severiana Moreno, Aureliana Perdomo, Lucrecia Moreno, Victorina Moreno, María de los Angeles Rayo, Sara Capera, Antonia Capera, Tránsito Silva, Silveria Silva, Domitila Acencio, Julia Silva, Purificación Acencio, Anita Tique, Patrocinia Moreno, Ana Rosa Pérez, María Luisa Tique, Feliciana Tapiero, Camila Moreno T., Teodora Montiel, Mauricia Montiel, Natividad Moreno, María de Jesús Moreno, María Josefa Moreno, Dolores Bocanegra, Heloisa Vega, Dolores Vega, Juana Vega, Julia Vega, Telésfora Corrales, Adelina Jaima, Francisca Alvis, Purificación Ducuara, Agapita Ducuara, Faustina Quesada, Dolores Bocanega, Dolores Corrales, Angela V., Fidela Oyola, Rosario Bríñez de Díaz, Natividad Díaz, Avelina Barragán, María Encarnación Sánchez, Emiliana Ducuara, Juana Capera, Josefina Moreno, Estanislada Bocanegra, Librada Silva, Agripina Viuche, Bonifacia Ducuara, Delfina Ducuara, Matilde Ducuara, Eduarda Ducuara, Lorenza Viuche, Teófila Lazo, Acención Bocanegra, Hortensia Viuche, Lucía Loaíza, Dolores Moreno R., Julia Valdés, Rafaela Orejuela, Eva Mendoza, Luisa Tique, Lucía Capera, Angela Viuche, Concepción Viuche, Anunciación Sogamoso, Isabel Pérez, Virginia Silva, Benilda Silva, Magdalena Moreno, Enma Silva, Rosa Ducuara, Idelfonsa Alape, Agustina Oyola, Francisca Oyola, Juana Bocanegra, Emperatriz Quiñonez, Teodora Capera, Juana Monrroy, Carmen Lugo, Natividad Moreno, Mercedes Lozano, Patricia Lozano, Victalina Moreno, Dorotea Bocanegra, Braulia Valdivia, Antonia Totena A., Isabel Silva, Gratimia Octavio, Celia Ducuara, Nicolasa Moreno, Elisea Devia, Mercedes Devia, Andrea Bríñez, Sara Moreno, Rosa Moreno, Celia Moreno, Eulalia Tique, Faustina Vique, Liberata Tique, Amelia Coro, Amelia Mendoza, Dionisia Bocanegra, Sara Bocanegra, Cenaida Pérez, Avelina Bocanegra, Eusebia Bocanegra, Laureana Bocanegra, Celia Camacho, Rafaela Madrigal, Antonia Pérez, Carmen Pérez, Rosalía Pérez, Patrocinia Pérez, Susana Viuche, Teodora Viuche, Hersilia Pérez, Dominga Pérez, Silvia Bocanegra, Criselda Timote, Eva Acencio, Bárbara Pérez, Dolores Viuche, Jacinta Bocanegra, Domitila Pérez, Estefanía Culma, Marta Malambo, Angela Moreno, Romualda Sogamoso, Concepción Yaima, Avelina Prada, Felisa Prada, Alodia Sogamoso, Ana Rita Sogamoso, Juana Vique, Benicia Yara, María Oviedo, Lucía Yoma, Sara Santa, Emilia Mendoza, Emilia Capera, Ana Rita Coconía, Sanina Capera M., María Bocanegra O., Chiquinquirá Oyola R., Cupertina Osmen, Amelia Talaga, Antonina Tinotee, Zoila Moreno.
(Siguen más de 13.000 firmas)
Colombia, mayo 18 de 1927
[52] Referencia a María Cano y a otras luchadoras que agitaron la conciencia obrera en la década de 1920 a 1930. Véase María Cano, mujer rebelde. (Publicaciones de la Rosca, Bogotá, 1972).
Hasta hoy continúa el contrabando antijurídico contra la Raza Indígena colombiana, porque el Ejecutivo nacional colombiano no ha vuelto una mirada de amparo en defensa de nosotros los indios, que estamos sometidos a la esclavitud por los ricos oligarcas, unidos con los jueces de investigación criminal, los jueces municipales, los jueces superiores, y los tribunales.
MANUEL QUINTÍN LAME
CON ESTE TÍTULO DEJÓ Manuel Quintín Lame un sencillo manuscrito sobre sí mismo, y sobre su actividad en defensa de la raza indígena. En este documento Lame reitera tres de los temas ya tratados por él en sus memorias de 1939: la denuncia de las injusticias y persecuciones de que fue víctima en Tolima y Cauca por su defensa del campesinado indígena de esos departamentos; la falacia de la vía jurídica como medio eficaz de conseguir la reivindicación del indio; y la superioridad de la inteligencia indígena educada y formada en contacto directo con la naturaleza —«la universidad montés»— en oposición a la crueldad conquistadora de la civilización blanca, y de su falsa ciencia.
El manuscrito lleva la fecha del 1.º de mayo de 1963 y esta es la primera vez que se da a conocer en forma impresa.
EL EDITOR
ESA BOLA QUE RODÓ Y PASÓ por en medio del ganado feroz que tiene la Naturaleza en el desierto debajo de ásperas montañas rompió el tanque de veneno mental de la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Criminal Colombiana. Era el indígena que había descubierto las creaciones titánicas de sus antepasados que vivieron en palacios, y desafiaron a los siglos. Pero yo era un perro que estaba encadenado por mis verdugos esbirros, y que ladraba pero no podía morder en la casa de la injusticia, ciudad de Popayán, capital del Cauca.
A MÍ SE ME SINDICÓ DE SIETE (7) delitos: homicidio, no pago de impuestos, etcétera. Pero subí las gradas a sentarme al «banco» de los acusados, no como la ovejita que sube al matadero y da su trémulo balido. Yo di el grito: «Aquí está sentado el inocente Abel», y en ese momento una voz interior me indicó cómo había de destruir las murallas de la falsedad construidas por los hombres que juraron falsamente ante Dios y que después intentaron quitarme la vida material a bala, pero no les sirvió el arma, después nombraron una comisión de tres hombres nacidos y criados en Ortega, Tolima; pero fueron tres cobardes que en su nombre llamaron a la señora Saturia Bonilla, la esposa mía, dándole un machete para que me descogotara quitándome la cabeza, recibiendo la suma de cinco mil (5.000) pesos oro que los dio el oligarca rico archimillonario Bernardo Lozano Bahamón, unido con los perjuros descendientes de los que llegaron el día 12 de octubre de 1492.
Los grandes hombres que llegaron el día 12 de octubre de 1492 y se apoderaron de nuestra propiedad inamovible eran unos rateros que estaban pagando sus hechos en las cárceles o castillos de España, y por decreto ordenó el rey de España que vinieran a pagar el resto de su condena en el destierro. El monarca los mandó fue a servir a reyes indígenas y vinieron fue a matar y a asesinar a todos los reyes indígenas.
Llevamos más de quinientos años de sufrimiento en medio del hambre, de la tristeza, de la persecución del blanco a la propiedad indígena, porque desde el 12 de octubre de 1492, quedó perseguida la cultivación agrícola industrial de nuestra Raza Indígena. Pero aquella «bola» que recusó los tribunales rompió el tanque del veneno mental, comenzando por romper la acción jurídica del Poder Judicial. Hoy hago resonar en mi obra el pensamiento indígena, porque así tenía que aparecer en medio de la calumnia, del robo, del hurto, del engaño, de la documentación falsa. Al principio se abrieron por mí escuelas indígenas en las veredas de Ortega, pero luego estas fueron incendiadas por los blancos. El personero José Galvis, el alcalde Álvaro Guzmán, la Policía de Ortega, todos estuvieron a orden de los ladrones: alcaldes, jueces municipales, jueces ordinarios, el Tribunal del Trabajo, el Tribunal del Poder Judicial y la Gobernación del Tolima. Yo apelé ante la Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Criminal Colombiana, pero esta malvada Corte Colombiana Sala de Casación Criminal amparó 23 delitos criminales: 1.º denegación de justicia al Cabildo de Indígenas de la Tribu de los Grandes Resguardos de Ortega y parte del Chaparral departamento del Tolima, 2.º delito de concusión, 3.º abuso de autoridad y usurpación de funciones públicas, 4.º delitos de los abogados o apoderados contra los indígenas y falsedad de documentos, 5.º delitos contra nuestra economía, industria y comercio, 6.º delito contra el sufragio y libertad, etcétera.
El señor Álvarez Guzmán, alcalde municipal de Ortega, dio órdenes que me quemaran las tres casas grandes del caserío de Llanogrande. Una era escuela de varones, otra era escuela de niñas. Esto sucedió después de un violento ataque y abaleo que hicieron contra mi persona siendo víctimas de muerte algunos indígenas de los asaltos y atropellamientos cometidos por los partidos politiqueros liberales y conservadores tradicionales, contra la raza de huestes indígenas de la tierra guananí.
Esa negativa de permitir la educación de la Raza Indígena, condenada a permanecer en el analfabetismo y la ignorancia, para que tuvieran que arrodillarse los indios para saludar a un blanco.
Yo soy el indígena que fue educado en las selvas por medio de «la voz del silencio», allá en la casa del tesoro de los humildes donde me eduqué para la defensa del indiecito ante las calumnias de mis enemigos blancos unidos con los jueces, magistrados y ministros colombianos, los que cruzaron el dedo y juraron falsamente ante Dios, para luego negarle a la tribu indígena la educación, la justicia y la verdad. Los indígenas fueron encarcelados en las celdas de los panópticos, en los calabozos de las cárceles colombianas. Allí gritó la justicia y la verdad durante quinientos años o algo más. Pero una sombra se educaba y se educó, cuando «la voz del silencio» penetró todo mi cuerpo de un raro calor y de valor jurídico para presentarme ante el tribunal de la soberanía nacional colombiana que es el honorable Senado de la República y denunciar la Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Criminal Colombiana. Pero hasta hoy 1.º de mayo de 1963 no se ha nombrado nueva Corte y continúa el contrabando antijurídico contra la Raza Indígena colombiana, porque el Ejecutivo nacional colombiano no ha vuelto una mirada de amparo en defensa de nosotros los indios que estamos sometidos a la esclavitud por los ricos oligarcas unidos con los jueces de investigación criminal, los jueces municipales, los jueces ordinarios, los jueces superiores y tribunales.
Los jueces de investigación criminal nombrados por el señor ministro de Agricultura y Comercio… Sección Resguardos, violaron muy triste y lastimosamente la Ley 81 de 1958, firmada por el honorable Senado, y no fueron jueces ilustrados para defender los intereses de los indios, sino que abusando de nuestra ignorancia se aliaron con los ladrones y nos gritaron públicamente que cuidado con irlos a denunciar por estos hechos.
Nosotros los denunciamos, pero el primer magistrado, doctor Guillermo León Valencia, aceptó los crímenes, los asaltos, los incendios, el injusto cobro ilegal de los impuestos violando los artículos 155 y 156 del Código Penal. Pero este indígena que recibió educación debajo de las sombras de ásperas montañas dirigió una carta al señor abogado y defensor de la soberanía nacional que es el honorable Senado colombiano, invitándolo a que diéramos el grito a pulmón abierto: «Viva la defensa de la verdad y la justicia en Colombia». Pero hasta hoy 1.º de mayo de 1963 no me ha contestado.
Los señores que llegaron el 12 de octubre de 1492 eran una cuadrilla que asaltó nuestra tierra guananí cultivada de distintas agriculturas. Y sus descendientes son los jueces que mandó el Gobierno nacional a investigar los hechos causados contra la tribu indígena del Resguardo Nacional de Ortega y Chaparral, departamento del Tolima. Y así sucesivamente ha sucedido en todo el territorio de la «tierra guananí», hoy con el nombre de Colombia. No hay seguridad, porque aún la Corte Suprema de Justicia no es Corte defensora de la verdad y de la justicia para nosotros los indios, sino una Corte que amparó 23 delitos, los que subieron por apelación contra dos tribunales, el del Trabajo, el Judicial y la Gobernación del Tolima. La Corte violó triste y lastimosamente el artículo 60 del Código Judicial y siendo la Corte un juez de investigación criminal está haciendo parte de los conquistadores rateros, salteadores, ladrones, incendiarios, denegadores de la verdad y de la justicia a la Raza Indígena de la tierra guananí, hoy Colombia. La Corte Suprema de Justicia es la verdadera responsable porque los magistrados son compañeros, nietos, biznietos, tataranietos de todos esos «conquistadores» que estaban pagando sus hechos criminales en los calabozos dentro de los castillos de España.
Los hombres de raza cobriza o blanca descendientes de los rateros y ladrones de ayer han amontonado y están amontonando todos los hechos que los llevará de cabestro a la desgracia, como fueron llevados a la prisión los seguidores de Napoleón Bonaparte, así serán terminadas todas las infamias de los que llegaron el 12 de octubre de 1492 a nuestra «tierra guananí», porque Dios tarda pero no olvida.
Yo presenté denuncio formal ante el señor procurador general de la nación. Presenté también denuncio formal al señor ministro de Justicia. Presenté denuncio formal al señor presidente del Tribunal Superior de Justicia de Ibagué, Tolima. Todos estos denuncios fueron pérdida de trabajos y de papel.
ESA BOLA QUE HE MENCIONADO al principio rompió el tanque donde estaba depositado el veneno mental de todos esos hombres que llegaron y se apoderaron de todos los derechos inamovibles que tienen los objetivos del suelo y los objetivos del subsuelo de toda nuestra propiedad de la tierra guananí.
La nación de hombres civilizados negó el asesinato que intentaron contra mi persona, el abaleo, el envenenamiento a mi persona, los sufrimientos de los severos castigos dentro de los calabozos y panóptico de Popayán y de Ibagué encadenado con una barra de grillos de peso de 28 libras. En los calabozos de Popayán duré un año incomunicado. Los blancos de Popayán preguntaban: ¿cuándo se morirá el indio Quintín Lame?
El que había pedido la pena de muerte fue el padre del actual presidente de la República, doctor Guillermo León Valencia. No quiero expresar todas las órdenes que quiso darme el que escribió «Anarkos», porque le perdoné todos los graves hechos contra mi persona. Pero por ser el poeta enemigo de los indios, yo no le perdoné cuando expiraba para pasar de esta vida a la otra.
A mí me fue negada la educación por el doctor Miguel Campos Cárdenas porque amenazó severamente castigar a mi padre Mariano Lame, razón para que mi padre me diera una dunda de cáscara de ganado cuando le pedí que me mandara a estudiar a la escuela, porque había conseguido posada en la casa del señor José Alvino Mosquera y alimentación como hijo obediente. Después de darme la dunda tomé la cuesta y pensé que a las cuatro de la tarde bajaba de la montaña con el atadero, pero llegué y entré a la montaña y perdí completamente el sentido pues en vez de devolverme continué buscando la vía para devolverme porque ya había cogido el atadero. Se anocheció y busqué un árbol para dormir en las celdas o bambas de la cumbre porque sentí movimiento de animales feroces.
Al segundo día me combatía el hambre, pero encontré muchas frutas de árboles silvestres maduras. A eso de las diez de la mañana pasaron recogiendo los dueños de las frutas que eran tres osos reales, pero me sintieron y rodearon el árbol donde yo estaba trepado en la copa, y uno de ellos se preparó en dos patas, y yo me preparé con el machete en mano para quitarle la cabeza, porque valor sí tenía y ese valor sí lo tengo hasta hoy. No es valor jurídico, ni valor civil, sino que es un valor montés. En el árbol se me presentaron tres niñas que me miraron bañados sus labios de sonrisas y me hablaron así: «Señor, esta es la casa del Tesoro de los Humildes». Dijo una: «Yo soy la virtud». Habló la segunda y dijo: «Yo soy el bien unido con la virtud». Habló la tercera y dijo: «Yo soy tu esperanza venturosa; porque una ventura te ha traído a esta casa porque es el Templo del Tesoro de los Humildes y de la virtud ante todos los hombres de civilización».
Por eso la civilización mía es montés. Razón para haberle pedido al defensor de la soberanía nacional colombiana que es el Senado de la República en una carta que yo le dirigí como abogado que recibí mi educación debajo de las selvas, al doctor abogado que había recibido su educación en las universidades blancas para que diéramos un grito en defensa de la verdad y de la justicia a fin de que fuera conmutativa, distributiva y legal en Colombia, en defensa de los esclavos indígenas absolutos, dueños y señores de la tierra guananí, hoy con el nombre de Colombia.
Yo me referí a una frase que explicó doña Esmeralda Arboleda, señora payanés.
Pero el señor doctor abogado de la soberanía nacional de Colombia negó la contestación a la carta del indígena hasta hoy. Pero yo como defensor que recuso la Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Criminal debo mostrar con ese valor montés, que recibí mi educación en la universidad montés allá en los bosques solitarios y sombríos que creó la Naturaleza y los ganados feroces. Y esa bola a que me vengo refiriendo cruzó rodando por medio de dicho ganado montés, y en vez de tomarla en sus largos colmillos se asustaron y le abrieron campo. Esa bola rodante era yo, el indígena Manuel Quintín Lame.
MANUEL QUINTÍN LAME
1.º de mayo de 1963
El padre de familia indígena que le nazca un niño dotado de inteligencia debe conseguir la presente obra para que le sirva a ese joven de espejo que nunca se enveta, en medio de las aves de rapiña de nuestros enemigos, las que no prevalecerán.
MANUEL QUINTÍN LAME
ESTE MANUSCRITO, EL MÁS detallado y profundo de los documentos producidos por Manuel Quintín Lame, contiene principalmente sus memorias como luchador incansable en defensa de su raza. Cubre tres décadas, desde 1910 hasta 1939 cuando lo terminó de escribir. En él se destacan las persecuciones, los atentados, las cárceles que padeció Lame, así como la discriminación, los despojos, los lanzamientos y los asesinatos de que han sido víctimas los indígenas de todo el país, principalmente en el Cauca, Tolima, y Huila.
Un aspecto muy importante de esta obra es su denuncia de las arbitrariedades cometidas por «el ministerio público» contra los indígenas. El lugar prominente que ocupa esta denuncia en sus memorias parece indicar que Lame confió mucho en la vía jurídica, y en la letra de algunas leyes favorables, como apoyo efectivo para su campaña. Sin embargo, en este documento y en los otros que se publican en esta misma colección, Lame deja ver su total desilusión al constatar que «todos estos documentos fueron pérdida de trabajo y de papel», pues descubrió que las autoridades estaban «ligadas por intereses comunes» a los usurpadores, usureros, y comerciantes, enemigos del indio.
Pero lo más importante de este manuscrito es lo mucho que contiene de afirmación indígena: los valores positivos de las culturas nativas, su «prehistoria» como creadores de grandes civilizaciones «que la cólera de los siglos no ha podido destruir», la exaltación de la inteligencia natural del campesino que se nutre de las lecciones de la naturaleza, el poder de la unidad campesino-indígena contra los usurpadores, descendientes de los conquistadores españoles, y el llamamiento convincente a reconquistar sus derechos, principalmente la tierra y su cultura, para que las naciones indígenas puedan ser mañana más sabias que hoy.
La presente publicación es una selección resumida, con una ordenación y arreglo nuevos, de las memorias completas publicadas anteriormente con el título En defensa de mi raza (Bogotá, 1971, Comité de Defensa del Indio y Publicaciones de la Rosca).
EL EDITOR
EL PRESENTE LIBRO SERVIRÁ de horizonte en medio de la oscuridad para las generaciones indígenas que duermen en esos inmensos campos que tiene la Naturaleza.
Al padre de familia indígena que le nazca un niño dotado de inteligencia debe conseguir la presente obra, para que le sirva a ese joven de espejo que nunca se le enveta en medio de las pirámides de hielo y de calor producidas por las aves de rapiña de nuestros enemigos, las que no prevalecerán.
Hoy al pase de cuatrocientos cuarenta y siete años nace en las selvas del sur de Colombia conocidas con el nombre de Tierradentro, es decir, del vientre de la ignorancia, de la ineptitud y del analfabetismo de esa raza guananí, la idea del hombre indígena que estudió en la Madre Selva, y que el jis fue un carbón de madera y la pizarra una tabla pequeña de la misma madera; la pluma una pequeña aguja de hierro que cargaba en la copa del sombrero de hoja de palmicha de la que se encontraba en el bosque.
Yo no puedo enorgullecerme de que hice detenidos estudios en una escuela o en un colegio; pues mi colegio fue un entusiasmo incansable, porque le pedí a mi padre, señor don Mariano Lame, la educación, es decir, que me mandara a la escuela, y me consiguió una pala, un hacha, un machete, una hoz y un agüinche y me mandó con siete hermanos a socolar y derribar montaña; pero yo con ese entusiasmo que sobrepujaba en mi interior me llegó el pensamiento de que debía escribir aunque fuera en una tabla con un carbón y que la pluma debía ser dicha aguja en la hoja de un árbol.
Debo mostrar con franqueza al pueblo indígena colombiano que hoy están sus deberes y derechos, como también sus dominios, mordidos y engangrenada la mordedura por la serpiente de la ignorancia y la ineptitud o analfabetismo; pero el indígena que interprete el pensamiento de esta obra se levantará con la facilidad más exacta para hacerle frente al Coloso de Colombia y reconquistar sus dominios en la forma que yo reconquisté los Resguardos de Indígenas de Ortega y parte del Chaparral en el departamento del Tolima. Mi reconquista principió en el mes de abril del año de 1922 y terminó el 31 de diciembre de 1938 y entré como gobernador oficialmente a defender mis dominios conquistados en el año de 1939 unido con el Cabildo que fue compuesto de doce hombres indígenas, triunfo que hice con mi pluma y mi actitud, pensando en todo, que en la demora estaba el peligro y así ordené a esos doce hombres, que su buen gobierno diera ejemplo de gobierno para el mañana.
LA JUSTICIA LLAMARÁ AL historiador para indicarle dónde se encuentra el depósito de mis acciones, y en qué cárceles me jugué con los hombres de la más alta civilización colombiana los que me llamaron el «hermano lobo», cuando me acusaban y acusaron; pero cabizbajos se quedaron cuando tronó el imperio de la justicia castigando la injusticia nacida del corazón de los hombres no indígenas contra mí, ordenando se abrieran las fuertes cerraduras de las cárceles y panópticos para que disfrutara de mi más amplia libertad gracias a Dios[53]. Dichos hombres unidos con los jueces investigadores ordenaron se me persiguiera y se me encarcelara como a un ladrón facineroso porque reunía a los míos en los departamentos Nariño, Cauca, Huila y Tolima. El doctor Guillermo Valencia en su carácter de representante en la Cámara Baja, pidió se me desterrara de Colombia; pero el señor presidente de la Corporación ordenó que para confirmar mi destierro debía llamarse al señor ministro de Gobierno que era el doctor Abadía Méndez; actos que los confirma «los anales» de la Cámara de Representantes.
Todo esto, porque yo me opuse a obedecer a lo injusto, a lo inicuo y a lo absurdo; pues yo miré como cosa santa y heroica el no acatar a la injusticia y la iniquidad, aun cuando llevase la firma del más temible juez colombiano. La historia marcará mi nombre ante los voluminosos cargos que aparecen escritos en los juzgados, alcaldías, gobernaciones de los departamentos Cauca, capital Popayán; Huila, capital Neiva; Caldas, capital Manizales; Tolima, capital Ibagué; Nariño, capital Pasto.
Los hombres no indígenas del departamento del Cauca todos unidos pidieron se me condenara y se me mandara al panóptico de Tunja, sindicándome de dieciocho delitos que ni siquiera habían estado escritos en mi pensamiento, únicamente criados por la inteligencia de un poeta, el que escribió «Anarkos», y que unido con otros señores no indígenas y capitalistas llamaron al doctor Avelino Córdoba Bravo de la ciudad de El Bordo, para que me acusara el día de la audiencia para que enterrara mis reclamos, pero el doctor Bravo se atemorizó cuando llegó al Juzgado Superior de Popayán, pues al pedir el expediente contra el indio Quintín Lame, tuvo que decirle mi acusador Bravo al secretario Alonso Delgado, que él no había ido a pedir todos los juicios y sumarios de todos los presos detenidos en la cárcel de Popayán, sino el de Quintín Lame; entonces le contestó el secretario: «Espere, doctor, un momento, para que se divierta mejor». Puso dos montones de papel extraordinarios en la mesa y le dijo: «Este es el juicio del indio Quintín Lame». Le preguntó mi acusador Bravo, que si en todo ese papel que había gastado el Gobierno no había sido capaz de condenar al indio Quintín Lame. Contestó: «Pues no».
Así ha ocurrido con mi persona; pero yo en muchos casos he buscado al peligro como mi compañero, enfrentándome con valor civil al más temible juez, al más inteligente jurisconsulto, valor que dejo como un ejemplo para todos los niños indígenas de buena voluntad de todo el país colombiano. Porque para ser abogado no se necesita tener diploma, el diploma es la verdad en su punto y la interpretación del falso abogado, porque ese no se apoya en la ley sino en el espíritu de un negocio.
En el Tolima he sido encarcelado ciento ocho (108) veces por los hombres no indígenas, y en ninguna de esas ciento ocho veces necesité de abogado o defensor ante cuatro mil (4.000) y tantos mentirosos, cohechadores y perjuros de raza blanca y mestiza unidos con los investigadores, con los jueces y alcaldes, consejos, secretarios; también tuvieron unión con el director del panóptico de Ibagué, señor Jesús Elías Quijano para que no dirigiera comunicaciones sobre mi defensa; pero yo desterré la presión y la calumnia formada por mis enemigos, hombres de estudio y de experiencia quienes estaban atrincherados detrás de las murallas de la duda. Dichos hombres no indígenas inventaron acusaciones contra mí, pero no pudieron probarlas ante la ley ni ante la razón, y por eso la justicia salió a encontrarme en la forma y con el cariño con que mi madre me recibía después de tres meses de ausencia y así sucesivamente. En todas las acusaciones, es verdad, hubo indígenas que me acusaron, pero cohechados por el blanco y el mestizo y por eso desvanecí todos los cohechos ante los hombres.
Yo he sido y soy el hombre que me siento con orgullo hoy en medio de mi raza y en medio de mis enemigos, los que se burlaron de mí, los que me calumniaron, los que me pusieron nombres; las autoridades que me martirizaron amarrándome del cuello y de los brazos como a un ladrón y asesino facineroso, como hizo el señor Álvarez Guzmán siendo alcalde de Ortega, para hacerse célebre en su alcaldía y entre los suyos; clavó un botalón en la puerta del calabozo de la cárcel de Ortega y ordenó se me amarrara ahí del cuello, de los brazos y de la cintura, hasta que quedé sin movimiento y así me mantuvo tres días y tres noches, y ordenó que no me pasaran alimentos durante los tres días. Abrió la puerta del calabozo y ordenó al pueblo de Ortega que subieran al balcón hombres y mujeres a mirarme cómo estaba castigado, y cómo él sabía castigar al indio Quintín Lame. Ahí apareció la grandeza, ahí apareció el valiente Álvarez Guzmán con su nombre y valor inmortalizado en las páginas de la historia de Nerón.
Ahora qué diré de los episodios que ejecutó en el Cauca el doctor Miguel Arroyo Diez unido con el doctor Guillermo Valencia y muchos otros «pensadores» en contra del indígena Manuel Quintín Lame, mi persona, para humillarlo y poderlo condenar a mansalva y sobreseguro fuera de la ley y de la Constitución nacional.
En el Juzgado Superior de Popayán, en el Juzgado Superior de Neiva y en el Juzgado Superior de Ibagué, tres jueces terribles y vengativos unidos con los gobernadores se afanaron extraordinariamente en perseguirme, unidos con los señores jueces de todos los circuitos, jueces municipales y alcaldes.
En Popayán engangrenaron las conciencias de los jueces los doctores Miguel Arroyo Diez y el doctor Guillermo Valencia, en contra del sindicado Manuel Quintín Lame, por haber aprendido a pensar para pensar[54]. En Neiva la unión de los señores Ricardo Perdomo C. y el doctor Luis Ignacio Andrade y en Ibagué el carcelero Jesús Elías Quijano con el doctor Marco A. Vidales, juez 2.º superior.
Se dice que Popayán es la cuna de los sabios, la cuna de los poetas, la cuna de los filósofos y la cuna de los jurisconsultos más afamados, pero a ninguno le consulté yo mi defensa en el año de 1918 y 1919, cuando yo me preparaba como el polluelo que bate sus alas y que parece que desafía la inmensidad de los aires del infinito espacio, para hacer su vuelo personalmente y cruzarlo; mi más gallarda defensa en medio de aquellos sabios de la edad contemporánea.
Un fiscal entró al recinto de la cárcel de procesados de Popayán unido con el suplente fiscal, me llamaron a solas para preguntarme cómo y en qué forma iba a principiar mi defensa para ayudarme, diciéndome «que ellos no tenían tierras que defender, etcétera», pero yo inmediatamente interpreté la jugada de estos y antes de contestarles les pregunté: «Y ustedes también me van a decir por dónde me van a acusar». Contestaron: «Nosotros no lo acusamos, vamos es a defenderlo, etcétera, etcétera». Pero yo al conocer a este par de jóvenes que me hablaban con sus labios bañados de sonrisa, se me presentó inmediatamente esa reina que me había consolado allá en el bosque, allá en la cárcel, allá en el calabozo cuando estuve un año incomunicado arrastrando una barra de grillos de veintiocho libras dentro del calabozo de la Penitenciaría de Popayán, cumpliéndose la orden de los ya antes citados aristócratas payaneses.
Los hombres no indígenas del departamento del Huila también desearon sentarme en el banco de los acusados, pero no pudieron, con el fin de defender el maldito, alevoso y villano crimen que cometieron en altas horas de la noche del 12 de marzo de 1922 los señores Ricardo Perdomo C. y Luis Solano. Comandante de la Gendarmería de Neiva era Solano. Ricardo Perdomo C. a pulmón abierto gritaba: «Maten indios, que yo con plata se los pago al Gobierno», es decir, le ordenaba al comandante Solano y a la Policía que comandaba este; este hecho está probado en el cuaderno 3.º del expediente donde está formada la calumnia contra mí, y en el cuaderno 1.º, 2.º y 4.º se encuentra el paralogismo que desearon aparentar aquellos hombres no indígenas en contra de la raza indígena de San Andrés de los Dújos, San Roque de Caguán y San Antonio de Fortalesillas, distrito de Neiva. Esta acción dirigida y pagada por el millonario Ricardo Perdomo C. quien tenía bajo su mando al gobernador del departamento, a los jueces y al Tribunal que se decía de justicia, pero no era[55].¡Qué diré de los grandes esfuerzos que han hecho los hombres no indígenas en el departamento del Tolima contra mí, hombres de poca inteligencia; inteligencias que están atolladas en medio del cinismo, del odio, de la envidia y la mentira para acusar al indígena Manuel Quintín Lame, mi persona! Cuando entró el jurado compuesto de cinco miembros a discutir si era o no responsable de siete delitos que se me imputaron, y su imputación dirigida por la mala inteligencia de los alcaldes Ángel María Salcedo de Ortega, Gavino Tovar, de Coyaima, etcétera, etcétera; las malas inteligencias de los ya citados estaban respaldadas por los certificados de los concejos municipales de Chaparral, Ortega y Coyaima. Cuando comenzó a resonar esa fuente luminosa de mi imaginación en contra de la mentira, de la infamia, del hurto, del engaño fratricida y criminoso de todos los hombres no indígenas del Tolima, lo que miré yo que era una polvareda levantada por las malas inteligencias en primer lugar de los hombres que habían prestado juramento ante Dios para hacer justicia conmutativa, distributiva y legal; y en segundo lugar, por las casas comerciales de Ortega y Chaparral las que ligaron con sofismas la autoridad del reverendo padre Rafael A. Parejas. Esto consta en el cuaderno de pruebas de mi defensa, la que recogí por medio de una inspección ocular en el distrito de Ortega.
El señor juez 2.º superior, Marco A. Vidales, al tomar yo la palabra para defenderme quiso quitarme el derecho de defensa pero entonces yo inmediatamente recurrí a lo ordenado por el artículo 1620 del Código Judicial[56], y el señor presidente del Tribunal de hecho miró al señor juez haciendo un ademán mensajero de verdad contra el error que deseaba apoderarse del que se iba a defender personalmente ante los hombres, de los injustos cargos que se me habían imputado en el departamento del Tolima por ser indígena, defensor del indígena tolimense, mi hermano, que ha sido y es engañado como el niño que llora en la cuna pidiendo la presencia y el cariño de su madre cuando tiene hambre, sed y frío.
Esto lo digo porque la raza del blanco que es mi enemigo encarnizado, pero no poderoso, ha dicho y dice sosteniendo a pulmón abierto que el indio Quintín Lame, mi persona, es un extrabruto, estafador, pícaro, un ladrón. Todos mis actos quieren borrarlos en la forma que los judíos pidieron al gobernador romano que borrara o quitara el INRI de la cruz, y los césares quisieron ocultar el misterio de la Pascua, es decir, de la resurrección del que había muerto en la cruz y había sido sepultado en el huerto y sobre su sepultura colocaron una pesada piedra, y una guardia; así deseó el doctor Guillermo Valencia unido con un puñado de hombres no indígenas que lo secundaron de la alta aristocracia del Cauca destruir mi pensamiento por medio de la barbarie y el cinismo, mandándome a encerrar en un calabozo y ordenando se me pusiera en los pies una barra de grillos de veintiocho libras teniéndome durante un año incomunicado, orden que fue cumplida y consta en auto en el proceso que está archivado. Después ordenó que dijeran que el indio Quintín Lame había sido desterrado o que había muerto. Sin embargo, todavía vive, porque era de la única manera que se llenaba de terror.
Este sanedrín de mentirosos tolimenses tomaron la medida de colgar a los indígenas de los pies para que dijeran lo que ellos les enseñaban, es decir, les enseñaban la declaración contra mí; así lo hicieron con el indígena Joaquín Ducuara, Félix Moreno y Eufrasio Ducuara. Estas declaraciones se encuentran en el tomo de pruebas en contra del sumario.
Cómo se afanó el señor juez 2.º superior cuando entró el jurado a decidir el mérito de los siete delitos que se me habían imputado y que el señor juez Vidales pidió al jurado que afirmativamente los contestara en voz alta. Estaba de una tez rosada, pero cuando salió el jurado y dijo: «Es inocente el indio Quintín Lame de los siete cargos que se le ha llamado a responder ante este jurado, pues hay cuatro votos en favor y uno en contra»; el rostro del afanado juez doctor Marco A. Vidales se convirtió en una flor blanca, y el honorable Tribunal de derecho al revisar lo actuado por el Tribunal de hecho dijo: «El Tribunal de hecho ha obrado sabiamente». Todos los hombres estudiados fueron saliendo cabizbajos del recinto en donde habían permanecido como espectadores varios días.
Yo fui el acusado, yo fui el defensor contra la acusación de varios jueces, de varios alcaldes, de varios investigadores, de varios concejos municipales y de varias casas comerciales.
La ley del fatalismo, la ley del orgullo, la ley de la envidia, la ley de la mentira, la ley del odio, la ley de la calumnia, la ley de la soberbia, la ley de la amenaza, la ley del cohecho y superchería cayeron contra mí y sobre mí, pero no triunfaron, cayeron como una bandada de aves de rapiña a tragarse el perro muerto, pero encontraron un león…
Por lo tanto, no ha prevalecido ese mar de calumnias con que desearon ahogar al indiecito que escribe estos pensamientos, haciéndole arrastrar una cadena de gruesos eslabones y una barra de grillos de veintiocho libras y un par de esposas que aseguraban mis manos atrás en el exterior del cuerpo, botado en el suelo como un cerdo para sacrificarlo. Esto fue en el cuartel de la Policía de Popayán según órdenes que recibía de la Gobernación el valiente Leonardo Ramírez antes de ser llevado al calabozo a encerrarme incomunicado, episodio que fue ejecutado el 12 de mayo de 1915. Porque el 9 fui capturado en el puente del río El Cofre por una traición que la pagó el Gobierno Conservador en la suma de cuatrocientos pesos; moneda que le sirvió a Judas Iscariote para comprar un cuño de hacer monedas de oro, y así como él me vendió a mí, así también hubo quien lo vendiera a él, y lo cogió la justicia infraganti, porque quien a cuchillo mata a cuchillo muere; el nombre con el juicio que juzga es juzgado, y con el decámetro que mide será medido.
Muchos hombres han deseado mi muerte, han intentado contra mi vida; han buscado la diosa hechicera, y hoy están encorvados y tendidos allá en un subterráneo. Otros me robaron todos mis bienes y otros me quemaron a puerta cerrada mis habitaciones. Otros me hurtaron todos mis cultivos fuera de la ley y la justicia. Las autoridades municipales de Ortega me negaron la razón violando la ley y la carta fundamental de derecho con el fin de encarcelar la justicia para que no fuera conmutativa, distributiva y legal en mi favor. En Ortega se me ha mirado y se me mira como a una fiera, porque no dejo robar ni engañar a mis hermanos indígenas que viven dentro de los terrenos o resguardos nacionales, pues Ortega es la cueva de los hombres cohechadores, engañadores y perjuros.
Yo he sido odiado del blanco, perseguido del blanco, calumniado del blanco y sindicado falazmente por el blanco. Pero no he necesitado ni he pedido una lección intelectual, es decir, una clase. Por lo tanto, dejo en concreto desarrollado mi pensamiento en esta obra que el blanco la tildará de mil maneras porque los blancos de los departamentos de Nariño, Cauca, Valle del Cauca, Huila y Tolima, son enemigos acérrimos y mortales de la raza indígena.
No es verdad que solo los hombres que han estudiado quince o veinte años, los que han aprendido a pensar, son los que tienen vocación, porque han subido del valle al monte. Pues yo nací y me crie en el monte, y del monte bajé hoy al valle a escribir la presente obra.
Aquí se encuentra el pensamiento del hijo de las selvas que lo vieron nacer y que se crio y se educó debajo de ellas como se educan las aves para cantar, y se preparan los polluelos batiendo sus plumas para volar desafiando el infinito para mañana cruzarlo y con una extraordinaria inteligencia muestran entre sí el semblante de amoroso cariño para tornar el vuelo, el macho y la hembra, para hacer uso de la sabiduría que la misma Naturaleza nos ha enseñado, porque ahí en ese bosque solitario se encuentra el libro de la filosofía; porque ahí está la verdadera poesía, la verdadera filosofía, la verdadera literatura, porque ahí la Naturaleza tiene un coro de cantos que son interminables, un coro de filósofos que todos los días cambian de pensamientos pero nunca saltan las murallas donde está colocado el ministerio de las leyes sagradas de la Naturaleza Humana. Pero el coro de hombres no indígenas que han corrido a conocer los grandes claustros de enseñanza en los colegios, en las universidades principiando por las escuelas primarias, no han podido ni podrán conferenciar con ese libro de la poesía, con ese libro de la filosofía que tiene tres poderosos reinos, y que no los han podido conocer aquellos niños de la antigüedad, los de la Edad Media, ni los de la presente; aquellos que se mecieron en las cunas de oro y de cristal. La ciencia tiene un jardín muy extenso y pocos son los hombres que lo han mirado, aunque de muy lejos. Pero el indiecito lo ha mirado de muy cerca, unido con esos discípulos que la Naturaleza ha criado y cría en el bosque en esos momentos de charla interminable que tienen los arroyos de las fuentes; en esos momentos en que ronca el tigre, ruge el león, silba la serpiente, canta el grillo y la chicharra, gime la paloma torcaz y cruza el bosque. Es el momento del recreo que esa maestra que es la Sabiduría, ha ordenado armónicamente a sus discípulos; y después cruzan los cuatro vientos de la tierra que son los sembradores que tiene la Naturaleza.
Encuentra el hombre el nido del cóndor tan bien preparado, encuentra la casuchita de varias aves tan bien construidas; encuentra una colmena de abejas con una centinela en la puerta. Así armónicamente se ve arreglado todo.
Pues esa naturaleza que tiene sus armoniosos cantos enseñados a los que vienen educados por generaciones, y no por maestros como ha aprendido a leer y escribir el blanco, enemigo del indio.
El blanco por más que estudia no sabe nada, porque su corazón está lleno de orgullo y de envidia contra el pobre ignorante. El blanco odia al indígena de muerte; de frente están sus labios bañados de sonrisa pero es con el fin de humillarlo, haciéndole revelar palabras para poder hacer negocios; actos y razones que los aclararé más adelante con franqueza.
La jurisprudencia que yo aprendí fue enseñada allá en esos campos de lucha donde me acompañaba esa imagen que iba alzando el vuelo, de imagen en imagen, y yo la miraba hoy más bella que ayer e imaginé, que mañana sería más bella que hoy, y que la sabiduría del hombre debía ser más exacta para coger las flores de la Ciencia dentro de ese jardín que cultivó el primer hombre y la primera mujer. Porque el día de mañana el hombre será más sabio que ayer y mañana será más sabio que hoy.
¿Quién es la Soledad? Es una señorita que acompaña a la Naturaleza y que ambas tomaron la llave para abrir el misterio donde debía penetrar el indio que ha sido odiado, calumniado, encadenado, encarcelado, ultrajado de palabra y obra por los descendientes de los españoles que llegaron el 12 de octubre de 1492 a ocupar este suelo en busca de fortuna, porque no fue a civilizar al pueblo indígena que vivía en tierra guananí sino a robarle todas sus riquezas y a que permanezca debajo de sus botas, y que aun cuando le duela no se queje sino que marche como el cordero al redil del matadero; por esta razón los blancos y mestizos me odian a mí de muerte, pero no han podido hacerme subir ni a la primera grada del cadalso.
Pues yo soy indígena, legítimamente indígena y por esto me siento orgulloso, porque por mis venas no corre todavía sangre española, gracias a mi Dios, y como indígena no he podido conocer los rediles que tiene la vieja Zoología criada por los hombres de la antigua y contemporánea Civilización.
[53] Un legítimo orgullo de Quintín que se refleja aquí, y en las páginas siguientes de su libro, es el haber sido su propio defensor ante los tribunales. Más adelante nos contará que estuvo en la cárcel 108 veces —antes de 1939—, y que nunca necesitó de abogado. Desde su juventud había estudiado leyes por su propia cuenta, llegando a manejar los códigos con soltura. Sus defensas más memorables fueron en Popayán —entre 1918 y 1919— y en Ibagué —en 1927—. En ambos casos se le sindicaba de múltiples delitos que no pudieron ser comprobados. (Nota del editor).
[54] Según Lame, lo que más enardeció a sus enemigos aristócratas fue el verse confrontados por un indio que ¡había aprendido a pensar!
[55] La masacre denunciada aquí por Quintín alcanzó la primera página de la prensa de Bogotá durante todo el mes de marzo de 1922, y se removió de vez en cuando en los años siguientes. Un año más tarde una información de prensa diría: «Neiva. La sesión de la Asamblea Departamental de ayer estuvo borrascosa… Se hizo alusión a los sucesos ocurridos en Los Limpios, cerca del Caguán, en este municipio, en donde un grupo de indígenas reunidos pacíficamente y sin armas fueron atacados por la fuerza armada resultando tres indígenas muertos y unos heridos. Los diputados Matiz, Gaitán y Suárez Borrero hicieron fuertes cargos a la administración y autoridades anteriores, como responsables de la matanza… La aseveración sostenida en la Asamblea, y con la cual está acorde el público, no ha sido hasta hoy desvirtuada». (El Espectador, Bogotá, abril 7, 1923, pág. 5).
[56] La referencia es al antiguo Código Judicial, antes de la reforma de 1938. El artículo citado tiene que ver con el derecho de defensa del procesado durante el juicio (compárese artículo 471, Código de P. P., libro III, «Del juicio»).
¿QUÉ DIRÉ DE LOS INDIOS que vivieron antes del 12 de octubre de 1492?
La cólera de los siglos no ha podido destruir las leyendas escritas sobre duras piedras allá sobre los lomos de empinadas cordilleras. Ahora esa raza blanca ¿por qué no ha interpretado el espíritu que tienen o que encierran las lagunas indígenas?
El indio por confiado le ha entregado todo al blanco sin saber la supremacía de su inteligencia. Allá se encuentra la historia de los indios vedas; allá se encuentra la historia de los indios egipcios; allá se encuentra la historia de los indios japoneses; las pagodas de la India arrojan un conocimiento el que no lo tiene ni lo tendrá el médico blanco, porque este se apoya es en el reino mineral, el indio en el reino vegetal y animal para preparar la medicina certera, y así sucesivamente.
Cien años antes del 12 de octubre el indio Güelpa en una reunión de sabios en el templo de Cacharpá, lugar donde se elevan holocaustos al sol como dios misericordioso, después de haber cantado tres veces el himno al sol se suscitó una disputa; después de todo llamó la atención Cacharpá y le anunció a todo el sanedrín en palabras lentas, en el dialecto indígena que muy pronto quedarían los sabios y los soberanos en manos de Guagáz[57].
Pasaron los tiempos y con ellos las guerras entre los soberanos indígenas quienes se disputaban riberas, praderas o campos de dominio, y se despedazaban unos con otros con lanzas de madera, flechas y bodoqueras envenenadas, el veneno sacado de plantas vegetales.
Y qué diré cuando la Naturaleza de Muschca, es decir, el dios sol, hizo aparecer dos sabios, mujer y hombre, la mujer para que enseñara a hilar el oro y a cruzarlo, es decir, a tejerlo, y el hombre para tallar la piedra y hacer jeroglíficos sobre ella, hacer caras de hombres, de animales y aves; también hacer fetiches, cocodrilos y aves de oro con sus polluelos, cigarras, sapos, lagartijos, serpientes, etcétera. Dichos escritos no los ha podido destruir la cólera de los siglos ni las edades han podido acabar los fetiches de barro que prepararon amasada con leche de árboles, mis antepasados.
Qué diré del historiador del Bochica que rompe la roca para formar un salto hoy con el nombre Tequendama, el que no ha podido desarrollar cómo y por qué aparece este sabio retrato en la pared de la roca, pues a muchos historiadores les falta el valor civil y a otros la honradez.
Pero hoy ni siquiera se encuentra en Colombia una estatua de un Atahualpa, o de un Bochica como se encuentran en las demás repúblicas hermanas; porque Colombia ha sido y es la mansión del odio la envidia contra el indígena.
[57] Guagaz —o Guagás— quiere decir «hombre blanco». En el contexto mitológico de este párrafo, Guagás equivale al ‘enemigo’, o al ‘demonio’.
LA RAZA INDÍGENA AQUÍ EN Colombia ha sido odiada por todo el capitalismo, y muy pocos sacerdotes o religiosos han hablado por ella, porque han estado sus pensamientos muy lejos de las ideas del padre fray Bartolomé de las Casas, porque no han habido sacerdotes de nuestra propia raza que identifiquen el verdadero derecho que tenemos los indígenas de Colombia legítimamente indígenas, y no de los que por sus venas les corre ya sangre española que está manchada de envidia, egoísmo y orgullo, y que sus conciencias de generación en generación vienen manchadas con sálpicos de sangre indígena.
Pues el blanco es enemigo acérrimo del indígena que no golpea la puerta del engaño; que no quiere las promesas, que no le vende barato; lo mismo que el empleado público se une con el capitalista latifundista y el abogado para hacerle perder la finca al indígena, el semoviente etcétera.
La experiencia tiene dos poderosos muros, el uno es visible y el otro es invisible, muros que me han servido de trincheras poderosas para favorecerme de la metralla de mi enemigo en el campo de encarnizados combates en lo material, en lo civil y en lo moral; pero para esto se necesita tener una memoria feliz y única; el primer muro es donde están depositadas todas las acciones que le danzaron al hombre desde el momento en que tuvo uso de razón, como el indígena que nunca se olvida del blanco que le pegó a su padre de obra y ultrajó de palabra a su hermano, o a su esposa; él no dice nada, pero en el interior conserva el pensamiento del gallo de pelea y se venga haciéndole salir una úlcera, que dicen en su lenguaje algunas personas: maleficio.
El blanco le roba la finca al indígena, emborrachándolo; haciéndole firmar documentos de débito sin deberle; llevándolo ante los jueces para seguirle la ejecución, y el juez se presta diciéndole a uno: «Es mejor que le pague»; contradice uno: «Pero yo qué le pago si no le debo nada»; le ordenan al indio: «Nombre abogado». El indio nombra su abogado, pero el hurtador, ladrón o estafador, se une con el abogado del indio que desea defender su derecho o propiedad, o semoviente, y lo requiere diciéndole: «Partamos el dinero que estoy ganando y dame el pleito ganado, porque entre los blancos o mestizos tenemos que favorecernos, el indio, ¡eso qué![58]».
El segundo muro de la experiencia es decir el hombre lo que sabe y saber decirlo cuando es tiempo y sazón, porque más seguro es callar que hablar; pues la llaga que está cubierta nunca es pisada de la mosca y cicatriza pronto.
Hoy se encuentra este indiecito, dentro de esa muralla que yo mismo construí con mis lágrimas y sangre, la que hizo verter la envidia y el orgullo del español, el que llegó el 12 de octubre de 1492 a hacerse rico a nuestro país y que nos trató y nos trata hasta hoy como a bestias de carga.
El indio es aborrecido del blanco, es odiado de muerte cuando le va a tildar y le tilda sus actos. El indio no puede ir en compañía del blanco a un café, a un hotel, a una mesa de convite, por arreglado que esté de vestido, el blanco se rebaja ante los suyos, es mirado de los suyos con soberbia. Mucho más cuando el indígena ha penetrado el Jardín de la Ciencia y el blanco queda por fuera sin poderlo penetrar.
La abeja centinela que está en la puerta de la colmena atisbando los zánganos ociosos que sin trabajar desean comer; zánganos que se asemejan a los que llegaron el 12 de octubre de 1492 y se apoderaron de nuestras riquezas, de nuestras leyes y costumbres y también de nuestra religión, y que en caridad como católicos, apostólicos romanos que eran los viejos veteranos de la madre España, con nosotros fueron no amigos sino serpientes envenenadas para matarnos con el veneno de la envidia[59] y que esa envidia existe hasta hoy, en 447 años no se ha esfumado o desvanecido, porque siempre el indígena está debajo de la bota del blanco como esclavo, y el indio que defiende su derecho es perseguido como un ladrón facineroso por el no indígena; este enemigo busca de mil maneras cómo aplastar material, moral y civilmente al indígena que se acerca a conocer el Jardín de la Ciencia.
Cuando el indio tiene semovientes de ganado mayor y menor, finca de cafetal, trigal, el blanco le dice: «Sois mi amigo, mi compañero»; pero cuando el indio vive del trabajo diario nadie lo voltea a mirar, el blanco mira a este pobre infeliz como a un perro podrido en la calle, se tapa las narices y dice: «Esos indios hieden a diablos». Pero si esos blancos saben que el indio tiene de qué vivir, entonces el indio ya no hiede a diablo, lo llaman con sonrisa burlona para ofrecerle un miserable tabaco o un cigarrillo.
El indio colombiano es la flor del desprecio del blanco que llegó de España el 12 de octubre, es víctima del odio satánico cuando alega su derecho y no se deja robar, no se deja engañar, no se deja hurtar su propiedad y defiende los suyos, dando lecciones de hecho y de derecho para el presente y el futuro.
[58] Se revelan en esta descripción los mecanismos sociales de opresión y explotación del indio, en lo cual participan todos los representantes de la sociedad civilizada y culta —hacendado, comerciante, juez, abogado—. Un poco más adelante (capítulo 7), Quintín hará otra descripción de la perfidia de los abogados. Obsérvese en ambos casos la forma dramatizada de la descripción, ¡un ejemplo de verdadero teatro popular!
[59] Para Quintín los despojadores de la raza indígena, antiguos y modernos, han sido movidos por la envidia y el egoísmo. «Colombia es la mansión del odio y la envidia contra el indígena», dirá unos párrafos más adelante. Desde la primera página de su libro Quintín plantea este análisis psicologista del problema nacional, ya que «la envidia y el egoísmo son los insectos que día y noche atacan la sementera del indio», impidiéndole dar sus frutos.
EL ABOGADO BLANCO DICE: «Ese pleito está muy trabajoso, pero si me pagas ochocientos pesos ($ 800) dándome en este momento la mitad, de aquí a ocho días está tu pleito ganado». El indígena contesta: «Le traigo doscientos pesos ($ 200)». Contesta el blanco: «No, no, si me das los cuatro». Contesta el indígena: «Dentro de quince días se los traigo». Contesta el blanco: «No, tráigamelos dentro de ocho días», y le ofrece y le asegura que: «El pleito yo lo gano». Cuenta el indígena los cuatrocientos pesos, se pasan dos meses y le pregunta el indígena: «¿Cómo va el pleito, señor abogado?». Contesta el haragán y mentiroso: «He hecho todo lo posible, ya casi tengo el asunto por cuenta mía; pero hoy estoy limpio, dame cien pesos que te los agradezco como si me los regalaras». El indio dice: «Hoy no los tengo, pero de aquí a ocho días se los traigo aun cuando sean cincuenta». A los cinco meses de no saber el indígena le pregunta al secretario del Despacho, y contesta: «Hace dos meses que presentó su abogado un memorial y no ha vuelto». «¡Pero si él me dijo que tenía el pleito ganado ya!». Contesta el secretario: «Ese señor lo está engañando, busque un abogado bueno, honrado y que vaya al despacho». Pero ya el dinero que tenía el indígena lo acabó, quedó en la miseria y el pleito se lo ganó la contraparte. El defensor del pobre indígena se queda muy contento, porque estaba de acuerdo con el abogado de la contraparte.
Nosotros los indígenas debemos abandonar y despreciar la dádiva del blanco, el pedantesco palabrerío de: «Yo te quiero como de mi casa, como a un verdadero amigo, y por el cariño que te tengo es que te pido rebaja de lo que me vendes».
¡Hermanos indígenas! ¡No te vais a creer en el amigo blanco o mestizo!
En medio de esa raza no hay amigos materiales en favor de nosotros los indios, el blanco reconoce al indio como amigo es cuando se humilla y está a órdenes de él. ¿Qué diré de algunos sacerdotes que odiaron las campañas del indio Quintín Lame en el Cauca, Valle del Cauca, Huila, Tolima?
Aquí tenéis hermanos indígenas el espejo que nunca se enveta, porque lo dicho es la verdad, y nada más que la verdad.
¿Ahora qué diré de la política? Señores indígenas, es el elemento que cada día nos entierra en ese cementerio de las ruinas de tristeza y de dolor.
Así es, señores indígenas, que la política es como las aves de rapiña cuando tienen banquete, porque el que menos truena con la palabra, con la pluma, ofreciendo al ignorante campesino indígena lo que no tiene, haciendo como el enamorado que engaña con palabras dulces a su enamorada, hasta el momento en que queda satisfecho, etcétera; y la mujer ya no es señorita, ya no es dama, ya todo mundo la desprecia; así por así, son los días de política para el pobre campesino indígena que baja a las urnas para que más tarde esos representantes no se acuerden de las promesas que hicieron al pobre indígena.
Señores indígenas, son tres los elementos de prueba: el primero es la confesión; el segundo declaración de testigos, y el tercero son los documentos; pero no vas vos a confesar el hecho porque confesión de boca, satisfacción de obra; la defensa está en vuestros labios, y ahí mismo está la condena; el hombre nunca debe confesar sus hechos ante ninguna autoridad civil o investigador criminal; hay muchos investigadores en la criminología que amenazan al ignorante con torturas, con calabozo, con destierro, con condenas de veinte años.
Porque el hombre que se deja sugestionar de un investigador, de un juez civil, no debe existir en Colombia. Hay muchos jueces e investigadores que dicen: «No niegue, no niegue, porque hay declaraciones que dicen que usted fue el del hecho o hechos», por hacerse célebres con un procedimiento que está fuera de la ley, la razón y la justicia.
EL DÍA DE MAÑANA SE LEVANTARÁ un puñado de hombres indígenas y tomarán los pupitres, las tribunas, los estrados, las sesiones jurídicas, porque la inteligencia de la raza indígena supera, y superará extraordinariamente la inteligencia del blanco por medio de una fe muy alta en la forma establecida y demostrada en esta obra.
Una columna formada de indígenas se levantará el día de mañana para reivindicar sus derechos, como reivindicó Dios la humanidad, es decir, la rescató de la tiranía del demonio; así rescatará la raza indígena sus derechos en Colombia y quedará el blanco de arrendatario del indígena, de esos indígenas que duermen todavía allá en el pensamiento de Dios, motivo al odio y la mala administración de justicia y envidia del blanco contra el indígena.
¿Qué diré de la vida heroica del indígena en medio de la sublime oscuridad de la ignorancia? Yo con un pensamiento reverente día por día he criado o renovado un sacrificio allá en el silencio para cumplir un ideal a la gratitud de mis hermanos indígenas que ignoran.
Así pues he llegado lentamente a contemplar en medio de dicha oscuridad lo que debe ser mañana el hombre indígena quien tiene derecho a manejar todos los destinos de la humanidad, porque donde tiene la cabeza el blanco la tiene el indio, y así sucesivamente toda la armadura; pues el hombre se humilla es ante el motivo, y no ante un hombre, porque tiene el rostro blanco.
Mis intenciones son de todo corazón proteger al futuro que duerme todavía en la ignorancia y que mañana le sirva esta obra de microscopio para hacerle frente al enemigo de nosotros los indígenas y que conozcamos la pradera de nuestros grandes destinos y no corramos como mujeres enamoradas abandonando el cariño de sus padres, a buscar la gran sociedad del estado de la Civilización, porque nosotros los indios tenemos más memoria, y se nos presenta la inspiración más ligera que el relámpago que rompe el negro manto de la oscuridad de la noche. El indio se pasea mejor y más rápido que la abeja en todas las flores del jardín de las ciencias.
Dirá el blanco al conocer mi obra: «Son bestialidades del indio Quintín Lame», porque el blanco me ha odiado y me odia de muerte; me ha calumniado, ha jurado falsamente contra mí ante Dios y los hombres; se ha reído y burlado de mí haciéndome gestos como el demonio cuando no puede arrastrarse el alma del hombre.
¡Pero la Ley de la Compensación existe, señores! ¡Y el día llegará cuando el indio colombiano recuperará su trono!
Ortega, 29 de diciembre de 1939