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DISEÑO GRÁFICO Y EDITORIAL
ISBN:
978-958-8959-00-9 (e-book)
Bogotá D. C., diciembre de 2015
rimera edición: Ministerio de Cultura, Biblioteca Nacional de Colombia, 2015
Presentación: © Piedad Bonnett
Licencia Creative Commons:
Atribución-NoComercial-Compartirigual,
2.5 Colombia. Se puede consultar en:
+Toda obra literaria debe sostenerse por sí misma, hasta el punto de poder prescindir, incluso, de quién fue su autor. Sin embargo, hay algunas que se iluminan y se vuelven más significativas cuando conocemos la vida y la muerte de quien las creó. Ese es el caso de José Asunción Silva, que se quitó la vida en 1886, a los treinta y un años, sin publicar aún ningún libro, pero dejando una producción poética que iba a revolucionar la poesía colombiana, partiéndola prácticamente en dos.
+José Asunción fue, sin duda, un hombre que nunca terminó de encajar en su medio. Hijo de una familia adinerada y culta, gozó en su infancia de muchos privilegios, aunque sus biógrafos nos cuentan que tenía dificultades para socializar, y tal vez fue objeto de matoneo, como puede deducirse de que sus compañeros lo apodaron «el niño bonito»; mucho más tarde, cuando a los veintiún años llegó de Europa vestido con exquisitez y sofisticación de dandi, sus coterráneos le pusieron —probablemente no sin razón— el mote de «José Presunción», prueba de que la brecha seguía abierta. A esa edad ya había escrito Silva, sin embargo, un número significativo de poemas que mostraban un talento y una sensibilidad extraordinarios, y en los que asoman ya las obsesiones que desarrollará más tarde, en su obra de plenitud: el gusto por lo vago, lo vaporoso; la conciencia fascinada de la muerte; el deslumbramiento por la naturaleza y los efectos de la luz y la sensualidad sin tapujos de la pasión amorosa, que se ve ya en el poema «Sub-Umbra», dedicado a Adriana de W., y escrito cuando apenas tiene quince años. El poema comienza así:
+Tú no lo sabes… más yo he soñado,
+entre mis sueños color de armiño
+horas de dicha con tus amores,
+besos ardientes con tus suspiros.
+La desgracia empezó, sin embargo, a tocar a su puerta muy tempranamente: en 1878 muere su hermana Inés, de apenas seis años —otros dos hermanos suyos, varones, habían muerto también siendo niños— y un poco más tarde fallece su amigo Luis Alberto Vergara. El poeta va a demostrar entonces su capacidad de transmutar en belleza su dolor: dicen los críticos que el poema «Crisálidas», que aparece con fecha de 1883, aunque dedicado a Elvira, su hermana preferida y confidente, fue escrito en memoria de Inés, la niña muerta. Tenía José Asunción dieciocho años cuando lo escribió, y en él vemos un dominio perfecto de la musicalidad, y una sutileza y un poder metafórico admirables. En este poema la voz del poeta nos cuenta cómo, ya enferma, la niña trajo a casa una crisálida, que colocó cerca de su cama. Unos días después, a la hora exacta de la muerte, la crisálida se rompe y todos ven cómo alza vuelo «una pequeña mariposa dorada». En la última estrofa Silva condensa, con tremenda maestría y poder de síntesis, la incertidumbre metafísica que le causa la muerte:
+La prisión, ya vacía, del insecto
+busqué con vista rápida
+y al verla vi de la difunta niña
+la frente mustia y pálida
+y pensé: si al romper su cárcel triste
+la mariposa alada
+la luz encuentra, y el espacio inmenso
+y las campestres auras,
+al dejar la prisión que las encierra
+¿qué encontrarán las almas?
+El gran número de poemas anteriores al Libro de versos —lo mejor de su obra, escrito entre 1885 y 1895—, muestra que la pasión de Silva por la poesía era irreductible. Por tal razón, cuando en 1884 su tío abuelo Antonio María Fortoul financia su viaje a Europa, que era su gran sueño, su felicidad debió ser grande. Aunque se suponía que iba a cumplir algunas tareas encomendadas por su padre, que era hasta entonces un próspero comerciante dueño de un almacén de objetos de lujo, Silva dedica sus días en Francia, Suiza e Inglaterra a empaparse de las corrientes literarias y filosóficas en boga, a leer los autores recién descubiertos y a gozar del arte, la música y la arquitectura que en Bogotá jamás habría podido apreciar. En París, entre muchos otros escritores, leyó a Verlaine, a Rimbaud, a Baudelaire y a Victor Hugo, y se familiarizó con la poética de los impresionistas y de los simbolistas, que iban a influirlo de manera definitiva. Y en Londres se enamoró de las lánguidas figuras de la pintura del prerrafaelita Dante Gabriel Rossetti, tan afín a su propia sensibilidad, y también a su poesía.
+Pasar de la deslumbrante París reformada por Haussmann, con sus amplios bulevares y su vida nocturna, a la mojigata y rutinaria Bogotá, debió ser duro para José Asunción. Había visto el mundo, ancho y ajeno, y volvía a la aldea parroquial que pinta, indirectamente, en su poema «Día de difuntos»:
+La luz vaga… opaco el día,
+la llovizna cae y moja
+con sus hilos penetrantes la ciudad desierta y fría.
+Por el aire tenebroso ignorada mano arroja
+un oscuro velo opaco de letal melancolía…
+Y, para colmo de males, grandes tristezas lo esperaban: su generoso tío había muerto durante su estancia europea, y su padre, don Ricardo Silva, iba a morir un año después, dejando el negocio en bancarrota. Quizá le sirviera de consuelo la compañía de los pocos amigos que tenía, entre los que se contaba Baldomero Sanín Cano, un intelectual a carta cabal, como Silva, que se hizo su íntimo amigo. Publicaciones sueltas de algunos de sus poemas, por fortuna, no le faltaron. En el periódico de un amigo publicó «A un pesimista» y en El Telegrama su poema «Futuro». Comienza a escribir su novela De sobremesa. Batalla, mientras tanto, con la difícil situación económica, y es fácil comprender lo que era para aquella alma sensible y apasionada tener que dedicar buena parte de sus energías a enfrentar a sus acreedores y a tratar de sostener, como hombre de la casa, el hogar huérfano de padre. En 1891 muere su hermana Elvira, que era su adoración. Cuentan que Silva no pudo levantarse de su cama durante días. La situación económica se agrava aún más. A pesar de las adversidades, José Asunción persevera en escribir El libro de versos, en el que despliega su poética de lo evanescente, lo sugerido, lo apenas dicho, la contención sentimental, la sensualidad y la musicalidad llena de matices que va a ser propia del modernismo. A ese libro pertenecen los que conocemos como nocturnos, «Di paso» y otro puñado de poemas que han sido considerados por los lectores como lo mejor de su obra y el inicio de la poesía modernista en Colombia. Paralelamente escribe sus Gotas amargas —donde expresa, con humor e ironía, su desencanto del mundo pragmático que resulta del racionalismo y el cientificismo que se afirma en el fin del siglo XIX— y los que han sido nombrados como Poemas de la carne, entre los que se cuenta «Madrigal»:
+Tu tez rosada y pura; tus formas gráciles
+de estatua de Tanagra; tu olor de lilas;
+el carmín de tu boca de labios tersos;
+las miradas ardientes de tus pupilas;
+el ritmo de tu paso; tu voz velada;
+tus cabellos que suelen, si los despeina
+tu mano blanca y fina, toda hoyuelada,
+cubrirte con un rico manto de reina;
+tu voz, tus ademanes, tu… no te asombre:
+todo eso está, y a gritos, pidiendo un hombre.
+Dado que su situación económica no mejora, en 1894 José Asunción emprende viaje a Caracas, donde ha sido nombrado secretario de la legación colombiana por Miguel Antonio Caro. Sabemos que allí se aburre del ambiente y del trabajo que le ha sido asignado, y que se dedica a escribir apasionadamente y a terminar su novela. Pero un sino trágico parece acompañarlo: en enero del año siguiente, cuando regresa a Colombia para disfrutar de una licencia, naufraga el Amérique, barco en el que viajaba, y Silva pierde todos sus manuscritos. Es fácil imaginarse lo que esto significó para un hombre que sólo encontraba sentido en su oficio. Su vida parece nublarse, ahora sí, definitivamente. Con la esperanza de crearse, por fin, una seguridad económica, se lanza a la aventura de montar una fábrica de baldosines, que fracasa de manera estruendosa y lo enfrenta de nuevo a los acreedores, y a cincuenta y dos ejecuciones judiciales. El 23 de mayo, le pide al médico Juan Evangelista Manrique que le muestre el sitio exacto del corazón y el 24 en la mañana lo encuentran sin vida, con un orificio de bala en el pecho. Su cuerpo es enterrado en el cementerio destinado a los suicidas. Un periódico que anunció su muerte añadió: «parece que escribía versos».
+Imposible no pensar, repasando su triste final, en su poema «Cápsulas», donde satiriza las desgracias de «el pobre Juan de Dios», que termina así:
+Luego, desencantado de la vida,
+filósofo sutil,
+a Leopardi leyó y a Schopenhauer,
+y en un rato de spleen
+se curó para siempre con las cápsulas
+de plomo de un fusil.
+Las palabras de la crítica Selena Millares definen muy bien a José Asunción en el contexto que le tocó vivir: «Silva es en definitiva un marginal, que en su autodestierro no admite etiquetas y se hace voz de la conciencia de un fin de siglo agónico». Una conciencia trágica que, aunque vencida por la chatura de su entorno, fue capaz de derrotar el olvido con la belleza de su poesía.
+PIEDAD BONNETT
+No fue pasión aquello,
+fue una ternura vaga…
+lo que inspiran los niños enfermizos,
+los tiempos idos y las noches pálidas.
+El espíritu solo
+al conmoverse canta:
+cuando el amor lo agita poderoso
+tiembla, medita, se recoge y calla.
+Pasión hubiera sido,
+en verdad; estas páginas
+en otro tiempo más feliz escritas
+no tuvieran estrofas sino lágrimas.
+Esos recuerdos con olor de helecho
+son el idilio de la edad primera.
+G. G. G.
+Con el recuerdo vago de las cosas
+que embellecen el tiempo y la distancia,
+retornan a las almas cariñosas
+cual bandadas de blancas mariposas,
+los plácidos recuerdos de la infancia.
+¡Caperucita, Barba Azul, pequeños
+liliputienses, Gulliver gigante
+que flotáis en las brumas de los sueños,
+aquí tended las alas,
+que yo con alegría
+llamaré para haceros compañía
+al ratoncito Pérez y a Urdimalas!
+¡Edad feliz! Seguir con vivos ojos
+donde la idea brilla,
+de la maestra la cansada mano,
+sobre los grandes caracteres rojos
+de la rota cartilla,
+donde el esbozo de un bosquejo vago,
+fruto de instantes de infantil despecho,
+las separadas letras juntas puso
+bajo la sombra de impasible techo.
+En las alas de la brisa
+del luminoso agosto, blanca, inquieta
+a la región de las errantes nubes,
+hacer que se levante la cometa
+en húmeda mañana,
+con el vestido nuevo hecho jirones,
+en las ramas gomosas del cerezo
+el nido sorprender de copetones;
+escuchar de la abuela
+las sencillas historias peregrinas;
+perseguir las errantes golondrinas,
+abandonar la escuela
+y organizar horrorísona batalla
+en donde hacen las piedras de metralla
+y el ajado pañuelo de bandera;
+componer el pesebre
+de los silos del monte levantados;
+tras el largo paseo bullicioso
+traer la grama leve,
+los corales, el musgo codiciado,
+y en extraños paisajes peregrinos
+y perspectivas nunca imaginadas,
+hacer de áureas arenas los caminos
+y de talco brillante las cascadas.
+Los Reyes colocar en la colina
+y colgada del techo
+la estrella que sus pasos encamina,
+y en el portal el Niño-Dios riente
+sobre mullido lecho
+de musgo gris y verdecino helecho.
+¡Alma blanca, mejillas sonrosadas,
+cutis de níveo armiño,
+cabellera de oro,
+ojos vivos de plácidas miradas,
+cuán bello hacéis al inocente niño!…
+Infancia, valle ameno,
+de calma y de frescura bendecida
+donde es süave el rayo
+del sol que abrasa el resto de la vida.
+¡Cómo es de santa tu inocencia pura,
+cómo tus breves dichas transitorias,
+cómo es de dulce en horas de amargura
+dirigir al pasado la mirada
+y evocar tus memorias!
+Cuando enferma la niña todavía
+salió cierta mañana
+y recorrió, con inseguro paso,
+la vecina montaña,
+trajo entre un ramo de silvestres flores
+oculta una crisálida,
+que en su aposento colocó, muy cerca
+de la camita blanca.
+………………………………………
+Unos días después, en el momento
+en que ella expiraba,
+y todos la veían, con los ojos
+nublados por las lágrimas,
+en el instante en que murió, sentimos
+leve rumor de älas
+y vimos escapar, tender el vuelo
+por la antigua ventana
+que da sobre el jardín, una pequeña
+mariposa dorada…
+………………………………………
+La prisión, ya vacía, del insecto
+busqué con vista rápida;
+al verla vi de la difunta niña
+la frente mustia y pálida,
+Y pensé ¿si al dejar su cárcel triste
+la mariposa alada,
+la luz encuentra y el espacio inmenso,
+y las campestres auras,
+al dejar la prisión que las encierra
+qué encontrarán las almas?…
+¡Aserrín!
+¡Aserrín!
+¡Aserrán!
+Los maderos de San Juan,
+piden queso, piden pan,
+los de Roque
+alfandoque,
+los de Rique
+alfeñique
+¡Los de triqui, triqui, tran!
+Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,
+con movimiento rítmico se balancea el niño
+y ambos agitados y trémulos están,
+la abuela se sonríe con maternal cariño
+mas cruza por su espíritu como un temor extraño
+por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
+los días ignorados del nieto guardarán.
+Los maderos de San Juan,
+piden queso, piden pan.
+¡Triqui, triqui,
+triqui, tran!
+Esas arrugas hondas recuerdan una historia
+de sufrimientos largos y silenciosa angustia
+y sus cabellos blancos como la nieve están.
+De un gran dolor el sello marcó la frente mustia
+y son sus ojos turbios espejos que empañaron
+los años, y que, ha tiempos, las formas reflejaron
+de cosas y de seres que nunca volverán.
+Los de Roque, alfandoque
+¡Triqui, triqui, triqui, tran!
+Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda,
+lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra,
+donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están
+del nieto a la memoria, con grave son que encierra
+todo el poema triste de la remota infancia
+cruzando por las sombras del tiempo y la distancia
+de aquella voz querida las notas vibrarán…
+Los de Rique, alfeñique
+¡Triqui, triqui, triqui, tran!
+Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela
+con movimiento rítmico se balancea el niño
+y ambos conmovidos y trémulos están,
+la Abuela se sonríe con maternal cariño
+mas cruza por su espíritu como un temor extraño
+por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
+los días ignorados del nieto guardarán.
+¡Aserrín!
+¡Aserrán!
+Los maderos de San Juan
+piden queso, piden pan,
+los de Roque
+alfandoque
+los de Rique
+alfeñique
+¡Triqui, triqui, triqui, tran!
+¡Triqui, triqui, triqui, tran!
+Junto a la cuna aún no está encendida
+la lámpara tibia, que alegra y reposa,
+y se filtra opaca, por entre cortinas
+de la tarde triste la luz azulosa.
+Los niños cansados suspenden los juegos,
+de la calle vienen extraños ruïdos,
+en estos momentos, en todos los cuartos,
+se van despertando los duendes dormidos.
+La sombra que sube por los cortinajes,
+para los hermosos oyentes pueriles,
+se puebla y se llena con los personajes
+de los tenebrosos cuentos infantiles.
+Flota en ella el pobre Rin Rin Renacuajo,
+corre y huye el triste Ratoncito Pérez,
+y la entenebrece la forma del trágico
+Barba Azul, que mata sus siete mujeres.
+En unas distancias enormes e ignotas,
+que por los rincones oscuros suscita,
+andan por los prados el Gato con Botas,
+y el Lobo que marcha con Caperucita.
+Y, ágil caballero, cruzando la selva,
+do vibra el ladrido fúnebre de un gozque,
+a escape tendido va el Príncipe Rubio
+a ver a la Hermosa Durmiente del Bosque.
+………………………………………
+Del infantil grupo se levanta leve
+argentada y pura, una vocecilla
+que comienza: «Entonces se fueron al baile
+y dejaron sola a Cenicentilla!
+Se quedó la pobre triste en la cocina,
+de llanto, de pena nublados los ojos,
+mirando los juegos extraños que hacían
+en las sombras negras los carbones rojos.
+Pero vino el Hada que era su madrina,
+le trajo un vestido de encaje y crespones,
+le hizo un coche de oro de una calabaza,
+convirtió en caballos unos seis ratones,
+le dio un ramo enorme de magnolias húmedas,
+unos zapaticos de vidrio, brillantes,
+y de un solo golpe de la vara mágica
+las cenizas grises convirtió en diamantes!».
+………………………………………
+Con atento oído las niñas la escuchan,
+las muñecas duermen en la blanda alfombra
+medio abandonadas, y en el aposento
+la luz disminuye, se aumenta la sombra.
+………………………………………
+¡Fantásticos cuentos de duendes y hadas,
+llenos de paisajes y de sugestiones
+que abrís a lo lejos, amplias perspectivas,
+a las infantiles imaginaciones!
+Cuentos que nacisteis en ignotos tiempos,
+y que vais, volando, por entre lo oscuro,
+desde los potentes Aryas primitivos,
+hasta las enclenques razas del futuro.
+Cuentos que repiten sencillas nodrizas
+muy paso, a los niños, cuando no se duermen,
+y que en sí atesoran del sueño poético
+el íntimo encanto, la esencia y el germen.
+Cuentos más durables que las convicciones
+de graves filósofos y sabias escuelas,
+y que rodeasteis con vuestras ficciones,
+las cunas doradas de las bisabuelas.
+¡Fantásticos cuentos de duendes y hadas
+que pobláis los sueños confusos del niño,
+el tiempo os sepulta por siempre en el alma
+y el hombre os evoca, con hondo cariño!
+A Caracas
+Con majestad de semidiós, cansado
+por un combate rudo,
+y expresión de mortal melancolía
+álzase el bronce mudo
+que el embate del tiempo desafía,
+sobre marmóreo pedestal que ostenta
+de las libres naciones el escudo
+y las batallas formidables cuenta;
+y su perfil severo,
+que del sol baña la naciente gloria,
+parece dorminar desde la altura
+el horizonte inmenso de la historia.
+Un mundo de nobleza se adivina
+en la grave expresión de la escultura
+que el triunfador acero a tierra inclina
+con noble y melancólica postura,
+y tiene el monumento soberano
+alzado de los hombres para ejemplo,
+lo triste de una tumba —do no llega
+el vocerío del tumulto humano—
+y la solemne majestad de un templo.
+Amplio jardín florido lo circunda
+y se extiende a sus pies, donde la brisa
+que entre las flores pasa
+con los cálices frescos se perfuma,
+y la luz matinal brilla y se irisa
+de claros surtidores en la espuma;
+y, do bajo lo verde
+de las tupidas frondas,
+sobre la grama de la tierra negra,
+loca turba infantil juega y se pierde
+y del lugar la soledad alegra
+al agitarse en cadenciosas rondas,
+forjando con las risas y los gritos
+de las húmedas bocas encarnadas,
+con las rizosas cabecitas blondas
+y las frescas mejillas sonrosadas,
+un idilio de vida sonriente
+y de alegría fatua,
+al pie del pedestal, donde imponente
+se alza sobre el cielo transparente
+la epopeya de bronce de la estatua.
+Nada la escena dice
+al que pasa a su lado indiferente
+sin que la poëtice
+en su alma el patrio sentimiento…
+Fija
+en ella sus miradas el poeta,
+con quien conversa el alma de las cosas,
+en son que lo fascina,
+para quien tienen una voz secreta,
+las leves lamas grises y verdosas
+que al brotar en la estatua alabastrina
+del beso de los siglos son señales,
+y a quien narran leyendas misteriosas
+las sombras de las viejas catedrales.
+Y al ver el bronce austero
+que sobre el alto pedestal evoca
+al héroe invicto de la magna lucha,
+una voz misteriosa que lo toca
+en lo más hondo de su ser escucha
+y en el amplio jardín detiene el paso.
+Dice la voz de la ignorada boca
+que en el fondo del alma le habla paso:
+«¡Oh, mira el bronce, mira,
+cuál se alza, en el íntimo reposo
+de la materia inerte,
+y qué solemne majestad respira
+la estatua del coloso
+vencedora del tiempo y de la muerte.
+Que resuene tu lira
+para decir que el viento de los siglos,
+que al soplar al través de las edades,
+va tornando en pavesas
+tronos, imperios, pueblos y ciudades,
+se trueca en brisa mansa
+cuando su frente pensativa besa!
+«En la feraz llanura
+vivió feliz el indio, cuya seca
+momia por mano amiga sepultada,
+duerme en el fondo de la cripta hueca
+ha siglos olvidada.
+A la orilla del lago
+en donde el agua, cuando el sol se oculta
+forja un paisaje tenebroso y vago,
+ha siglos vino hispano aventurero
+atravesando la maleza inculta
+a abrevar el ligero
+corcel, cansado del penoso viaje,
+¡cuyas recias pisadas despertaron
+los dormidos murmullos del follaje!
+«¡Como sombras pasaron!
+¿Quién sus nombres conserva en la memoria?
+¡Cómo escapa, perdido,
+de las hondas tinieblas del olvido
+un pueblo al veredicto de la historia!
+¡Cuántas generaciones olvidadas,
+hoy en las sombras de lo ignoto duermen,
+a la fecunda tierra entremezcladas,
+do el humus yace y se dilata el germen,
+que no dejaron al pasar más huellas,
+con sus glorias, sus luchas y sus duelos,
+que la que deja el pájaro que cruza
+el azul transparente de los cielos!
+«¡Cuántas! ¡Y en cambio, escucha:
+¡una sola, una sola
+generación se engrandeció en la lucha
+que redimió a la América Española!
+¡Y legó a los poetas del futuro,
+más nombres que cantar, más heroísmos
+que narrar a las gentes venideras,
+que astros guarda el espacio en sus abismos
+y conchas tiene el mar en sus riberas!
+«Cuenta la grande hazaña
+de aquella juventud que decidida
+en guerra abierta con la madre España
+ofrendó sangre, bienestar y vida;
+canta las rudas épocas guerreras,
+de luchas, los potentes paladines
+de cuerpos de titán y almas enteras,
+que de América esclava los confines,
+desplegadas al aire las banderas,
+y al rudo galopar de sus bridones,
+recorrieron, llamando a las naciones
+con el bélico son de sus clarines.
+Y en la oda potente
+que en sus estrofas sonorosas cuente
+el esfuerzo tenaz, la lidia dura,
+que dieron libertad a un continente
+y al hispano dominio sepultura,
+haz surgir la figura
+del Padre de la Patria, cuyas huellas,
+irradian del pasado
+en el fondo sombrío,
+¡como en las noches plácidas y bellas
+Júpiter coronado de centellas,
+hace palidecer en el vacío
+la lumbre sideral de las estrellas!
+«No lo evoque tu acento,
+cuando el designio soberano toma
+de redimir la América oprimida,
+en la hora sublime y taciturna
+en que pronuncia el grave juramento
+de la cesárea Roma
+en la desierta soledad nocturna;
+no, cuando en el fragor de la batalla,
+en sus ojos la idea,
+con eléctrico brillo centellea,
+mientras que la metralla
+y el bronco resonar de los cañones
+y el ímpetu de rayo
+de los americanos batallones,
+pavor y angustia extrema
+siembran en los deshechos escuadrones
+de los nietos del Cid y de Pelayo;
+no, cuando la Victoria,
+como mujer enamorada sigue
+el paso audaz de su corcel fogoso
+que va a beber del Rímac en las ondas,
+y se le entrega loca y lo persigue;
+no, cuando brinda opima
+cosecha de placeres soberanos,
+a sus sentidos la opulenta Lima,
+ni cuando el gran concierto
+de un continente, Padre le proclama
+y “árbitro de la paz y de la guerra”
+y su nombre la Fama
+esparce a los confines de la tierra;
+no, no le cantes en las horas buenas
+en que, unido a los vítores triunfales,
+vibró en su oído el son de las cadenas,
+que rompió, de los tiempos coloniales:
+cántalo en las derrotas,
+en la escena de grave desaliento
+en que sus huestes considera rotas
+por las hispanas filas,
+y perdida la causa sacrosanta,
+y una lágrima viene a sus pupilas,
+y la voz se le anuda en la garganta,
+y recobrando brío,
+y dominando el cuerpo que estremece
+de la fiebre el sutil escalofrío,
+grita “Triunfar”.
+Y la tristeza exalta
+de tenebrosa noche de septiembre
+cuyos negros recuerdos nos oprimen,
+en que la turba su morada asalta,
+y femenil amor evita el crimen
+infando… Y luego cuenta
+las graves decepciones
+que aniquilan su ser, las pequeñeces
+de míseras pasiones,
+que, por el campo en que soñó, abundante,
+cosecha ver, de sazonadas mieses,
+van extendiendo míseras raíces,
+en torno, cual la yerba
+que el vigor de los gérmenes enerva
+y mata, al envolverlos en sus lazos.
+Di su sueño más grande hecho pedazos.
+¡Di el horror suicida
+de la primer contienda fratricida,
+en que, perdidos los ensueños grandes
+de planes soberanos,
+las colosales gradas de los Andes
+moja sangre de hermanos!
+¡Oh!, di cuando clarea
+el misterioso panorama oscuro
+que ofrece a sus miradas el futuro,
+y con sus ojos de águila sondea
+hasta el fin de los tiempos, y adivina
+el porvenir de luchas y de horrores
+que le aguarda a la América Latina.
+¡Di las melancolías
+de sus últimos días
+cuando a la orilla de la mar, a solas
+sus tristezas profundas acompaña
+el tumulto verdoso de las olas;
+cuenta sus postrimeras agonías!
+«Otros canten el néctar
+que su labio libó: di tú las hieles;
+tú que sabes la magia soberana
+que tienen las rüinas
+y al placer huyes y su pompa vana,
+y en la tristeza complacerte sueles;
+di en tus versos, con frases peregrinas
+la corona de espinas
+que colocó la ingratitud humana
+en su frente, ceñida de laureles.
+Y haz el poema sabio
+lleno de misteriosas armonías,
+tal que al decirlo, purifique el labio
+como el carbón ardiente de Isaías;
+¡hazlo un grano de incienso
+que arda, en desagravio
+a su grandeza, que a la tierra asombra,
+y al levantarse al cielo un humo denso
+trueque en sonrisa blanda
+el ceño grave de su augusta sombra!
+«Deja que, al conmoverse cada fibra
+de tu ser, con las glorias que recuerdas,
+en ella vibre un canto, como vibra
+una nota melódica en las cuerdas
+del teclado sonoro;
+la débil voz levanta:
+inmensa multitud formará el coro;
+¡flota en la luz del sol, estrofa santa!
+¡Vibrad, liras sonoras del espíritu!
+¡Álzate, inspiración; poeta, canta!…».
+«¡Oh no!, cuanto pudiera
+(así en interno diálogo responde
+del poeta la voz), el bronce augusto
+sugerir de emoción grave y sincera,
+escrito está en la forma
+que en clásico decir buscó su norma,
+por quien bebió en la vena
+de la robusta inspiración latina,
+y apartando la arena
+tomó el oro más puro de la mina
+y lo fundió con cariñoso esmero,
+y en estrofas pulidas cual medallas
+grabó el perfil del ínclito guerrero…
+«¡Oh recuerdos de trágicas batallas!
+¡Oh recuerdos de luchas y victorias!
+¡No será nuestra enclenque
+generación menguada
+la que entrar ose al épico palenque
+a cantar nuestras glorias!
+¡Oh siglo que declinas:
+te falta el sentimiento de lo grande!
+Calla el poeta, y si la estrofa escande
+huye la vasta pompa
+¡y le da blando son de bandolinas
+y no tañido de guerrera trompa!
+«¡Oh sacrosantos manes
+de los que “Patria y Libertad” clamando
+perecisteis en trágicas palestras:
+¡más bien que orgullo, humillación sentimos
+si vamos comparando
+nuestras vidas triviales con las vuestras!
+Somos como enfermizo descendiente
+de alguna fuerte raza,
+que expuestos en histórica vitrina
+mira el escudo, el yelmo, la tizona
+y la férrea coraza
+que para combatir de Palestina
+en la distante zona,
+en la Cruzada, se ciñó el abuelo;
+al pensar, baja la mirada al suelo,
+con vergüenza sombría,
+que si el arnés pesado revistiera
+de aquel cuya firmeza y bizarría
+en el campo feral causaba asombros,
+bajo su grave peso cedería
+la escasa resistencia de sus hombros…
+«¡Oh Padre de la Patria!
+Te sobran nuestros cantos; tu memoria
+cual bajel poderoso,
+irá surcando el oceano oscuro
+que ante su dura quilla abre la historia
+y llegará a las playas del futuro.
+Junto a lo perdurable de tu gloria,
+es el rítmico acento
+de los que te cantamos,
+cual los débiles gritos de contento
+que lanzan esos niños, cuando en torno
+giran del monumento;
+mañana, tras la vida borrascosa,
+dormirán en la tumba hechos ceniza,
+y aun alzará a los cielos su contorno
+el bronce que tu gloria inmortaliza.
+Dice el poeta, y tiende la mirada,
+por el amplio jardín, donde la brisa
+que entre las flores pasa,
+en los cálices frescos se perfuma,
+y la luz matinal brilla y se irisa
+de claros surtidores en la espuma;
+y, do, bajo lo verde
+de las tupidas frondas,
+sobre la grama de la tierra negra,
+loca turba infantil grita y se pierde
+y la tristeza del lugar alegra
+al agitarse en cadenciosas rondas,
+forjando con las risas y los gritos
+de las húmedas bocas encarnadas,
+con las rizosas cabecitas blondas
+y las frescas mejillas sonrosadas,
+un idilio de vida sonriente
+y de alegría fatua
+al pie del pedestal, donde imponente
+se alza el cielo transparente
+la epopeya de bronce de la estatua.
+Juntos los dos reímos cierto día…
+¡Ay, y reímos tanto
+que toda aquella risa bulliciosa
+se tornó pronto en llanto!
+Después, juntos los dos, alguna noche,
+¡reímos mucho, tanto,
+que quedó como huella de las lágrimas
+un misterioso encanto!
+Nacen hondos suspiros de la orgía
+entre las copas cálidas
+y en el agua salobre de los mares
+se forjan perlas pálidas.
+A veces, cuando en alta noche tranquila,
+sobre las teclas vuela tu mano blanca,
+como una mariposa sobre una lila
+y al teclado sonoro notas arranca,
+cruzando del espacio la negra sombra
+filtran por la ventana rayos de luna,
+que trazan luces largas sobre la alfombra,
+y en alas de las notas a otros lugares,
+vuelan mis pensamientos, cruzan los mares,
+y en gótico castillo donde en las piedras
+musgosas por los siglos, crecen las yedras,
+puestos de codos ambos en tu ventana
+miramos en las sombras morir el día
+y subir de los valles la noche umbría;
+y soy tu paje rubio, mi castellana,
+y cuando en los espacios la noche cierra,
+el fuego de tu estancia los muebles dora,
+¡y los dos nos miramos y sonreímos
+mientras que el viento afuera suspira y llora!
+………………………………………
+¡Cómo tendéis las alas, ensueños vanos,
+cuando sobre las teclas vuelan sus manos!
+¡Poeta!, di paso
+¡Los furtivos besos!…
+¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertía
+allí ni un solo rayo…, temblabas y eras mía.
+Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso,
+una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
+el contacto furtivo de tus labios de seda…
+La selva negra y mística fue la alcoba sombría…
+En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda…
+Filtró luz por las ramas cual si llegara el día,
+entre las nieblas pálidas la luna aparecía…
+¡Poeta, di paso
+los íntimos besos!
+¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!
+En señorial alcoba, do la tapicería
+amortiguaba el ruido con sus hilos espesos
+desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos;
+tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
+tus cabellos dorados y tu melancolía
+tus frescuras de virgen y tu olor de reseda…
+Apenas alumbraba la lámpara sombría
+los desteñidos hilos de la tapicería.
+¡Poeta, di paso
+el último beso!
+¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!
+El ataúd heráldico en el salón yacía,
+mi oído fatigado por vigilias y excesos,
+sintió como a distancia los monótonos rezos!
+Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda,
+la llama de los cirios temblaba y se movía,
+perfumaba la atmósfera un olor de reseda,
+un crucifijo pálido los brazos extendía
+¡y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!
+Una noche
+una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de älas,
+una noche
+en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
+a mi lado, lentamente, contra mi ceñida, toda,
+muda y pálida
+como si un presentimiento de amarguras infinitas,
+hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
+por la senda que atraviesa la llanura florecida
+caminabas,
+y la luna llena
+por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
+y tu sombra
+fina y lánguida,
+y mi sombra
+por los rayos de la luna proyectada
+sobre las arenas tristes
+de la senda se juntaban
+y eran una
+y eran una
+¡y eran una sola sombra larga!
+¡Y eran una sola sombra larga!
+¡Y eran una sola sombra larga!
+Esta noche
+solo, el alma
+llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
+separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
+por el infinito negro,
+donde nuestra voz no alcanza,
+solo y mudo
+por la senda caminaba,
+y se oían los ladridos de los perros a la luna,
+a la luna pálida
+y el chillido
+de las ranas,
+sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
+tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
+¡entre las blancuras níveas
+de las mortüorias sábanas!
+Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
+era el frío de la nada…
+y mi sombra
+por los rayos de la luna proyectada,
+iba sola,
+iba sola
+¡iba sola por la estepa solitaria!
+Y tu sombra esbelta y ágil
+fina y lánguida,
+como en esa noche tibia de la muerta primavera,
+como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
+se acercó y marchó con ella,
+se acercó y marchó con ella,
+se acercó y marchó con ella… ¡Oh las sombras enlazadas!
+¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas!…
+Si os encerrara yo en mis estrofas,
+frágiles cosas que sonreís,
+Pálido lirio que te deshojas,
+rayo de luna sobre el tapiz
+de húmedas flores, y verdes hojas
+que al tibio soplo de mayo abrís,
+¡si os encerrara yo en mis estrofas,
+pálidas cosas que sonreís!
+Si aprisionaros pudiera el verso
+fantasmas grises, cuando pasáis,
+móviles formas del Universo,
+sueños confusos, seres que os vais,
+ósculo triste, suave y perverso
+que entre las sombras al alma dais,
+¡si aprisionaros pudiera el verso
+fantasmas grises, cuando pasáis!
+En lo profundo de la selva añosa
+donde una noche, al comenzar de mayo,
+tocó en la vieja enredadera hojosa
+de la pálida luna el primer rayo.
+Pocos meses después la luz de aurora,
+del gas en la estación, iluminaba
+el paso de la audaz locomotora,
+que en el carril durísimo cruzaba.
+Y en donde fuera en otro tiempo el nido,
+albergue muelle del alado enjambre,
+pasó por el espacio un escondido
+telegrama de amor, por el alambre.
+El verso es vaso santo. Poned en él tan sólo,
+un pensamiento puro,
+¡en cuyo fondo bullan hirvientes las imágenes
+como burbujas de oro de un viejo vino oscuro!
+Allí verted las flores que en la continua lucha,
+ajó del mundo el frío,
+recuerdos deliciosos de tiempos que no vuelven,
+y nardos empapados en gotas de rocío
+para que la existencia mísera se embalsame
+cual de una esencia ignota,
+¡quemándose en el fuego del alma enternecida
+de aquel supremo bálsamo basta una sola gota!
+Las cosas viejas, tristes, desteñidas,
+sin voz y sin color, saben secretos
+de las épocas muertas, de las vidas
+que ya nadie conserva en la memoria,
+y a veces a los hombres, cuando inquietos
+las miran y las palpan, con extrañas
+voces de agonizante dicen, paso,
+casi al oído, alguna rara historia
+que tiene oscuridad de telarañas,
+son de laúd, y suavidad de raso.
+¡Colores de anticuada miniatura,
+hoy, de algún mueble en el cajón, dormida;
+cincelado puñal; carta borrosa,
+tabla en que se deshace la pintura
+por el tiempo y el polvo ennegrecida;
+histórico blasón, donde se pierde
+la divisa latina, presuntuosa,
+medio borrada por el liquen verde;
+misales de las viejas sacristías;
+de otros siglos fantásticos espejos
+que en el azogue de las lunas frías
+guardáis de lo pasado los reflejos;
+arca, en un tiempo de ducados llena,
+crucifijo que tanto moribundo,
+humedeció con lágrimas de pena
+y besó con amor grave y profundo;
+negro sillón de Córdoba; alacena
+que guardaba un tesoro peregrino
+y donde anida la polilla sola;
+sortija que adornaste el dedo fino
+de algún hidalgo de espadín y gola;
+mayúsculas del viejo pergamino;
+batista tenue que a vainilla hueles;
+seda que te deshaces en la trama
+confusa de los ricos brocateles;
+arpa olvidada que al sonar, te quejas;
+barrotes que formáis un monograma
+incomprensible en las antiguas rejas,
+¡el vulgo os huye, el soñador os ama,
+y en vuestra muda sociedad reclama
+las confidencias de las cosas viejas!
+El pasado perfuma los ensueños
+con esencias fantásticas y añejas
+y nos lleva a lugares halagüeños
+en épocas distantes y mejores,
+¡por eso a los poetas soñadores,
+les son dulces, gratísimas y caras,
+las crónicas, historias y consejas,
+las formas, los estilos, los colores,
+las sugestiones místicas y raras
+y los perfumes de las cosas viejas!
+Como naturaleza,
+cuna y sepulcro eterno de las cosas,
+el alma humana tiene ocultas fuerzas,
+silencios, luces, músicas y sombras
+sobre una eterna esencia
+pasos instables de caducas formas
+y senos ignorados
+de la vida y la muerte se eslabonan.
+Nacen follajes húmedos
+de cuerpos descompuestos en las fosas,
+adoraciones nuevas
+de los altares en las aras rotas.
+En tu aposento tienes,
+en urna frágil,
+clavadas mariposas
+que, si brillante,
+rayo de sol las toca
+parecen nácares
+o pedazos de cielo,
+cielos de tarde,
+o brillos opalinos
+de alas süaves;
+y allí están las azules
+hijas del aire
+fijas ya para siempre,
+las alas ágiles,
+las alas, peregrinas
+de ignotos valles
+que como los deseos
+de tu alma amante
+a la aurora parecen
+resucitarse,
+cuando de tus ventanas
+las hojas abres
+y da el sol en tus ojos
+y en los cristales.
+Como una flor rosada, la novia, bajo el diáfano
+cendal que al pelo rubio sujeta la corona,
+frente al altar solemne y entre el incienso místico
+a las delicias íntimas de un sueño se abandona
+y al novio que la mira, no puede sonreír,
+y la esperanza
+de besos puros,
+que a los futuros
+días la avanza
+y la hace huir
+a las fantásticas
+horas cercanas,
+¡vibra en las músicas
+de las campanas!
+Entre las copas frágiles expira la champaña,
+en la enervante atmósfera flota un olor de fiesta,
+el vals ondula y bulle, y agítanse las últimas
+parejas a los sones lejanos de la orquesta,
+¡el nupcial cortejo se aleja y va a partir!
+Y la importuna
+melancolía
+del muerto día
+que hace la luna,
+lenta surgir
+del cielo pálido
+por los confines
+¡vibra en las músicas
+de los violines!
+Estrellas que entre lo sombrío,
+de lo ignorado y de lo inmenso,
+asemejáis en el vacío,
+jirones pálidos de incienso,
+nebulosas que ardéis tan lejos
+en el infinito que aterra
+que sólo alcanzan los reflejos
+de vuestra luz hasta la tierra,
+astros que en abismos ignotos
+derramáis resplandores vagos,
+constelaciones que en remotos
+tiempos adoraron los Magos,
+millones de mundos lejanos,
+flores de fantástico broche,
+islas claras en los oceanos,
+sin fin, ni fondo de la noche,
+¡estrellas, luces pensativas!
+¡Estrellas, pupilas inciertas!
+¿Por qué os calláis si estáis vivas
+y por qué alumbráis si estáis muertas?…
+La calle está desierta; la noche fría;
+velada por las nubes pasa la luna;
+arriba está cerrada la celosía,
+y las notas vibrantes, una por una,
+suenan cuando los dedos fuertes y ágiles,
+mientras la voz que canta, ternuras narra,
+hacen que vibren las cuerdas frágiles
+de la guitarra.
+La calle está desierta; la noche fría;
+una nube borrosa tapó la luna;
+arriba está cerrada la celosía
+y se apagan las notas, una por una.
+Tal vez la serenata con su ruido
+busca un alma de niña que ama y espera,
+como buscan alares dónde hacer nido
+las golondrinas pardas en primavera.
+La calle está desierta; la noche fría;
+en un espacio claro brilló la luna;
+arriba ya está abierta la celosía
+y se apagan las notas una por una.
+El cantor con los dedos fuertes y ágiles,
+de la vieja ventana se asió a la barra
+y dan como un gemido las cuerdas frágiles
+de la guitarra.
+Por el aire del cuarto, saturado
+de un olor de vejeces peregrino,
+del crepúsculo el rayo vespertino
+va a desteñir los muebles de brocado.
+El piano está del caballete al lado
+y de un busto del Dante el perfil fino,
+del arabesco azul de un jarrón chino,
+medio oculta el dibujo complicado.
+Junto al rojizo orín de una armadura,
+hay un viejo retablo, donde inquieta,
+brilla la luz del marco en la moldura,
+y parecen clamar por un poeta
+que improvise del cuarto la pintura
+las manchas de color de la paleta.
+Soñaba en ese entonces en forjar un poema,
+de arte nervioso y nuevo obra audaz y suprema,
+escogí entre un asunto grotesco y otro trágico,
+llamé a todos los ritmos con un conjuro mágico
+y los ritmos indóciles vinieron acercándose,
+juntándose en las sombras, huyéndose y buscándose,
+ritmos sonoros, ritmos potentes, ritmos graves,
+unos cual choques de armas, otros cual cantos de aves,
+de Oriente hasta Occidente, desde el Sur hasta el Norte,
+de metros y de formas se presentó la corte.
+Tascando frenos áureos bajo las riendas frágiles
+cruzaron los tercetos, como corceles ágiles,
+abriéndose ancho paso por entre aquella grey,
+vestido de oro y púrpura llegó el soneto rey,
+y allí cantaron todos… Entre la algarabía,
+me fascinó el espíritu, por su coquetería
+alguna estrofa aguda que excitó mi deseo,
+con el retintín claro de su campanilleo.
+Y la escogí entre todas… Por regalo nupcial
+le di unas rimas ricas, de plata y de cristal.
+En ella conté un cuento, que huyendo lo servil
+tomó un carácter trágico, fantástico y sutil,
+era la historia triste, desprestigiada y cierta
+de una mujer hermosa, idolatrada y muerta,
+y para que sintieran la amargura, exprofeso,
+junté sílabas dulces como el sabor de un beso,
+bordé las frases de oro, les di música extraña
+como de mandolinas que un laúd acompaña,
+dejé en una luz vaga las hondas lejanías
+llenas de nieblas húmedas y de melancolías,
+y por el fondo oscuro, como en mundana fiesta,
+cruzan ágiles máscaras al compás de la orquesta,
+envueltas en palabras que ocultan como un velo,
+y con caretas negras de raso y terciopelo,
+cruzar hice en el fondo las vagas sugestiones
+de sentimientos místicos y humanas tentaciones…
+Complacido en mis versos, con orgullo de artista,
+les di olor de heliotropos y color de amatista…
+Le mostré mi poema a un crítico estupendo…,
+y lo leyó seis veces y me dijo… ¡No entiendo!
+Anoche, estando solo y ya medio dormido,
+mis sueños de otras épocas se me han aparecido.
+Los sueños de esperanzas, de glorias, de alegrías
+y de felicidades que nunca han sido mías
+se fueron acercando en lentas procesiones
+y de la alcoba oscura poblaron los rincones,
+hubo un silencio grave en todo el aposento
+y en el reloj la péndola detúvose al momento.
+La fragancia indecisa de un olor olvidado,
+llegó como un fantasma y me habló del pasado.
+Vi caras que la tumba desde hace tiempo esconde,
+y oí voces oídas ya no recuerdo dónde.
+………………………………………
+Los sueños se acercaron y me vieron dormido,
+se fueron alejando, sin hacerme ruido
+y sin pisar los hilos sedosos de la alfombra,
+y fueron deshaciéndose y hundiéndose en la sombra.
+Magia adormecedora vierte el río
+en la calma monótona del viaje,
+cuando borra los lejos del paisaje
+la sombra que se extiende en el vacío.
+Oculta en sus negruras el bohío
+la maraña tupida y el follaje
+semeja los calados de un encaje
+al caer del crepúsculo sombrío.
+Venus se enciende en el espacio puro,
+la corriente dormida una piragua
+rompe en su viaje rápido y seguro
+y con sus nubes el poniente fragua
+otro cielo rosado y verdeoscuro
+en los espejos húmedos del agua.
+¡Ven, Lázaro! —gritóle
+el Salvador, y del sepulcro negro
+el cadáver alzóse entre el sudario,
+ensayó caminar, a pasos trémulos,
+olió, palpó, miró, sintió, dio un grito
+y lloró de contento.
+Cuatro lunas más tarde, entre las sombras
+del crepúsculo oscuro, en el silencio
+del lugar y la hora, entre las tumbas
+de antiguo cementerio
+Lázaro estaba, sollozando a solas
+y envidiando a los muertos.
+Ella estaba con él… a su frente
+pensativa y pálida,
+penetrando al través de las rejas
+de la antigua ventana
+de la luna naciente venían
+los rayos de plata,
+él estaba a sus pies, de rodillas,
+perdido en las vagas
+visiones que cruzan en horas felices
+¡los cielos del alma!
+Con las trémulas manos asidas,
+con el mudo fervor de los que aman,
+palpitando en los labios los besos,
+entrambos hablaban
+el lenguaje mudo
+sin voz ni palabras
+que en momentos de dicha suprema,
+tembloroso el espíritu habla…
+………………………………………
+El silencio que crece… la brisa
+que besa las ramas,
+dos seres que tiemblan, la luz de la luna
+que el paisaje baña,
+¡amor, un instante detén allí el vuelo,
+murmura tus himnos de triunfo y recoge las alas!
+………………………………………
+Unos meses después, él dormía
+bajo de una lápida
+el último sueño de que nadie vuelve
+el último sueño de paz y de calma.
+………………………………………
+Anoche, una fiesta
+con su grato bullicio animaba
+de ese amor el tranquilo escenario.
+¡Oh burbujas del rubio champaña!
+¡Oh perfume de flores abiertas!
+¡Oh girar de desnudas espaldas!
+¡Oh cadencias del valse que mueve
+torbellinos de tules y gasas!
+Allí estuvo, más linda que nunca,
+por el baile tal vez agitada
+se apoyó levemente en mi brazo,
+dejamos las salas
+y un instante después penetramos
+en la misma estancia
+que un año antes no más la había visto
+temblando callada,
+¡cerca de él!…
+… Amorosos recuerdos,
+tristezas lejanas,
+cariñosas memorias que vibran,
+como sones de arpa,
+tristezas profundas
+del amor, que en sollozos estallan,
+presión de sus manos,
+son de sus palabras,
+calor de sus besos,
+¿por qué no volvisteis a su alma?…
+………………………………………
+A su pecho no vino un suspiro,
+a sus ojos no vino una lágrima
+ni una nube nubló aquella frente
+pensativa y pálida,
+y mirando los rayos de luna
+que al través de la reja llegaban,
+murmuró con su voz donde vibran,
+como notas y cantos y músicas de campanas vibrantes de plata:
+¡Qué valses tan lindos!
+¡Qué noche tan clara!
+En los húmedos bosques, en otoño,
+al llegar de los fríos, cuando rojas,
+vuelan sobre los musgos y las ramas
+en torbellinos, las marchitas hojas,
+la niebla al extenderse en el vacío
+le da al paisaje mustio un tono incierto
+y el follaje do huyó la savia ardiente
+tiene un adiós para el verano muerto
+y un color opaco y triste
+como el recuerdo borroso
+de lo que fue y ya no existe.
+En los antiguos cuartos hay armarios
+que en el rincón más íntimo y discreto,
+de pasadas locuras y pasiones
+guardan, con un aroma de secreto,
+viejas cartas de amor, ya desteñidas
+que obligan a evocar tiempos mejores,
+y ramilletes negros y marchitos,
+que son como cadáveres de flores
+y tienen un olor triste
+como el recuerdo borroso
+de lo que fue y ya no existe.
+Y en las almas amantes cuando piensan
+en perdidos afectos y ternuras
+que de la soledad de ignotos días
+no vendrán a endulzar horas futuras,
+hay el hondo cansancio que en la lucha,
+acaba de matar a los heridos,
+vago como el color del bosque mustio
+como el olor de los perfumes idos,
+¡y el cansancio aquel es triste
+como el recuerdo borroso
+de lo que fue y ya no existe !
+Cuando al quererlo la suerte
+se mezclan a nuestras vidas,
+de la ausencia o de la muerte,
+las penas desconocidas,
+y, envueltos en el misterio
+van, con rapidez que asombra,
+amigos al cementerio,
+ilusiones a la sombra,
+la intensa voz de ternura
+que vibra en el alma amante
+como entre la noche oscura
+una campana distante,
+saca recuerdos perdidos
+de angustias y desengaños
+que tienen ocultos nidos
+en las ruinas de los años.
+Y que al cruzar aleteando
+por el espacio sombrío
+van en el ser derramando
+sueños de angustia y de frío,
+hasta que alguna lejana
+idea consoladora,
+que irradia en el alma humana
+como con lumbre de aurora,
+en su lenguaje difuso
+entabla con nuestros duelos
+el gran diálogo confuso
+de las tumbas y los cielos.
+El parque se despierta, ríe y canta
+en la frescura matinal… La niebla
+sonde saltan aéreos surtidores,
+de arco iris se puebla
+y en luminosos velos se levanta.
+Su olor esparcen entreabiertas flores,
+suena en las ramas verdes el pío, pío,
+de los alados huéspedes cantores,
+brilla en el césped húmedo el rocío…
+¡Azul el cielo! ¡Azul!… Y la süave
+brisa que pasa, dice:
+¡Reid! ¡Cantad! ¡Amad! ¡La vida es fiesta!
+¡Es calor, es pasión, es movimiento!
+Y forjando en las ramas una orquesta,
+con voz grave lo mismo dice el viento,
+y por entre el sutil encantamiento,
+de la mañana sonrosada y fresca,
+de la luz, de las yerbas y las flores,
+pálido, descuidado, soñoliento,
+sin tener en la boca una sonrisa,
+y de negro vestido
+un filósofo joven se pasea,
+olvida luz y olor primaverales,
+e impertérrito sigue en su tarea
+¡de pensar en la muerte, en la conciencia
+y en las causas finales!
+Lo sacuden las ramas de azalea,
+dándole al aire el aromado aliento
+de las rosadas flores,
+lo llaman unos pájaros, del nido
+do cantan sus amores,
+y los cantos risueños
+van por entre el follaje estremecido,
+a suscitar voluptüosos sueños,
+y él sigue su camino, triste, serio,
+pensando en Fichte, en Kant, en Vogt, en Hegel,
+¡y del yo complicado en el misterio!
+La chicuela del médico que pasa,
+una rubia adorable, cuyos ojos
+arden como una brasa,
+abre los labios húmedos y rojos
+y le pregunta al padre, enternecida…
+—¿Aquel señor, papá, de qué está enfermo,
+qué tristeza le anubla así la vida?
+Cuando va a casa a verle a usted, me duermo,
+tan silencioso y triste… ¿Qué mal sufre?…
+… Una sonrisa el profesor contiene,
+mira luego una flor, color de azufre,
+oye el canto de un pájaro que viene,
+y comienza de pronto, con descaro…
+—¡Ese señor padece un mal muy raro,
+que ataca rara vez a las mujeres
+y pocas a los hombres…, hija mía!
+Sufre este mal…: pensar…, esa es la causa
+de su grave y sutil melancolía…
+El profesor después hace una pausa
+y sigue… —En las edades
+de bárbaras naciones,
+serias autoridades
+curaban ese mal dando cicuta,
+encerrando al enfermo en las prisiones
+o quemándolo vivo… ¡Buen remedio!
+Curación decisiva y absoluta
+que cortaba de lleno la disputa
+y sanaba al paciente… mira el medio…
+la profilaxia, en fin… Antes, ahora
+el mal reviste tantas formas graves,
+la invasión se dilata aterradora
+y no lo curan polvos ni jarabes;
+en vez de prevenirlo los Gobiernos
+lo riegan y estimulan,
+tomos gruesos, revistas y cuadernos
+revuelan y circulan
+y dispersan el germen homicida…
+El mal, gracias a Dios, no es contagioso
+y lo adquieren muy pocos: en mi vida,
+sólo he curado a dos… Les dije:
+«Mozo,
+váyase usted a trabajar, de lleno,
+en una fragua negra y encendida
+o en un bosque espesísimo y sereno;
+machaque hierro hasta arrancarle chispas,
+o tumbe viejos troncos seculares
+y logre que lo piquen las avispas,
+si lo prefiere usted, cruce los mares
+de grumete en un buque, duerma, coma
+muévase, grite, forcejee y sude,
+mire la tempestad cuando se asoma,
+y los cables de popa ate y anude,
+¡hasta hacerse diez callos en las manos
+y limpiarse de ideas el cerebro!…
+Ellos lo hicieron y volvieron sanos…».
+«Estoy tan bien, doctor…». —¡Pues lo celebro!
+Pero el joven aquel es caso grave,
+como conozco pocos,
+más que cuantos nacieron piensa y sabe,
+irá a pasar diez años con los locos,
+y no se curará sino hasta el día
+en que duerma a sus anchas
+en una angosta sepultura fría,
+lejos del mundo y de la vida loca,
+¡entre un negro ataúd de cuatro planchas,
+con un montón de tierra entre la boca!
+Don Juan de Covadonga, un calavera,
+sin Dios, ni rey, ni ley, y cuyo hermano,
+Hernando el mayor, era,
+después de haber llevado airada vida
+prior de cierto convento en Talavera,
+don Juan, el poderoso, el cortesano,
+grande de España, seductor de oficio,
+el hombre en cuya mano
+tuvo grandeza excepcional el vicio,
+después de amar, de odiar, de lograr todo,
+cuanto es posible e imposible, un día
+sintió el cansancio de la vida, el lodo
+de cuantos goces le ofreció la suerte,
+se mezcló a su tenaz melancolía
+el ansia de consuelos superiores;
+pensó en Dios, pensó en Dios, pensó en la muerte,
+pensó en la Eternidad y desprendido
+del lujo, del amor, de los honores,
+escribió a la Duquesa de Vilorte
+diciéndole un adiós, definitivo,
+arregló todo, abandonó la Corte,
+y sin un escudero, al paso vivo
+de su yegua andaluza, macilento,
+huyendo del pecado, fugitivo,
+por ignorada vía
+llegó a la portería
+silenciosa y oscura del convento.
+—¿Nuestro padre Prior?…, preguntó al lego.
+—En oración, hermano.
+—¡Por la vida!
+¿Lo llamará vuesamerced?… —Ahora,
+es imposible, hermano… Vuelva luego,
+es imposible ahora… Éxtasis santo
+cuando reza lo embarga. —Mas le ruego,
+yo estoy aquí perdiéndome, entre tanto,
+siento la angustia del infierno, el fuego…
+—Sírvase entrar al locutorio… —Vanos
+placeres, del Señor sonó la hora,
+don Juan dijo, al entrar, ¡mundo, hasta luego!
+Y por fin se encontraron los hermanos…
+Don Juan, perdido en crápulas y excesos,
+temblándole las manos,
+con aire de un pobre arrepentido
+y la boca marchita por los besos,
+y Hernando, el Prior, brillándole en los ojos,
+el fuego juvenil, siempre encendido,
+y süaves y rojos
+los labios por las santas oraciones
+y el olvido del mundo y sus pasiones.
+—¿Orando tú ?…, le dijo,
+don Juan, con voz monótona y cansada,
+lejos de todo, en la quietud suprema
+de la vida del claustro… cuando fijo,
+temblando, una mirada
+en el abismo actual de mi miseria,
+sueño también en el retiro… —¿Cómo,
+interrumpió el Prior, la cosa es seria?
+¿Te arruinaste por fin? La de Vilorte,
+la archiduquesa de cabellos rubios…
+la dama más airosa de la Corte,
+la rival de la reina en el donaire…
+Aún de sus besos guardas los efluvios…
+¿Qué pasa por allá?… ¡Si traes un aire!
+Oye, Juan, mira, hermano… Aquí en la triste
+vida conventüal, todo reviste
+un aspecto satánico, mis horas
+tienen angustias indecibles, mira,
+un enjambre de formas tentadoras,
+entre mi celda, por la noche, gira,
+y huye… De la oración con los empeños
+lo disipo por fin… Ansío el oro,
+suenan choques de armas en mis sueños,
+flota un olor de besos en el coro,
+y es mi vida una lucha prolongada
+de rudos sacrificios,
+en que domo la carne alborotada,
+con ayunos y rezos y cilicios…
+Y yo llegué al convento… ¡Pobre loco!
+Triste y arrepentido,
+soñando en fin en descansar un poco,
+y en ansiedades místicas perdido…
+Pero, dime, ¿a qué vienes?…
+—Yo por verte,
+dijo don Juan, por verte, a toda prisa,
+y por darte noticia de la muerte
+de don Sancho de Téllez, ¡tú, mi santo
+por su eterno descanso, di una misa!
+¡Y al salir por el negro camposanto,
+en que el convento oscuro se prolonga,
+ansiando la quietud de los que fueron,
+por la primera vez se humedecieron
+los ojos de don Juan de Covadonga!
+La luz vaga… opaco el día,
+la llovizna cae y moja
+con sus hilos penetrantes la ciudad desierta y fría.
+Por el aire tenebroso ignorada mano arroja
+un oscuro velo opaco de letal melancolía,
+y no hay nadie que, en lo íntimo, no se aquiete y se recoja
+al mirar las nieblas grises de la atmósfera sombría,
+y al oír en las alturas
+melancólicas y oscuras
+los acentos dejativos
+y tristísimos e inciertos
+con que suenan las campanas,
+¡las campanas plañideras que les hablan a los vivos
+de los muertos!
+Y hay algo angustioso e incierto
+que mezcla a ese sonido su sonido,
+¡e inarmónico vibra en el concierto
+que alzan los bronces al tocar a muerto,
+por todos los que han sido!
+Es la voz de una campana,
+que va marcando la hora,
+hoy lo mismo que mañana,
+rítmica, igual y sonora,
+una campana se queja,
+y la otra campana llora,
+esa tiene voz de vieja,
+esta de niña que ora.
+Las campanas más grandes, que dan un doble recio
+suenan con acento de místico desprecio,
+mas la campana que da la hora,
+ríe, no llora.
+Tiene en su timbre seco sutiles ironías,
+su voz parece que habla de goces, de alegrías,
+de placeres, de citas, de fiestas y de bailes,
+de las preocupaciones que llenan nuestros días,
+es una voz del siglo entre un coro de frailes,
+y con sus notas se ríe,
+escéptica y burladora,
+de la campana que ruega
+de la campana que implora
+y de cuanto aquel coro conmemora,
+y es porque con su retintín
+ella midió el dolor humano
+y marcó del dolor el fin;
+por eso se ríe del grave esquilón
+que suena allá arriba con fúnebre son,
+por eso interrumpe los tristes conciertos
+con que el bronce santo llora por los muertos…
+¡No la oigáis, oh bronces!, no la oigáis, campanas,
+que con la voz grave de ese clamoreo,
+rogáis por los seres que duermen ahora
+¡lejos de la vida, libres del deseo,
+lejos de las rudas batallas humanas!
+¡Seguid en el aire vuestro bamboleo,
+no la oigáis, campanas!
+¿Contra lo imposible qué puede el deseo?
+Allá arriba suena,
+rítmica y serena,
+esa voz de öro
+y sin que lo impidan sus graves hermanas
+que rezan en coro,
+la campana del reló
+suena, suena, suena ahora
+y dice que ella marcó
+con su vibración sonora
+de los olvidos la hora,
+que después de la velada,
+que pasó cada difunto,
+en una sala enlutada
+y con la familia junto
+en dolorosa actitud
+mientras la luz de los cirios
+alumbraba el ataúd
+y las coronas de lirios,
+que después de la tristura,
+de los gritos de dolor,
+de las frases de amargura,
+del llanto desgarrador,
+marcó ella misma el momento
+en que con la languidez
+del luto huyó el pensamiento
+del muerto, y el sentimiento
+seis meses más tarde o diez…
+Y hoy, día de muertos, ahora que flota,
+en las nieblas grises la melancolía,
+en que la llovizna cae, gota a gota,
+y con sus tristezas los nervios embota,
+y envuelve en un manto la ciudad sombría,
+ella que ha medido la hora y el día
+en que a cada casa, lúgubre y vacía
+tras del luto breve volvió la alegría;
+ella que ha marcado la hora del baile
+en que al año justo, un vestido aéreo,
+estrena la niña, cuya madre duerme
+olvidada y sola, en el cementerio
+suena indiferente a la voz de fraile
+del esquilón grave y a su canto serio;
+ella que ha medido la hora precisa,
+en que a cada boca, que el dolor sellaba,
+como por encanto volvió la sonrisa,
+esa precursora de la carcajada,
+ella que ha marcado la hora en que el viudo
+habló de suicidio y pidió el arsénico
+cuando aun en la alcoba, recién perfumada,
+flotaba el aroma del ácido fénico
+y ha marcado luego la hora en que, mudo
+por las emociones con que el goce agobia,
+para que lo unieran con sagrado nudo,
+a la misma iglesia fue con otra novia,
+ella no comprende nada del misterio
+de aquellas quejumbres que pueblan el aire,
+y lo ve en la vida todo jocoserio
+y sigue marcando con el mismo modo
+el mismo entusiasmo y el mismo desgaire,
+¡la huida del tiempo que lo borra todo!
+Y eso es lo angustioso y lo incierto,
+que flota en el sonido
+esa es la nota irónica que vibra en el concierto
+que alzan los bronces al tocar a muerto.
+¡Por todos los que han sido!
+Esa es la voz fina y sutil,
+de vibraciones de cristal,
+que con acento juvenil
+indiferente al bien y al mal,
+mide lo mismo la hora vil
+que la sublime o la fatal,
+y resuena en las alturas,
+melancólicas y oscuras
+sin tener en su tañido
+claro, rítmico y sonoro,
+los acentos dejativos
+y tristísimos e inciertos
+de aquel misterioso coro,
+con que ruegan las campanas, las campanas,
+¡las campanas plañideras
+que les hablan a los vivos
+de los muertos!
+(De Lord Tennyson)
+¡Oh voces silenciosas de los muertos!
+Cuando la hora muda
+y vestida de fúnebres crespones,
+desfilar haga ante mis turbios ojos
+sus fantasmas inciertos,
+sus pálidas visiones…
+¡Oh voces silenciosas de los muertos!
+En la hora que aterra
+no me llaméis hacia el pasado oscuro,
+donde el camino de la vida cruza
+los valles de la tierra.
+¡Oh voces silenciosas de los muertos!
+Llamadme hacia la altura
+donde el camino de los astros corta
+la gélida negrura;
+hacia la playa donde el alma arriba,
+llamadme entonces, voces silenciosas,
+¡hacia arriba!… ¡hacia arriba!…
+Prescriben los facultativos
+cuando el estómago se estraga,
+al paciente, pobre dispéptico,
+dieta sin grasas.
+Le prohíben las cosas dulces,
+le aconsejan la carne asada
+y le hacen tomar como tónico
+gotas amargas.
+Pobre estómago literario
+que lo trivial fatiga y cansa,
+no sigas leyendo poemas
+llenos de lágrimas.
+Deja las comidas que llenan,
+historias, leyendas y dramas
+y todas las sensiblerías
+semirománticas.
+Y para completar el régimen
+que fortifica y que levanta,
+ensaya una dosis de estas
+gotas amargas.
+El paciente:
+Doctor, un desaliento de la vida
+que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
+el mal del siglo… el mismo mal de Werther,
+de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
+Un cansancio de todo, un absoluto
+desprecio por lo humano… un incesante
+renegar de lo vil de la existencia
+digno de mi maestro Schopenhauer;
+un malestar profundo que se aumenta
+con todas las torturas del análisis…
+El médico:
+—Eso es cuestión de régimen: camine
+de mañanita; duerma largo, báñese;
+beba bien; coma bien; cuídese mucho,
+¡lo que usted tiene es hambre!…
+Era un poeta lírico, grandioso y sibilino
+que le hablaba a la tierra una tarde de invierno,
+frente a una posada y al volver de un camino:
+—¡Oh madre, oh Tierra! —díjole—, en tu girar eterno
+nuestra existencia efímera tal parece que ignoras.
+Nosotros esperamos un cielo o un infierno,
+sufrimos o gozamos en nuestras breves horas,
+e indiferente y muda tú, madre sin entrañas,
+de acuerdo con los hombres no sufres y no lloras.
+¿No sabes el secreto misterioso que entrañas?
+¿Por qué las noches negras, las diáfanas auroras?
+Las sombras vagarosas y tenues de unas cañas
+que se reflejan lívidas en los estanques yertos,
+¿no son como conciencias fantásticas y extrañas
+que les copian sus vidas en espejos inciertos?
+¿Qué somos? ¿A do vamos? ¿Por qué hasta aquí vinimos?
+¿Conocen los secretos del más allá los muertos?
+¿Por qué la vida inútil y triste recibimos?
+¿Hay un oasis húmedo después de estos desiertos?
+¿Por qué nacemos, madre, dime, por qué morimos?
+¿Por qué? —Mi angustia sacia y a mi ansiedad contesta.
+Yo, sacerdote tuyo, arrodillado y trémulo,
+en estas soledades aguardo la respuesta.
+La Tierra, como siempre, displicente y callada,
+al gran poeta lírico no le contestó nada.
+Al través de los libros amó siempre
+mi amigo Juan de Dios,
+y tengo presunciones de que nunca
+supo lo que es amor.
+Apenas le apuntaba el bozo, cuando
+muy dado a Lamartine
+hizo de Rafael, con una Julia
+que se encontró en Choachí.
+Tras de muy largo estudio obtuvo luego
+título de Doctor;
+de Dumas, La dama de las Camelias
+una noche leyó,
+y creyéndola cierta como un texto
+de Dujardin-Beaumetz,
+fue el Armando Duval de una asquerosa
+Margarita Gautier.
+Después estando en Tunja, como médico
+del hospital mayor,
+dio en soñar con amores que ofrecían
+menos complicación.
+De Gustavo Flaubert prestóle un tomo
+Antonio José Ruiz,
+y fue el Rodolfo Boulanger de una
+Madama Bovary.
+Pasada aquella crisis formidable
+con Ana se casó;
+siguieron cuatro meses de ternuras
+a lo Gustavo Droz.
+Todo hubiera marchado a maravillas
+en esa unión feliz,
+sin la influencia fatal de una novela
+que le dañó el magín.
+Leyó de Emilio Zola un solo tomo
+y se creyó Muffat
+de Aniceta Contreras que era entonces
+una semi-Naná.
+Y así pasó la vida entre los sueños
+y llegó de ella al fin
+dejando tres chicuelos y una esposa
+que fue muy infeliz.
+………………………………………
+Al través de los libros amó siempre
+mi amigo Juan de Dios,
+y tengo presunciones de que nunca
+supo lo que es amor.
+El pobre Juan de Dios, tras de los éxtasis
+del amor de Aniceta, fue infeliz.
+Pasó tres meses de amarguras graves,
+y, tras lento sufrir,
+se curó con copaiba y con las cápsulas
+de Sándalo Midy.
+Enamorado luego de la histérica Luisa,
+rubia sentimental,
+se enflaqueció, se fue poniendo tísico
+y al año y medio o más
+se curó con bromuro y con las cápsulas
+de éter de Clertán.
+Luego, desencantado de la vida,
+filósofo sutil,
+a Leopardi leyó, y a Shopenhauer
+y en un rato de spleen,
+se curó para siempre con las cápsulas
+de plomo de un fusil.
+Tu tez rosada y pura; tus formas gráciles
+de estatua de Tanagra; tu olor de lilas;
+el carmín de tu boca de labios tersos;
+las miradas ardientes de tus pupilas;
+el ritmo de tu paso; tu voz velada;
+tus cabellos que suelen, si los despeina
+tu mano blanca y fina, toda hoyuelada,
+cubrirte con un rico manto de reina;
+tu voz, tus ademanes, tú… no te asombre:
+todo eso está, ya a gritos, pidiendo un hombre.
+A una boca vendida,
+a una infame boca,
+cuando sintió el impulso que en la vida
+a locuras supremas nos provoca,
+dio el primer beso, hambriento de ternura
+en los labios sin fuerza, sin frescura.
+No fue como Romeo al besar a Julieta;
+el cuerpo que estrechó cuando el deseo
+ardiente aguijoneó su carne inquieta,
+fue el cuerpo vil de vieja cortesana,
+Juana incansable de la tropa humana.
+Y el éxtasis divino que soñó con delicia
+lo dejó melancólico y mohíno
+al terminar la lúbrica caricia.
+Del amor no sintió la intensa magia
+y consiguió… una buena blenorragia.
+Si quieres vivir muchos años
+y gozar de salud cabal,
+ten desde niño desengaños,
+practica el bien, espera el mal.
+Desechando las convenciones
+de nuestra vida artificial,
+lleva por regla en tus acciones
+esta norma: ¡lo natural!
+De los filósofos etéreos
+huye la enseñanza teatral,
+y aplícate buenos cauterios
+en el chancro sentimental.
+Es en el siglo veinticuatro,
+en una plaza de Fráncfort
+por donde cruza el tren más rápido
+de Liverpool para Cantón.
+La multitud que se aglomera
+de un pedestal alrededor
+forma un murmullo que semeja
+el del mar en agitación.
+Suena la música de Wagner
+y el estampido del cañón
+y entre los hurras populares
+sube a su puesto el orador.
+Es el alcalde, Karl Hamstaengel,
+el que preside la reunión
+y en el silencio que se agranda
+dice con monótona voz:
+«¡Ciudadanos! ¡Compatriotas!
+¡Salud!, honrad al fundador
+de la más grande de las obras
+de nuestra santa religión.
+Eterna gloria a su divisa,
+eterna gloria al redentor
+que con su ejemplo y sus palabras
+el idealismo desterró.
+Salud al genio sobrehumano
+cuyo evangelio derramó
+de este planeta por los ámbitos
+la postrera revelación.
+¡Paz y salud a los creyentes!
+¿Cuál de nosotros lo invocó
+sin sentir instantáneamente
+mejorarse la digestión?
+¿Cuál en sus heroicos ensueños
+de entusiasmo y de valor
+al inspirarse en sus ejemplos
+no vencerá la tentación?
+Ha cuatro siglos que los hombres
+lo proclaman único Dios;
+su imagen ved, su noble imagen,
+su imagen ved»…
+Un gran telón
+se va corriendo poco a poco
+del pedestal alrededor,
+y la estatua de Sancho Panza
+ventripotente y bonachón,
+perfila el contorno de bronce
+sobre el cielo ya sin color…
+Cuando de pronto estalla un grito,
+un grito inmenso, atronador,
+de quince mil quinientas bocas
+como de una sola voz,
+que ladra: «¡Abajo los fanáticos!
+¡Abajo el culto! ¡Abajo Dios!».
+Es un mitin de nihilistas,
+y en una súbita explosión
+de picrato de melinita
+vuelan estatua y orador.
+El conocido sabio
+Cornelius Van Kerinken
+que disfrutó en Hamburgo
+de una clientela enorme
+y que dejó un in-folio
+de setecientas páginas
+sobre hígado y riñones,
+abandonado luego
+por todos sus amigos
+murió en Leipzig maniático,
+desprestigiado y pobre,
+debido a sus estudios
+de los últimos años
+sobre espermatozoides.
+Frente de un microscopio
+que le costó un sentido,
+obra maestra y única
+de un óptico de Londres;
+la vista recogida,
+temblándole las manos,
+ansioso, fijo, inmóvil
+reconcentrado y torvo,
+como un fantasma pálido
+a media voz decía:
+«¡Oh! mira cómo corren
+y bullen y se mueven
+y luchan y se agitan
+los espermatozoides:
+«¡Mira! si no estuviera
+perdido para siempre;
+si huyendo por caminos
+que todos no conocen
+hubiera al fin logrado
+tras múltiples esfuerzos
+el convertirse en hombre,
+corriéndole los años
+hubiera sido un Werther
+y tras de mil angustias
+y gestas y pasiones
+se hubiera suicidado
+con un Smith y Wesson
+ese espermatozoide.
+«Aquel de más arriba
+que vibra a dos milímetros
+del Werther suprimido,
+del vidrio junto al borde,
+hubiera sido un héroe
+de nuestras grandes guerras.
+Alguna estatua en bronce
+hubiera recordado,
+cual vencedor intrépido
+y conductor insigne
+de tropas y cañones,
+y general en Jefe
+de todos los ejércitos,
+a ese espermatozoide.
+«Aquel hubiera sido
+la Gretchen de algún Fausto;
+ese de más arriba
+un heredero noble
+dueño a los veintiún años
+de algún millón de thalers
+y un título de conde;
+aquel, un usurero;
+el otro, el pequeñísimo,
+algún poeta lírico;
+y el otro, aquel enorme,
+un profesor científico
+que hubiera escrito un libro
+sobre espermatozoides.
+«Afortunadamente
+perdidos para siempre
+os agitáis ahora
+¡oh puntos que sois hombres!
+entre los vidrios gruesos
+traslúcidos y diáfanos
+del microscopio enorme;
+afortunadamente,
+zoospermos, en la tierra
+no creceréis poblándola
+de dichas y de horrores
+dentro de diez minutos
+todos estaréis muertos,
+¡hola!, espermatozoides».
+Así el ilustre sabio
+Cornelius Van Kerinken
+que disfrutó en Hamburgo
+de una clientela enorme
+y que dejó un in-folio
+de setecientas páginas
+sobre hígado y riñones,
+murió en Leipzig, maniático,
+desprestigiado y pobre,
+debido a sus estudios
+de los últimos años
+sobre espermatozoides.
+De placeres carnales el abuso,
+de caricias y besos,
+goza, y ama con toda tu alma, iluso;
+agótate en excesos.
+Y si de la avariosis te librara
+la sabia profilaxia,
+al llegar los cuarenta, irás sintiendo
+un principio de ataxia.
+De la copa que guarda los olvidos
+bebe el néctar que agota:
+perderás el magín y los sentidos
+con la última gota.
+Trabaja sin cesar, batalla, suda,
+vende vida por oro:
+conseguirás una dispepsia aguda
+mucho antes que un tesoro.
+Y tendrás ¡oh placer! de la pesada
+digestión en el lance,
+ante la vista ansiosa y fatigada
+las cifras de un balance.
+Al arte sacrifícate: ¡combina,
+pule, esculpe, extrema!
+¡Lucha, y en la labor que te asesina,
+—lienzo, bronce o poema—
+pon tu esencia, tus nervios, tu alma toda!
+¡Terrible empresa vana!,
+pues que tu obra no estará a la moda
+de pasado mañana.
+No: sé creyente, fiel, toma otro giro
+y la razón prosterna
+a los pies del absurdo ¡compra un giro
+contra la vida eterna!
+Págalo con tus goces; la fe aviva;
+ora, medita, impetra;
+y al morir pensarás: ¿Y si allá arriba
+no me cubren la letra?
+Mas si acaso el orgullo se resiste
+a tanta abdicación,
+si la fe ciega te parece triste,
+confía en la razón.
+Desprecia los placeres y, severo,
+a la filosofía,
+loco por encontrar lo verdadero,
+consagra noche y día.
+Compara religiones y sistemas
+de la Biblia a Stuart Mill,
+desde los escolásticos problemas
+hasta lo más sutil.
+De Spencer y de Wundt, y consagrado
+a sondear ese abismo
+lograrás este hermoso resultado:
+no creer ni en ti mismo.
+No pienses en la paz desconocida.
+¡Mira! al fin, lo mejor
+en el tumulto inmenso de la vida,
+es la faz interior.
+Deja el estudio y los placeres; deja
+la estéril lucha vana,
+y, como Çakia-Muni lo aconseja
+húndete en el Nirvana.
+Excita del vivir los desengaños
+y en soledad contigo
+como un yogui senil pasa los años
+mirándote el ombligo.
+De la vida del siglo ponte aparte;
+del placer y el amigo,
+escoge para ti la mejor parte
+y métete contigo.
+Y cuando llegues en postrera hora
+a la última morada
+sentirás una angustia matadora
+de no haber hecho nada…
+Juan Lanas, el mozo de esquina,
+es absolutamente igual
+al Emperador de la China:
+los dos son el mismo animal.
+Juan Lanas cubre su pelaje
+con nuestra manta nacional;
+el gran magnate lleva un traje
+de seda verde excepcional.
+Del uno cuidan cien dragones
+de porcelana y de cristal;
+Juan Lanas carga maldiciones
+y gruesos fardos por un real,
+pero si alguna mandarina
+siguiendo el instinto sexual
+al Emperador se avecina
+en el traje tradicional
+que tenía nuestra madre Eva
+en aquella tarde fatal
+en que se comieron la breva
+del árbol del Bien y del Mal,
+y si al mismo Juan una Juana
+se entrega por modo brutal
+y palpita la bestia humana
+en un solo espasmo sexual,
+Juan Lanas, el mozo de esquina,
+es absolutamente igual
+al Emperador de la China:
+los dos son el mismo animal.
+Para qué arrepentirnos, si es bastante
+a purgar nuestro mísero pecado
+el doliente recuerdo de un pasado
+cada vez más cercano y más distante;
+si no hemos de encontrar más adelante
+todo lo que nos hubo conturbado,
+ni las bocas que ya nos han besado
+ni el loco amor ni la caricia amante,
+ríe y no te arrepientas, que mañana
+nuestras dos almas solas irán juntas
+a explorar los misterios del Nirvana…
+Mientras que Magdalena, la divina,
+entre el coro de vírgenes difuntas
+hace un triste papel de celestina.
+En Nueva York. Cenando con William W. Breakhart,
+comisionista yanqui de fortuna notoria,
+y que, según los cálculos de gente respetable,
+no baja de 350,000 dollars,
+le oí decir las frases siguientes, que atribuyo
+a embriaguez producida por quince o veinte copas:
+«¿Amigos suyos? Perfectly. Yo nunca tiene amigos.
+¿Usted cree en esto? Ensaya. Está usted en Europa,
+préstales por servicio your francs if you are in Paris
+your pounds if you are in London if in Spain your onzas
+well… il amigo suyo es muy agradecido;
+usted, es very pleased… Entonces il es desagradado
+I don’t pay a usted nada… y no es su amigo ahora
+o bien él paga todo… and that’s is very silly
+yo no es su buen amigo y dice usted le roba…».
+Yo he atribuido siempre aquel discurso estúpido
+a embriaguez producida por quince o veinte copas.
+a A. de W.
+Si en tus recuerdos ves algún día
+entre la niebla de lo pasado
+surgir la triste memoria mía
+medio borrada ya por los años,
+piensa que fuiste siempre mi anhelo
+y si el recuerdo de amor tan santo
+mueve tu pecho; nubla tu cielo,
+llena de lágrimas tus ojos garzos;
+¡ah! no me busques aquí en la tierra
+donde he vivido, donde he luchado,
+¡sino en el reino de los sepulcros
+donde se encuentran paz y descanso!
+a A. de W.
+Tú no lo sabes… mas yo he soñado
+entre mis sueños color de armiño,
+horas de dicha con tus amores
+besos ardientes, quedos suspiros
+cuando la tarde tiñe de öro
+esos espacios que juntos vimos.
+cuando mi alma su vuelo emprende
+a las regiones de lo infinito.
+Aunque me olvides, aunque no me ames
+¡aunque me odies, sueño contigo!
+Amo las dichas del hogar sencillo
apetezco su plácido cariño
yo quiero que descanse en mis rodillas
la rubia cabecita de algún niño.
+GUTIÉRREZ NÁJERA
+Regresar fatigado del trabajo
+de la diaria fäena
+e ir a mirarse en lo hondo retratado
+de sus pupilas negras
+cerca del rico piano —mientras vaga
+sobre las blancas teclas
+su mano de marfil— soñar despierto
+felicidad eterna.
+A la luz de la lámpara brillante
+ver las rubias cabezas
+de los risueños niños —de infantiles
+ilusiones llenos.
+La mirada tender sobre la cuna
+que cual flor entreabierta
+entre sus hojas perfumadas guarda
+¡una existencia nueva!
+¡Oh cuadro del hogar! oh perspectiva
+cariñosa y risueña,
+cuando en el paso por el falso mundo
+ancha herida sangrienta,
+el desengaño abrió, cuando sentimos
+caer mustias y secas
+de la primera juventud las rosas,
+qué mortal no desea
+dejar en tu silencio venturoso
+deslizar la existencia
+y guardar lo divino y delicado
+que el alma herida encierra
+en tu seno feliz —como la concha
+lejos de las tormentas
+¡guarda en el fondo del movible océano
+las nacaradas perlas!
+Cuando ya de la vida
+el alma tenga, con el cuerpo, rota,
+y duerma en el sepulcro
+esa noche, más larga que las otras,
+mis ojos, que en recuerdo
+del infinito eterno de las cosas,
+guardaron sólo, como de un ensueño,
+la tibia luz de tus miradas hondas,
+al ir descomponiéndose
+entre la oscura fosa,
+verán, en lo ignorado de la muerte,
+tus ojos… destacándose en las sombras.
+En el derruido muro
+de la huerta del convento,
+en un agujero oscuro
+donde, al pasar, silba el viento,
+y, como una dolorida
+queja a las piedras arranca,
+hay, en el fondo, escondida
+una calavera blanca.
+De algún fraile soñador
+de vida ejemplar y bella
+y dedicada al Señor,
+en el mundo única huella.
+Abre los ojos, sin fondo,
+como a visiones extrañas,
+y del vacío en lo hondo
+forjan telas las arañas.
+Húmedo musgo grisoso
+recubre la antigua grieta,
+donde, en supremo reposo,
+descansa ignorada y quieta.
+Pero hasta a aquella escondida
+mansión la brisa ligera
+lleva murmullos de vida
+y olores de primavera.
+Golondrinas, que en sus marchas
+dejaron el patrio río,
+huyendo de las escarchas,
+de las brumas y del frío,
+cuando la luz del Poniente
+filtra por el hondo hueco
+y hace parecer viviente
+el cráneo rígido y seco,
+desde las negras ruïnas,
+alzan sosegado vuelo,
+en sus vueltas peregrinas
+tocan las ramas y el suelo,
+como buscando en el prado,
+ya por la tarde, sombrío,
+el espíritu elevado
+que habitó el cráneo vacío.
+Oh dulce niña pálida, que como un montón de oro
+de tu inocencia cándida conservas el tesoro;
+a quien los más audaces, en locos devaneos
+jamás se han acercado con carnales deseos;
+tú, que adivinar dejas inocencias extrañas
+en tus ojos velados por sedosas pestañas,
+y en cuyos dulces labios —abiertos sólo al rezo—
+jamás se habrá posado ni la sombra de un beso…
+Dime quedo, en secreto, al oído, muy paso,
+con esa voz que tiene suavidades de raso:
+si entrevieras en sueños a aquel con quien tú sueñas
+tras las horas de baile rápidas y risueñas,
+y sintieras sus labios anidarse en tu boca
+y recorrer tu cuerpo, y en su lascivia loca
+besar todos sus pliegues de tibio aroma llenos
+y las rígidas puntas rosadas de tus senos;
+si en los locos, ardientes y profundos abrazos
+agonizar soñaras de placer en sus brazos,
+por aquel de quien eres todas las alegrías,
+¡oh dulce niña pálida!, di, ¿te resistirías?…
+Hay demasiada sombra en tus visiones,
+algo tiene de plácido la vida,
+no todo en la existencia es una herida
+donde brote la sangre a borbotones.
+La lucha tiene sombra, y las pasiones
+agonizantes, la ternura huída,
+todo lo amado que al pasar se olvida
+es fuente de angustiosas decepciones.
+Pero, ¿por qué dudar, si aún ofrecen
+en el remoto porvenir oscuro
+calmas hondas y vívidos cariños
+la ternura profunda, el beso puro
+y manos de mujer, que amantes mecen
+las cunas sonrosadas de los niños?
+¿Por qué de los cálidos besos,
+de las dulces idolatradas
+en noches jamás olvidadas
+nos matan los locos excesos?
+¿Son sabios los místicos rezos
+y las humildes madrugadas
+en celdas tan sólo adornadas
+con una cruz y cuatro huesos?
+¡No, soñadores de infinito!
+De la carne el supremo grito
+hondas vibraciones encierra;
+dejadla gozar de la vida
+antes de caer, corrompida,
+en las negruras de la tierra.
+A Rafael Pombo
+Poeta, puedes hoy, tal vez cansado
+no encontrar en tu mente vibradora
+la inspiración robusta del pasado.
+Tu estrofa tuvo luz y olor de aurora…
+Hoy en lugar del canto donde vibra
+el secreto más íntimo del alma,
+con perezosa lentitud cincelas
+de tus modelos por la vieja norma,
+las difíciles frases, y persigues
+las mezquinas audacias de la forma.
+Y porque tu profunda poesía,
+antes raudal de selva americana
+es hilo débil de agua, que si brota
+se evapora al calor del mediodía
+y se pierde infecunda, gota a gota,
+¿no ves ahora que la turba impía
+que al oírte cantar en tu mañana
+de tu loco entusiasmo hiciera alarde,
+hoy escarnece con su risa vana
+la soledad oscura de la tarde?…
+Y bien ¡qué importa! Puedes, en lo denso
+de tu otoñal crepúsculo sombrío,
+perfumar tus poemas con incienso
+y al marchar, como un ciego, hacia el futuro
+sin amor, en la sombra que desmaya,
+oyendo risas que el pasado evoquen
+puedes morir. ¡Qué importa!… Mientras haya
+almas que sueñen, labios que provoquen,
+noches de duda, claras primaveras,
+vírgenes muertas en el lecho frío
+y sombras en las viejas catedrales,
+olvidados tus místicos acentos,
+vivirán tus estrofas magistrales
+y tu memoria vivirá con ellas,
+como entre las negruras del vacío
+la lumbre sideral de las estrellas.
+A los colibríes decadentes
+¡Rítmica Reina lírica! Con venusinos
+cantos de sol y rosa, de mirra y laca
+y polícromos cromos de tonos mil
+oye los constelados versos mirrinos,
+escúchame esta historia Rubendariaca,
+de la Princesa verde y el paje Abril,
+Rubio y sutil.
+El bizantino esmalte do irisa el rayo
+las purpuradas gemas; que enflora junio
+si Helios recorre el cielo de azul edén,
+es liblial albura que esboza mayo
+en una noche diáfana de plenilunio
+cuando las crisodinas nieblas se ven
+¡A tutiplen!
+En las vívidas márgenes que espuma el Cauca
+áureo pico, ala ebúrnea, currucuquea
+de sedeñas verduras bajo el dosel
+do las perladas ondas se esfuma glauca
+¿es paloma, es estrella o azul idea?…
+Labra el emblema heráldico de áureo broquel
+Róseo rondel.
+Vibran sagradas liras que ensueña Psiquis
+son argentados cisnes hadas y gnomos
+y edenales olores, lirio y jazmín
+y vuelan entelechias y tiquismiquis
+de corales, tritones, memos y momos
+del horizonte lírico nieve y carmín
+Hasta el confín.
+Liliales manos vírgenes al son aplauden
+y se englaucan los líquidos y cabrillean
+con medievales himnos al abedul,
+desde arriba Orión, Venus, que Secchis lauden
+miran como pupilas que cintillean
+por los abismos húmedos del negro tul
+Del cielo azul.
+Tras de las cordilleras sombras, la blanca
+Selene, entre las nubes ópalo y tetras
+surge como argentífero tulipán
+y por entre lo negro que se espernanca
+huyen los bizantinos de nuestras letras
+hasta el Babel Bizancio, do llegarán
+Con grande afán.
+¡Rítmica Reina lírica! Con venusinos
+cantos de sol y rosa, de mirra y laca
+y polícromos cromos de tonos mil,
+estos son los caóticos versos mirrinos
+esta es la descendencia, Rubendariaca,
+de la Princesa verde y el paje Abril,
+¡Rubio y sutil!
+BENJAMÍN BIBELOT RAMÍREZ
+¿Vas a cantar tristezas? dijo la Musa,
+entonces yo me vuelvo para allá arriba,
+descansar quiero ahora de tantas lágrimas;
+hoy he llorado tanto que estoy rendida.
+Iré contigo un rato, pero si quieres
+que nos vayamos solos a la campiña
+a mirar los espacios por entre ramas
+y a oír qué cosas nuevas cantan las brisas.
+Me hablan tanto de penas y de cipreses
+que se han ido muy lejos mis alegrías,
+quiero coger miosotys en las riberas:
+si me das mariposas te daré rimas.
+Forjaremos estrofas cuando la tarde
+llene el valle de vagas melancolías;
+yo sé de varios sitios llenos de helechos
+y de musgos verdosos donde hay poesía;
+pero tú me prometes no conversarme
+de horrores y de dudas, de rotas liras,
+de tristezas sin causa y de cansancios
+y de odio a la existencia y hojas marchitas…
+Sí, vámonos al campo, donde la savia,
+como el poder de un beso, bulle y palpita;
+a buscar nidos llenos en los zarzales:
+¡si me das mariposas te daré rimas!